El Prof. López Mazz durante su conferencia en la Universidad Complutense
Durante las últimas dos décadas ha ido consolidándose en América Latina un campo de estudio arqueológico que tiene como objeto el análisis de las dictaduras que asolaron el continente durante los años 70 y 80 del pasado siglo. Aunque lo que más ha trascendido de estos trabajos ha sido su vertiente forense (las exhumaciones de los cuerpos de desaparecidos), en realidad se trata de un campo más amplio que aborda todo tipo de manifestaciones represivas (centros de detención clandestinos, cárceles, tecnologías de tortura) y la resistencia a esas manifestaciones (túneles de fuga, objetos realizados por los presos).
Túnel de fuga de una prisión uruguaya de la dictadura militar (según López Mazz 2006).
Hoy hemos tenido la suerte de contar con José María López Mazz, Profesor de Antropología de la Universidad de Montevideo (Uruguay), para que nos hablara sobre esta arqueología que tantas conexiones tiene con el tipo de investigación que estamos desarrollando en la Ciudad Universitaria.
López Mazz está a cargo desde 2005 de un equipo que investiga restos de personas desaparecidas durante la dictadura que sufrió su país, entre 1973 y 1985. No deja de llamar la atención que en países como Argentina o Uruguay los especialistas se hayan podido embarcar en proyectos arqueológicos de esta índole, cuando la experiencia dictatorial es tan reciente, y que en España excavar restos de la Guerra Civil de hace 70 años todavía cause escándalo en determinados ámbitos.
Esto no quiere decir que la arqueología de la represión no encuentre problemas en Latinoamérica. Los tiene. El Profesor López Mazz nos ha contado los muchos obstáculos a los que se enfrentan con su trabajo. Algunos de ellos nos resultan familiares: por ejemplo, la reticencia de los testigos a suministrar información por miedo a represalias. En España se trata sobre todo de un miedo heredado por años de dictadura. Otros problemas son propios de Uruguay: los militares suministran información falsa al gobierno, que a su vez la traslada a los arqueólogos, para evitar que se descubran trazas de la represión. Sin embargo, la arqueología no sólo es capaz de desvelar prácticas represivas del pasado, sino también engaños actuales, como ha demostrado elocuentemente nuestro conferenciante.
Las coincidencias en nuestros planteamientos son numerosas: en ambos casos ponemos gran énfasis en el proceso técnico de recuperación de los restos del pasado. Somos, ante todo, científicos que realizan su trabajo de acuerdo con los más altos estándares profesionales. Nos interesa recuperar todos los datos con la mayor objetividad posible. Nada se queda sin documentar.
En segundo lugar, nos interesa la verdad, es decir, saber lo que pasó. Y que la verdad sea pública, que la gente conoza lo que fue la Guerra Civil y la posguerra a partir de los restos materiales.
También compartimos la idea de que la arqueología puede recuperar la historia de las gentes sin historia. En nuestro caso, los soldados de a pie que pasaron días y días en las trincheras y cuyo recuerdo ha sido (casi) borrado de la historia. Entendemos que las trincheras son, en cierta manera, la contraimagen del Arco de la Victoria que preside la entrada a la Ciudad Universitaria. Constituyen el testimonio de los vencidos.
Por último, creemos firmemente en que antes de pasar página hay que leerla, como dice López Mazz. Y eso hacemos en las trincheras: leer una página de la historia para poder superarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario