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sábado, 1 de mayo de 2021

La estructura nº 1

Fotointerpretación del poblado central (según Luis A. Ruiz).

Mediante la utilización de las herramientas propias de la teledetección, la arqueología está descubriendo poblados y recintos monumentales bajo el manto impenetrable de las frondosas selvas de Centroamérica. Lo mismo ocurre con el Valle de los Caídos. A través de la investigación archivística y de la fotointerpretación, nuestro compañero Luis Antonio ha ido identificando las diferentes estructuras que conforman la primera zona de trabajo de nuestro proyecto: el campamento de la empresa Román, en donde hoy en día se dispone el poblado de los trabajadores de Patrimonio Nacional. Con esta información previa llegamos al Valle. El primer día llevamos a cabo una prospección extensiva de toda la zona para identificar en campo chabolas, basureros y áreas de actividad. Esta inspección visual nos permitió seleccionar una serie de estructuras de carácter habitacional, presumiblemente ocupadas en su día por los obreros y presos y sus familiares. Al mismo tiempo, peinamos con el detector de metales todo el entorno. Comenzaba nuestro viaje en el tiempo, una exploración que nos metía de lleno en la década de 1940.

La estructura 1 antes de su excavación. Vista hacia el N.

Parte del equipo arqueológico llegamos directamente de Galicia, en donde estuvimos excavando una casa campesina ocupada por la guerrilla antifranquista entre 1947 y 1949. Nuestra compañera Cristina está estudiando esta arquitectura doméstica rural y los cambios que conllevó la llegada de la Modernidad. Lo que nos muestra la arqueología es que este proceso no es lineal, sino que presenta rupturas y continuidades. En 1939 España había retrocedido décadas, si tenemos en cuenta los indicadores de desarrollo económico. En la inmediata posguerra, la construcción del Valle o de los primeros embalses se hicieron con técnicas premodernas, ante la escasez de materia prima, de bienes de equipo, de gasolina y de suministros. Pero se hicieron -con un gran coste humano. 

Proceso de excavación de la estructura 1. (Foto de Álvaro Minguito).

Por eso nos impresionan las estructuras rupestres del Valle, como la estructura nº 1 que hemos excavado esta semana. Es una construcción rectangular asentada directamente en el sustrato granítico y que aprovecha el roquedo como pared natural para protegerse del viento gélido del norte. Desde un punto de vista formal nos recuerda a una cabaña de la Edad del Hierro o a un eremitorio altomedieval. Pero no, estamos hablando de los años 40. En realidad, es muy parecida a otras construcciones que hemos exhumado en otros contextos similares, como en el destacamento penal de Bustarviejo en la sierra norte de Madrid. Allí también los familiares construyeron chabolas para estar cerca de sus seres queridos.

Dispersión de materiales en la cota superior del depósito.

De la estructura 1 se conserva apenas una hilada del paramento, levantado con grandes bloques de granito local. El interior estaba cubierto de maleza y de raíces secas. Una vez retirada la capa vegetal documentamos un gran depósito de tierra negra, de naturaleza muy orgánica y con evidentes restos de combustión. Esta gran mancha ocupa la mitad meridional de la estancia y continúa siguiendo la línea de la pendiente.

Depósito UE1001 definido en planta. Vista hacia el S.

Se dispone en algunas zonas directamente sobre la roca y en otras sobre un pavimento de saprolita, es decir, granito meteorizado empleado para elaborar un pavimento. Este tipo de suelos tienen una larga tradición. Los encontramos en yacimientos prehistóricos pero también en contextos rurales de la primera mitad del siglo XX.

Selección de materiales del depósito UE1001.

Este depósito (UE1001) contenía cientos de objetos de la inmediata posguerra. Creemos que esta estructura fue reutilizada como basurero por la familia que habitaba una cabaña ubicada al lado. Este totum revolutum nos recuerda a aquellos sobres-sorpresa que comprábamos de niños a comienzos de los años 80. A pesar de la variedad de objetos y fragmentos, podemos rastrear la presencia de un hombre adulto, que podría ser vigilante del campo: recogimos un cristal de gafas de sol, hebillas de uniforme, un botón con el águila franquista, una funda de puñal, una bala de Mauser y un casquillo no percutido con la pólvora dentro. Esta munición se corresponde con los fusiles rusos Mosin-Nagant capturados al Ejército Popular y que fueron transferidos a la Guardia Civil en la posguerra. La disciplina militar conllevaba prácticas de higiene y de cuidado de la indumentaria, como demuestra la aparición de un frasco de Búfalo empleado para dar lustre a las botas. Asimismo, las labores burocráticas propias del personal del campo se reflejan en la documentación de lápices, portaminas y tinteros.

