Diversos medios recogían ayer la visita inesperada de Arnold Schwarzenegger al Valle de los Caídos. Según diversas noticias, el actor se sintió "sorprendido", "impresionado" o incluso "maravillado" por la grandeza del lugar. No le falta razón. El Valle de los Caídos es un monumento espectacular, como lo son casi todos los monumentos totalitarios - el estrado desde donde Hitler arengaba a sus fieles en Núremberg o la estatua de 52 metros construida por el régimen soviético para conmemorar la Batalla de Stalingrado. El Valle continúa, pues, cumpliendo una de las funciones para las que fue erigido durante la dictadura: impresionar a las masas (nunca mejor dicho en el caso de Schwarzenegger).
Según el ABC, el presidente de la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos declaró que al actor se le enseñó la basílica "siempre desde un punto de vista artístico" y tambien que no demostró "especial interés" por la tumba de Franco y Primo de Rivera. Seguramente se habría interesado mucho más por el lugar si supiera que el mismo régimen que construyó el Valle es responsable directo o indirecto del asesinato de unas 150.000 personas o que el edificio en sí fue construido con presos políticos o que es el único gran monumento fascista europeo que continúa cumpliendo la labor para la que fue concebido ¿Se imaginan visitar Mauthausen o el Gulag Perm-36 y que se lo expliquen desde el punto de vista artístico (o técnico)? "Fíjense en el buen acabado de estos barracones", "Atención a esta chapa de zinc, entre las más avanzadas de la época", "Aprecien la ingeniosa electrificación de la alambrada"... Porque claro, mencionar a prisioneros gaseados o reventados a trabajar podría herir sensibilidades (y además sería politizar las cosas).
El Valle de los Caídos es un momumento totalitario en su concepción que conmemora a los muertos "por Dios y por España", es decir, a los muertos por la causa franquista, y exalta al fundador del partido fascista español y al dictador que rigió el país durante cuarenta años. La incorporación de unos miles de cadáveres de republicanos anónimos no cambia la lógica del monumento, sino que hace el mensaje de dominación y humillación de los vencidos si cabe más perverso. Esto es irrefutable y lo contrario es tergiversar la realidad histórica con argumentos ideológicos ultraderechistas. Mientras esta historia no se cuente en el Valle, el lugar seguirá siendo un sitio de memoria del franquismo y si algo sabemos los arqueólogos es que la materialidad no es inofensiva: tiene capacidad de acción sobre las personas, sobre sus ideas y sobre su forma de comportarse. También saben esto los dictadores, que a lo largo de la historia se han preocupado por materializar su poder en piedra o cemento, para que perdure e impresione a lo largo de los siglos. Para que cuente la historia de los vencedores.
En realidad parece que Schwarzenegger estaba en peregrinación nostálgica, pero no por los escenarios del franquismo, sino por los de su juventud: en la zona se rodó Conan el Bárbaro en 1982. Al lado del que está enterrado en la basílica, sin embargo, el pobre Conan era un auténtico principiante.