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jueves, 30 de marzo de 2017

Historia de un bidón

La lista de artefactos, tecnologías y tácticas que las fuerzas del eje y la Unión Soviética probaron en España es extremadente larga. Algunos de los elementos son bien conocidos: el bombardero medio Heinkel He-111, el bombardero en picado Stuka, los Panzer I, el uso del Flak-18 en tiro tenso y el bombardeo estratégico son algunas de las máquinas y tácticas que los alemanes probaron en la Guerra Civil. Hay otros objetos mucho más banales -pero no por ello menos importantes- que también se emplearon por primera vez en España.

Uno de ellos es el Wehrmachtkanister, el bidón de gasolina militar de 20 litros. No solo es un elemento icónico de la Segunda Guerra Mundial, si no que ha tenido un papel muy importante en este conflicto y su impronta llega hasta la actualidad. Muchos bidones siguen todavía reproducen el diseño del estampado metálico del famoso jerrycan pese a que se fabriquen en plástico. 

 En África los jerrycan son un elemento básico de la cultura material (c) Esther Havens.

Si bien el bidón usado en la guerra mundial se comenzó a producir en 1937, los orígenes del diseño pueden retrotraerse a inicios de los años 30. En esos momentos los ingenieros de la Wehrmacht desarrollan una lata de fabricación rápida y barata (dos láminas de metal estampadas), muy efectivo (porque era perfectamente estanco), fácilmente apilable y robusto. 
 


Los alemanes llevaron a España un número de latas de este tipo para uso de la Legión Cóndor. Algunas de ellas han aparecido recientemente cerca de Barcelona. Nosotros nunca hemos tenido ocasión de encontrarnos estos bidones en nuestras excavaciones de la Guerra Civil. Pero sí en otro lugar.Un lugar bien remoto, por cierto. En nuestras investigaciones arqueológicas en las ruinas del puerto de Bulhar dimos con dos Wehrmachtkanister ¿Dónde rayos está Bulhar, os preguntaréis? ¿Y cómo llegaron a parar allí? 

Ruinas de Bulhar
 
Bulhar se encuentra en la costa de la antigua Somalilandia británica, en la actualidad un país de facto independiente pero no reconocido por la comunidad internacional. La ciudad tiene una historia extremadamente corta: la funda el gobierno otomano de Egipto hacia 1870, en 1884 la ocupa el Imperio Británico y comienza a decaer durante la Primera Guerra Mundial, debido a la competencia con otros puertos, como Djibuti y Adén, y el final de la primera globalización. Para mediados de siglo XX era ya una ciudad fantasmal, en la que la presencia británica se limitaría a un puesto policial y un comisionado. En la actualidad, Bulhar es una impresionante ruina cubierta por las dunas y los espinos, entre los que apenas sobresalen algunos arcos de coral tambaleantes.  

Comienzo de un sondeo en Bulhar
 
Nuestras excavaciones se centraron inicialmente en una serie de edificios relativamente bien conservados en el este de la ciudad. Cual no sería nuestra sorpresa cuando al buscar un sitio para plantear nuestros sondeos dimos con un Wehrmachtkanister. Y luego otro. Y no unos Kanister cualquiera, sino latas empleadas por el Afrika Korps, nada menos: así lo revelaban los restos de camuflaje color arena (Sandgelb) todavía conservada. Aunque no sabemos a ciencia cierta como fueron a parar a Bulhar, podemos imaginárnoslo. 

Uno de los jerrycans de Bulhar


La Somalilandia británica fue conquistada por los italianos, que ocupaban la vecina Etiopía, en agosto de 1940. Fue la única victoria militar relevante de las tropas de Mussolini en el Cuerno de África. No es que fuera una gran hazaña, dado que este pedazo de desierto apenas se encontraba defendido por los británicos, que tenían cosas mejores que hacer (como evitar la invasión de su país por los alemanes). El caso es que la ocupación fascista duró poco. El Reino Unido la recuperaró en tres semanas, entre marzo y abril de 1941. Somalilandia se convirtió inicialmente en zona de tránsito para los prisioneros provenientes de la campaña de Abisinia y posteriormente en destino definitivo para muchos de ellos. La región se convirtió así, de la noche a la mañana, en un lugar habitado por decenas de miles de extranjeros -prisioneros, guardianes y administradores militares. Algunos de los presos italianos se emplearon en construir carreteras en los lugares más inaccesibles de la colonia. 

Evidentemente, la nueva población de Somalilandia necesitaba suministros: comida, combustible y armas. Y los británicos, enfrascados en una guerra mundial, no disponían de muchos medios. Sin embargo, las victorias aliadas en el norte de África entre 1942 y 1943 pusieron en sus manos gran cantidad de militar material y de otro tipo. Entre ellos, los preciados jerrycans ("latas boches"). Preciados porque eran de una calidad muy superior a los equivalente aliados, que se apresuraron a copiarlas. Somalilandia estaba relativamente bien comunicada con el norte de África por el Mar Rojo y el Canal de Suez, así que es comprensible que allí fueran a parar muchos materiales capturados al Afrika Korps y sus socios fascistas. 



La mayor parte de los habitantes de Bulhar ya no necesitan latas de combustible. Son pastores nómadas que llevan a pacer sus camellos y cabras entre las ruinas. Los Wehrmachtkanister son un arfefacto arqueológico y futurista al mismo tiempo. Un cuerpo extraño en la ciudad abandonada en el desierto.

martes, 13 de diciembre de 2016

El Txoko Belga

Placa en el cementerio belga de Gambela (Etiopía occidental).

