lunes, 30 de julio de 2018

Serán ceniza



La Casa de la Peña Blanca, donde estamos excavando en Rivas Vaciamadrid, se enclava en un entorno saturado de historia. Aquí se encontraba un palacio de verano de Felipe II, del que pueden formar parte las ruinas que estudiamos. También hay restos romanos y de la Edad del Hierro. En la Guerra Civil quedó en la divisoria entre republicanos y sublevados.

Pero cuando llegamos hoy al edificio la moral no está muy alta. Es una auténtica ruina y una ruina bastante fea además, desfigurada una y mil veces a lo largo de los últimos cincuenta años. Está llena de basura, polvo y escombros.

Los arqueólogos somos, en cierta manera, como los biólogos. Pasamos tiempo en sitios donde aparentemente no hay nada y al rato empezamos a ver cosas -o quizá habría que decir que las cosas comienzan a manifestarse, al igual que los animales salen de sus escondrijos. Y así entre los escombros aparecen historias o fragmentos de historias de las que nunca sabremos el final. Ni el comienzo.

Vemos un botijo en miniatura, extrañamente limpio y nuevo entre tanta basura.

Vemos restos del trasquilado de una oveja. 
 
Vemos un pared acribillada a tiros. Aparecen concentrados hacia el centro, como dibujando la sombra de una diana invisible. En uno de los agujeros encontramos una bala de 9 mm impactada. Seguramente prácticas de tiro de la policía. Précticas tiro sobre un campo de batalla. 


Vemos un libro de Jesús Izcaray, Madame García. Tras los cristales, publicado por la editorial Akal en 1977. Akal se había fundado solo cinco años antes, con un fuerte compromiso izquierdista. Izcaray era del Partido Comunista, se exilió en 1939 y escribió una tetralogía de la Guerra Civil.  Madame García habla precisamente sobre el exilio; también sobre las guerrillas en Levante. Arqueología de la Guerra Civil incluso cuando no hay restos bélicos. O quizá este libro sea un resto bélico, también, a su manera.



Y vemos un libro de Montserrat Roig, Tiempo de cerezas, publicado como el de Izcaray en 1977 (la versión castellana, el año anterior en catalán). Solo se puede leer alguna página: suficiente para dar con el libro en Google Books. Otra novela sobre el exilio. Otro resto bélico.



Encontramos el primer volumen de la Enciclopedia Británica (que empieza con el arquitecto Alvar Aalto). Una enciclopedia en papel que ahora parece más arcaica que un hacha de sílex. 

Encontramos una publicación sobre la representación de las cinéticas enzimáticas. Y me pregunto qué diablos es eso.




Vemos un cojín de colores que perteneció a un sillón de los años 70, porque la combinación de colores solo es imaginable en los años 70. Al lado, unos cartones. Al lado, una fogata. Lo que queda del hogar de un sin techo. Un sin techo que quizá pasara el tiempo leyendo la Enciclopedia Británica o sobre las cinéticas enzimáticas o sobre el exilio.

Y todo esto es basura, claro, pero como diría Quevedo, tiene sentido. Y da no sé qué dejarla ir sin un recuerdo.

domingo, 29 de julio de 2018

El cementerio viejo

Entrada tapiada al cementerio viejo de Saa. Gran parte de su interior está ocupada por un vertedero.
El secretario del ayuntamiento de A Pobra do Brollón, Rafa Castillo (sempiterna bufanda republicana al cuello) organiza una reunión informativa en el local social de la parroquia de Saa, dos días antes de empezar los trabajos. La ARMH se ha hecho cargo de todos los trámites burocráticos, que no son pocos: permisos de Sanidad, de Patrimonio y del Obispado de Lugo. En la conversación aparece un lugar inédito, no contemplado en los informes previos: o cemiterio vello. O'Xaqueto nos sirve de guía y nos acerca al antiguo camposanto. Él no recuerda haber visto enterrar a nadie allí, siendo niño. 

A la derecha, marcado con un punto rojo, el cementerio viejo de Saa.
El sitio es impresionante. Alguien ha pintado una cruz blanca en un árbol, recordando el carácter sagrado del recinto. El espacio, delimitado por un muro de mampostería de esquisto, está ocupado por un vertedero ilegal. Somieres, potas, colchones, zapatos y escombro colmatan el interior, sobre todo la parte más cercana al camino, desde la que se bascula basura con facilidad. Los que braman por el pueblo, diciendo que los arqueólogos no dejamos a los muertos descansar en paz, son los mismos que llenan de mierda el cementerio en donde reposan sus antepasados.

