viernes, 30 de julio de 2010

Forte Belvedere: musealizar la Primera Guerra Mundial

Folleto explicativo de Forte Belvedere

Cuando pensamos en la Primera Guerra Mundial, las imágenes que nos vienen a la mente se corresponden siempre con las trincheras embarradas del Frente Occidental. Pero la guerra se desarrolló en otros campos de batalla, algunos en territorios tan remotos (respecto a Europa) como Tanzania o Samoa. Un frente que ha calado poco en la imaginación popular es el de los Alpes, pese a la tremenda carnicería que se desató allí entre austro-húngaros e italianos de 1915 a 1918. Sólo por parte italiana murieron 650.000 personas y cerca de un millón resultaron heridas.

Las iniciativas de recuperar el patrimonio bélico en el norte de Italia son todavía tímidas, en comparación con el despliegue que se viene adviertiendo desde hace años en países como Francia o Bélgica. Sin embargo, algunas de las iniciativas revisten un gran interés. Una de las musealizaciones más populares y efectivas es la del Forte Belvedere o Werk Gschwent. Se trata de una fortaleza austríaca construida en 1908 en las montañas del Trentino (actualmente en Italia, pero entonces parte del Imperio Austrohúngaro) con el objetivo de defender la frontera meridional de Austria ante un hipotético ataque italiano. El fuerte estaba compuesto por una serie de galerías subterráneas y puestos de artillería.

Fachada principal del fuerte

Forte Belvedere es el único ejemplar de su tipo que se ha conservado. El resto de los fuertes austríacos perecieron durante la posguerra debido al saqueo del hierro empleado en su construcción -un fenómeno bien conocido en España y que afectó a muchas fortificaciones de la Guerra Civil.

La musealización del fuerte es original y novedosa. Emplea recursos audiovisuales modernos y propone una exhibición de elementos de la época poco convencional: en las vitrinas encontramos, por ejemplo, muchos objetos herrumbrosos y rotos (algunos recuperados en las trincheras que abundan en esta zona), lo que le da a la exposición un aire muy arqueológico.

Catres en la habitación de la tropa

Productos médicos utilizados durante la Primera Guerra Mundial

Sin embargo, quizá lo más interesante de la musealización es cómo ha preservado perfectamente el espíritu del sitio: la humedad, la oscuridad, el frío constante, la sensación claustrofóbica. Uno sale del fuerte con una cierta sensación de angustia. Frente a otro tipo de intervenciones patrimoniales que arreglan, reconstruyen e interpretan en exceso los vestigios bélicos -hasta casi convertirlos en parques temáticos, aquí se ha logrado conservar la materialidad cruda de la guerra. Un buen ejemplo a seguir para nuestras propias fortificaciones.

Galería principal que articula el espacio dentro del fuerte

Escaleras de acceso a los fortines avanzados

viernes, 23 de julio de 2010

Un tesoro entre las ruinas

Si las suelas y zapatos han sido un elemento material común entre las casas de los familiares de los presos del destacamento penal de Bustarviejo y la del teniente de la policía armada, hemos obtenido hallazgos que marcaban la diferencia entre la vida cotidiana de unos y otros dentro del penal. Únicamente en el caso de la casa del teniente ha aparecido un pequeño tesorillo de siete monedas, de las cuales sólo se pueden reconocer dos pesetas y cinco céntimos de entre 1940 y 1947.

El hallazgo, espectacular (¡Gracias Nuri!); la escala... muy profesional

Es evidente que los represores disfrutaban de unos privilegios que no tenían ni los presos-trabajadores, por supuesto, ni sus familias. Entre ellos estaba el cobro de un salario digno. Sabemos, por el creador de la web www.guardiadeasalto.com (¡gracias por el dato!) que un teniente de la policía armada, al igual que uno del ejército, vendría a cobrar a principios de los años '40 entre 650 o 750 pesetas al mes. En cambio, por una Orden del Ministerio de Justicia de 14 de diciembre de 1942 (artículos nueve y once) sabemos, en este caso gracias a nuestra insigne historiadora Ali, que las empresas particulares debían pagar a la Jefatura del Servicio Nacional de Prisiones el salario íntegro del preso trabajador que, según las bases de trabajo que regían en la localidad, correspondía pagar a los trabajadores libres; este organismo, siguiendo la normativa vigente, abonaba el subsidio, por día, correspondiente a los presos y sus familias: 2 pesetas para la mujer, 1 peseta por hijo menor de 15 años y 50 céntimos para el preso; el resto se ingresaba en Hacienda.
Como muy bien expresa Piter en el vídeo de la jornada homenaje "el Estado franquista ponía, digamos, la mano de obra y recibía los salarios".
De este modo los presos pagaron doblemente por su desafección al Régimen, una con su trabajo casi esclavo y otra con su salario.
La reconstrucción del país destruido por la guerra se fundamentó así en una economía especulativa, pero no basada en la fluctuación de precios sino en el hecho de que el Régimen contrató los servicios de las empresas constructoras y a su vez recuperó una gran parte de su inversión con el robo del salario que estas debían pagar a los presos-trabajadores.
Se establecieron así los pilares del Estado Nacional-Católico: represión, explotación, miseria, penitencia y redención. Un auténtico valle de lágrimas.

jueves, 22 de julio de 2010

¿Quién vivía en Rúa da Raiña 1 en 1936?