"B.C.S.
À la mémoire des 
142 gradés et soldats
215 porteurs militaires
des troupes coloniales belges
Campagne d'Abyssinie 1941"

En nuestras investigaciones sobre la ocupación fascista italiana en la frontera entre Etiopía y Sudán del Sur nos dimos de bruces con los restos de la primera victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Belgas y británicos (mejor dicho, porteadores y tropa negra con blancos al mando) lograron avanzar sobre la Abisinia mussoliniana, que acabó claudicando. Uno de los escenarios bélicos de esta campaña fue la ciudad de Gambela. Allí, casi por casualidad, pudimos documentar en 2010 un cementerio de guerra bajo sedimentos de basura, entre las cabañas de un barrio del extrarradio de la ciudad. Héroes flamencos y valones emergían del detritus del olvido. Mientras Bélgica estaba ocupada por la Alemania nazi, la resistencia se llevaba a cabo también en tierras africanas. Bajo tierra (y basura) etíope quedó, por ejemplo, el sargento Lambrecht.



La sombra de los belgas es alargada, y nos sigue persiguiendo en nuestro periplos arqueológicos, al estilo de Tintín en el Congo. Ahora, en Euskadi, se nos vuelven a aparecer. Como ya sabéis los que nos seguís, llevamos tres años siguiendo las huellas arqueológicas de las Brigadas Internacionales con excavaciones en Belchite o Casa de Campo. Pero también hubo otros voluntarios extranjeros, quizás menos conocidos en el conjunto del Estado. Estamos hablando de aquéllos y aquéllas que intentaron contener el avance de las tropas de Mola hacia Irún. Allí aparecen ya unos y unas cuantas belgas, organizados en la Milice Socialiste Belge. Más tarde, en Elgeta, en donde se le pararon los pies a Camilo Alonso Vega dos veces, también tuvieron un notable protagonismo, manejando ametralladoras. De hecho, una posición en el sistema defensivo republicano todavía se conoce como La Belga. Y como no podía ser de otra manera, ahora, en el monte de San Pedro, nos volvemos a encontrar con los belgas, por partida doble.

Voluntarios belgas en la defensa de San Marcial, Irún [Fuente: S.B.H.A.C]

El protagonista de esta historia es el belga Juul Christiaens, jefe del Grupo Edgar André, formado por belgas, suizos y alemanes y que combatió en la batalla de Irún. Tras su actuación en Gipuzkoa pasó a comandar el batallón nº 3 de la UGT del Ejército de Euzkadi y participó en la conquista de San Pedro-Txibiarte-Sobrehayas. De hecho, según el miliciano Eduardo Uribe, fue el primero en llegar a la cumbre del Txibiarte. En nuestras excavaciones en el sector 01 del monte de San Pedro pudimos recoger un par de testimonios que nos muestran la impronta que este hombre dejó en la comarca. Uno de nuestro informantes recordaba a Juul Chistiaens en el caserío de su abuela en Lezama, comiendo, como si de un ogro se tratase, un plato repleto de huevos fritos. Juul Chistiaens fue después jefe del batallón nº 10 de la UGT, un batallón de reserva. Tras la caída del frente Norte pasó a la principal zona republicana integrándose en la estructura de las BBII y llegando a ofrecer sus servicios, muy al final de la guerra, al ejecutivo vasco afincado en Barcelona.
En el imaginario colectivo se modeló el estereotipo de estos otros chicarrones del Norte (ya fuesen pilotos alemanes abatidos o voluntarios extranjeros europeos al servicio de la República).

Recordando a los belgas de Orduña en la charla en Delika.

Esta misma imagen es compartida por el recuerdo colectivo de otros belgas que aparecieron por aquí al poco tiempo. Nos referimos a los belgas de un barco que atracó en Bilbao. Estos marinos fueron alojados en Orduña, en donde ayudaban a la gente en sus labores domésticas e incluso se distinguieron apagando el fuego que se declaró en la villa por aquel entonces. En nuestra charla en Delika pudimos escuchar de viva voz el testimonio de un vecino que se acordaba perfectamente de ellos: llegaron con su uniforme de marino. Eran unos tipos imponentes; se tiraban de cabeza al agua en las simas. Ayudaban en lo que podían; en nuestra casa se les reclamaba siempre para cortar leña.

En las visitas guiadas por el monte de San Pedro siempre utilizamos el símil de las trincheras en Flandes en la Iª Guerra Mundial, pero nunca nos imaginamos que esta conexión belga haya marcado tanto este paisaje bélico y de postguerra.



Referencias.

Egiguren, J. 2011. Prisioneros en el campo de concentración de Orduña (1937-1939). Ttartalo.

Uribe Gallejones, E. 2007. Un miliciano de la UGT. Memorias. Bilbao: Ediciones Beta/Sancho de Beurko.

Vargas Alonso, F. M. 2007. Voluntarios internacionales y asesores extranjeros en Euzkadi (1936-1937). Historia Contemporánea, 34: 323-59.


jueves, 12 de diciembre de 2013

Por fuertes y fronteras

Vista del altiplano abisino desde una posición italiana.

¿Cómo se hace una frontera? Ese es el objetivo de nuestro nuevo proyecto en el noroeste de Etiopía. Nos referimos a "hacer" en el sentido más material del término. Las fronteras se construyen con muros y vallas (en Melilla y Palestina lo saben bien), puestos de vigilancia, edificios de aduanas y fortificaciones, pero también mercados, aldeas, caminos y puentes. La frontera se fabrica tanto con cosas que separan como con cosas que unen. 