Sonia lleva a cabo todo un trabajo de fotointerpretación, recopilando las imágenes de que disponemos desde el primer vuelo americano de 1945 hasta hoy. Los nichos verticales fechados más antiguos del atrio de la iglesia de Saa son, precisamente, de ese mismo año de 1945. En aquel entonces, el cementerio viejo se conservaba intacto, como se puede apreciar en las fotografías. La cuestión clave era saber si pudo haber acogido enterramientos de represaliados en el verano de 1936. Gracias a Alejandro, nuestro historiador, contamos con toda la documentación del paripé judicial llevado a cabo por los sublevados. Tenemos los datos referidos al levantamiento del cadáver, a la autopsia y a su lugar de enterramiento.

Isabel, nieta de O Inverno, nos acompañó durante toda la jornada.
El 6 de agosto de 1936, el secretario del juzgado de A Pobra do Brollón escribe esto al juez de Quiroga:

Tengo el sentimiento de participar a VD que en el camino vecinal que vía de la carretera que conduce de esta villa a Incio con dirección al pueblo de Pouza (sic) de la Parroquia de Saá, términos de la misma apareció el cadáver del vecino de Eirejalba, Jesús Casas (a) Inverno, muerto a consecuencia de disparos de arma de fuego y que según referencias fue detenido por unos falangistas esta mañana en el barrio de Cobadelas de tal parroquia de Saá, habiendo ordenado este Juzgado el levantamiento del cadáver y un traslado al Cementerio de dicha parroquia, esperando que esa superioridad ordene lo que sea conducente.

Nuria, Márcia y Candela documentan el enterramiento.

Por lo tanto, se reconoce oficialmente que los autores del asesinato son fascistas de Falange. La autopsia, a su vez, es reveladora: la muerte fue instantánea y ocasionada por hemorragia torácica como consecuencia de disparo de arma de fuego. Además se reconocen lesiones provocadas por maltrato, y roce contra el suelo del cuerpo del difunto. La diligencia posterior establece el lugar de enterramiento:

Acto continuo y en el Cementerio de la parroquia de Saá se dio sepultura al cadáver autopsiado en una fosa abierta en el mismo pegada a la pared del lado Sur y a seis metros de distancia de la del lado Oeste. Doy fé.

Estas referencias tan exactas no suelen fallar, y son algo así como la clave para encontrar el tesoro que utilizamos los arqueólogos en estos casos. Sin embargo, como en el caso de Castroncelos, aquí todo es más complejo. ¿Qué cementerio  es el citado en el texto? ¿El cementerio viejo o el atrio de la iglesia parroquial? Desde luego las medidas, tan exactas, se adaptan mejor a la forma rectangular del  camposanto antiguo. Por el contrario, el atrio de la iglesia se dispone en forma circular, sobre un pequeño espolón rocoso. Hemos movilizado a todo nuestro equipo y trabajamos contrarreloj. El dinero disponible es el que es y nuestra obligación es sondear las tres posibles ubicaciones del cadáver de O' Inverno.

Aitor, enviado por el Concello de A Pobra do Brollón, desbroza con eficacia el interior del cementerio. No podemos olvidar que estamos en un área arqueológica y esta investigación no solo nos retrotrae a 1936 sino que puede también desvelar historias pasadas más lejanas. Al calcular el punto exacto, siguiendo las indicaciones del documento anterior, nos llama la atención el hecho de que se ubica al pie de una gran piedra, la única que se ve en superficie en todo el cementerio. Comenzamos a excavar y documentamos un paramento murario realmente monumental correspondiente a una estructura precedente, quizás una capilla o iglesia anterior. En el espacio entre este muro y el perimetral del cementerio, en ese pasillo, es en donde deberíamos localizar una fosa. Comienzan a aparecer huesos que, según nuestros compañeros de la ARMH, Marco y Nuria, parecen corresponderse con varios individuos diferentes, incluidos niños. Tras la retirada de este nivel, pudimos definir en planta el corte de una fosa simple en la que se disponía el esqueleto de un individuo. Isabel, la nieta de O'Inverno, presencia los trabajos, con una mezcla de esperanza y escepticismo. Al menos tenemos algo, antes no teníamos nada.

Al día siguiente contamos con la arqueóloga brasileña Marcia Hattori (INCIPIT, CSIC) y con la antropóloga forense Candela Martínez Barrio, que actualmente trabaja también en Brasil. El trabajo conjunto de diferentes especialistas permite descartar que estemos delante de O'Inverno. La tipología de la fosa, la presencia de un gran canto de cuarcita a modo de orejeta a la altura de la cabeza, la disposición de los brazos en cruz, la aparición de clavos antiguos de herrero tradicional y la presencia de pequeñas losas con orificios nos remite a los enterramientos medievales que conocemos para esta zona. Además, las ausencias también nos aportan datos. No hay un solo botón o elemento metálico, que siempre aparecen en fosas de represaliados. La estratigrafía no deja lugar a dudas, sobre esta tumba simple antigua se siguió enterrando en época posterior, de ahí el batiburrillo de huesos dispuestos por encima. Por otro lado, la bioturbación provocada por las raíces de los robles también ha modificado la disposición original de los restos.

Candela y Marcia realizan el inventario de restos óseos e identifican el número mínimo de individuos localizados en el sondeo practicado en el cementerio viejo de Saa.

Mientras excavamos, nuestras colaboradoras Olga Novo y Noelia Besteiro, entrevistan en su casa a O' Cachete (gracias a su hija, Rosa), nonagenario. Su testimonio es preciso y precioso. Al preguntarle por el cementerio viejo, afirmó que ya no estaba en uso en los años 30; en aquella época se usaba como pasto y encerradero para las ovejas.
Tras esta segunda intentona, fallida, nos quedaba un último cartucho: el atrio de la iglesia parroquial de Saa.



sábado, 28 de julio de 2018

Marketing de combate

Propaganda de González-Byass. Museo de la Batalla del Jarama.
 
Las empresas capitalistas se ajustan a la realidad política del momento. Si hay monarquía, monarquía, si cae el rey, pues república, y si no, dictadura. Buen ejemplo del marketing orientado al momento político es la publicidad de la inmediata posguerra. 

De repente, todas las empresas se pusieron a saludar al Caudillo y a dar gritos de ¡Arriba España! No es que no fueran honestos, ojo. Muchos empresarios simpatizaban, como es natural, con el nuevo régimen. Pero independientemente de ello, es probable que también vieran el potencial económico de congraciarse con la dictadura, porque pronto iba a empezar el reparto de prebendas. 

El periodista Pedro Montoliú nos habla de este frenesí de marketing franquista que se vivió en abril de 1939:

Calzados La Imperial saludaba a sus clientes de toda España con los gritos de rigor "Franco, Franco, Franco ¡Arriba España!" y también el Vino Quinado, la compañía general de seguros Hispania o las cervecerías Alaska y Alemana gritaban "¡Arriba España!" y "la casa Lhardy que el Año de la Victoria celebra su primer centenario saluda a su distinguida clientela al iniciar sus operaciones después de la Gran Victoria".

La exaltación fue de tal envergadura que el 8 de julio el jefe del Movimiento en Madrid tiene que afirmar que "no es elegante utilizar como reclamo mercantil las figuras gloriosas del Movimiento Nacional". 

En realidad, los lemas políticos en los productos ya abundaban durante la contienda. Aparecieron entonces el coñac Requeté y el oloroso Falange Española.  E incluso antes de la guerra: los vaivenes políticos en la región de Jerez se dejaron sentir desde la proclamación de la República, cuando algunos bodegueros cambiaron la bandera de la etiqueta y eliminaron coronas reales y menciones al monarca.

No todo era fervor ideológico: la adhesión reportaba grandes beneficios económicos, como se puede observar a pie de trinchera. Las fortificaciones de los sublevados están tapizadas de trozos de vidrio de botellas de vino, jerez y brandy. En las que hemos estudiado, la gran mayoría se la reparten dos compañías: Pedro Domecq y González-Byass. 

 Restos de botellas de Pedro Domecq y González Byass en el Clínico.

Imagínemonos el negocio que supone suministrar hectólitros de alcohol a un ejército de cientos de miles de soldados. No es que los bodegueros fueran precisamente pobres antes de empezar el conflicto, pero este les supuso unos réditos económicos superlativos. Garantizados, además, por la supresión de los derechos laborales de los trabajadores. 


