Campo de Concentración de Nanclares y su entorno (1956-7).
“Disciplina nuestro orgullo es
el trabajo nuestro afán
siempre anhelando firmes,
la hermosa libertad.”
(Himno de los presos de Nanclares, en Monago 1998: 56).
Seguimos tirando del hilo de la historia del Campo de
Concentración de Nanclares de la Oca, en Araba/Álava. Después de hablar de las
“piedras”, nos toca centrarnos ahora en la otra materia prima producto de
explotación en este complejo represivo: los presos.
En el artículo anterior se mencionaba que fue en el
invierno de 1940 cuando varios cientos de prisioneros procedentes del saturado
Campo de Concentración de Miranda de Ebro fueron trasladados a la aldea de
Garabo con un objetivo muy claro: construir su propia cárcel. Garabo se sitúa
junto a un meandro del río Zadorra. Al otro lado del río, a día de hoy se
observa bien el pueblo de Víllodas que domina la Llanada Alavesa sobre una loma
que asciende a la Sierra de Badaya. La única vía de conexión entre Garabo y
Víllodas es un paso hecho de piedras y cemento en el mismo lecho del río. En
invierno no se puede transitar por él, pero parece que antaño había alguna
barca con soga que cumplía esta función de enlace. En esa otra orilla de
enfrente, los presos debían acudir forzosamente a misa y dónde mejor que en la
ermita de San Pelayo. Un pequeño templo, muy importante en la economía moral de
la zona como punto de encuentro popular, pero aún más vital dentro de la gran
obra de “Reconquista” nacionalcatólica. Pelayo blandía su espada contra los
infieles, no en la Asturias del siglo VIII, sino en la Álava de 1940.
Ermita de San Pelayo, en Víllodas y en
la orilla opuesta a Garabo.
Muchos de los prisioneros de Nanclares eran brigadistas
internacionales. Una parte importante de las decenas de miles de voluntarios
que acudieron en defensa de la República. En el campo de Miranda la realidad ya
era tremendamente internacional, con aproximadamente una veintena de
nacionalidades distintas (Fernández López 2003). En Nanclares el panorama sería
posteriormente similar. Como muestra de ello, la prensa local vitoriana en 2013
se hacía eco de la extraordinaria y silente vida de un ex-presidiario que
parece sacada de la película Alguien voló
sobre el nido del cuco (Miloš Forman, 1975).
El caso es que en 2013 falleció Nicola Jolic alias “El Croata”.
Este hombre había sido uno de aquellos brigadistas internacionales. Después del
clásico periplo represivo del “turismo penitenciario” en la España de Franco
por diversos campos de concentración, estuvo preso en Nanclares y parece que
entonces ya se hallaba inmerso en un silencio total. Una mudez absoluta.
A finales de los años 50, un fraile yugoslavo afincado en
Madrid se interesó por su estado, pero no hubo respuesta. Tres años después, la
Cruz Roja fue la encargada de intentar poner en contacto a Jolic con su
familia, con una hermana suya que vivía en Canadá. A pesar de todo, no dijo
nada. En 1971, el arzobispo de la localidad bosnia Banja Luka volvía a intentar
un nuevo contacto con el brigadista mudo, pero siguió sin obtener respuesta
alguna. Cuatro años después, fue una sobrina la que se puso en contacto con
Nicola Jolic a través de una asistenta social.
Diez años más tarde, otro sobrino, residente en Alemania,
intentó entablar comunicación con él y hasta la embajada yugoslava mostró
interés en su repatriación. El proceso parecía que podía ser exitoso, pero fue
entonces cuando la guerra azotó la vida de aquel país y hasta significó su fin
como estado federal unificado. Fin del contacto. Mientras tanto, Nicola Jolic
seguía mudo, internado desde hacía tiempo en el psiquiátrico de Las Nieves, el
actual Aulario del Campus Universitario de Vitoria-Gasteiz.
Las Nieves, antiguo Hospital
Psiquiátrico y actualmente Aulario del Campus de Araba/Álava.
Este mutismo y esta incapacidad para llevar una vida autónoma
se relacionaron directamente con una excesiva “institucionalización” de
Nicola Jolic. Como en la famosa película Cadena
perpetua (Frank Darabont, 1994), este anciano, mudo y prácticamente carente
de emocionalidad se había convertido en algo inerte. Casi como si fuese un
sillar de piedra más en el muro de la institución.