Botón de uniforme militar y casquillo de Mosin Nagant. (Foto de Álvaro Minguito).

Este señor era el padre de, al menos, una niña. Hemos recuperado una suela de zapato, elaborada en un taller riojano, de la marca Zarina. Desde luego, esta familia compartía la dureza de las condiciones de vida en el Valle, pero tenía acceso a buenos suministros. Nos aparecen restos de medicamentos y evidencias de prácticas de consumo en donde no faltan las gaseosas, las bebidas alcohólicas y las paellas, de las que quedaron cientos de chirlas esparcidas por el depósito. Entre los materiales metálicos cabe destacar la presencia de clavos, vientos y objetos vinculados con la actividad del hogar, todos ellos realizados por procedimientos de herrería tradicional, posiblemente en una forja que existía en el Valle.

Suela de zapato infantil.

Los arqueólogos y las arqueólogas soñamos con la basura, somos así. Un vertedero es un contexto fantástico para nuestra investigación. Muros georreferencia con la estación total la ubicación de cada objeto para elaborar planos de dispersión. Candela, ya en laboratorio, sistematiza y cataloga cada uno de los restos. Cada cosa tiene una historia detrás. La tierra también: por eso recogimos muestras de carbón para llevar a cabo estudios antracológicos, así como muestras edafológicas para análisis geoquímicos.

Georreferenciación de piezas. (Foto de Álvaro Minguito).

La arqueología de campo es un proceso de construcción del conocimiento en el que cada día nos obliga a plantear nuevas hipótesis, a desechar unas y plantear otras. Creíamos estar delante de una chabola y nos encontramos finalmente ante un basurero vinculado al día a día de un vigilante del campo y de su familia. De ahí la importancia de una documentación rigurosa, completa y objetiva. Nuestro trabajo consiste en documentar estos vestigios materiales tal y como los encontramos, para recuperar la huella de todos y todas los que vivieron en el Valle de los Caídos, una huella que en muchos casos no se conserva ni en la memoria oral ni en la documentación existente.

Manilla para dar cuerda a un reloj. Seguimos viajando en el tiempo (Foto de Álvaro Minguito).






 




martes, 31 de marzo de 2020

La casa de papel (y II)


Cuando los arqueólogos del futuro excaven los escondrijos generados por las gentes que vivieron y murieron por la pandemia del Covid-19 quizás tengan la suerte de documentar los cilindros de cartón que sostienen los rollos de papel higiénico. Lógicamente eso dependerá de las condiciones edafológicas y ambientales de los yacimientos. Eso es lo que ha ocurrido con los plafones de cartón del hospital de campaña de Capdella. Tras su abandono, se preservaron de forma milagrosa por la cubierta vegetal que se fue generando desde entonces. La limpieza biótica llevada a cabo hace un par de años, paradójicamente, ha conllevado el deterioro en tiempo récord de la estructura. Queda muy poco tiempo para evitar lo inevitable. Todo un reto para los expertos en Restauración de Bienes Culturales: preservar un edifico único en el mundo, una casa de cartón que nos habla del mundo que fue.


La empresa Christoph and Unmack se adaptó perfectamente a lo que tocaba en cada momento. Durante la Iª Guerra Mundial se forraron con el negocio de las barracas, pabellones transportables y casas prefabricadas. Como señala Sígrid Remacha, cuando llegó la hora de condenar el militarismo germánico, desapareció de la publicidad el concepto de barracón y se sustituyó por el de pabellón. Así mismo se cancelaron los contratos con los militares y la producción se centró en el ámbito civil durante la República de Weimar y los locos años 20. Las exportaciones para las colonias africanas y asiáticas de las potencias europeas tampoco eran moco de pavo. En la época de las vanguardias contrataron trabajos a diseñadores y artistas de renombre como Ernst May, Konrad Wachsmann o Albin Müller. Este trabajo con materiales prefabricados inspiró la labor de arquitectos de la Bauhaus como Gropius con su packaged house system. Y en esto llegaron los nazis...y mandaron parar. Quema de libros, retirada de obras de arte degenerado de los museos y militarización de la vida cotidiana. Como buenos capitalistas, los dueños de la empresa apoyaron de manera entusiasta a Hitler. Desde 1933 la fabricación en masa de casernas volvió a convertirse en el objetivo prioritario. Los campos de concentración para confinar primero a los opositores políticos se convirtieron en una nueva oportunidad de negocio. Y una cosa llevó a otra.

Barracón en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau.

