jueves, 26 de enero de 2017

Un fascista nos cuenta la Guerra Civil... y tiene razón


"La mejor novela de la Guerra Civil vista desde el bando nacional". Así describe la editorial La Fiel Infantería de Rafael García Serrano, publicada en 1942. Comencé su lectura tanto con intención de conocer la visión de los vencedores como para buscar elementos que pudieran ayudarnos a comprender el registro arqueológico de la contienda. Por lo que respecta al segundo objetivo, el fracaso ha sido total. El slogan es engañoso: en una novela de 230 páginas apenas visitamos el frente hasta la página 165 y las descripciones son tan génericas que podrían valer para cualquier conflicto desde 1914 al menos. Quien desee leer una buena narración de la experiencia bélica, habrá de buscarla en otro lado: sin dejar el lado franquista, resulta mucho más instructiva, por ejemplo, la obra de Amaro Izquierdo, Belchite a Sangre y Fuego (unas memorias, en este caso, no una novela).

Sin embargo, por lo que respecta a la visión de los vencedores, la novela constituye una lectura iluminadora. Porque Rafael García Serrano era un auténtico fascista. No se trata de un insulto, sino de una definición (como diría Valle-Inclán), que el propio escritor probablemente no rechazaría. García Serrano se declara falangista convencido, un camisa vieja joseantoniano que sigue a pies juntillas el credo del Movimiento. Un fanático, en suma ("entonces combatíamos los fanáticos de los dos bandos, los que solo podíamos luchar sin cuartel").

El escritor se acerca en muchas de sus posiciones a las ideas y valores del fascismo italiano: glorificación de la violencia ("con un arma en sus brazos, [un mozo es] más que un un semidiós", "también es virtuoso odiar"), la jerarquía ("gusto natural del señorío", "da gusto sentirse superior"), la fuerza ("Sabe que los fuertes tienen derecho a todo y no ha pensado jamás en los débiles"), el caudillismo ("porque se dejaban mandar de un solo hombre, desconfiaban de la Humanidad"), el imperio ("como va a misa y ha leído los prodigios de los conquistadores, está con nosotros"), la venganza ("la hermosa paz del ojo por ojo"), nacionalismo exacerbado ("La grandeza de la Patria es la única finca para la felicidad de los desheredados") y al mismo tiempo defensa de la justicia social y crítica al viejo orden. La diferencia con los italianos radica en su devoto catolicismo: la marca característica del fascismo patrio. Un catolicismo que no impide a los protagonistas, por cierto, engañar a sus novias y esposas, irse de putas siempre que pueden, asesinar prisioneros y mostrar una absoluta falta de piedad con los vencidos.

García Serrano es, de hecho, un fascista en lo político y en lo estético. Su novela tiene trazas vanguardistas que recuerdan al futurismo italiano y que se apartan del estilo grimoso-casposo-pelotillero que caracterizó a los escritores propiamente franquistas.

Porque García Serrano no es evidentemente franquista. No al menos cuando escribe la novela. José Antonio aparece por todas partes, el Caudillo solo un par de veces y de pasada. Normal: el autor es un creyente y es honesto y coherente en su ideología (salvo en el catolicismo, claramente); Franco, en cambio, un advenedizo sediento de poder. El propio García Serrano deja entrever a lo largo de la novela que la revolución nacional-sindicalista acabará siendo traicionada por quienes la apoyan momentáneamente (cedistas, empresarios explotadores, aristócratas): "los caciques y los cobardes... que tenían voluntad de asqueroso dinero con que hacernos mercenarios". 

El motivo por el que traigo a colación este libro es por la justificación que ofrece de la Guerra Civil. Es de lo más interesante porque da la razón a la perspectiva republicana sobre el origen del conflicto y lleva la contraria, en cambio, a los historiadores franquistas (Stanley Payne y colegas de segunda fila), propagandistas exterroristas (Pío Moa) y demás apologetas de la dictadura ¿Cómo es esto posible?

Muy fácil. La tesis Payne-Moa se basa en decir que la República en el 36 ya no era una democracia, porque había sido secuestrada por una izquierda totalitaria empeñada en hacer la revolución e instaurar un régimen comunista en España. Desde este punto de vista, el golpe militar habría sido una contrarrevolución oportuna que habría impedido que la dictadura del proletariado acabara de imponerse. De ahí se colige, en opinión del ala extremista (Moa), que tenemos que agradecer al Caudillo todo lo que ha hecho por nosotros, al salvarnos de las hordas rojas. Naturalmente, esto tiene poco de original. Es la teoría que fabricó el régimen franquista a partir de mediados de los años 40, cuando cambió el fascismo por el anticomunismo, mucho más útil en tiempos de Guerra Fría.

Pero a García Serrano la Guerra Fría y la geopolítica se la trae al pairo. Entre otras cosas porque acaba su novela en 1942, en plena apoteosis fascista, y en segundo lugar porque, como ya indiqué, es un creyente insobornable. Fascismo o muerte. Así que lo que nos cuenta es lo que pensaban los falangistas, los carlistas y buena parte de la derecha que participó en el golpe del 18 de julio o lo apoyó en silencio. Es decir, antes de que comenzara la ingenería historiográfica de la dictadura a reconstruir la historia.

¿Son los rojos los enemigos para el escritor? No mucho. La palabra "rojo" no aparece regularmente hasta el último cuarto del libro y solo para referirse a los soldados enemigos, no a una ideología. En cambio, sorpresa, aparecen varios simpáticos personajes anarquistas reconvertidos: cenetistas y faístas que cayeron en la cuenta de que la auténtica revolución la tenía que hacer la falange y fueron aceptados con los brazos abiertos por sus camaradas. ¿Es la Unión Soviética el enemigo para Garía Serrano? Frío frío. La URSS no aparece más que una vez o dos ("petardos moscovitas") y sin connotación ideológica.

¿Quiénes son pues los enemigos? Pues los de los fascistas: el parlamentarismo ("sonaban las pisadas con esa unanimidad que nunca se consigue en el parlamento"), la democracia ("unas elecciones inglesas hacían que su ironía estallase bajo la camisa azul", "juego de idiotas el sufragio"), el humanitarismo ("Ahora sé que mi amor por una entelequia llamada humanidad no era sino un atavismo de la temporada en que fui vegetariano", "me paso el amor por el arco del triunfo"), el diálogo racional ("el hombre armado reconoce que el más poderoso argumento es la victoria", "si discute de política no admite más razón que la suya"), la civilización burguesa decadente representada por las grandes ciudades, la cultural liberal y progresista ("¿Admiras a Proust, a Zweig, a Gide, a Lawrence?... yo los ahorcaría por supercivilizados"), el pacifismo, Inglaterra, Francia, etc. El escritor le tiene una tirria insuperable a los franceses ("franceses, qué asco"), que aparecen continuamente descritos de la forma más negativa ¿Por qué los franceses? Evidentemente, porque representan lo que más odia el fascismo. Repetimos: parlamentarismo, democracia, política, civilización, liberalismo, pacifismo, etc.

Si uno lee las perlas de muchos de los militares africanistas que promovieron el golpe del 36 verá que los enemigos son muy semejantes (añadamos unos masones por aquí, unos judíos por allá), incluso cuando no se autodefinen como fascistas o falangistas. Son ideas ultrarreaccionarias que estaban en el aire desde el final de la Primera Guerra Mundial. En España, Italia, Rumanía o Alemania.

Bastante terrible es tener un régimen democrático y parlamentario, pensaron estos individuos, pero si encima es de izquierdas la situación resulta intolerable. Queda meridianamente claro en La Fiel Infantería que García Serrano no necesitaba una insurrección marxista para comenzar la guerra ("Nuestra intención era fecundar la Patria con la pólvora violenta del Alzamiento y que naciese otro mundo distinto"). Tampoco Yagüe, Mola o el propio Franco. En realidad, solo habrían tolerado una República corporativa, autoritaria y de derechas, a la austríaca. Cuando la CEDA no lo consiguió, solo quedaba la alternativa de la violencia. Y violencia tuvimos hasta cansarnos y más.

Mientras algunos historiadores se dedican a inventarse la Historia para justificar lo injustificable, aquellos que la protagonizaron se empeñan en llevarles la contraria ¡Incluso aquellos que son más afines a sus ideas! Un motivo más que suficiente para leer literatura fascista y no solo a aquellos que se encargan de glosarla. Y hay que hacerlo aunque tengamos que leer frases como esta, digna de Marta Sánchez:


¿Pero es que hay algún camino que no sea soldados y amor?

Virgen santa.

miércoles, 25 de enero de 2017

Las casas frías: naturaleza muerta (III)

Detalle del proyecto de pueblo de Armentia (1946).

