miércoles, 23 de marzo de 2016

La Arboleda: arqueología de la clase obrera



Gracias a nuestra compañera Izarne Elgezabal (GPAC, UPV/EHU) el domingo pasado pudimos conocer de primera mano el paisaje minero de La Arboleda, el área de extracción de mineral de hierro en la que se asentó la acumulación de capital por parte de la oligarquía bilbaína desde finales del siglo XIX. La baja presencia de fósforo convertía a este mineral local en preciado objeto de interés para la siderurgia británica. La Revolución Industrial dio lugar a un paisaje compartimentado, a toda una cartografía de la explotación capitalista: allí abajo, en la margen derecha de la ría, la oligarquía levantaba sus residencias suntuosas en Getxo y Algorta. Desde sus terrazas y galerías los señores y las señoras podían ver a lo lejos las montañas que garantizaban su riqueza. A la izquierda de la ría, una masa proletaria comienza a poblar núcleos que hoy forma parte del gran Bilbao. Allá arriba, en lo alto, la masa de obra inmigrante, hasta 3000 personas se asentaron a pie de mina con lo puesto dando lugar al poblado de La Arboleda. Este sitio es la zona cero para conocer la emergencia de la lucha obrera en el Reino de España.


La visita guiada organizada el pasado domingo por personal del Centro de Interpretación Piedras Negras rompe con la visión museística predominante a la hora de abordar el patrimonio minero: un enfoque narcotizante que obvia la cruda realidad que se esconde tras estos paisajes mineros. Muy al contrario, nuestro excelente guía hizo hincapié en las brutales condiciones de trabajo de hombres mujeres y niños, con jornadas de 14 horas, expuestos a accidentes y enfermedades, malviviendo masificados en barracones insalubres, sufriendo en carne viva lacras como el alcoholismo, la tuberculosis o el cólera. Esta historia de explotación aflora en la tierra, en unas cortas mineras que hoy en día se han acondicionado como parque natural, como espacios verdes de ocio y esparcimiento.


Arriba: Plano de época de La Arboleda. 
Abajo: típica casa minera tras el abandono de los primeros barracones.

Aquí, en La Arboleda, tuvo especial incidencia la primera huelga importante, la de 1890. Dos años antes se había fundado la primera agrupación socialista en el pueblo. En La Arboleda siempre fueron socialistas; en la vecina Gallarta, comunistas, como La Pasionaria. El Gobierno envió para reprimir a los obreros al general Loma, un militar liberal que lejos de cumplir su cometido se quedó estupefacto al ver las condiciones de vida de los trabajadores. El general Loma (que tiene dedicada una plaza en Vitoria-Gasteiz) medió en el conflicto laboral (que acabó con el llamado Pacto Loma) y apoyó las demandas de los obreros (jornada de ocho horas y supresión de los barracones obligatorios).
El poblado de La Arboleda es todo un microcosmos, un campo de juego diminuto en donde se materializó, por un lado, la lucha obrera y, por otro, el intento de domesticación de la misma por parte del Estado y de la Iglesia. Aquí vemos ya esbozado el paternalismo nacionalcatólico que caracterizaría a la dictadura franquista.


En la plaza de María Magdalena, enfrentadas, están la antigua Casa del pueblo Pablo Iglesias y el antiguo centro León XIII que albergaba las esperanzas de paz social volcadas en Rerum novarum. La masa de inmigrantes, salvajes, rojos e incivilizados debía ser controlada y educada por la gente de orden. La organización urbanística no deja lugar a dudas. Como ya hemos visto en otros poblados mineros de otras regiones (El Bierzo, por ejemplo) el cuartel de la Guardia Civil ocupa una posición elevada, estratégica, con amplia visibilidad sobre el espacio doméstico y el espacio de trabajo. La iglesia católica (levantada en ese peculiar estilo neogótico que también hemos visto en las misiones españolas concepcionistas y claretianas en Guinea ecuatorial) vertebra el espacio público, como así ocurrirá después en los poblados de colonización agraria e industrial del franquismo.

Antiguo cuartel de la Guardia Civil. 

Desde la llegada de los pioneros, la arquitectura doméstica experimenta un proceso de petrificación. De los primeros barracones infectos se pasa en el cambio de siglo a casas de madera, dos de las cuales todavía se conservan en pie. Posteriormente surgirá la vivienda obrera promocionada por las compañías mineras, en este caso la Orconera Iron que levanta entre la iglesia y el cuartel un típico bloque de viviendas, semejante a los levantados por aquel entonces en los barrios obreros de Euskadi. Hoy en día muchos de estos pisos se encuentran en venta,

Promoción de vivienda obrera de la empresa Orconera.

