Mostrando entradas con la etiqueta Trincheras. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Trincheras. Mostrar todas las entradas

sábado, 9 de mayo de 2020

La queimada nació en una trinchera (I)

Carlos Alonso del Real y Ramos (1914-1993).

El camisa vieja Carlos Alonso del Real fue uno de esos intelectuales que lo dio todo en la Falange durante la guerra y la inmediata postguerra. Compuso algunas de las canciones e himnos fascistas más conocidos, fue formador en la escuela de mandos José Antonio del Escorial y formó parte de la División Azul. A la vuelta de Rusia se convirtió en un fiel servidor de Martínez-Santaolalla, el falangista que controlaba el entramado institucional arqueológico de la Nueva España. Carlos Alonso ocupó diversos cargos administrativos a la sombra del Comisario General hasta que los tentáculos de los tecnócratas del Opus Dei llegaron también al ámbito de las Humanidades. Martínez-Santaolalla, como tantos otros azules, fue defenestrado y nuestro personaje acabó alejado de Madrid, ganando la cátedra de Prehistoria en una universidad periférica, de provincias, como era Santiago de Compostela en 1955. Como otros intelectuales falangistas acabó por apoyar la resistencia estudiantil convirtiéndose en un auténtico disidente, respetado por el alumnado que acudía a sus aulas. Colaboró con el galleguismo cultural y político en el tardofranquismo, de ahí que publicase en revistas y medios afines, como la revista Grial. Aquí publicó en 1972 un artículo en gallego titulado: As orixes da queimada. Capítulo programático dun libro en preparación. El volumen al que se refiere no llegó a publicarse nunca, si bien por azares del destino, hemos encontrado la versión manuscrita de ese libro. Estamos preparando una edición crítica del mismo y es por ello que hemos indagado en la figura de Carlos Alonso, un tipo inteligente que supo modelar una determinada imagen de sí mismo. Por lo que estamos viendo, era un fabulador y, sobre todo, un cínico. De quemar libros de Gordon Childe en Madrid en 1939 pasó a ser su máximo admirador décadas después. Su recuerdo en Compostela no tiene nada que ver con la memoria que se guarda de él en Madrid, por ejemplo. Ciertamente, nunca renegó del fascismo, y aún en los años 70 reconocía por escrito la genialidad de Mussolini, por ejemplo. Su programa de investigación se centró en parte en el análisis de los orígenes de cuestiones muy queridas para esa ideología como la guerra, el deporte o el mando. En esta línea cabe encuadrar este curioso artículo sobre el origen de la queimada en el que nos habla de sustratos e influencias culturales. Resumiendo mucho la queimada sería un melting pot, un crisol en el que, igual que se mezclan café y cáscaras de naranja, se vislumbran influencias célticas, germánicas y musulmanas. Su origen sería medieval, ya que el alambique se introduce en Galicia hacia el siglo XII, según él. Esta investigación sobre la queimada respondía a su interés por la brujería como fenómeno histórico, en la línea de Julio Caro Baroja.


En todas las viviendas campesinas gallegas con familiares en la emigración, se colgaban en las paredes del comedor (utilizado solo el día del banquete de la fiesta parroquial) souvenirs folclóricos de todo pelaje, procedentes de las grandes ciudades españolas, europeas y americanas. En el comedor de la casa de mi abuelo en A Ponte (Cereixa, A Pobra do Brollón, Lugo) recuerdo siempre dos elementos bastante más autóctonos, y eso que teníamos gente viviendo en Caracas y Barcelona: una gaita y el conjuro de la queimada. Este último tenía forma de pergamino y un cierto marchamo heráldico, que poco tenía que ver con ese mundo imaginario medieval del que hablaba Carlos Alonso del Real. Estoy hablando de inicios/mediados de la década de 1980. Se lo había regalado mi padre Julio a mi tío Suso.

El conjuro de la casa de A Ponte (Foto Suso 40).

La política turística promocionada por Manuel Fraga Iribarne en la década de 1960 consolidó una imagen folklorizante de Galicia que legitimó toda una serie de prácticas performativas como las ferias del vino, las Reales Órdenes de la Alquitara y el Albariño, acuñó eslóganes que son historias de éxito (Y para comer Lugo) e incluso propició la invención de paisajes a través de la caza deportiva como la Serra dos Ancares.  Esta estrategia se extendió a la emigración gallega y contribuyó a desactivar políticamente los Centros Gallegos que, sobre todo en América, mantenían encendida la llama del exilio republicano. El desarrollismo acabó con todo eso. Los gallegos de fuera y de dentro nutrieron todo este entramado arquetípico, promocionado por el NO-DO y el Ministerio de Información y Turismo. Los gobiernos democráticos autonómicos de Albor y Fraga en los 1980 y 1990 bebieron directamente de ese modelo. Y como siempre, hubo intelectuales de nivel que sirvieron entusiásticamente a la causa (Cunqueiro, Castroviejo), pero también hubo gente avispada, buscavidas que aportaron su granito de arena a todo el proceso. En este contexto surge la figura titánica, fulcral, de Mariano Marcos de Abalo. Os aconsejo leer la entrevista que le hizo la periodista Sandra Penelas en 2007 para el periódico El Faro de Vigo. Una joya. El titular es el siguiente: El Conxuro nació en los guateques de los sesenta.

