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sábado, 16 de mayo de 2020

Pipas y Letras

A la derecha, Carballo Calero paseando por Compostela, cuando hacía el servicio militar (1932).

Muchos temporeros gallegos se encontraban en Madrid y aledaños cuando se produce el golpe de Estado. Cuadrillas de segadores se repartían por las poblaciones rurales cercanas, hoy subsumidas en la gran urbe. Canteros cincelaban las fachadas de edificios en construcción, como los de la Ciudad Universitaria. Diputados iban a presentar en las Cortes el estatuto de autonomía, aprobado por la ciudadanía gallega en referéndum el mes anterior. Y licenciados universitarios se presentaban a las oposiciones a cátedras en aquellos aciagos días. Este último fue el caso del filólogo, ensayista y escritor Ricardo Carvalho Calero (1910-1990) a quien se dedica este año el Día das Letras Galegas. Nacido en Ferrol en el seno de una familia de la pequeña burguesía local, fue un líder destacado de la FUE en la universidad compostelana y uno de los miembros más activos del Seminario de Estudos Galegos. Como miembro ya del Partido Galeguista corredactó el anteproyecto del estatuto para Galicia. Hizo toda la guerra en el ejército republicano y pagó caras las consecuencias. Fue condenado a años de prisión y quedó inhabilitado para el ejercicio del magisterio durante décadas. Como tantos docentes, sobrevivió dando clases en centros de enseñanza privados, hasta que fue readmitido en la década de 1960.

Reunión del SEG en Pontevedra (1928). Ricardo es el quinto por la izquierda, en la fila de atrás, entre Vicente Risco y Filgueira Valverde (ambos apoyarían al régimen franquista).

Como tantos compañeros de generación, militantes de izquierdas y/o galleguistas, Ricardo no habló nunca en público de su experiencia traumática de la guerra y la represión, salvo en algún poema suelto:


Non sei
se matei.
Estiven na trincheira.
Non vin
o meu nemigo.
Disparei.
Non sei
se matei.
Fun ferido.
Mais
non
sei
se 
matei.
Toupa cega,
non teño outro ollo
que o ollo
do meu fusil.

En 1987 publica su testamento literario, la novela Scórpio, tres años antes de su muerte. Esta obra es un prodigio técnico, con múltiples voces narrativas. Lo más interesante, para el caso que nos ocupa, es la segunda parte, en donde pone en boca de los personajes su experiencia en las trincheras de Madrid, en la escuela de mando de Paterna (Valencia) y en el frente andaluz. A partir de ella podemos reconstruir su periplo en la guerra civil.


Junto a otros compañeros gallegos, como el también escritor y periodista Raimundo García Domínguez Borobó, muchos de ellos licenciados en Filosofía y Letras, se integró en el conocido como el batallón de los maestros, el Batallón de la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE) formado por afiliados a la UGT. La unidad, integrada en el Quinto Regimiento, se bautizó con el nombre de Félix Bárzana, así llamado en honor de un maestro fallecido en los primeros combates que tuvieron lugar en Somosierra. El batallón se creó en el palacio del Duque de Terranova, en Recoletos, y ahí se convirtieron en soldados catedráticos de universidad e instituto, inspectores de primera enseñanza, profesores, maestros y bedeles. El comisario era un asturiano comunista, César Lombardía, que de estudiante de la Universidad Central pasó a ser director General de Primera Enseñanza. Como no podía ser de otra forma, la instrucción tuvo lugar en los locales del Museo Pedagógico y de la antigua Escuela Superior del Magisterio, en el Paseo de la Castellana, en el edificio que hoy ocupa el Centro Superior de Estudios de la Defensa (CESEDEN).

Miembros del Batallón Félix Bárzana, en Madrid.

Esta unidad de chapones, los más listos de la clase, eran vistos con recelo por los milicianos de primera hora, curtidos en el combate. El capitán era Federico Bonet, catedrático de Ciencias Naturales y director del Instituto Nebrija; de tenientes, entre otros, estaban un maestro pontevedrés, Marcelo Martín, y Manuel Sanchís, éste ayudante de Navarro Tomás en la sección de lingüística del Centro de Estudios Históricos. Los intelectuales de la FETE sirvieron una batería hispano-italiana de apoyo a los brigadistas internacionales, una auténtica torre de Babel gestionada por el políglota Jesús Prados Arrarte, que en 1936 había ganado la cátedra de Economía y Hacienda en la Universidad de Santiago. El general Kléber lo utilizó de traductor y lo adjuntó a su Estado Mayor.