Nunca falta un roto para un descosido. Barracones para la Wehrmacht en su conquista del continente europeo. Barracones para los trabajadores forzados y, finalmente, barracones para los seres asociales y subhumanos en los campos de exterminio. Auschwitz como apoteosis de la arquitectura moderna, eficiente, rápida, barata. Minimización de costes. Maximización de beneficios. Tecnología alemana. La derrota de 1945 acabó con la producción de estos barracones. La desnazificación es lo que tiene. La empresa utilizó mano de obra esclava, judía, para construir los barracones en los que acabarían sus días cientos de miles de judíos. Tremenda cadena de valor, como le gusta decir a los gestores de empresas.
La experiencia de empresas alemanas como ésta influyó seguramente en la práctica profesional de los ingenieros españoles que diseñaron los primeros campos de concentración franquistas en 1937. Nuestro compañero Pedro Fermín Maguire ha estudiado la documentación oficial en la que aparecen los prototipos del denominado Barracón Galicia, que fue el modelo fabricado en masa y empleado por los sublevados prácticamente hasta la inmediata postguerra. Una versión fascista española del barracón nazi por excelencia.


Las ruinas de Capdella son un recurso didáctico de primer orden para hablar de todo eso, pero también del paternalismo empresarial de la burguesía de comienzos de siglo, preocupada por las bajas en la construcción cuando las prisas apremiaban. Las condiciones de trabajo de los obreros en esta zona del Prepirineo en 1911 eran brutales, como se muestra claramente en el centro de interpretación de la central de Capdella. Una visita más que aconsejable.

Referencia
Remacha Acebrón, Sígrid. 2017. L'hospital de cartó de Christoph and Unmack a la colònia de la central de Capdella.  La electrificación y el territorio. Historia y futuro. IV Simposio Internacional sobre Historia de la electrificación (8-9 de mayo de 2017).


lunes, 30 de marzo de 2020

La casa de papel (I)

Ruinas del hospital de cartón de la central de Capdella (1911).

Las calamidades, pandemias y guerras otorgan un protagonismo especial a una arquitectura concreta: la de los hospitales de campaña. La república socialista china intentó superar la nefasta gestión de los dos primeros meses de contagio (con censura incluida) con la construcción en 10 días en Wuhan de toda una escenografía arquitectónica, envidiada por las potencias occidentales. En el Reino de España, la propaganda de Estado no para estos días de recordarnos la eficacia del ejército al levantar todo un hospital de campaña en las instalaciones de IFEMA en Madrid. Un icono ya de la crisis del coronavirus por estos lares.

Hace justo un año el Observatori del Paisatge nos invitó a participar en unas jornadas sobre los significados y los valores de los paisajes hidráulicos. Esos días en Tremp (Lleida), gracias a las organizadoras del seminario, conocimos de primera mano el ingente patrimonio relacionado con la construcción a comienzos del siglo XX de los primeros embalses y centrales que suministraron energía a Barcelona, la ciudad de los prodigios. Gracias a la arquitecta Sígrid Remacha tuvimos acceso a un edificio único en el mundo, un hospital de campaña construido originalmente en... cartón. La investigación llevada a cabo por nuestra colega es una maravillosa historia para la Arqueología del Conflicto, por eso la compartimos hoy con todos vosotros.

Docker-Baracken en Austria durante la Iª Guerra Mundial (1916)

En 1911 la recién creada Empresa Eléctrica de Cataluña inicia la construcción de la Central de Capdella (Vall Fosca, Pallars Jussà, Lleida). Durante 23 meses, tres mil trabajadores acometieron la obra, en una veloz carrera para ser los primeros en suministrar luz y energía a Barcelona. Esta premura hizo que la mayor parte de edificios para dar servicio a esa población flotante contasen con materiales prefabricados. Esta arquitectura efímera encuentra su mejor ejemplo en el hospital de campaña construido por la empresa Christoph & Unmack. Esta casa alemana-danesa (1882) se hizo con la patente de un prototipo conocido como Docker-baracken, diseñado por Johann Gerhard Clemens Docker, ganador del concurso internacional de barracones promovido por la Cruz Roja en 1885. Con el inicio de la Iª Guerra Mundial se abrió un suculento mercado que fue aprovechado por la empresa para iniciar la producción en masa de casernas de madera y de cartón, y que se emplearon tanto en hospitales como en campos de prisioneros.
Aunque se carece de documentación, Sígrid Remacha ha demostrado que el hospital de Capdella ya estaba en uso en 1913. Sobre el cese de su actividad se sabe que en 1940 ya estaba cerrado, siendo usado como almacén por los vecinos.

