Espoleta de una granada de artillería antiaérea alemana de 88 mm
En las prospecciones de la Ciudad Universitaria no encontramos solo trazas del combate que tuvo lugar en tierra. También del que se libró en los aires. Porque la lucha en Madrid además de a legionarios y milicianos enfrentó a cazas con bombarderos y cañones contra aeroplanos. A partir de inicios de noviembre de 1936, más de un centenar de Moscas y Chatos soviéticos se las vieron con la aviación nazi y fascista que castigaba indistintamente las posiciones del ejército republicano y a la población civil.
En este contexto, la labor de la defensa antiaérea era vital: de los cazas y los cañones que defendían Madrid dependía la vida de miles de ciudadanos. En las prospecciones de la Ciudad Universitaria hemos encontrado un capuchón de un cañón antiaéreo soviético de 76,2 mm, modelo de 1931.
Capuchón de proyectil antiáreo ruso de 76,2 mm
Estos cañones disparaban unas granadas de casi siete kilos de peso cargadas de
metralla en forma de varas de hierro.
Cañón soviético de 76,2 mm (amonio.es)
Los sublevados contaban también con potentes armas antiaéreas: en nuestras prospecciones hemos encontrado dos fragmentos de espoleta de proyectiles alemanes de 88 mm. El cañón que las disparaba (Flak 18 y variantes) se comenzó a usar en la Primera Guerra Mundial, pero fue en la Segunda cuando se empleó más y con más éxito.
Espoleta de 88 aparecida en prospección
Flak 18 en su uso ortodoxo para derribar aviones
Entre otras cosas porque años antes se había descubierto que el 88 era particularmente efectivo en tiro tenso, como arma antitanque e incluso antipersonal. Se había empleado esporádicamente de esta manera en la Gran Guerra, pero fue sobre todo en la Guerra Civil Española cuando los alemanes se dieron cuenta del potencial del cañón contra objetivos en tierra.
El mismo cañón dispuesto para tiro directo en el norte de África durante la Segunda Guerra Mundial
En el caso de nuestro hallazgo, es bastante probable que el 88 se hubiera usado contra los aviones republicanos que amenazaban las líneas franquistas.
Con frecuencia se dice que la Guerra Civil fue la antesala de la Segunda Guerra Mundial, un campo de experimentación para nuevas armas y tácticas militares. Hermann Göring, de hecho, dejó escrito: "Con el permiso del Führer, envíe a España una gran parte de mi flota de transporte y algunas unidades experimentales de cazas, bombarderos y artillería antiaérea; y de ese modo tuve la oportunidad de comprobar, en condiciones de combate, si el material se adecuaba a las tareas asignadas". Los españoles, por tanto, sirvieron de conejillos de indias durante tres años. Y la Ciudad Universitaria ofrece pruebas materiales de ello.
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