Mariano en el Museo Liste en 2018 (Atlántico Diario).

Mariano es poeta, dibujante, coleccionista de pipas y esquelas con mote, trabaja el marfil y le llueven las ofertas para dar pregones por las fiestas de Galicia, que no son pocas. Ideó el conjuro en 1967 en una pensión al lado del puerto de Vigo y en el año 1974, cuando ya actuaba en la discoteca Fausto, añadió las dos últimas estrofas, en las que se apela al recuerdo de los emigrantes que están fuera. Después, durante nueve años, hizo queimadas en el  barco nocturno de la Ría, sobre todo para japoneses. Se convirtió en un clásico de la Fiesta del Turista y del Parador de Baiona, en donde su número era la gran atracción de la noche. Por supuesto, en 1988 le nombraron caballero de la Orden Serenísima de la Alquitara de Portomarín y fue al programa Luar de la TVG, el decano de los programas de entretenimiento de toda Europa, pero allí, según él, las queimadas no las disfrutas igual porque no ves a la gente y Gayoso [el presentador] me trató con un poco de desprecio. Solo quiere destacar él.

El queimador Mariano en 2016 (Foto de Xoán C. Gil, La Voz de Galicia)

Su éxito setentero llevó a una imprenta viguesa a editar el conjuro. Un acuerdo entre autor y empresa  le permitió cobrar 1 peseta por conjuro vendido. Sin embargo, la demanda era tal que fue imposible controlar las copias, los sucedáneos y las versiones. Una de las más famosas, impresa en una tela marrón era la que colgaba de la pared del comedor de casa de mi abuelo. Tan típica como las figuritas de meigas que se venden en el monte de Santa Trega o los collares de conchas de La Lanzada y La Toja. Finalmente en 2001, Mariano registró el conjuro en la SGAE. Este artista siempre anda con un maletín preparado por si le llaman. Durante años ha perfeccionado su puesta en escena:

Me pongo un hábito negro, colgantes y un gorro de punta y sobre la mesa coloco una calavera, que me regaló en 1956 un amigo que estudiaba Medicina en Santiago, y un cuerno de cabra, ambos con velas encima. Primero cuento la historia de la queimada, o mellor remedio para producir felicidade, las diferentes acepciones de la palabra carallo y varios chistes. Enciendo el aguardiente sobre una concha de vieira y después el del pote. A continuación echo el azúcar mientras remuevo la mezcla y pronuncio el conjuro. Cuando el color de la llama es medio azulado lo apago con un paño que tiene un anxo de vento dibujado.

Mariano ha creado escuela. Existe todo un mercado veraniego en el que fulanos disfrazados de brujos o de Juego de Tronos, no se sabe muy bien, meten unas clavadas enormes por recitar el conjuro y perpetrar una queimada en aniversarios, banquetes, bodas y reencuentros estivales con emigrantes. Yo soy uno de ellos. Como veterano de campos de trabajo arqueológicos internacionales me he comido unas cuantas. Gusta mucho (sobre todo los asiáticos y los de Europa del Este) la parte esa de los pedos de los infernales culos y poner voz chunga al recitar. También vendo vino y camisetas para financiar el proyecto de turno. Como decía Lisa Simpson, todo científico que se precie tiene que tener alma de feriante, sobre todo en Galicia.


Referencias
Alonso del Real, C. 1972. "As orixes da queimada. Capítulo programático dun libro en preparación". Grial. Revista Galega de Cultura, 35: 74-82. 

miércoles, 3 de octubre de 2018

800 balas

Casquillos del campo de tiro de El Campillo (Fot. de J. Marquerie).
 
Montañas de basura. Agujeros de kilómetros cuadrados para la extracción de áridos. Un campo de tiro. En El Campillo lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. El estruendo cadencioso procedente de la fábrica anexa, con cierto aire sonoro a La Guerra de los Mundos, da paso a fiestas de cumpleaños infantiles en el pinar. Los niños, carne de piñata, aparecen de vez en cuando con una bala en las manos, con un casquillo de Cetme. Para los padres, que no han hecho la mili, todo el monte es orégano. Al menos en las trincheras los infantes están controlados. Este paraje se integra en un parque natural en el que hay una laguna artificial, una megafinca privada, una vía de ferrocarril y una fábrica enorme de piezas metálicas. Podríamos definir El Campillo echando mano de conceptos como el de no-lugar, pero quizás la clave esté en su naturaleza brutalista. Brutal fue la batalla del Jarama y todo lo que vino después.
 
 
Este paisaje brutalista es codiciado desde hace tiempo como decorado para películas, spots publicitarios, series de televisión e influencers varios. Ahí tenemos a David Bisbal y el vídeoclip de su tema Duele demasiado (el título no se refiere a su propia música).  Estos parajes quedan estupendos para recrear el paisaje bélico de Siria, por ejemplo, o para un sketch de José Mota para Nochevieja. La crueldad no tiene límites. Muy manido también es usar la vía del ferrocarril para ambientar situaciones de zozobra. Durante nuestra excavación, un amplio equipo de televisión estuvo dos días allí grabando el intento de suicidio de un protagonista de la serie Cuéntame. Los cantiles, los cortados del macizo del Piul llaman también a jóvenes emprendedores. Como las chicas de una tienda de zapatos de moda, que pasaron una tarde tirando fotografías con una modelo para el book del negocio. En la última visita guiada ya, directamente, nuestras excavaciones se convirtieron en platós de grabación.
 
 
Este proceso de apropiación audiovisual de El Campillo es un paso más en la despolitización y deshistorización del paisaje bélico de la batalla del Jarama. Como diría Pierre Bourdieu, prevalece hoy en día la amnesia de la génesis. Por eso tiene valor el proyecto patrocinado por el ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, aunque sea solo para volver a historiar este espacio y recuperar su sentido de lugar. En todo caso, también nos parece interesante rastrear arqueológicamente este proceso de conversión de El Campillo en un recurso icónico para la ficción. Y aquí es donde necesitamos de vuestra ayuda. En la prospección hemos encontrado material de fogueo empleado en producciones cinematográficas. Según nos cuentan desde el ayuntamiento, se grabaron algunos cortos hace décadas, pero nadie acierta a localizar el título de las obras ni la fecha de grabación.
 
 
Tal como están las cosas en nuestro país, es más factible que aquí triunfe un centro de interpretación del spaguetti western, antes que un aula didáctica sobre la batalla del Jarama, con su espacio musealizado y todo. El Campillo podría ser, o ya lo es, el Texas Hollywood de 800 balas, la película (año 2002)  de Álex de la Iglesia ambientada en los shows para turistas en los poblados del Oeste de Tabernas, Almería. Algo parecido ocurre con otros escenarios de la guerra civil española, como el Belchite Viejo, en donde se han grabado desde pelis porno a anuncios de videojuegos de guerra, de la mano de Arnold Schwarzenegger.
 
 

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Teatro de operaciones

El refugio número 6.

Esta ciudad invisible no deja de crecer. El eje del vallejo en el que se asienta el campamento republicano es un arroyo, totalmente seco en verano. Un pontón de madera, huérfano, sin agua, permite cruzar a los senderistas a la margen izquierda del cauce. Aquí también hay restos de refugios. Laura, Carlos, Rodrigo y Pablo son los encargados de exhumar una más de estas chabolas olvidadas, el refugio nº 6. Tras la retirada de los matorrales y una primera limpieza reaparece lo que parece la boca de un túnel. En este caso estamos delante de un cobijo individual, excavado a pico en el yeso, con una pequeña repisa en la entrada.


Nuestros compañeros inician su particular viaje en el tiempo con un hallazgo macabro. Una gran bolsa del Corte Inglés esconde un enterramiento. Envueltos en una manta, aparecen los restos momificados de dos perros. La arquitectura de la guerra civil ha servido y sirve para los usos más variopintos: fortines de hormigón habilitados como vivienda por personas sin techo o por temporeros, refugios antiaéreos reconvertidos en criaderos de champiñones, nidos de ametralladoras que sirven de basurero incontrolado. A alguien en la década de 1990, esta zona del Campillo, periférica, rodeada en su día de basura, le pareció bien para enterrar a sus mascotas. No sabemos si esa persona lo hizo con todo el cariño del mundo (enterrando sus animales, a lo mejor, en el paraje en el que los sacaba a pasear) o si los depositó allí como quien tira una bolsa de basura.


Con este tipo de hallazgos podemos datar el proceso de colmatación de la cueva republicana. A una cota inferior, aparecen, en bastante buen estado de conservación, dos fragmentos de periódico. Con la tipografía característica de décadas atrás, podemos leer parte de la cartelera, de las obras de teatro que se representaban en Madrid en algún momento de la década de 1970. En el Teatro Alcázar, la compañía Guzmán representaba Habitación para cinco, después de varios años de Cine y Televisión, con más de 80 películas entre españolas, extranjeras y coproducciones y de 250 programas de Televisión entre América y España.


