Los muertos de la Enebrá siguen hablando su lenguaje silencioso: el de los huesos y los objetos. Sabemos de estos soldados de Franco que eran muy jóvenes, quizá veinte años o menos. Iban bien pertrechados, con el equipo Mills de origen británico que se generalizó en la Legión a partir de los años 20. Uno de los cadáveres tiene las cartucheras repletas de munición: seis peines a la derecha, uno a la izquierda. Eso quiere decir que disparó cinco cargadores sobre el enemigo. En un bolsillo llevaba algunos céntimos. Entre el cráneo y el tórax sobresale un fragmento de metralla de veinte centímetros.
Trabajamos con cuidado para registrar cada hueso, cada botón, cada cartucho. Para saber cómo murieron. Pero también como vivieron. Especialmente esos últimos momentos, en el caos de la batalla de la Enebrá.
También podemos ver que quien enterró los cadáveres no los desvalijó. Es difícil saber si por principio moral o por repugnancia física: los restos llevaban un año a la intemperie, pero todavía quedaba algo más que huesos bajo los uniformes.
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