jueves, 4 de abril de 2019

La ciudad de los prodigios (I): una luz cegadora

El ingeniero Pearson en una de sus visitas a las obras de Talarn.

El nacimiento de la electrificación en América está ligado a la figura de un personaje de novela, el ingeniero Frederick S. Pearson (1861-1915). Prácticamente recién licenciado, fue el responsable del sistema de transporte eléctrico de Boston y en 1894 fue nombrado ingeniero jefe de la red metropolitana de ferrocarriles de New York. Mr Pearson es todo un icono de la plutocracia que vio en el mercado energético un rentable nicho de negocio en el período de entre siglos. Tras buscar capital en Canadá, se establece en Londres para introducirse en el marcado financiero global. Light, Power y Tranway fueron los tres ejes sobre los que pivotó su actividad en México, Brasil y Canadá. La nacionalización de sus negocios en México supuso un grave contrapié para nuestro ingeniero, que se centró en la primera década del siglo XX en proyectos en su tierra natal, como la colonización agraria del interior de Texas. Como un rey sumerio, un emperador romano o un monarca taumaturgo, garante de la fertilidad, construyó una presa en el río Medina, irrigó un vasto territorio y llegó a fundar dos ciudades, una con su apellido y otra con el nombre de su hija, Natalia. Todo muy yankee.

Presa de San Antoni.

En los años previos a la primera guerra mundial, Pearson buscó nuevos mercados emergentes en Europa, y Catalunya fue uno de ellos. El genial escritor Eduardo Mendoza convirtió la ciudad de Barcelona en la verdadera protagonista de su novela La ciudad de los prodigios, en la que ambienta la evolución de la capital catalana entre las exposiciones universales de 1888 y 1929. Un período vertiginoso en el que se vive una auténtica revolución industrial, el surgimiento del movimiento obrero, el desarrollo de la industrial textil y la llegada del Progreso y de la Modernidad. Ante la carencia de suministros de carbón, la burguesía catalana se convence de la necesidad de abordar la electrificación de Barcelona y su hinterland industrial. Carlos Montañés, el ideólogo de esta estrategia, contacta con Pearson quien como buen tiburón del capital huele el negocio. Cuando, al poco de llegar, Montañés le llevó al Tibidabo y le mostró las fábricas de Poblenou, Sants, Hostafrancs y el Paral.lel, que por aquel entonces funcionaban con carbón, Pearson no se lo pensó dos veces. El plan consistía en construir grandes presas en el Pirineo y llevar la energía mediante líneas de alta tensión. El negocio se completaría con la compra de tranvías y del ferrocarril de Sarrià, la construcción de un túnel en Collserola para unir las fábricas textiles en tren y la edificación de colonias en el bosque, como La Floresta Pearson, bautizada en su honor en 1922.

Puente de hormigón armado de los años 1910, posteriormente anegado.

Nace así en Toronto la Barcelona Traction, Light and Power, con una filial, Riegos y Fuerzas del Ebro S.A., popularmente conocida como La Canadiense. Onofre, el protagonista de La ciudad de los prodigios, emigra desde el Pirineo catalán hasta Barcelona. Como él, miles de campesinos emigran a América o a la ciudad, debido a la plaga de la filoxera (1879) que acaba con la viticultura en las comarcas del norte catalán.
Pearson tiene una máxima en los negocios: eliminar todo tipo de competencia en los lugares en los que invierte. Se inicia entonces una carrera vertiginosa: el primero que construya una presa y una central hidroeléctrica será el primero que suministre luz y energía a Barcelona. La Canadiense tiene como objetivo construir el embalse de Sant Antoni o Talarn, en Tremp, en el río Noguera Pallaresa. 

Central de Talarn.

Las obras comenzaron en 1913, finalizaron en 1917 y se emplearon materiales novedosos para la época como el hormigón armado. La I Guerra Mundial supuso un auténtico mazazo para el proyecto. La mayoría de personal dirigente fue reclamado por su país para incorporarse a filas, así que tuvieron que dejar las obras del Pallars. La necesidad de buscar nuevas fuentes de financiación llevó a Pearson a convocar una asamblea general de accionistas de la Barcelona Traction el 11 de mayo de 1915, con el propósito de reafirmar la continuación de las obras, casi paralizadas y olvidadas, de las aguas del Noguera. Con destino a Liverpool embarcó con su mujer en el trasatlántico RMS Lusitania, el buque más grande del mundo antes de la construcción del Titanic en 1911. El 7 de mayo de 1915 el barco fue identificado en la costa de Kinsale, Irlanda, por el submarino alemán U-Boot U-20. Un certero torpedo consiguió hundir el Lusitania tan solo en 18 minutos. Una segunda explosión, producida por el contacto con el agua fría de una caldera, llevó a la muerte a 1198 personas, entre ellas Pearson y su esposa Mabel. Estados Unidos ya tenía su casus belli para entrar en la I Guerra Mundial. Pearson no fue el único capitalista que pereció aquel día. Un joven vasco, deportista, Vicente Egaña, residente en México, salvó vidas en aquella tragedia. Él recordaba cómo el potentado del ferrocarril Alfred G.Vandelbirt, desesperado, le gritaba ¡Auxilio, soy Vandelbirt! En esa circunstancia su dinero fue papel mojado. Se lo tragó el agua.
En 2011 el Museo Nacional de Irlanda y la Unidad Arqueológica Subacuática Irlandesa recuperaron restos del Lusitania.


Pearson es un símbolo de la globalización capitalista del período de entreguerras. Sus intereses en Centroamérica y Sudamérica se mezclaban con los del Tío Sam. Esas nacionalizaciones se pagarían caras a lo largo del siglo XX. Lenin vio la I Guerra Mundial, la que acabó con el propio Pearson, como una consecuencia más del imperialismo del capital. Así lo defiende en ese año 1915 en El socialismo y la guerra. Es impresionante reconocer, en un valle angosto del Pallars, el impacto global de unos años que cambiaron el mundo. Todo ello se resume en el ejemplo de la Canadiense y de una explotación hidroeléctrica, que siempre estuvo vinculada a la guerra y al conflicto, como seguiremos viendo.

Restos del Lusitania.


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