Una cosa es la propaganda fascista y otra la cruda realidad. Y la realidad de las casas frías de Armentia deja helado a cualquiera. El solar elegido responde a una lógica que se aplicará a machamartillo durante la dictadura: los peligrosos inmigrantes y obreros deben de ser alojados a las afueras de la ciudad, en solares de precios bajos. En el caso de Armentia: un descampado ocupado por una antigua explotación de grava, en plena llanada, sometida al azote de los vientos gélidos. En contra del paisaje tradicional, de la aldea de Armentia con cuatro casas, junta administrativa y bienes comunales desde la Edad Media, el evergeta fascista Martín Ballestero apuesta por el Hombre Nuevo y por la creación de un pueblo ex-novo moderno: el pueblo de Armentia, que no deja de ser hasta cierto punto futurista.

Prisioneros del campo de concentración de Nanclares de Oca (s.f.).

La corrupción y la ilegalidad camparon a sus anchas desde el inicio. La obra no contaba con licencia municipal. Al ser una iniciativa de la Obra Social del Movimiento, el ayuntamiento se desentendió del proyecto. Para ejecutar las 84 casas previstas hubo que hacer un auténtico encaje de bolillos. Para abaratar los costes, aparte de emplear materiales infames, se echó mano de mano de obra esclava. El Servicio Militar de Construcciones de la VIª Región puso a disposición del proyecto a los prisioneros republicanos del campo de concentración de Nanclares de la Oca. El conseguidor no fue otro que el general Yagüe, el carnicero de Badajoz. El beneficio empresarial con la operación alcanzaba un 10 %. Y así comenzaron las obras en 1947, para ser interrumpidas en 1949.

Las obras en la Memoria 1946-7 de la OSM..

El proyecto del arquitecto carlista Arraiza materializaba un auténtico poblado de estilo neovasco, en el que se procuraba mantener la naturaleza campesina de los residentes. Hay casi tanta superficie destinada a corrales y abrevaderos que a superficie habitable. Tanto aquí como en Abetxuko, la morfología urbana de los años 40 y comienzos de los 50 recuerda punto por punto a los poblados de colonización agraria en Extremadura. Si bien aquí se llegaron a plantear 14 tipos diferentes de viviendas y se diseñaron siguiendo las pautas de cierto monumentalismo autárquico, típico de los años 40 en la vivienda barata vitoriana. 


La organización interna de las casas reproducía el modelo de familia cristiana sancionado por el nacionalcatolicismo. La despensa al lado de la cocina (espacio femenino por excelencia) era el trasunto de los economatos y los fielatos, escenografías clave en la postguerra del hambre y el racionamiento. Como en los nuevos pueblos creados por los embalses, aquí también se priorizó la conservación de elementos religiosos antiguos (el crucero que todavía existe). Como en los campos de concentración, la cruz y la bandera rojigualda se ubicaban a la entrada del pueblo.

El poblado de Armentia a comienzos de los 80 (en Arriola 1984)

A finales de los años 50 se reanudaron las obras para acabar las casas que quedaban pendientes. El régimen franquista quería hacer olvidar su pasado más fascista, pero era imposible. Cuatro de las casas se cedieron a repatriados de Rusia. Un eufemismo para denominar a los combatientes de la División Azul que volvieron a España en el Semíramis en 1954.

La llegada de los repatriados de Rusia al puerto 
de Barcelona en 1954 (La Vanguardia).

Los promotores del pueblo de Armentia iban sobrados de ideología, pero la gente les importaba un poco menos. A diferencia de otros proyectos, aquí no se planteó la creación de ningún tipo de equipamiento. No había ni iglesia. A lo largo de las décadas de 1960 y comienzos de los 70 la prensa local se hizo eco de auténticos conatos de motín de los habitantes del poblado, infestado de ratas, lodo, mierda y jaurías de perros. Por no haber no había ni agua potable, y eso que el Caudillo había inaugurado por todo lo alto, con su uniforme de la Armada, el embalse de Ullibarri-Ganboa en 1958.

La consigna en Armentia fue abaratar costes como fuese.

"Baldes sedientos de agua esperan en Armentia. Se secan los manantiales, no sube la cisterna, no nos reciben en ningún despacho. Tampoco tenemos luz".
La Gaceta del Norte, 30 de septiembre de 1963.

"Las mujeres de Armentia ponen las cartas boca arriba. La tienda, su gran caballo de batalla".
El Correo Español, El Pueblo Vasco. Junio de 1972.

"Ninguna tienda existe en el barrio. Solamente se les sube a domicilio el pan y la leche, lo demás tiene que comprarlo en Vitoria".
La Gaceta del Norte, 1 de junio de 1972.

"Armentia reñido con el agua. Las calles convertidas en piscinas, mientras el agua falta en las casas. Urge la urbanización de la Zona".
La Gaceta del Norte, 16 de junio de 1972.