La frontera septentrional entre Sudán y Etiopía es un límite interestatal desde hace tres milenios. Esto significa que la frontera aquí ha tenido tiempo de sedimentarse materialmente, hacerse sólida. Los sitios fronterizos, los pasos y los fuertes, se repiten a lo largo de la historia, igual que las batallas y los intercambios comerciales.

Durante tres semanas hemos documentado las trazas históricas de este límite político, ecológico y cultural. Un buen número de hallazgos pertenecen a la breve ocupación italiana de la zona -y justifican la inclusión de esta entrada en un blog de arqueología de la Guerra Civil. La presencia fascista en el noroeste de Etiopía, de hecho, coincide más o menos con la Guerra Civil Española: los italianos ocuparon la capital de la región, Metema, en abril de 1936, y fueron expulsados en enero de 1941. Además, ya hemos visto en otra entrada que algunos fascistas que lucharon en Abisinia lo hicieron después en la Guerra de España. Y algunas de las armas que se emplearon en África, como los fusiles Mannlicher-Carcano, también llegaron a nuestro país: resulta extraño encontrar en una montaña remota de Etiopía los mismos casquillos que en la Alcarria.

El primer lugar donde excavamos fue el Monte de Yohannes. Se llama así porque es donde se cree que fue herido de muerte el emperador Yohannes IV en la Batalla de Metema (1889), luchando contra los invasores sudaneses. Nuestra excavación fue un poco desmitificadora: no encontramos nada relacionado con este episodio clave en la historia de Etiopía. La única excepción es una bala de Vetterli 1870: el problema es que esta arma se usó también en los años 30 y 40 en la zona (y en la Guerra Civil).

 Abrigo italiano en el Monte de Yohannes
Lo que sí descubrimos fue una gran cantidad de restos de los italianos: una pista para vehículos motorizados, dos refugios semisubterráneos y varios parapetos de piedra. En la excavación de uno de los refugios encontramos numerosos casquillos y cargadores de Mannlicher de 8x50 mm, un arma obsoleta en la Segunda Guerra Mundial con la que los italianos armaron, naturalmente, a sus subalternos: las fuerzas coloniales africanas. También aparecieron trozos de metralla, que se pueden relacionar con la Batalla de Metema a inicios de 1941. El hallazgo más notable en este sentido es un fragmento de granada de mortero Brandt de 81 mm, con su espoleta. Los ingleses bombardearon duramente todas las posiciones italianas y causaron muchas bajas (aunque hablar de "posiciones italianas" puede resultar confuso teniendo en cuenta que la mayor parte de las tropas eran libias, eritreas y somalíes). 
  Materiales exhumados en el interior del abrigo: cartuchos de Mannlicher de 8 mm, cargador del mismo fusil, moneda italiana datada en 1940, fragmento de granada de mortero, pinzas de batería, balas de Mannlicher y Vetterli y hebillas de correaje y zurrón.

El fósil director de los yacimientos fascistas en el Cuerno de África son las botellas de bebidas alcohólicas: cerveza, vino y licores aparecen en grandes cantidades. En la ciudad etíope de Gondar, nuestros colegas Víctor Fernández y Jorge de Torres han encontrado incluso ¡botellas de Chianti! Está claro que sobrevivir en posiciones aisladas en medio de la sabana tórrida requiere de algo más que templanza. Lo curioso es que las tropas coloniales provenían mayoritariamente de países musulmanes... Otro elemento documentado son los frascos de perfume: las ocasiones para bañarse en Etiopía eran escasas y las temperaturas en algunos sitios no bajan de 30 grados en todo el año.


 Botellas de vino en el interior del abrigo.

Al norte del Monte de Yohannes descubrimos dos posiciones italianas más junto al río Atbara, uno de los mayores afluentes del Nilo. Una de las posiciones era un fuerte del siglo XIX que las tropas de Mussolini reforzaron con puestos de tirador de piedra y trincheras. Los hallazgos fueron escasos: lo más llamativo es una lata de grasa idéntica a la que nos apareció en las excavaciones de la Ciudad Universitaria en 2008. Seguramente se utilizaba para engrasar las armas. Siguiendo el río, en el principal punto de paso en la zona, dimos con un puesto de control formado por una estructura rectangular y un camino flanqueado de piedras. Aquí encontramos otro cargador de Mannlicher, un casquillo percutido y una llave de lata de sardinas. 


Puesto de tirador controlando el Atbara (arriba) y río Atbara (abajo).

Puesto de control en un vado del Atbara

Como en el caso de España en el Rif, la mayor parte de las posiciones coloniales en el Cuerno de África se ubican en cerros aislados desde los que se domina visualmente un amplio territorio. Este es el caso del Monte Denba, en el límite entre la planicie y el altiplano abisinio. En Denba había un puesto de artillería y vigilancia, cuya función era controlar la principal ruta entre Sudán y Etiopía. Los hallazgos son una curiosa mezcla de molinos y cerámicas tradicionales etíopes y latas y vidrios de los soldados de Italia. En el camino nos encontramos un fondo de botella en que se lee "Birra 1937 Importazione" ¿Cuánto le costaría a la metrópoli fletar millones de botellas de cerveza a sus colonias?
Fragmento de botella de cerveza de Denba.

Según nos alejamos del camino principal, los hallazgos se vuelven más escasos. En un monte cercano al río Rahad encontramos un fuerte construido por los otomanos a mediados del XIX, reutilizado por los mahdistas sudaneses como cementerio para sus mártires de 1889 y finalmente por los italianos, que dejaron su característico rastro de botellas de vino. Nos cuentan que hasta hace poco había varios vehículos abandonados, pero la gente del lugar los fue desmontando. De hecho, encontramos una pieza de motor. La potencia colonial no solo se establece en puntos estratégicos, sino en lugares de poder históricos que dejan claro, a ojos de la población, su posición de conquistadores.