De hecho, ambos empresarios se pusieron inmediatamente al servicio de una sublevación que solo podía reportarles beneficios. A la famosa botella de Tío Pepe (de González Byass), cuyo diseño es de 1935, la reclutaron en el Ejército Nacional. En la imagen superior se la puede ver avanzando por un campo de escombros para llegar hasta Azaña. "El Tío Pepe es el vino / de los soldados de España", se lee en el cartel. Y nuestras excavaciones en el Clínico le dan la razón. Otra versión del cartel afirma que Tío Pepe es "lo único que no han podido destruir los rojos". González Byass incluso sacó series conmemorativas de la defensa del Alcázar:



"Imperial Toledo. Vino de Héroes".

En la Suscripción Nacional realizada en junio de 1938 para apoyar a la causa franquista, los González Byass destacaron por su generosidad. Lo sabemos porque se publicaban las contribuciones más importantes, con el fin de animar a otros posibles donantes. La familia cedió una copa repujada en oro de 10 kilos. Una nadería comparada con los beneficios que le tuvo que reportar el avituallamiento del ejército sublevado.


La primera víctima de la guerra es la verdad, dice la famosa frase. La segunda, aparentemente, el marketing.

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Montoliú, P. (2005). Madrid en la posguerra 1939-1946: los años de la represión. Ediciones Sílex.

Prado Herrera, M. L. de (2012). La contribución popular a la financiación de la Guerra Civil: Salamanca, 1936-1939. Ediciones Universidad de Salamanca.
 

viernes, 27 de julio de 2018

La memoria de la arqueología








 
Mucha gente, varios periodistas, nos han preguntado si no nos da pena tapar la excavación, con la cantidad de horas y desvelos que le dedicamos. Todos nuestros esfuerzos bajo tierra otra vez. Bajo tierra sí, pero no invisibles ni olvidados. El fotógrafo Álvaro Minguito y el ilustrador Enrique Flores han dejado testimonio de nuestra presencia efímera a los pies del Clínico. Ellos son nuestra memoria. Y por eso les estamos profundamente agradecidos.

La casa en llamas


(c) Javier Marquerie.

Hoy nos ha visitado Concepción. Tiene 88 años y una memoria privilegiada. Nos dice que ha seguido con mucho interés nuestras excavaciones, porque le apasiona todo lo que tiene que ver con la guerra. Cuando se enteró por la prensa de que íbamos a tapar el yacimiento, le pidió a su hijo que la trajera para verlo. Y aquí se presentaron hoy. Observa la trinchera y se compadece de los soldados. Qué frío tuvieron que pasar, dice. Está emocionada con nuestro trabajo. Y nosotros con ella, con su entusiasmo y con lo que nos cuenta.

En 1936 vivía en la calle Martín de los Heros 21, en Argüelles. Fue uno de los barrios más castigados por los bombardeos sublevados. Su casa fue destruida por las bombas. Se acuerda de verla en llamas, de cómo la evacuaron unos milicianos, de su padre intentando entrar en el edificio ardiendo, y ella, sus hermanos y su madre observando la escena aterrorizados. Lo perdieron todo. Los llevaron a un hospital en la Plaza de España y después los evacuaron a Valencia. Su padre era un funcionario en el Ministerio de Agricultura. Al acabar la guerra lo depuraron. En la guerra se quedó sin casa, en la posguerra sin trabajo. 

Por la tarde fui a Martín de los Heros 21. Y ahí estaba. El espectro del bombardeo. Entre edificios de finales del XIX una construcción horrorosa de los años 60. Un hueco en la memoria de Argüelles. El negativo de un edificio en llamas.  



Concepción habla con una fuerza increíble. Cuando nos cuenta el bombardeo está allí otra vez, en 1936, y nos arrastra con ella al pasado. Es maravilloso verla indignada. Blanca, una de las estudiantes que excava con nosotros, llora. 

Esta mañana me reenviaron un comentario negativo que alguien escribió sobre nuestro proyecto. Uno de tantos, tampoco es que importe mucho. Acababa diciendo "A la arqueología se viene llorado de casa". Es una versión de una famosa frase de Esperanza Aguirre. Toda una visión del mundo: llorar es malo. Es de niñas o de maricas. De cobardes, de débiles o de perdedores.