Carballo Calero combatió en la carretera de Andalucía y en la defensa del barrio de Usera. Su descripción en Scórpio es muy útil para conocer el ambiente que se vivía en esta guerra de posiciones [la traducción es nuestra]:

La guerra es nuestro porvenir. Esta otra consigna que se nos dio un día, motivó sarcásticos y sombríos comentarios. Algunos desearían ir a Madrid a ver en el cine las hazañas del guerrillero ruso Chapáiev, que al parecer se movía en la estepa con gran ligereza, mientras nosotros estamos condenados a permanecer casi inmóviles en las trincheras, en las chabolas o en las ruinas, en medio del frío y del barro. Cuando llueve, una infinita tristeza nos invade, excepto a los que están afiliados a partidos políticos avanzado que, inmersos en la esperanza de la victoria y la revolución, no piensan más que en contraataques que no se ordenan nunca. La guerra se mueve en otros frentes. Aquí vigilamos y fortificamos, tostamos en el fuego nuestro pan de munición clavado en el machete y vivimos como ratas, impenetrablemente estoicos, como Rafael o resignadamente fatalistas, como yo.

En Villaverde fueron reforzados por un batallón de jornaleros de Ciudad Real, el Mancha Roja. El ideal revolucionario de obreros, campesinos y estudiantes parecía materializarse en la lucha contra el fascismo, en las batallas por Madrid. En los momentos de descanso en un chalet requisado, Ricardo pasaba horas en la biblioteca, leyendo La Montaña Mágica de Thomas Mann y la edición ilustrada del Afrodite de Pierre Loüys, un clásico de la literatura erótica. Acabó la guerra como teniente en el ejército de Andalucía, en la misma zona del frente en la que combatió mi abuelo Antonio, éste en el franquista Ejército del Sur.

Detalle de posiciones defendidas por el Félix Bárzana en Usera.

Ricardo Carballo Calero siempre estuvo en donde él consideró que debía estar, manteniendo una coherencia ideológica envidiable toda su vida. En 1980 Álvaro Cunqueiro fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Santiago de Compostela. Una fotografía resume el acto y el devenir de aquellos jóvenes poetas galleguistas de preguerra: Ricardo acompaña a su amigo Álvaro y responde a su discurso en calidad de catedrático de la casa. Álvaro Cunqueiro vistió camisa azul y vivió de la prensa falangista en Ortigueira y San Sebastián, hasta caer en desgracia a mediados de los años 40, cuando se recluyó en su villa natal de Mondoñedo. El miedo es libre. La trayectoria de Carballo Calero, fiel siempre a sus principios, fue impecable desde un punto de vista ético. Sufrió el castigo de los vencedores y después el oficialismo del sistema cultural gallego heredero de la Transición. Su nacionalismo, su republicanismo y su apoyo a las tesis reintegracionistas (acercar de nuevo el idioma gallego a la lusofonía) explican el olvido al que fue sometido durante la década de 1980. Él, que dotó de herramientas básicas a nuestra lengua, como son su monumental Historia de la literatura gallega contemporánea o su utilísima Gramática del gallego común.

Cunqueiro (izq.) y Carballo (dcha.) en la Universidad compostelana (1980).

Aquel miliciano del Félix Bárzana, después oficial del Ejército Popular, volvió a Madrid en 1972, a opositar, de nuevo, esta vez en el CSIC, para ganar la cátedra de Lengua y Literatura Gallega. El poeta Dámaso Alonso debía presidir el tribunal. Finalmente lo hizo Filgueira Valverde (quien no era profesor universitario), antiguo galleguista, compañero de Ricardo en el Seminario de Estudios Galegos y que, tras apoyar la Cruzada, llegó a ser alcalde franquista de Pontevedra; ya en democracia fue conselleiro de Fraga y presidente del Consello da Cultura Galega. En 2015 se le dedicó el Día das Letras Galegas. El camaleón cambia de colores según la ocasión.
Como decía Rosendo, maneras de vivir.









domingo, 29 de marzo de 2020

La guerra de las aguas ganadas


El Camino de Invierno es una ruta jacobea, con reconocimiento oficial desde 2016, que parte de Ponferrada y, a través del valle del Sil, se adentra en la Galicia interior para llegar hasta Compostela. En el mes de diciembre pasado el que suscribe hizo a pie este recorrido, en plena ciclogénesis explosiva. Bautizar con nombres franceses (Fabien) a huracanes no amedrenta a nadie. Al fin y al cabo era un ensayo de Arqueología experimental para comprobar cómo en muchos de los tramos de la traza era y es imposible circular en invierno. Eso fue lo que me ocurrió a la salida de Rodeiro, en la terra de Deza. El río Arnego era un mar inmenso. Este pormenor me obligó a dar un rodeo notable y perderme un tramo del Camino de Invierno, curiosamente aquel en el que el peregrino puede disfrutar de la escenografía más extraordinaria del trazado: el Mausoleo de las Aguas Ganadas, en la aldea de A Penela (parroquia de Pedroso, ayuntamiento de Lalín, provincia de Pontevedra). Dos meses después, vecinos y vecinas de A Pobra do Brollón hicieron ese tramo del camino. El técnico del Concello, Xosé Gago, me dio a conocer esta obra maestra, que orgullosamente compartimos hoy con vosotros.


