miércoles, 29 de septiembre de 2010

Misterio arqueológico

Las tumbas que consideramos romanas cuando aparecieron durante la prospección han resultado ser más antiguas. E intrigantes.

Se trata de tres tumbas de inhumación insertas en un túmulo de tierra con encachado de piedra. Por los materiales que nos han aparecido, incluido un colgante de bronce y pasta vítrea de influencia oriental, parece que debemos fechar este particular monumento funerario hace unos 2500 años.

Sólo hay un pequeño problema.

Y es que la gente de esa época raramente practicaba la inhumación. Si bien se conocen túmulos similares en sitios vecinos como La Mata o Cancho Roano, todos ellos contienen enterramientos con urnas y cistas que albergaban las cenizas de los muertos.

¿Quiénes eran las personas que se enterraron aquí?

martes, 28 de septiembre de 2010

Último sondeo


Se nos acaba el tiempo, pero no queremos irnos sin sondear una de las zanjas perimetrales que definían el recinto central del campo de concentración. Hasta ahora las excavaciones las hemos llevado a cabo en áreas periféricas: las letrinas y una zanja que delimitaba una expansión del campo. Volvemos a reproducir el plano del campo con la ubicación de los sondeos, incluido el nuevo (ZPBA):
Los objetivos de este sondeo son fundamentalmente dos: comprobar si aquí se cumplieron los reglamentos de campos de concentración en las medidas de la zanja y si aparece basuras. Por ahora parece que la respuesta es negativa en el primer caso y positiva en el segundo: no se cumplieron las ordenanzas (el foso es muy poco profundo) y sí se arrojó basura (contraviniendo, otra vez, el reglamento). En este caso, el hecho resulta particularmente grave, porque nos encontramos justamente al lado de los barracones donde vivían los presos. La zanja principal se convertiría así en un auténtico foco de infección.

Una cuestión interesante es la diferencia de basuras entre esta zanja y las que localizamos en los extremos de la letrina (ZL02-05) y el foso perimetral del anexo (ZP02): en el nuevo sondeo nos han aparecido muchas latas, pero sólo un fragmento de cristal. Éste resulta, en cambio, abundante en los otros sondeos ¿A alguien se le ocurre por qué puede ser? La (posible) explicación en una próxima entrada.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Contrastes

Sabemos por testimonios orales y escritos que las pésimas condiciones alimenticias de los presos sólo podían ser en parte aliviadas si conseguían licencia para pedir por carta a sus familiares algo de comida. Seguramente esa comida llegaría en pequeñas ollas, como la que le correspondería a la tapadera que hemos encontrado hoy.

Tapadera recuperada en el sondeo zp02, protagonista de alegrías y testigo de sufrimientos

Sin embargo, los presos que no eran de la comarca o de la provincia seguramente no tendrían esa oportunidad, o bien ésta estaría severamente atenuada o espaciada en el tiempo. En la mayoría de los campos de concentración, el traslado a otro campo alejado de tu lugar de origen equivaldría a significar una condena a muerte. Tal es el caso de uno de los presos del campo de Castuera, quien cuenta que a un valenciano amigo suyo “como no le mandaban nada, le enviaron un paquete, se atracó esa noche y se murió”.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Escribir a casa

En lo que llevamos de intervención hemos descubierto dos tinteros completos y partes de al menos otros dos. Una de las actividades que permitía a los presos mantener algo de su humanidad era escribir a sus familiares. Afortunadamente se han conservado varias cartas de reclusos de Castuera. Aunque censuradas, suministran información muy interesante sobre la vida en el campo.

La plumilla, el papel y el tintero, objetos que resultan banales en otro contexto, representan en el campo de concentración un puente entre el universo represivo y el mundo exterior.

La enfermería en el basurero


Hemos comenzado un nuevo sondeo (ZP02) en una zona de la zanja perimetral donde existe un cambio de ángulo marcado. La elección de esta zona viene dada, entre otras cosas, porque pensamos que podía tratarse de una trampa sedimentaria para los materiales arrastrados a lo largo de la zanja y porque se encuentra cerca de una zona de gran concentración de material en superficie. En este plano podéis ver dónde estamos:

Los resultados por ahora están siendo interesantes. Además de la basura habitual (latas, fragmentos de vidrio y de cerámica, algún casquillo), hemos encontrado un número importante de elementos de medicina, entre los que se cuentan una docena de ampollas, restos de tres frascos de medicamento y un tubo de pomada. Todo ello indica que en el campo existió una enfermería, aunque sobre su existencia no hay documentación ni tenemos idea de dónde estaría localizada.

