Los enterramientos ordinarios documentados obedecen a un mismo patrón. Un modesto ataúd de madera de 1.80 cm de largo por 0.50 cm de ancho contiene el esqueleto del fallecido. En muchos casos todavía se conservan in situ la madera carbonizada, las asas metálicas y numerosos clavos. En el sondeo mecánico nº 6, documentamos una fosa común, entre nichos, bajo un metro de empedrado, capa de cemento y sedimento arcilloso con cantos de cuarcita . La tumba, modesta pero digna, se ubica en el extremo SE de la fosa. A su lado, comienzan a aparecer las primeras evidencias del horror. Esqueletos apilados sin ningún tipo de cuidado, unos sobre otros, rellenan el tramo de fosa. Por el momento, gracias al buen hacer de nuestra antropóloga Andrea Alonso, al mando de un comando de cazadores de memoria, hemos documentado claramente seis individuos. Pero hay más.
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