Mientras en la fosa 7.1 los individuos fueron enterrados por parejas, en la fosa 6.1 la amalgama de cuerpos con posturas imposibles dibuja un cuadro truculento. Poco a poco, a lo largo de días de minucioso trabajo, hemos ido retirando los esqueletos. La impronta de los huesos depositados en la base compartía espacio con el negativo de las raíces y los cantos rodados. La huella de la memoria y el olvido. La insoportable levedad del ser. Nuestros abuelos a punto de convertirse en figuras petrificadas, en estatuas de sal.
Por eso nos impresionó tanto que en el acto de homenaje a estos represaliados, el pasado sábado, en el cementerio de Castuera, algunos de los participantes recogiesen de las fosas ejemplares de los cantos rodados que sellaban los restos, como un recurso nemotécnico, como una prueba de la fortaleza de la memoria, como un ejemplo de combate y superación de la longa noite de pedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario