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domingo, 29 de marzo de 2020

La guerra de las aguas ganadas


El Camino de Invierno es una ruta jacobea, con reconocimiento oficial desde 2016, que parte de Ponferrada y, a través del valle del Sil, se adentra en la Galicia interior para llegar hasta Compostela. En el mes de diciembre pasado el que suscribe hizo a pie este recorrido, en plena ciclogénesis explosiva. Bautizar con nombres franceses (Fabien) a huracanes no amedrenta a nadie. Al fin y al cabo era un ensayo de Arqueología experimental para comprobar cómo en muchos de los tramos de la traza era y es imposible circular en invierno. Eso fue lo que me ocurrió a la salida de Rodeiro, en la terra de Deza. El río Arnego era un mar inmenso. Este pormenor me obligó a dar un rodeo notable y perderme un tramo del Camino de Invierno, curiosamente aquel en el que el peregrino puede disfrutar de la escenografía más extraordinaria del trazado: el Mausoleo de las Aguas Ganadas, en la aldea de A Penela (parroquia de Pedroso, ayuntamiento de Lalín, provincia de Pontevedra). Dos meses después, vecinos y vecinas de A Pobra do Brollón hicieron ese tramo del camino. El técnico del Concello, Xosé Gago, me dio a conocer esta obra maestra, que orgullosamente compartimos hoy con vosotros.


La gente de fuera piensa que Galicia es un vergel porque no para de llover y disponemos de agua a discreción. Lo que parece una ventaja, es un problema. Fondos de valle anegados, terrenos sedimentarios encharcados... exigen la ejecución certera de toda una vasta red de irrigación y el desarrollo de tecnologías hidráulicas. Antes de la llegada del electrofascismo en los años 40 y las Confederaciones Hidrográficas, las parroquias gallegas, auténticos regímenes hidráulicos, gestionaban el mantenimiento de todo este entramado de presas, represas y canales. Un derecho consuetudinario no exento de conflictos, como es evidente en una sociedad atlántica minifundista como la nuestra. En nuestro mundo rural tradicional el agua se llevaba, no se traía. La traída es un concepto y una realidad de la Modernidad. As levadas se inspiran en aquellos canales, siempre a cota, que los romanos excavaron para la explotación del oro en el noroeste ibérico. La Ilustración fue la inspiradora en la segunda mitad del siglo XVIII de los primeros grandes proyectos modernos para llevar el agua a las ciudades gallegas. En el rural, hubo que esperar siglo y medio para que los indianos (emigrantes ricos retornados de América) financiasen las nuevas levadas del primer tercio del siglo XX. El tardofranquismo, con planes de colonización incluidos (el Canal del Valle de Lemos, por ejemplo), con la ayuda de las obras sociales de las Cajas de Ahorros, generaron el contexto adecuado para convertir la traída en una nueva panacea del desarrollo del campo.


Una vez sintetizado el contexto, os presentamos el Mausoleo de las Aguas Ganadas, una escenografía que nos remite, ya no al tan manido franquismo sociológico, sino a la memoria franquista modelada por personajes del rural como el ínclito alcalde de Beade o este vecino de A Penela llamado Ismael Calvo. Este evergeta dezano se asemeja a un Dios-Rey sumerio, demiurgo y hacedor, que lleva el agua a su estanque tras litigar con sus vecinos, una gran aficción de los pagani del rural gallego, eso de pleitear por un metro cuadrado, por el paso a una finca o por mis cojones. Ismael, nombre bíblico de por sí, aplica la máxima paisana del ante papeles callan barbas. El documento, en sociedades orales domesticadas por el Estado liberal, se vincula al Poder. Por eso los campesinos gallegos aprovecharon la llegada de los franceses para quemar los archivos de monasterios y encomiendas y echarle la culpa a los impíos galos revolucionarios. Por eso se dejaron la piel para conseguir la redención de los foros en 1926.


La sentencia que supuestamente le  dio la razón sustenta toda este monumento, que podemos calificar de delirante. Pero, oye, también delirante es el Parque do Pasatempo de Betanzos, mandado construir por los hermanos García Naveira a su vuelta de la Argentina. Si Allí hay esculturas de buzos y exploradores aquí tenemos una estatua hecha a rebarbadora a tamaño real del propio Ismael, cual guerrero galaico, quien construyó a finales de los 80 este mausoleo (sic) para preservar su propia memoria y para que todo cristiano pueda admirar el monumento. Una inscripción reza:

Homenaje en vida [que se da a sí mismo] a D. Ismael Calvo Gutiérrez por este monumento de las aguas ganadas por contrato y sentencias por tal motivo se nombra caudillo, segundo de España, franco en la Guerra e Ismael en la guerra de estas aguas.

Y ahí tenemos al Caudillo y al Rey emérito compartiendo espacio con Isma, cual tríada capitolina, en el mausoleo de las aguas ganadas. Como señala el artifex, llevo a Franco en el corazón. El complejo se ubica al pie del Camino de Invierno. ¿Lo catalogará la Xunta de Galicia como patrimonio vinculado a esta ruta jacobea? ¿Catalogarán al menos el cruceiro, las cruces y el pináculo, tan típicos de los hórreos BIC? ¿Hará lo mismo con el Santuario Nacional de Fátima en Chantada, obra del cura Eyré? ¿Vendrán Ortega Smith y Abascal, cual jinetes del Apocalipsis a sacarse una foto en tan patriótico mausoleo? Todo un reto para el nacionalcatolicismo del Partido Popular de Galicia.