Vivienda minera de madera del primer tercio del siglo XX y, 
detrás, bloque de vivienda obrera de postguerra.



lunes, 14 de marzo de 2016

Materialidades Represivas 001: Leyenda



La cárcel de Miguelete se encuentra en la C/ Miguelete 1825. Inaugurada en 1888 fue una de las principales prisiones de Montevideo, situada en la Ciudad Nueva, la ampliación republicana de la ciudad colonial o Ciudad Vieja. Al comienzo fue una cárcel mixta, pero con una clara discriminación de género en clave arquitectónica, ya que a las mujeres se les reservaba "el gallinero", las zonas más bajas y por lo tanto más sucias. Posteriormente sólo fue para hombres y en la fase final se mantuvo un pabellón para adolescentes.

El edificio se desarrolla sobre un predio de planta pentagonal ya que sigue el modelo decimonónico de cárcel radial. Cuenta con una nave principal de entrada, de fachada neoclásica con frontón y cuatro columnas, enmarcada por otras dos naves gemelas dispuestas en paralelo. Desde este cuerpo de entrada se accede al gran eje distribuidor y organizador del espacio, cubierto por una semicúpula. De ahí parten los cuatro brazos que componían el celdario, con 3 plantas y 84 celdas cada uno. Entre los brazos del celdario se encuentran tres patios de forma romboidal. Dos de estos patios fueron modifificados en los años 30 con la construcción de talleres para los presos. Todo ello está enmarcado por un muro perimetral de gran altura.

En estos muros de los patios se realizaban los fusilamientos de los presos condenados a muerte, bajo la frase de Platón: "El más desgraciado entre todos los hombres es el que no sabe sobrellevar las desgracias". Estos fusilamientos eran públicos y tenían gran demanda de visitantes. Actualmente son visibles en el muro los impactos de bala, así como los restos de las letras en mayúscula que formaban aquel cartel. Jorge Tiscornia, el preso político que más tiempo pasó en una cárcel uruguaya comenzó a rastrear a partir de una fotografía la posible ubicación de esa leyenda que enmarcaba el ajusticiamiento público de los reos. Tapado por los muros de uno de esos talleres construidos en los años 30 aparecieron los negativos de las letras. En una primera fase se ha demolido la pared trasera de uno de esos talleres para hacer visibles los restos de la leyenda en el muro perimetral de la cárcel. Existe un proyecto de investigación para recuperar la frase y documentar arqueológicamente el lugar.   

En la década de 1960 fue lugar de reclusión de militantes políticos, como por ejemplo del MLN-Tupamaros que, en su mayoría, fueron trasladados en 1969 por motivos de seguridad al Penal de Punta Carretas. En 1970 todavía había nueve presos políticos procesados por “delitos leves”. Mantuvo sus función como cárcel para presos "comunes" hasta 1990.


Actualmente, el brazo que parte de la C/ Arenal Grande ha sido reutilizado y reformado como Espacio de Arte Contemporáneo (EAC).

"Materialidades Represivas" Centros Clandestinos de Detención y Cárceles Políticas en Montevideo (Uruguay)

Materialidades Represivas es una serie de piezas de vídeo de corta duración realizadas por Ángel Galán y Carlos Marín durante los años 2014 y 2015 para dar a conocer una muestra significativa de los predios y edificios montevideanos en donde tuvieron lugar los principales actos de represión durante la última dictadura cívico-militar del Uruguay (1973-1985). Ésta se caracterizó por el secuestro generalizado de los integrantes del movimiento obrero y estudiantil, de los militantes políticos, más allá de la represión contra la principal guerrilla del país -el  Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros (MLN-T)- que, de hecho, ya estaba prácticamente desintegrada cuando comenzó la dictadura. Aquellos militantes universitarios, sindicalistas y políticos que en su mayoría llevaron adelante formas de lucha pacíficas para cambiar un país sumido en la desigualdad y la injusticia y que, sin embargo, para los militares y políticos que conformaron el ilegítimo gobierno de la dictadura, representaban la amenaza del virus marxista que iba a acabar con el occidental y capitalista modo de vida uruguayo.

Como decimos, y en claro contraste con las dictaduras hermanas del Plan Cóndor de Argentina y Chile, el caso uruguayo no se caracterizó por la desaparición de personas. En Uruguay no hay más de 192 detenidos desaparecidos según la última actualización (2015) del informe encargado por la Presidencia del Gobierno al equipo de historiadores coordinado por Álvaro Rico. De los cuales han sido recuperados los restos de 4 en los 10 años que lleva trabajando el Grupo de Investigación en Antropología Forense (GIAF), también creado por mandato presidencial. Sin embargo en lo que destacó Uruguay fue en la ratio de personas obligadas a exiliarse (unas 300.000, es decir, el 20% de la población activa) y de personas detenidas (unas 60.000), de una población total de menos de tres millones. Así, entre 1973 y 1977, los años duros de la represión, más de una de cada 30 personas adultas fue detenida, interrogada y encarcelada. Uruguay llegó a tener la ratio de preso políticos más alta del mundo, con un total de unas 6.000 personas según las últimas investigaciones.