Bastión italiano con troneras construido sobre las ruinas del fuerte otomano de Gubay

El último sitio italiano que documentamos está en una montaña, Salya, a la que solo se puede llegar caminando 30 km. En la cima se ubica el pueblo de Tewodros Ketema, la Ciudad de Teodoro, el emperador bandolero. Noble actividad esta última que continúan los actuales habitantes de la región. En este macizo aislado los niños juegan al fútbol, como en el resto del mundo. Solo que su campo de futbol está sembrado de casquillos y cartuchos de balas trazadoras. Todos están datados entre 1934 y 1936. Contamos hasta 375 y lo dejamos. Algún fragmento de metralla nos hace pensar que un proyectil de artillería alcanzó un polvorín italiano. Debió de ser un espectáculo. Pero un espectáculo difícilmente imaginable hoy, en este altiplano solitario y silencioso. 

 
Munición, baterías y otros materiales localizados en Tewodros Ketema.

Por la noche dormimos en una casa de barro en camas de madera y tiras de cuero de cabra. Compartimos la soledad, y quizá el miedo, de aquellos soldados extranjeros que hace 70 años trataron de conquistar un país inconquistable.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Colonialismo del bueno

 Archivo Rojo

Existe una cierta leyenda rosa, muy extendida, que afirma que el colonialismo de los países mediterráneos o meridionales fue un buen colonialismo, es decir, no basado en el racismo, la explotación y el desprecio de los colonizados, como el francés o el británico. Los portugueses, los españoles e italianos somos buena gente, campechana y sociable. Y eso, naturalmente, se tiene que notar incluso cuando invadimos otros países. La leyenda se potenció gracias a las dictaduras (de Salazar, Franco y Mussolini), en cuyo imaginario político el imperio desempeñaba un papel fundamental. Entre otras cosas porque entroncaba con momentos percibidos como más gloriosos: la expansión ultramarina portuguesa, la conquista de América, el Imperio Romano.

El desconocimiento de la cruda realidad del colonialismo hace que puedan proliferar en la actualidad productos nostálgicos en forma de libros, series y películas, en las cuales los colonizados sirven de comparsas y sus países de escenario exótico para las aventuras y desventuras de familias europeas.

La realidad es que los imperios meridionales no fueron mejor que los septentrionales. En algunos aspectos fueron peores. Pero en todo caso, no se trata de un concurso de atrocidades. El imperialismo moderno es, en esencia, fascista, independientemente de que lo promueva un régimen liberal o autoritario: se basa en la creencia de que una raza superior tiene derecho a imponer su mandato sobre unos seres inferiores a los que se puede explotar. Precisamente, la gran obra de Hannah Arendt sobre el totalitarismo empieza tratando la ideología colonial.

Con rarísimas excepciones, la realidad es que los militares de Italia o España no eran ningún Lawrence de Arabia. Los diarios y las fotografías de los africanistas no dejan lugar a dudas: de su ignorancia, de su amor por la violencia, de su desprecio racista por las poblaciones locales. Un libro de Gustau Nerín es muy ilustrativo a este respecto. 

En la imagen superior se puede ver una fotografía capturada a un soldado italiano tras la Batalla de Guadalajara (marzo de 1937). Muestra a un orgulloso infante posando junto al cadáver de un etíope al que acaba de ahorcar. 

La foto la llevaba el voluntario fascista quizá para recordar cómo hay que manejarse con los salvajes. Porque lo que hizo el fascismo en España fue simplemente importar los modelos de guerra colonial a Europa (cambiando negro por rojo): los legionarios cortaban orejas y testículos, violaban mujeres e incendiaban aldeas en Andalucía y Extremadura igual que habían hecho en el protectorado. Esta misma estrategia de guerra colonial en suelo europeo la llevarían al paroxismo los nazis en el este de Europa. 

Otras fotos de masacres en Etiopía capturadas a soldados italianos en Guadalajara. Archivo Rojo.

Los italianos asesinaron a cerca de medio millón de etíopes durante los cinco años que ocuparon Etiopía (1935-1941). Como los españoles en el Rif, no dudaron en usar armas prohibidas, como gas mostaza, contra la población civil, incluidos mujeres y niños. Los "salvajes" etíopes, en cambio se portaron caballerosamente tras la derrota de los colonizadores durante la Segunda Guerra Mundial: se han documentado pocos casos de asesinatos y violencia contra los italianos. 

El colonialismo mediterráneo no fue un buen colonialismo, porque no hay bondad posible en ocupar y someter un país extranjero por la violencia. Fue, más bien, colonialismo del bueno. Del de verdad, con sus masacres, robos y miserias.

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Gracias a Julián Dueñas e Ismael Gallego por llamar mi atención sobre la imagen que ilustra esta entrada.

martes, 8 de enero de 2013

Un hallazgo arqueológico caído del cielo


¡Literalmente! Durante el mes de mayo de 2012 una empresa de prospecciones petrolíferas se encontró en el desierto occidental de Egipto un caza P-40 Kittyhawk de la RAF en perfecto estado. El aparato se vio forzado a realizar un aterrizaje de emergencia en junio de 1942. Los restos del piloto no han aparecido, por lo que se cree que decidió ponerse en marcha en busca de un lugar habitado: objetivo inútil, porque el pueblo más cercano se encuentra a cientos de kilómetros. En realidad, no tenía ninguna posibilidad de supervivencia: si se hubiera quedado junto al avión, también habría muerto, pues nadie fue a buscarlo.