Fotografías de Xosé Gago.

jueves, 26 de marzo de 2020

Franco, Caudillo y Pastor


El denominado arte popular ha sido objeto de estudio en España por parte de una Etnografía formalista, tipologizante y poco preocupada por el trasfondo social y/o político de la cultura material. Durante décadas, muchos eruditos locales preferían perfumarse con los frascos de las esencias y se empeñaban en señalar el origen castreño de los motivos tallados en yugos y cabeceros de las camas campesinas, por poner un ejemplo. Los paisanos vistos como fósiles vivos, entes folklorizados, como muy bien ha analizado Sergio del Molino en su archifamosa La España Vacía. Un país que nunca fue. Por el contrario, todos los antropólogos que han prestado atención al campesinado como colectivo humano, desde Chayanov hasta Wolf, señalan su celo de independencia y su oposición a las formaciones estatales. Es éste un tema, las relaciones con el Poder, que abre un nuevo campo en los estudios etnográficos. El arte popular refleja esta dialéctica de, a veces obediencia, y otras, de resistencia. Las escenas eróticas que los canteros tallaban en los canecillos románicos son la reversión total del orden social, un Carnaval o una fiesta de los locos esculpida en piedra.


Mi abuelo, O'Corenta, como buen  campesino polifacético dentro de una economía de subsistencia, también era carpintero. En la iglesia parroquial de Cereixa todavía se conserva el reclinatorio que le hizo a una vecina, Carmen Ayán, esposa de su compadre O'Turín. Mi abuelo se inspiró en los retablos del siglo XVIII y XIX que decoran las paredes del templo e incorporó motivos decorativos del arte de la Alta Cultura. En esos mismos años de la inmediata postguerra, otros carpinteros como él hicieron otros reclinatorios, otra sillas, pero con el símbolo de la FE y de las JONS, como así también hicieron canteros populares en un sinfín de lavaderos y fuentes del interior de Galicia. En muchos casos, el yugo y las flechas poco o nada se parecían a los símbolos aquellos de los Reyes Católicos. Como me confesó un cantero de Cuntis un día: "Cuando un escultor intenta hacer un león, le sale un león; cuando lo intenta un cantero, le sale un perro".


Hay un sitio en España en donde podemos admirar esta relación entre poder y arte popular, y no es otro que el Museo Etnográfico de Castilla y León, en Zamora, una de las joyas visitables de la ciudad. Allí se expone una selección de la inmensa colección de arte pastoril donada por el etnógrafo local Luis Cortés Vázquez (1924-1990). Insigne romanista, catedrático de francés en la Universidad de Salamanca (tradujo y editó La Chanson de Roland), era un enamorado del mundo rural. Estudió el idioma gallego hablado en las portelas entre Zamora y Galicia, recopiló cuentos populares salmantinos y romances zamoranos y se convirtió en el mayor experto en cerámica popular del antiguo Reino de León. Este intelectual, una mezcla entre Félix Rodríguez de la Fuente (era ornitólogo también), Delibes y Labordeta, conocía cada rincón de ese viejo país y se fue haciendo con una colección de arte popular, en aquellos años en que las cerámicas de Sargadelos del XIX se cambiaban por lotes de Arcopal.


En la colección destaca una silla decimonónica en la que el artista de turno talló un preso por un lado y un Guardia Civil por el otro, anverso y reverso de la implantación del Estado liberal en el pagus ibérico. Sin embargo, las piezas más singulares son aquéllas realizadas por pastores, muchos de ellos trashumantes, que reproducen retratos del Caudillo, loas a Franco y Primo de Rivera o incluso escenas militares. Tenemos que tener en cuenta que muchos campesinos de Galicia, León y Castilla únicamente salieron de sus aldeas al ser movilizados por los sublevados en la guerra civil. Al acabar el conflicto volvieron a sus pueblos, y esa fue su experiencia de vida fuera de allí. El discurso de la Victoria y la propaganda caló hondo en muchos de ellos. Hay ejemplos soberbios por todo el país, como aquel lavadero gallego en el que el cantero emocionado escribió: Se hizo reinando Franco. En otros casos, quizás cabe hablar más de pura supervivencia. Estos pastores se movían por el territorio en unos años en los que te podías llevar sustos tanto de la guerrilla como de la Benemérita. Estos objetos podían servir de auténtico salvoconducto para certificar la afección al Movimiento.


Como en el caso de mi abuelo, la escenificación del nuevo poder, en este caso nacionalcatólico, en villas y ciudades era replicado por estos hombres del campo en su vida cotidiana. Incluso la propaganda tuvo su impacto real. En 1944 se inició en Barcelona la construcción del templo del Buen Pastor, destinado a cristianizar de nuevo un espacio anarquista por excelencia. El ínclito Pal i Deniel, ideólogo de la Cruzada, regaló la escultura del Buen Pastor, a quien se equiparaba con el Caudillo. Esta imagen de Franco, Caudillo y Pastor, fue proyectada socialmente hasta la saciedad durante el Congreso Eucarístico de Barcelona, en 1952.
Queda por hacer toda una Etnoarqueología de este arte pastoril.



martes, 29 de octubre de 2019

Superficies contestadas


Superficie de estela nazi de Urbina en 2017 (izda.) y reconstrucción (dcha.) (fuente: Iratxe Jaio y Klaas Van Gorkum).

Hace dos semanas, el 10 de octubre, se podía leer el siguiente titular en un medio alternativo de Vitoria-Gasteiz: "La Guardia Civil retiró ayer una placa en homenaje a Iñaki Ormaetxea Antepara de la plaza de Urbina" (Hala Bedi Irratia). Por orden de la Audiencia Nacional, la Guardia Civil retiraba así una placa en recuerdo a Iñaki Ormaetxea, vecino de este pueblo alavés y militante de ETA abatido por fuerzas policiales en San Sebastián en 1991.

