domingo, 4 de septiembre de 2011

Corral de combate

Una paridera en primera línea de frente

Si uno piensa en las construcciones de la guerra contemporánea, probablemente lo primero que le venga a la cabeza sea un búnquer de hormigón armado o un barracón de tropa. Pero seguramente no un corral de ovejas.

Sin embargo, en países con una fuerte tradición preindustrial, como la España de los años 30, las edificaciones campesinas han desempeñado un papel de primer orden en los campos de batalla. Eso se puede observar claramente en Abánades, donde tanto el ejército franquista como el republicano reaprovecharon la mayor parte de los corrales (conocidos como "parideras") con fines logísticos: enfermerías, puestos de mando, refugios, almacenes, polvorines...

Para esta campaña hemos decidido excavar una de estas parideras en el lugar de Alto del Molino. Por ahora, el panorama es prometedor: al comenzar el decapado del interior del corral localizamos un gran fragmento de metralla de un proyectil de artillería (quizá de 155 mm), varios cartuchos de Mosin Nagant de 7,62 mm y una caja de munición de este calibre.

En la parte exterior, al retirar un derrumbe de piedras apareció lo que parece ser un pequeño refugio de mampostería, en frente del cual localizamos varias latas y fragmentos de una botella de medicina. Ésta se añade a varios restos de recipientes médicos localizados en superficie. Es posible, por lo tanto, que la paridera se utilizara, entre otras cosas, como enfermería improvisada.

El tercer sondeo que hemos abierto coincide con una trinchera que muere en la pared del corral: aquí han aparecido otro gran fragmento de metralla y seis botones de nácar. Casualmente, Víctor y Edu, dos de nuestros colegas que comienzan a excavar mañana en las trincheras leonesas, son arqueomalacólogos -es decir, arqueólogos especialistas en conchas. En este blog podéis ver una entrada suya sobre la fabricación de este tipo de botones. No es la primera vez que se documentan en contextos de la Guerra Civil ni asociados a republicanos. En las fosas comunes aparecen con cierta frecuencia. Un caso especialmente interesante es el de tres cadávares de brigadistas internacionales exhumados en la Casa de Campo en 1984. Con los restos humanos se recogieron siete botones de nácar pertenecientes a la camisa de uno de los individuos. Según el forense que exhumó los cadáveres, estos elementos se asocian a camisetas de invierno y calzoncillos: cultura material para combatir el frío.

Como el que debieron pasar los soldados de Alto del Molino en el invierno de 1938.

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