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lunes, 21 de octubre de 2019

Los invisibles


Totum revolutum: latas de la 2ª Guerra Mundial, ladrillos del campamento partisano, latas de cazadores de los años 1980 y latas consumidas por refugiados en 2019.

Desde la Arqueología comienzan a surgir iniciativas para afrontar las tragedias humanitarias desencadenadas por los procesos migratorios. En el congreso de la asociación europea de arqueólogos, celebrado en Maastricht (Holanda) en 2017, Yannis Hamilakis, uno de los arqueólogos mundiales de referencia, impartió una conferencia titulada Una arqueología afectiva de las fronteras, en la que dio buena cuenta del proyecto que lleva a cabo en las costas griegas con sus estudiantes de la Universidad de Brown. La ponencia generó una ardiente polémica entre los congresistas; mientras unos aplaudían la implicación de la arqueología en esta crisis humanitaria, otros se preguntaban qué sentido tenía sacar fotos a los salvavidas y lanchas abandonados. ¿No sería mejor y más útil que los recursos de la Universidad de Brown se invirtiesen en una ayuda real a los refugiados? ¿No es éste un ejemplo de vacua moda arqueológica que obedece a una necesidad académica de ir à la page? Como podemos apreciar, estas cuestiones tienen que ver con la ética. 

Entorno del hospital partisano. Zona de descanso de refugiados, con abundante material en superficie.

El recrudecimiento de las políticas antiinmigración en Estados Unidos también ha movilizado a arqueólogos como Jason de León o Randall McGuire. Este último, uno de los máximos representantes de la arqueología marxista en aquel país, lleva años trabajando en tareas humanitarias con la organización No Más Muertes en Nogales, Sonora, dedicada a ayudar a personas deportadas. El contacto diario con el muro fronterizo y su impacto sobre las poblaciones locales le llevaron a desarrollar una arqueología de la frontera con sus alumnos de la Universidad de Binghamton. En España se comienza a prestar atención desde una perspectiva arqueológica a fenómenos como la tragedia que se vive día a día en el estrecho de Gibraltar, donde han muerto miles de migrantes en las últimas dos décadas, o la creación por el Estado de los denominados centros de internamiento de extranjeros (CIES).


En el mismo espacio recogemos una pieza de una máscara antigás italiana, amortizada por los partisanos, y restos de comida de los refugiados de 2019, incluida una lata de conserva gallega. Globalizaciones de ayer y de hoy.

Nuestros proyectos de lo que podemos denominar Arqueología de la Hospitalidad han abordado la temática de los refugiados en el pasado. En los bosques del entorno de Dreznica, buscando los rastros de los partisanos de los años 40 nos encontramos con los nuevos invisibles del presente. refugiados del Próximo Oriente que intentan llegar a Austria y Alemania, después de recorrer cientos, miles de kilómetros. Tenemos la suerte de contar en nuestro equipo con el realizador croata Matija Kralj, quien conoce bien esta realidad, tras haber estado en Lesbos, Ceuta, Turquía, y reconoce perfectamente los efectos de la propaganda oficial en las comunidades rurales de Croacia.

Matija Kralj, registrando los paisajes de la resistencia, para el documental sobre nuestro proyecto.

Nosotros mismos hemos escuchado de boca de nuestros colaboradores locales cosas como: estos son soldados, muyahidines, estamos viviendo una invasión silenciosa. Incluso en la localidad de Krakar nos enseñaron una casa abandonada (que perteneció a un partisano conocido en la región), la cual, según ellos, fue quemada por refugiados recientemente, porque vieron allí una cruz. Estos relatos socavan la ética solidaria heredada de la lucha partisana. Si bien la gente más mayor reconoce la necesidad moral de ayudar a estos refugiados del presente, también nos encontramos con miembros de la generación nacida en el bosque muy críticos con esta realidad. Los más jóvenes incluso se organizan, en algunos casos, para autogestionar el asunto. Este miedo al Otro se manifiesta en los cercados, las rejas metálicas cerrando puertas y ventanas de segundas residencias y casas rurales vacías. Y se refleja en toda su crudeza en la acción de comandos enviados directamente desde Zagreb para la caza del hombre. Esta policía incrementa el PIB local con sus pernoctas, vicios y hobbies.

Vivienda supuestamente incendiada por los refugiados (estaba asegurada).

Los mismos bosques que acogieron a los partisanos son los únicos amigos de los refugiados sirios, afganos, kurdos, muchos de ellos desertores del ejército de turno. En los bordes de las dolinas documentamos esta realidad perenne. Una pieza de una máscara antigás italiana comparte espacio con latas de atún Calvo, en un espacio habilitado como campamento de una noche. Se puede llevar a cabo toda una etnoarqueología binfordiana de estos nómadas, perseguidos, del siglo XXI. Se esconden. Evitan ser vistos. Caminan de noche. Partisanos de hoy que subsisten como pueden, una vez más, en el bosque. Perseguidos por la policía del limes europeo, encargada de que la barbarie no acceda al Imperio. ¿Quienes son los bárbaros?





miércoles, 9 de octubre de 2019

Pánico en el bosque


Panorámica del combate del Palacio de Ibarra, en el Museo de Brihuega. Albert Álvarez Marsal.

Nuestro compañero Luis Antonio Ruiz Casero acaba de presentar su nuevo libro El Palacio de Ibarra,1937 en el que reconstruye al detalle la contraofensiva republicana que dio inicio al descalabro italiano en Guadalajara. Hay un aspecto del libro que nos parece muy reseñable, por lo novedoso en el contexto historiográfico español. El autor señala la obra mítica de Olao Conforti, de dudoso valor historiográfico, pero de indudable calidad literaria a la hora de recrear los combates en el palacio de Ibarra en aquellos días de marzo de 1937. Del mismo modo que el italiano, Luis Antonio se pone en la piel de los soldados y esboza un ensayo claro de lo que la arqueología postprocesual británica denominó Arqueología de la Percepción. Las páginas en las que nos habla de las oscilaciones en la moral de los defensores del palacio son fantásticas. 

Extensión del encinar en el entorno del palacio de Ibarra, marcado sobre la fotografía aérea de la Legión Cóndor. (Luis Antonio Ruiz Casero).

La percepción y los sentidos son un campo de estudio que empieza a atraer la atención de los investigadores en arqueología del conflicto (Saunders y Cornish 2017). Participando de este enfoque, el autor describe las sensaciones y el estado de psicosis colectiva de los militares italianos en el encinar de Ibarra, sin buena visibilidad, cercados por el enemigo. Acostumbrados a la guerra celere y a la lucha en campo abierto, el ejército de Mussolini encuentra aquí su tumba. Esta misma psicosis se dio en el territorio ocupado por los italianos en Abisinia, un imperio africano que se reducía, en realidad, a ciudades fortificadas, asediadas, en medio de un territorio hostil (González Ruibal et al. 2010). 

Miembros del Batallón Celta del Ejército de Euzkadi, en las trincheras, en un pinar de Larrabetzu, mayo de 1937. (Fundación Anselmo Lorenzo).

La experiencia del bosque de Ibarra se repitiría poco después, en la campaña de Bizkaia, cuando los italianos volvieron a luchar en masas forestales, en este caso, pinares extensos en la montaña vasca. El olor a resina de pino, las astillas voladoras que herían de gravedad a los soldados y la lucha en los bosques son una referencia constante en las memorias de los combatientes de ambos bandos en la primavera de 1936 en Bizkaia. Y a los italianos tampoco le fue muy bien, ya que a punto estuvieron de sufrir otro descalabro en su avance hacia Bilbao por la costa cantábrica. Haciendo gala de una genial intuición, el autor defiende la idea de que Ibarra, el high-water-mark del avance italiano en la batalla de Guadalajara, se convierte en el punto de inflexión de la ofensiva y en el inicio de la derrota fascista ese 14 de marzo, debido, en gran medida, a ese pánico en el bosque. 

Tropas italianas de la brigada Flechas Negras en la campaña de Bizkaia, 1937 (Biblioteca Nacional).

Luis Antonio esboza aquí una línea de trabajo que está por abrir en la historiografía de la guerra civil: escribir una historia del miedo. El mismo miedo que sentirían los italianos en los inmensos bosques de Croacia entre 1941 y 1943. La inaccesibilidad y la resistencia partisana en los montes fue combatida con la política de tierra quemada en los fondos de valle.

Bosques de Krakar (Drznica, Croacia) en donde se ubicó uno de los primeros campamentos partisanos (afloramiento rocoso) (Fot. de Carlos Otero).


Referencias:

González Ruibal, A.; Fernández Martínez, V.; Falquina Aparicio, Á.; Ayán Vila, X. M. y Rodríguez Paz, A. 2010. Arqueología del fascismo en Etiopía (1936-1941). Ebre 38. Revista internacional de la Guerra Civil 1936-1939, 4: 233-254.

Ruiz Casero, L. A. 2019. El Palacio de Ibarra, maro de 1937. Reconstruyendo un paisaje bélico efímero. Madrid: Audema.

Saunders, N. y Cornish, P. (eds.). 2017. Modern Conflict and the Senses. Londres y Nueva York: Rouledge.

Proyecto Heritage from below. Traces and memories. Dreznica 1941-1945.

miércoles, 2 de octubre de 2019

La gente del bosque


Hace un frío que pela. Entramos en la casa de la familia Radulovic, en la aldea de Tomicic. Calor de hogar. Esta pareja de jubilados vive sola todo el año. Una hija emigró a Estados Unidos y la otra a Alemania. El petrucio, Mihajlo Radulovic, está entusiasmado con la idea de que yo venga de España. No pasarán. Estamos en su casa porque el historiador, Milan, y la antropóloga, Ivona, quieren hacerles una entrevista. Pero antes, hay que mojar la palabra. Sobre la mesa, rakija y otros licores caseros, torreznos, embutidos, quesos. La hospitalidad de esta gente es proverbial. Aunque yo no sé hablar nada de croata, echamos mano de un lenguaje internacional: el fútbol. Las raíces serbias de esta familia se hacen notar: aquí son del Estrella Roja de toda la vida. Tras los prolegómenos, Mihajlo, como aviso previo a la entrevista, declara: Yo soy marxista. Y a partir de ahí la crónica del horror. Su madre fue asesinada por los fascistas, junto con dos de sus hijas, una de ellas un bebé de dos días. Esta es la historia de cada familia de aquí. Septuagenarios y septuagenarias nacieron en la primera mitad de los años 40 en el bosque. Son hijos e hijas del bosque. De un  bosque impenetrable, lleno de agujeros kársticos, de pendientes imposibles, de afloramientos rocosos. Un bosque protector, invisible a la aviación enemiga, imposible para la artillería italiana dispuesta en acorazados en el mar Adriático.

Ubicación del primer campamento partisano en los montes de Krakar. De izquierda a derecha: Xurxo, Carlos, Sanja y Nedeljko. (Fotografía de Matja Kralj).