No es la primera que se efectúa este tipo de hallazgos. En 1958 otro grupo de prospectores petrolíferos halló lo restos de un bombardero estadounidense B-24 Liberator que había perdido el rumbo al regresar de una operación de bombardeo en el sur de Italia. En este caso sí se localizaron los cadáveres de la tripulación (en 1960). Como en el caso del Kittyhawk, los pilotos trataron sin éxito de llegar a algún sitio habitado y acabaron muriendo de sed en medio del desierto.

La arqueología de la aviación es un campo muy desarrollado en el Reino Unido, donde cumple un doble objetivo: saber más sobre ingeniería bélica (de muchos aviones no se conservan ejemplares y en algunos casos apenas documentación detallada) y recuperar los cadáveres de los pilotos para darles un enterramiento digno. En España no se ha llevado a cabo ningún estudio sistemático sobre aviones caídos en la Guerra Civil o la Segunda Guerra Mundial ni se han hecho esfuerzos por recuperar los cuerpos de los pilotos, aunque en ocasiones se han realizado búsquedas exitosas para recuperar determinados restos.

Lee la noticia original sobre el Kittyhawk aquí.

jueves, 6 de octubre de 2011

Las Crónicas de Guerra: León, El Duce y Etiopía

Como ya sabeis, uno de los trabajos que se han desarrollado desde este proyecto es el estudio de la Guerra Italo-Etíope. Ahora pensareis, que tiene que ver la Guerra Civil en León con la Guerra de Abisinia. Con el triunfo del Alzamiento Militar en León en el 36, se creó un nuevo periódico... PROA, organo de expresión y propaganda de FET y de las JONS en León. En el número 135, del 11 de mayo de 1937, con el aniversario del Imperio Italo-Etiope, sale un artículo donde exalta la figura del Duce, e intenta ligar a la Ciudad de León con el espiritu del régimen fascista italiano y de su lider:



"(...) Y he aquí que nosotros, modestamente, humildemente, desde este rincón provinciano que supo del vivir de Roma, que salió de las plantas de las legiones romanas, ya que su vida y su nombre lo debe a una de ellas (Legio VII, Pía, Fenix) nos unimos también a la alegría de la Roma de los Césares y brazo en alto, con el saludo imperial que pasearon por el orbe las águilas romanas, gritamos, desde el rostrum, desde la proa de este diario leonés, amado nuestro: ¡Ave Italia! ¡Ade Dux!".



Toda esta propaganda hay que encuadrarla en el momento que estaba la Guerra en el frente de los Puertos, así, todavía en la zona del Porma quedaba el recuerdo de la ofensiva republicana que llegó a tomar parte del pueblo de Puebla de Lillo. Del mismo modo, en este momento el bando franquista estaba preparando la gran ofensiva que llevaría a finales de septiembre a tomar (entre otras) las posiciones del Puerto de San Isidro.





Una constante de la propaganda de falange es la unión con el resto de fascismos, principalmente el italiano, del que en León tenía un punto de unión básico como es el pasado romano común. Otra prueba de ello es la columna de la imagen (situada en la plaza de San Isidoro, en León), que en 1968 conmemoraba el XIX centenario de la fundación de la Legio VII Gemina. Toda una continuidad propagandística donde la arqueología y la historia juega un papel esencial.

sábado, 26 de febrero de 2011

Las ruinas de un imperio

Ruinas de la misión claretiana de Elobey Chico

Nos permitimos aquí una pequeña digresión para tratar de las ruinas coloniales de la isla de Elobey Chico en Guinea Ecuatorial, de donde venimos de realizar investigaciones arqueológicas.

Las ruinas de la isla pertenecen sobre todo al período inmediatamente anterior a la Guerra Civil Española (el primer tercio del siglo XX), pero se relacionan de diversas maneras con algunos temas clave del blog: en primer lugar, se trata de arqueología del siglo XX; en segundo lugar, es una forma de arqueología del conflicto, pues si el colonialismo se caracteriza por algo es por la violencia. Finalmente, resulta interesante investigar las ruinas del colonialismo español contemporáneo por la relevancia que el imperio tuvo en el imaginario político franquista a partir de 1936.

Elobey Chico es una isla minúscula de 0,2 kilómetros cuadrados situada en la desembocadura del Muni, el caudaloso río que separa Gabón de Guinea Ecuatorial. Este fue el lugar elegido para establecer el subgobierno colonial del territorio de Río Muni en 1884. Desempeñó esta función hasta 1926, cuando el mencionado subgobierno se trasladó al continente, a la localidad de Kogo (entonces Puerto Iradier). A partir de entonces la selva se fue adueñando poco a poco de la isla.

Entrada al depósito de cadáveres del cementerio de Elobey Chico

Sin embargo, durante cuatro décadas florecieron en Elobey los negocios europeos: factorías inglesas, francesas, alemanas y españolas tenían aquí su sede y desde aquí comerciaban con las costas de Gabón y Guinea. Los claretianos fundaron una misión y las concepcionistas una escuela para niñas. Había edificios administrativos, viviendas, aljibes y pozos, un faro, muelles y un gran cementerio con muy pocas tumbas.

Aljibe

Ruinas de una vivienda (hacia 1920)

Elobey Chico se convirtió en una pequeña ciudad europea a las puertas de un continente que España (al contrario que sus vecinos) no se atrevía a conquistar.