Modelo de hospital de campaña de cartón, publicitado por Christoph & Unmack (1895). Interior de la sala de curas (en Remacha 2017)

Referencia
Remacha Acebrón, Sígrid. 2017. L'hospital de cartó de Christoph and Unmack a la colònia de la central de Capdella.  La electrificación y el territorio. Historia y futuro. IV Simposio Internacional sobre Historia de la electrificación (8-9 de mayo de 2017).

jueves, 23 de enero de 2020

Se abrirán las grandes alamedas

Paseo Central de la Alameda compostelana. El edifico blanco del fondo fue cuartel de Falange tras el golpe. Centro de tortura, hoy en día es una guardería.

En marzo de 2013, en el marco del festival Atlántica, diseñamos una visita guiada por la ciudad de Santiago de Compostela bajo el título Santiago y la Última Cruzada. En una tarde con nieve, algo inusual en la capital gallega, rescatamos del olvido lugares emblemáticos del golpe de Estado y episodios traumáticos de la violencia desatada por la represión franquista. En aquel entonces gobernaba la ciudad esa derecha recalcitrante que nada quería saber sobre la llamada memoria histórica. Con todo, la actividad fue un éxito de público.


Siete años después, el ascenso del fascismo en el Reino de España muestra ben a las claras la necesidad ineludible de luchar por la memoria en el espacio público de las ciudades. Por eso aplaudimos el proyecto expositivo desarrollado desde la Universidad de Santiago de Compostela por el equipo del catedrático de Historia Contemporánea Lourenzo Fernández Prieto. En los últimos años, este grupo de investigación ha centrado su interés en el estudio de las actitudes sociales en los espacios de reclusión, ejecución y enterramiento durante el golpe, la guerra civil y el franquismo en perspectiva comparada.

Todos los partidos políticos con representación en el Concello apoyaron la exposición, algo excepcional en otras latitudes, en donde prima el negacionismo neofascista.

En este contexto se debe enmarcar la exposición itinerante inaugurada hoy, bajo el título Deconstruír o franquismo, en el Paseo Central de la Alameda. La muestra se presenta en cinco etapas, desde la persistencia del franquismo a las ausencias de la memoria. El trayecto nos descubre la política conmemorativa de la dictadura, las amnesias que dibujan una auténtica cartografía del terror y las expropiaciones de significado de lugares y símbolos. La exposición también incluye reproducciones fotográficas de espacios y simbología franquista que perduran o que fueron olvidados por la ciudadanía de Santiago de Compostela y una cartografía interactiva que trae al espacio público los lugares de muerte y enterramiento en Galicia durante la guerra civil.

Una sociedad plural: la Compostela de la IIª República.



La Nueva España en Compostela. 

La exposición está abierta al público del 23 de enero al 6 de febrero de 2020. El 1 de febrero, a las 11 de la mañana, tendrá lugar una Ruta de interpretación del Franquismo en Santiago.
Más info en europeanmemories.net


miércoles, 25 de septiembre de 2019

Colección de referencia

Milan, nuestro historiador, atiende a las explicaciones de Perica.

Dreznica es una caja de sorpresas. Las prospecciones arqueológicas suelen hacerse en territorios rurales. Más raro es llevarlas a cabo en contextos urbanos, en donde prima la denominada Arqueología de Urgencia, centrada en controles y excavaciones de solares y edificios que van a ser demolidos, rehabilitados o construidos. Gracias a Perica, un vecino del pueblo, nuestra compañera Sanja ha descubierto un sitio alucinante, una cápsula del tiempo, un museo fosilizado desde la desaparición de Yugoslavia en 1991. En un cuarto de la actual clínica (edificio utilizado por los partisanos en su día) se conserva tal cual una suerte de centro de interpretación de la guerra de liberación de los pueblos

Emil excava entre papeles.

Un retrato del mariscal Tito preside la habitación. En unos paneles se registran los nombres y apellidos de los vecinos y vecinas asesinados por los fascistas. Varias fotografías en gran tamaño ilustran distintos episodios de la resistencia en la comarca. En armarios  y estantes se apilan carpetas con documentación del proceso de conversión de Dreznica en un parque temático de la memoria. Incluso una maqueta nos recuerda el sueño utópico de una nueva Dreznica que nunca se llevó a cabo. También se ubica en sitio preferente una caja-maleta de madera que funcionó de biblioteca popular móvil en la segunda mitad de la década de 1940.

Caja para transportar libros por las escuelas, segunda mitad de los años 40.