Esta es también la historia de nuestro guía por las montañas de Krakar, el bueno de Nedeljko Maravic. Él nació en el bosque. Su relación cromosómica con el mundo vegetal le llevó a estudiar ingeniería forestal en Zagreb. De hecho fue el máximo responsable del distrito, hasta que en 1991 fue relevado injustamente de su puesto. Era serbio... en el nuevo estado croata independiente. En los inicios de la última guerra, tuvo que pasar por un control de carretera. Allí estaban apostados paramilitares croatas. Según nos cuenta, le amenazaron con una típica frase balcánica: te mataremos a ti, serás pasto de los zorros, y nos los comeremos. Nedeljko nos guía con pericia por los vericuetos del monte, un laberinto de pistas de tierra maltratadas por las cadenas de los tractores y camiones de la madera. Nos lleva al que se considera el primer campamento base partisano en la zona, habilitado en otoño de 1941. En esta fase paleolítica de la guerrilla, se habilitó un refugio en un monumental abrigo rocoso. Nedeljko va recogiendo flores y hojas, recita sus nombres en latín y nos ofrece una lección magistral sobre propiedades curativas y alucinógenas. Los servicios sanitarios partisanos echaban mano del saber local ante la falta de suministros, como así aparece reflejado en las crónicas de la época. El bosque protege, cura, calma, adormece, hace soñar.

Carlos tomando las coordenadas de la nueva cueva.

En el interior de la cueva.

Tras este viaje maravilloso por el bosque animado, Nedeljko nos lleva a su casa en la aldea de Krakar en donde nos aguarda una sorpresa. La antigua casa familiar estaba apoyada directamente en la pared rocosa. La parte trasera conectaba directamente con una cueva empleada por los partisanos, probablemente como almacén de municiones, suministros y alimentos. La entrada en pendiente a la cueva está llena de escombros y materiales etnográficos, probablemente de la segunda mitad del siglo XX cuando se empleó como basurero doméstico. Sin embargo, al fondo, parece conservarse el nivel de ocupación original. Allí documentamos algunas piezas de uniforme del Ejército italiano.


Arriba: objetos en el suelo de la cueva. Abajo: los mismos objetos en laboratorio (Fotos de Carlos Otero)

Nedeljko nos ofrece un tentempié, con salchichas y vino de casa. Él fue refugiado en su día y, ahora, su pueblo se encuentra en la ruta de paso de los refugiados que vienen de Próximo Oriente. La nueva gente del bosque, que deja sus propias huellas, que maneja su propia estrategia de ocultación. Los invisibles de Europa. De todo ello hablaremos mañana.

Proyecto Heritage from below. Traces and memories. Dreznica 1941-1945.







jueves, 19 de septiembre de 2019

La Hojarasca

Base partisana en los montes de Krakar, aprovechando la espesura del bosque y los afloramientos rocosos.


De pronto como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos: rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita muerte.

Gabriel García Márquez: La Hojarasca (1955).

Voluntad de resistir. Ahí está el origen de muchas de las materialidades que conforman los paisajes  bélicos que estamos estudiando desde la Arqueología del Conflicto en los últimos años. La cueva en la que se escondió el guerrillero Gorete en las estribaciones de los Picos de Europa. Las chabolas republicanas construidas precipitadamente en vaguadas de la Alcarria, habilitadas como hospitales de campaña. Los hospitales en el interior de cuevas en el contexto de la batalla del Ebro. Los chozos de la Cidade da Selva en la zona de Pena Trevinca (Ourense). La cueva etíope de Zeret en donde ancianos, mujeres y niños fueron masacrados con gas mostaza por los fascistas italianos. Alfredo González-Ruibal ha remarcado un aspecto crucial de la guerra civil española. Mientras la tecnología militar de vanguardia se ponía a prueba en los frentes de España, el conflicto suponía en muchos casos la vuelta al pasado. Chabolas que parecen cabañas de la Edad del Hierro. Soldados heridos que son atendidos en cuevas paleolíticas como si fuesen especímenes tipo Homo Antecessor.

En el callejero de Dreznica todavía se conserva el nombre de Dreznica de los Partisanos.

La resistencia partisana en Dreznica contra los ocupantes italianos y alemanes es el paradigma de la lucha de guerrillas. Esta zona de Croacia, habitada por serbios, es conocida por su riqueza forestal. Los aserraderos en la época de preguerra conocieron un incipiente movimiento sindicalista en defensa de los intereses de los trabajadores. Aquí ellos y ellas tienen, desde siempre, madera de héroes y de heroínas. Tras la rendición del ejército regular yugoslavo en 1941, muchos hombres regresaron a casa, sí, pero armados. Durante tres años trágicos se enfrentaron a cuatro ejércitos: los fascistas croatas (ustasha), los monárquicos serbios (chetniks), los italianos y los alemanes. Voluntad de resistir. Las masacres se sucedieron entre la población campesina que apoyó masivamente la causa partisana. Hasta 1991 el topónimo oficial del pueblo fue precisamente ese: Dreznica de los partisanos. Y lo siguen defendiendo con orgullo.

También hacemos excavaciones en los monumentos. En este, situado cerca de Ogulin, se conmemora un enfrentamiento con fuerzas chetniks. Hemos recuperado en el entorno los fragmentos del texto de la primera placa de mármol que se colocó en el lugar hace décadas.

Una de las cosas que estamos haciendo en nuestro proyecto es registrar los monumentos erigidos durante el régimen comunista en conmemoración de los hechos bélicos protagonizados por los partisanos. En los textos conservados en las placas se pasa del genérico terror fascista a indicar en ocasiones el enemigo allí batido: chetniks, ustashas, italianos o alemanes. Proliferan sobre todo en carreteras principales, lugares propicios para emboscadas y golpes de mano. Lógicamente, la guerrilla evita siempre la lucha en campo abierto. Su gran aliado: el bosque. La Arqueología del Paisaje nos permite reconstruir la genealogía de los espacios liberados. En un primer momento, la resistencia se organizó en los pequeños pueblos rurales. Desde el inicio de la insurrección, los encargados de echar a andar todo el entramado partisano fueron veteranos de la guerra de España, pertenecientes en su día a las Brigadas Internacionales (de esto hablaremos en posts venideros). El primer hospital se habilitó en la casa de un notario en la aldea de Sekulic. Duró poco. Los ustasha enviaron una expedición de castigo y liquidaron a 28 civiles, hombres, mujeres y ancianos. Los heridos fueron asesinados y solo unos pocos pudieron escapar a una cueva cercana.

