Estado de las ruinas de Repil en 2007.
Diez años después. Repil tras el incendio de octubre de 2017.
El silencio fue de la mano del poder regenerador de la naturaleza. La maleza, la repoblación forestal a base de pinos se comió a finales del siglo XX la casa de los Amaro en Repil. Cuando nos fijamos en ella en 2007 aquello parecía una isla selvática del Golfo de Guinea. Un bosque de negrillos ocupaba el interior de la casa, y era casi imposible hacerse una idea de esta arquitectura doméstica. En esos años se desataba el boom de la recuperación de la memoria histórica. La placa inaugurada en la pared del cementerio de Monforte de Lemos en memoria de los aquí masacrados el 20 de abril de 1949 fue robada inmediatamente con nocturnidad y alevosía. Desde entonces, particulares y militantes de la memoria se acercaban paseando o en bicicleta, en esas típicas tardes morriñentas gallegas. Uno de estos personajes quijotescos y robinsonianos es Antonio, descendiente de la familia campesina que fue represaliada por dar cobijo aquí a los guerrilleros. En los últimos años Antonio ha cubierto el vacío de la administración y ha dedicado tiempo y esfuerzo a intentar limpiar las ruinas y él mismo lleva a cabo un homenaje particular cada año a los caídos. Ante los robos, no le ha quedado más remedio que subir la bandera republicana a lo alto de un roble. En junio de 2016, gracias a su colaboración entusiasta, llevamos a cabo un primer acercamiento breve a este paisaje arqueológico.
Aitor rozando este fin de semana las ruinas de Repil.
La ausencia de vegetación facilitará la prospección magnética, con detector de metales y la toma de buenas fotografías aéreas. La única ventana que se conserva en pie, verdadero símbolo de nuestro proyecto, es hoy un mirador desde el que se alcanzan las montañas que anuncian el Caurel. No podemos dejar de acordarnos de aquel bello poema de Miguel Hernández, del Cancionero y romancero de ausencias (1941-1942):
Todas las casas son ojos
que resplandecen y acechan.
Todas las casas son bocas
que escupen, muerden y besan.
Todas las casas son brazos
que se empujan y se estrechan.
De todas las casas salen
soplos de sombra y selva.
En todas hay un clamor
de sangres insatisfechas.
Y a un grito todas las casas
se asaltan y se despueblan.
Y a un grito todas se aplacan,
y se fecundan, y esperan.
Gracias a Aitor, nuestro héroe particular, Repil luce un césped que ni el estadio de Balaídos. Todo listo para asaltar esta casa que nos llevaba esperando demasiado tiempo. Show must go on.