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viernes, 28 de septiembre de 2018

El fortín escondido


Algunas veces nos hemos encontrado trincheras y refugios donde no nos las esperábamos, porque los rellenos intencionales o naturales de la posguerra habían borrado casi por completo la huella de su existencia. En esta campaña, sin embargo, dimos de forma fortuita con un nido de ametralladoras, con su tronera y su plataforma de hormigón armado: en superficie se observaba apenas una ligera depresión que parecía evidenciar un pequeño refugio de tropa. Nadie se esperaba el complejo que finalmente salió a la luz.

Pues aunque parezca increíble, nos ha vuelto a pasar. A pocos días de cerrar la campaña, y para tener un nuevo recurso patrimonial que incluir en el itinerario arqueológico, decidimos excavar en lo que semejaba un abrigo, muy cerca de una trinchera de resistencia y otra de evacuación. 

Pronto nos dimos cuenta de que algo no encajaba. Al limpiar la superficie e iniciar el desescombro empezamos a encontrar bloques de hormigón desmenuzados. Una posibilidad que nos planteamos es que fuera un vertido más o menos reciente, pero el material no encajaba. Era de muy mala calidad: un montón de guijarros cogidos con un cemento arenoso. Algo que relacionamos más con la Guerra Civil que con las obras contemporáneas. 

La excavación nos sacó de dudas. En una esquina del sondeo empezó a despuntar un muro de hormigón del mismo tipo que teníamos en el relleno ¿Se trataba de un refugio reforzado con cemento? Poco probable. La limpieza de la parte frontal ofreció la prueba definitiva: allí descubrimos, colmatada de piedras, una amplia tronera. Estamos, por lo tanto, excavando un fortín. Y no un fortín cualquiera. Las grandes dimensiones de la aspillera nos hacen pensar que se construyó para alojar una pieza artillera, quizá un cañón antitanque de 45 mm. 
 Un fortín antitanque de la Segunda Guerra Mundial. Un poquito más espectacular que el que estamos excavando. Pero valían para lo mismo.

Lo que parecía una simple línea de trinchera con algún que otro refugio se ha convertido en un punto sólidamente fortificado: a un lado el fortín antitanque, al otro el nido de ametralladora ¿Por qué aquí? Puede haber varias razones. El puente de Arganda está muy cerca, a menos de un kilómetro lineal de la posición (de hecho, está en enfilada de tiro respecto al nido de ametralladora). 

Si los sublevados lo franqueaban podían avanzar hacia Madrid por dos direcciones: directamente, a través de la carretera de Valencia o por el camino que bordea los cantiles de Rivas Vaciamadrid. En estos cantiles, que forman una pared vertical, se abre un único vallejo que sirve de acceso a la meseta de Rivas. Y ese vallejo está justo al lado de las fortificaciones que estamos describiendo. Por otro lado, frente a los fortines discurre la vía de tren que iba hacia Arganda, así como el camino mencionado. Ese camino va bordeando la meseta y posteriormente sigue el valle del Jarama hacia San Fernando de Henares. Otra ruta natural de comunicación hacia el corazón del territorio republicano.

La otra pregunta es ¿cuándo? ¿Cuándo se erigen estas fortificaciones? Desde el inicio de la campaña manejábamos la hipótesis de que nos encontrábamos ante un paisaje bélico muy tardío, no anterior a 1938. Hoy hablando con Julián González Fraile, gran conocedor de la contienda en la zona, confirmamos esta hipótesis. Los mapas militares que Julián y sus compañeros han recopilado demuestran que al pie de los cantiles no había casi estructuras defensivas antes de septiembre de 1938.

Decíamos que el fortín antitanque está realizado con un hormigón de pésima calidad, un amasijo de cantos rodados. Esto encaja también con una fecha tardía, en la que la República no estaba ya para dispendios y se defendía con medios cada vez más escasos. El año 1938 fue de fortifación intensiva por ambos bandos en la zona de Madrid, donde todos las grandes ofensivas habían fracasado. Los poderosos fortines franquistas que tuvimos ocasión de estudiar en Brunete fueron construidos entre octubre de 1938 y 1939, también. Algunas fortificaciones republicanas de la época no les tienen nada que envidiar. Pero no es el caso de las que estudiamos, seguramente porque el punto donde se ubicaban carecía de la relevancia estratégica de otras zonas. En cualquier caso, las obras tardías republicanas se pueden leer como un testimonio de la voluntad de resistencia a ultranza representada por el presidente Juan Negrín. 