La mayor parte de estas miles de víctimas directas de la dictadura fueron secuestrados, antes que detenidos, por fuerzas policiales y militares, y fueron a dar a un amplio y variado abanico de espacios represivos. En las primeras fases de los "itinerarios del horror", que se corresponde grosso modo con los centros clandestinos de detención (CCD), se usaron de forma indiscriminada las torturas y las violaciones, siguiendo patrones compartidos con Brasil, Argentina y Chile, y entrenados previamente en la guerra de Argelia por el ejército francés: picana eléctrica, ahogamientos secos y en agua, colgamientos, obligación a permanecer de pie hasta que el cuerpo no aguante -plantones-, violaciones a mujeres y hombres, etc. Esta primera etapa represiva en estos particulares campos de concentración sudamericanos, mantenidos en secreto por el Estado, también se caracterizó por la deshumanización de los secuestrados, impidiendo la comunicación ente ellos, clasificándolos con números y colores, y, sobre todo, manteniendo sus cabezas continuamente encapuchadas. En una segunda fase los secuestrados pasaban a los centros de detención (CD), en donde las condiciones en muchos casos eran similares.

Estos CD ya habían sido usados masivamente por el gobierno desde 1968, en los años previos a la dictadura, pero en los que debido a la implantación de las "medidas prontas de seguridad" los cuarteles militares y otros edificios reutilizados para tal fin se llenaron de estudiantes y trabajadores. También en esos momentos de represión generalizada pre-dictadura las cárceles comunes se llenaron de presos políticos. Este "mayo del 68", como el de México, es mucho menos conocido que el francés, pero también mucho más salvaje. A los trabajadores que hacían huelga se les aplicaba la justicia militar, y así faltar al trabajo era prácticamente entendido como traición a la patria. En la calle la policía mataba a tiros a los estudiantes que se manifestaban por, por ejemplo, pedir la bajada del precio del boleto del autobús. Es difícil diferenciar cuando termina la democracia y empieza la dictadura.

Restos del Cilindro Municipal, estadio usado como centro de detención masiva desde 1968. Fue derribado en el año 2015 por problemas estructurales tras un incendio. Fotografía Fuyumi Labra, de la exposición  "Memorias fracturadas. Cartografía visual de la represión y la memoria en Montevideo". 

Volviendo de nuevo a la dictadura. En estos tiempos ser trasladado de un CCD a un CD suponía el tránsito hacia el "blanqueamiento" de los secuestrados, que así pasaban a la condición de detenidos, dando a conocer su ubicación a las familias. A veces los CCD y los CD eran galpones distintos de un mismo acuartelamiento. Pasar al CD suponía, en muchos casos, no ser torturado todos los días, poder hablar con los compañeros e, incluso, quitarse la capucha. Estos "enemigos internos" de la patria serían posteriormente juzgados por la justicia militar. A la espera de los juicios pasaron a las cárceles políticas, que en la jerga militar fueron denominadas Establecimientos Militares de Reclusión (EMR). Hubo tres de estos en el país, con una de mujeres y otras de hombres en Montevideo. Como en una especie de macabro juego de la oca siempre era posible ir hacia atrás en las etapas represivas, es decir, volver a las torturas. Es el caso de la cúpula del MLN-T, secuestrados cuando ya estaban cumpliendo condena en la cárcel política. Algunos de aquellos jóvenes militantes nos cuentan como en el CD al que fueron trasladados había un teléfono. Todos lo temían. Una llamada podía indicar que alguno de los secuestrados debía volver al CCD a nuevas sesiones de tortura. 

Cárcel de Libertad, estrenada prácticamente como cárcel política para hombres. Hoy sigue funcionando como cárcel.       
Mientras que el EMR 1, o cárcel política de hombres, fue instalado en una prisión recién construida en los años previos a la dictadura (cárcel de Libertad), con el EMR 2, o cárcel política de mujeres, ya observamos la reutilización de edificios, pues fue instalada en un antiguo seminario de jesuitas en el barrio de Punta Rieles. Tanto la localidad de Libertad como Punta Rieles se encuentran en las afueras de Montevideo, alejados de la ciudad. Las cárceles comunes, en las que también hubo presos políticos en los años oscuros previos a la dictadura, siguieron en uso tras el golpe de Estado. Algunas de estas cárceles habían sido construidas a finales del s. XIX y comienzos del XX, con algún ejemplo de planta radial (cárcel de Miguelete), y, en todo caso, con el afán de panoptismo típico de este tipo de construcciones, sean con planta en radios o en galerías en línea. Estas cárceles comunes, al contrario que las cárceles políticas alejadas de la ciudad, y que los CCD mantenidos en secreto, estuvieron dispuestas en el centro de la ciudad, y sirvieron como lugar aleccionador, al que se podía ir a pasear una mañana de domingo para ver como fusilaban a un reo en el patio. Eran momentos en los que el Estado no se avergonzaba de la forma en la que asesinaba a sus ciudadanos. Sin embargo los militares de la dictadura siguen negando a día de hoy que haya desaparecidos en Uruguay. Quizás alguna muerte por algún exceso puntual en algún "interrogatorio". 