Las ruinas de Elobey Chico, como cualquier ruina, son ambiguas. Ante los hermosos edificios ocupados por las lianas y las ceibas es fácil sentir una cierta añoranza por un mundo perdido. "En Elobey Chico" -escribe un periodista de La Vanguardia el mismo año de la descolonización de Guinea (1968)- "he sentido profunda tristeza. O tal vez nostalgia de una época de brillantez y heroísmos". ¿Brillantez y heroísmos?

Ruinas de vivienda colonial

Entrada al cementerio colonial de Elobey Chico

La ideología colonial construida desde fines del siglo XIX hizo ver en la empresa una labor civilizadora de pueblos atrasados. Como modernas ONGs, las agencias coloniales parecían instituciones altruistas con miembros dispuestos a dejar su vida por el desarrollo intelectual, moral y material de los "salvajes" africanos. Un elemento básico en esta ideología fue la religión. Los misioneros aparecían presentados como mártires abnegados y heroicos. En algunos casos indudablemente los religiosos respondían a esta imagen, pero no, desde luego, en Guinea Ecuatorial. Los claretianos, como ha demostrado el historiador Gustau Nerín en sus libros, fueron, ante todo, empresarios sin escrúpulos dedicados a explotar las riquezas del país que pretendían evangelizar. Para dicha explotación necesitaban sujetos dóciles: las escuelas religiosas y las misiones se encargaban de fabricarlos.

La producción de sujetos colonizados (la denominada "civilización") no se lograba sólo mediante la disciplina de la escuela y de la fe. Un papel preponderante en la transformación de los africanos lo tuvo la introducción del consumo masivo de bienes europeos. Los comerciantes extranjeros consiguieron hacer a los indígenas dependientes de las importaciones occidentales y particularmente de dos elementos: el alcohol y el tabaco.

Basurero de Elobey Chico con botellas de ginebra alemanas (ca. 1890).

En los basureros de Elobey, como en las islas circundantes, lo que encontramos principalmente son cantidades ingentes de botellas de ginebra y vino barato, que contribuyeron a la desestructuración de las comunidades locales. El alcoholismo es un legado nefasto que hemos dejado en Guinea Ecuatorial: todavía hoy se fabrican en España alcoholes de pésima calidad exclusivamente para la clientela africana.

Las ruinas de Elobey Chico no representan un pasado brillante y heroico (el que ensalzaba la retórica franquista), sino más bien una empresa depredadora y fallida en la que se aliaron el catolicismo ultraconservador y el capitalismo salvaje.

miércoles, 8 de abril de 2009

España no acaba donde empieza el mar...


Carátula original del documental "Arrhash (veneno)", de Tarik El Idrissi y Javier Rada

Resulta que no sólo el ejército italiano de Mussolini tiene el dudoso honor de haber bombardeado a los rebeldes y a la población civil con gas mostaza, como pudimos comprobar en Etiopía. Fue el ejército colonial español, en época de Alfonso XIII y del dictador Miguel Primo de Rivera, el primero del mundo en realizar bombardeos con aviación sobre población civil y el segundo en matar civiles con armas químicas (el primero fue Inglaterra en Iraq en 1919). Utilizaron gas mostaza en el Rif rebelde entre 1923 y 1927.

Esto es algo que lxs historiadorxs Maria Rosa de Madariaga y Carlos Lázaro Ávila (2003), por un lado, y Sebastian Balfour (2002), por otro, sacaron a la luz en sendas publicaciones científicas y que el rifeño Tarik El Idrissi y el español Javier Rada están dando a conocer en múltiples y diversos foros a través de su documental "Arrhash (veneno)". Algunos de nosotros pudimos verlo este sábado 4 de abril en la "Casa del Barrio de Carabanchel", en un videoforum sobre la fábrica de armas de La Marañosa (San Martín de la Vega, Madrid) organizado por la Plataforma contra el complejo químico-nuclear de La Marañosa y el Grupo Antimilitarista de Carabanchel. Fue en este lugar, hoy en pleno Parque Regional del Sureste, donde se fabricó la ingente cantidad de gas mostaza (iperita) que se utilizara contra la población rifeña.

La Fábrica Nacional de "La Marañosa" la mandó construir Alfonso XIII en 1923 tras el desastre de Annual (1921), donde 10000 soldados españoles murieron a manos de los rebeldes rifeños, dirigidos por Abd el-Krim. Alemania, que había suministrado hasta ese momento armas químicas al ejército español, fue quien ayudo a su construcción. Tanto la fabricación como el uso de armas químicas habían sido ilegalizados por el Tratado de Versalles en 1919, al concluir la Primera Guerra Mundial. Aún así España y Alemania firmaron un tratado secreto. Todos estos sucesos, asi como sus fatales consecuencias fueron silenciados sistemáticamente, salvo alguna excepción como fue la novela de Ramón J. Sender Imán, donde el autor contó su experiencia como soldado en la campaña africana entre 1922 y 1924.

La estrategia seguida a partir del desastre de Annual por el ejército español para la conquista del territorio que Francia le otorgara en el norte de África en 1912 fue novedosa y extremadamente cruel: se empleó indiscriminada y sistemáticamente iperita contra civiles, en zocos en horas de máxima afluencia, sobre campos de cultivos, rebaños de ganado y depósitos de agua. Hoy en día El Rif es la zona de Marruecos con más altos índices de cancer. Pero no existen datos oficiales sobre este hecho ya que el Estado marroquí ha impedido la realización de encuestas en este sentido. Además, prácticamente ya no quedan supervivientes de aquellos hechos. Un miembro de una asociación de víctimas declaraba con ironía en un momento del documental "Arrhash" que probablemente ni España ni Marruecos estuvieran interesados en dar luz sobre esta cuestión actualmente ya que tienen entre manos problemas más importantes, como el Sáhara y la pesca: "¡los rifeños son menos importantes que las sardinas!". Y es que Marruecos también colonizó en su momento El Rif.