La urbanización de este guetto se llevó a cabo en...¡1975! Casi treinta años después del inicio de las obras.



lunes, 23 de enero de 2017

Las casas frías: naturaleza muerta (II)

 
Un hombre de la Vieja Guardia: acto en Logroño en 1945.

Detrás de las casas frías hay todo un proyecto ideológico y arquitectónico, con nombres y apellidos. De hecho, el conjunto de viviendas se denominó Grupo de viviendas Martín Ballestero, en homenaje a su promotor. Luis Martín Ballestero y Costea (1911-1995) era un fascista, así, con todas las letras. Su pensamiento político se recoge en un libro de 1946: La esencia de lo español. Procedente de la Acción Católica Nacional de Propagandistas pasó a engrosar de manera entusiasta las filas de la Falange. Tras su paso como Gobernador Civil en Logroño, desembarcó con el mismo cargo en Vitoria en 1946. Nada más llegar, ávido de ganar méritos, potenció la Obra Social del Movimiento en Álava. Su proyecto estrella sería el nuevo Pueblo de Armentia. Ya en Logroño había promovido el barrio de San José, conocido desde entonces como barrio de Ballesteros.

Acto público en Logroño en 1945.

Hombre de la línea dura, acabó reprimiendo sin temblarle el pulso la huelga de 1951, promovida por el gobierno vasco en el exilio y que tuvo mucho eco en Vitoria. Toda una mancha en su expediente. A raíz de la huelga, Martín Ballestero, enemigo acérrimo del separatismo vasco, acabó enfrentado con todos, con las hermandades católicas obreras, con el obispo y con la oligarquía tradicionalista carlista. Este fascista proseguiría brillantemente su carrera: fiscal general del Tribunal Supremo, Catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Zaragoza, presidente del Consejo de Estudios de Derecho aragonés... Lo mejor, las condecoraciones, que ahí siguen: Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort, Gran Cruz de Alfonso X El Sabio y mi preferida: la Gran Cruz del Mérito Agrícola. Esto es España, amigos.

Edificio de las Hermanas Oblatas de Pamplona (1948), obra de Arraiza.

En los años 40 la Falange reivindicaba la vuelta al campo, a la búsqueda de las esencias patrias. Aquí radica el origen de los proyectos de colonización agraria del franquismo. A su vez, en plena política autárquica, los fascistas españoles consideraban que la clase obrera, engañada por las hordas marxistas, podía ser reeducada y convertirse en un pilar de la revolución nacional-sindicalista. Martín Ballestero llegó a lo grande a Vitoria, pasó lo que pudo de la Iglesia católica, y promovió este nuevo pueblo de Armentia para acoger a familias rurales emigrantes que llegaban para engrosar la incipiente industria vitoriana. Para materializar su proyecto, Martín Ballestero echó mano de un arquitecto, el navarro Eugenio Arraiza. Este hombre es uno de los mejores representantes de la arquitectura monumental de la década de 1940, inspirada en la España de los Austrias. Ahí está su proyecto (fallido) de ayuntamiento y plaza municipal de Pamplona de 1945 o el edificio de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor de Pamplona (1948). En Vitoria diseñó este pueblo de Armentia y el grupo de viviendas de la calle Ramiro de Maeztu. Carlista acérrimo, llegó a ser teniente alcalde de Pamplona y cuando se jubiló fundó la revista Montejurra (1960). Ahí es nada.


El fascista Martín Ballestero y el carlista Arraiza están detrás de este proyecto de ingeniería social llamado Pueblo de Armentia. En la Fundación Sancho el Sabio se conserva una copia original de la memoria 1946-1947 de la Obra Social del Movimiento. En este documento comprobamos la delirante desconexión con la realidad del fascismo español. La época de la cartilla de racionamiento, del hambre, la miseria y la corrupción no se refleja por ningún sitio. Todo lo contrario. Las chicas de la Sección Femenina organizan campañas de Navidad para atender a los pobres de la ciudad. Chicos atléticos (mitad monjes, mitad soldados) se dedican al culto al cuerpo en el campamento del Frente de Juventudes en la Puebla de Arganzón. Discursos épicos y proyectos monumentales. Delirios de grandeza de aquellos que buscan la justicia social, esa justicia social, sólo española, por cristiana y falangista, que Franco, nuestro Caudillo, preside y exige a los demás (prólogo de la memoria 1946-1947).