Excavaciones arqueológicas del GIAF en el cuartel militar Servicio de Material y Armamento. Al fondo se observa el galpón que fue usado como el centro clandestino de detención conocido como "300 Carlos" o "Infierno Grande". Fotografía de Carlos Marín.   
  
La lógica de la reutilización que vimos con la cárcel política de mujeres es la característica entre los CCD y los CD. Por desgracia para los presos que lo siguen padeciendo esta lógica de la reutilización también la han heredado de la dictadura los gobiernos de la democracia. Especialmente los del Frente Amplio. Otra característica de los CCD y CD es su ubicuidad. No hay prácticamente un barrio que no cuente con un emplazamiento represivo. Sólo en Montevideo y alrededores encontramos varias decenas de lugares que se corresponden con estas categorías, muchos de ellos en el interior de cuarteles militares. En los grandes predios militares de la capital aparece esta diversidad funcional, con algunos galpones usados como CCD y otros como CD, como ya comentábamos más arriba. En algunos de estos predios, como el Batallón de Infantería nº 13 o el nº 14, además, se ha documentado arqueológicamente la presencia de cementerios clandestinos.  

Pero no sólo se usaron los acuartelamientos para instalar los CCD y CD, sino que toda una nómina de edificios que bien pertenecían al Estado (espacios para la compra-venta de ganado o estadios, por ejemplo) o bien fueron robados a la guerrilla del MLN-T, también fueron sede de tan ominosos crímenes. A día de hoy la lista de CCD, por ejemplo, aún no está cerrada, y seguramente vayan apareciendo nuevas sedes según avancen las investigaciones y las denuncias de las víctimas. Sin duda por duración y número de secuetsrados que pasaron por allí habría que destacar los CCD "300 Carlos" o "Infierno Grande" y la "Base Roberto", destinados fundamentalmente a la desarticulación del Partido Comunista del Uruguay.

Mapa con la distribución de los espacios represivos en Montevideo y sus alrededores, clasificados por tipologías. Se añaden también las marcas de memoria de la ciudad. Mapa realizado por Nicolás Gazzán y Carlos Marín, de la exposición  "Memorias fracturadas. Cartografía visual de la represión y la memoria en Montevideo" 

Nuestra intención con estas piezas de vídeo es hacer asequible una muestra representativa de toda esta vasta materialidad represiva de la dictadura uruguaya, inaccesible para la mayor parte de la sociedad. Como decíamos más arriba las investigaciones oficiales que desde que subió al gobierno la coalición de centro-izquierda Frente Amplio en el año 2005 se llevan a cabo por mandato presidencial sólo abarcan la cuestión del paradero e identificación de los detenidos desaparecidos. El resto de crímenes de lesa humanidad quedan fuera del cometido de los equipos de arqueólogos e historiadores, perdiéndose de este modo una oportunidad única para la documentación de unos lugares y unos edificios que, entre otras razones, tienen una clara condición de prueba judicial de aquellos crímenes. Sin descartar, por supuesto, el potencial de estos lugares para volver atar los lazos sociales que la dictadura cortó. 

O dicho de otro modo, reconvertirlos, mediante un trabajo colectivo entre víctimas, familiares, vecinos e investigadores, en lugares de memoria y en lugares de historia. Cuando el GIAF ha intervenido arqueológicamente en estos lugares (por ejemplo el gran predio formado por el Batallón de Infantería nº 13 - Servicio de Material y Armamento, en donde hubo varios CD y el CCD conocido como "300 Carlos" o "Infierno Grande"; o el caso de La Tablada Nacional, edificio que desde el s. XIX albergaba el lugar de compraventa de ganado y que se reutilizó para instalar el CCD conocido como "Base Roberto") lo ha hecho exclusivamente buscando restos de detenidos desaparecidos. En el Batallón 13 la vida normal del cuartel continúa, con soldados novatos vestidos de camuflaje haciendo cuerpo a tierra y practicando en el campo de tiro, o haciendo estatuillas de Artigas con aleaciones metálicas baratas, tipo trofeo de fútbol-sala, en el galpón que durante la dictadura fue uno de los campos de concentración más terribles. Sólo se excluye de la vida normal del cuartel la zona cautelada por el juez para que los arqueólogos desarrollen sus excavaciones, siempre bajo la atenta mirada de los militares, que les graban en vídeo continuamente.