Recientemente, en julio de 2018, dos guardias civiles del GAR (Grupo Antiterrorista Rural), con base en el cuartel de Intxaurrondo, que habían participado en el tiroteo con el Comando Donosti aquel año de 1991, fueron entrevistados por el diario El Español y subrayaron que tuvieron "el placer de escupir a las tripas de los etarras". Para después añadir: "A esos ya nunca los va a llevar Pedro Sánchez a su casa; ya no tendrán ni gusanos, fueron vilmente acribillados". Uno de aquellos, en palabras de los propios agentes, "vilmente acribillados" fue Iñaki Ormaetxea, miembro del Comando Donosti y, como decimos, vecino de Urbina.

Tiroteo entre la Guardia Civil y el Comando Donosti en 1991 (izda.) y placa en recuerdo a Iñaki Ormaetxea en su casa natal en Urbina (dcha.).

La Guardia Civil tuvo una presencia concreta y física en el municipio de Legutio, al que pertenece Urbina, hasta la madrugada del 14 de mayo de 2008. Aquella noche ETA hizo explotar una furgoneta-bomba frente a la casa-cuartel, destrozando gran parte de la fachada del edificio y acabando con la vida de José Manuel Piñuel, agente que se encontraba haciendo guardia en la garita de la entrada. Éste fue el último atentado de ETA contra la Guardia Civil en el País Vasco. En 2011 la organización puso fin a su actividad armada y en mayo de 2018 anunció su disolución.

Desde 2008, un vecino de Vitoria-Gasteiz coloca sistemáticamente varios elementos en recuerdo al agente José Manuel Piñuel. Estos elementos -unas flores, una fotografía, algún texto, etc.- han sido retirados cada semana en una dinámica binaria de "poner" y "quitar" realmente machacona. La persistencia en el recuerdo al guardia civil ha sido simétricamente (cor)respondida estos años por el empeño anónimo en retirar el memorial.

Seis días después de la retirada del recordatorio a Iñaki Ormaetxea en Urbina, se pudo leer otro titular, esta vez en la propia web de la Guardia Civil: "La Guardia Civil detiene a dos personas por un presunto delito de humillación a las víctimas del terrorismo". Por orden del Juzgado Central de Instrucción nº 3 de la Audiencia Nacional, el 16 de octubre, hace apenas unos días, la Guardia Civil detuvo a dos personas, una en Bilbao y otra en el propio Legutio, como presuntas autoras de la retirada continua del memorial en recuerdo al agente.

Hueco en el murete de la antigua casa-cuartel de la Guardia Civil dejado por el atentado de 2008 (izda.) y memorial en recuerdo al agente Piñuel en 2016 (dcha.).

No son éstos los únicos hitos en clave de memoria que han estado presentes en este municipio que fue primera línea del frente entre 1936 y 1937. Hasta el año pasado, un Monumento a los Caídos de la IV Brigada de Navarra se erigía frente al solar, ahora vacío, en el que se situaba la casa-cuartel de la Guardia Civil de Legutio. Así, durante una década, han convivido frente a frente, cuneta frente a cuneta en la carretera N-240, el memorial "semanal" del agente de la Guardia Civil muerto en 2008 y el Monumento a los Caídos franquista. En mayo de 2018, mediante una subvención del Gobierno Vasco, el Ayuntamiento de Legutio, cumpliendo de forma rigorista con el artículo 15 de la Ley de 2007 sobre memoria histórica, retiró el monumento de la IV Brigada de Navarra.

Monumento a los Caídos de la IV Brigada de Navarra, situado hasta mayo de 2018, frente a la antigua casa-cuartel de la Guardia Civil.

En el caso de Urbina, éste es un pequeño pueblo al norte de Álava del que ya hemos hablado en más de una ocasión en este blog. Un pequeño pueblo desde el que se inició la Ofensiva franquista sobre Bizkaia el 31 de marzo de 1937, con el mismísimo general Mola a la cabeza y con la decisiva ayuda de la Legión Cóndor alemana. Frente a la mentira oficial del Régimen que negó la colaboración de la Alemania nazi en la destrucción de la Euzkadi republicana, durante décadas Urbina albergó un monolito de piedra en recuerdo a tres artilleros alemanes que precisamente resultaron heridos aquel 31 de marzo de 1937, en el contexto de una operación que ha sido caracterizada como la primera operación combinada aire-tierra de la historia militar moderna (Jiménez de Aberasturi 2003: 178). Un monolito, con un texto escrito en alemán y con tipografía gótica, colocado, para más inri, en un terreno propiedad de la familia Ormaetxea, la familia de Iñaki.

En la década de 1980, varios jóvenes de Urbina, entre ellos Iñaki, tiempo antes de ingresar en ETA, procedieron a la destrucción parcial de la estela funeraria nazi (Cabello 2004). No fue ésta, ni mucho menos, la última acción política que dejó una huella perenne sobre la piedra. Y es que, diferentes capas, tanto -arqueológicamente hablando- "positivas" (de adición) como "negativas" (de resta), han formado parte del monumento. Acciones de ultraderecha, presuntamente relacionadas con foros de Internet de las Fuerzas Armadas españolas, y acciones de la izquierda independentista vasca, algunas recientes como una en invierno de 2017, fueron haciendo mella en la piedra. Iratxe Jaio y Klaas Van Gorkum, pareja artística empeñada -en el sentido más positivo posible- en trabajar sobre encrucijadas entre arte y arqueología, señalan al respecto (Jaio 2019: 10):

"El monolito es un agujero negro que succiona todas y cada una de las ideologías que han cruzado su camino. Ya no es que pudiera funcionar como una representación del conflicto, sino que el conflicto se manifiesta en él."