En nuestro proyecto se llora en el campo. Se llora con la gente, con quienes nos visitan, con los que nos cuentan historias, con los que se entusiasman y con los que se indignan. Lloramos porque llorar es bueno y no nos da vergüenza hacerlo. Porque nos emocionamos. Porque precisamente eso es la arqueología del pasado contemporáneo. 

Y si no, estaríamos excavando Atapuerca.

miércoles, 25 de julio de 2018

Retrofuturismo

 Excavando el refugio 3.

Os cuento rápidamente que un servidor tiene que irse a dormir. Hoy empezamos a excavar en el interior de la galería del refugio 3 y ¡sorpresa! (otra). Resulta que no es una bocamina como la del refugio 1, es decir, una simple abertura en el suelo que da acceso a un túnel vertical. Esta es bastante más grande, estaba originalmente forrada de madera y tiene escaleras de acceso. Hemos encontrado ya cuatro peldaños, algunos tallados en el sustrato geológico y otros realizados con ladrillos reaprovechados del asilo. Sobre los peldaños  quedó abandonado un cargador de Máuser español y dos casquillos unidos por la boca. 

Cargador de Máuser y casquillos unidos.

Estos últimos deben de ser obra de un soldado aburrídisimo, quizá el centinela que tenía que estar pendiente de sus camaradas zapadores mientras estos trabajaban en los túneles. En el relleno de la galería además ha aparecido una palanca de una granada polaca wz gr 31 y, paradójicamente, una moneda republicana. Una acuñación de 25 céntimos de 1934. 

  
Moneda republicana y palanca de granada polaca.


Kemer, uno de los mejores dibujantes de la Guerra Civil, nos dejó una serie de ilustraciones de la guerra de minas en la Ciudad Universitaria que no se pueden contemplar sin sentir escalofríos. Especialmente cuando uno está excavando los restos de lo que él dibujó hace 80 años. Son unas escenas entre arcaicas y futuristas que solo se pueden describir como steampunk. Retrofuturismo puro.


Es quizá esta lucha subterránea la que se antoja más surreal de todas las que se libraron en la Guerra Civil. Guerreros del subsuelo armados con máscaras antigás, pistolas semiautomáticas, granadas, dinamita, cuchillos, picos y lámparas de carburo combatían a un enemigo invisible en las entrañas de la tierra. Las legendarias ratas de túnel de Vietnam tuvieron su precedente en Madrid en 1936. Es bien sabido que muchos de los que que lucharon en los túneles del Vietcong acabaron con serios trastornos psicológicos. Lo que sucedió a quienes combatieron en las minas de la Universitaria, en cambio, tenemos que imaginárnoslo.

 

martes, 24 de julio de 2018

Este refugio es una mina


Tintero con deformación de fábrica procedente del refugio 3. 
 
El refugio 3 que estamos excavando en estos momentos es una mina. Lo es en un doble sentido. Por un lado, porque no paran de salir cosas. El relleno de escombros está trufado de arriba a abajo de materiales de la Guerra Civil y del asilo. Ya vamos por el quinto tintero y el tercer cepillo de dientes. Muchos de los objetos apuntan al uso de esta estructura y de la zona circundante como un lugar de habitación cotidiano. 

El cepillo de dientes que hemos encontrado hoy es interesante porque es muy distinto de todos los que hemos encontado hasta ahora excavando sitios de la Guerra Civil. Precisamente en la página anterior indicábamos que los cepillos del primer tercio del siglo XX son sistemáticamente de plástico amarillo. También los hay anaranjados o rojo claro. Pues bien, el de hoy, para llevar la contraria, es azul. Y tiene una curiosa decoración en relieve en el mango. Como el cepillo de imitación carey, es posible que sea de la época del asilo. 



Lo que sin duda pertenece a la época de preguerra es un cartel de mármol con letras incrustadas en metal en el que se puede leer "DOCTOR / (...)E  GARDO(...)". La siguiente letra parece una C. Si a alguien se le ocurre cómo reconstruir el apellido que nos deje un comentario, por favor.

 
Los restos de botellas siguen apareciendo a montones. Un buen número de ellas están bastante enteras. Predomina el habitual Pedro Domecq, hay algunas de anís y este extraño ejemplar, que conserva una etiqueta en la cual se puede leer "LEGIÓN".
 

