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sábado, 1 de mayo de 2021

La estructura nº 1

Fotointerpretación del poblado central (según Luis A. Ruiz).

Mediante la utilización de las herramientas propias de la teledetección, la arqueología está descubriendo poblados y recintos monumentales bajo el manto impenetrable de las frondosas selvas de Centroamérica. Lo mismo ocurre con el Valle de los Caídos. A través de la investigación archivística y de la fotointerpretación, nuestro compañero Luis Antonio ha ido identificando las diferentes estructuras que conforman la primera zona de trabajo de nuestro proyecto: el campamento de la empresa Román, en donde hoy en día se dispone el poblado de los trabajadores de Patrimonio Nacional. Con esta información previa llegamos al Valle. El primer día llevamos a cabo una prospección extensiva de toda la zona para identificar en campo chabolas, basureros y áreas de actividad. Esta inspección visual nos permitió seleccionar una serie de estructuras de carácter habitacional, presumiblemente ocupadas en su día por los obreros y presos y sus familiares. Al mismo tiempo, peinamos con el detector de metales todo el entorno. Comenzaba nuestro viaje en el tiempo, una exploración que nos metía de lleno en la década de 1940.

La estructura 1 antes de su excavación. Vista hacia el N.

Parte del equipo arqueológico llegamos directamente de Galicia, en donde estuvimos excavando una casa campesina ocupada por la guerrilla antifranquista entre 1947 y 1949. Nuestra compañera Cristina está estudiando esta arquitectura doméstica rural y los cambios que conllevó la llegada de la Modernidad. Lo que nos muestra la arqueología es que este proceso no es lineal, sino que presenta rupturas y continuidades. En 1939 España había retrocedido décadas, si tenemos en cuenta los indicadores de desarrollo económico. En la inmediata posguerra, la construcción del Valle o de los primeros embalses se hicieron con técnicas premodernas, ante la escasez de materia prima, de bienes de equipo, de gasolina y de suministros. Pero se hicieron -con un gran coste humano. 

Proceso de excavación de la estructura 1. (Foto de Álvaro Minguito).

Por eso nos impresionan las estructuras rupestres del Valle, como la estructura nº 1 que hemos excavado esta semana. Es una construcción rectangular asentada directamente en el sustrato granítico y que aprovecha el roquedo como pared natural para protegerse del viento gélido del norte. Desde un punto de vista formal nos recuerda a una cabaña de la Edad del Hierro o a un eremitorio altomedieval. Pero no, estamos hablando de los años 40. En realidad, es muy parecida a otras construcciones que hemos exhumado en otros contextos similares, como en el destacamento penal de Bustarviejo en la sierra norte de Madrid. Allí también los familiares construyeron chabolas para estar cerca de sus seres queridos.

Dispersión de materiales en la cota superior del depósito.

De la estructura 1 se conserva apenas una hilada del paramento, levantado con grandes bloques de granito local. El interior estaba cubierto de maleza y de raíces secas. Una vez retirada la capa vegetal documentamos un gran depósito de tierra negra, de naturaleza muy orgánica y con evidentes restos de combustión. Esta gran mancha ocupa la mitad meridional de la estancia y continúa siguiendo la línea de la pendiente.

Depósito UE1001 definido en planta. Vista hacia el S.

Se dispone en algunas zonas directamente sobre la roca y en otras sobre un pavimento de saprolita, es decir, granito meteorizado empleado para elaborar un pavimento. Este tipo de suelos tienen una larga tradición. Los encontramos en yacimientos prehistóricos pero también en contextos rurales de la primera mitad del siglo XX.

Selección de materiales del depósito UE1001.

Este depósito (UE1001) contenía cientos de objetos de la inmediata posguerra. Creemos que esta estructura fue reutilizada como basurero por la familia que habitaba una cabaña ubicada al lado. Este totum revolutum nos recuerda a aquellos sobres-sorpresa que comprábamos de niños a comienzos de los años 80. A pesar de la variedad de objetos y fragmentos, podemos rastrear la presencia de un hombre adulto, que podría ser vigilante del campo: recogimos un cristal de gafas de sol, hebillas de uniforme, un botón con el águila franquista, una funda de puñal, una bala de Mauser y un casquillo no percutido con la pólvora dentro. Esta munición se corresponde con los fusiles rusos Mosin-Nagant capturados al Ejército Popular y que fueron transferidos a la Guardia Civil en la posguerra. La disciplina militar conllevaba prácticas de higiene y de cuidado de la indumentaria, como demuestra la aparición de un frasco de Búfalo empleado para dar lustre a las botas. Asimismo, las labores burocráticas propias del personal del campo se reflejan en la documentación de lápices, portaminas y tinteros.

Botón de uniforme militar y casquillo de Mosin Nagant. (Foto de Álvaro Minguito).

Este señor era el padre de, al menos, una niña. Hemos recuperado una suela de zapato, elaborada en un taller riojano, de la marca Zarina. Desde luego, esta familia compartía la dureza de las condiciones de vida en el Valle, pero tenía acceso a buenos suministros. Nos aparecen restos de medicamentos y evidencias de prácticas de consumo en donde no faltan las gaseosas, las bebidas alcohólicas y las paellas, de las que quedaron cientos de chirlas esparcidas por el depósito. Entre los materiales metálicos cabe destacar la presencia de clavos, vientos y objetos vinculados con la actividad del hogar, todos ellos realizados por procedimientos de herrería tradicional, posiblemente en una forja que existía en el Valle.

Suela de zapato infantil.

Los arqueólogos y las arqueólogas soñamos con la basura, somos así. Un vertedero es un contexto fantástico para nuestra investigación. Muros georreferencia con la estación total la ubicación de cada objeto para elaborar planos de dispersión. Candela, ya en laboratorio, sistematiza y cataloga cada uno de los restos. Cada cosa tiene una historia detrás. La tierra también: por eso recogimos muestras de carbón para llevar a cabo estudios antracológicos, así como muestras edafológicas para análisis geoquímicos.

Georreferenciación de piezas. (Foto de Álvaro Minguito).

La arqueología de campo es un proceso de construcción del conocimiento en el que cada día nos obliga a plantear nuevas hipótesis, a desechar unas y plantear otras. Creíamos estar delante de una chabola y nos encontramos finalmente ante un basurero vinculado al día a día de un vigilante del campo y de su familia. De ahí la importancia de una documentación rigurosa, completa y objetiva. Nuestro trabajo consiste en documentar estos vestigios materiales tal y como los encontramos, para recuperar la huella de todos y todas los que vivieron en el Valle de los Caídos, una huella que en muchos casos no se conserva ni en la memoria oral ni en la documentación existente.

Manilla para dar cuerda a un reloj. Seguimos viajando en el tiempo (Foto de Álvaro Minguito).






 




domingo, 29 de julio de 2018

El cementerio viejo

Entrada tapiada al cementerio viejo de Saa. Gran parte de su interior está ocupada por un vertedero.
El secretario del ayuntamiento de A Pobra do Brollón, Rafa Castillo (sempiterna bufanda republicana al cuello) organiza una reunión informativa en el local social de la parroquia de Saa, dos días antes de empezar los trabajos. La ARMH se ha hecho cargo de todos los trámites burocráticos, que no son pocos: permisos de Sanidad, de Patrimonio y del Obispado de Lugo. En la conversación aparece un lugar inédito, no contemplado en los informes previos: o cemiterio vello. O'Xaqueto nos sirve de guía y nos acerca al antiguo camposanto. Él no recuerda haber visto enterrar a nadie allí, siendo niño. 

A la derecha, marcado con un punto rojo, el cementerio viejo de Saa.
El sitio es impresionante. Alguien ha pintado una cruz blanca en un árbol, recordando el carácter sagrado del recinto. El espacio, delimitado por un muro de mampostería de esquisto, está ocupado por un vertedero ilegal. Somieres, potas, colchones, zapatos y escombro colmatan el interior, sobre todo la parte más cercana al camino, desde la que se bascula basura con facilidad. Los que braman por el pueblo, diciendo que los arqueólogos no dejamos a los muertos descansar en paz, son los mismos que llenan de mierda el cementerio en donde reposan sus antepasados.

Sonia lleva a cabo todo un trabajo de fotointerpretación, recopilando las imágenes de que disponemos desde el primer vuelo americano de 1945 hasta hoy. Los nichos verticales fechados más antiguos del atrio de la iglesia de Saa son, precisamente, de ese mismo año de 1945. En aquel entonces, el cementerio viejo se conservaba intacto, como se puede apreciar en las fotografías. La cuestión clave era saber si pudo haber acogido enterramientos de represaliados en el verano de 1936. Gracias a Alejandro, nuestro historiador, contamos con toda la documentación del paripé judicial llevado a cabo por los sublevados. Tenemos los datos referidos al levantamiento del cadáver, a la autopsia y a su lugar de enterramiento.

Isabel, nieta de O Inverno, nos acompañó durante toda la jornada.
El 6 de agosto de 1936, el secretario del juzgado de A Pobra do Brollón escribe esto al juez de Quiroga:

Tengo el sentimiento de participar a VD que en el camino vecinal que vía de la carretera que conduce de esta villa a Incio con dirección al pueblo de Pouza (sic) de la Parroquia de Saá, términos de la misma apareció el cadáver del vecino de Eirejalba, Jesús Casas (a) Inverno, muerto a consecuencia de disparos de arma de fuego y que según referencias fue detenido por unos falangistas esta mañana en el barrio de Cobadelas de tal parroquia de Saá, habiendo ordenado este Juzgado el levantamiento del cadáver y un traslado al Cementerio de dicha parroquia, esperando que esa superioridad ordene lo que sea conducente.

Nuria, Márcia y Candela documentan el enterramiento.