Durante el mes de mayo se llevaron a cabo sondeos arqueológicos valorativos bajo el portal número 1 de la Rúa da Raiña, en Santiago de Compostela (muy cerca de la catedral). Para desgracia del director de la intervención, Roberto Aboal, los resultados no fueron precisamente espectaculares, porque buena parte del sondeo estaba ocupado por una fosa séptica reciente (y nos gusta la arqueología contemporánea, pero todo tiene un límite...). El resto del espacio excavado no proporcionó ningún hallazgo significativo, trozos de porcelana, pequeños fragmentos de cerámica vidriada en contextos revueltos, alguna moneda muy oxidada, hierros herrumbrosos.

Pero al limpiar y analizar el material en el laboratorio, a la restauradora Yolanda Porto le extrañó un grupo de piezas metálicas, que salieron debajo de las losas del pavimento y que parecían elementos de pistola. Enviamos una fotografía a nuestro colaborador Rodrigo Gómez, quien nos confirmó que, efectivamente, se trata de partes pertenecientes a tres revólveres, seguramente de fabricación vasca y quizá de la marca Orbea (la misma que fabrica bicicletas).

Fotografía: Yolanda Porto.

Nos recuerda Rodrigo que al comenzar la Guerra Civil, mucha gente que tenía armas en su casa decidió ocultarlas para evitar responsabilidades, pues en los bandos de guerra al inicio del conflicto se obliga a entregar a las autoridades todo tipo de armas, bajo pena de muerte para quien las porte o posea sin permiso. En las zonas que iban siendo ocupadas por las tropas franquistas, la gente también se desembarazaba de sus armas. Santiago de Compostela, como el resto de Galicia, cayó en manos de los sublevados desde el primer día. Muchas personas fueron encarceladas, torturadas y ejecutadas por los rebeldes, incluido su alcalde Ánxel Casal.

Nos queda ahora por resolver varias preguntas: ¿quién vivía en Rúa da Raiña 1 en julio del 36? ¿Qué fue de su vida? ¿Sobrevivió a la Guerra Civil? ¿Consiguió pasar desapercibido como aparentemente pretendía? ¿Por qué motivo tenía tantas armas en su casa? ¿Eran todas suyas o de compañeros políticos? Se inicia ahora una búsqueda de archivo para clarificar esta apasionante microhistoria.

lunes, 12 de julio de 2010

Táctica, vídeo de Fernando Sánchez Castillo en el CBA


El artista Fernando Sánchez Castillo proyecta en el Círculo de Bellas Artes de Madrid durante el mes de julio un vídeo que ha elaborado para la edición de PhotoEspaña correspondiente a 2010. Se titula Táctica y nos muestra la relación material, táctil, que entablan distintas personas invidentes con una pieza indiscutiblemente representativa del patrimonio monumental de este país y, por tanto, estrechamente ligada con las políticas de la memoria, en el pasado y en el presente: las estatuas ecuestres de Franco. Este patrimonio es, claramente, una parte fundamental de esas políticas en el pasado y en el presente porque no sólo atañe a una clase de escultura conmemorativa, construida para ensalzar al dictador, sino también porque la mayor parte de las esculturas particulares que la representan están en depósitos y sólo dos instituciones, de entre las diez que ha contactado el firmante de la obra, han accedido a prestarlas para ese proyecto; de entre esas dos, además, sólo una ha sido presentada antes los invidentes y los artistas sin lonas ni envoltorios. Es decir, que se trata de un patrimonio relegado y, además, ocultado. Por otro lado, los invidentes acuden en el vídeo igualmente al Museo de Cera de Madrid para palpar la efigie de Franco.




Los ciegos están tocando estatuas de las que han oído hablar pero que, en principio, nunca han visto; de hecho, tampoco han "visto" al dictador, porque no se han podido acercar a él. Pero no sólo han oído hablar del personaje, sino que algunos han vivido la dictadura. Por otro lado, están ante objetos del pasado, patrimonio, como se suele decir, y lo tocan, lo huelen, lo sienten... Aunque el éxito que han tenido se reduce a una proporción de 10 intentos y sólo 2 logros, están accediendo a ese patrimonio histórico. En sí misma, esta experiencia no sólo representa, en cierto modo, la profunda desconexión que se ha impuesto entre el pasado y el presente a nivel general, desconexión que no nos permite a casi nadie ver y entender lo que tenemos delante, aunque en realidad sí lo intuimos y lo buscamos, porque sabemos que está ahí, aquí... También parece ser una experiencia democrática y, como tal, abre las puertas a que todos nos acerquemos a las grietas de las políticas de la desconexión y del olvido, a los intersticios por los que afloran diversas relaciones con el pasado. Se trata de una experiencia vivida por gente que no sólo va a aportar nuevas perspectivas (no desarrolladas en el vídeo, por cierto), sino que también va a invitar a que esa gente viva nuevos procesos relacionados con su identidad personal y colectiva, con su historia.