La gente de fuera piensa que Galicia es un vergel porque no para de llover y disponemos de agua a discreción. Lo que parece una ventaja, es un problema. Fondos de valle anegados, terrenos sedimentarios encharcados... exigen la ejecución certera de toda una vasta red de irrigación y el desarrollo de tecnologías hidráulicas. Antes de la llegada del electrofascismo en los años 40 y las Confederaciones Hidrográficas, las parroquias gallegas, auténticos regímenes hidráulicos, gestionaban el mantenimiento de todo este entramado de presas, represas y canales. Un derecho consuetudinario no exento de conflictos, como es evidente en una sociedad atlántica minifundista como la nuestra. En nuestro mundo rural tradicional el agua se llevaba, no se traía. La traída es un concepto y una realidad de la Modernidad. As levadas se inspiran en aquellos canales, siempre a cota, que los romanos excavaron para la explotación del oro en el noroeste ibérico. La Ilustración fue la inspiradora en la segunda mitad del siglo XVIII de los primeros grandes proyectos modernos para llevar el agua a las ciudades gallegas. En el rural, hubo que esperar siglo y medio para que los indianos (emigrantes ricos retornados de América) financiasen las nuevas levadas del primer tercio del siglo XX. El tardofranquismo, con planes de colonización incluidos (el Canal del Valle de Lemos, por ejemplo), con la ayuda de las obras sociales de las Cajas de Ahorros, generaron el contexto adecuado para convertir la traída en una nueva panacea del desarrollo del campo.


Una vez sintetizado el contexto, os presentamos el Mausoleo de las Aguas Ganadas, una escenografía que nos remite, ya no al tan manido franquismo sociológico, sino a la memoria franquista modelada por personajes del rural como el ínclito alcalde de Beade o este vecino de A Penela llamado Ismael Calvo. Este evergeta dezano se asemeja a un Dios-Rey sumerio, demiurgo y hacedor, que lleva el agua a su estanque tras litigar con sus vecinos, una gran aficción de los pagani del rural gallego, eso de pleitear por un metro cuadrado, por el paso a una finca o por mis cojones. Ismael, nombre bíblico de por sí, aplica la máxima paisana del ante papeles callan barbas. El documento, en sociedades orales domesticadas por el Estado liberal, se vincula al Poder. Por eso los campesinos gallegos aprovecharon la llegada de los franceses para quemar los archivos de monasterios y encomiendas y echarle la culpa a los impíos galos revolucionarios. Por eso se dejaron la piel para conseguir la redención de los foros en 1926.


La sentencia que supuestamente le  dio la razón sustenta toda este monumento, que podemos calificar de delirante. Pero, oye, también delirante es el Parque do Pasatempo de Betanzos, mandado construir por los hermanos García Naveira a su vuelta de la Argentina. Si Allí hay esculturas de buzos y exploradores aquí tenemos una estatua hecha a rebarbadora a tamaño real del propio Ismael, cual guerrero galaico, quien construyó a finales de los 80 este mausoleo (sic) para preservar su propia memoria y para que todo cristiano pueda admirar el monumento. Una inscripción reza:

Homenaje en vida [que se da a sí mismo] a D. Ismael Calvo Gutiérrez por este monumento de las aguas ganadas por contrato y sentencias por tal motivo se nombra caudillo, segundo de España, franco en la Guerra e Ismael en la guerra de estas aguas.

Y ahí tenemos al Caudillo y al Rey emérito compartiendo espacio con Isma, cual tríada capitolina, en el mausoleo de las aguas ganadas. Como señala el artifex, llevo a Franco en el corazón. El complejo se ubica al pie del Camino de Invierno. ¿Lo catalogará la Xunta de Galicia como patrimonio vinculado a esta ruta jacobea? ¿Catalogarán al menos el cruceiro, las cruces y el pináculo, tan típicos de los hórreos BIC? ¿Hará lo mismo con el Santuario Nacional de Fátima en Chantada, obra del cura Eyré? ¿Vendrán Ortega Smith y Abascal, cual jinetes del Apocalipsis a sacarse una foto en tan patriótico mausoleo? Todo un reto para el nacionalcatolicismo del Partido Popular de Galicia.