A principios de 2018, dentro de las labores de retirada de símbolos subvencionadas por el Gobierno Vasco en el pueblo, la estela nazi de Urbina fue igualmente retirada por el Ayuntamiento de Legutio. Aunque se ha preguntado a la institución local por su paradero actual, éste se desconoce por el momento.

Volviendo al presente, este mismo mes de octubre, mientras los conflictos sobre memoria reciente han sido objeto de judicialización en la localidad alavesa, Iratxe y Klaas han trabajado en un espacio de creación artística de Bilbao llamado "La Taller". En este sotano de la capital vizcaína dedicado al grabado en piedra, en metal y en otros materiales, han expuesto el resultado de un molde realizado sobre el monolito nazi de Urbina hace ya más de dos años. Un molde en el que quedaron grabadas todas las cicatrices de las diferentes acciones políticas acontecidas sobre/en el monumento.

Realización del molde del monolito nazi de Urbina en 2017 (izda.) y superposición de la pieza artística y el monolito original (dcha.), obra de Iratxe Jaio y Klaas Van Gorkum.

La semana pasado visitamos su proyecto en vivo y en directo y nos encontramos con una curiosa decisión expositiva: el molde desarrollado a partir de la estela, en cuya cara "posterior" se materializa el negativo de las cicatrices en la piedra y en cuya cara "anterior" se ha reconstruido el texto original, se hallaba expuesto "colgado bocabajo". No es la primera vez que un símbolo del fascismo es colgado bocabajo: pensemos en aquellos días de abril de 1945 y la imagen del cuerpo de Mussolini como punto de partida de la nueva democracia italiana.

Sin embargo, no parece que Iratxe y Klaas optaran por exponer la pieza bocabajo por simple rechazo al sustrato totalitario de la imagen. Sino que, la vista horizontal de las marcas negativas de diferentes acciones sobre el monumento -desde mazazos contra la piedra, hasta las letras rayadas con un instrumento punzante- se nos muestra como un paisaje geológico, con sus pendientes y su relieve. En las paredes, rodeando esta extraña "maqueta" de un paisaje geológico impresionante, Iratxe y Klaas han realizado numerosos grabados de diversas vistas panorámicas del norte de Álava.

Exhibición del negativo del monolito nazi de Urbina. Geología de superficies contestadas.

Unas vistas panorámicas en las que la topografía de montes, colinas y pueblos corta el horizonte. Diferentes flechas señalan algunos hitos en el paisaje: el monte "Albertia", el "pinar de Txabolapea", el pueblo de "Legutio", una "fosa", unas "trincheras", etc. La base de estas panorámicas nos sitúa en el lenguaje, entre naïf y funcional, de los croquis panorámicos militares de la Guerra Civil. Y es que, en enero de 1937, tras la sangrante Batalla de Villarreal, la única ofensiva emprendida por el Ejército Vasco en todo el conflicto, el Estado Mayor franquista emitió una orden por la cual todas las posiciones artilleras debían cartografiar el paisaje visible "enemigo" que tuviesen delante. Así, esta guerra cada vez más moderna se llenó de imágenes de un paisaje tradicional vasco atravesado por aldeas, caseríos, bosques y montañas. Un paisaje vasco militarizado, con posiciones republicanas que aprovechaban la topografía del territorio al máximo: barrancos, cuevas y simas kársticas, cumbres, arroyos, miradores naturales, etc. Algo que, sin embargo, resultó inútil cuando la aviación y la artillería se mostraron como las nuevas armas capaces de "superar" las limitaciones del territorio y elevar la destrucción bélica a cotas antes inimaginables.

Imagen de uno de los grabados panorámicos de Iratxe y Klaas.

Así, Iratxe y Klaas establecen un diálogo a múltiples escalas entre las cicatrices en la piedra del monolito nazi de Urbina y las numerosas cicatrices que pueblan el paisaje inmediato. La noción de estratigrafía está muy presente y esta pareja artística nos deja palabras que podrían parecer sacadas de una manual de Arqueología:

"Nos interesa cómo la piedra absorbe lo que ha pasado en su entorno desde que se colocó aquí hasta que un día desaparezca. Como si su superficie, aparentemente abstracta, fuese un registro exacto de los acontecimientos en los que ha estado presente."

Su propuesta, como artistas, es la de la "traducción" de hitos incómodos y complejos como éste. "Traducción", como señalan en su etimología como "acción de pasar de un punto a otro" o "traslado". Esta traducción resulta comprensible cuando vemos las cicatrices del monolito nazi convertidas en un paisaje topográfico completo. Y es que, como señalan igualmente, el arte no sólo se basa en mostrar un objeto como "singular", sino que también es "una cuestión de cómo se expone, del display o el dispositivo de visualización". De esta forma, "este objeto una vez expuesto sería un objeto artístico, pero también de forma simultánea un monumento nazi, un documento arqueológico, una superficie contestada o una piedra que forma parte de un muro".

El muro del que formaba parte esta piedra no es otro sino el muro en el que los vencedores quisieron fijar su mensaje de autoritarismo y fuerza. Y ahora, aunque al muro le falte una piedra, quizá éste siga siendo tan sólido como siempre. En este octubre caliente de mandatos judiciales, sentencias y acciones policiales lo que queda claro es que, junto a las inscripciones y los grabados, no hay mayor superficie contestada que el espacio, la calle.