Por todo esto veo profundas afinidades con el trabajo que desarrollamos en Bustarviejo y otros lugares, al menos con algunos de nuestros planteamientos, aunque no hayamos podido desarrollarlos. Precisamente uno de los elementos contenidos en el proyecto (sólo proyecto, de momento...) de musealización, que propone la creación de un aula de interpretación en Bustarviejo, entre otras cosas, incluye la exposición de los objetos recuperados en la excavación del destacamento acompañándolos de un audio que permita hacerse una idea de las realidades que tienen detrás (por ejemplo, el sonido de la vida cotidiana en las "chabolas" cuando se trate de la planta de las casas, las latas, botellas, tinteros y vasijas, reproduciendo el sonido del viento, la vajilla, los tosidos y llantos, pero también las conversaciones, las risas, la supervivencia...). A ello se debería añadir la proyección de imágenes que recreen la vida en el destacamento, sin audio y con cierto enfoque distorsionado, para retratar las sombras que aparecen en nuestra imaginación y recuerdos, retratadas, por su parte, a partir de una investigación rigurosa.

En esta línea, sería estupendo que Fernando y cualquier otra persona o colectivo trajeran o invitaran a los invidentes, entre otros además de los que hemos acogido nosotros en distintas ocasiones y convocatorias, o que nosotros mismos lo hicéramos. Que vinieran y vieran el destacamento y, especialmente, algunos objetos. Y digo ver porque para los videntes ver es entender y para los invidentes parecería que lo es tocar, oler, manipular, palpar, escuchar, cuando, en realidad, para todos entender es hacer alguna de esas cosas o todas a la vez. Para nosotros especialmente, "acercarse" al pasado o "acercar" el pasado, entender algunos de sus recovecos y avenidas principales, sentirlo, tratarlo, supone, en definitiva, que unos y otros lo vivan como sea, y que lo piensen, lo transmitan y lo compartan. Precisamente, poder contar con un colectivo de invidentes no sólo permitiría ampliar la obra particular de Fernando Sánchez y seguir dando a conocer algunos de los mecanismos de represión más importantes del franquismo, sino también profundizar en la apertura del pasado a todos y en la creación y consolidación de las "cadenas de equivalencia", es decir, de los vínculos entre distintos movimientos que convergen en sus luchas.

viernes, 2 de julio de 2010

Alambrada invisible

Sector de "Casas de Familiares 02". Al fondo, el Destacamento
donde estaban alojados los detenidos.

A medida que las casas de los familiares de los presos iban quedando libres de derrumbes, tierra, olvido, recurría una pregunta aparentemente sencilla pero no tan simple: ¿por qué permitieron a los familiares instalarse en los alrededores del Destacamento Penal? Una respuesta rápida, sin demasiada meditación nos diría que el tener a sus seres queridos cerca haría que los trabajadores rindieran más en el trabajo al estar contentos o tranquilos. Una reflexión un poco más pausada nos dice que al régimen franquista poco le importaba la felicidad de los presos y que la presencia de familiares supondría una especie de vigilancia sobre un penal alejado de los ojos de la sociedad.

En realidad la cuestión puede ser algo más triste, compleja o -si se quiere- traicionera con lo que significa “humanidad”. Si pensamos en similares construcciones surgidas en Europa tras la Segunda Guerra Mundial nos vienen a la mente una, dos, tres filas de una maraña de alambre de espino, perros, torres de vigilancia que escupen luz cual fuego cegador e inmovilizador. Nada de eso existe en el Destacamento Penal de Bustarviejo pues no es un campo de concentración. Aquí no encontramos alambradas, focos, perros, pues el mecanismo es más sutil, casi imperceptible. Se trata de casas para los familiares. Si, por otro lado, pensamos en las familias estigmatizadas por los estragos de la guerra (no por estar en el bando equivocado, sino en el bando perdedor), podremos imaginar lo dura que sería la vida para una mujer sin su marido, para un/a niño/a sin su padre. La tentación de huir de un pueblo donde todo es miradas de desaprobación o desprecio, se convierten de algún modo en irrefrenables deseos de salir de aquella particular cárcel de miradas, de susurros. Recorrer un "país que era una cárcel" y construir, junto al ser querido, una estancia que no era más que una celda en medio del campo: la decisión de ir junto al penal acababa por convertirlos en reclusos imaginarios.

Vista interior de los barracones. Si bien la disposición de las ventanas constituye una clara barrera al exterior, no estaríamos ante las medidas de seguridad de una prisión.

La presencia de las casas (“chabolas”, como las llaman en el pueblo), a la vista de los presos en sus barracones sirven para recordarles que toda tentativa de huída es fútil. Como dijimos en entradas anteriores, no se puede huir, demasiado lastre como para echarse al monte, demasiado peligro, ruido... La presencia de las casas de los familiares nos está hablando acerca de que no eran sino los propios detenidos quienes tenían la propia llave de sus celdas. Celdas sin rejas, rodeadas de una alambrada invisible.