Fotografías de Xosé Gago.

martes, 24 de septiembre de 2019

Vera

Diario de Istria en el que se recoge la entrevista a Vera, realizada en la conmemoración del sábado pasado: Fue muy difícil, pero teníamos la moral alta por la camaradería.

La familia de Vera era judía. Era, porque nadie sobrevivió al Holocausto ni a la 2ª Guerra Mundial. Solo ella. Desde Zagreb, con sus gafas de siete dioptrías, huyó a la zona liberada para luchar con los partisanos. Ella fue una de las mujeres que atendió a enfermos y heridos en el hospital nº 7, hasta que no pudo más. Cada día fallecían, entre sus brazos, compañeros, guerrilleros y refugiados. Incluso niños. La epidemia de tifus de 1943 se cebó con la resistencia.

Vera, 98 años, delante del osario de los partisanos fallecidos en el hospital nº 7.

En la postguerra mujeres como Vera, enfermeras, médicas, comisarias políticas, fueron un pilar fundamental a la hora de mantener viva la llama de la memoria, de preservar el recuerdo de los caídos. En esta fotografía de 1956 la podemos ver delante del osario y del monumento (hoy desaparecido) que recoge la labor asistencial de estas partisanas.

1956. Vera es la primera mujer de la izquierda.

Vera tiene una memoria prodigiosa. En la ofrenda floral en homenaje a la población civil asesinada por los fascistas, no pudo contener las lágrimas, mientras Pipo, partisano de 97 años, iba relatando las atrocidades cometidas y el surgimiento del movimiento guerrillero en la zona de Dreznica. El testimonio de Pipo y Vera, protagonistas heroicos de esta historia, es fundamental para que las nuevas generaciones sepan lo que aquí ocurrió. Dentro de poco solo nos quedará la Arqueología como fuente de conocimiento de los paisajes de la resistencia.

Sanja, codirectora del proyecto arqueológico, Vera y Pipo en la ofrenda floral en el monumento de la antigua escuela de Dreznica. (Foto de Ivona Grgurinovic).

Vera formó parte de todo un auténtico ejército del bosque, en donde ya sabemos habitan en muchas culturas los seres maravillosos, encantados, mágicos. A pesar de su delicado estado de salud, Vera quiso volver a su bosque, con el paso decidido de quien no olvida. Al solar del hospital en donde salvó vidas y asistió en los momentos finales a otros compañeros. Allí un coro de la vecina región de Istria interpretó canciones partisanas que Vera tarareaba con orgullo. También se cantaron himnos de la guerra de España, como el 5º Regimiento o Los campesinos.

Y Vera volvió a su hospital.

Desde su llegada al hospital Vera escribía un diario en el que detallaba la evolución de los enfermos, las altas, las bajas, las incidencias... En un ataque alemán tuvieron que huir y atravesar un río. Ella se despojó de su abrigo y se lo pasó a otro compañero que quedaba atrás abriendo fuego al enemigo. Ese partisano cayó en combate y con él, el diario. Vera, con una gran miopía, perdió sus gafas, y pasó el resto de la campaña en esas condiciones. Como dice ella, la solidaridad y la camaradería la ayudaron a salir adelante. Tras tres años en el bosque, al acabar la guerra, volvió al oculista y éste certificó que le habían bajado las dioptrías a la mitad. Milagros cromáticos del bosque.

Pipo lee su discurso, escrito a mano por él, bajo la atenta mirada de Vera.

Pueden tirar abajo con dinamita monumentos de hormigón armado. Pueden destruir memoriales, robar placas y recristianizar cementerios partisanos. Pero nada podrán con el tesón y el testimonio de mujeres como Vera. Se entregó a los demás para combatir el terror. Con personas como Vera, uno aún mantiene un mínimo de esperanza en la Humanidad. El amor en los tiempos del cólera.

Proyecto Heritage from below. Traces and memories. Dreznica 1941-1945.







viernes, 20 de septiembre de 2019

El pasado es un país extraño

Emil trabajando en la restauración y acondicionamiento del osario.

Emil Jurcan es un arquitecto de los que hay pocos en mi país. Él viene de Istria y desarrolla un interesantísimo proyecto de investigación sobre el uso político e ideológico de las ruinas romanas en la Croacia actual, desde el Imperio Austrohúngaro hasta la actualidad. Ideología, política, patrimonio y arqueología son realidades que van cogidas de la mano, como ya sabéis los que seguís este blog desde hace tiempo. Emil está reparando con cariño el muro de la entrada al osario que acoge los restos de 300 partisanos que murieron luchando contra el fascismo. 