Al buscar "Legión" y "licor" en internet descubro que la "Leche de pantera" es un cóctel que encargó Millán Astray a Chicote para sus legionarios. Así que este brebaje es considerado la bebida oficial del cuerpo. Se hace con leche condensada, agua y ginebra. Y para darle un toque más legionario se le puede añadir pólvora. Hemos encontrado granadas sin explotar menos peligrosas que este cóctel. Dudo que enviaran leche de pantera embotellada a las trincheras, aunque visto el nivel de la logística del ejército sublevado tampoco me extrañaría. Si mandan paella con chirlas a primera línea porque no van a mandar cócteles. Pero parece más verosímil que la botella pertenezca a alguna producción conmemorativa del cuerpo para subir la moral a la tropa. Como esta maravilla de aquí, que debería exhibirse en un museo de arte contemporáneo:

(c) todocoleccion.net

Decíamos que el refugio es una mina en dos sentidos. Y es que parece que tenemos otra bocamina en el suelo de la estructura, como sucede con el refugio 1. 

Fondo del refugio 3 con el acceso abierto en el pavimento.
 

De hecho, no sería nada descabellado que las entradas subterráneas de ambos refugios conduzcan a la misma galería, que atravesaría toda la cimentación del edificio del asilo e iría comunicando abrigos y otras estructuras enterradas o semienterradas. Ojalá pudiéramos echar un ojo a esa galería. Imaginaos: un túnel de mina de la Guerra Civil sin tocar desde abril de 1939...


lunes, 23 de julio de 2018

Granadas, balas y bacalao


Nos quedan tres días para acabar la intervención en el Asilo de Santa Cristina. Tres días para acabar de resolver algunas dudas, documentar la excavación en detalle y dejarlo todo tapado y bien tapado.

Hay dos espacios en los que vamos a centrarnos: la trinchera de comunicación que comunicaba este sector con la segunda línea y el abrigo que descubrimos hace unos días en el interior del edificio del asilo que estamos excavando (refugio 3). En el plano esquemático de arriba podéis ver dónde están situados.

Galería de entrada al refugio 3, excavada en la cimentación del asilo.

En el refugio 3 nos ha pasado lo mismo que en el 1. Cuando llegamos al pavimento nos encontramos un hueco. Parece que nos encontramos ante otro acceso a una galería. Quizá la misma galería a la que da acceso la trampilla del refugio 1. Es posible que se tratara de un túnel con varias entradas desde el pabellón del asilo. 

Ya os hemos comentado que el relleno de este abrigo está dando resultados muy interesantes. Aquí fue a parar una gran cantidad de basura en la inmediata posguerra, que incluye tanto elementos bélicos como de vida cotidiana. Entre los primeros se cuenta numerosa munición y elementos de mortero. Hoy encontramos una cola de una granada de Valero de 50 mm. Se ve que hizo explosión, pero la cola está casi intacta. Es posible que se trate de un disparo republicano. En cuanto a los hallazgos relacionados con la vida diaria, podemos señalar la presencia ya de cuatro tinteros, muchos trozos de botellas y unas tijeras.  
 

Unas tijeras y una cola de un Valero todavía con el cartucho de propulsión.

Por lo que respecta a la trinchera de comunicación (la que llamamos la última trinchera de la Guerra Civil), aquí también tenemos alguna novedad. Lo más interesante: una botella casi completa de sidra, idéntica a la que apareció sobre el suelo del refugio 1, otras dos de las que se conservan trozos bien grandes y un montón de espinas y escamas de bacalao que aparecieron junto a huesos de chirlas. 
 Otra botella de sidra, cosecha del 36.

 Y otro selfie de mano, esta vez con restos de bacalao y chirlas. 

Da la impresión de que el festín de la victoria se celebró en la zona del lavadero y los detritos resultantes fueron a parar al refugio 1 y a la trinchera. Ahora bien, las escamas de bacalao plantean ciertas dudas. Su aparición hace pensar que llegara a este sector pescado seco no cocinado y que se preparara in situ. Cocinar entre bombazos. Eso sí es de máster chef.

domingo, 22 de julio de 2018

Via Crucis

Escuadra Negra de Eirexalba (en Ermida 2017: 66).
El terror fascista dejó una huella indeleble en la memoria de la parroquia de Saa. Como en toda investigación sobre la represión, aquí libramos una lucha entre la tradición oral y los documentos disponibles. Tras reunirnos con los vecinos en el local social, tras recoger varios testimonios, tras realizar entrevistas, podemos trasladaros aquí el relato trasmitido de generación en generación sobre la muerte de O'Inverno.