El caso de La Tablada Nacional es similar. Este mercado de ganado tras ser usado como CCD en la dictadura en la democracia pasó a convertirse en reformatorio de menores y posteriormente en cárcel. Como si las tecnologías represivas del campo de concetración hubieran quedado rebotando en las paredes durante los años noventa y los dosmiles fueron frecuentes los motines por los tratos vejatorios, las condiciones infrahumanas y las torturas. El GIAF sólo pudo excavar en los alrededores por estar en uso el edificio, hasta que entre los años 2013 y 2015, aprovechando que este Monumento Nacional estaba en obras para su enésima reconversión en reformatorio de menores de alta seguridad, se pudo intervenir en su interior, y así poder descartar que pudiera haber enterramientos clandestinos en sus sótanos, todos cegados con escombros durante los años 80. 

Fachada principal de La Tablada Nacional, monumento histórico nacional que fue usado en la dictadura como el centro clandestino de detención "Base Roberto". Fotografía Fuyumi Labra. 
  
Por otro lado muchos de estos lugares tras la dictadura han continuado en la órbita militar, por lo que el acceso a los mismos es muy limitado, o bien han sido reconvertidos, como venimos denunciando, en espacios penitenciarios tanto para menores como para adultos, pese a que son edificios que no fueron construidos con ese fin. Aparte de La Tablada Nacional es significativo el caso de la prisión política de mujeres de Punta Rieles, pues fue el único caso en donde hubo una movilización masiva y continuada en el tiempo, tanto de las ex-presas como de vecinos del barrio, para que el Estado cediera el antiguo seminario de jesuitas y poder convertirlo en un lugar de memoria y de formación barrial. Tras las negativas del presidente Pepe Mujica ni siquiera para recibir al colectivo de ex-presas, pese a que algunas de sus portavoces habían compartido militancia guerrillera con el presidente, éste decidió reconvertir la antigua cárcel política nuevamente en cárcel en el año 2011.



Edificio principal del seminario de jesuitas de Punta Rieles, usado durante la dictadura como cárcel política de mujeres. Actualmente sigue siendo una cárcel. Fotografía Fuyumi Labra, de la exposición  "Memorias fracturadas. Cartografía visual de la represión y la memoria en Montevideo"

Otros CCD desaparecieron para construir viviendas, mientras que otros son a día de hoy casas privadas, pese a que la propiedad proceda de un robo de los militares. Respecto a las cárceles comunes, que también fueron cárceles políticas, la de Miguelete se mantiene por haberse utilizado uno de sus radios como Espacio de Arte Contemporáneo, mientras que la de Punta Carretas, famosa por las fugas de anarquistas en los años 30 y de tupamaros en los 70, fue destruido en su mayor parte y convertido en un gran centro comercial, lo que en palabras de Hugo Achugar ha significado un lugar de eliminación de la violencia política y su sustitución por la ordenada y legitimada violencia del mercado. 


Fachada principal de la antigua cárcel de Punta Carretas, de lo poco que se conservó tras su demolición y re conversión en centro comercial. Fotografía de Fuyumi Labra. 

Vemos, por lo tanto, que por un motivo u otro las materialidades represivas uruguayas son en su mayor parte inaccesibles o han sido destruidas. Además, que salvo contados casos -cárcel política de Punta Rieles- no ha habido reclamos de la sociedad uruguaya para la recuperación de estos edificios y su reconversión en lugares de memoria. Contrastan significativamente las prácticas y los reclamos de la sociedad civil organizada uruguaya, centrados en la búsqueda y localización de los detenidos desaparecidos, con los de Argentina y Chile, donde, aparte de la búsqueda e identificación de los restos de los detenidos desparecidos existe una amplia red de lugares de memoria en edificios represivos recuperados por los movimientos sociales. Gracias a estos reclamos y luchas que se originaron en tiempos de las dictaduras vemos también en estos otros ejemplos sudamericanos una legislación en materia de políticas de reparación, y en concreto sobre memoria histórica, que en el caso uruguayo es inexistente.

Vista aérea de la antigua cárcel de Miguelete. Actualmente se ha utilizado uno de sus cuatro celdarios para instalar el Espacio de Arte Contemporáneo. 