Ruinas del hospital partisano en la aldea de Sekulic, quemado por los ustasha. Así permanece desde entonces.

En esta primera etapa de la resistencia los partisanos contaron con una base en los montes de Krakar. Podemos definirla como una etapa paleolítica. Los afloramientos rocosos típicos de este paisaje kárstico, las dolinas, sirvieron de abrigo natural para los combatientes. La masa boscosa, las cuevas y la piedra maciza eran un buen contrapeso para los ataques de la artillería italiana en esa época. En 1942 se organizó el hospital nº 7 en los montes Javornica en los alrededores de Dreznica, constantemente hostigado por el enemigo. La zona central del sitio fue monumentalizada a comienzos de la década de 1960 a iniciativa, en gran parte, de enfermeras y comisarias políticas que trabajaron allí veinte años antes.

El conjunto monumental que conmemora el hospital nº 7 es obra de Zdenko Kolazio y fue inaugurado en 1981. Cada uno de estos hitos de cemento marca un área de actividad del antiguo campamento. En la imagen, el puesto de ambulancia.

Uno de nuestros objetivos es llevar a cabo una prospección intensiva de este paraje de Gorski Kotar que nos permita ir más allá de las fuentes escritas y reconstruir arqueológicamente todo el sistema defensivo y asistencial partisano. Para ello contamos con la colaboración de la comunidad local. Dragan, joven cazador, se ofreció a llevarnos a una cueva oculta que se utilizó para evacuar a los enfermos durante los episodios de mayor peligro. Como decía el poeta del Caurel Uxío Novoneyra, aquí se siente lo poco que es un hombre. Llueve en el bosque. Nubes de mosquitos al acecho. Arces y abetos monumentales, raíces que descansan como dinosaurios fosilizados. Objetos de higiene y bolsas de comida desparramadas aquí y allá nos remiten al paso reciente de refugiados, de camino hacia el norte. La hojarasca nos recuerda aquella novela menor de Gabriel García Márquez, pero en la que aparece ya reflejado el realismo mágico de Macondo. Dragan avanza decidido sorteando el lapiaz y las dolinas que se suceden en bucle. Llegamos a la entrada, idéntica a la de la cueva de Altamira, por poner un ejemplo, pero sin puerta. Entonces experimentamos aquello que se cuenta del descubrimiento de la tumba de Tutankhamon, cuando Carnarvon le pregunta a Carter: ¿qué ves?, y éste le contesta Cosas maravillosas.

¿Qué ves?... Cosas maravillosas. (Foto de Sanja Horvatincic).

Volvemos al día siguiente pertrechados cual espeleólogos domingueros. Conseguimos bajar al interior. Todavía se conservan los pilotes de madera y las vigas que servían para habilitar plataformas horizontales (probablemente a dos alturas) en donde descansaban los heridos. Esta cueva se ubica  a poca distancia, en línea recta (pero con una gran pendiente) del lugar en donde se emplazaba la botica y la cabaña en donde se atendía a los enfermos de tifus. Podemos imaginarnos las condiciones que tuvieron que soportar los heridos, tanto durante la evacuación como durante su estancia en la cueva.

Acceso a la cueva. Vista desde el interior. (Fotografía de Carlos Otero).

El papel de las mujeres partisanas fue crucial en estas labores de mantenimiento. Muchas de ellas hacían kilómetros y kilómetros con cántaros de agua en la cabeza para hacerla llegar al hospital. Hay que tener en cuenta que el tifus era la enfermedad más temida, debida a la ausencia de agua potable. A su vez, el papel de las enfermeras fue heroico, coordinadas por el famoso médico judío Otto Kraus. Sobrevivir en el hospital nº 7 dependía de la solidaridad, la camaradería, pero también de la cultura material, como veremos a continuación. Entre las dolinas, los arces y la hojarasca, bajo tierra, se forjó la resistencia. Aquí, en el bosque, nació un país nuevo... que ya no existe. El viento de la Historia se llevó (¿para siempre?) sus hojas caducas.
Interior de la cueva. Vista parcial. (Foto de Carlos Otero).









domingo, 9 de septiembre de 2018

La caza

Stand improvisado con los materiales arqueológicos de El Campillo. Visita guiada de ayer.

La pareja de jóvenes guardias civiles, tras una breve inspección visual de las trincheras de El Campillo, se acerca a nosotros y nos solicita el permiso oficial de la intervención. Al dárselo, el cabo exclama, un tanto contrariado: ¡ay va, cuatro páginas! Parece que se acumula el trabajo. Serán cosas del síndrome postvacacional. Llevamos cinco días imaginándonos la vida cotidiana de los soldados que aquí estuvieron en la guerra civil, hemos recogido munición diversa, pero estos dos agentes de la Benemérita son los primeros hombres de carne y hueso que vemos armados por estos parajes. Evidentemente no han sido los únicos en las últimas décadas. La visita guiada de ayer fue una buena ocasión también para poner orden en el registro arqueológico documentado. En esta actividad de socialización enseñamos, pero también aprendemos, claro. Entre los asistentes, un amante de la caza nos señala un detalle interesante. Entre la munición moderna que adscribimos al campo de tiro, este hombre nos indica que los casquillos finos de mediano tamaño son, sin duda, una evidencia material de la actividad de cazadores furtivos. A ellos se unen los restos de cartuchos para escopeta de postas de la casa ORBEA. Fauna humana y salvaje hay bastante por aquí. A cada poco, en la excavación, vemos correr a conejos azorados por la presencia de topos humanos, esto es, arqueólogos.
 