Espacio en donde la tradición oral sitúa la fosa de O'Inverno.
"Vinieron unos hombres deconocidos, decían que de la parte de Sarria, falangistas. Llegaron a Covadelas y el Inverno estaba desayunando con los dueños de la casa: ¡Vámonos, que éste ya ha comido y bebido bastante! Y lo llevaron a Saa, moliéndolo a palos por el camino. Uno decía mira qué patas más gordas tiene este conejo, y le arreaban con los mosquetones en las canillas. Llevaba unos pantalones cortos, hacía mucho calor. Iba todo ensangrentado, cayéndose a cada paso, con las manos atadas. Los falangistas no lo llevaron por la carretera sino que torcieron por el pueblo (Pousa) a la vista de todos. En aquella piedra una vecina les pidió que no le pegasen, que le quería dar un vaso de agua: No señora, este ya bebió bastante ya beberá allí arriba. Cogieron el camino al alto de Santa Lucía, y al llegar a O Poste, a la altura del pinar de O'Xexo le dieron a elegir cómo morir, si de culo o de frente, y él eligió de culo, mirando hacia el norte, hacia donde estaba su aldea de Eirexalba. Lo aperrillaron allí mismo. El cadáver quedó de bruces sobre el camino. Se avisó al pedáneo y dos hombres fueron a la iglesia a coger las andas de la Virgen, y así lo trajeron. Al día siguiente llegó su viuda con dos niñas pequeñas, dos de las hijas de O'Inverno".
A la izquierda, Carlos, Drácula, cantero de A Estación. A la derecha, Carlos, minero de Toreno, voluntario de la ARMH. Ambos son nietos de represaliados.
El relato del martirio de este hombre se fue modelando en el imaginario colectivo tomando como referencia el suplicio de Cristo. En esta zona contamos con otros ejemplos, como el médico rural Manuel Díaz, O'Pequeniño d'O Incio, que fue atado de manos a la cola de una caballo blanco y arrastrado durante kilómetros hasta su asesinato a manos de los mismos pistoleros que actuaron en Saa, es decir, la Escuadra Negra de Eirexalba. Desde la francesada y las carlistadas no se había conocido una ruptura tal del orden moral entre el campesinado. El terror implantado por los falangistas utilizó como herramienta básica la visibilización de la represión: exposición de cadáveres en las cunetas y los atrios de los cementerios, maltrato de las víctimas a la vista de los vecinos, etc... Todavía en 1944, en un periódico local de Sarria, ante la implantación de la guerrilla antifranquista, se recordaba a la población civil: ¡Aviso a navegantes. Cuidado con la Escuadra Negra!
Foto de final del sondeo arqueológico.
El relato popular, tan descriptivo a la hora de abordar el suplicio de nuestro hombre, no llega a concretar su lugar de enterramiento. La tradición sitúa la fosa de O'Inverno justo a la entrada del atrio, a la izquierda de la escalinata, en un recoveco cuadrangular pegado al muro. Durante décadas se utilizó este espacio para lanzar los cohetes el día de la fiesta, precisamente en el mes de agosto. Incluso algunos entrevistados nos cuentan que aparecían ramos de flores en ese preciso lugar.
El sondeo practicado aquí dio resultados negativos. La iglesia y el atrio se ubican en un pequeño espolón rocoso, por lo que el muro se encuentra en la ruptura de pendiente. Al poco de excavar ya aparece la roca madre, a pena morta.
Nos quedaban otras dos posibles localizaciones.
Drácula restituyendo el enlosado, tras acabar los trabajos arqueológicos.

Referencias:
Ermida Meilán, X. R. (2017). "Para nós o matar é una honra. As Escuadras Negras de Falanxe". En X. R. Ermida Meilán, E. Fernández Fernández, X. C. Garrido Couceiro e D. Pereira González (coords.): Os nomes do terror. Galiza 1936: os verdugos que nunca existiron: 63-80. Santiago: Sermos Galiza.