Placa conmemorativa en el interior del osario.

Este cementerio forma parte de un complejo memorialístico generado en la postguerra y que fue culminado en 1981 con los monumentos erigidos en el solar original del hospital número 7. La desaparición de Yugoslavia y el triunfo del nacionalismo ultraconservador croata en 1990-1991 generaron una nueva realidad política en la que el pasado partisano y todo lo que oliera a comunista era borrado del mapa. Este proceso de damnatio memoriae ha sido sistemático y se ha agudizado en los últimos tiempos. La historiadora del arte Sanja Horvatincic lleva años estudiando la biografía y la vida social de estos monumentos que obedecen al proyecto de construcción de una sociedad socialista y no a meros criterios estéticos. Estos días hemos visitado con ella numerosos de estos repositorios materiales de la memoria. Es sorprendente la cantidad de lugares, casas, parajes que acogieron y acogen estos memoriales. Auténticos parques públicos, temáticos, construidos en aldeas alejadas, en medio de esta zona rural que dista apenas quince kilómetros en línea recta de la costa, otro mundo. 

Monumento a héroes partisanos, con la forma del típico gorro croata. Sanja nos muestra el expolio al que ha sido sometido en los dos últimos años.

El desdén de la administración, los ataques fascistas, el robo de las placas y bustos de bronce han acabado con gran parte de este legado. Una materialidad generada en su día por escultores y arquitectos de prestigio. Auténticas obras de arte, como esas esculturas icónicas de partisanos en actitud desafiante, fusil en mano.


Este expolio se ha cebado con los monumentos de Dreznica. El bajorrelieve en bronce que honraba la memoria de los médicos y enfermeras del hospital partisano ha desaparecido. Las placas explicativas del hospital fueron expoliadas y se habrán fundido en algún otro lugar. En este contexto, la comunidad serbia pretende revertir este proceso de abandono y recuperar estos lugares de memoria. 


Placas retiradas del complejo memorial del hospital nº 7.

En este contexto, emociona ver a Emil limpiar con cariño las grietas del muro de la entrada al cementerio, hacer masa para restituir los bloques caídos. Gracias a él, esta arquitectura lucirá como en sus mejores tiempos en el homenaje que mañana se brindará a los héroes y heroínas que yacen aquí, en el bosque que les acogió durante cuatro años de resistencia.

Memorial en la antigua escuela de Dreznica, con los nombres de las 700 víctimas civiles de la vesania fascista.

Durante la prospección en este paisaje rural, durante las entrevistas a la gente mayor nos damos cuenta del alcance del terror fascista, que acabó con la vida de cientos y cientos de mujeres, niños, bebés, ancianos y hombres. La Convención de Ginebra no fue tenida en cuenta por las fuerzas de ocupación y los fascistas croatas, obsesionados con acabar con las redes de ayuda y los hospitales que sostenían la moral y la lucha partisana. Todos estos lugares de memoria, vandalizados, expoliados y olvidados nos remiten a un Estado croata que ve en ese pasado un país extraño. Por el contrario, la comunidad serbia de Dreznica reivindica el legado de la solidaridad entre pueblos. De hecho la guerra de 1991-1995 no afectó a esta zona de Croacia. Toda una lección para el presente y para el futuro.

El cartel de los actos de mañana recoge un diseño del monumento a los servicios médicos partisanos, escultura en bronce que fue robada hace años. La comunidad local pretende reponerlo en breve.




miércoles, 27 de septiembre de 2017

Arqueología de (la) guerrilla (III)

Ocupación guerrillera de cuevas en Macedonia occidental durante la guerra civil griega.

Ya vimos como la Arqueología de la guerrilla es mimada por jóvenes países que hasta hace poco fueron naciones sin estado. La resistencia nacional como recurso museístico. Esto seguirá pasando. Catalunya, por ejemplo, no es una excepción, como lo demuestra el uso político de las ruinas del Born, sin ir más lejos. Todo depende de la victoria y de la derrota. De guerrillas derrotadas se habló largo y tendido en nuestra sesión de Maastricht. Quizás uno de los casos que más nos impresionó fue el de la guerrilla comunista en la guerra civil griega. Porque hay mucha historia, más allá de los británicos refortificando el Partenón para evitar la llegada de los rojos. Michalis Kontos y Agni Karadimou nos mostraron las ocupaciones guerrilleras de cuevas en la Macedonia occidental. En algún caso nos recordaba a la Batalla del Ebro en la guerra civil española, con cuevas empleadas como hospitales y zonas de descanso en primera línea, o el Maestrazgo ocupado por la Agrupación guerrillera de Levante en los años 40. Como en el caso del actual Reino de España, el recuerdo de aquella guerrilla derrotada se mantiene en el paisaje, en la tradición oral y en segmentos muy politizados de la sociedad civil. Asociaciones griegas de izquierda son los guardianes de estos lugares de memoria, muchos de ellos vandalizados por fascistas de Amanecer Dorado. 