Nos cuenta Antonio López que los enfermos graves eran llevados a un hospital de campaña que se había usado por parte de las tropas franquistas durante la Guerra Civil: la Casa de Elías. La mencionada casa todavía está recubierta de grafitis e inscripciones falangistas.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Tiros a mansalva desde el Castillo de Abánades

Plano de Antonio Franco Fernández

Este es el plano del parapeto aspillerado que excavamos en Abánades con la distribución de casquillos y cargadores. Esta claro que hubo tiros a mansalva (la inmensa mayoría de los casquillos estaban percutidos), pero, curiosamente, los elementos no aparecen distribuidos por igual por todas las aspilleras. La zona de la entrada suministró muchos menos hallazgos, seguramente porque al ser una zona de paso se mantenía más limpia que los laterales.

El recurso del método


Plano de detalle de la zona de sondeos ZL02 a 05, con dispersión de materiales

Plano del sector donde se desarrolla la intervención

Todo totalitarismo tiene su método, aunque sea chapucero. Chapucero como el del dictador que protagoniza la novela de Alejo Carpentier, cuyo título hemos usado en esta entrada. O como el del régimen de Franco. La idea es recurrir a nuestro método (el arqueológico) para desentrañar el suyo (el de la dictadura).

Una parte de nuestra actuación consiste en registrar tridimensionalmente y en fichas todos y cada uno de los objetos que aparecen en superficie y en los sondeos. Esto nos permite comprender mejor el uso real y práctico del campo, más allá de lo que dictaban las ordenanzas y de lo que parecen indicar las estructuras (tan rectas y cartesianas).

Depósito in situ


Un interesante depósito de basura in situ, en el Campo de Concentración de Castuera. Está compuesto por dos escudillas de aluminio, un plato metálico y varias latas. En las cercanías localizamos también una ampolla medicinal.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Más rancho

Las letrinas-basurero siguen siendo fructíferas en cuanto a hallazgos relacionados con el rancho. Hoy hemos encontrado un plato de metal esmaltado junto a un fragmento de cuchara (arriba) y muchas más latas. Son fundamentalmente de atún y sardinas. En la foto de abajo las podéis ver ordenadas:

Nos sigue sorprendiendo día tras día la chapuza concentracionaria. La parte que excavamos ahora de la letrina no es, siquiera, una zanja. Se trata más bien de una serie de pozas irregulares talladas en la roca, donde se acumulan los desechos.

Dos de las pozas excavadas a lo largo de la zanja que servía de letrina y basurero.

Malditos romanos

Los males nunca vienen solos. Al lado de la zanja de la letrina, en la superficie, acabamos de encontrar dos tumbas tardorromanas. Seguramente quedaron parcialmente a la vista durante el aterrazamiento del campo. Encima eran romanos pobres, porque aparecen sin ajuar. Si es que así no se puede trabajar...

¡Actualización! Lee una reinterpretación de estas tumbas aquí.

Maldita Edad del Hierro

Está claro que no hay quien excave un yacimiento de la Guerra Civil tranquilamente. Otra vez nos vemos obligados a perder el tiempo recogiendo basura protohistórica. La culpa realmente no es de los túrdulos y túrdulas que vivían por aquí hace 2500 años. La culpa es de los soldados de Franco que cavaron sus trincheras donde no debían durante la campaña de verano de 1938. A ambos lados de la zanja encontramos abundante cerámica de la Edad del Hierro que, naturalmente, tenemos que documentar. Por qué no nos dejaran en paz con nuestras latas oxidadas y trozos de vidrio...

La trinchera franquista de verano de 1938 (la franja con hierba verde). Es posible que se colmatara ya en 1939 para construir el campo.

Enfermos

Después de las latas, quizá la segunda categoría de materiales más abundante es el de las medicinas. En la imagen se pueden ver vidrios de diversas botellas de medicina, agua oxigenada (los dos fragmentos grandes de la derecha) y una ampolla, quizá de morfina.

Dadas las terribles condiciones de insalubridad, hacinamiento y falta de alimentación de los prisioneros, las enfermedades estaban a la orden del día. Muchos de los reclusos (cientos de ellos) fallecieron en el campo a causa de ellas.

Hay que tener en cuenta que este estado de postración de los presos republicanos, sometidos a todo tipo de privaciones y presa de toda clase de epidemias, contribuyó a afianzar los estereotipos del régimen franquista respecto a los vencidos. El médico Vallejo-Nájera, por ejemplo, aplicó las teorías racistas de la medicina y psiquiatría nazis al caso español. Donde el erudito alemán de turno escribía "judío", Vallejo-Nájera ponía "rojo". De este modo, en su descripción de los republicanos se alude a éstos como enfermos y degenerados que debían ser objeto de purificación (incluido el exterminio) para preservar la raza española.

Cualquiera que tuviera ocasión de contemplar a los cadáveres vivientes que poblaban los campos de concentración españoles no podría por menos que dar la razón a Vallejo-Nájera: los rojos son, irremediablemente, unos enfermos.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Rancho

Hoy hemos encontrado en la zanja de la letrina dos escudillas de las que se utilizaban para comer el rancho. Son similares a las usadas por los soldados durante la guerra, lo cual es lógico: los campos de concentración eran establecimientos militares que prolongaban las condiciones de guerra en tiempo de paz. En muchos campos era habitual que se diera a los prisioneros una sopa aguada o unas lentejas, que apenas les servían para mantenerse en pie. En Castuera se repartían dos comidas al día, aunque la primera (un sucedáneo de café y un chusco de pan) difícilmente merece tal nombre.

martes, 21 de septiembre de 2010

Basura

Arriba, basura recogida del sondeo ZL02. Abajo, latas in situ en el sondeo ZL02.

La basura de un campo de concentración es tremendamente monótona. Latas, abrelatas, fragmentos de botella, clavos y elementos de construcción de los barracones. En cualquiera de nuestros cubos de basura hay más variedad de desechos un día cualquiera, que la que se documenta en el vertedero del campo de Castuera en todo el año de su existencia. Una existencia gris y miserable que se refleja en un registro arqueológico igualmente gris y miserable.

Arqueología del paisa(na)je

El campo de concentración de Castuera desde la bañera de su jefe.
Atrás, la vía del tren, elemento infaltable en estos lugares

Al momento de abordar el estudio de un campo de concentración ineludiblemente nos remitimos a experiencias similares como los campos nazis o los gulag soviéticos. El caso de Castuera no escaparía a esta relación ya que su localización también depende de factores estratégicos ideados por la lógica militar, como por ejemplo la cercanía de las vías del FF.CC. para el traslado masivo de los prisioneros; el quedar apartado de la vista directa de los poblados vecinos como Castuera o Benquerencia; o el haber sido utilizado este mismo espacio durante la guerra como evacuación primaria de prisioneros que luego serían enviados a retaguardia desde marzo de 1939.

Sin embargo, la historia española no sólo cuenta con experiencias propias que dan cuenta de la utilización del campo de concentración como mecanismo represivo contra la población civil, (cosa que puede verse en Cuba, ya en 1896, o en la guerra de Marruecos, lugar de entrenamiento de los generales golpistas) sino que, además, la propia localización del campo de Castuera nos indica lo cercano que tuvo que ser para los vecinos de la contornada. Los testimonios de los que por allí pasaron también dan cuenta de este ir y venir de familiares y vecinos, así como de la cotidianeidad de la relación con los pueblos vecinos.

En los pueblos todo se sabe: a pesar de estar "fuera de la vista" de los poblados adyacentes,
escasos kms y diversos caminos los unen con el campo.

Por ello, el hecho de que -salvo excepciones- este tipo de lugares no cuente con una apropiación a nivel popular, estaría relacionada con la noción a la que nos hemos referido de los campos de concentración como espacios al margen de la experiencia cotidiana. Esta perspectiva refuerza las dicotomías entre presente y pasado y lo político y lo cotidiano. Ahora bien, ¿de qué nos hablan los testimonios de aquellos que estuvieron muy cerca del campo aunque del lado de afuera? ¿qué nos dice el análisis del paisaje en que se inserta el campo? ¿qué función cumplió el miedo en la fragmentación del sujeto político reproducido desde entonces?

Letrinas infectas


Decía Michael Shanks que los arqueólogos no acabamos de entender bien lo de excavar la tierra. Nos empeñamos en tener los sondeos todos limpios y nivelados, así que pasamos buena parte del tiempo de una intervención alisando la tierra con paletines, cepillando y barriendo. Sin embargo, dice Shanks, la realidad no es así, la realidad material (y más cuando tiene que ver con tierra y piedras) es sucia, caótica, irregular.

Ayer empleamos bastantes horas dejando nuestras catas como una patena. Y al rato vino una tormenta y las dejó convertidas en charcos inmundos. Pero la verdad es que, tal y como están ahora, nos permiten hacernos una idea más precisa de cómo eran realmente las letrinas del campo de concentración que cuando estaban limpias: unas zanjas fangosas mal excavadas y fácilmente encharcables en las que 5.000 personas hicieron sus necesidades bajo el sol y la lluvia día tras día durante un año.

Para acabar de recrear el ambiente histórico, la zanja perimetral despedía un inconfundible hedor a excremento humano.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Matando el tiempo


La vida en el campo de concentración estaba marcada no sólo por el miedo, la enfermedad y el hambre, sino también por el aburrimiento. Al contrario que en un destacamento penal o una colonia penitenciaria -donde los prisioneros empleaban buena parte de su tiempo trabajando-, en el campo de Castuera -que era un centro clasificatorio- las personas no tenían mucho que hacer, más que esperar el turno de ser enviados a otro campo, a una prisión, a su casa o a la muerte.

"... haber si te haces por ahí de algunas novelas y me las mandas... pues leyendo se pasa el rato bien... también me mandas el balón si los niños no juegan con él..." (cit. en López Rodríguez 2009, 227).

Así escribe el preso Francisco Quintín, exactamente un día antes de ser fusilado en Castuera, el día 1 de diciembre de 1939.

En el sondeo ZL02 en la zanja de la letrina hemos encontrado media pieza de dominó artesanal realizada sobre un hueso finamente pulido.

Matar el tiempo antes de que lo maten a uno.

Chapuza concentracionaria

Final de la excavación en el sondeo ZL01, en el extremo de la letrina cercano a los barracones

"Los campos de concentración serán cercados por una zanja profunda de 1,80 de profundidad por 1,50 de anchura con doble fila de alambrada a ambos lados, no quedando mas que las entradas indispensables, para facilitar la custodia" AGMA. ZN 24 División (cit. en López Rodríguez 2009).

"Se procederá también con urgencia a la elección del sitio del estercolero de todos los residuos de la vida en el campo de concentración, que deberá estar por lo menos a una distancia de 250 metros de los locales de alojamiento al que se llevarán diariamente todas las basuras e inmundicias del campo y de sus alrededores". AGMA. ZN 24 División (ibid).

La arqueología contemporánea se empeña una y otra vez en demostrar la distancia entre la realidad y el deseo.

La zanja perimetral del campo y la zanja de la letrina paralela que hemos excavado tienen 40 cm de profundidad, no 180, como mandan las ordenanzas. Y no tienen 150 cm de ancho, sino entre 195 y 215, con lo que la superficie de exposición de los desechos era bastante más amplia de lo recomendable. La escasa pendiente de la zanjas, además, no ayudaría en absoluto a evacuar la suciedad, mientras que su limitada profundidad colaboró sin duda a incrementar la insalubridad del campo.

El estercolero en que pronto se convirtió la letrina no se encuentra a 250 metros, sino a 25 de los barracones más cercanos. El hedor que debía reinar en los cuartos vecinos a la trincheras debía de ser insoportable y, de hecho, así lo recuerdan algunos presos.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Excavar un campo de concentración



Excavar un campo de concentración es algo muy diferente a cualquier otro tipo de yacimiento arqueológico. Cualquier objeto que en otro contexto resulta trivial puede tener aquí connotaciones terribles.

Por ejemplo, un abridor de latas.

Los presos en los campos de concentración pasaban un hambre espantosa. De hecho, miles murieron de hambre durante su encierro, sobre todo aquellos que no contaban con familiares cerca que pudieran llevarles comida al campo o que no tuvieran nada que intercambiar con los vecinos de la zona.

La falta de una alimentación adecuada traía consigo, además, anemia, enfermedades y estreñimiento crónico. Según testimonios recogidos por el historiador Javier Rodrigo, algunos presos desesperados trataban de extraerse excrementos utilizando las llaves de abrir latas. Con frecuencia esto provocaba hemorragias.

Algunos presos se desmayaban de dolor sobre las letrinas.

Comenzamos la excavación del campo

Plano del campo de Castuera

La zona en la que hemos decidido intervenir en el campo de concentración es la de las letrinas. Se trata de dos zanjas, una de ellas perimetral, situadas en una ampliación del campo.