Por lo tanto, se reconoce oficialmente que los autores del asesinato son fascistas de Falange. La autopsia, a su vez, es reveladora: la muerte fue instantánea y ocasionada por hemorragia torácica como consecuencia de disparo de arma de fuego. Además se reconocen lesiones provocadas por maltrato, y roce contra el suelo del cuerpo del difunto. La diligencia posterior establece el lugar de enterramiento:

Acto continuo y en el Cementerio de la parroquia de Saá se dio sepultura al cadáver autopsiado en una fosa abierta en el mismo pegada a la pared del lado Sur y a seis metros de distancia de la del lado Oeste. Doy fé.

Estas referencias tan exactas no suelen fallar, y son algo así como la clave para encontrar el tesoro que utilizamos los arqueólogos en estos casos. Sin embargo, como en el caso de Castroncelos, aquí todo es más complejo. ¿Qué cementerio  es el citado en el texto? ¿El cementerio viejo o el atrio de la iglesia parroquial? Desde luego las medidas, tan exactas, se adaptan mejor a la forma rectangular del  camposanto antiguo. Por el contrario, el atrio de la iglesia se dispone en forma circular, sobre un pequeño espolón rocoso. Hemos movilizado a todo nuestro equipo y trabajamos contrarreloj. El dinero disponible es el que es y nuestra obligación es sondear las tres posibles ubicaciones del cadáver de O' Inverno.

Aitor, enviado por el Concello de A Pobra do Brollón, desbroza con eficacia el interior del cementerio. No podemos olvidar que estamos en un área arqueológica y esta investigación no solo nos retrotrae a 1936 sino que puede también desvelar historias pasadas más lejanas. Al calcular el punto exacto, siguiendo las indicaciones del documento anterior, nos llama la atención el hecho de que se ubica al pie de una gran piedra, la única que se ve en superficie en todo el cementerio. Comenzamos a excavar y documentamos un paramento murario realmente monumental correspondiente a una estructura precedente, quizás una capilla o iglesia anterior. En el espacio entre este muro y el perimetral del cementerio, en ese pasillo, es en donde deberíamos localizar una fosa. Comienzan a aparecer huesos que, según nuestros compañeros de la ARMH, Marco y Nuria, parecen corresponderse con varios individuos diferentes, incluidos niños. Tras la retirada de este nivel, pudimos definir en planta el corte de una fosa simple en la que se disponía el esqueleto de un individuo. Isabel, la nieta de O'Inverno, presencia los trabajos, con una mezcla de esperanza y escepticismo. Al menos tenemos algo, antes no teníamos nada.

Al día siguiente contamos con la arqueóloga brasileña Marcia Hattori (INCIPIT, CSIC) y con la antropóloga forense Candela Martínez Barrio, que actualmente trabaja también en Brasil. El trabajo conjunto de diferentes especialistas permite descartar que estemos delante de O'Inverno. La tipología de la fosa, la presencia de un gran canto de cuarcita a modo de orejeta a la altura de la cabeza, la disposición de los brazos en cruz, la aparición de clavos antiguos de herrero tradicional y la presencia de pequeñas losas con orificios nos remite a los enterramientos medievales que conocemos para esta zona. Además, las ausencias también nos aportan datos. No hay un solo botón o elemento metálico, que siempre aparecen en fosas de represaliados. La estratigrafía no deja lugar a dudas, sobre esta tumba simple antigua se siguió enterrando en época posterior, de ahí el batiburrillo de huesos dispuestos por encima. Por otro lado, la bioturbación provocada por las raíces de los robles también ha modificado la disposición original de los restos.

Candela y Marcia realizan el inventario de restos óseos e identifican el número mínimo de individuos localizados en el sondeo practicado en el cementerio viejo de Saa.

Mientras excavamos, nuestras colaboradoras Olga Novo y Noelia Besteiro, entrevistan en su casa a O' Cachete (gracias a su hija, Rosa), nonagenario. Su testimonio es preciso y precioso. Al preguntarle por el cementerio viejo, afirmó que ya no estaba en uso en los años 30; en aquella época se usaba como pasto y encerradero para las ovejas.
Tras esta segunda intentona, fallida, nos quedaba un último cartucho: el atrio de la iglesia parroquial de Saa.



domingo, 22 de julio de 2018

Via Crucis

Escuadra Negra de Eirexalba (en Ermida 2017: 66).
El terror fascista dejó una huella indeleble en la memoria de la parroquia de Saa. Como en toda investigación sobre la represión, aquí libramos una lucha entre la tradición oral y los documentos disponibles. Tras reunirnos con los vecinos en el local social, tras recoger varios testimonios, tras realizar entrevistas, podemos trasladaros aquí el relato trasmitido de generación en generación sobre la muerte de O'Inverno.