Monumentos al Ejército Democrático de Grecia.

En esta misma línea, en tres comunicaciones, Rui Gomes (Rutgers University, USA), Carlos Tejerizo (INCIPIT, CSIC) y Xurxo Ayán (Universidad del País Vasco) nos mostraron el carácter pionero de la lucha guerrillera antifranquista en el NW de la Península Ibérica, cuna de la primera Federación de Guerrillas de León-Galicia (1942). Con el paso del tiempo sería el Partido Comunista el que controlase este movimiento en los años terminales de la resistencia armada. Sitios como Cambedo, la Cidade da Selva o Repil se conciben ahora, por primera vez, como áreas arqueológicas para estudiar la lucha contra Salazar y Franco a través del paisaje y de las cosas.

A la búsqueda de la Cidade da Selva, campamento de la guerrilla 
en las estribaciones de Pena Trevinca (Ourense-León).

La guerrilla como experiencia sensorial, perceptiva y fenomenológica comienza a abrirse como objeto de estudio. Hombres y mujeres que agudizan los sentidos para sobrevivir, que se ocultan en cuevas, chozos de pastores y abrigos rocosos, que se mueven rápido por paisajes agrestes y montañosos. Esta vertiente sensorial ha sido desgranada de manera magistral por Sarah di Nardi, nieta de partisanos italianos, que sabe desgranar las vivencias recogidas en los testimonios orales y escritos de los guerrilleros. Sentimientos probablemente universales, vividos por resistentes que se echaron al monte (o al desierto, o a la tundra, o a la selva), en todo tiempo y lugar.

Sarah di Nardi hablando de las materialidades invisibles de los partisanos.


sábado, 7 de enero de 2017

Tras la estela nazi... destrucción, memoria y urgencia

Estela alemana de Urbina en la actualidad.
Hace tiempo que quienes trabajamos con el legado arqueológico de la Guerra Civil y el Franquismo reclamamos dos cosas: por un lado, la necesidad de intervenciones que estudien y visibilicen este patrimonio olvidado y frágil, y por otro lado, que exista algún tipo de interés en este legado de cara a su “protección” o, al menos, la toma de conciencia respecto a su existencia. El debate sobre qué hacer con el paisaje simbólico del Franquismo (o Paisaje de la Victoria) está servido, si bien la Administración pública parece relegarlo a comisiones de memoria histórica poco activas o, simplemente… pasa del asunto.
Durante y tras la guerra, el Régimen de Franco puso en marcha una “colonización simbólica” del territorio: los monumentos a los/sus Caídos, las cruces conmemorativas y los vía crucis a los mártires formaban parte de la legitimación del sistema mediante un recuerdo manipulado del conflicto. Franco debía su poder a una victoria militar y eso fue lo que en un principio quiso dejar claro en su relato de “vencedores” y “vencidos”. Esa es la razón por la que nuestro espacio público está lleno de hitos que reproducen ese discurso de poder autoritario y antidemocrático.


Imagen de la plataforma en defensa de la Cruz a los Caídos de Callosa de Segura, Alacant.
Nuestro país es cuanto menos diverso y complejo. En Callosa de Segura (Alacant), el pasado mes de diciembre se vivieron momentos tensos debido a la orden municipal de retirar la “Cruz a los Caídos” que preside la plaza de la iglesia. Cientos de vecinos, animados por la “Plataforma Ciudadana en Defensa de la Cruz”, incluso llegaron a vigilar el monumento durante toda una noche para evitar su retirada hasta que consiguieron paralizar la labor. La extrema derecha, ávida de atención mediática y apreciando la “noble lucha” de estos vecinos de Callosa de Segura, se presentó allí y, con el canto del Cara al Sol por bandera, defendieron el monumento. (Siempre hay que pensar que compañeros de cama tiene uno). La plataforma ciudadana negó su vinculación con la ultraderecha y se limitó a defender la presencia del monumento en base a su valor patrimonial y religioso. Madre mía… ¡qué cruz!