Jesús Guzmán nació en una familia de actores e hizo sus primeros pinitos en el teatro siendo un  niño, en los años de la IIª República. En la postguerra, tras girar por América con varias compañías, recala en España e inicia una prolífica carrera que llega hasta hoy. Fue una cara conocida de las españoladas y vivió toda su evolución, desde las comedias de los 60, el spaguetti western, el destape, las series de los 90, etc... Se convirtió en una figura popular, precisamente en la primera mitad de la década de 1970, cuando interpretaba el papel del cartero Braulio en la teleserie Crónicas de un pueblo (1971-1974). Es ahí cuando aprovecha el tirón y relanza su compañía de teatro. El estreno al que hace referencia el fragmento de periódico tuvo lugar en junio de 1974. Ya véis, Habitación para cinco (de Antonio Peñalara) nos permite datar un estrato de esta habitación para uno, y de paso conocer algo más de este personaje icónico de la escena española. Desde luego Jesús Guzmán se sentiría cómodo en este paisaje de los cantiles erosionados de El Campillo. Estuvo a las órdenes de Sergio Leone en La muerte tenía un precio (1965) y en El Bueno, El Feo y el Malo (1966). Dos clásicos. Ahí es nada. El colofón: su participación, codo con codo con Bud Spencer, en la comedia-western Dos Granujas en el Oeste (1981).


Compartía cartelera ese 1974, tal como aparece en el fragmento de periódico, otra obra, representada en el teatro Fígaro: Balada de los tres inocentes. Esta comedia, escrita por Pedro Mario Herrero, se ambienta en 1971 en un pueblo rural castellano: un Jueves Santo, la fogosa hermana de un cura mata de placer a un joven guardia civil. El párroco espera la visita del obispo, mientras el cadáver del amante de la hermana yace en la cama... La censura fue implacable: la localización se trasladó a Italia y el guardia civil se convirtió en... un carabinieri. El autor de esta obra, Pedro Mario Herrero, fue corresponsal de guerra en Biafra, la Guerra de los Seis Días y en Vietnam. De su paso por este último conflicto nos queda su libro Crónicas desde el Vietnam (1968) en donde describe pormenorizadamente las terribles condiciones de vida de los soldados y guerrilleros del Vietcong, en sus campamentos en medio de la selva y en su mundo subterráneo.
Lamentablemente, en nuestra ciudad invisible, no contamos con testimonios de ese estilo, por lo que debemos seguir excavando. A ver qué película nos encontramos hoy.




jueves, 20 de septiembre de 2018

Arquitectura Ojo


En la visita guiada del pasado sábado conocimos a la arquitecta Susana Velasco, profesora en la Universidad Politécnica. Nos contó su trabajo registrando la arquitectura orgánica diseñada por cazadores franceses en árboles para observar, vigilar y disparar a palomas y otras aves. Una arquitectura en la que existe una simbiosis perfecta entre árbol y persona, con soluciones funcionales adaptadas a los gestos, posiciones y necesidades del cazador. Cuando nos lo contaba, no podíamos dejar de pensar en los brigadistas internacionales y los olivos del Jarama. A Susana le interesan estas arquitecturas de mediación entre el cuerpo y el paisaje, por eso ha dirigido su mirada no solo a las trincheras, sino a los y las que reexcavamos esas trincheras, amoldando nuestro cuerpo a las paredes talladas en el yeso:

¿Qué nos lleva de vuelta a estos paisajes?
Volvemos a estos campos de batalla. A un pasado que duele, y que todavía nos importa tanto. A las ruinas de un escenario gigantesco al aire libre, desmantelado después como una gran tramoya. Como un historiador, reconociendo los trazados sobre el territorio. Como un arqueólogo, buscando los fragmentos rotos y dispersos. Como un arquitecto, buscando las marcas del habitar y el construir. Reconectar con las fuerzas, gestos y redes que forman parapetos, refugios y zanjas, buscando la relación intensiva que, durante la guerra, fundió a cuerpos, arquitectura y territorio.

Construcción y uso de trincheras. Dibujos de Susana Velasco.

La posición republicana del Campillo es un buen ejemplo de este tipo de arquitectura. Como los cazadores franceses en los árboles, los soldados se integraban en un espacio diseñado para ver y no ser vistos, para camuflarse ante el peligro de los ataques aéreos enemigos. Con el frente estabilizado, durante dos años, se produjo algo así como una Guerra Fría entre los contendientes. Todos los recursos (y éstos iban aminorando con el paso del tiempo), se empleaban en la refortificación del paisaje, en el refuerzo y mantenimiento de todos estos dispositivos orientados, en gran medida, a la percepción y observación del enemigo. Las condiciones de visibilidad y visibilización de los lugares fueron una de las cuestiones clave estudiadas por la Arqueología del Paisaje. El arqueólogo Felipe Criado gusta de decir, en un alarde estructuralista, que todo lo visible es simbólico. Sí, pero aquí, todo lo visible también se puede abatir.

Tronera excavada en la roca, al E del Campillo.

Es una pasada comprobar cómo está estudiado el mínimo detalle dentro de esta escenografía. La aspillera del nido de ametralladora está orientada exactamente hacia el puente de Arganda, punto clave de la batalla del Jarama. Hacia el Este, dentro de la roca, se talló otro nido subterráneo, con una tronera que permite batir una amplia zona de la vega del Jarama. El observatorio, en la cumbre de un cantil meteorizado por la erosión, es una auténtica virguería.