Espacio en donde la tradición oral sitúa la fosa de O'Inverno.
"Vinieron unos hombres deconocidos, decían que de la parte de Sarria, falangistas. Llegaron a Covadelas y el Inverno estaba desayunando con los dueños de la casa: ¡Vámonos, que éste ya ha comido y bebido bastante! Y lo llevaron a Saa, moliéndolo a palos por el camino. Uno decía mira qué patas más gordas tiene este conejo, y le arreaban con los mosquetones en las canillas. Llevaba unos pantalones cortos, hacía mucho calor. Iba todo ensangrentado, cayéndose a cada paso, con las manos atadas. Los falangistas no lo llevaron por la carretera sino que torcieron por el pueblo (Pousa) a la vista de todos. En aquella piedra una vecina les pidió que no le pegasen, que le quería dar un vaso de agua: No señora, este ya bebió bastante ya beberá allí arriba. Cogieron el camino al alto de Santa Lucía, y al llegar a O Poste, a la altura del pinar de O'Xexo le dieron a elegir cómo morir, si de culo o de frente, y él eligió de culo, mirando hacia el norte, hacia donde estaba su aldea de Eirexalba. Lo aperrillaron allí mismo. El cadáver quedó de bruces sobre el camino. Se avisó al pedáneo y dos hombres fueron a la iglesia a coger las andas de la Virgen, y así lo trajeron. Al día siguiente llegó su viuda con dos niñas pequeñas, dos de las hijas de O'Inverno".
A la izquierda, Carlos, Drácula, cantero de A Estación. A la derecha, Carlos, minero de Toreno, voluntario de la ARMH. Ambos son nietos de represaliados.
El relato del martirio de este hombre se fue modelando en el imaginario colectivo tomando como referencia el suplicio de Cristo. En esta zona contamos con otros ejemplos, como el médico rural Manuel Díaz, O'Pequeniño d'O Incio, que fue atado de manos a la cola de una caballo blanco y arrastrado durante kilómetros hasta su asesinato a manos de los mismos pistoleros que actuaron en Saa, es decir, la Escuadra Negra de Eirexalba. Desde la francesada y las carlistadas no se había conocido una ruptura tal del orden moral entre el campesinado. El terror implantado por los falangistas utilizó como herramienta básica la visibilización de la represión: exposición de cadáveres en las cunetas y los atrios de los cementerios, maltrato de las víctimas a la vista de los vecinos, etc... Todavía en 1944, en un periódico local de Sarria, ante la implantación de la guerrilla antifranquista, se recordaba a la población civil: ¡Aviso a navegantes. Cuidado con la Escuadra Negra!
Foto de final del sondeo arqueológico.
El relato popular, tan descriptivo a la hora de abordar el suplicio de nuestro hombre, no llega a concretar su lugar de enterramiento. La tradición sitúa la fosa de O'Inverno justo a la entrada del atrio, a la izquierda de la escalinata, en un recoveco cuadrangular pegado al muro. Durante décadas se utilizó este espacio para lanzar los cohetes el día de la fiesta, precisamente en el mes de agosto. Incluso algunos entrevistados nos cuentan que aparecían ramos de flores en ese preciso lugar.
El sondeo practicado aquí dio resultados negativos. La iglesia y el atrio se ubican en un pequeño espolón rocoso, por lo que el muro se encuentra en la ruptura de pendiente. Al poco de excavar ya aparece la roca madre, a pena morta.
Nos quedaban otras dos posibles localizaciones.
Drácula restituyendo el enlosado, tras acabar los trabajos arqueológicos.

Referencias:
Ermida Meilán, X. R. (2017). "Para nós o matar é una honra. As Escuadras Negras de Falanxe". En X. R. Ermida Meilán, E. Fernández Fernández, X. C. Garrido Couceiro e D. Pereira González (coords.): Os nomes do terror. Galiza 1936: os verdugos que nunca existiron: 63-80. Santiago: Sermos Galiza.

