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domingo, 26 de octubre de 2014

El Abisinio

Camioneta FIAT conocida como El Abisinio.

La denominada Arqueología postprocesual hizo hincapié en la rocambolesca vida social de los objetos, en la reutilización fncional y simbólica de la cultura material del pasado en nuevos contextos históricos. Este fenómeno es fácilmente reconocible en proyectos de Arqueología del Conflicto. En el caso de la Guerra Civil Española los ejemplos son numerosos: munición mejicana y estadounidense empleada por los aliados en la Iª Guerra Mundial, que  de América llega al Ejército zarista, de aquí al Ejército soviético tras la revolución y acaba en la España republicana en 1936 por orden de Stalin.   El armamento de origen checoslovaco que gracias a gestiones del nacionalista vasco Irujo es introducido en Bizkaia y juega un papel primordial en el frenazo a principios de otoño de 1936 de la ofensiva franquista tras la toma de Gipuzkoa...

En contextos bélicos, las necesidades apremian. Estos meses atrás, los rebeldes prorrusos del Este de Ucrania han llegado a tunear tanques soviéticos de la IIª Guerra Mundial expuestos en museos de la Gran Guerra Patria. En la Guerra Civil Española se dieron casos parecidos. El gobierno autónomo de Euskadi empleó en labores de evacuación un caza tipo Curtiss conocido como el Negus, sin armamento y acomodado para viajes rápidos. Este avión fue utilizado por el emperador etíope Haile Selassie en la guerra contra los italianos. De África llegó a Euskadi, previo pago de 5.000 libras. El avión lucía en su carlinga los escudos de los países en los que había servido, entre ellos los de varios estados americanos, el León de Judá (símbolo de la realeza abisinia) y finalmente el escudo de Euskadi. Un avión abisinio por los cielos vascos. Acabó sus días en un desguace en Francia.

Sarria es una localidad del centro-sur de la provincia de Lugo. Allí reside el octogenario Manuel Olmo. De jovencito acompañaba a su tío Pepe (dueño de la fábrica local de gaseosas José Rodríguez Castro) en el reparto a bordo de una camioneta. En 1968, Manuel compró el vehículo para restaurarlo. La camioneta FIAT se construyó en Italia en 1936 y fue enviada a la guerra de Abisinia. De allí llegó a España formando parte de la ayuda que Mussolini prestó a Franco al inicio del golpe de Estado. Tras la guerra civil fue subastada y rematriculada en Madrid en 1940. El tío Pepe la compró y llegó a Sarria con la carrocería totalmente agujereada por impactos de bala. Como señala la periodista Ana Casanova, del diario lucense El Progreso: la casualidad quiso que, en una de las ferias de antigüedades, un vecino de As Nogais que se encontraba de visita la reconociese como el vehículo que él mismo había conducido durante la guerra.


The Heritage Machine (sensu Pablo Alonso)

El vehículo es conocido en Sarria como El Abisinio.  La ocupación italiana de Etiopía dejó una honda huella en el rural, debido al seguimiento que del conflicto se hizo en la prensa nacional. Incluso Abisinio es utilizado como insulto en algunas zonas de Galicia, como la propia Terra de Lemos. Antológica fue una viñeta del humorista gráfico Bagaría en la que mostraba a dos etíopes en pleno bombardeo italiano, mirando al cielo y exclamando: ¡Ah, ya llega el Progreso!


Con el permiso del ayuntamiento sarriano, Manuel, a los mandos de su FIAT, ha encabezado esta tarde un peculiar desfile por las calles del pueblo. Detrás del todoterreno de la Policía local, pudimos ver un carro de bueyes (hecho por el propio Manuel), aderezado con elementos etnográficos, así como varios coches de época. Un vehículo clásico, muy esperado, no llegó a la cita porque su propietario tuvo que lidiar con un pequeño nogal que crecía en los asientos traseros. Un señor que se recuperaba de la siesta vespertina en un banco, exclamó al paso de la comitiva: ¡En esto se ha quedado Sarria: una aldea, un carro de bueyes y muy poca gente!

Sarria antitaurina.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Por fuertes y fronteras

Vista del altiplano abisino desde una posición italiana.

¿Cómo se hace una frontera? Ese es el objetivo de nuestro nuevo proyecto en el noroeste de Etiopía. Nos referimos a "hacer" en el sentido más material del término. Las fronteras se construyen con muros y vallas (en Melilla y Palestina lo saben bien), puestos de vigilancia, edificios de aduanas y fortificaciones, pero también mercados, aldeas, caminos y puentes. La frontera se fabrica tanto con cosas que separan como con cosas que unen. 

La frontera septentrional entre Sudán y Etiopía es un límite interestatal desde hace tres milenios. Esto significa que la frontera aquí ha tenido tiempo de sedimentarse materialmente, hacerse sólida. Los sitios fronterizos, los pasos y los fuertes, se repiten a lo largo de la historia, igual que las batallas y los intercambios comerciales.

Durante tres semanas hemos documentado las trazas históricas de este límite político, ecológico y cultural. Un buen número de hallazgos pertenecen a la breve ocupación italiana de la zona -y justifican la inclusión de esta entrada en un blog de arqueología de la Guerra Civil. La presencia fascista en el noroeste de Etiopía, de hecho, coincide más o menos con la Guerra Civil Española: los italianos ocuparon la capital de la región, Metema, en abril de 1936, y fueron expulsados en enero de 1941. Además, ya hemos visto en otra entrada que algunos fascistas que lucharon en Abisinia lo hicieron después en la Guerra de España. Y algunas de las armas que se emplearon en África, como los fusiles Mannlicher-Carcano, también llegaron a nuestro país: resulta extraño encontrar en una montaña remota de Etiopía los mismos casquillos que en la Alcarria.

El primer lugar donde excavamos fue el Monte de Yohannes. Se llama así porque es donde se cree que fue herido de muerte el emperador Yohannes IV en la Batalla de Metema (1889), luchando contra los invasores sudaneses. Nuestra excavación fue un poco desmitificadora: no encontramos nada relacionado con este episodio clave en la historia de Etiopía. La única excepción es una bala de Vetterli 1870: el problema es que esta arma se usó también en los años 30 y 40 en la zona (y en la Guerra Civil).

 Abrigo italiano en el Monte de Yohannes
Lo que sí descubrimos fue una gran cantidad de restos de los italianos: una pista para vehículos motorizados, dos refugios semisubterráneos y varios parapetos de piedra. En la excavación de uno de los refugios encontramos numerosos casquillos y cargadores de Mannlicher de 8x50 mm, un arma obsoleta en la Segunda Guerra Mundial con la que los italianos armaron, naturalmente, a sus subalternos: las fuerzas coloniales africanas. También aparecieron trozos de metralla, que se pueden relacionar con la Batalla de Metema a inicios de 1941. El hallazgo más notable en este sentido es un fragmento de granada de mortero Brandt de 81 mm, con su espoleta. Los ingleses bombardearon duramente todas las posiciones italianas y causaron muchas bajas (aunque hablar de "posiciones italianas" puede resultar confuso teniendo en cuenta que la mayor parte de las tropas eran libias, eritreas y somalíes). 
  Materiales exhumados en el interior del abrigo: cartuchos de Mannlicher de 8 mm, cargador del mismo fusil, moneda italiana datada en 1940, fragmento de granada de mortero, pinzas de batería, balas de Mannlicher y Vetterli y hebillas de correaje y zurrón.

El fósil director de los yacimientos fascistas en el Cuerno de África son las botellas de bebidas alcohólicas: cerveza, vino y licores aparecen en grandes cantidades. En la ciudad etíope de Gondar, nuestros colegas Víctor Fernández y Jorge de Torres han encontrado incluso ¡botellas de Chianti! Está claro que sobrevivir en posiciones aisladas en medio de la sabana tórrida requiere de algo más que templanza. Lo curioso es que las tropas coloniales provenían mayoritariamente de países musulmanes... Otro elemento documentado son los frascos de perfume: las ocasiones para bañarse en Etiopía eran escasas y las temperaturas en algunos sitios no bajan de 30 grados en todo el año.


 Botellas de vino en el interior del abrigo.

Al norte del Monte de Yohannes descubrimos dos posiciones italianas más junto al río Atbara, uno de los mayores afluentes del Nilo. Una de las posiciones era un fuerte del siglo XIX que las tropas de Mussolini reforzaron con puestos de tirador de piedra y trincheras. Los hallazgos fueron escasos: lo más llamativo es una lata de grasa idéntica a la que nos apareció en las excavaciones de la Ciudad Universitaria en 2008. Seguramente se utilizaba para engrasar las armas. Siguiendo el río, en el principal punto de paso en la zona, dimos con un puesto de control formado por una estructura rectangular y un camino flanqueado de piedras. Aquí encontramos otro cargador de Mannlicher, un casquillo percutido y una llave de lata de sardinas. 