Excavando el empinado acceso al observatorio.

En arqueología educamos la mirada para ver el paisaje. En la guerra pasa exactamente lo mismo. En los partes de operaciones, se recogen al detalle los movimientos del enemigo, pero también el esfuerzo de los mandos por formar buenos observadores.

Obligaciones del centinela.
Ejercicios con el visor.
Simulacro consistente en dar las señales de alarma ante la presencia de Aviación enemiga.
Educación y selección de observadores.
Forma de instalar un observatorio y forma de colocarse para observar.
Percepción de objetivos y designación de los mismos. Importancia de la observación.
Forma de utilizar los distintos camuflajes y refugios para poder observar. Talud, cesta, etc.

Inicio de excavación. Primero se construyó el observatorio, y tiempo después, en 1938, se talló la posición defensiva.

La cuestión es que había soldados que ya tenían educada la mirada, desde niños. Cazadores, pastores, zahoríes, contrabandistas e incluso ganaderos trashumantes. En la batalla de Brunete, el éxito del avance de Líster (hasta que éste, inexplicablemente, ordenó parar) se debió en parte a la avanzadilla de exploradores, todos ellos pastores, muchos de ellos gallegos. Gente apegada al campo, mucho más eficaz que cualquier vuelo de observación. Como el francotirador ruso Vasili Grigoriévich Zaitsev, héroe de la batalla de Stalingrado, que aprendió a disparar con su abuelo en los Urales.

Vista desde la aspillera del nido de ametralladora, con el puente de Arganda al fondo.

Referencias bibliográficas.
Criado Boado, F. 1993. Visibilidad y visibilización del registro arqueológico. Trabajos de Prehistoria, 50: 39-56.
Velasco, S. 2017. A partir de fragmentos dispersos. Arquitecturas de mediación entre el cuerpo y el paisaje. Madrid: Ediciones asimétricas.

Referencia documental.
Archivo General Militar de Ávila. 1086, cap. 12.






lunes, 3 de septiembre de 2018

Construir un paisaje en guerra


  
Comienza la excavación en las trincheras del Campillo.

Como es natural, asociamos la guerra con la destrucción, especialmente la guerra moderna, donde los medios desplegados para devastar son tan abundantes y tan efectivos. Las guerras destruyen el mundo, sin duda. Pero también lo construyen, a gran escala y profundamente. Las contiendas del siglo XX y XXI, como parte que son del Antropoceno, tienen una dimensión geológica.

El paisaje del Campillo, en Rivas Vaciamadrid, donde estamos ahora prospectando y excavando, es un espacio transformado a conciencia durante los dos años en que la Guerra Civil se instaló en estos parajes. Se trata de un sector que no vio combates de relevancia desde el final de la Batalla del Jarama, en febrero de 1937, y donde las líneas de ambos bandos no estaban muy cerca unas de otras, en comparación con otros frentes. Y sin embargo el esfuerzo de construcción es apabullante. Sin fijarse, puede pasar despercibido, porque la lógica con que se concebían las obras, además de la defensa y la protección, era la invisibilidad.

La estructura principal es una trinchera de tres kilómetros que se extiende de forma ininterrumpida a lo largo del farallón rocoso que flanquea la Laguna del Campillo (que no existía en la época: es un resultado de la extracción de áridos en los años 60). 

Hemos seleccionado una parte de la trinchera especialmente interesante para hacerla visitable al público. Es interesante porque en ella se concentran la trinchera de resistencia, un ramal de evacuación, un abrigo y un observatorio. Las excavaciones en el abrigo, que está tallado en el sustrato de yeso, ya nos están dando sorpresas: resulta que tiene un par de estructuras en ladrillo que parecen aspilleras. 

Posibles aspilleras de ladrillo.

Sobre una de las aspilleras aparecieron varias guías de peine de Mosin Nagant y de Máuser mexicano.

Restos de guías de peine de Mosin que aparecieron sobre los ladrillos.

Seguimos el farallón rocoso en dirección oeste para reconocer la trinchera. En un determinado momento la trinchera, que discurre a cierta altura al pie del cortado, baja al llano y desaparece. En las fotos aéreas de 1946 se puede ver que aquí había una construcción, de la que no quedaba nada ya una década después. Todo indica que el lugar fue utilizado durante la guerra por las tropas republicanas. La trinchera sube por la trasera de la casa hacia el cortado y se bifurca. Uno de los ramales vuelve hacia el este muy pegada al farallón. Aquí observamos una grieta larga y profunda. 

Cuando nos acercamos a verla de cerca nos dimos cuenta de que en la base se ancheaba y se convertía en la entrada de un abrigo, parcialmente cerrada con un muro de bloques de yeso. 