Cartel promocional de La caza (1966).
 
La caza es una película estrenada en 1966 y que logró el Oso de Plata en el Festival de Berlín ese mismo año. Dirigida por Carlos Saura y producida por Elías Querejeta, fue grabada en parajes parecidos a estos de Rivas, solo que ubicados en Seseña y Aranjuez. El film recrea una jornada de caza en la que participan tres amigos, ex combatientes de la guerra civil que lucharon juntos en ese mismo espacio treinta años antes. Es curioso cómo gran parte de los escenarios de batallas emblemáticas como Brunete o Jarama se encuentran todavía hoy en propiedades de latifundistas que prohiben el acceso a las parcelas, muchas de ellas convertidas en cotos de caza. Los protagonistas de la peli se entregan a la caza de los conejos. Jaulas y madrigueras son un símbolo de la asfixia de la postguerra. El mundo subterráneo de las trincheras se asemeja a las madrigueras. Los arqueólogos también tenemos las nuestras.
 
Nuestra compañera Carlota excava una madriguera arqueológica (horno con chimenea excavado en la roca).
 
Algunos lances son una crítica despiadada al silencio decretado por la dictadura en torno a los vencidos en la guerra. En una escena, uno de los amigos desvela un secreto a otro. Lo introduce en una pequeña gruta (como las que podemos ver hoy en día en estos cantiles del Campillo) y le enseña el cadáver insepulto de un soldado de la guerra civil. ¿Por qué no lo entierras como Dios manda? clama el colega. Cincuenta años después el gobierno de este país sigue pasando de los despojos humanos en trincheras y cunetas. Entre los viejos olivos del valle del Jarama descansan en fosas anónimas los brigadistas internacionales que aquí cayeron.
 
Fotograma de La Caza: esqueleto de soldado de la guerra civil en una gruta.
 
La jornada de caza acaba de manera dramática. Los tres amigos se acaban matando a tiros. Uno de ellos ya lo había vaticinado en un diálogo estremecedor al comienzo de la película: La mejor caza es la caza del hombre.
Lo que parecía un refugio en la posición republicana del Campillo se está descubriendo como algo más monumental. Nos encontramos ante un auténtico nido de ametralladora. En el hormigón de la plataforma elevada se conservan las improntas para calzar las ruedas de, probablemente, una Maxim.
 
Los podomorfos de ametralladora, en el momento de su descubrimiento.
 
Los dos agujeros recuerdan sobremanera a un tipo de grabados rupestres prehistóricos, denominados podomorfos, porque tienen forma de pie humano. En Galicia, investigaciones recientes datan estos motivos en la Edad del Hierro y los vinculan a rituales célticos de soberanía por parte de las élites locales. Estos podomorfos suelen grabarse en hitos rocosos del paisaje, con una amplia visibilidad sobre el entorno. Si obviamos el pinar y la fábrica actuales, en 1937 el servidor de ametralladora republicano tenía una espléndida vista de gran parte del escenario de la batalla: el valle del Jarama se encontraba a sus pies. Aquellos reyezuelos célticos, como los jefes tribales africanos o los reyes taumaturgos medievales (tan bien estudiados por Marc Bloch en Francia) eran quienes de garantizar la supervivencia de la comunidad, la fertilidad de los campos y la riqueza de sus reinos, a través de su presencia, de sus sentidos. En gran medida, el que maneja una ametralladora en un conflicto contemporáneo, desde una posición privilegiada como esta, actúa de manera parecida. Es dueño del destino de esos hombres, que como conejos, avanzan en campo abierto, a menudo entre fuego cruzado. En su mano está la vida y la muerte. No suele haber piedad con estos hombres-máquina cuando son apresados. Responsables de auténticas carnicerías, son ejecutados en el acto.
 
Proceso de excavación: la plataforma elevada definida en planta. Todavía queda 1 m hasta el suelo.
 
Contamos con abundante documentación referida a soldados de los dos ejércitos que se pasan al otro lado en el sector vinculado al espolón de Vaciamadrid y en Coberteras. Las declaraciones tomadas a estos tránsfugas son muy interesantes para conocer (con las debidas cautelas) la realidad que se vivía en las trincheras. Traemos aquí el caso de un joven de Portugalete (Bizkaia), de 19 años de edad, llamado Santiago Revuelta. Cenetista, se alista en la 9ª Bandera del Tercio para intentar librarse de la represión. El 8 de marzo de 1938, a las 21:30 se pasa a las filas republicanas. El agente de Información que lo entrevista recoge las vicisitudes de su huida, en el apartado FORMA DE LA EVASIÓN:

Poniéndose de acuerdo con otro compañero para pasarse a nuestras filas fueron descubiertos, siendo muerto uno de ellos y subiendo el alférez a la chabola donde se encontraba el declarante. Fue sacado en camisa, diciéndole que fuese a hablar con su compañero que estaba atado en la alambrada, siendo agredido con tres bombas "Laffite" y ráfagas de ametralladora, consiguiendo a pesar de estar herido llegar a nuestras líneas, encontrándose hospitalizado.

Detrás de los casquillos, los restos de granadas de mano o de mortero, se encuentra siempre la caza del hombre. Y esto no se cuenta en paneles a pie de fortín, centros de interpretación, maquetas ni unidades didácticas. Se prefiere el eufemismo de guerra entre hermanos. Hermanos que mataban a otros como conejos.
 
Fotograma de La caza.

