jueves, 12 de marzo de 2015

Fin de Curso


Hace unos días poníamos punto y final a una actividad pionera en el conjunto del Estado. Nos referimos al Curso Cultural de Arqueología de la Guerra Civil española, un curso financiado con fondos públicos del ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz y dirigido a personas mayores de 16 años empadronadas en la ciudad. Durante dos meses pudimos disfrutar de la presencia de 46 conciudadanos, de toda clase, edad y condición. Más que receptores de información, todos ellos fueron copartícipes en la construcción de una memoria compartida. Entre ellos hijos de vencedores de la guerra, hijos de represaliados, estudiosos de la represión, voluntarios y voluntarias que han participado en exhumaciones, montañeros, amas de casa, estudiantes...

Ahí está el caso de un jubilado de Bermeo, que se ha puesto a indagar sobre el pasado traumático de su familia. Su padre, líder local socialista, fue condenado a prisión. Su hermana pequeña fue evacuada a Francia en un buque, falleciendo en el viaje. Gracias a este curso, la familia está volcada intentado saber qué pasó con aquella niña de la guerra, qué ocurrió con aquel señor que, ya muy enfermo, fue puesto en libertad y enterrado en Bermeo. Las autoridades prohibieron que nadie acudiese al sepelio.

También tenemos el caso de un joven estudiante alavés, al que un tío suyo regaló una bayoneta checa que había pertenecido a un pariente gudari en el Batallón Avellaneda. La llegada de este armamento checoslovaco, procedente de las fábricas de Brno, permitió al Ejército de Euskadi frenar la ofensiva franquista en octubre de 1936 y estabilizar el frente de Bizkaia.


O la historia de otro compañero que está buscando a su abuelo, soldado del Ejército franquista fallecido en los combates por el pueblo de Sotodosos en el Alto Tajuña (Guadalajara). Casualidades de la vida. En el Alto de la Molatilla estuvimos en octubre de 2014 sondeando una trinchera en la que documentamos los restos de un soldado... Como escribimos por aquel entonces en este blog: 
Quizá nunca podamos llegar a saber qué es lo que mató a estos infortunados combatientes, si fue un trozo de metralla, una bala o la onda expansiva de una granada artillera. Pero viendo el campo de cráteres en que reposan sus huesos podemos imaginarnos el terror y la angustia de sus últimos momentos con vida. Recuperar sus huesos cuidadosamente nos permitirá saber más de ellos y sobre todo proporcionarles el enterramiento digno que se les ha negado durante 76 años.


Otro compañero nos ha metido en el cuerpo la curiosidad por unos extraños graffitis que él documentó en el frente de Huesca en la zona de Estrecho Quinto. para dilucidar el misterio echamos mano de nuestro Facebook y en pocos minutos aficcionados de todo el Estado contribuían con su saber para identificar motivos decorativos de origen masónico en el refugio en cuestión.


Espectacular fue también el caso de una compañera británica, jubilada, casada en Tolosa, que en 1974 hizo una Tesina de Licenciatura sobre el nacionalismo vasco en la guerra civil que defendió en Londres, lógicamente. Con extrema amabilidad nos hizo llegar la carpeta de su investigación, un tesoro en el que se guardan pasquines revolucionarios, recortes de prensa internacional y nacional, así como las direcciones postales de históricos todavía vivos en aquel entonces como el propio Irujo. Todo un hito historiográfico, en la línea de las copiosas aportaciones de la escuela anglosajona al estudio de la guerra civil española.



Esta compañera nos recordaba cómo en 1975 tuvo que cruzar la frontera a Francia para hacerse con una pegatina de una ikurriña para ponerla en la portada de la tesina... Este es el gran valor del Curso Cultural que finalizamos. En la línea de la escuela de los Annales francesa, hemos intentado ir del sótano al desván, recuperando microhistorias, objetos y huellas de la memoria. A su vez, ha supuesto un paso en el camino de la concienciación patrimonial. En esta línea, otro compañero aprovechó la ocasión para dar a conocer una Jornada sobre Espeleología y Patrimonio Cultural en las Cuevas. Porque en el Norte peninsular las grutas no fueron sólo solar de musterienses sino que también fueron refugios antiaéreos, residencia temporal de huidos y escenarios de asesinatos, desapariciones y hasta secuestros en época reciente.

En definitiva, ha sido una enorme experiencia compartida en una ciudad que comienza a mirar con tranquilidad a su pasado traumático más reciente. Gracias a todos y a todas las cursillistas, así como a los y las responsables del Centro Cívico Aldabe que han convertido este espacio en un lugar de encuentro. Nos vemos el año que viene.

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