Puesto de tirador controlando el Atbara (arriba) y río Atbara (abajo).

Puesto de control en un vado del Atbara

Como en el caso de España en el Rif, la mayor parte de las posiciones coloniales en el Cuerno de África se ubican en cerros aislados desde los que se domina visualmente un amplio territorio. Este es el caso del Monte Denba, en el límite entre la planicie y el altiplano abisinio. En Denba había un puesto de artillería y vigilancia, cuya función era controlar la principal ruta entre Sudán y Etiopía. Los hallazgos son una curiosa mezcla de molinos y cerámicas tradicionales etíopes y latas y vidrios de los soldados de Italia. En el camino nos encontramos un fondo de botella en que se lee "Birra 1937 Importazione" ¿Cuánto le costaría a la metrópoli fletar millones de botellas de cerveza a sus colonias?
Fragmento de botella de cerveza de Denba.

Según nos alejamos del camino principal, los hallazgos se vuelven más escasos. En un monte cercano al río Rahad encontramos un fuerte construido por los otomanos a mediados del XIX, reutilizado por los mahdistas sudaneses como cementerio para sus mártires de 1889 y finalmente por los italianos, que dejaron su característico rastro de botellas de vino. Nos cuentan que hasta hace poco había varios vehículos abandonados, pero la gente del lugar los fue desmontando. De hecho, encontramos una pieza de motor. La potencia colonial no solo se establece en puntos estratégicos, sino en lugares de poder históricos que dejan claro, a ojos de la población, su posición de conquistadores.


Bastión italiano con troneras construido sobre las ruinas del fuerte otomano de Gubay

El último sitio italiano que documentamos está en una montaña, Salya, a la que solo se puede llegar caminando 30 km. En la cima se ubica el pueblo de Tewodros Ketema, la Ciudad de Teodoro, el emperador bandolero. Noble actividad esta última que continúan los actuales habitantes de la región. En este macizo aislado los niños juegan al fútbol, como en el resto del mundo. Solo que su campo de futbol está sembrado de casquillos y cartuchos de balas trazadoras. Todos están datados entre 1934 y 1936. Contamos hasta 375 y lo dejamos. Algún fragmento de metralla nos hace pensar que un proyectil de artillería alcanzó un polvorín italiano. Debió de ser un espectáculo. Pero un espectáculo difícilmente imaginable hoy, en este altiplano solitario y silencioso. 

 
Munición, baterías y otros materiales localizados en Tewodros Ketema.

Por la noche dormimos en una casa de barro en camas de madera y tiras de cuero de cabra. Compartimos la soledad, y quizá el miedo, de aquellos soldados extranjeros que hace 70 años trataron de conquistar un país inconquistable.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Colonialismo del bueno

 Archivo Rojo

Existe una cierta leyenda rosa, muy extendida, que afirma que el colonialismo de los países mediterráneos o meridionales fue un buen colonialismo, es decir, no basado en el racismo, la explotación y el desprecio de los colonizados, como el francés o el británico. Los portugueses, los españoles e italianos somos buena gente, campechana y sociable. Y eso, naturalmente, se tiene que notar incluso cuando invadimos otros países. La leyenda se potenció gracias a las dictaduras (de Salazar, Franco y Mussolini), en cuyo imaginario político el imperio desempeñaba un papel fundamental. Entre otras cosas porque entroncaba con momentos percibidos como más gloriosos: la expansión ultramarina portuguesa, la conquista de América, el Imperio Romano.

El desconocimiento de la cruda realidad del colonialismo hace que puedan proliferar en la actualidad productos nostálgicos en forma de libros, series y películas, en las cuales los colonizados sirven de comparsas y sus países de escenario exótico para las aventuras y desventuras de familias europeas.

La realidad es que los imperios meridionales no fueron mejor que los septentrionales. En algunos aspectos fueron peores. Pero en todo caso, no se trata de un concurso de atrocidades. El imperialismo moderno es, en esencia, fascista, independientemente de que lo promueva un régimen liberal o autoritario: se basa en la creencia de que una raza superior tiene derecho a imponer su mandato sobre unos seres inferiores a los que se puede explotar. Precisamente, la gran obra de Hannah Arendt sobre el totalitarismo empieza tratando la ideología colonial.

Con rarísimas excepciones, la realidad es que los militares de Italia o España no eran ningún Lawrence de Arabia. Los diarios y las fotografías de los africanistas no dejan lugar a dudas: de su ignorancia, de su amor por la violencia, de su desprecio racista por las poblaciones locales. Un libro de Gustau Nerín es muy ilustrativo a este respecto. 

En la imagen superior se puede ver una fotografía capturada a un soldado italiano tras la Batalla de Guadalajara (marzo de 1937). Muestra a un orgulloso infante posando junto al cadáver de un etíope al que acaba de ahorcar. 

La foto la llevaba el voluntario fascista quizá para recordar cómo hay que manejarse con los salvajes. Porque lo que hizo el fascismo en España fue simplemente importar los modelos de guerra colonial a Europa (cambiando negro por rojo): los legionarios cortaban orejas y testículos, violaban mujeres e incendiaban aldeas en Andalucía y Extremadura igual que habían hecho en el protectorado. Esta misma estrategia de guerra colonial en suelo europeo la llevarían al paroxismo los nazis en el este de Europa. 

Otras fotos de masacres en Etiopía capturadas a soldados italianos en Guadalajara. Archivo Rojo.

Los italianos asesinaron a cerca de medio millón de etíopes durante los cinco años que ocuparon Etiopía (1935-1941). Como los españoles en el Rif, no dudaron en usar armas prohibidas, como gas mostaza, contra la población civil, incluidos mujeres y niños. Los "salvajes" etíopes, en cambio se portaron caballerosamente tras la derrota de los colonizadores durante la Segunda Guerra Mundial: se han documentado pocos casos de asesinatos y violencia contra los italianos. 

El colonialismo mediterráneo no fue un buen colonialismo, porque no hay bondad posible en ocupar y someter un país extranjero por la violencia. Fue, más bien, colonialismo del bueno. Del de verdad, con sus masacres, robos y miserias.

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Gracias a Julián Dueñas e Ismael Gallego por llamar mi atención sobre la imagen que ilustra esta entrada.

jueves, 6 de octubre de 2011

Las Crónicas de Guerra: León, El Duce y Etiopía

Como ya sabeis, uno de los trabajos que se han desarrollado desde este proyecto es el estudio de la Guerra Italo-Etíope. Ahora pensareis, que tiene que ver la Guerra Civil en León con la Guerra de Abisinia. Con el triunfo del Alzamiento Militar en León en el 36, se creó un nuevo periódico... PROA, organo de expresión y propaganda de FET y de las JONS en León. En el número 135, del 11 de mayo de 1937, con el aniversario del Imperio Italo-Etiope, sale un artículo donde exalta la figura del Duce, e intenta ligar a la Ciudad de León con el espiritu del régimen fascista italiano y de su lider:



"(...) Y he aquí que nosotros, modestamente, humildemente, desde este rincón provinciano que supo del vivir de Roma, que salió de las plantas de las legiones romanas, ya que su vida y su nombre lo debe a una de ellas (Legio VII, Pía, Fenix) nos unimos también a la alegría de la Roma de los Césares y brazo en alto, con el saludo imperial que pasearon por el orbe las águilas romanas, gritamos, desde el rostrum, desde la proa de este diario leonés, amado nuestro: ¡Ave Italia! ¡Ade Dux!".



Toda esta propaganda hay que encuadrarla en el momento que estaba la Guerra en el frente de los Puertos, así, todavía en la zona del Porma quedaba el recuerdo de la ofensiva republicana que llegó a tomar parte del pueblo de Puebla de Lillo. Del mismo modo, en este momento el bando franquista estaba preparando la gran ofensiva que llevaría a finales de septiembre a tomar (entre otras) las posiciones del Puerto de San Isidro.





Una constante de la propaganda de falange es la unión con el resto de fascismos, principalmente el italiano, del que en León tenía un punto de unión básico como es el pasado romano común. Otra prueba de ello es la columna de la imagen (situada en la plaza de San Isidoro, en León), que en 1968 conmemoraba el XIX centenario de la fundación de la Legio VII Gemina. Toda una continuidad propagandística donde la arqueología y la historia juega un papel esencial.

miércoles, 1 de abril de 2009

El mes de las masacres

La Ciudad Universitaria al acabar la guerra. Fotografía de Albert Louis Deschamps.

El 1 de abril de 1939 acabó oficialmente la Guerra Civil Española con el famoso parte de guerra de Franco ("En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo..."). Pero con el final de la guerra no acabó la violencia: continuaron los asesinatos y las ejecuciones, los encarcelamientos masivos, la represión política y las operaciones militares (contra el maquis).