Fuente documental: Archivo General Militar de Ávila. II Cuerpo Ejército. 18.ª División. Estado Mayor. Legajo 1086. Carpeta 3.


viernes, 7 de septiembre de 2018

El Jarama

El paisaje de cantiles en el que se talló la posición republicana de El Campillo.

El Jarama es considerada una de las mejores novelas españolas del siglo XX. Publicada en 1955 es un buen exponente del realismo social imperante en la literatura de postguerra. Su autor, Rafael Sánchez Ferlosio, siempre ha hecho gala de un encendido sentido del humor, como lo demuestra la nota que incluyó en la sexta edición. La novela comienza con una bella descripción del río Jarama. Cansado de que muchos lectores señalasen ese párrafo como lo mejor de su obra, el autor tuvo que aclarar lo evidente: ese texto no era de él sino una cita literal extraída de una descripción geográfica de la provincia de Madrid publicada por Casiano de Prado en 1864.
El Jarama nos cuenta lo que les ocurre a once excursionistas que deciden pasar una jornada calurosa de domingo estival en una arboleda a orillas del río. Aquel paisaje de la década de 1950 mantenía incólumes las cicatrices de la guerra, algo que se comprueba fácilmente al consultar las fotografías aéreas del vuelo americano. Aunque estamos relativamente lejos del río, el Campillo nos recuerda la novela de Ferlosio. Un pinar con mesas de madera sirve de parada y posta a excursionistas, ciclistas, adolescentes de botellón y arqueólogos. Nos podemos imaginar las típicas comidas campestres de domingo en este tercer milenio. Los mayores somos un rollo, y podemos reconstruir el itinerario de esos niños y niñas, cercanos a la pubertad, que se escapan en la sobremesa. Como nos indica un guardia del Parque del Sureste, a la chavalada le gusta mucho esconderse en los abrigos rocosos y en el observatorio tallado en el yeso. Al recorrer a pie los restos de las trincheras que jalonan el pie del farallón, uno se encuentra con un serpenteante rastro de bolsas de chetos, doritos, fantas y kases, canicas y ornamentos neohippies, que se mezclan con casquillos percutidos o balas deformadas por el impacto directo en la roca.


La novela de Ferlosio forma parte de una tradición literaria en la que los ríos pasan de ser marcos espaciales del relato a convertirse en protagonistas. Estas trincheras no importaron nada a nadie (o casi) durante décadas. Los adolescentes ignoran que aquí hubo una guerra. Una periodista de televisión se acercó ayer a nuestra excavación para cubrir una noticia de hallazgos romanos en Rivas Vaciamadrid. Cuando le decimos que lo que hay aquí son trincheras, nos pregunta, con un fino olfato periodístico: pero trincheras ¿de qué? El Jarama es, también, el Río del Olvido, parafraseando otra novela maravillosa, en este caso del escritor leonés Julio Llamazares. Para recuperar la memoria de estos espacios estamos aquí, gracias a la llamada del ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid, empeñado en que el paisaje hable.

Este tipo de abrigos ya fueron ocupados episódicamente durante la Prehistoria.

Casiano de Prado, el prologuista elegido por Ferlosio para su novela, fue un ilustrado gallego, liberal, que tuvo problemas con la Inquisición por leer libros prohibidos. Tras su paso por la cárcel de Santiago de Compostela, acabó de ingeniero de minas y culminó su vida profesional con el mapa geológico de la provincia de Madrid (1864). Él fue nuestro particular Boucher de Perthes y se convirtió en un pionero romántico de la paleontología y la prehistoria en España. Buscó en las graveras del Cuaternario la presencia del hombre fósil y se empeñó en reconstruir el paleoambiente, en ver cómo era ese paisaje en épocas remotas. En gran medida somos herederos de aquel brillante geólogo. Nosotros también nos empeñamos en recuperar el paisaje bélico tal como era en 1937. Entre cantiles, yesos, arcillas, margas y dolomías. Y no es tarea fácil. Desde entonces todo ha cambiado. La extracción de áridos generó una laguna artificial. Las fábricas, los basureros incontrolados, un campo de tiro de la Guardia Civil, el desarrollo al fin y al cabo, modificó de pleno los escenarios de la batalla.

Munición relacionada con el campo de tiro.

Un arduo trabajo de fotointerpretación y de prospección nos sirve para alcanzar ese objetivo. Como en una sucesión de estratos miocénicos, en el Campillo hay diferentes capas de memoria que se entrecruzan. En Rivas Vaciamadrid se grabó un capítulo de El Ministerio del Tiempo, ambientado en la batalla de Teruel. Como sus protagonistas, tenemos una misión: viajar en el tiempo a través del paisaje.

Podría ser una excavación de un yacimiento paleolítico, pero no lo es.

miércoles, 11 de julio de 2018

Recuento de bombas

En nuestras dos campañas en la zona del Clínico en la Ciudad Universitaria de Madrid hemos encontrado numerosos artefactos explosivos sin detonar. El último ha sido esta mañana: una granada de mortero Valero de 50 mm en el fondo de un refugio antibombardeo. Es la tercera que aparece en un metro cuadrado. Llamamos a la Policía y el TEDAX se ha llevado ya el proyectil, que en estos momentos no debe de existir. Es un ejemplar interesante, porque va armado con una espoleta Valls, que es un modelo tardío, no anterior a 1938.