domingo, 15 de julio de 2018

El verano que enterró al invierno

Desde las estribaciones de la serra do Caurel hasta el valle del río Saa se extiende la parroquia del mismo nombre, en el ayuntamiento de A Pobra do Brollón (Lugo). Como en el Próximo Oriente, este pequeño mundo se organiza entorno a dos ecosistemas diferentes: la gente del llano, establecida en Pousa, Fondorallo y San Adrián y la gente de la montaña, esparcida entre aldeas diseminadas y aisladas en penillanuras y espolones de esquisto cuarcítico. En época altomedieval, eremitas y mozárabes conformaron el poblamiento originario de la villa conocida en el tumbo del monasterio de Samos como Sancta Maria de Cerasia. El santuario de San Vitoiro, entre dos riachuelos, servía de eje vertebrador de todo este paisaje simbólico, hasta día de hoy. Los núcleos de Teixeira, Covadelas o Forgas quedaban aislados en invierno y estaban diseñados para la más pura autosubsistencia. En la memoria colectiva quedaron grabadas las comitivas fúnebres, a pie, entre la nieve, a través de kilómetros de congostras, para enterrar a los difuntos en el valle, en la iglesia parroquial situada en Pousa.
Hoy estuvimos en una de estas aldeas, Covadelas. La emigración aquí eligió como destino, desde finales del siglo XIX, Argentina. A partir de los años 60 la gente también se fue a Euskadi, Catalunya o Madrid. Con la llegada de la EGB en 1970, los niños y niñas de la montaña se quedaban toda la semana alojados en el grupo escolar. Fueron los últimos. Hace 20 años un grupo de personas intentó implantar aquí un modelo de comunidad rural. De aquellos pioneros solo resisten aquí Jorge y Lourdes, padres de tres hijos. Ambos compraron la casa do Maceda, en la entrada de la aldea. Esta vivienda es un auténtico monumento, concebido para sobrevivir. Cuenta con fragua propia para elaborar herramientas, con era de majar el cereal, con bodega, con secadero para las castañas, con horno, e incluso con una pequeña cárcel (la zelda que aparece citada en los documentos). Las ventanas, abufardadas para facilitar el uso defensivo de los trabucos, es un relicto de la época de los carlistas y los facciosos. Lourdes y Jorge encontraron pequeños tesoros escondidos entre las paredes de la vieja casa. Entre ellos, una ofrenda ritual en un hueco, un meigallo. Envueltas en una tela de lino, enrollada con crines de caballo, aparecieron dos piedras negras y una piedra de cuarzo blanco.
Lourdes y Jorge nos enseñan los secretos de la casa do Maceda, en donde se refugió O Inverno, en Covadelas.
Cuando los militares se sublevan el 18 de julio de 1936 los republicanos de O Incio y de A Pobra do Brollón se organizan para cortar carreteras, requisar armas y parar el avance de las tropas sublevadas. Entre los defensores de la Casa do Concello de O Incio se encuentra un labrador de Eirexalba, Jesús Casas, conocido con el apodo de O Inverno, el mote de su casa. Cuando la situación se hace desesperada, O Inverno huye y se escapa a la montaña, refugiándose en la casa de unos parientes en la aldea de Covadelas, la casa do Maceda.
Secadero de castañas en la casa do Maceda en Covadelas.
Portada principal de la casa do Maceda, en Covadelas.
Alguien lo delata, y el 6 de agosto de 1936 una partida de falangistas (la Escuadra Negra de su pueblo, Eirexalba) llega a Saa a las cinco de la tarde. Obligan a dos vecinos (Ricardo Parada y Secundino Dacal) a señalarles el camino, intransitable, a Covadelas. Las horas de O Inverno están contadas. El meigallo no pudo hacer nada contra unos hombres convertidos en demonios. Mañana intentaremos encontrar a O Inverno. Seguiremos informando.


viernes, 13 de julio de 2018

Las mujeres perdidas

 

En el siglo XVI había en Madrid un Hospital de Mujeres Perdidas. Trataba a mujeres enfermas de sífilis. Cuando el adjetivo "perdido" se aplica a una persona suele tener dos connotaciones. Una de ellas es moral: que ha perdido la virtud (se ha echado a perder), se ha descarriado, ha pecado. Se dice de quien tiene una "conducta relajada e inmoral" (según el Diccionario de la RAE). Otra connotación es de carácter fisiológico y se refiere a las expectativas de supervivencia: cuando a alguien se le da por perdido es que está deshauciado, solo le espera morir o la invalidez permanente. Con frecuencia, la perdición moral y fisiológica van de la mano, como en el caso de las enfermas de sífilis. Los asilos de finales del siglo XIX eran instituciones para gente perdida, mujeres abandonadas, prostitutas, enfermas y enfermos, ancianos. Se mezclaba lo moral y lo fisiológico.

El adjetivo perdido significa algo más, sin embargo. Lo que está perdido es lo que no se sabe dónde está. Algo "muy escondido o apartado del tránsito común", según el diccionario de la Academia. Los arqueólogos tratamos con civilizaciones perdidas -escondidas, olvidadas. Pero también, y esto es más importante, con personas perdidas. Y lo son porque no se las encuentra: en la memoria colectiva o en los libros. 

Entre los intersticios del asilo de Santa Cristina, en los desagües y los drenajes, descubrimos el rastro de las mujeres perdidas. De ellas nunca podremos recuperar sus voces. Difícilmente podremos saber lo que decían o pensaban. Porque nadie en su momento consideró que sus palabras pudieran ser importantes. Porque ellas mismas no escribían o escribían poco -raramente para contarse a sí mismas, como los hombres (al menos los hombres poderosos). 


No tienen palabras las mujeres del asilo, las internas, las mujeres perdidas o más bien abandonadas, pero tienen objetos que hablan por ellas. Muy escondidas y apartadas del tránsito común aparecen sus cosas: elementos personales que definieron su identidad en una sociedad que intentaba anularlas. Cuentas de collar, pendientes, botones de camisa y de ropa interior, sandalias.

Sus objetos son palabras y son una acusación también. Desde los desagües y las fosas sépticas las mujeres nos preguntan a dónde las hemos relegado, a dónde ha ido a parar su memoria.

domingo, 8 de julio de 2018

El último tren

Monolito en memoria de los García Moral en el atrio de la iglesia de Castroncelos.
Los hermanos García Moral residían en la parroquia de Montefurado (Quiroga, Lugo), famosa por el túnel que los romanos, ávidos de oro, practicaron en la roca para desviar el curso del río Sil. Los y las que nos seguís ya conocéis este sitio, por su vínculo con la familia Amaro de Repil. José María estaba casado con Victoria y tenía tres hijos: Francisco, Concepción y Josefa. A su vez, el otro hermano, Ricardo, estaba desposado con Ramona y era padre de dos chavales, Josefa y Manuel. El curso de su existencia, como el del río Sil, se torció dramáticamente con la llegada de los pistoleros fascistas en el verano de 1936. El historiador berciano Alejandro Rodríguez ha podido recabar en el Archivo del Tribunal Militar Territorial IV de Ferrol información oficial sobre el final trágico de estos dos hermanos de sangre. La documentación muestra claramente la total impunidad de los asesinos que hacían el trabajo sucio para estas nuevas autoridades golpistas.
 