Aunque la guerra finalizó el 1 de abril, las tropas franquistas habían entrado en Madrid varios días antes, el 28 de marzo. Los soldados republicanos que aún defendían la Ciudad Universitaria dejaron las armas después de resistir dos años y medio de asedio. Muchos acabarían en campos de concentración o ante el pelotón de fusilamiento. El fascismo no perdona, aunque sea un fascismo católico.

El mes de abril de 1939, mientras en España se sucedían los fusilamientos y los presos morían de enfermedades, hambre y torturas en las prisiones, los aliados italianos de Franco se afanaban en aniquilar a sus propios enemigos. Fue en estas mismas fechas cuando el valeroso ejército fascista asesinó a más de 800 personas (hombres y mujeres, ancianos y niños), en la cueva de Zeret, en Etiopía. Otro millar de campesinos y guerrilleros cayeron bajo el gas, las bombas o el fuego de las ametralladoras en diversas operaciones punitivas en la misma zona. Zeret, como tantos sitios en España, ha sido un no-lugar, un espacio condenado al olvido hasta su descubrimiento por el historiador Matteo Dominioni y el arqueólogo Yonatan Sahle en 2006.

Durante nuestra reciente investigación en Etiopía tuvimos ocasión de visitar la cueva, todavía repleta de restos humanos, ropas, graneros, cestas y cerámicas rotas. Son vestigios arqueológicos que nos hablan de la supervivencia diaria de unos campesinos que prefirieron ocultarse bajo tierra y llevar una vida fugitiva antes que aceptar el yugo colonial. Nos hablan también de la barbarie del invasor, dispuesto a cometer las peores atrocidades con tal de imponer sus sueños imperiales.

Un pañuelo de mujer en la cueva de Zeret

Sobre la tierra ha quedado el testigo material de la masacre: cráneos infantiles, piel humana, telas quemadas. Se trata de la mejor evidencia para callar a quienes ponen en duda las hazañas del totalitarismo fascista.

Porque si el fascismo no perdona, la arqueología no olvida.

domingo, 8 de marzo de 2009

Arqueología de la guerra... ¡sin excavación!

¡Sorpresa! Ametralladoras Schwarzlose en el fin del mundo.

A veces para estudiar contextos arqueológicos de conflictos contemporáneos no hace falta excavar.

Recientemente, una parte del equipo de este proyecto ha llevado a cabo prospecciones arqueológicas en la región de Gambela, en el oeste de Etiopía. El país fue invadido por Italia en 1935. La inestable ocupación fascista llegó a su fin cuando las tropas de Mussolini fueron derrotadas por los Aliados y los guerrilleros etíopes en noviembre de 1941. Pese a la brevedad de este episodio, se conservan aún en el país numerosos vestigios italianos en forma de edificios, cuarteles, campos de batalla, carreteras, puentes, cementerios y granjas. Todo un campo de estudio para los arqueólogos del siglo XX.

La ciudad de Gambela, en concreto, fue un importante puesto avanzado italiano junto a la frontera de Sudán. De la ocupación fascista se conservan en la actualidad varios edificios administrativos y militares que estudiamos como parte de nuestras prospecciones arqueológicas. A veces en el entorno de las estructuras aparecen algunos objetos de la época: latas, botellas, algunos casquillos...

Pero esta vez encontramos algo más que casquillos: cuál no sería nuestra sorpresa cuando, al abrir la contraventana de uno de los edificios abandonados, nos encontramos todo un arsenal de la Segunda Guerra Mundial cubierto de polvo y telarañas.

Entre las armas identificadas se cuentan docenas de subfusiles Ppsh y ametralladoras DPM soviéticas, fusiles Mannlicher, Mauser Gew. 98 y Mosin Nagant, un subfusil Thompson M1-A1, una ametralladora MG-42 alemana e incluso dos Schwarzlose de la Primera Guerra Mundial. Había además munición de todos los calibres y muchos proyectiles de mortero y RPG.

A parte de lo espectacular del hallazgo en sí, este caso nos ayuda a reflexionar sobre el modo de razonamiento arqueológico. Lo primero que tratamos de hacer los arqueólogos es datar los contextos y tratar de comprender cómo se han formado. Sólo así podemos realizar interpretaciones fiables.