Falange y su apoyo a la Cruz de Callosa de Segura, 2016.
Por otro lado, en otro rincón de la Península, en el pueblo alavés de Urbina, hace unos meses ya nos hicimos eco en este blog de la existencia de una estela funeraria en recuerdo a tres artilleros alemanes de la Legión Cóndor (parte I y parte II). Meses después de que aquí publicásemos su historia, el diario El Correo –el más leído por estos lares– dedicó unas líneas a este monumento conmemorativo (aquí). La pregunta que nos hicimos en aquel momento era clara: ¿qué hace una estela nazi como tú en un pueblo abertzale como éste? El legado franquista de monumentos y cruces del Paisaje de la Victoria ha sido fuertemente perseguido en el País Vasco: la memoria antifranquista goza de un amplio consenso en la zona y eso significa que hay un gran rechazo social por estos símbolos.
Sin embargo, además de apreciar el valor incómodo de este legado material, como alguien que se dedica a la arqueología y la socialización del patrimonio conflictivo más reciente, no pude evitar hace hincapié en una reflexión que me suscitaba esta estela: si Franco negó toda participación alemana en su favor durante y después de la guerra –como cuando negó el bombardeo de Gernika–, ¿este tipo de vestigios de la Legión Cóndor no son acaso “evidencias empíricas” de su mentira? ¿Esta materialidad nazi en nuestro territorio no puede ser vista como precisamente el referente de un discurso antifranquista que denuncia su manipulación del pasado y su barbarie?
 Un patrimonio incómodo hasta para el propio Franco: 
estela de Urbina durante la Dictadura y en enero de 2016.
Esta reflexión ha parecido no importar mucho a quien ha destruido recientemente el campo epigráfico de la estela de Urbina. Las marcas de destornillador o algún utensilio similar son el único mensaje ahora legible en este polémico monumento. Ya no se leen los nombres de quienes murieron por una explosión –seguramente producida por algún cañón defectuoso– el 31 de marzo de 1937, el primer día de la ofensiva de Mola sobre Bizkaia, el día en que empezó la guerra relámpago en el mundo, precisamente aquí, en este rincón del País Vasco, y el día en el que también la localidad vizcaína de Durango fue salvajemente bombardeada y catorce presos republicanos de Vitoria –entre ellos el último alcalde democrático– fueron fusilados muy cerca de aquí. El próximo 31 de marzo se cumplirán 80 años, aunque parece que sin pena ni gloria (literalmente).  



Destrucción de la inscripción de la estela, en noviembre-diciembre de 2016. 
Desde la labor arqueológica sobre la Guerra Civil y el Franquismo, las medidas que tomamos en torno a esta cuestión han sido sencillas: primero, conocer la historia de esta estela; segundo, documentar su estado actual –incluso hicimos un modelo fotogramétrico en 3D a disposición del público, aquí–; y tercero, proponer un debate abierto y público sobre qué hacer con ella. Este último paso es el que ha quedado empañado a golpe de martillazo y rascado de destornillador. La inscripción de este monumento ahora parece una esquizofrénica declaración escrita con símbolos del Lejano Oriente. Creo que hemos perdido un recurso didáctico y polisémico de cara construir una memoria democrática y realmente antifranquista. Una de las evidencias más claras de la gran mentira de Franco.
En cualquier caso, esta acción subraya algo que venimos defendiendo mucho tiempo: tenemos el deber de una “Arqueología de la Guerra Civil de urgencia”. Con la implicación de múltiples agentes, debemos afrontar este pasado, estudiarlo de forma crítica y tomar decisiones sobre qué hacer con él. El resultado del debate puede ser el de realizar acciones de damnatio memoriae como la efectuada en Urbina, pero ¡ojo!... tras un debate. Estos elementos son bien común público y por eso la multivocalidad que reclamamos no debe quedar en manos de quien motu proprio blande el martillo y se cree representante de toda voz colectiva. 80 años después… la estela (y sus posibles significados) se difumina(n).

Agradecimientos
El estudio de la estela de Urbina no habría sido tan multidisciplinar y rico sin la ayuda de gente como Laia Gallego, Xabier Herrero, Ane Urrutxua y Xabi Mtz. de Guereñu.

Post by Josu Santamarina Otaola.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Frontera y conflicto: paisajes de la Guerra Civil y el Franquismo en Álava



Blocao de hormigón en la zona de Ollerías. 


La parte septentrional de la provincia de Araba es un lugar de fuertes contrastes paisajísticos: las aldeas de la Llanada y sus campos de cereal casi conviven con los hayedos y los caseríos (esos legendarios baserris). El lluvioso clima atlántico de la montaña y el templado clima mediterráneo del llano convergen en esta zona, la comarca de Gorbeialdea. El monte Gorbeia (1482 msnm), el más alto de Bizkaia y Álava, y su Parque Natural son los principales ejes de este territorio de frontera.

Área aproximada de estudio.