Si como dice el historiador José Rilla las huellas materiales de la dictadura en Uruguay se caracterizan por el borramiento, la sustitución o el olvido, Materialidades Represivas  pretende acercar mediante imágenes y sonidos unos espacios y unos muros en donde se origina y queda depositado, queramos o no, el pensamiento colectivo de la vida social que allí tuvo lugar, para que aquel pueda seguir teniendo todo su potencial en el presente y para ofrecer los mimbres con los que construir contramemorias. Con este fin se ha seleccionado la cárcel política de hombres (EMR 1) de Libertad, cuya vida cotidiana será rastreada gracias al ex-tupamaro Jorge Tiscornia, el preso político que más tiempo permaneció allí encerrado. Debido a que la cárcel de Libertad sigue estando en uso rastrearemos la vida en aquella mediante la cárcel de Miguelete, espacio que es en sí mismo objeto de investigación del propio Tiscornia, como veremos en el primero de los vídeos. Respecto a los CCD hemos escogido la "Base Roberto" (La Tablada Nacional), aprovechando los trabajos arqueológicos que tuvimos oportunidad de llevar a cabo durante el año 2015 con el GIAF. Aquí contaremos con los testimonios de dos de los secuestrados que pasaron por estas instalaciones, los comunistas Pedro Giudicce y Antonia Yáñez, que nos explicaran la "vida cotidiana" en un campo de concentración y los cambios que sufrió su tecnología represiva a lo largo de la dictadura. Terminaremos con un vídeo sobre el GIAF, en el que sus integrantes nos acercan a la forma en la que este grupo de investigación investiga el paradero de los restos de los detenidos desaparecidos de la dictadura.   

Carlos Marín y Ángel Galán                 

viernes, 11 de marzo de 2016

Arqueología del primer bombardeo civil de la historia

Magníficas  vistas de Durango desde un bombardero de la Aviazione Legionaria.

El Duranguesado fue una de las comarcas vizcaínas que, de manera más dura, sufrió las consecuencias de la guerra iniciada por los militares golpistas. Otxandio fue la primera localidad que fue bombardeada el 22 de julio de 1936, provocando 57 muertos, la mayoría civiles. Durango también padeció ese año otro bombardeo el 25 de septiembre, causando la muerte de 12 personas, al caer una bomba en el frontón de Ezkurdi, donde se hallaban jugando a la pelota un grupo de milicianos y refugiados huidos de Gipuzkoa. Tras el bombardeo, un grupo de milicianos enardecidos se dirigió a la cárcel y sacaron de la misma a 22 presos (detenidos por presunta afinidad requeté) y los trasladaron al cementerio. Todos ellos fueron fusilados sin juicio previo.

Frontón de Durango en 1932.

Impactos de metralla en la antigua pared del frontón.

Pero fue al año siguiente, el 31 de marzo de 1937 cuando se produjo el ataque por el que Durango es recordado en los libros de historia. A las 7:00 de la mañana, cinco bombarderos italianos despegan de Soria en dirección a Durango, iniciando el bombardeo a las 8:30. La alarma aérea había sonado momentos antes pero, para cuando la gente quiso reaccionar, los aviones fascistas habían iniciado el ataque a la villa. En tan sólo unos minutos arrojarían cuatro toneladas de explosivos sobre la población civil.

Porche de la basílica tras el bombardeo.

Los aviones iniciaron el bombardeo desde el final de la calle Kurutziaga enfilando hacia Santa María. Esta trayectoria permitía a los pilotos italianos mantener el sol a la espalda pudiendo utilizar la torre de la basílica como referencia. En la iglesia San José de los Jesuitas, los pilotos al servicio de la Cruzada acaban con la vida de 27 personas que se encontraban en aquel momento en misa. El Colegio no resulta dañado a pesar de que era cuartel del batallón Kirikiño de EAJ/PNV. Al otro lado de la calle, una bomba estalla en la parte trasera del convento de Santa Susana causando la muerte de 13 monjas y una empleada. Cosas del Caudillo por la Gracia de Dios.


Porche de la basílica, hoy en día.

En la calle de Santa María, la zona de la basílica es una de la imágenes del bombardeo que perduran en el imaginario colectivo. Ese día, en el pórtico se celebraba mercado, ya que la también bombardeada plaza del Mercado se destinaba como garaje del batallón de automovilismo. Además, a la hora del bombardeo se oficiaba misa, por lo que el número de víctimas fue especialmente elevado.
Los bombardeos de ese día dejaron 336 muertos por efecto de los ametrallamientos y los 3.140 kilos de bombas. 
El actual Museo de Arte e Historia expone maquetas y materiales de época, en un antiguo palacio reutilizado en la guerra como hospital por el Gobierno de Euzkadi. En una loable iniciativa, el ayuntamiento de Durango ha diseñado una ruta de visita por las huellas (aztarnak en euskera) materiales de este crimen de guerra. Cada rincón de Durango que sufrió el bombardeo fascista italiano se ha convertido en un lugar de memoria, con sendas placas en homenaje a los fallecidos.
Tras la toma de la villa por los sublevados el 27 de abril de 1937, el franquismo con su cinismo habitual echó la culpa de la destrucción del pueblo a las hordas marxistas. La primera compañía del batallón de trabajadores nº 14 fue obligada a llevar a cabo los trabajos de desescombro. Regiones Devastadas se encargó de la reconstrucción en la postguerra. La instalación de una cárcel para las mujeres rojas anticipó el infierno en la tierra que sería la prisión de Saturraran en la costa. En el colegio Nevers murieron cinco mujeres y cinco niños.


