Sabemos por testimonios orales y escritos que las pésimas condiciones alimenticias de los presos sólo podían ser en parte aliviadas si conseguían licencia para pedir por carta a sus familiares algo de comida. Seguramente esa comida llegaría en pequeñas ollas, como la que le correspondería a la tapadera que hemos encontrado hoy.
Tapadera recuperada en el sondeo zp02, protagonista de alegrías y testigo de sufrimientos
Sin embargo, los presos que no eran de la comarca o de la provincia seguramente no tendrían esa oportunidad, o bien ésta estaría severamente atenuada o espaciada en el tiempo. En la mayoría de los campos de concentración, el traslado a otro campo alejado de tu lugar de origen equivaldría a significar una condena a muerte. Tal es el caso de uno de los presos del campo de Castuera, quien cuenta que a un valenciano amigo suyo “como no le mandaban nada, le enviaron un paquete, se atracó esa noche y se murió”.
1 comentario:
Al final las historias tragicómicas del Paracuellos de Carlos Giménez estaban a la orden del día en cualquier lugar durante la posguerra.
Maldita miseria!
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