En estas zanjas los presos se veían obligados a hacer sus necesidades en grupo, sin ningún tipo de intimidad. Nos cuenta Antonio López, autor de una monografía fundamental sobre el campo, que los presos eran conducidos a las letrinas por barracones. Es decir, uno no iba al baño cuando quería, sino cuando le tocaba.

Arriba, Gonzalo e Indira comienzan el sondeo en la zanja de la letrina. Abajo, Jano y Marín excavan la zanja perimetral. Al fondo, el castillete de la mina La Gamonita.

Las letrinas se usaron como basurero también, de ahí que nos interese sondearlas. En superficie se aprecia gran cantidad de restos (fragmentos de vidrio, latas, algún botón). Al poco de comenzar la excavación comienza a salir material: muchas latas de sardinas y atún en la zanja perimetral. La zanja de la letrina suministra bastantes menos desechos.

Vertido de latas en la zanja que delimita el campo

viernes, 17 de septiembre de 2010

Campo de concentración de Castuera

Trinchera de delimitación del campo de prisioneros

Empezamos un nuevo proyecto, esta vez en la provincia de Badajoz. Durante las próximas dos semanas realizaremos sondeos en el campo de concentración de Castuera, uno de los más duros de cuantos estableció el régimen de Franco durante la guerra y en la inmediata posguerra.

El campo de Castuera apenas estuvo en uso un año, desde abril de 1939, pero en ese breve período de tiempo pasaron por él cerca de 15.000 personas. Sólo en el mes de abril había registrados 5.950 prisioneros.

Una tormenta nos ha recibido a nuestra llegada al campo.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Abánades: agradecimientos

Cerramos la excavación de Abánades y ponemos rumbo a un nuevo destino, pero antes queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a las muchas personas que lo han hecho posible:

A Jose María Gutiérrez, alcalde de Abánades, por su interés en conservar y dar a conocer los restos de la Guerra Civil en el término municipal, por su constante apoyo a nuestra intervención y por todas las facilidades prestadas.

A Ismael Gallego por su pasión por la arqueología de la Guerra Civil, por proporcionarnos la documentación de archivo relativa a Abánades durante la guerra, por llevarnos a ver trincheras, por los consejos e informaciones útiles y por su apoyo más allá de lo razonable a este proyecto.

A Jorge Fernández Bricio por sus magníficas fotografias.

A Teresa Sagardoy, por la ayuda administrativa, por echar una mano con la excavación y por difundir el proyecto.

A Domin, por sus increíbles pero ciertas historias de bombas, y a Mari ¡menuda tarta de despedida!

A Javier (Song Bar López) por su interés en nuestras investigaciones.

A los veteranos de la Guerra Civil, Enrique (91 años) y Buenaventura (93), por contarnos historias de la guerra. A Guillermo, Primitiva y Matías por las historias de la posguerra. A todos los vecinos de Abánades por las historias que nos han contado y por su hospitalidad (y los tomates).

A Roberto de Trujillo, por aguantar el ritmo de trabajo de unos arqueólogos estajanovistas.

A los miembros del Frente de Madrid que nos acompañaron el día de puertas abiertas.

A todos los que participaron en la jornada de puertas abiertas

A Rosita y Francisco del Hotel los Anádes por la deliciosa comida filipina (y la otra también).

A La Trucha Feliz, donde fuimos felices.

¡Volveremos!

Una trinchera franquista

Es difícil decidir cómo denominar al ejército que se sublevó contra la República en 1936 ¿Rebeldes, fascistas, facciosos, franquistas, nacionales? Todos los términos están connotados. Aquí nos hemos estado refiriendo al ejército que comandaba el General Franco como franquistas. Naturalmente, no todos sus componentes eran franquistas (ni todos eran republicanos en las filas de la República), pero creemos que sirve para definirlos bien, al menos desde octubre de 1936, cuando Franco es nombrado generalísimo y jefe de Estado.

A partir de entonces se desarrolla un culto al líder con paralelos claros en la Italia de Mussolini y la Alemania Nazi. Las palabras, las imágenes y el nombre de Franco inundan la España ocupada por las tropas rebeldes. Una de las características de los sistemas totalitarios tanto de derechas como de izquierdas es, precisamente, la forma en que lo invaden todo y se infiltran en las parcelas más íntimas de la vida privada. En esto, la cultura material desempeña un papel muy importante: la saturación de símbolos en los espacios y objetos cotidianos acaba transformando la mentalidad de la gente y moldeando sus ideas y su forma de actuar.