Según la memoria de noviembre de 1948, el emplazamiento del Grupo de Viviendas Martín Ballestero contaba con las siguientes ventajas (a más de 3 km del centro de la ciudad de Vitoria): La belleza del lugar, el ambiente sano, la existencia de servicios religiosos, escolares, farmacia, mercado, etc... Aparte de los dos primeros servicios, los demás eran inexistentes y utópicos. Al mismo tiempo, con cierta finalidad propagandística, se calificaba al grupo como modelo de poblado sano y alegre que, una vez completada la urbanización, todos los viajeros que transitaban por la N-1 podrían admirar.



Referencias:

Arriola, P. M. 1984. Aspectos del crecimiento periférico de Vitoria-Gasteiz. Azterlanak, 3. Vitoria-Gasteiz: Arabako Foru Aldundia.

López de Maturana, V. 2014. La reinvención de una ciudad. Poder y política simbólica en Vitoria durante el franquismo (1936-1975). Bilbao: UPV/EHU.

Obra Social del Movimiento de Álava. 1947. Memoria 1946-1947. Vitoria: Gráficas Vitoria.

jueves, 19 de enero de 2017

Las casas frías: Naturaleza muerta (I)

San Prudencio de Armentia.

Las élites locales diseñan, proyectan y organizan el desarrollo de las ciudades. Mediante la arquitectura y el urbanismo (o la falta de él), controlan y domestican a los viejos (y nuevos) habitantes de la urbe. La Geografía Humana de raíz marxista, tan en boga en la España de los 70 y 80, tenía estas cosas muy claras. Estas mismas élites de las que hablamos son las que moldean la imagen de la ciudad hacia el exterior. En el caso de Vitoria-Gasteiz (daos un paseo por el stand de FITUR) se vende la Green Capital, la ciudad europea, la senda verde, el sitio en donde más se cuida el patrimonio histórico.
Dentro de este ideosistema, una de las postales turísticas de la capital vasca es la basílica de San Prudencio de Armentia, una joya del románico internacional del siglo XII. Estamos en la zona cero del espíritu alavesista. La campa del patrón, cada 28 de abril, es el campo de juego en donde se escenifican un sinfín de performances que contribuyen a reforzar el sentimiento vitorianista y la identidad del Territorio Histórico de Álava. Identidad, Patrimonio y Turismo. Armentia es referente de identidad, posee un enorme capital simbólico que, a nivel inmobiliario, se traduce en promociones de lujo. Armentia es el top residencial a día de hoy en la capital alavesa.

Armentia: zona residencial de lujo en la actualidad.

Esta postal turística esconde un paisaje marcado también por el conflicto, la violencia y el trauma. La necrópolis medieval anexa, excavada a comienzos de este siglo XXI, ha aportado un amplio conjunto de tumbas, en las que se documentaron esqueletos (alguno con las espuelas puestas) con evidencias de aparatosas heridas de guerra. El equipo forense de Paco Etxeberria llegó a registrar casos espectaculares de trepanaciones, operaciones quirúrgicas a las que sobrevivieron determinados individuos. La guerra volvería por estos parajes con las guerras napoléonicas. Cada año, recreadores se apostan para escenificar algunos pasajes de la batalla de Vitoria (1813), un acontecimiento histórico que entusiasma a la élite política vitoriana. A su vez, la primera guerra carlista (esa ya no interesa tanto) convirtió los paramentos murarios de la basílica en un inmenso paredón en donde liberales fueron fusilados a destajo.

Paramento de Armentia reconvertido en paredón en las carlistadas.

Pero si las guerras carlistas no merecen mucho recuerdo colectivo, qué vamos a decir de la guerra civil española. El 80 aniversario de la principal batalla librada en suelo alavés, la de Villarreal (diciembre de 1936), no ha entrado en la agenda conmemorativa de ninguna administración local, foral o autonómica. Durante la guerra civil se plantearon proyectos para adecentar y urbanizar la senda hacia Armentia. Justo al acabar el conflicto, se erigió el monumento a San Prudencio, concebido como un Ángel de la Paz. Tallado en mármol, el pedestal es un bloque retirado de las obras paralizadas de la Catedral Nueva de Vitoria. 

Monumento a San Prudencio.