Este yacimiento arqueológico tiene un valor incalculable para abordar los ejes temáticos de nuestro proyecto: la materialidad de la guerra partisana y la construcción de la memoria de los vencedores en la postguerra. En cuanto al primer aspecto, nos encontramos, al pie de una estantería, una pila de objetos que fueron recogidos en el solar del hospital nº 7 en los años 1960 con vistas a la monumentalización del sitio. Este acopio de materiales, olvidado de todos, es para nosotros una auténtica colección de referencia. Objetos que encontramos en la cueva-hospital, tienen su gemelo en esta colección, lo que nos permite identificar procedencias y tipologías. Por ejemplo, contamos con un manómetro idéntico al de la cueva. El de la clínica fue fabricado en Milán. Así mismo, frascos de gran tamaño de color marrón presentan aquí la marca del Esercito Italiano.







En cuanto al segundo aspecto, hemos descubierto los planos originales y todo el anteproyecto de puesta en valor del complejo del hospital nº 7. Milan, el historiador, tiene mucho trabajo por delante para revisar toda la documentación histórica. Emil, el arquitecto, escaneará y estudiará planos, levantamientos topográficos y proyectos. Sanja ha visto cumplido un sueño: aquí tenemos el making off de todo un proyecto memorialístico de carácter monumental en la Yugoslavia socialista. Y para celebrarlo, el bueno de Perica regala a nuestra jefa la medalla conmemorativa oficial de la Dreznica Partisana. Un día redondo.



viernes, 20 de septiembre de 2019

El pasado es un país extraño

Emil trabajando en la restauración y acondicionamiento del osario.

Emil Jurcan es un arquitecto de los que hay pocos en mi país. Él viene de Istria y desarrolla un interesantísimo proyecto de investigación sobre el uso político e ideológico de las ruinas romanas en la Croacia actual, desde el Imperio Austrohúngaro hasta la actualidad. Ideología, política, patrimonio y arqueología son realidades que van cogidas de la mano, como ya sabéis los que seguís este blog desde hace tiempo. Emil está reparando con cariño el muro de la entrada al osario que acoge los restos de 300 partisanos que murieron luchando contra el fascismo. 

Placa conmemorativa en el interior del osario.

Este cementerio forma parte de un complejo memorialístico generado en la postguerra y que fue culminado en 1981 con los monumentos erigidos en el solar original del hospital número 7. La desaparición de Yugoslavia y el triunfo del nacionalismo ultraconservador croata en 1990-1991 generaron una nueva realidad política en la que el pasado partisano y todo lo que oliera a comunista era borrado del mapa. Este proceso de damnatio memoriae ha sido sistemático y se ha agudizado en los últimos tiempos. La historiadora del arte Sanja Horvatincic lleva años estudiando la biografía y la vida social de estos monumentos que obedecen al proyecto de construcción de una sociedad socialista y no a meros criterios estéticos. Estos días hemos visitado con ella numerosos de estos repositorios materiales de la memoria. Es sorprendente la cantidad de lugares, casas, parajes que acogieron y acogen estos memoriales. Auténticos parques públicos, temáticos, construidos en aldeas alejadas, en medio de esta zona rural que dista apenas quince kilómetros en línea recta de la costa, otro mundo. 

Monumento a héroes partisanos, con la forma del típico gorro croata. Sanja nos muestra el expolio al que ha sido sometido en los dos últimos años.

El desdén de la administración, los ataques fascistas, el robo de las placas y bustos de bronce han acabado con gran parte de este legado. Una materialidad generada en su día por escultores y arquitectos de prestigio. Auténticas obras de arte, como esas esculturas icónicas de partisanos en actitud desafiante, fusil en mano.


Este expolio se ha cebado con los monumentos de Dreznica. El bajorrelieve en bronce que honraba la memoria de los médicos y enfermeras del hospital partisano ha desaparecido. Las placas explicativas del hospital fueron expoliadas y se habrán fundido en algún otro lugar. En este contexto, la comunidad serbia pretende revertir este proceso de abandono y recuperar estos lugares de memoria. 


Placas retiradas del complejo memorial del hospital nº 7.

En este contexto, emociona ver a Emil limpiar con cariño las grietas del muro de la entrada al cementerio, hacer masa para restituir los bloques caídos. Gracias a él, esta arquitectura lucirá como en sus mejores tiempos en el homenaje que mañana se brindará a los héroes y heroínas que yacen aquí, en el bosque que les acogió durante cuatro años de resistencia.

Memorial en la antigua escuela de Dreznica, con los nombres de las 700 víctimas civiles de la vesania fascista.

Durante la prospección en este paisaje rural, durante las entrevistas a la gente mayor nos damos cuenta del alcance del terror fascista, que acabó con la vida de cientos y cientos de mujeres, niños, bebés, ancianos y hombres. La Convención de Ginebra no fue tenida en cuenta por las fuerzas de ocupación y los fascistas croatas, obsesionados con acabar con las redes de ayuda y los hospitales que sostenían la moral y la lucha partisana. Todos estos lugares de memoria, vandalizados, expoliados y olvidados nos remiten a un Estado croata que ve en ese pasado un país extraño. Por el contrario, la comunidad serbia de Dreznica reivindica el legado de la solidaridad entre pueblos. De hecho la guerra de 1991-1995 no afectó a esta zona de Croacia. Toda una lección para el presente y para el futuro.

El cartel de los actos de mañana recoge un diseño del monumento a los servicios médicos partisanos, escultura en bronce que fue robada hace años. La comunidad local pretende reponerlo en breve.




viernes, 15 de febrero de 2019

Las huellas del bombardeo


Robert Capa fijó los bombardeos sobre Madrid en nuestra memoria con una imagen: la de unos niños que juegan delante de una casa bombardeada. Es una casa humilde, de ladrillo visto, típica del primer tercio del siglo XX. Típica de barrios populares y de la periferia de Madrid, habitada por un aluvión de gente que acudía a la capital en busca de una vida mejor.

Las casa bombardeada se conserva, milagrosamente, en la calle Peironcely 10, en Vallecas. Digo milagrosamente porque el barrio se transformó sucesivamente durante los últimos 80 años. Primero fue bombardeado y casi no quedó una casa indemne. En la posguerra llegó otra oleada de migrantes que levantaron chabolas en todos los solares disponibles. En los años 60 las chabolas dejaron paso a edificios y se construyó en cada palmo de terreno. 

Pero la casa bombardeada que fotografió Robert Capa siguió en pie. En la actualidad, gracias al esfuerzo ejemplar de la plataforma Salva Peironcely va camino de convertirse en un centro de interpretación sobre el bombardeo de Madrid durante la Guerra Civil. 

Fachada de Peironcely 10, con huellas de impactos selladas.
 
Si es milagroso que se conservara Peironcely 10 con sus cicatrices de guerra, aun es más sorprendente lo que sucedió en el solar vecino. Aquí había antes de la guerra tres viviendas que fueron alcanzadas por las bombas -en las fotografías aéreas de los años 40 se las ve sin techo. Sin embargo, en este caso no se llegaron a reconstruir. Quedaron en ruinas, posteriormente las demolieron y el solar acabó sirviendo de aparcamiento improvisado. Aparentemente no se ve rastro de las antiguas edificaciones, pero una mirada atenta permite apreciar trozos de ladrillo macizo, algún fragmento de loza y, sobre todo, parte de un pavimento de losa hidráulica, característico del primer tercio del siglo XX. Parece poco, pero estamos ante los únicos restos de viviendas bombardeadas en Madrid que se conservan tal cual. Todos los demás edificios que sufrieron estragos durante el conflicto fueron demolidos y se construyó encima o se reconstruyeron. 

Restos de pavimento de losa hidraúlica de una casa bombardeada.

La casa que fotografió Capa representa algo más que la memoria de la guerra: es también la memoria de la clase obrera madrileña. Porque Peironcely 10 no era una vivienda, sino catorce. Catorce hogares de poco más de 20 metros cuadrados, que compartían patios, letrinas y miseria. Y es más que memoria, en realidad, porque hoy 14 familias siguen viviendo aquí y destinando buena parte de sus sueldos a pagar el alquiler de un antro que parece sacado de una novela de Zola o Dickens. El dinero del alquiler es para un millonario que no se molesta en mejorar las condiciones del inmueble en el que malviven sus inquilinos. Eso, también, parece sacado de una novela de Zola o Dickens.

Lo que el señor millonario gana ahora con el alquiler de las infraviviendas es una minucia comparado con la fortuna que podría hacer construyendo pisos en el solar. Y esa era su idea: desahuciar a los inquilinos y levantar un edificio nuevo. Cuando el patrimonio se cruzó en su camino y dio al traste con la operación, decidió vengarse del patrimonio tapando con cal los huecos de metralla.