En el caso del arsenal de Gambela nos hallamos con un magnífico ejemplo de depósito cerrado - sólo que en vez de espadas de bronce o cerámicas romanas lo que tenemos son armas automáticas. Si seriamos los materiales nos sale una típica campana de Gauss: tenemos unas pocas armas anteriores a la Segunda Guerra Mundial (Mannlicher y Vetterli), muchas armas de la Segunda Guerra Mundial, especialmente posteriores a 1941, y muy pocas armas fabricadas después del conflicto (dos subfusiles MAT, un fusil G3 y un FN FAL), en ningún caso posterior a los años 60. Éstas últimas nos dan la fecha post quem de la formación del depósito: las armas no se han podido guardar en el almacén antes de los años 50. De hecho, la fecha más probable de formación del conjunto sea inicios de los años 80 ¿Por qué? Es necesario entender cómo se ha formado el depósito.

Las armas fabricadas antes de la Segunda Guerra Mundial son de los tipos regularmente utilizado por el ejército fascista en las colonias (fusiles Mannlicher, Vetterli y Mauser, ametralladoras Schwarzlose), especialmente por las tropas africanas, que recibían las peores armas - y las tropas coloniales defendían los peores sitios, como Gambela. Sin duda, los fusiles y ametralladoras debieron quedarse en la zona tras la derrota de los italianos en 1941. Otras armas pudieron llegar a lo largo de la Segunda Guerra Mundial con los aliados (Bren, Thompson).

Cinco fusiles Mannlicher M95 de 8 mm y un Vetterli Vitali de 10.4 mm

Las armas soviéticas, en cambio, debieron de entrar en el país a partir de finales de los años 70, tras la revolución comunista en Etiopía. Los rusos aprovecharon las revoluciones africanas para desembarazarse de una gran cantidad de armamento anticuado. Es decir, lo mismo que pasó con la Guerra Civil Española 40 años antes y que nosotros hemos podido documentar arqueológicamente con nuestra excavación en la Ciudad Universitaria. Sin embargo, según Etiopía se fue hundiendo en su propia guerra civil (azuzada por la URSS y EEUU), llegaron al país nuevas y más modernas armas, como los famosos Kalashnikov. Esto dejó obsoleto buena parte del armamento previo. En algunos casos, como en Gambela, los materiales bélicos debieron de quedar arrumbados en edificios sin uso, mientras la gente se mataba con fusiles más efectivos.

Respecto al G3 y al FN FAL, estos rifles han sido los protagonistas de las guerras civiles sudanesas que azotaron el país entre 1955 y 2005. Los guerrilleros del sur de Sudán se han movido tradicionalmente de un lado a otro de la frontera y las armas se han trasladado con ellos - especialmente con los nuer, una etnia de pastores trashumantes que no entiende de límites nacionales. Con la extensión de los conflictos armados y el apoyo militar de las grandes potencias, las armas automáticas han pasado a constituir un elemento de gran relevancia en muchas sociedades tradicionales del Cuerno de África.

Bombas: Aquí es cuando decidimos que era mejor marcharse

En conclusión, con este ejemplo podemos ver como a través de la cultura material abandonada - es decir, del registro arqueológico - podemos seguir los eventos históricos de una determinada región (¡y del mundo entero!) y comprenderlos mejor. Al menos, nos permiten contar la historia de una forma original y diferente.

viernes, 31 de octubre de 2008

Fascismo Global, S.A.


Materiales arqueológicos procedentes de una base fascista en Gubba, Etiopía (ca. 1940). Dibujo de Anxo Rodríguez Paz (IEGPS-CSIC).

La arqueología del siglo XX es una arqueología de la globalización: para 1936 no existía virtualmente ninguna zona del planeta en la que no hubieran penetrado los intereses occidentales, frecuentemente de la mano de ejércitos dotados de las últimas tecnologías.
La globalización deja huella en el registro arqueólogico en forma de desechos industriales que aparecen en los lugares más insospechados -por ejemplo, en la remota frontera entre Sudán y Etiopía.

Las ínfulas expansionistas y guerreras de Mussolini le llevaron a intervenir militarmente en Abisinia, España y Albania en el breve lapso de tiempo que discurre entre 1935 y 1939.
Sus ejércitos dejaron tras de sí un recuerdo escasamente glorioso y una gran cantidad de basura: latas, botellas, casquillos de bala, baterías. Los restos arqueológicos nos transmiten una imagen cotidiana, vulgar, incluso abyecta, de la experiencia italiana en ultramar, que se parece en poco a los rimbombantes discursos épicos de la propaganda mussoliniana. Mediante la arqueología del pasado contemporáneo nos hacemos una idea de la historia reciente que es menos espectacular y más pedestre que las grandes narrativas historiográficas: precisamente por eso resulta más fiel, en muchos sentidos, a la experiencia real de quienes vivieron o sufrieron la Historia.