El
pasado fin de semana la batalla del Ebro volvió a estar
viva, muy viva. Celebrábamos el 75 aniversario de este comienzo del fin de la
Guerra Civil. Y para ello se sucedieron los actos, charlas y homenajes. En
concreto el sábado hubo dos congresos a la vez. Uno en La Fatarella, el pueblo
donde excavamos hace dos años los restos del último día de la batalla del Ebro.
Estaba organizado por "Lo Riu, Associació per l'Estudi del Patrimoni
Arqueológic i Històric de les Terres de l'Ebre". Allí Xavi Hernández y
Mayca Rojo (DIDPATRI, Universitat de Barcelona) y codirectores de aquella
intervención, dieron una conferencia sobre "L´arqueologia en els camps de
batalla. Les escavacions de La Fatarella". Al mismo tiempo un servidor, y
también miembro del equipo técnico de aquella intervención, daba otra
conferencia titulada "Arqueología de los campos de batalla de la Guerra
Civil: una propuesta teórica y metodológica", dentro de la "I Jornada
d’Arqueologia i Patrimoni de la Guerra Civil al Front de l’Ebre",
organizada por los Serveis Territorials del Departament de Cultura a les Terres
de l’Ebre, en Tortosa.
El domingo nos juntamos en La Fatarella y pudimos
comprobar el trabajo de reconstrucción y consolidación de los bunkers y
trincheras que excavamos. Sabemos que la República echó el resto en esta
batalla de 116 días. Se puede comprobar en la inversión de materias primas y
manos de obra de las fortificaciones. Xavi Hernández me cuenta asombrado los
kilos de cemento y litros de agua que lleva cada fortín. Al hacer la
reconstrucción de las techumbres, lo único que fue reventado tras la guerra
para evitar que los maquis pudieran reutilizarlos, se han dado cuenta de la
inversión que supone cada estructura.
En
estas divagaciones estábamos cuando entramos en el fortín, invitados por un
cartón clavado en la puerta, en donde se leía "Fred & Ginger". No nos
engañaba, un swing de Ginger Rogers y Fred Astaire sonaba una y otra vez en un
tocadiscos. Semejante tecnología en un frente de guerra sólo podía haber sido
traída por un brigadista. En concreto un británico que nos hablaba con una
curiosa mezcla de inglés y catalán. Sus compañeros internacionales
desfilaban por última vez en Barcelona hacía unos días, pero algunos han decidido quedarse e integrarse en otras brigadas del ejército republicano. Un viento fuerte
y frío, propio de esta fecha del 15 de noviembre de 1938, entra por las
troneras del fortín. Mientras espera la llegada del enemigo se entretiene con
libros de primeras letras y consignas antifascistas. Por su cara resignada se
adivina que sabe que su cometido es tan honroso como suicida. Este batallón
debe aguantar el suficiente tiempo el envite de los tanques y la infantería
como para que el grueso del ejército republicano pueda cruzar de vuelta el río
Ebro por las pasarelas de hierro de Flix. El pueblo de La Fatarella, a menos de
1 Km., ha caído ayer.
Casi
sin darnos cuenta empiezan las ráfagas de ametralladora y artillería, las
explosiones de granadas de mano y las detonaciones provocadas por los disparos
de los tanques T-26, concentradas en los fortines. La ausencia de medios
anticarro provoca la rápida caída de esta primera línea de defensa de la Cota
562. Aún quedan las líneas traseras, formadas ya exclusivamente por
trincheras en zig-zag, con parapetos de sacos terreros. Curiosamente el asalto
de la infantería no está dirigido por tropas moras y legionarias, lo habitual
en los combates precedentes, sino por los voluntarios carlistas, con sus
llamativas boinas rojas, que siguiendo una cruz y al grito de "¡Viva
España!" y "¡Viva Cristo Rey!" van tomando una a una las
líneas de trincheras. Para ello las terrazas agrícolas para los almendros y los olivos, construidas en piedra
seca, son magníficos parapetos desde los que lanzar granadas de mano antes
del asalto de cada línea de trinchera.
Una
vez han tomado la trinchera superior, la inmediata al bosquecillo de pinos, vemos
como rematan a punta de pistola a la mayoría de los heridos, haciendo muy pocos
prisioneros. Momento en el cual apareció la caballería.
Instintivamente
buscamos a Charlie entre los muertos, y allí, desde lejos, le pudimos ver
tumbado de costado, con la mano derecha amputada por la explosión de una
granada que seguramente intentó devolver sin éxito a los atacantes, en ese
vértice de la trinchera donde 73 años después le pudimos exhumar. A su lado un
abanderado también yace muerto, en una extraña posición, acurrucado, como en
cuclillas.
Tomada
la posición 562, a las 4 de la tarde de este frío 15 de noviembre de 1938,
volvimos al 24 de noviembre de 2013, para poder honrar a estos "defensors
de la llibertat" a escasos metros de donde fue desenterrado Charlie. Se
descubrió una bella placa de bronce hecha por Mar Hernández, y se les rindió
honores por parte de dos mossos de esquadra vestidos como en los años treinta.
El hijo del general Vicente Rojo, quien fuera jefe del Estado Mayor del
Ejército republicano durante la Guerra Civil Española, y el sobrino del
teniente coronel Pedro Mateo Merino, que comandó a la 35ª Brigada, miraban
emocionados.