Referencias

- Cabello, A. (2004): La plaza de Urbina. Una biografía de Iñaki Ormaetxea, Txalaparta, Tafalla.
- Jaio, I. (2019): La piedra porosa / Harri porotsua / The Porous Stone. [Texto del proyecto artístico].
- Jiménez de Aberasturi, L. M. (2003): Crónica de la guerra en el norte (1936-1937), Txertoa, Donostia-San Sebastián.

viernes, 20 de septiembre de 2019

El pasado es un país extraño

Emil trabajando en la restauración y acondicionamiento del osario.

Emil Jurcan es un arquitecto de los que hay pocos en mi país. Él viene de Istria y desarrolla un interesantísimo proyecto de investigación sobre el uso político e ideológico de las ruinas romanas en la Croacia actual, desde el Imperio Austrohúngaro hasta la actualidad. Ideología, política, patrimonio y arqueología son realidades que van cogidas de la mano, como ya sabéis los que seguís este blog desde hace tiempo. Emil está reparando con cariño el muro de la entrada al osario que acoge los restos de 300 partisanos que murieron luchando contra el fascismo. 

Placa conmemorativa en el interior del osario.

Este cementerio forma parte de un complejo memorialístico generado en la postguerra y que fue culminado en 1981 con los monumentos erigidos en el solar original del hospital número 7. La desaparición de Yugoslavia y el triunfo del nacionalismo ultraconservador croata en 1990-1991 generaron una nueva realidad política en la que el pasado partisano y todo lo que oliera a comunista era borrado del mapa. Este proceso de damnatio memoriae ha sido sistemático y se ha agudizado en los últimos tiempos. La historiadora del arte Sanja Horvatincic lleva años estudiando la biografía y la vida social de estos monumentos que obedecen al proyecto de construcción de una sociedad socialista y no a meros criterios estéticos. Estos días hemos visitado con ella numerosos de estos repositorios materiales de la memoria. Es sorprendente la cantidad de lugares, casas, parajes que acogieron y acogen estos memoriales. Auténticos parques públicos, temáticos, construidos en aldeas alejadas, en medio de esta zona rural que dista apenas quince kilómetros en línea recta de la costa, otro mundo. 

Monumento a héroes partisanos, con la forma del típico gorro croata. Sanja nos muestra el expolio al que ha sido sometido en los dos últimos años.

El desdén de la administración, los ataques fascistas, el robo de las placas y bustos de bronce han acabado con gran parte de este legado. Una materialidad generada en su día por escultores y arquitectos de prestigio. Auténticas obras de arte, como esas esculturas icónicas de partisanos en actitud desafiante, fusil en mano.


Este expolio se ha cebado con los monumentos de Dreznica. El bajorrelieve en bronce que honraba la memoria de los médicos y enfermeras del hospital partisano ha desaparecido. Las placas explicativas del hospital fueron expoliadas y se habrán fundido en algún otro lugar. En este contexto, la comunidad serbia pretende revertir este proceso de abandono y recuperar estos lugares de memoria. 


Placas retiradas del complejo memorial del hospital nº 7.

En este contexto, emociona ver a Emil limpiar con cariño las grietas del muro de la entrada al cementerio, hacer masa para restituir los bloques caídos. Gracias a él, esta arquitectura lucirá como en sus mejores tiempos en el homenaje que mañana se brindará a los héroes y heroínas que yacen aquí, en el bosque que les acogió durante cuatro años de resistencia.

Memorial en la antigua escuela de Dreznica, con los nombres de las 700 víctimas civiles de la vesania fascista.

Durante la prospección en este paisaje rural, durante las entrevistas a la gente mayor nos damos cuenta del alcance del terror fascista, que acabó con la vida de cientos y cientos de mujeres, niños, bebés, ancianos y hombres. La Convención de Ginebra no fue tenida en cuenta por las fuerzas de ocupación y los fascistas croatas, obsesionados con acabar con las redes de ayuda y los hospitales que sostenían la moral y la lucha partisana. Todos estos lugares de memoria, vandalizados, expoliados y olvidados nos remiten a un Estado croata que ve en ese pasado un país extraño. Por el contrario, la comunidad serbia de Dreznica reivindica el legado de la solidaridad entre pueblos. De hecho la guerra de 1991-1995 no afectó a esta zona de Croacia. Toda una lección para el presente y para el futuro.

El cartel de los actos de mañana recoge un diseño del monumento a los servicios médicos partisanos, escultura en bronce que fue robada hace años. La comunidad local pretende reponerlo en breve.




jueves, 8 de noviembre de 2018

La ruta más larga. Un traslado de significado.


Algún día de estos esperamos amanecer con la noticia de que han sacado a Francisco Franco del Valle de los Caídos. La operación es sencilla, de costes modestos y sin complicaciones técnicas, pero está generando un gran revuelto. Hasta tal punto es así, que para evitar el encuentro frente a frente, cuerpo a cuerpo, entre los medios, los curiosos, las víctimas del dictador celebrando el traslado y franquistas protestando en contra, la exhumación se intentará hacer con la máxima discreción. Nos enteraremos cuando ya haya pasado y Franco esté enterrado de nuevo en algún otro destino, esperemos que más acorde con una aspiración democrática; donde la familia pueda recordar al dictador en privado, pero sin que ocupe un lugar público honorífico.