Grupo de Regulares con una bandera arrebatada a los rebeldes rifeños. La victoria española contribuyó a que el uso de armas químicas no se hiciese público. Autor: Jalle

La tradición oral sobre el veneno, como llaman en el Rif al gas mostaza, es muy fuerte, pero apenas quedan supervivientes. Lo que sí permanece, una vez más, es la memoria material; no-lugares, paisajes estériles, manantiales aún intoxicados, etc., lo que probablemente haya convertido ciertos emplazamientos en lugares de la memoria abyecta.

Una vez más la arqueología del pasado contemporáneo tiene un campo de estudio muy fructífero ante sí. Y otra vez la arqueología se puede revelar como una herramienta para la crítica y la acción. Cuando los discursos oficiales niegan la evidencia y maltratan a la gente, este tipo de arqueología se convierte en denuncia, lo que la hace perfectamente válida por científica, honesta y comprometida.

De Madariaga, M R y Lázaro Ávila, C (2003): Guerra Química en el Rif (1921-1927). Revista de Historia 16, nº324, Abril.

Balfour, S (2002): Abrazo mortal: de la guerra colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos (1909-1939). Barcelona, Ed. Península.

miércoles, 1 de abril de 2009

El mes de las masacres

La Ciudad Universitaria al acabar la guerra. Fotografía de Albert Louis Deschamps.

El 1 de abril de 1939 acabó oficialmente la Guerra Civil Española con el famoso parte de guerra de Franco ("En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo..."). Pero con el final de la guerra no acabó la violencia: continuaron los asesinatos y las ejecuciones, los encarcelamientos masivos, la represión política y las operaciones militares (contra el maquis).

Aunque la guerra finalizó el 1 de abril, las tropas franquistas habían entrado en Madrid varios días antes, el 28 de marzo. Los soldados republicanos que aún defendían la Ciudad Universitaria dejaron las armas después de resistir dos años y medio de asedio. Muchos acabarían en campos de concentración o ante el pelotón de fusilamiento. El fascismo no perdona, aunque sea un fascismo católico.

El mes de abril de 1939, mientras en España se sucedían los fusilamientos y los presos morían de enfermedades, hambre y torturas en las prisiones, los aliados italianos de Franco se afanaban en aniquilar a sus propios enemigos. Fue en estas mismas fechas cuando el valeroso ejército fascista asesinó a más de 800 personas (hombres y mujeres, ancianos y niños), en la cueva de Zeret, en Etiopía. Otro millar de campesinos y guerrilleros cayeron bajo el gas, las bombas o el fuego de las ametralladoras en diversas operaciones punitivas en la misma zona. Zeret, como tantos sitios en España, ha sido un no-lugar, un espacio condenado al olvido hasta su descubrimiento por el historiador Matteo Dominioni y el arqueólogo Yonatan Sahle en 2006.

Durante nuestra reciente investigación en Etiopía tuvimos ocasión de visitar la cueva, todavía repleta de restos humanos, ropas, graneros, cestas y cerámicas rotas. Son vestigios arqueológicos que nos hablan de la supervivencia diaria de unos campesinos que prefirieron ocultarse bajo tierra y llevar una vida fugitiva antes que aceptar el yugo colonial. Nos hablan también de la barbarie del invasor, dispuesto a cometer las peores atrocidades con tal de imponer sus sueños imperiales.

Un pañuelo de mujer en la cueva de Zeret

Sobre la tierra ha quedado el testigo material de la masacre: cráneos infantiles, piel humana, telas quemadas. Se trata de la mejor evidencia para callar a quienes ponen en duda las hazañas del totalitarismo fascista.

Porque si el fascismo no perdona, la arqueología no olvida.

domingo, 8 de marzo de 2009

Arqueología de la guerra... ¡sin excavación!

¡Sorpresa! Ametralladoras Schwarzlose en el fin del mundo.

A veces para estudiar contextos arqueológicos de conflictos contemporáneos no hace falta excavar.

Recientemente, una parte del equipo de este proyecto ha llevado a cabo prospecciones arqueológicas en la región de Gambela, en el oeste de Etiopía. El país fue invadido por Italia en 1935. La inestable ocupación fascista llegó a su fin cuando las tropas de Mussolini fueron derrotadas por los Aliados y los guerrilleros etíopes en noviembre de 1941. Pese a la brevedad de este episodio, se conservan aún en el país numerosos vestigios italianos en forma de edificios, cuarteles, campos de batalla, carreteras, puentes, cementerios y granjas. Todo un campo de estudio para los arqueólogos del siglo XX.

La ciudad de Gambela, en concreto, fue un importante puesto avanzado italiano junto a la frontera de Sudán. De la ocupación fascista se conservan en la actualidad varios edificios administrativos y militares que estudiamos como parte de nuestras prospecciones arqueológicas. A veces en el entorno de las estructuras aparecen algunos objetos de la época: latas, botellas, algunos casquillos...

Pero esta vez encontramos algo más que casquillos: cuál no sería nuestra sorpresa cuando, al abrir la contraventana de uno de los edificios abandonados, nos encontramos todo un arsenal de la Segunda Guerra Mundial cubierto de polvo y telarañas.