Como relata el artículo del periodista local Francisco
Góngora, Nicola Jolic murió en 2013 y muy pocas personas acudieron a su
funeral. De hecho, mucha gente, habitual de la misa en esa parroquia, no había oído
hablar nunca de él. Nadie sabía que se trataba de alguien que había permanecido
encerrado en el edificio de Las Nieves de Vitoria-Gasteiz durante décadas o que
proviniese del cautiverio en Nanclares y menos aún que se tratase de un
exbrigadista croata que había luchado, había perdido y que por ello hasta había
abandonado la capacidad del habla. Un silencio de por vida como sello lacrado
para una vida probablemente de puro horror en el régimen disciplinario de
Franco. Al contrario de lo que decía el himno oficial del Campo de
Concentración, “El Croata” nunca pudo recobrar la “anhelada libertad”.
Pero, sin duda, la Nicola Jolic es una más de las muchas
historias de aquellos cautivos del franquismo en Nanclares. Su extraño origen y
su mutismo son precisamente los factores que han permitido que su historia haya
transcendido (un poco) en prensa. Las condiciones de vida generales del resto
de prisioneros siguen siendo poco conocidas. Por suerte, contamos con el libro El Campo de Concentración de Nanclares de la
Oca (1940-1947), de Juanjo Monago y publicado en 1998. Esta obra tiene como
una de sus privilegiadas fuentes de información el diario del médico encargado
del Campo de Concentración.
Torre de vigilancia central del Campo
de Nanclares.
En el diario del médico no sólo se recoge la multitud de
patologías que sufrían los prisioneros que, recordémoslo, sufrían una tasa de
mortalidad importante (1-2 muertos al mes), sino que también se mencionan
algunos apartados que nos hablan de otros aspectos interesantes del sistema
represivo franquista. Para empezar, en él se recogen algunas referencias a las
prácticas psiquiátricas de Antonio Vallejo Nájera. Este hombre, el abuelo de
Nicolás Vallejo Nájera, más conocido como “Colate” y aún más conocido como el
“ex de Paulina Rubio” –las genealogías del “mundo rosa” español pueden ser
escalofriantes–, era Catedrático de Psiquiatría y uno de los hombres que más
lejos llevó la idea de persecución del “gen rojo”. Es relativamente célebre su
estudio sobre varias presas republicanas con el que buscaba establecer
relaciones entre falta de higiene moral y racial y el “contagio” del marxismo a
través de la vía materna. Además, gracias a la gran diversidad de orígenes que
ofrecía la población presidiaria de las Brigadas Internacionales, amplió sus
muestreos con combatientes de distintos países y distintas razas. En cuanto a
su rastro dejado en Nanclares, el médico del Campo escribió lo siguiente sobre
un preso recién ingresado en la Enfermería:
“Eduardo Araynes, de 25 años, ingresado
ayer dice que padece del corazón desde la terminación de la guerra civil, que
siente palpitaciones sobre todo cuando toma seis tazas de café y que así llega
a perder el conocimiento pero que le ponían aceite alcanforado y quedaba bien. Que el año 1940 y 1941 estuvo en
Ciempozuelos [Madrid], clínica
militar, siendo tratado de esquizofrenia por el doctor Vallejo Nájera.” (La cursiva es mía).
En apuntes como éste y en muchos otros se entiende que el
médico de Nanclares no tomaba muy en serio algunos de los problemas de los
presos. Son muy comunes las fórmulas “dice que”, “cuenta que”, “viene contando
que” y otras que se suman con narraciones casi absurdas como la que hemos visto
de “siente palpitaciones sobre todo cuando toma seis tazas de café”. Además, a
menudo tiende a tener un tono paternalista con los presos, a los que ve como
víctimas de sus propios desmanes, personas equivocadas que no se cuidan lo
suficiente.
En cualquier caso, los apuntes del médico nos cuentan
también cómo entre 1944 y 1945 llegó un nuevo tipo de población al Campo con
motivaciones y orígenes muy diferentes a los de los presos que se hacinaban allí
desde el 40.