Queda una última pregunta: ¿Por qué el fortín desapareció de la vista? Todo indica que fue volado a conciencia. La destrucción de la cubierta hizo que se hundiera el enmascaramiento de tierra y yeso que lo cubría y colmatara, junto al escombro de la cubierta misma, el interior de la estructura. 

Corte estratigráfico del fortín, en el que se advierte el hundimiento hacia el centro. La cubierta de hormigón, pese a su mala calidad, no se pudo hundir de forma natural. Todo indica que fue volado.

En las fotos del vuelo americano de 1945 se ve un manchón de tierra precisamente en la zona donde se ubica el búnker. 

 Fotograma del vuelo americano en el que se percibe el emplazamiento del fortín.

El nido de ametralladora también estaba sellado al acabar la guerra -como lo demuestra el hecho de que aparecieran varios materiales in situ en su interior, tal y como quedaron abandonados. Se trata de las únicas estructuras clausuradas de forma intencional. Los abrigos se fueron rellenando de sedimento naturalmente. La explicación podría hallarse en la función de los fortines. Es posible que, como en otras zonas, decidieran neutralizarlos para evitar su uso indebido.

Ahora nos queda trabajar contrarreloj para intentar llegar al suelo del fortín antes de que acabe la campaña. A ver si nos encontramos un nivel de la Guerra Civil intacto...

jueves, 20 de septiembre de 2018

Arquitectura Ojo


En la visita guiada del pasado sábado conocimos a la arquitecta Susana Velasco, profesora en la Universidad Politécnica. Nos contó su trabajo registrando la arquitectura orgánica diseñada por cazadores franceses en árboles para observar, vigilar y disparar a palomas y otras aves. Una arquitectura en la que existe una simbiosis perfecta entre árbol y persona, con soluciones funcionales adaptadas a los gestos, posiciones y necesidades del cazador. Cuando nos lo contaba, no podíamos dejar de pensar en los brigadistas internacionales y los olivos del Jarama. A Susana le interesan estas arquitecturas de mediación entre el cuerpo y el paisaje, por eso ha dirigido su mirada no solo a las trincheras, sino a los y las que reexcavamos esas trincheras, amoldando nuestro cuerpo a las paredes talladas en el yeso:

¿Qué nos lleva de vuelta a estos paisajes?
Volvemos a estos campos de batalla. A un pasado que duele, y que todavía nos importa tanto. A las ruinas de un escenario gigantesco al aire libre, desmantelado después como una gran tramoya. Como un historiador, reconociendo los trazados sobre el territorio. Como un arqueólogo, buscando los fragmentos rotos y dispersos. Como un arquitecto, buscando las marcas del habitar y el construir. Reconectar con las fuerzas, gestos y redes que forman parapetos, refugios y zanjas, buscando la relación intensiva que, durante la guerra, fundió a cuerpos, arquitectura y territorio.

Construcción y uso de trincheras. Dibujos de Susana Velasco.

La posición republicana del Campillo es un buen ejemplo de este tipo de arquitectura. Como los cazadores franceses en los árboles, los soldados se integraban en un espacio diseñado para ver y no ser vistos, para camuflarse ante el peligro de los ataques aéreos enemigos. Con el frente estabilizado, durante dos años, se produjo algo así como una Guerra Fría entre los contendientes. Todos los recursos (y éstos iban aminorando con el paso del tiempo), se empleaban en la refortificación del paisaje, en el refuerzo y mantenimiento de todos estos dispositivos orientados, en gran medida, a la percepción y observación del enemigo. Las condiciones de visibilidad y visibilización de los lugares fueron una de las cuestiones clave estudiadas por la Arqueología del Paisaje. El arqueólogo Felipe Criado gusta de decir, en un alarde estructuralista, que todo lo visible es simbólico. Sí, pero aquí, todo lo visible también se puede abatir.