Familiares de los García Moral en Castroncelos (Fot: ARMH)..
El 6 de septiembre de 1936 fueron sacados de sus casas por los fascistas de Montefurado, como así declaró la viuda de José en la instrucción cursada por el Juzgado de Quiroga. La partida estaba dirigida por un Cabo de Regulares llamado Clemente Vidal, y la formaban tres falangistas del lugar de Anguieiros, llamados Constantino Vicente, José Yáñez e Isidoro Rodríguez. Tras un interrogatorio en el Cuartel de Falange los dos hermanos son introducidos en el tren mixto que desde la estación de Montefurado se dirigía a Monforte de Lemos. Desde luego, algo extraño estaba ocurriendo. Desde el 18 de julio los paseos obedecían a otro tipo de dinámicas. Los falangistas de un ayuntamiento, por norma, actuaban en otros territorios vecinos y empleaban camionetas o coches requisados. Eso sin duda lo sabían los dos hermanos. Podemos intuir la angustia de estos hombres. El recorrido en tren a la vera del Sil es espectacular. La vía serpentea, se suceden los viaductos y las pequeñas estaciones, Quiroga y San Clodio. José y Ricardo no saben a dónde van. Al cruzar el río Lor el convoy se adentra en el largo túnel que atraviesa la sierra de Augalevada. Aún hoy el tren va a poca velocidad en este tramo dificultoso, el último paso para acceder al valle de Lemos. Los falangistas obligan a los presos a bajarse en la estación de A Pobra do Brollón. Después los acribillan a tiros. José recibe tres impactos de bala. Ricardo, cuatro. La denuncia en el juzgado municipal de A Pobra do Brollón no deja lugar a dudas:
 
Que al lado de dichos cadáveres, aparecieron casquillos correspondientes a balas de fusil máuser y que al parecer fueron muertos por fuerzas de la Falange Española al intentar detenerlos, pero sin que sepa el dicente quienes fueron.
 
La antigua iglesia de Castroncelos (vuelo americano de 1956)
Los dos cadáveres aparecen en la carretera a Quiroga, frente a la casa de un tal Bernardino. En el paraje de A Cha de Castroncelos tiene lugar la inspección ocular por parte del juez y del médico. No deja de ser curioso que eso, al menos, ocurriese en los inicios del franquismo y sea algo imposible en la España de hoy. Ningún juez o jueza se persona en una fosa común de víctimas del franquismo. De ahí, los cadáveres son llevados en un carro de bueyes (el gran icono de la represión en Galicia) al atrio de la iglesia de Santiago de Castroncelos. Allí son enterrados los dos juntos,  como se describe en el Procedimiento Militar, al lado noroeste de la iglesia en una fosa abierta, arrimada al muro de tal Iglesia por el referido (y a cuatro metros de  distancia de la esquina) lado noroeste, cuya sepultura tendría de fondo metro y medio y dos de largo, juntos sin ataúd y con las cabezas hacia el repetido noroeste.
 

Dos detalles de la iglesia actual de Castroncelos, o cómo destrozar el patrimonio.
En junio de 2016 la familia de estas dos víctimas solicitó ayuda a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) con vistas a exhumar los restos de sus seres queridos. Esa primera intervención, cosas del destino, llevó a localizar otras dos víctimas, asesinadas en 1938. Según testimonios orales, los dos hermanos se encuentran debajo del altar de la iglesia. ¿Cómo es eso posible? Pues porque décadas después un cura párroco decidió tumbar la iglesia antigua y construir una nueva, en un estilo entre kitsch y gore, y por encima, mal orientada, de norte a sur y no de este a oeste. Esta obra demencial cambió la fisonomía del lugar, restando validez a las indicaciones suministradas en el documento anterior. Ochenta y dos años después, la familia de los García Moral sigue buscando a sus seres  queridos. Mañana la ARMH y parte de la sucursal gallega de nuestro equipo vamos a intentarlo de nuevo, ampliando la zona sondeada en 2016.
 
Área del atrio en la que trabajaremos a partir de mañana.
El Juzgado Militar de Monforte decretó en su día el sobreseimiento provisional de las actuaciones considerando que no habiéndose determinado la persona o personas que intervinieron en la ejecución de un delito. Ochenta y dos años después, aquí nadie sabe nada, aquí no se ha cometido un crimen, según parece. Sin cuerpo, no hay delito.

lunes, 3 de abril de 2017

La sombra de la guerra es alargada (4)

España y sus banderas. Baraja impresa por Fournier durante la guerra.