Esto se aprecia particularmente bien en las trincheras del Castillo de Abánades, que eran, sin ninguna duda, franquistas:

Lata de atún con la inscripción "¡Saludo a Franco!" (versión española de "Heil Hitler!") encontrada en las trincheras del Castillo.

Grafito "Franco Caudillo" (versión española del "Duce Mussolini") en el parapeto aspillerado que excavamos

Restos de grafito "Viva Franco", hoy muy deteriorado, en la zona de las escaleras del Castillo

Grafito "Franco" y símbolo de Falange en un nido de ametralladoras del Castillo

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Terezín, muros adentro

Plano de Terezín.

El actual poblado checo de Terezín está sin dudas ligado a una historia más que próxima a lo infausto. Delimitada por muros, consta de dos fortalezas nacidas durante las guerras franco-prusianas. Desde comienzos del siglo XIX, la más pequeña fue utilizada como centro de detención de militares, presos políticos y, tras la ocupación Nazi, como prisión policial de la Gestapo de Praga.

"El trabajo te libera". Esta frase que era usualmente utilizada en los
campos de concentración nazi, continúa dando la bienvenida a quienes
entramos al primer patio, en la fortaleza pequeña.

En cuanto a la grande, se convirtió en ghetto y campo de concentración "modelo", una especie de ventana o puesta en escena mediante el cual el régimen invasor se mostraba de cara al exterior. Esta fue la estación de tránsito de alrededor de 150.000 hombres, mujeres y niños checos, eslovacos, alemanes, austríacos, holandeses, daneses y húngaros que eran luego conducidos hacia los campos de exterminio de Treblinka o Auschwitz.

La insistente cartelería conduce al ocasional
turista de la markplatz al krematorium.



Las vías del FF.CC. se pierden bajo el asfalto del acceso sur. Al fondo, tras los árboles, el krematorium y el cementerio.
Cuesta transitar sus calles sin pensar que estamos atravesando una galería del horror, pues efectivamente lo es. Nos preguntamos entonces si es posible que allí alguien lleve algo parecido a una vida normal. Muchos de los edificios que en su momento funcionaron como barracones o almacenes permanecen cerrados o están simplemente abandonados, mientras que otros tantos fueron reutilizados y, en algunos casos, musealizados para el turismo.
Aunque no quisimos averiguar los detalles, este lugar "ideal para relajarse"
nos ofrece "quedarnos y ser complacidos por la Historia".

En la fortaleza pequeña, el bufé destinado originalmente
al personal de la prisión mantiene intacto su servicio.
Una práctica máquina expendedora de souvenirs.

Si bien no son pocos ni unívocos los debates que se están dando a nivel mundial en torno a la memoria de las experiencias traumáticas, aún no está claro qué es lo que se debería representar, mostrar o preservar; qué nos proponemos recrear mediante esto; en fin, si es posible y de qué manera podemos trascender el horror y revertir el trauma, de modo de ver aquello que lo provocó y utilizó; y seguir entendiendo el estado actual de las cosas. Confirmamos, hay gente que vive en Terezín.

Final de excavación

Hoy es el última día de excavación. Hemos limpiado bien todos los sectores para fotografía y hemos levantado las planimetrías que quedaban. Al final la Estructura 2 ha resultado más compleja de lo que pensábamos. Tiene una escaleras que la comunican con un abrigo superior y un ramal que la une a otro refugio situado al oeste. Se trata, por lo tanto, más de una zona de comunicación que de un abrigo propiamente dicho, como pensábamos al principio. En la zona de las escaleras nos han aparecido seis espoletas de mortero y otros elementos relacionados.

Arte de trinchera

Los soldados del siglo XX pasaron la mayor parte del tiempo sin disparar un tiro, metidos en trincheras y abrigos. Durante la Primera Guerra Mundial, muchos combatientes aburridos se dedicaron a grabar, moldear y pintar casquillos de bala, trozos de metralla y vainas de obús. El resultado es lo que se conoce como "Trench Art", arte de trinchera. En este mismo campo podemos incluir grafitos, bajorrelieves, pinturas y otros elementos que decoraban las fortificaciones.

En Abánades tenemos la suerte de contar con algunos ejemplos de esta última categoría. La calidad, eso sí, es desigual:

Representaciones de la República en un abrigo rocoso cerca de Abánades.

Un smiley en un parapeto del Castillo de Abánades (¿posible retrato de Franco?).

martes, 14 de septiembre de 2010

Recuerdo de otra vida

Un broche de mujer (¿novia, esposa, amante?). Otra vida más allá de las trincheras.