Aquí hemos ido dando cuenta de los diversos hallazgos de granadas, pero es difícil hacerse una idea de cuántas hemos encontrado. Por eso hemos diseñado el cuadro sinóptico que ilustra la cabecera de esta entrada. Porque es cierto que a veces una imagen vale más que mil palabras. En el cuadro se representan los elementos explosivos (granadas de artillería, de mortero y de mano) que han ido aparecienddo completas o casi completas en nuestras prospecciones y excavaciones en el Clínico. La gran mayoría las hemos documentado en un espacio de menos de 1.000 metros cuadrados (incluida la excavación y la prospección). Y estamos hablando de materiales que no detonaron o lo hicieron de forma defectuosa. La ilustración superior representa una fracción mínima de los explosivos que unos y otros lanzaron sobre el sector durante dos años y medio de guerra.

La imagen también nos ayuda a visualizar el tipo de combate que se desarrolló en esta zona de la Universitaria: una guerra de trincheras muy semejante a la de la Primera Guerra Mundial, con las granadas y morteros como protagonistas. 

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A. Granadas Laffite; B. Granada de tonelete.
1. Granada de mortero Brandt de 81 mm de gran capacidad ("revientatrincheras").
2. Granadas de mortero Brandt de 81 mm.
3. Granadas de mortero Valero de 81 mm.
4. Granada de Minenwerfer (mortero de trinchera) de 77 mm.
5. Granada de mortero de espiga.
6. Granadas de mortero Valero de 50 mm.
7. Granadas de artillería alemanas de 77 mm.

miércoles, 4 de julio de 2018

CSI Repil (VIII): La huida


 
 
Archivo municipal de Galdakao (Archivo de la Diputación Foral de Bizkaia).
Durante las labores de vaciado documental que estamos haciendo en el marco del proyecto dirigido por nuestro compañero Xabier Herrero, sobre los refugios antiaéreos del Gran Bilbao, nos encontramos con un interesante documento de 1939 referido a la corporación municipal franquista de Galdakao. Ante la solicitud cursada por el alcalde a las autoridades militares, para que los concejales fuesen armados con pistola, la empresa Unceta y compañía, rauda y veloz, envió al ayuntamiento publicidad sobre su producto estrella: la pistola ASTRA con sus variantes (pistola carabina y demás). Estas pistolas del 9 largo (de esta marca y otras) son una suerte de fósil director arqueológico tanto de la guerrilla antifranquista como de la Guardia Civil encargada de acabar con ella. En la publicidad del modelo 400, cal. 9 mm largo, todavía se hacía referencia a su uso reglamentario por el ejército, carabineros y escolta presidencial, cuando ya Franco había acabado con los carabineros y con la República.


 
Los guerrilleros del noroeste ibérico, a la altura de 1949, iban mal armados. Contaban con pistolas, mosquetones y naranjeros (subfusiles republicanos de la guerra  del calibre 9 mm largo) procedentes o bien de su etapa en el Ejército republicano del norte, o bien de requisas a somatenes y falangistas o bien de combates con la Guardia Civil. La Benemérita adoptó la pistola semiautomática Star Modelo 1922 calibre 9 mm largo (fabricada por la casa Bonifacio Echeverría) como arma reglamentaria del cuerpo en 1922. En 1943 las unidades que luchaban contra la guerrilla comenzaron a usar una variante con un dispositivo moderador de fuego en ráfaga (modelo AD). A su vez, los guardias empleaban como arma reglamentaria el mosquetón Máuser español, modelo 1916, del calibre 7 x 57 mm o el Máuser 98 Mod. Coruña 1943 en calibre 7,92 x 57 mm.

Casquillos y proyectil de pistola del 9 largo vinculados a la huida de Segura.
 
Conociendo este contexto armamentístico, si encontramos en campo, en un escenario de combate de los años 40, casquillos percutidos del 9 largo, lo más seguro es que seamos incapaces de dilucidar quién disparó, si guerrilleros o guardias civiles. En Repil hemos localizado vainas percutidas de ese calibre. Lo que podrían ser hallazgos aislados, comienzan a tener sentido si abordamos un estudio integral de la escena del crimen que combine fuentes orales, documentales y arqueológicas. Así pues, no solo podemos intentar reconstruir el asedio a la vivienda de los Amaro, sino también detectar indicios de la huida de un guerrillero que logró escapar, eso sí, herido: Fermín Lada Segura.

Fermín Lada Segura, fotografía de la derecha.
 
Ante el fuego enemigo que acabó con la vida de sus tres compañeros en la Porta da Horta, Fermín reculó, entró precipitadamente en la cocina y dedicó unas últimas palabras a la señora Teresa, instándola a que cuando entrasen los guardias ellas jurase y perjurase que los había acogido obligada. Acto seguido salió por la puerta principal disparando frenéticamente su naranjero y se dirigió hacia la casa vecina. Como ya comentamos con anterioridad, la Guardia Civil tenía establecidas dos líneas de defensa, una más atrasada en el muro de cierre de la casa da Adela y otra en un muro de separación de fincas entre ésta y la casa de los Amaro. Los sitiadores habían ocupado con morteros el pequeño otero en donde se ubican unas canteras, el punto más alto desde el que batir la casa de los guerrilleros. Fermín se encontró con una lluvia de balas procedente del punto exacto en donde encontramos, gracias al gradiómetro, una reseñable concentración de casquillos de pistola, (prácticamente calcinados por el último incendio de octubre de 2017.) Un guardia civil vació un cargador completo, al menos. Uno de estos disparos impactó en la mandíbula del guerrillero, hiriéndolo de gravedad. Cerca de este punto,  Fermín  decidió desviarse e intentar alcanzar el camino hacia Cereixa, en dirección Norte. Es allí precisamente en donde encontramos un proyectil entero de pistola y otro casquillo. Fermín corrió ensangrentado unos 3 km hasta llegar a Cereixa, en donde fue acogido en la casa rectoral por el cura párroco don Plácido.

Distribución de los materiales bélicos registrados.
 