Los vencedores de la guerra comenzaron a apropiarse del espacio público. El nacionalcatolicismo impregnaba la vida cotidiana. A los requetés les iba mucho eso de poner sus tercios bajo la protección de advocaciones patronas y patrones (Virgen Blanca, Nuestra Señora de Estíbaliz, Begoña, etc...). El tradicionalismo carlista estuvo hábil al fundir Cruzada, religiosidad popular e identidad. La fotografía de la procesión camino al monumento, el 28 de abril de 1940, es espectacular, por dos motivos. Porque nos muestra la realidad de la Álava rural (semillero requeté) y de una ciudad, Vitoria, que no se podía entender sin el mundo del campo, antes de la industrialización de fines de los 50. Pero por otro lado, nos muestra la realidad de la inmediata postguerra. El obispo de Vitoria (trasunto de San Prudencio) lidera a su grey, a su rebaño. Detrás de él, vemos a héroes de guerra, a capitanes carlistas con sus insignias colgadas de la pechera.

Procesión camino del monumento a San Prudencio, el 28 de abril de 1940. 
Fotografía expuesta en la exposición organizada por la Fundación Sancho el Sabio: 
Europa en llamas. Ecos de la Alemania nazi en Vitoria (1939-1945) 
y comisariada por Virginia López de Maturana, Guillermo Marín y Xavier Sagasta.


Los vencedores apostaban por un modelo determinado de sociedad, si bien existían divergencias notables entre ellos (carlistas vs falangistas). Armentia se va a convertir en la década de 1940 en el solar en el que se va a intentar materializar un proyecto de ingeniería social puramente fascista. Para conocerlo, tenemos que desviar la vista de los canecillos y ajedrezados de las arquivoltas románicas y dirigirnos a un descampado inhóspito. Aquí se encuentra una antigua promoción de vivienda obrera. Estas casas, conocidas por los vitorianos como las casas frías, se despachan en dos líneas en el plan Director de Puesta en valor de Armentia. Estas casas baratas, humildes y anónimas nos muestran en toda su crudeza lo que supuso el fascismo en los años 40 para esta ciudad.



martes, 17 de enero de 2017

Mi casa es la tuya o esta casa es una ruina

Entrada a la finca de Oriol en la actualidad.

La carretera que conduce a Urduña, a la altura de Izarra, en el noroeste de la provincia de Araba, presenta un pequeño desvío a modo de aparcadero que es utilizado como punto de encuentro de hombres armados durante la temporada de caza. Este espacio semioculto conduce al cierre de una finca abandonada en la colina de Argitza. En la fachada se puede leer una fecha: 1931. Aquí se ubica el acceso a la propiedad en la que se refugió el empresario José Luis de Oriol y Urigüen (1877-1972) el año en que se proclamó la IIª República. Empadronándose aquí, tenía el trámite hecho para ser diputado por Álava. Este arquitecto y financiero bilbaíno, casado con Catalina de Urquijo y con intereses económicos sobre todo en el sector hidroeléctrico, fue el líder local de Hermandad Alavesa (integrada en la Comunión Tradicionalista en 1932, la fuerza política predominante en Araba por aquel entonces) y diputado en las cortes republicanas. En Vitoria fundó una editorial católica y se hizo con el periódico El Heraldo Alavés que trasformó en El Pensamiento Alavés, órgano del tradicionalismo local por excelencia desde donde intentó materializar el lema de Hermandad Alavesa: “Religión-Fueros-Familia-Orden-Trabajo-Propiedad”.

Muy tradicionalista sí, pero también picantón: 
desnudo integral femenino en el camino a la fuente.

Durante la primera campaña de excavaciones en el monte de San Pedro, pudimos comprobar que la sombra de Oriol es alargada. En las barferencias y en las trincheras pudimos recoger testimonios orales de descendientes del servicio doméstico y del chófer de Oriol... Hombres y mujeres del presente hablaban con total naturalidad del chalet de Oriol, un espacio en ruinas pero que sigue ligado a su propia historia familiar. Registrar toda esta tradición oral subalterna es uno de los aspectos más destacados del trabajo que estamos haciendo en el monte de San Pedro.

El neocaserío con capilla incorporada.

En octubre-noviembre de 1936 la conformación en tiempo récord del Ejército de Euzkadi por el gobierno vasco supuso un punto de inflexión en este primer período de la guerra, ya que daría lugar a la única ofensiva llevada a cabo por el gobierno autónomo y que desembocaría en la llamada batalla de Villarreal de Álava. En el transcurso de estos combates, los milicianos, en el sector de Uzkiano, defendido entre otros por la 7ª Compañía del Requeté de Álava (Aguirregabiria 2015: 27) tendrían en el punto de mira el chalet de Oriol en Beluntza. Una batería de obuses Schneider de 155 mm intentaba hacer blanco constantemente en el chalet (Uribe y Tabernilla 2007). Nuestro paso por los archivos de Ávila, Madrid y Salamanca nos ha permitido corroborar documentalmente esta continua fijación. Con razón, los milicianos veían en este edificio un símbolo del golpe de Estado reaccionario, ya que era propiedad de uno de los ideólogos y financieros del ejército sublevado.