La Guerra Civil fue muchas cosas. Entre otras, la represalia sangrienta contra la República de una oligarquía que veía menguar sus privilegios. Los sublevados bombardearon casas y personas, pero también un sistema político que buscaba una sociedad un poco más justa. Hoy la oligarquía vuelve a bombardear, sin aviones ni artillería esta vez, porque no le hace falta (aun no). Pero sigue causando muerte y provocando miseria

Y las huellas de sus bombas no las tapan con cal sino con banderas.

miércoles, 9 de enero de 2019

El regreso del patrimonio



El patrimonio ha vuelto y no es necesariamente buena noticia. Cualquiera que lea la sección de política en los diarios se dará cuenta de que, cada vez más, los bienes culturales forman parte esencial de los debates. Es posible que no nos demos cuenta, porque raramente se le llama por su nombre, pero de lo que más se discute estos días es de patrimonio. 

Empecemos por el elemento más vinculado al tema de este blog: el Valle de los Caídos. Se trata al mismo tiempo de una parte del acervo Patrimonio Nacional y de un testimonio incómodo de episodios conflictivos de nuestro pasado reciente: la Guerra Civil Española (es una fosa común con caídos o asesinados en la contienda) y la dictadura (es un monumento creado por el régimen franquista). Quienes se oponen a cualquier modificación del lugar lo hacen con frecuencia aludiendo a su carácter patrimonial, ignorando que en la actualidad todos los expertos aceptan que ningún bien cultural es estático y que la forma en que se percibe y expone al público cambia según cambian las sensibilidades. Y así debe ser. Si no, tendríamos que visitar Altamira en trance y en pelota picada para realizar ritos de caza, en vez de contemplarla como una maravilla estética.

Pero el Valle de los Caídos solo es el elemento más evidentemente patrimonial en una larga lista, que se encuentra mayoritariamente acaparada por las posiciones políticas más reaccionarias. La ultraderecha no para de hablar de los Tercios de Flandes, el Imperio español, la Cruz de Borgoña y Blas de Lezo. Según ellos, se trata de recuperar un legado olvidado o menospreciado (objeto del autoodio característico de los españoles). La afirmación es curiosa y denota un cierto desconocimiento de la realidad. 

https://art.famsf.org/sites/default/files/artwork/anonymous/5076163106620009.jpg 
Tropas españolas masacrando civiles en Naarden, 1572. Imposible no sentirse orgullosos.

Por un lado, no se puede decir que la Monarquía Hispánica se haya postergado en los planes de estudio de secundaria o universitarios. Como estudiante de letras en un instituto gallego y de Historia en la Universidad Complutense, he de decir que los Austrias y los Borbones no brillaron precisamente por su ausencia. Todavía recuerdo la segunda pregunta (de dos) de mi examen de Historia Moderna de España I: política exterior durante la segunda fase del reinado de Felipe II. De las revueltas de los Irmandiños, las obreras catalanas del siglo XIX o la cultura del campesinado vasco, en cambio, nadie me contó nada en el instituto ni en cinco años de carrera, por no hablar de las mujeres en la España medieval o moderna (igual es que las feminazis no existían hace veinte años). 

Por otro lado, podríamos hablar de autoodio sí nos cagáramos en Velázquez, sintiéramos vergüenza de Calderón de la Barca o nos diera asco la lírica galaico-portuguesa. Pero un servidor, que no consigue henchirse de orgullo ante las masacres de españoles por el mundo (para cuando un programa en la tele), es fan de La Vida es Sueño, se le pone la piel de gallina cada vez que ve el retrato de Inocencio X y adora a Martín Códax. Y le encanta el cocido (mucho mejor candidato a plato panibérico que la paella). Ser críticos con una parte del legado histórico de España no significa necesariamente que uno considere que el país donde vive es una mierda integral de principio a fin. 

A los clásicos del patrimonio ultramontano (monumentos franquistas, imperio español), se le añaden en los últimos debates los toros, la caza y los portales de Belén. Aparentemente, si no aprecias estas tradiciones, tienes menos derecho a tu pasaporte del Reino de España. Considerar que las tradiciones mencionadas son compartidas a lo largo y ancho de España es desconocer mucho la realidad del país o bien entender que España es un imperio formado por una serie de provincias vasallas con tradiciones de segunda. Hay muchas zonas donde las corridas de toros no existen y la caza carece de importancia simbólica. Para mí, que soy gallego, el flamenco y los toreros siempre me han parecido una cosa tan éxotica como me imagino que los hórreos y la rapa das bestas lo son para un andaluz o un valenciano.

Por la ley 16/1985, esto es Bien de Interés Cultural por defecto. Las plazas de toros, no. Por ahora.


Uno de las aspectos más llamativas de la cruzada patrimonial de los ultraderechistas es lo parcial que es. La mayor parte de los bienes materiales o inmateriales que se valoran tienen que ver con la religión o la violencia. Lo cual recuerda el viejo lema falangista -mitad monjes, mitad soldados. Todavía no he oído a ningún ultranacionalista español decir que hay que destinar más recursos a promover valores patrios como la música de Gaspar Sanz o la poesía cancioneril del siglo XV, infinitamente más olvidados que los pesadísimos Tercios de Flandes. 