Los marcajes que hemos podido identificar en los casquillos de pistola del 9 largo y en la guía de peine de Mauser no dejan lugar a dudas: coetáneos y coherentes con la cronología de los hechos, ya que fueron fabricados en la Pirotécnica de Sevilla en 1944 y 1948.

Marcaje de uno de los casquillos: Pirotécnica de Sevilla, año 1948.
 
A pesar de la repoblación forestal, de los incendios, de la erosión provocada por las lluvias torrenciales, de las obras en las cunetas de la carretera, de la apertura de pistas y de la reocupación de la casa en las décadas de 1940 y 1950 hemos podido acceder a la materialidad de los combates del 20 de abril de 1949. Este modesto y humilde ejemplo de Repil muestra la potencialidad de la arqueología del pasado contemporáneo como herramienta útil para ilustrar y comprender mejor episodios dramáticos de nuestra historia reciente.

Resultados del gradiómetro en la zona de huida de Segura. El círculo verde señala la zona de contaminación metálica, en la que se localizó el primero de los casquillos.


 

jueves, 28 de junio de 2018

CSI Repil (VII): El asedio

Áreas intervenidas y metodologías empleadas.
 
Al mediodía del 20 de abril de 1949 efectivos de la Guardia Civil procedentes de Ponferrada y de Monforte de Lemos, con más de una docena de oficiales acompañados del correspondiente número de subalternos, llegaron en jeeps y autobuses, rodearon las dos casas e incluso movilizaron morteros emplazados en vagones sobre la vía del tren. En la vecina casa de O Pericallo se encontraban Rocesvinto, su novia María Luisa Centeno y los dueños de la vivienda, dos hermanos, enlaces de la guerrilla (Ramón y María López Casanova), mientras que en la casa de Repil se hallaban reunidos Guillermo Morán, O Porreto, O Guardiña, Saúl Mayo y Segura.
 
Áreas intervenidas y metodologías empleadas, sobre el vuelo americano de 1956.
 
La estrategia de la Guardia Civil consistió en atacar primero la vivienda en que se hallaba Rocesvinto para obligar a los compañeros de la otra casa a acudir en su ayuda. Al iniciarse el tiroteo y la quema de la casa de O Pericallo (se emplearon morteros, gasolina y bombas de mano), los guerrilleros acogidos por la señora Teresa en Repil se encontraban en el salón comedor, la mejor estancia de la vivienda, con las paredes encaladas y dos ventanas que hacían de este espacio el más luminoso de la casa. Al escuchar el estruendo, uno de los maquis se asomó a la ventana que da al patio. En nuestras excavaciones hemos registrado fragmentos de cristal de este vano. La tradición oral preservada en la familia Amaro, así como testimonios de otros guerrilleros, señalan que los hombres de la II Agrupación salieron por la Porta da Horta con la intención de cruzar la carretera, parapetarse y atacar a los guardias por la retaguardia. Lo que desconocían era el alcance del asedio de la Guardia Civil, que había dispuesto tres líneas, la más retrasada con ametralladoras en el muro que delimita la era de la casa vecina da Adela, la intermedia  en el vallado que separa las propiedades de las dos viviendas y una avanzadilla en las inmediaciones de la zona en la que se ubica el actual pozo.
 
Líneas de ataque del asedio de la Guardia Civil.
 
1. Ventana del comedor. 2. Porta da Horta. 3.Puerta por donde huyó Segura. 4. Avanzadilla de la Guardia Civil.
 

Nuestra estrategia de trabajo combinó distintas metodologías. Procedimos a la excavación en área de la entrada a la Porta da Horta, a la prospección intensiva con detector de metales de toda la huerta y a la prospección con gradiómetro de una amplia zona entre casa, tomando como referencia el muro intermedio y un altozano desde el que se batía fácilmente la vivienda de los Amaro y que creíamos jugó un papel fundamental en el sitio y los combates. La combinación de las diferentes metodologías citadas nos ha permitido reconstruir lo que ocurrió el 20 de abril de 1949 así como contrastar la fiabilidad de las diferentes fuentes disponibles: la versión oficial de la Guardia Civil, la tradición oral y el propio testimonio de guerrilleros que no estuvieron en el lugar de los hechos.
 
Materiales bélicos documentados, georreferenciados sobre el vuelo americano.
 
Materiales bélicos documentados sobre fotografía aérea actual. El rastro de los casquillos se corresponde con el camino hacia Cereixa, ruta elegida por el herido Segura para escapar del asedio. 
 
Una avanzadilla de las fuerzas represoras consiguió acceder a los aledaños de la huerta de la casa de los Amaro. Aquí documentamos un casquillo de fusil Mauser, una guía de peine y un casquillo de una trazadora de fusil ametrallador. Estas son evidencias materiales de los disparos  efectuados desde aquí en dirección a la Porta da Horta. De acuerdo con la tradición oral, como dijimos, por aquí salieron los guerrilleros para intentar socorrer a su jefe, sitiado en la vecina casa de O Pericallo. En este punto (Porta da Horta) fueron abatidos tres de los guerrilleros (Morán, O Porreto y O Guardiña) que no tuvieron ninguna opción para defenderse. En esta zona recogimos, prácticamente juntos, dos casquillos de pistola del nueve largo, correspondientes al arma reglamentaria de la Guardia Civil. Creemos que se corresponden con el tiro de gracia, lo que evidenciaría una práctica común en la lucha contra la guerrilla dese la Ley de Bandidaje y Terrorismo de 1947: la aplicación de la Ley de Fugas, las ejecuciones extrajudiciales y el asesinato de heridos.
 
Materiales localizados en la zona desde la que la Guardia Civil disparó en dirección a la Porta da Horta.
 
Los dos casquillos de pistola del 9 largo documentados en el exterior mismo de la Porta da Horta.