Antigua cárcel para mujeres en el colegio Nevers.

Durango es una muestra clara de la intervención fascista en la guerra civil española. Para aquellos que tengan dudas sobre la violencia propagada por el totalitarismo mussoliniano, aconsejamos la lectura del reciente libro de Javier Rodrigo (La guerra fascista. Italia en la Guerra Civil española, 1936-1939. Madrid: Alianza Editorial) y una visita pausada por esta villa vizcaína, en la que nadie olvida.


miércoles, 2 de marzo de 2016

La ciudad donde pasó algo: arqueología del 3 de marzo (y II)


Hoy (1 de marzo) nos hemos levantado en Vitoria-Gasteiz con la noticia de que con nocturnidad y alevosía los monumentos del 3 de marzo situados en el barrio de Zaramaga y el recién inaugurado en Alegría-Dulantzi habían sido atacados. Los agresores pintaron la bandera del Reino de España en cada uno de ellos, invisibilizando parcialmente las placas conmemorativas y los relieves de los monumentos. Andoni Txasko, miembro de la asociación 3 de marzo, denunció los hechos en la sesión de la mañana de las jornadas internacionales por el 3 de marzo celebradas en el Centro de arte contemporáneo Artium dentro de una agenda de actividades por el 40 aniversario de los acontecimientos de 1976. Estos hechos nos demuestran tres cosas: que la materialidad es un campo de batalla en el que la memoria, la ideología y la violencia se resignifican constantemente; que la memoria concreta de los hechos de marzo de 1976 genera aún a día de hoy confrontaciones sociales; y que, por desgracia, los descendientes ideológicos de los culpables de que aquellos terribles hechos ocurrieran siguen ejerciendo la violencia física (sobre los monumentos) y simbólica (sobre las víctimas del 3 de marzo y las luchas que ellos y ellas representaron). Como afirmó Carlos Martín Beristain durante las jornadas celebradas en el museo Artium, nos hicieron creer que vivimos un postfranquismo, pero realmente se trata de un neofranquismo.

Monumento inaugurado en 2013.

La memoria y las políticas de la memoria del 3 de marzo, como adelantamos en el anterior post, son especialmente interesantes para el análisis no solo de la historia contemporánea del Estado español, sino también del devenir político de la sociedad vasca. El espacio que en 1976 fue de terror y violencia paulatinamente se convirtió en espacio de reivindicación y memoria. En términos cuantitativos y geográficos se trata de un caso único. Solamente en los alrededores de la iglesia de San Francisco se encuentran no uno ni dos, sino cinco monumentos al 3 de marzo, el último inaugurado esta misma semana durante el 40 aniversario y que recuerda la encomiable lucha que, como las madres de la Plaza de Mayo argentina, realizaron las mujeres trabajadoras y esposas de los trabajadores en huelga. Un espacio repleto de memoria en el que ha sido fundamental la labor llevada a cabo por la propia asociación 3 de marzo, que, como un auténtico txirimiri vasco, ha ejercido una lucha constante hasta que sus voces han sido escuchadas. Y es que, como constantemente parece repetirse en la historia contemporánea de los países que han sufrido un pasado traumático, únicamente la pelea constante de la sociedad civil por reclamar verdad, justicia y reparación ha logrado presionar a los poderes públicos para posicionarse y, paradójicamente, “tomar partido”.

Mural del 3 de marzo. Inaugurado en 2013.

El ejemplo de la lucha por la memoria de la asociación 3 de marzo y de la sociedad civil gasteiztarra es más que una victoria simbólica. No solo ha logrado, más tarde que pronto, que criminales como Martín Villa, Ministro de Relaciones Sindicales durante los hechos y responsable directo de los mismos, estén actualmente en busca y captura internacional (si bien el estado neofranquista ha decidido no aplicar esta sentencia), sino también que los descendientes políticos de los culpables de los sucesos hayan acabado por apoyar simbólicamente, que no jurídicamente a tenor del caso de Martín Villa, a las víctimas de los sucesos. Así, dos de los monumentos al 3 de marzo, un monolito de metal antropomorfo y un impresionante mural pintado dentro del programa de muralismo de la ciudad de Vitoria-Gasteiz, fueron inaugurados por el gobierno municipal de Javier Maroto (PP) quien, mientras apoyaba a las víctimas del 3 de marzo, pugnaba por retirar las ayudas a la población inmigrante. Paradojas de la memoria o “memorias sujetadas”, como reza el título del magnífico libro coordinado por Gonzalo Compañy y Soledad Biasatti.

