viernes, 12 de julio de 2013

El honor de los déspotas


El artista Eugenio Merino se ha visto obligado a pasar por los tribunales por haber vulnerado el honor de Francisco Franco. Su delito, que ya tratamos aquí, fue instalar una estatua del dictador en una máquina expendedora de refrescos ¡Intolerable! El señor Merino tendría que haber probado a realizar otro tipo de performance más impactante y más segura (jurídicamente hablando): participar en el asesinato de 150.000 personas. Que se sepa, a nadie en España le han condenado por un crimen de estas características. Por tratar de investigarlo sí, pero desde luego no por cometerlo.

La fiscalía defiende a Merino, lo cual es bastante indicativo de la sinrazón de la demanda interpuesta por la Fundación Francisco Franco. La defensa del fiscal consiste en afirmar que la instalación no vulnera el honor de Franco. Me parece que lo primero que deberíamos plantearnos es si una persona que ha cometido crímenes contra la humanidad tiene derecho al honor o al menos un derecho al honor semejante al resto de los mortales ¿el honor de Idi Amin, Pol Pot, Ceaușescu, Karadzic? Un individuo como Franco que lideró un golpe de estado, contribuyó a desencadenar una guerra civil, es responsable directo de la muerte y tortura de miles de oponentes políticos y que gobernó un país ilegítimamente durante cuarenta años ¿merece algún tipo de respeto?

Personalmente, creo que Eugenio Merino se pasó de respetuoso. Yo habría puesto a Franco copulando con un mandril o, por qué no, con el zombi de Fidel Castro. Claro que entonces igual ya no hablaríamos de arte, sino de una portada de El Jueves. Pero ¿se merece Franco otra cosa?

2 comentarios:

David Hornero dijo...

Totalmente de acuerdo. Un abrazo.

Carlos Llanza dijo...

La verdad es que el post lo veo completamente fuera de lugar en un blog dedicado a la arqueología de la GC. Pero en fin, ya estamos acostumbrado a estas cosas por aquí.

Un saludo.