lunes, 4 de noviembre de 2013

Colonialismo del bueno

 Archivo Rojo

Existe una cierta leyenda rosa, muy extendida, que afirma que el colonialismo de los países mediterráneos o meridionales fue un buen colonialismo, es decir, no basado en el racismo, la explotación y el desprecio de los colonizados, como el francés o el británico. Los portugueses, los españoles e italianos somos buena gente, campechana y sociable. Y eso, naturalmente, se tiene que notar incluso cuando invadimos otros países. La leyenda se potenció gracias a las dictaduras (de Salazar, Franco y Mussolini), en cuyo imaginario político el imperio desempeñaba un papel fundamental. Entre otras cosas porque entroncaba con momentos percibidos como más gloriosos: la expansión ultramarina portuguesa, la conquista de América, el Imperio Romano.

El desconocimiento de la cruda realidad del colonialismo hace que puedan proliferar en la actualidad productos nostálgicos en forma de libros, series y películas, en las cuales los colonizados sirven de comparsas y sus países de escenario exótico para las aventuras y desventuras de familias europeas.

La realidad es que los imperios meridionales no fueron mejor que los septentrionales. En algunos aspectos fueron peores. Pero en todo caso, no se trata de un concurso de atrocidades. El imperialismo moderno es, en esencia, fascista, independientemente de que lo promueva un régimen liberal o autoritario: se basa en la creencia de que una raza superior tiene derecho a imponer su mandato sobre unos seres inferiores a los que se puede explotar. Precisamente, la gran obra de Hannah Arendt sobre el totalitarismo empieza tratando la ideología colonial.

Con rarísimas excepciones, la realidad es que los militares de Italia o España no eran ningún Lawrence de Arabia. Los diarios y las fotografías de los africanistas no dejan lugar a dudas: de su ignorancia, de su amor por la violencia, de su desprecio racista por las poblaciones locales. Un libro de Gustau Nerín es muy ilustrativo a este respecto. 

En la imagen superior se puede ver una fotografía capturada a un soldado italiano tras la Batalla de Guadalajara (marzo de 1937). Muestra a un orgulloso infante posando junto al cadáver de un etíope al que acaba de ahorcar. 

La foto la llevaba el voluntario fascista quizá para recordar cómo hay que manejarse con los salvajes. Porque lo que hizo el fascismo en España fue simplemente importar los modelos de guerra colonial a Europa (cambiando negro por rojo): los legionarios cortaban orejas y testículos, violaban mujeres e incendiaban aldeas en Andalucía y Extremadura igual que habían hecho en el protectorado. Esta misma estrategia de guerra colonial en suelo europeo la llevarían al paroxismo los nazis en el este de Europa. 

Otras fotos de masacres en Etiopía capturadas a soldados italianos en Guadalajara. Archivo Rojo.

Los italianos asesinaron a cerca de medio millón de etíopes durante los cinco años que ocuparon Etiopía (1935-1941). Como los españoles en el Rif, no dudaron en usar armas prohibidas, como gas mostaza, contra la población civil, incluidos mujeres y niños. Los "salvajes" etíopes, en cambio se portaron caballerosamente tras la derrota de los colonizadores durante la Segunda Guerra Mundial: se han documentado pocos casos de asesinatos y violencia contra los italianos. 

El colonialismo mediterráneo no fue un buen colonialismo, porque no hay bondad posible en ocupar y someter un país extranjero por la violencia. Fue, más bien, colonialismo del bueno. Del de verdad, con sus masacres, robos y miserias.

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Gracias a Julián Dueñas e Ismael Gallego por llamar mi atención sobre la imagen que ilustra esta entrada.

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