 Refugio de tropa excavado en el farallón de yeso.

Los soldados habían ampliado la grieta natural picando las paredes de la cavidad natural y habían creado un refugio de unos diez metros cuadrados con dos niveles. El nivel más alto y más profundo está separado por un murete de piedra. En una de las paredes descubrimos una lata de conservas incrustada en cemento que se debió de utilizar seguramente como lámpara improvisada. 

Lata-lámpara.

Sobre el suelo se ven algunos ladrillos de la época. El sitio promete. Es posible que tras la guerra lo ocupara gente sin hogar, como sabemos que pasó aquí y en otras zonas de Madrid y de España.

No está mal para el primer día de trabajo.

lunes, 23 de julio de 2018

Granadas, balas y bacalao


Nos quedan tres días para acabar la intervención en el Asilo de Santa Cristina. Tres días para acabar de resolver algunas dudas, documentar la excavación en detalle y dejarlo todo tapado y bien tapado.

Hay dos espacios en los que vamos a centrarnos: la trinchera de comunicación que comunicaba este sector con la segunda línea y el abrigo que descubrimos hace unos días en el interior del edificio del asilo que estamos excavando (refugio 3). En el plano esquemático de arriba podéis ver dónde están situados.

Galería de entrada al refugio 3, excavada en la cimentación del asilo.

En el refugio 3 nos ha pasado lo mismo que en el 1. Cuando llegamos al pavimento nos encontramos un hueco. Parece que nos encontramos ante otro acceso a una galería. Quizá la misma galería a la que da acceso la trampilla del refugio 1. Es posible que se tratara de un túnel con varias entradas desde el pabellón del asilo. 

Ya os hemos comentado que el relleno de este abrigo está dando resultados muy interesantes. Aquí fue a parar una gran cantidad de basura en la inmediata posguerra, que incluye tanto elementos bélicos como de vida cotidiana. Entre los primeros se cuenta numerosa munición y elementos de mortero. Hoy encontramos una cola de una granada de Valero de 50 mm. Se ve que hizo explosión, pero la cola está casi intacta. Es posible que se trate de un disparo republicano. En cuanto a los hallazgos relacionados con la vida diaria, podemos señalar la presencia ya de cuatro tinteros, muchos trozos de botellas y unas tijeras.  
 

Unas tijeras y una cola de un Valero todavía con el cartucho de propulsión.

Por lo que respecta a la trinchera de comunicación (la que llamamos la última trinchera de la Guerra Civil), aquí también tenemos alguna novedad. Lo más interesante: una botella casi completa de sidra, idéntica a la que apareció sobre el suelo del refugio 1, otras dos de las que se conservan trozos bien grandes y un montón de espinas y escamas de bacalao que aparecieron junto a huesos de chirlas. 
 Otra botella de sidra, cosecha del 36.

 Y otro selfie de mano, esta vez con restos de bacalao y chirlas. 

Da la impresión de que el festín de la victoria se celebró en la zona del lavadero y los detritos resultantes fueron a parar al refugio 1 y a la trinchera. Ahora bien, las escamas de bacalao plantean ciertas dudas. Su aparición hace pensar que llegara a este sector pescado seco no cocinado y que se preparara in situ. Cocinar entre bombazos. Eso sí es de máster chef.

martes, 17 de julio de 2018

La trinchera de la derrota

Momento en que el coronel Prada resigna el mando entre las ruinas del Asilo de Santa Cristina. 28 de marzo de 1939.

La buscábamos desde el año pasado y por fin la encontramos. La trinchera que fue testigo del final de la contienda en Madrid, tras dos años y medio de combates, privaciones y muerte. Es la última trinchera de la Guerra Civil Española. La trinchera de la derrota para unos, de la victoria para otros. Nos preguntan con frecuencia qué buscamos en esa trinchera y la respuesta es que no buscamos nada. Simplemente queremos encontrarla, sacarla a la luz. Convertirla en memoria tangible, aunque solo sea durante el tiempo que dura nuestra excavación. Palpar el drama que condensa esa zanja: la antesala de una posguerra implacable pero que todavía, en el momento fosilizado en esa trinchera, todavía no ha tenido lugar. Es saber lo que sucede después lo que le da todo el sentido.  

 A la izquierda, escombro que rellena la trinchera. A la derecha, ruinas del lavadero del asilo.

El final de la guerra en la capital se escenificó a pocos metros de esta zanja, frente al pabellón del Asilo de Santa Cristina que estamos estudiando por segundo año consecutivo. Aquí el coronel Prada cedió el mando al coronel Losas y posteriormente se dirigió hacia el ramal de comunicación que conectaba el sector del Clínico con la retaguardia franquista. Por esta zanja que ahora excavamos pasaron los últimos actores del conflicto.


Los oficiales se retiran por la trinchera de comunicación entre las ruinas del Asilo de Santa Cristina.