Tronera excavada en la roca, al E del Campillo.

Es una pasada comprobar cómo está estudiado el mínimo detalle dentro de esta escenografía. La aspillera del nido de ametralladora está orientada exactamente hacia el puente de Arganda, punto clave de la batalla del Jarama. Hacia el Este, dentro de la roca, se talló otro nido subterráneo, con una tronera que permite batir una amplia zona de la vega del Jarama. El observatorio, en la cumbre de un cantil meteorizado por la erosión, es una auténtica virguería.

Excavando el empinado acceso al observatorio.

En arqueología educamos la mirada para ver el paisaje. En la guerra pasa exactamente lo mismo. En los partes de operaciones, se recogen al detalle los movimientos del enemigo, pero también el esfuerzo de los mandos por formar buenos observadores.

Obligaciones del centinela.
Ejercicios con el visor.
Simulacro consistente en dar las señales de alarma ante la presencia de Aviación enemiga.
Educación y selección de observadores.
Forma de instalar un observatorio y forma de colocarse para observar.
Percepción de objetivos y designación de los mismos. Importancia de la observación.
Forma de utilizar los distintos camuflajes y refugios para poder observar. Talud, cesta, etc.

Inicio de excavación. Primero se construyó el observatorio, y tiempo después, en 1938, se talló la posición defensiva.

La cuestión es que había soldados que ya tenían educada la mirada, desde niños. Cazadores, pastores, zahoríes, contrabandistas e incluso ganaderos trashumantes. En la batalla de Brunete, el éxito del avance de Líster (hasta que éste, inexplicablemente, ordenó parar) se debió en parte a la avanzadilla de exploradores, todos ellos pastores, muchos de ellos gallegos. Gente apegada al campo, mucho más eficaz que cualquier vuelo de observación. Como el francotirador ruso Vasili Grigoriévich Zaitsev, héroe de la batalla de Stalingrado, que aprendió a disparar con su abuelo en los Urales.

Vista desde la aspillera del nido de ametralladora, con el puente de Arganda al fondo.

Referencias bibliográficas.
Criado Boado, F. 1993. Visibilidad y visibilización del registro arqueológico. Trabajos de Prehistoria, 50: 39-56.
Velasco, S. 2017. A partir de fragmentos dispersos. Arquitecturas de mediación entre el cuerpo y el paisaje. Madrid: Ediciones asimétricas.

Referencia documental.
Archivo General Militar de Ávila. 1086, cap. 12.






miércoles, 19 de septiembre de 2018

Educación y Descanso

Posición de El Campillo. La estructura cuadrada de la izquierda era estancia de descanso de la tropa.

En los años finales del franquismo, mi abuelo materno, tamborilero, formó parte de un grupo folklórico llamado Os Agarimos. El cuarteto se integraba dentro del marco de las actividades que el Hogar de Educación y Descanso organizaba en el barrio ferroviario de la estación de Monforte de Lemos. El régimen franquista puso a andar el Nuevo Estado inspirándose claramente en las instituciones fascistas italianas. Mussolini había creado algo parecido (Opera Nazionale Dopolavoro) para monitorizar y dirigir el tiempo de ocio de las clases populares, para domesticar a las masas obreras y convencerlas de la necesidad de tener hombres sanos, productivos, deportistas y soldados. Ellos eran la base del Imperio. Mi abuelo, que era un cachondo, siempre decía: Educación, poca, y descanso... ninguno. Eso de por el Imperio hacia Dios no iba con él. Era bajito y casi libra de la guerra, pero subieron unos centímetros la medida de corte, y lo movilizaron. Combatió en el frente del Segre. No soportaba ni a fascistas ni a carlistas. Al escarabajo rojo que fastidiaba las cosechas de patata le llamó siempre requeté. Mi abuelo era un campesino, artesano polifacético, que solo salió de su parroquia para ir a la guerra. Después, algún viaje a ver a la hija a Lugo, Barcelona, Pontevedra. Siempre le quedó la espina de ir a actuar a Caracas, en donde vivía la hija mayor.