Entre las armas identificadas se cuentan docenas de subfusiles Ppsh y ametralladoras DPM soviéticas, fusiles Mannlicher, Mauser Gew. 98 y Mosin Nagant, un subfusil Thompson M1-A1, una ametralladora MG-42 alemana e incluso dos Schwarzlose de la Primera Guerra Mundial. Había además munición de todos los calibres y muchos proyectiles de mortero y RPG.

A parte de lo espectacular del hallazgo en sí, este caso nos ayuda a reflexionar sobre el modo de razonamiento arqueológico. Lo primero que tratamos de hacer los arqueólogos es datar los contextos y tratar de comprender cómo se han formado. Sólo así podemos realizar interpretaciones fiables.

En el caso del arsenal de Gambela nos hallamos con un magnífico ejemplo de depósito cerrado - sólo que en vez de espadas de bronce o cerámicas romanas lo que tenemos son armas automáticas. Si seriamos los materiales nos sale una típica campana de Gauss: tenemos unas pocas armas anteriores a la Segunda Guerra Mundial (Mannlicher y Vetterli), muchas armas de la Segunda Guerra Mundial, especialmente posteriores a 1941, y muy pocas armas fabricadas después del conflicto (dos subfusiles MAT, un fusil G3 y un FN FAL), en ningún caso posterior a los años 60. Éstas últimas nos dan la fecha post quem de la formación del depósito: las armas no se han podido guardar en el almacén antes de los años 50. De hecho, la fecha más probable de formación del conjunto sea inicios de los años 80 ¿Por qué? Es necesario entender cómo se ha formado el depósito.

Las armas fabricadas antes de la Segunda Guerra Mundial son de los tipos regularmente utilizado por el ejército fascista en las colonias (fusiles Mannlicher, Vetterli y Mauser, ametralladoras Schwarzlose), especialmente por las tropas africanas, que recibían las peores armas - y las tropas coloniales defendían los peores sitios, como Gambela. Sin duda, los fusiles y ametralladoras debieron quedarse en la zona tras la derrota de los italianos en 1941. Otras armas pudieron llegar a lo largo de la Segunda Guerra Mundial con los aliados (Bren, Thompson).

Cinco fusiles Mannlicher M95 de 8 mm y un Vetterli Vitali de 10.4 mm

Las armas soviéticas, en cambio, debieron de entrar en el país a partir de finales de los años 70, tras la revolución comunista en Etiopía. Los rusos aprovecharon las revoluciones africanas para desembarazarse de una gran cantidad de armamento anticuado. Es decir, lo mismo que pasó con la Guerra Civil Española 40 años antes y que nosotros hemos podido documentar arqueológicamente con nuestra excavación en la Ciudad Universitaria. Sin embargo, según Etiopía se fue hundiendo en su propia guerra civil (azuzada por la URSS y EEUU), llegaron al país nuevas y más modernas armas, como los famosos Kalashnikov. Esto dejó obsoleto buena parte del armamento previo. En algunos casos, como en Gambela, los materiales bélicos debieron de quedar arrumbados en edificios sin uso, mientras la gente se mataba con fusiles más efectivos.

Respecto al G3 y al FN FAL, estos rifles han sido los protagonistas de las guerras civiles sudanesas que azotaron el país entre 1955 y 2005. Los guerrilleros del sur de Sudán se han movido tradicionalmente de un lado a otro de la frontera y las armas se han trasladado con ellos - especialmente con los nuer, una etnia de pastores trashumantes que no entiende de límites nacionales. Con la extensión de los conflictos armados y el apoyo militar de las grandes potencias, las armas automáticas han pasado a constituir un elemento de gran relevancia en muchas sociedades tradicionales del Cuerno de África.

Bombas: Aquí es cuando decidimos que era mejor marcharse

En conclusión, con este ejemplo podemos ver como a través de la cultura material abandonada - es decir, del registro arqueológico - podemos seguir los eventos históricos de una determinada región (¡y del mundo entero!) y comprenderlos mejor. Al menos, nos permiten contar la historia de una forma original y diferente.

viernes, 31 de octubre de 2008

Fascismo Global, S.A.


Materiales arqueológicos procedentes de una base fascista en Gubba, Etiopía (ca. 1940). Dibujo de Anxo Rodríguez Paz (IEGPS-CSIC).

La arqueología del siglo XX es una arqueología de la globalización: para 1936 no existía virtualmente ninguna zona del planeta en la que no hubieran penetrado los intereses occidentales, frecuentemente de la mano de ejércitos dotados de las últimas tecnologías.
La globalización deja huella en el registro arqueólogico en forma de desechos industriales que aparecen en los lugares más insospechados -por ejemplo, en la remota frontera entre Sudán y Etiopía.

Las ínfulas expansionistas y guerreras de Mussolini le llevaron a intervenir militarmente en Abisinia, España y Albania en el breve lapso de tiempo que discurre entre 1935 y 1939.
Sus ejércitos dejaron tras de sí un recuerdo escasamente glorioso y una gran cantidad de basura: latas, botellas, casquillos de bala, baterías. Los restos arqueológicos nos transmiten una imagen cotidiana, vulgar, incluso abyecta, de la experiencia italiana en ultramar, que se parece en poco a los rimbombantes discursos épicos de la propaganda mussoliniana. Mediante la arqueología del pasado contemporáneo nos hacemos una idea de la historia reciente que es menos espectacular y más pedestre que las grandes narrativas historiográficas: precisamente por eso resulta más fiel, en muchos sentidos, a la experiencia real de quienes vivieron o sufrieron la Historia.