domingo, 5 de mayo de 2013

Recorrido emocional por el Destacamento de Bustarviejo


El intenso recorrido teatralizado por el penal franquista de Bustarviejo del 13 de abril nos trasladó, de manera involuntaria y por sorpresa, a algunas de las escenas más duras de los procesos de tortura, represión y coerción ejercidos a lo largo de la historia por todos los sistemas totalitarios en cualquier rincón del mundo.
La mañana comenzó con una escena en la que un grupo de antiguos presos del Destacamento de Bustarviejo, incluido el fantasma de un compañero, recordaban entre comida, bebida y anécdotas algunos de los momentos claves de su experiencia vivida en el penal. El diálogo, fundamentado en testimonios orales, trataba de representar las reuniones que durante años realizaban un pequeño grupo de expresos años después del cierre del penal. Y es que algunos de ellos nunca se marcharon de Bustarviejo, atrapados en un proceso dicotómico entre el desarraigo original y el arraigo surgido con el tiempo, fruto de la experiencia de represión sufrida en un mismo contexto histórico.
Y es que la mente humana, en un proceso de supervivencia psíquica, tiende a incorporar en la memoria individual algunos de los hechos más traumáticos vividos desde una perspectiva cotidiana con el paso del tiempo. Es esta cotidianeidad la que permite compartir con otras personas, supervivientes de procesos similares, algunos de los aspectos más crudos sufridos en el pasado en clave de ironía o anécdota. Este punto de partida de la experiencia teatral nos permitió aproximarnos de manera distendida a la violenta realidad sufrida en el espacio que ocupábamos en ese momento.

 Escena del grupo de antiguos presos del Destamento de Bustarviejo

Nuestro recorrido emocional había comenzado por el final de la historia, abriéndonos la puerta hacia un  profundo y poco familiar universo de represión, espectro, trauma y sensorialidad abyecta. 

El grupo, de unas cuarenta personas, se dirigía ahora al interior del Destacamento. En un rincón de uno de los barracones, que representaba una pequeña celda, se escenificó una adaptación de El Bataraz (Mauricio Rosencof). Ésta nos sumergió en una vivencia profunda de la experiencia inenarrable provocada por el aislamiento y la tortura psicológica. La luz, el frio, el olor y la humedad del lugar nos traspasaron a través de la piel y los sentidos transportándonos a un espacio de irrealidad, desesperación y locura únicamente acompañados por el retumbar de las palabras y los pensamientos de las víctimas en las que nos habíamos ya convertido cada uno de los espectadores.

Dos escenas de la representación de El Bataraz (Mauricio Rosencof)

Consternados continuamos caminando por el interior del barracón contiguo, donde una fuerte luz se colaba por cada uno de los vanos que el paso del tiempo había abierto en el tejado, dando a la ruina un ambiente frívolo y desolador. A nuestra izquierda tres escalones invitaban al reticente público a descender a la siguiente escena: era el tránsito de la psique al cuerpo.  

Barracón del Destacamento de Bustarviejo

En mitad de la escena una silla de madera, en una esquina un preso acurrucado y en las escaleras un capitán. La violencia psicológica es siempre acompañada de otro tipo de tortura: la física; nos encontrábamos ante la relación entre víctima y victimario ejemplificado en una magnífica adaptación de Pedro y el capitán (Mario Benedetti). La relación entre ambos nos aportaba la radiografía de la psicología del torturador en una intensa reflexión acerca del bien y el mal, la dignidad y los remordimientos. La distancia que separa a ambos es principalmente ideológica y ahí es donde se asientan las bases de otras diferencias como la moral, el coraje, la cobardía, el ánimo, el dolor humano y la brecha entre traición y libertad.

Escena de Pedro y el capitán (Mario Benedetti)

Detrás de cada acto hay siempre un ser humano y esta condición no es modificable por las circunstancias. Tras la materialización de la represión, a pesar de que pueda llegar a existir arrepentimiento, ya no se pueden cambiar los acontecimientos. Finalmente, y a pesar del dolor, la muerte no es inútil si el olvido está lleno de memoria y no nos dejamos seducir por el Gran Simulacro, versión de la historia y de la vida que propugnan los vencedores o aquellos que sustentan el poder.

Distintas escenas de la representación de Pedro y el capitán (Mario Benedetti)

Continuamos avanzado, dirigiéndonos a la puerta que daba paso al patio central del edificio. La fuerte luz del primer sol de primavera cegaba nuestros ojos después de más de una hora en la penumbra de los barracones.

Rezagad@ esperé al final para cruzar el nuevo umbral, pres@ de un mecanismo autómata de autoprotección, esperando presenciar la fase final de la tortura individual que estábamos viviendo. El resto del grupo, ya en el patio, se posicionaba de manera inconsciente lo más alejados posible de la nueva escena….el terror se había instalado en nuestros subconscientes.

En cambio, en medio del patio una actriz con una túnica negra y azul interpretaba con fuerza las palabras de ánimo y lucha extraídas de las vivencias de expres@s uruguayos. El azul es el color de la luz y éste era nuestro tránsito de la penumbra a la claridad, del silencio a la palabra y del miedo a la libertad.

  Escena de la interpretación de los textos de expres@s poetas de la dictadura uruguaya.
 
Sin darnos tiempo a reaccionar la luz había vuelto a nuestras vidas…… Gritad! .... y gritamos, tal vez tarde pero gritamos, como ahora también tarde, la luz comienza a iluminar sutilmente la Historia del oscuro episodio de la represión franquista.

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