Ortoimagen de las letrinas durante la excavación.
Emulando un post previo, esta entrada podría llamarse "¿Quiénes c...aron en el seminario menor de Belchite?" De la misma manera que hemos podido arrojar luz recientemente sobre los combatientes de Mediana gracias a nuevos documentos de archivo, un documento audiovisual nos permite ahora elucubrar sobre las letrinas que excavamos en el seminario -y sus usuarios.
Durante la excavación de las letrinas, que se encontraban arrasadas por completo, identificamos dos impactos de proyectiles en la acera exterior. Parecían corresponderse con granadas de espiga. Estas fueron utilizadas con profusión en el asalto a Belchite, como sabemos por los restos que hemos encontrado en la campaña de 2014 en el Saso y en la de 2015 en las fortificaciones cercanas al cementerio. Colegimos de los dos impactos que el edificio de las letrinas: a) era anterior a la guerra (la otra posibilidad que manejábamos es que hubiera sido construido en 1939-40, cuando el sitio se convirtió en campo de concentración); b) que quedaron seriamente dañadas por los explosivos y quizá no volvieron a ser utilizadas. La ausencia de materiales claramente atribuibles al campo de concentración parecía reforzar la teoría del abandono tras el asalto republicano.
Sin embargo, en un documental republicano sobre la batalla de Belchite (Tres Fechas Gloriosas, Félix Marquet, 1938), se puede apreciar claramente el edificio de las letrinas, aparentemente en perfecto estado, después de que los guardias de asalto tomaran el seminario. Los guardias posan sonrientes levantando el puño con los retretes al fondo:
¿Quién quiere ir al baño?
Esto aclara algunas cosas y complica otras ¿Qué es lo que complica? La forma en que se llevó a cabo el ataque en este sector. En un principio creímos que el mortero que batió la zona se habría emplazado en la meseta que domina el seminario. Desde esta posición privilegiada, pensábamos, habría podido hostigar a los defensores a placer. Sin embargo, esta hipótesis ahora no parece muy verosímil: la trayectoria del proyectil solo sería posible sí las letrinas no tuvieran tejado (porque hubiera sido destruido previamente). De tenerlo, el proyectil que dejó su huella en la parte septentrional habría impactado casi seguro contra la techumbre. Esto significa que los disparos del mortero de espiga debían proceder más bien de la zona este, por donde discurre la carretera -y donde posan los guardias de asalto.
Lo que aclara el fotograma es quiénes c...aron en las letrinas. Primero, los soldados sublevados que ocupaban esta posición. Esto ya lo sabíamos. Después, los republicanos una vez que se hicieron con el lugar. Y no de forma eventual (para aliviar la tensión del ataque), sino habitual. Esto significa que algunas tropas del Ejército Popular estuvieron acantonadas en la posición durante un cierto período de tiempo.
¿Cómo deducimos esto? En la excavación encontramos una serie de objetos que ahora podemos interpretar mejor. Se trata de varios elementos relacionados con la higiene personal: restos de dos tubos de pasta de dientes, un peine, un cepillo de dientes y una bacía u orinal. Excepto el orinal, que apareció donde tenía que aparecer (en los retretes), los útiles de aseo los encontramos en una zona que con toda seguridad contenía lavabos.
El ubicuo kit de higinene de la Guerra Civil: tubos de pasta de dientes, cepillo y peine aparecidos en las letrinas del Seminario Menor.
Excavación de la zona de los lavabos.
La arqueología del pasado contemporáneo es compleja. En períodos muy breves de tiempo han podido pasar muchas cosas: las huellas efímeras de los eventos se mezclan unas con otras irremediablemente. Y desenredar la madeja de la historia lleva su tiempo. Las letrinas que excavamos son un espacio vulgar -tal vez el más vulgar de los espacios. Sin embargo, este espacio vulgar participó de hechos históricos de primer orden. En un plazo de dos años, las usaron los requetés, las bombardearon guardias de asalto, las reutilizaron soldados republicanos y finalmente, quizá, brigadistas internacionales prisioneros.
Hay palacios, la verdad, que han visto menos historia.