Restos metálicos de posibles somieres en la estancia de descanso.

Como mi abuelo, miles de campesinos españoles, la mayoría analfabetos, los menos con las primeras letras, conocieron mundo en la guerra. Los que sobrevivieron pudieron reengancharse al Ejército, o reorientar el rumbo de sus vidas en las ciudades que conocieron. Yo he entrevistado a muchos de estos campesinos veteranos de guerra y todos renunciaron a otra vida, porque tenían que volver, a cuidar de la casa, de los padres viejos y enfermos, porque los hermanos habían emigrado y quedaban ellos como cabos da casa. Pienso en estos campesinos cuando leo la documentación del frente en Rivas-Vaciamadrid. Los desertores del Batallón Gallego, ubicado en el Espolón, cuentan sus vidas a los servicios de información republicanos; todos son campesinos, herreros, canteros... muchos de ellos de zonas montañosas de Ourense. A su vez, los desertores republicanos que se pasan al lado franquista también son labriegos de la Meseta Sur, de Levante, de Andalucía.

Detalle del suelo de ocupación, con un frasco de laxante y una caja de munición soviética.

Estos hombres de  la España rural, tradicional, entran de lleno en la guerra industrial. Reciben instrucción, incluso algunos aprenden a leer, manejan tecnología y armamento de última generación. En una posición de segunda línea, en un frente estabilizado como el del subsector del Piul, la documentación militar de la 18 División republicana refiere al detalle todas las actividades de formación e instrucción que formaban parte de un día marcado por paqueos aislados, algún duelo de artillería y poco más. A lo largo de 1938 nos encontramos actividades como:

Instrucción teórica sobre el tema "Maneras de orientarse y lanzamiento de granadas de mano".
Instrucción de escuadra y pelotón en orden abierto. Despliegues, avances y repliegues.
Práctica de Topografía.
Modo de hacer fuego para que este sea eficaz.
Instrucciones sobre balística.
Cómo se efectúa el asalto a una trinchera y cómo se organiza.
Cómo se pasa una barrera de artillería.


Restos de una máscara anti-gas en uno de los nuevos refugios que estamos excavando.

Incluso se organizaban marchas de 30 minutos con la máscara anti-gas puesta. Me puedo imaginar a uno de estos campesinos procedentes de zonas en las que el Carnaval rural era importante, con la careta puesta, como un peliqueiro de Laza. Poco o nada se ha estudiado sobre esta experiencia compartida, esta hibridación que se dio en la guerra entre cultura popular campesina y tecnología bélica.
Por supuesto, en los documentos aparecen más de actividades que iremos desgranando. Para nosotros es muy importante que los soldados del campamento que estamos excavando no se tomasen muy en serio aquello de Limpieza de campamento. Otra de las actividades, quizás la más necesaria, es la de descanso. En la posición del Campillo hemos excavado otra estancia, conectada con el nido de ametralladora que ya conocéis. Tenemos que imaginar a esos soldados-trogloditas, mal alimentados, comidos de la sarna y los piojos, intentando dormir en humildes camastros, tras un nuevo día de tensión, ejercicio físico e instrucción. O escribiendo una breve carta a sus seres queridos, o redactando borradores de informes diarios para los mandos. En este mundo subterráneo de yeso y margas, parafraseando a mi abuelo, Educación, alguna, y descanso, poco. El historiador Lourenzo Fernández Prieto definió a los campesinos gallegos como Labregos con ciencia. Muchos de ellos volvieron de la guerra con un bagaje que les acompañaría toda la vida.

Vista panorámica de los dos refugios que estamos excavando ahora, en el vallejo.

Referencia documental.

Archivo General Militar de Ávila, C. 1086, Cap. 12. Partes de operaciones de la 18 División, febrero a septiembre de 1938.


  


jueves, 13 de septiembre de 2018

Anatomía de una fortificación




Un plano preliminar del complejo fortificado del Pinar del Campillo, tal y como se puede ver en estos momentos.