Altar ruinoso consagrado por el obispo de Vitoria en 1933.

Por eso nos interesa el chalet de Oriol, pero no sólo por eso. Las élites locales materializan su ideología en la propia arquitectura doméstica, en sus ostentosas residencias concebidas como auténticas escenografías y símbolos materiales del prestigio social. Diferentes conductas ideológicas generan distintas materialidades. Ésta es una de las grandes enseñanzas de la disciplina arqueológica. En la colina Argitza, el líder tradicionalista José Luis levantó su residencia de campo. En este emplazamiento, con bellas vistas hacia la cascada de Gujuli, el jefe carlista construye un neocaserío de estilo regionalista vasco. Como en el caso de Sabino Arana, Oriol concibe el baserri como el referente identitario de la derecha vasca, como la marca de identidad de la sociedad tradicional, como el contenedor de los valores que defiende en la arena política: propiedad, familia, fueros, religión. Este neocaserío tiene una capilla incorporada justo al lado de la fachada principal. Otro elemento arquitectónico complementa el trafondo religioso de este espacio doméstico: un altar monumental consagrado por el obispo de Vitoria en 1933, en plena ofensiva de la Iglesia católica contra las políticas reformistas de la IIª República. Las ruinas de la finca de Oriol son un yacimiento arqueológico de toda esta ideología tradicionalista y nacionalcatólica que venía ya de muy atrás. Lo que haría el franquismo sería reactualizarla en el contexto de la guerra civil.


¿Ultra o masón? Lo religioso no quita lo pagano: 
la arquitectura griega como modelo de prestigio.

Estas ruinas vuelven a sonar en la prensa alavesa estos días porque las administración no sabe qué hacer con ellas. El pasado del sitio tiene tela. Colegio de élite, acusaciones de pederastia, RUMASA de por medio y hasta el joven díscolo Bertín Osborne estudiando en sus aulas. Tras un pavoroso incendio que destruyó lo que quedaba del college se han ido sucediendo las propuestas, desde sede de actividades de hípica y ecoturismo, a campo de juegos de airsoft (la guerra ha vuelto). El reciente concurso de ideas organizado por la Diputación Foral de Álava ha quedado desierto... A nosotros se nos ocurre alguna idea. En mayo, durante la segunda campaña de excavaciones en el monte de San Pedro, volveremos sobre este tema.







sábado, 7 de enero de 2017

Tras la estela nazi... destrucción, memoria y urgencia

Estela alemana de Urbina en la actualidad.
Hace tiempo que quienes trabajamos con el legado arqueológico de la Guerra Civil y el Franquismo reclamamos dos cosas: por un lado, la necesidad de intervenciones que estudien y visibilicen este patrimonio olvidado y frágil, y por otro lado, que exista algún tipo de interés en este legado de cara a su “protección” o, al menos, la toma de conciencia respecto a su existencia. El debate sobre qué hacer con el paisaje simbólico del Franquismo (o Paisaje de la Victoria) está servido, si bien la Administración pública parece relegarlo a comisiones de memoria histórica poco activas o, simplemente… pasa del asunto.
Durante y tras la guerra, el Régimen de Franco puso en marcha una “colonización simbólica” del territorio: los monumentos a los/sus Caídos, las cruces conmemorativas y los vía crucis a los mártires formaban parte de la legitimación del sistema mediante un recuerdo manipulado del conflicto. Franco debía su poder a una victoria militar y eso fue lo que en un principio quiso dejar claro en su relato de “vencedores” y “vencidos”. Esa es la razón por la que nuestro espacio público está lleno de hitos que reproducen ese discurso de poder autoritario y antidemocrático.


Imagen de la plataforma en defensa de la Cruz a los Caídos de Callosa de Segura, Alacant.
Nuestro país es cuanto menos diverso y complejo. En Callosa de Segura (Alacant), el pasado mes de diciembre se vivieron momentos tensos debido a la orden municipal de retirar la “Cruz a los Caídos” que preside la plaza de la iglesia. Cientos de vecinos, animados por la “Plataforma Ciudadana en Defensa de la Cruz”, incluso llegaron a vigilar el monumento durante toda una noche para evitar su retirada hasta que consiguieron paralizar la labor. La extrema derecha, ávida de atención mediática y apreciando la “noble lucha” de estos vecinos de Callosa de Segura, se presentó allí y, con el canto del Cara al Sol por bandera, defendieron el monumento. (Siempre hay que pensar que compañeros de cama tiene uno). La plataforma ciudadana negó su vinculación con la ultraderecha y se limitó a defender la presencia del monumento en base a su valor patrimonial y religioso. Madre mía… ¡qué cruz!