No sólo es una frontera natural entre paisajes diferentes, sino que también ha sido la frontera entre, por ejemplo, dos lenguas (el castellano y el euskera) durante mucho tiempo. Fue una frontera bien definida también entre 1936 y 1937, momento en el que el frente vasco tenía aquí una de sus principales líneas de combate. La evolución de una guerra de columnas decimonónica en sus inicios a una guerra relámpago supermoderna después se refleja bien en este territorio. Aquí tuvo lugar también la Batalla de Villarreal (noviembre-diciembre de 1936), la única ofensiva vasca republicana en toda la guerra, que tenía como objetivo la toma de Vitoria para avanzar sobre Miranda de Ebro y así cortar el principal nudo ferroviario de la España franquista. Sin embargo, la veintena de batallones que movilizó el Gobierno Vasco del lehendakari Aguirre mostró serios problemas tácticos y logísticos y finalmente resultó ser una sangría poco o nada efectiva. A partir de entonces, el Ejército de Euzkadi tomará una actitud defensiva que dará mejores resultados y hará que Bizkaia consiga resistir el envite del general Mola hasta junio de 1937.



 Guerra y evolución técnico-operativa. Posición de Isuskitza (Arrazua-Ubarrundia): 
de las trincheras recicladas de las Guerras Carlistas a los blocaos de hormigón 
más modernos (en Aguirregabiria & Tabernilla 2013 y Aguirregabiria 2014).



Mi Trabajo de Fin de Máster (Un legado incómodo: Paisajes del conflicto y memoria(s) contemporánea(s) de la Guerra Civil y el Franquismo en el norte de Araba, defendido en la Universidad del País Vasco, el pasado 22 de septiembre) se asoma a esta realidad patrimonial entendida como un paisaje bien caracterizado y complejo. Además de las decenas de líneas de trinchera y fortificaciones, en este trabajo se ha intentado también comprender la militarización del paisaje humano que conlleva la Guerra Civil: por ejemplo, la Comandancia Militar franquista de Murgia se convierte en una autoridad firme en el territorio y moviliza todos los recursos humanos a su disposición. Los pastores del Gorbeia son utilizados como espías y guías de campaña y ambos bandos dan golpes de mano y combates para conseguir arrebatar al enemigo grandes rebaños de ovejas. Todo vale en la guerra (total).

Misa de campaña requeté en el frente de Orduña-Unzá (Fuente: AMVG).

Además, el frente de la Guerra Civil en el norte de Araba se convierte también en un campo de batalla ideológico y simbólico en la (pos)guerra. El Régimen de Franco construirá todo un “Paisaje de la Victoria”, con cruces de montaña y monumentos a los Caídos, con el fin de celebrar la épica y el terror de una resultado favorable a sus intereses. Mientras que las trincheras y los fortines caerán en el olvido, pueblos como Legutio serán alzados a los altares de la gloria franquista por su tenaz resistencia frente a los rojo-separatistas. De esta forma, el recuerdo de la guerra permanecerá vivo, pero manipulado y utilizado como recurso legitimador.

Monumento a los caídos de la IV División de Navarra en Legutio.

Esta Arqueología del Conflicto no termina con el Franquismo y su tergiversación del pasado, ya que la izquierda nacionalista vasca también intentará de apropiarse de este paisaje de guerra. Durante años, gudaris veteranos se reunirán en la zona y realizarán homenajes clandestinos. Y así es como tendremos como resultado un palimpsesto o una estratigrafía política compleja: junto a las estructuras militares del 36, veremos decadentes monumentos del Régimen (hoy despreciados, atacados o simplemente olvidados) y junto a ellos, pero en frontal oposición, focos de memoria de la lucha antifranquista y del gudarismo.

Gudarismo y memoria clandestina de la GC en el monte Albertia, 
escenario de la batalla de Villarreal en 1936 (Fuente:  Sancho el Sabio y colección particular).

Como conclusión final, por un lado, hay que decir que en el País Vasco hacer una Arqueología del Conflicto integral (e integradora) significa ir mucho más allá de las banalizaciones del tipo Ocho apellidos vascos, las veleidades bucólicas y los límites cronológicos tradicionales de la Guerra Civil y el Franquismo. En la tierra en la que la Transición se percibió como una mera continuación del Régimen y su uso del trauma de la guerra, el conflicto del 36 es un ensordecedor ruido de fondo que aún perdura. Y por otro lado, al hilo de este estudio del Frente de Álava, no podemos dejar de invitaros a conocer el proyecto de Arqueología de la Guerra Civil y socialización del patrimonio que desarrollaremos en las próximas semanas en el monte San Pedro (Amurrio). Os mantendremos informadas e informados sobre todo esto desde este mismo blog.

Josu Santamarina Otaola (codirector del proyecto Monte de San Pedro, 1936-1937).