Gaspar Sanz. Español muy español.

El problema no es que debatamos sobre el patrimonio. El problema es por un lado, que solo debatimos sobre un cierto tipo de patrimonio, mientras una gran parte de nuestro legado cultural desaparece o se olvida a marchas forzadas. El problema es también que el debate se realiza en clave esencialista, centralista, estática y excluyente (qué es lo que define auténticamente el ser español).  


Hace años alguien se dedicó a realizar el estudio genealógico de mi familia paterna. Gracias a ello sé que soy muy indigno pariente de un capitán de los Tercios de Flandes de finales del siglo XVI. Otro miembro lejano de la familia, este del XVIII, fue Fray Martín Sarmiento, el principal representante de la Ilustración en Galicia. Mientras los Tercios de Flandes los tenemos hasta en la sopa, la casa natal de Sarmiento se cae a pedazos comida por la maleza. 

Será que la Ilustración no es España.


miércoles, 3 de octubre de 2018

800 balas

Casquillos del campo de tiro de El Campillo (Fot. de J. Marquerie).
 
Montañas de basura. Agujeros de kilómetros cuadrados para la extracción de áridos. Un campo de tiro. En El Campillo lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. El estruendo cadencioso procedente de la fábrica anexa, con cierto aire sonoro a La Guerra de los Mundos, da paso a fiestas de cumpleaños infantiles en el pinar. Los niños, carne de piñata, aparecen de vez en cuando con una bala en las manos, con un casquillo de Cetme. Para los padres, que no han hecho la mili, todo el monte es orégano. Al menos en las trincheras los infantes están controlados. Este paraje se integra en un parque natural en el que hay una laguna artificial, una megafinca privada, una vía de ferrocarril y una fábrica enorme de piezas metálicas. Podríamos definir El Campillo echando mano de conceptos como el de no-lugar, pero quizás la clave esté en su naturaleza brutalista. Brutal fue la batalla del Jarama y todo lo que vino después.
 
 
Este paisaje brutalista es codiciado desde hace tiempo como decorado para películas, spots publicitarios, series de televisión e influencers varios. Ahí tenemos a David Bisbal y el vídeoclip de su tema Duele demasiado (el título no se refiere a su propia música).  Estos parajes quedan estupendos para recrear el paisaje bélico de Siria, por ejemplo, o para un sketch de José Mota para Nochevieja. La crueldad no tiene límites. Muy manido también es usar la vía del ferrocarril para ambientar situaciones de zozobra. Durante nuestra excavación, un amplio equipo de televisión estuvo dos días allí grabando el intento de suicidio de un protagonista de la serie Cuéntame. Los cantiles, los cortados del macizo del Piul llaman también a jóvenes emprendedores. Como las chicas de una tienda de zapatos de moda, que pasaron una tarde tirando fotografías con una modelo para el book del negocio. En la última visita guiada ya, directamente, nuestras excavaciones se convirtieron en platós de grabación.
 
 
Este proceso de apropiación audiovisual de El Campillo es un paso más en la despolitización y deshistorización del paisaje bélico de la batalla del Jarama. Como diría Pierre Bourdieu, prevalece hoy en día la amnesia de la génesis. Por eso tiene valor el proyecto patrocinado por el ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, aunque sea solo para volver a historiar este espacio y recuperar su sentido de lugar. En todo caso, también nos parece interesante rastrear arqueológicamente este proceso de conversión de El Campillo en un recurso icónico para la ficción. Y aquí es donde necesitamos de vuestra ayuda. En la prospección hemos encontrado material de fogueo empleado en producciones cinematográficas. Según nos cuentan desde el ayuntamiento, se grabaron algunos cortos hace décadas, pero nadie acierta a localizar el título de las obras ni la fecha de grabación.
 
 
Tal como están las cosas en nuestro país, es más factible que aquí triunfe un centro de interpretación del spaguetti western, antes que un aula didáctica sobre la batalla del Jarama, con su espacio musealizado y todo. El Campillo podría ser, o ya lo es, el Texas Hollywood de 800 balas, la película (año 2002)  de Álex de la Iglesia ambientada en los shows para turistas en los poblados del Oeste de Tabernas, Almería. Algo parecido ocurre con otros escenarios de la guerra civil española, como el Belchite Viejo, en donde se han grabado desde pelis porno a anuncios de videojuegos de guerra, de la mano de Arnold Schwarzenegger.