Falange y su apoyo a la Cruz de Callosa de Segura, 2016.
Por otro lado, en otro rincón de la Península, en el pueblo alavés de Urbina, hace unos meses ya nos hicimos eco en este blog de la existencia de una estela funeraria en recuerdo a tres artilleros alemanes de la Legión Cóndor (parte I y parte II). Meses después de que aquí publicásemos su historia, el diario El Correo –el más leído por estos lares– dedicó unas líneas a este monumento conmemorativo (aquí). La pregunta que nos hicimos en aquel momento era clara: ¿qué hace una estela nazi como tú en un pueblo abertzale como éste? El legado franquista de monumentos y cruces del Paisaje de la Victoria ha sido fuertemente perseguido en el País Vasco: la memoria antifranquista goza de un amplio consenso en la zona y eso significa que hay un gran rechazo social por estos símbolos.
Sin embargo, además de apreciar el valor incómodo de este legado material, como alguien que se dedica a la arqueología y la socialización del patrimonio conflictivo más reciente, no pude evitar hace hincapié en una reflexión que me suscitaba esta estela: si Franco negó toda participación alemana en su favor durante y después de la guerra –como cuando negó el bombardeo de Gernika–, ¿este tipo de vestigios de la Legión Cóndor no son acaso “evidencias empíricas” de su mentira? ¿Esta materialidad nazi en nuestro territorio no puede ser vista como precisamente el referente de un discurso antifranquista que denuncia su manipulación del pasado y su barbarie?
 Un patrimonio incómodo hasta para el propio Franco: 
estela de Urbina durante la Dictadura y en enero de 2016.
Esta reflexión ha parecido no importar mucho a quien ha destruido recientemente el campo epigráfico de la estela de Urbina. Las marcas de destornillador o algún utensilio similar son el único mensaje ahora legible en este polémico monumento. Ya no se leen los nombres de quienes murieron por una explosión –seguramente producida por algún cañón defectuoso– el 31 de marzo de 1937, el primer día de la ofensiva de Mola sobre Bizkaia, el día en que empezó la guerra relámpago en el mundo, precisamente aquí, en este rincón del País Vasco, y el día en el que también la localidad vizcaína de Durango fue salvajemente bombardeada y catorce presos republicanos de Vitoria –entre ellos el último alcalde democrático– fueron fusilados muy cerca de aquí. El próximo 31 de marzo se cumplirán 80 años, aunque parece que sin pena ni gloria (literalmente).  



Destrucción de la inscripción de la estela, en noviembre-diciembre de 2016. 
Desde la labor arqueológica sobre la Guerra Civil y el Franquismo, las medidas que tomamos en torno a esta cuestión han sido sencillas: primero, conocer la historia de esta estela; segundo, documentar su estado actual –incluso hicimos un modelo fotogramétrico en 3D a disposición del público, aquí–; y tercero, proponer un debate abierto y público sobre qué hacer con ella. Este último paso es el que ha quedado empañado a golpe de martillazo y rascado de destornillador. La inscripción de este monumento ahora parece una esquizofrénica declaración escrita con símbolos del Lejano Oriente. Creo que hemos perdido un recurso didáctico y polisémico de cara construir una memoria democrática y realmente antifranquista. Una de las evidencias más claras de la gran mentira de Franco.
En cualquier caso, esta acción subraya algo que venimos defendiendo mucho tiempo: tenemos el deber de una “Arqueología de la Guerra Civil de urgencia”. Con la implicación de múltiples agentes, debemos afrontar este pasado, estudiarlo de forma crítica y tomar decisiones sobre qué hacer con él. El resultado del debate puede ser el de realizar acciones de damnatio memoriae como la efectuada en Urbina, pero ¡ojo!... tras un debate. Estos elementos son bien común público y por eso la multivocalidad que reclamamos no debe quedar en manos de quien motu proprio blande el martillo y se cree representante de toda voz colectiva. 80 años después… la estela (y sus posibles significados) se difumina(n).

Agradecimientos
El estudio de la estela de Urbina no habría sido tan multidisciplinar y rico sin la ayuda de gente como Laia Gallego, Xabier Herrero, Ane Urrutxua y Xabi Mtz. de Guereñu.

Post by Josu Santamarina Otaola.