Franco no estudió en West Point. Era un auténtico maestro de la intriga política, pero en esto de la guerra no tenía mucha consideración hacia nadie, y menos hacia sus propios soldados. Es la falta de empatía característica de todo psicópata. Jamás siguió los consejos de sus subordinados ni mucho menos de los asesores alemanes e italianos. Su política era no ceder ni un centímetro de terreo al adversario, resistir hasta el último hombre y todo este tipo de épicas manejadas por los militares africanistas. Tras el fracaso en Madrid en noviembre de 1936, la toma de la capital fue una obsesión para el Generalísimo. En este contexto se enmarcan las conocidas como tres batallas de la carretera de A Coruña. El ejército sublevado intentó aislar Madrid  pero tuvo que desistir ante la denodada resistencia republicana, en un momento de honda reorganización de un ejército que contaba con la inestimable ayuda soviética.

Entrega de banderas a la mehal-la jalifiana de Tetuán, antes de la guerra.

Entre el 3 y el 15 de enero de 1937 tuvo lugar la tercera de estas batallas. Al mando del Ejército Reforzado de Madrid se hallaba el general Orgaz, quien contaba con unos 20.000 hombres. La mayor parte de ellos eran tropas coloniales, la élite de las fuerzas de choque de los sublevados. Entre ellos estaba un hombre joven emparentado con la familia Fournier, la dueña de la exitosa fábrica de naipes de Vitoria. Esta empresa se convertiría en la imprenta oficial de los sublevados durante el conflicto. Como premio a los servicios prestados, el régimen intercedió para que se hiciese con maquinaria de vanguardia en la Alemania nazi, lo que garantizó el monopolio de Fournier durante años.


El chaval se llamaba Jesús de Arjona Betegón y era teniente de la primera mehal-la jalifiana de Tetuán. Con razón el juego de las banderas de España editado por Fournier incluía la bandera del Protectorado de Marruecos con la media luna. Los moros ponían la carne de cañón. Pero no solo ellos. Este oficial fue una más de las víctimas que se cobró el intento del 6 de enero por llegar al kilómetro trece de la famosa carretera. Por su parte, las Brigadas Internacionales (Garibaldi, Thaelmann, Comuna de París, Edgar André) pagaron un duro precio en estos combates. Aunque los sublevados se hicieron con diez kilómetros de esta carretera, llegando a las casas de Puerta de Hierro, la ofensiva se detuvo ante la falta de reservas y el contraataque republicano posterior.


La historiografía militar española se ha centrado siempre en estas grandes batallas en donde parecía que se decidía todo. Este enfoque traslada la idea de que el resto de frentes se paralizaba. Y eso no era así, evidentemente. En los últimos años se ha recuperado la memoria de otras pequeñas batallas olvidadas. Nosotros mismos hemos excavado posiciones en escenarios secundarios del conflicto pero que también se cobraron su precio en sangre. Tras eufemismos tacticistas como rectificación del frente o labores de limpieza de bolsas de resistencia se esconde una realidad trágica y brutal. Mientras se combatía a las puertas de Madrid, también se hacía los mismo en las estribaciones de la cordillera cantábrica, en el Frente Norte, en el área de Espinosa de los Monteros. Allí tuvo lugar la conocida como batalla del Alto del Caballo y Mirador de Espinosa, intento franquista de recuperar esa cota estratégica que había sido ocupada por los republicanos en la Nochevieja. Aquí se lucieron los franquistas. Según parece, los soldados de la guarnición que defendía el alto estaban totalmente borrachos esa Nochevieja. Para acabar de rematarla, los Junker alemanes que aparecieron el día de Reyes bombardearon por error el centro del pueblo de Espinosa de los Monteros, en manos sublevadas.

(Fuente: Blog www.lasmerindadesenlamemoria.wordpress.com)

En el intento de recuperar el Alto del Caballo murió el alférez Augusto Arteaga. Gracias a los trabajos de investigación del historiador local Fernando Obregón sabemos exactamente lo que ocurrió ese día 4 de enero de 1937. En esa jornada murieron en la posición de La Herbosa (El Mirador), 2 alféreces (uno de ellos Augusto) y 3 soldados del Regimiento San Marcial, 4 miembros de las milicias de Falange de Burgos y 1 moro (citado así, sin nombre ni nada), asi como otro soldado del Regimiento 11º de Artillería en la posición de La Riva, y otro soldados en Quintana de los Prados. Según Fernando Obregón se contabiliza en total un mínimo de 12 muertos en las filas franquistas, aunque por testimonios orales se sabe que también cayeron otros muchos marroquíes, que tal vez no fueron inscritos en el Registro Civil de Espinosa por haber sido enterrados en las posiciones republicanas.

Tumba del alférez Augusto Arteaga.