La historiografía conservadora ha puesto enfasis en la confraternización entre los soldados de uno y otro bando que habría tenido lugar tras la rendición: "una 'reconciliación espontánea está viniendo, como casi todo lo bueno en este bendito país, desde abajo...", escribe Fernando Calvo (1). Si esta ocurrió, duró realmente poco. Porque tras la guerra vino una paz salvaje. Fue la hora de la venganza. Detenciones masivas, torturas, juicios sumarísimos, ejecuciones, ajustes de cuentas. Pocos soldados de la República se ahoraron el paso por un campo de concentración. 

Muchos de los mandos del Ejército Popular que no huyeron al exilio fueron condenados a muerte. Buena parte de ellos las verían conmutadas por penas de cárcel, pero su vida quedaría dañada para siempre. Ese el caso del coronel Prada, que vivió nueve meses con una condena a muerte en firme y pasó 17 años en las prisiones franquistas. Incluso oficiales como el coronel Matallana, que colaboraron activamente con los sublevados para lograr la rendición, sufrirían represalias y humillaciones y pasarían el final de sus días en la miseria.  Otros militares que desempañaron un papel clave en la Batalla de Madrid, como Antonio Escobar y José María Enciso, no fueron tan afortunados y se los fusiló sin contemplaciones. 

La última trinchera de la Guerra Civil no marca el inicio de la paz, sino el de la venganza.

___________________

(1) Fernando Calvo González-Regueral, 2012. La Guerra Civil en la Ciudad Universitaria. Madrid: La Librería.

lunes, 16 de julio de 2018

Un laberinto bajo el suelo


Foto aérea del pabellón que estamos excavando con la estructura central (A) donde localizamos una de las galerías que atravesaban el edificio y que desembocaban en sendas trincheras. Hay más.
 

Según progresan nuestras excavaciones en el edificio del Asilo de Santa Cristina, cada vez tenemos más claro que la estructura solo mantuvo en apariencia su aspecto de antes de la guerra. El interior es un auténtico queso gruyer perforado en todas direcciones -galerías, trincheras, abrigos. Un hormiguero o un laberinto subterráneo.

En una entrada anterior os contábamos que habíamos descubierto una de las galerías cuya entrada se observa en las fotografías de la época. Se une a otra zanja que localizamos en el mismo pabellón, paralela al muro que va a dar al lavadero, durante la campaña de 2017 y de la cual no teníamos noticia. Pensamos entonces que podía ser una galería o un refugio antibombardeo.

Negativo de la galería que atraviesa el edificio, tal y como se aprecia en nuestra excavación.

Hoy hemos descubierto una tercera estructura subterránea de época de la guerra. Aun no podemos decir mucho al respecto, pero tiene pinta de que puede ser un abrigo por la gran anchura del corte, como se puede ver en la imagen inferior. 

Comienzo del decapado de la nave del asilo en la que se ve la base del pavimento y la interrupción, en tierra más oscura, que puede corresponderse con el relleno de un abrigo.

En lo que llevamos excavado han aparecido exclusivamente materiales de la Guerra Civil o anteriores, algunos interesantes: un cepillo de dientes de plástico con la leyenda "Extra Fine" (muchos cepillos usados durante la Guerra Civil estaban fabricados en el extranjero, en Estados Unidos o Japón), un tintero completo, un cartucho de Máuser español, varias balas, una llave del asilo, valvas de chirla... Estas últimas, por cierto, aparecen en cantidades ingentes, lo que hace pensar que las paellas o guisos marineros lejos de ser una rareza debían de ser bastante normales en el menú de las tropas franquistas de primera línea. 

 Cepillo de dientes del relleno del posible abrigo.

Si esto es un avance de lo que nos espera, vamos a disfrutar con el sondeo. Pero también lo vamos a sufrir: el suelo de los refugios y trincheras que estamos excavando raramente se encuentra a menos de dos metros de profundidad...


viernes, 6 de julio de 2018

Buscando la última trinchera

Uno de los objetivos del proyecto este año en Madrid era localizar la trinchera de comunicación que une el Asilo de Santa Cristina con la retaguardia franquista. Es la que aparece marcada con una A en la imagen superior. Se trata de una trinchera de enorme valor simbólico, porque por ella caminaron los oficiales franquistas y republicanos que escenificaron la rendición de Madrid el 28 de marzo de 1939.

Parecía un trabajo fácil. Tenemos planos y fotos aéreas de la época. Hemos localizado ya en el terreno el edificio cuadrado que aparece en las fotos junto a la trinchera. Solo nos hacía falta la pala excavadora.

Y este año nos la podíamos permitir. Así que nos trajimos una miniretro. Empezamos a retirar la tierra siguiendo la orientación de la trinchera tal y como se ve en las fotografías aéreas. Pero no dio mucho resultado. Sacamos más y más tierra estéril. Decidimos por lo tanto cambiar de estrategia y tajar la trinchera transversalmente.