Aún sin esta ceremonia pública de exhumación y reinhumación, la importancia de la acción material reside en algo inmaterial: su valor simbólico. Y como tal, para hacer su lectura, es útil armarnos de claves que pertenecen al ámbito de la performatividad y la representación. La decisión de trasladar los restos pasaría desapercibida si no tuviésemos en cuenta a quién pertenecen, la carga del memorial fascista dónde están ubicados o la actual jerarquía que se establece formalmente con el resto de los inhumados, por ejemplo. Poco pueden decir ya los muertos sobre su enterramiento y desenterramiento. Sin embargo, para los vivos este traslado es una forma de restablecer y actualizar el lugar simbólico que queremos que estos ocupen. En definitiva, el traslado físico es también un traslado conceptual.

Primer acto: Kilómetro 0 

Restos de la excavación en Abánades, Guadalajara
Restos de la excavación en Abánades, Guadalajara


En octubre del 2017, emprendimos un viaje en colaboración con el arqueólogo Alfredo González-Ruibal. El viaje comenzaba en la sede del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit-CSIC) en Santiago de Compostela y acababa en Abánades, Guadalajara. Llevábamos con nosotros los restos de 13 soldados que habían estado guardados en los almacenes del Incipit durante casi cinco años. El equipo del arqueólogo los había encontrado casualmente cuando excavaba en terrenos de Abánades. Habían muerto en batalla, la mayor parte luchando con el ejército sublevado, aunque también había un caído republicano y otros con adscripción desconocida.

Una vez acabada la investigación arqueológica, los restos habían quedado atascados en el almacén del Incipit-CSIC. Siguiendo el protocolo arqueológico, se deberían depositar en el Museo de Arqueología de la provincia donde se encontraron, sin embargo esta solución provocaba un conflicto ético al equiparar restos humanos con objetos arqueológicos. Por otra parte, ante la imposibilidad de identificarlos, tampoco podían entregarse a familiares que pudiesen hacerse cargo. Así que, antes de llevarlos a alguna parte, había que afrontar una cuestión: ¿Quién tenía la autoridad legítima para decidir sobre su destino? ¿El equipo de arqueólogos que los encontró? ¿Los colectivos o asociaciones ideológicamente afines? ¿El Estado? ¿El Ejército? ¿La Iglesia?... En definitiva: ¿De quién eran estos muertos?

Es en este momento cuando González-Ruibal nos invitó a involucrarnos para buscar una solución y visibilizar el caso de los 13 soldados: ¿Podíamos desde el arte encontrar la forma de que los restos entraran en un debate público más amplio sobre el legado de la historia reciente y traumática de la Guerra Civil y la dictadura?

Cajas en Incipit - CSIC, Santiago de Compostela
Cajas en Incipit - CSIC, Santiago de Compostela

El asunto hubiera sido menos complicado si los restos perteneciesen a republicanos; al menos la identificación con ellos como antecesores y defensores de un sistema democrático hubiese sido más fácil. Pero el conjunto se conformaba con soldados de ambos bandos. Teníamos que repensar las herramientas artísticas a las que estábamos recurriendo para no caer en el lenguaje de la conmemoración, y al mismo tiempo, evitar suavizar o camuflar las aristas más afiladas del caso. Alfredo González-Ruibal envió una carta al Ejército preguntando sobre los protocolos y la responsabilidad de la institución al encontrarnos ante soldados caídos en combate. La respuesta del que entonces era director del Gabinete Técnico del Ministerio de Defensa fue escueta y evasiva. Como solución indicaba que, al tratarse de restos no identificados, se debían inhumar en el cementerio de la población donde se hallaron. Añadía que, si fuese necesario, se podría disponer del osario del panteón militar del cementerio de Guadalajara. No había ninguna mención sobre cómo había que hacerlo o quién se ocuparía de sufragar los gastos

Entrada al cementerio de Guadalajara
Entrada al cementerio de Guadalajara

Visitamos primero el cementerio de Guadalajara. Presidiendo el recinto nos topamos con una gran cruz sobre una lápida, brillante y cuidada con flores frescas, dedicada a los "Caídos por Dios y por España". En contraste, en una zona apartada, estaban los vestigios de la fosa con las casi 1000 víctimas de la represión franquista en la ciudad, donde unos meses más tarde comenzarían las exhumaciones para identificar a Timoteo Mendieta. En definitiva, el camposanto repetía espacialmente la narrativa del Valle de los Caídos. No parecía el lugar adecuado para los restos de los 13 soldados

Detalle de la fosa de las víctimas del franquismo en el cementerio de Guadalajara
Detalle de la fosa de las víctimas del franquismo en el cementerio de Guadalajara

Así que decidimos llevarlos hasta Abánades y dar una dimensión pública al viaje. Con este objetivo, en el camino, hicimos una parada en Madrid. Allí, en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid, a través de la Oficina de Derechos Humanos y Memoria, organizamos un seminario para debatir sobre posibles destinos para los restos y los problemas prácticos con los que se encuentra un arqueólogo como consecuencia de un pasado con un marco legal sin resolver. Invitamos a un grupo de gente que desde su bagaje profesional y político reflexionó sobre los diferentes posibles escenarios. Participaron Juan Pablo Calero (historiador), Pedro Corral (periodista, escritor y concejal del PP del Ayuntamiento), Francisco Ferrándiz (antropólogo), Alfredo González-Ruibal (arqueólogo), Jimi Jiménez (investigador y arqueólogo), Queralt Solé (historiadora), Guillermo Zapata (concejal de Ahora Madrid en el Ayuntamiento) y Jesús Carrillo (historiador del arte) como moderador.

Lo que viene a continuación es un resumen del debate, junto con el vídeo completo del evento.

Segundo acto: Kilómetro 598


"La ruta más larga", Centro Conde Duque, Madrid, 14 de octubre del 2017
"La ruta más larga", Centro Conde Duque, Madrid, 14 de octubre del 2017

Alfredo González-Ruibal introduce las cuestiones principales en torno al caso de los 13 soldados. "No pueden ir a la vitrina de un museo, pero tampoco tienen que ser enterrados como enterraríamos a nuestros seres queridos ahora en el presente", establece. Por otro lado, una vez encontrado un lugar para darles sepultura, resalta el problema con el epitafio y la denominación de los contendientes, sobre todo para los que lucharon en las filas del ejército franquista, "¿Ejército sublevado? ¿Ejército nacional? ¿Qué ponemos?", se pregunta.

Encontrar restos de soldados franquistas todavía sin exhumar no es lo habitual. La inmensa mayoría de fosas comunes que quedan están llenas de víctimas republicanas, y son las familias, de forma no oficial, las que se han encargado de ellas en los casos en los que ha sido posible. Aún así, se calcula que todavía quedan sin localizar cerca de 114.000 víctimas de la Guerra Civil y la dictadura. Como indica Juan Pablo Calero, la Memoria Histórica ha existido siempre, pero ha sido una historia familiar: "Las familias recuerdan a sus muertos. Lo han hecho en el franquismo, en la Transición y después. Por ejemplo, cuando empieza la Transición, se abren muchas fosas y se sacan muchos cadáveres. Pero lo hacen las familias. La gente sabe dónde están sus muertos. Iba, abría y sacaba. Curiosamente esas exhumaciones solo salían en el Interview. (…) ¿Qué es lo que ocurre? Que llega un momento en que la magnitud del problema hace que deje de ser un asunto puramente familiar". En el momento en que hacemos de la memoria una cuestión de Estado es cuando se complica.

Queralt Solé y Jimi Jiménez hablan sobre las soluciones encontradas en el País Vasco y Cataluña. Se comenta que tal vez sea más fácil afrontar este tema en contextos donde hay un "nosotros" más claro.

A nivel estatal, Guillermo Zapata recuerda las dificultades para construir una política de memoria en un contexto político en el que no hay, ni habrá, consenso en cuanto a un relato sobre el pasado de la Guerra Civil y la dictadura. Advierte sobre la sobre-institucionalización de las políticas de memoria, y propone distinguir entre la lectura de Estado de un determinado problema y las políticas públicas. La función del Estado sería crear "recursos y protocolos, normas y regulaciones, que permiten intervenir en un determinado problema", sin tratar de construir un relato histórico común.

Pedro Corral, en cambio, opina que sí se debería buscar el consenso. "Pongámonos de acuerdo en ponernos de acuerdo", dice. Cree que para esto "debemos seguir un proceso desmitificador" y romper con las etiquetas que se establecen con la victoria del franquismo para identificar a unos y a otros en una Guerra Civil. "El franquismo hizo una cosa muy inteligente. Cogió a todos los que había asesinado el terror frentepopulista y se los metió en su saco. Eso es falso. Había liberales, había republicanos, había gente que, de llegar a sobrevivir a esa tragedia, seguramente no habría estado conforme con el franquismo. En eso la izquierda también ha caído en el engaño y deja esa etiqueta, porque bueno, 'esos eran franquistas fusilados'". Considera que esto es una forma de distinguir entre víctimas de primera y de segunda, y que a partir de esta distinción es cuando se origina conflicto. "Las leyes en Andalucía y Aragón están reduciendo a condición de víctima a los de un solo bando: los que lucharon por la libertad y la democracia (…). Estamos creando nuestro propio martirologio, como hizo la dictadura. Negando los excesos del otro bando".

Francisco Ferrándiz también se inclina por una solución global y "crear nuevos lenguajes para entender el pasado", pero considera que no podemos aislar la Guerra Civil de los 40 años de dictadura posterior, "la sombra de la guerra es alargadísima", dice Queralt Solé. El franquismo se encargó de honrar la memoria de sus muertos durante la guerra civil a través de los cuales construyó los rituales que conocemos como mecanismos de significación. Jesús Carrillo añade que "el problema con el Estado Español es que inició su fundación sobre un mausoleo, el Escorial, que luego el franquismo recupera en el Valle de los Caídos. Pero hay una muy débil tradición de monumentos liberales". Por eso, Ferrándiz advierte sobre los riesgos de adaptar los protocolos y funerales oficiales que ya conocemos. Cuestiona también si los protocolos de los caídos en la II Guerra Mundial serían extrapolables al caso español: "cero jerarquía entre rangos, ajardinado al milímetro... Hay una neutralización de los aspectos más políticos".

Se debate sobre la sobre-interpretación de la subjetividad de los soldados y sobre posibles denominadores comunes para abordar la representatividad desde la actualidad. Pedro Corral considera que el denominador común es que son españoles: "Salvo que se demuestre lo contrario son españoles caídos en un momento de nuestra historia. Forman parte de nuestras huellas, cicatrices y hay que ir volviendo con ellas". No todos los participantes están de acuerdo con esta denominación y se cuestionan si sería aplicable a otros casos como el de los gudaris o los anarquistas. Alfredo González Ruibal propone el conflicto como posible seña de identidad: "Quizás el reconocer que llevamos 500 años desde las guerras civiles castellanas matándonos unos a otros no deja de ser un elemento identificador y podría formar parte también de la forma en que recordemos a nuestros muertos". Guillermo Zapata añade: "¿Cuál es la condición básica común? A mí me sale que están muertos. Si estuvieran vivos estarían peleando en una contienda".

Desde el público, alguien propone una solución poética, mencionando la enigmática frase encontrada en el bolsillo del poeta Antonio Machado al morir: "Estos cielos azules y este sol de la infancia". Se pregunta si esta cita no sería adecuada como epitafio.

Damos por terminado el seminario y seguimos nuestro viaje. Estamos ya más cerca de nuestro destino: Abánades, Guadalajara, donde el Ayuntamiento se ha comprometido a ocuparse del enterramiento de los 13 soldados en el cementerio municipal.

Tercer acto: Kilómetro 735

Museo de la Guerra Civil, Abánades, Guadalajara
Museo de la Guerra Civil, Abánades, Guadalajara

Abánades es un pequeño y pintoresco pueblo agrícola donde viven, según sea invierno o verano, 30 o 300 personas. Uno de los pocos episodios memorables con los que cuenta históricamente es que, durante la Guerra Civil, fue el escenario de una violenta batalla. El suceso no cambió el devenir de la guerra, sin embargo, se habla de que dejó unas 7.000 bajas de ambos lados, entre ellas las de los 13 soldados que tenemos en nuestras manos. Aún hoy, los restos bélicos forman parte del paisaje local. Cada año se celebra una festiva recreación de la batalla y se ha creado un pequeño centro para la memoria con objetos que han ido juntando los vecinos, el Museo de la Guerra Civil de Abánades.

Es en este espacio donde depositamos los restos. Nos reciben el alcalde del pueblo, sus dos concejales y los responsables del espacio, y entre todos, trasladamos las cajas hasta el local. Mientras tanto, se comentan los costes de la inhumación y sobre cómo se podrían afrontar. Tienen su propia agenda sobre lo que se podría hacer, y las consideraciones prácticas son un factor determinante. Madrid queda muy lejos.

Dejamos cuidadosamente las cajas con los restos sobre una mesa. Los encargados del Museo las custodiarán a partir de ahora hasta que llegue el día en que pueda hacerse la inhumación. Hoy los soldados siguen atrapados en su larga ruta. Tal y como dijo Guillermo Zapata en el seminario, "En el momento en que estos restos encuentren su descanso, su papel en términos políticos desaparece".

Iratxe Jaio y Klaas van Gorkum, 2018
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El vídeo completo de la tertulia en el Centro Conde Duque:



Iratxe Jaio y Klaas van Gorkum trabajan juntos como artistas visuales desde 2001. Mirando más allá del horizonte de su propia disciplina, colaboran habitualmente con gente de otros ámbitos. Su práctica está motivada por un interés por repensar el papel del artista en la sociedad, abordando nociones comunes sobre autoría, identidad cultural y relaciones de producción. Más información en www.parallelports.org

La ruta más larga se enmarcó en el contexto del proyecto europeo NEARCH - Nuevos escenarios para una arqueología en comunidad, en colaboración con Incipit - CSIC (Santiago de Compostela) y la academia Van Eyck (Maastricht, Holanda). El seminario se organizó con el Ayuntamiento de Madrid, a través de la Oficina de Derechos Humanos y Memoria.

viernes, 27 de julio de 2018

La memoria de la arqueología








 
Mucha gente, varios periodistas, nos han preguntado si no nos da pena tapar la excavación, con la cantidad de horas y desvelos que le dedicamos. Todos nuestros esfuerzos bajo tierra otra vez. Bajo tierra sí, pero no invisibles ni olvidados. El fotógrafo Álvaro Minguito y el ilustrador Enrique Flores han dejado testimonio de nuestra presencia efímera a los pies del Clínico. Ellos son nuestra memoria. Y por eso les estamos profundamente agradecidos.

domingo, 13 de agosto de 2017

El sondeo ilustrado







Un año más, el ilustrador Enrique Flores vuelve contar nuestras excavaciones a través de sus estupendos dibujos. Desde aquí le agradecemos que ponga su arte al servicio de la arqueología.

sábado, 8 de abril de 2017

Wounds in the Dirt


En 1889 dos hermanos, Willard y Harlow Bundy, abrieron en Binghamton una time recording clock company. En los años 20 miles de obreros trabajaban ya en Bundy Time Recorders. Posteriormente la compañía se estableció en la zona de Endicott y dio lugar a la archiconocida IBM. La ciudad vive una gran crisis postindustrial. Aquellos tiempos se fueron para no volver. Para recordarlos se ha intentado recuperar el patrimonio vinculado a esa historia tan norteamericana de emprendedores capitalistas. Hace unos años se musealizó la casa vitoriana de Harlow Bundy, en donde se ha establecido un museo de arte e historia.



Este ha sido el edificio elegido como escenario de la exposición fotográfica de nuestro compañero Rui Gomes Coelho, quien nos ha acompañado en nuestras incursiones por Castuera, Belchite, Madrid y Repil. Tras su paso por Southampton y Lisboa, la exposición llega ahora a los USA. Para nosotros es un paso muy importante en la divulgación y socialización de nuestro proyecto en Arqueología de la guerra civil española. No es la primera vez que nos damos cuenta de una dura realidad: a veces interesa más esta temática fuera de nuestro país que dentro. Corren malos tiempos para la arqueología y la memoria histórica en el Reino de España.



La exposición cuenta con una introducción de Randall McGuire y con textos de Xurxo Ayán. En nuestro blog podréis ver y leer cada una de las 21 fotografías que resumen la originalísima visión de Rui Gomes. El lema de IBM fue THINK, y eso es lo que hace con su cámara este portugués errante: nos obliga a pensar y reflexionar sobre la relación de paisajes, personas y cosas vinculadas a la guerra civil española.