Las tropas republicanas estaban dirigidas por el socialista Cecilio San Emeterio Latorre, presidente del sindicato de chóferes. Combatió hasta ser hecho prisionero en Gijón. Luego, se suicidó. Su mujer Amparo Eguía se exilió en Bélgica, en donde siguió militando en el sindicalismo socialista. Curiosamente, en el Alto del Caballo su marido luchó contra un falangista belga, Victor Vander Eyden, quien murió en combate al lado de Augusto Arteaga. También andaba por allí un finlandés anticomunista, el capitán Haartmann, que había sido instructor de la Centuria catalana de Falange. Como se ve, mientras en Madrid las brigadas internacionales combatían para defender la República, en Espinosa de los Monteros los franquistas también contaban con la ayuda de voluntarios fascistas europeos..
(Fuente: Blog www.lasmerindadesenlamemoria.wordpress.com)




lunes, 27 de marzo de 2017

La sombra de la guerra es alargada (3)

Lo que queda del monumento a los que murieron por ÉL 
en la cima del monte Isuskitza.

El conocido como Frente de Álava quedó establecido en el norte de la provincia, a escasos kilómetros de Vitoria-Gasteiz, en la confluencia con Bizkaia y Gipuzkoa. La Llanada Alavesa quedó en manos de los sublevados y los montes hacia el norte bajo control republicano. En este escenario, los golpes de mano y las acciones rápidas estaban a la orden del día. El ejemplo más claro lo encontramos en el monte Isuskitza, en Arrazua-Ubarrundia. Esta cota se eleva sobre el pueblo de Landa y su (entonces) estratégica estación del Ferrocarril Vasco-Navarro, en el paso natural entre la Llanada y el Alto Deba. Fuerzas republicanas y rebeldes se disputaron el control de esta cima entre septiembre y octubre. Además se trataba de un lugar que ya había sido una posición de guerra durante las Carlistadas del siglo XIX, algo a lo que no eran ajenos los requetés de 1936. La ofensiva republicana consiguió hacerse con esta cota, en cuya defensa perdió la vida el alférez Germán Bastida Pellicer. 

Tumba del caído en Isuskitza Germán Balastida Pellicer.

Pocos días después, el 8 de octubre, la 9ª Compañía del Requeté alavés y dos compañías del Regimiento de San Marcial emprendieron un ataque para recuperar el Isuskitza. Las boinas rojas y las afiladas bayonetas formaron parte de la épica posterior a lo ocurrido allí, que en realidad, fue un estrepitoso fracaso para los atacantes franquistas. Aquel día murieron 20 requetés, 42 soldados del San Marcial y hubo hasta 50 heridos. Este evento trajo consigo dos consecuencias. Por un lado, marcó el lugar como un repositorio de la memoria mártir del Requeté. Y por otro lado, demostró que la forma decimonónica de hacer la guerra a base de bayoneta y lucha cuerpo a cuerpo tendría que ser relegada estrictamente al ámbito de la propaganda. El alférez Germán Bastida y el capitán Fernando María Oriol de Urquijo (hijo de Oriol) fueron dos de los nombres recogidos en el monumento a los caídos que se erigió en la cumbre del Isuskitza durante el franquismo.


Esos días de octubre de 1936 fueron muy importantes para el devenir bélico de Euskadi. La Guerra Civil en el País Vasco estaba tomando un carácter distinto al que había tenido hasta entonces. Entre agosto y septiembre, las tropas sublevadas habían conseguido hacerse con la frontera francesa en Irún, tomar San Sebastián y avanzar por toda Gipuzkoa hasta llegar al Valle del Deba. Las fuerzas republicanas consiguieron detener el avance en Elgeta (Gipuzkoa) y en este intermedio ambos bandos se reorganizaron. Mientras el bando rebelde se volvía definitivamente franquista con el nombramiento de Franco como Generalísimo y emprendía la ofensiva contra Madrid, la República aprobó el Estatuto de Autonomía de Euzkadi y se formaba el primer Gobierno Vasco. Una de las primeras gestiones del recién creado ejecutivo fue la adquisición de armamento moderno, siendo los fusiles checos especialmente cotizados. Además, se ordenó la militarización de las milicias y se creó el Cuerpo de Ejército de Euzkadi, con batallones organizados en base a partidos y sindicatos. Entonces, ambos bandos procedieron a fortificar sus posiciones con trincheras y fortines. La planificación militar igualmente exigía la ordenación del frente en sectores y el control del paisaje, tanto físico como humano. A lo largo de otoño de 1936, ambos contendientes emprenderían intensas labores de fortificación, llegando a establecer un frente real, con varias líneas de ataque y defensa, rutas de abastecimiento y un control real sobre el territorio.


Mientras todo esto ocurría, el plan de reforma y ampliación del cementerio de Santa Isabel se paralizaba por las necesidades apremiantes impuestas por la guerra. Una de las pocas cosas que se llegó a levantar fue el monumental arco de la entrada, proyectado con la idea clara de satisfacer la moda a la que se había apuntado la gente de dinero: la conducción del cadáver en coche fúnebre. Uno de los primeros en estrenarlo fueron las víctimas del accidente aéreo que tuvo lugar en la rebautizada como plaza de España (antes de la República), en donde el aviador alemán Ekkehard Hefter se estampó con su Heinkel He 51 tras hacer el macarra por el aire el 28 de septiembre de 1936.

El avión de Hefter ardiendo en la Plaza de España.

Post by Josu Santamaria y Xurxo Ayán.