“Filo Walter, de 44 años. Es oficial
del ejército alemán, dice tener problemas de sordera desde la caída de un obús
ruso en el frente este en el 29 de julio de 1943”.
Dos cuadros que presidían las oficinas de la Cárcel de
Nanclares al menos hasta 1998 –lo desconozco en la actualidad–, mostraban una
firma que inequívocamente nos remite a la existencia de nazis fugados de Europa
y acogidos en el centro. Los combatientes alemanes que huían de la derrota del
nazismo a manos de los Aliados, eran encerrados en Nanclares el tiempo que
durase su tramitación de salida hacia Sudamérica. Así es como resulta
interesante imaginar a brigadistas internacionales, combatientes por la
República y en muchos casos combativos comunistas de toda Europa, teniendo que
compartir presidio con unos “retenidos especiales” como aquellos nazis que
buscaban eludir la derrota.
Cuadro del exterior del Campo de
Concentración de Nanclares de la Oca pintado por el alemán Anso Weiss.
En mayo de 1945, en los convulsos días en los que se
ponía punto y final a la Segunda Guerra Mundial, un grupo de periodistas de la
agencia internacional Associated Press
consiguió visitar el interior del Campo de Concentración. Pudieron conocer una
parte del complejo penitenciario y sin duda debieron quedarse impresionados con
lo que vieron allí. No sabemos si llegaron a conocer a alguno de aquellos
mismos nazis a los que se daba caza en Europa pero que en la España de Franco
gozaban de una vía de escapatoria. En cualquier caso, cuando la prensa
internacional se hizo eco de las terribles condiciones de Nanclares, la prensa
local vitoriana, concretamente el diario (de contradictorio nombre) El Pensamiento Alavés, respondió lo
siguiente:
“Otra información difamatoria contra
España. (…) El afán vejatorio ha sido el móvil de la información dada por la
Agencia Associated Press, y lo que dice de alimentación deficiente y precaria,
puede comprobarse lo contrario con las estadísticas de aumento de peso de la
gran mayoría de los internados y su estado sanitario y de salud” (El Pensamiento Alavés, 15 de mayo de
1945).
En estos días en los que se ha estado hablando de mesas,
relatores y mediaciones internacionales, la fórmula de la reacción sigue siendo
la misma que en aquella España aislada y paranoica de 1945. Lo de fuera, sobre todo si se hace desde
la posición del trabajo por los Derechos Humanos, no es más que “otra
información difamatoria contra España”.
Continuará…
Referencias
bibliográficas
-FERNÁNDEZ LÓPEZ, J. A. (2003): Historia del campo de concentración de Miranda de Ebro (1937-1947),
J. A. Fernández, Miranda de Ebro.
-GÓNGORA, F. (2013): “La terrible historia del brigadista
Nicola Jolic, ‘El croata’”, El Correo
(Edición Álava). Disponible en: https://www.elcorreo.com/alava/20131209/local/terrible-historia-brigadista-nicola-201312090824.html.
-MONAGO, J. J. (1998): El Campo de Concentración de Nanclares de la Oca (1940-1947),
Departamento de Justicia del Gobierno Vasco, Vitoria-Gasteiz.
Post by Josu Santamarina Otaola (GPAC, UPV/EHU).
5 comentarios:
Gracias por el artículo.
Gracias. Mi padre fué internado de 1940 a 1947 en ese campo
Gracias. Mi padre adoptivo, brigadista internacional italiano, fué internado en ese campo de 1940 a 1947.
Acabo de leer las memorias de un soldado alemán que acabó en Nanclares. De nazi no tenía nada. El hombre cruzó a España huyendo de un campo de trabajo francés en 1948. No se le envió o facilitó nada camino a Sudamerica. Simplemente lo devolvieron a los franceses. Este hombre y me imagino más como él eran prisioneros de guerra en Francia como tantos otros miles por toda Europa. No eran crminales o "nazis" huyendo de culpa.
Mi abuelo sabemos que estuvo allí en 1939, él contaba que nunca quedó registro de su estancia porque en ese año aquello era un balneario y no se le consideraba aún campo de concentración. Trabajó haciendo obras en el ferrocarril que iba de Miranda a Alsasua.
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