Inauguración del monumento del 3 de marzo en Alegría-Dulantzi.

Pero las políticas de memoria de los hechos del 3 de marzo son todavía más sorprendentes. Un pequeño ejercicio de arqueología nos permite vislumbrar un impresionante proceso de lo que se ha denominado “vampirización de la memoria”, esto es, la resignificación en términos políticos y simbólicos de una memoria que en origen no correspondía con su nuevo significado. Uno de los símbolos más visuales del 3 de marzo es un pequeño monolito de cinco tubos de hierro situado en medio de la plaza homónima y que simula un puño cerrado. Un monolito, cuya fecha debe situarse en torno al décimo aniversario de la matanza (1986) y que fue forjado por los compañeros de los obreros asesinados de Forjas Alavesas. Monolito, además, que tuvo que ser colocado con nocturnidad y alevosía para poder evitar que las fuerzas de seguridad impidieran su colocación. De ahí la estética, digamos, “new age” de la base de cemento. En su centro, una placa en la que se ven dos lauburus, símbolo inequívoco de la actual identidad vasca, y unas palabras escritas en euskera: “1976ko martxoaren 3; Gogoan Zaituztegu” (traducido: “3 de marzo de 1976; nos acordamos de vosotros”).

Exterior de la iglesia de San Francisco.

En uno de los muchos paseos que damos por el barrio de Zaramaga nos dimos cuenta un día de la presencia de una pequeña placa situada en la base del actual monumento y que había sido prácticamente arrasada por la colocación del cemento. En esta placa se podía leer lo siguiente:

[compa]ñeros asesinados
…ne a una lucha obre[ra]
…da y solidaria
…hoy más que nunca
…[neces]itamos seguir
…Gasteiz


Placa bajo el monolito del 3 de marzo.

A lo largo de los años 80 y 90 se produjo un curioso proceso por el cual la izquierda abertzale se fue apropiando simbólicamente de la memoria del 3 de marzo. Apropiación porque, recordemos, los hechos del 3 de marzo se generaron por una reivindicación obrera, no nacionalista. De hecho, prácticamente todos los obreros asesinados o no eran vascos o eran descendientes directos de inmigrantes, fundamentalmente extremeños (como Romualdo Barroso). Es decir, lo que en inicio fue una reivindicación obrera se fue transmutando con los años en una reivindicación nacionalista. Este proceso tuvo su representación física y simbólica en las manifestaciones que cada año conmemoran los hechos del 3 de marzo. En inicio, el sindicato Comisiones Obreras y los partidos políticos comunistas fueron los que organizaban las manifestaciones. Con el tiempo, la izquierda abertzale fue consolidándose y desarrollándose en Euskadi, de manera que finalmente su mayoría política y social se trasladó a las propias manifestaciones del 3 de marzo. Finalmente, Comisiones Obreras y UGT abandonaron la convocatoria de esta manifestación. Actualmente, la manifestación del 3 de marzo suele acabar en una pequeña batalla campal en el centro de la ciudad en el que la juventud, abertzale y no abertzale, se enfrenta a las fuerzas policiales. Una re-presentación de marzo de 1976 en la actualidad.

La resignificación política del 3 de marzo no acaba aquí. En 2014, un grupo de universitarios decidieron, precisamente en la iglesia de san Francisco donde fueron asesinados los 5 obreros en 1976, la okupación del barrio de Errekaleor, donde iniciaron un proyecto autogestionario que, frente a las dificultades y las presiones de la administración, continúa a día de hoy. En su particular creación de una renovada identidad para un barrio prácticamente olvidado, los okupas y vecinos del barrio han decidido tomar el 3 de marzo y en particular la figura de Romualdo Barroso (antiguo vecino del barrio) como metáfora de su propia lucha. Una resignificación activa de la memoria de una generación que no vivió directamente los hechos del 3 de marzo, pero que se sienten partícipes en sus consecuencias políticas y simbólicas.

Romualdo Barroso en Errekaelor.

Esa pequeña placa, actualmente desaparecida, simboliza todo un proceso de resignificación política de la memoria y es una metáfora perfecta del devenir de una sociedad con grandes ansias de verdad, justicia y reparación. Esperemos que la destrucción de esa placa y los ataques a los monumentos únicamente sean el chirriar de una puerta que, finalmente, acabará abriéndose, dejando que nuestra casa pueda, por fin, airearse.

La memoria olvidada.


Post by Carlos Tejerizo García