Y entonces parecía como que íbamos a tener suerte. Dimos con una zanja rellena de gran cantidad de ladrillos procedentes del asilo. En la parte inferior de la posible zanja encontramos una masa de hierro oxidado.

Que resultó ser un proyectil rompedor de 77 m. Está completo, pero sin carga. Al tratar de definir la posible trinchera en planta, sin embargo, nos dimos cuenta de que no continuaba. Se trataba simplemente de un echado de escombros de la inmediata posguerra. 

El secreto placer de destrozar la Complutense (con autorización). 
 
No quedaba más remedio que continuar bajando. Así que bajamos. Mucho. A los dos metros y medio de profundidad seguíamos sin trinchera, pero encontramos algo.
 
Nada muy espectacular por ahora: a casi tres metros de profundidad los rellenos de arena estéril con los que se selló toda la zona en la posguerra dan paso a un nivel horizontal con manchas de quemado... y restos de la Guerra Civil (suelas, trozos de metal, vidrio). Es una superficie de la época, más profunda que muchos yacimientos paleolíticos de hace decenas de miles de años. Y nos puede dar sorpresas. Esperamos poder contarlas en breve.

martes, 19 de junio de 2018

Nuevo proyecto: en las trincheras del Jarama

 Excavando trincheras en el Jarama en 1937. En breve nos toca a nosotros.

Todavía no hemos comenzado la campaña de julio pero ya podemos anunciaros un nuevo proyecto. Se trata de una intervención en los escenarios bélicos del Jarama promovida y financiada por el Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid y que se desarrollará principalmente durante el mes de septiembre próximo. El objetivo de la iniciativa es investigar diversos puntos del frente con vistas a la creación de rutas autoguiadas y recursos didácticos y patrimoniales. Tras los trabajos arqueológicos, diseñaremos e instaleremos varios paneles explicativos en los que se darán a conocer la historia de las trincheras. 

Las excavaciones se centrarán en dos zonas: el Soto de las Juntas y el entorno de la Laguna del Campillo. El Soto de las Juntas es un sitio increíble por varios motivos. Actualmente es un paraje natural protegido, donde confluyen los ríos Manzanares y Jarama. Cuando uno camina por sus bosques de ribera le cuesta imaginar que está al lado de Madrid y de la A3. Es un viaje a otro tiempo y a otro espacio. 

Eso debió de pensar Felipe II también, que poseía un palacete exactamente aquí: la Casa Real de Vaciamadrid. Las ruinas del edificio, muy maltratado en los últimos años, serán uno de los sitios donde llevaremos a cabo sondeos arqueológicos. La casa real se encuentra al pie del Cerro Coberteras, el punto más extremo que alcanzaron (y retuvieron) las tropas sublevadas en este sector durante su avance inicial en la ofensiva del Jarama. 

  La Casa Real de Vaciamadrid, en el siglo XVII y en el siglo XXI. Imagen superior del blog Investigart.

El pueblo de Vaciamadrid, que se extendía a sus pies, quedó arrasado por los combates (como sucedió con el vecino Ribas del Jarama) y nunca se volvió a habitar. La zona quedó bajo la protección de Regiones Devastadas tras la guerra y en 1954 surge el actual Rivas-Vaciamadrid.

 Mapa de 1770 en el que figura Vaciamadrid. Del blog Sepan quantos.

Por lo que se refiere a la Laguna del Campillo, aquí realizaremos excavaciones y prospecciones en diversos puntos de las trincheras y abrigos que todavía se conservan en muy buen estado. Una de las zonas más interesantes es un poblado de "chabolas" con numerosas estructuras semiexcavadas en la ladera de un vallejo. En esta zona bien protegida del frente esperamos encontrar numerosos testimonios de la vida cotidiana.

 Trinchera frente a la Laguna del Campillo. Fotografía de José Manuel Castro.

En sus inmediaciones se ubica el puente de Arganda, que fue testigo de duros combates durante la Batalla del Jarama, en los cuales tuvo un papel protagonista el Batallón Garibaldi. En su estructura todavía se pueden percibir los impactos de bala.


Impactos de bala en la barandilla del Puente de Arganda (actualmente Puente de la Paz).

Al otro lado de la Laguna del Campillo tenemos otro puente de hierro, en este caso ferroviario. Aunque el paisaje es muy diferente hoy del que se veía en la Guerra Civil, los puentes nos devuelven al tiempo de los combates. En el de La Poveda, además, se conservan varios fortines de hormigón que también documentaremos y señalizaremos.

 
Puente de la Poveda y uno de los fortines que lo controloban. Fotos de Mapio.

Todo el proyecto se concibe como una iniciativa al servicio de los ciudadanos: podréis visitarnos mientras realizamos las excavaciones, organizaremos días de puertas abiertas y habrá un ciclo de conferencias donde daremos a conocer los resultados del proyecto según se va desarrollando. Nos podrás seguir a través de este blog, en Facebook y en Twitter ¡Os esperamos!