Según avanza la excavación de las fortificaciones del Campillo tenemos más clara la estructura del complejo. Se trata de un espacio considerablemente elaborado y que experimentó diversas transformaciones a lo largo del tiempo. 

En un primer momento creemos que existía solo una trinchera de resistencia y un parapeto aspillerado, situado en una prominencia frente al cantil rocoso de Rivas Vaciamadrid. Es posible, incluso, que el primer elemento defensivo fuera este parapeto. 

Sea como fuere, en una fase posterior, seguramente durante el año 1938, en que sabemos que se procede a fortificar todo este sector, se construye entre ambas estructuras -trinchera y parapeto- dos refugios excavados en el sustrato rocoso y unidos por una escalera también tallada en la roca. 

El primero de los refugios está comunicado con la trinchera de resistencia a través de un estrecho vano tallado en el yeso. Como la trinchera está a mayor altura que el refugio, se levanta una armazón de madera que salva el desnivel. Se ha perdido, pero conservamos los orificios en las paredes en los que se encajaban los pontones que sostenían la estructura. El refugio estaba además conectado con el exterior a través de una trinchera que lleva hacia el vallejo situado al este. Testimonio del uso de este refugio como espacio de vida es un tintero, un frasco de laxante y latas de conservas.

En el segundo de los refugios se levanta una plataforma de cemento, sujeta por dos traviesas de acero reutilizadas de la vecina vía de ferrocarril, y se instala un puesto para una ametralladora Maxim. Se trata de un espacio multifuncional, como señalamos en una entrada anterior, porque justo detrás del puesto de Maxim hay un horno con chimenea, que serviría para que los soldados se calentasen en invierno, pero también para calentar la comida (apareció una lata sobre un hogar de ladrillo). Aquí apareció otro tintero y un bote de colonia.

El complejo fortificado tal y como se ve desde el promontorio del parapeto aspillerado.


De este refugio parte una trinchera en dirección al parapeto aspillerado, pero se interrumpe en un pozo de tirador, que cubre el vallejo.

En un momento posterior se abre una nueva tronera en el lado opuesto a la de la ametralladora y se refuerza con ladrillos macizos. Sobre ella aparecieron guías de peine de fusil Mosin Nagant. La función es, nuevamente, cubrir el vallejo en caso de ataque enemigo. Quizá en este mismo momento se sella el vano que conecta este complejo subterráneo con la trinchera de resistencia ¿Por qué? No lo sabemos. Es posible que para evitar que el refugio se inundara con la escorrentía que bajaría por la trinchera cuando había tormentas. Y al fin y al cabo no había muchos soldados en este sector. La trinchera estaría vacía la mayor parte del tiempo. Nosotros no hemos encontrado ni un mísero casquillo en los cerca de 30 metros que llevamos excavados. 

La arqueología es una ciencia ambigua y con frecuencia imprecisa, no nos cansaremos de repetirlo. Y no tiene sentido que intentemos competir con la documentación textual. Hablamos de fuentes de conocimiento distintas y en buena medida complentarias. Hay muchas cosas que la arqueología no puede hacer, por supuesto, o no tan bien como otras disciplinas. Pero cuando se trata de describir la anatomía de un espacio construido y su evolución a lo largo del tiempo, no tiene rival.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Microhistoria a cuentagotas

 
Líneas de trincheras del macizo de Piul en la actualidad (por Pedro Rodríguez).

Mi abuelo paterno combatió en el franquista Ejército de Sur, en el frente de Córdoba, y no le fue mal. Acabó la guerra como cabo. Procedía de una humilde familia campesina gallega. Eran nueve hermanos, muchas bocas que alimentar. En los veranos se integraba en las cuadrillas de paisanos que se iban a la siega a pueblos de Castilla y de Madrid. En el verano del 36 lo metieron en un vagón de tren y lo enviaron al frente, como ganado. Él me contaba que nunca había estado, hasta entonces, mejor que en la guerra. Vestía un uniforme, tenía buenas botas y se hartaba de comer carne de la Argentina. Probablemente las penurias de su infancia y adolescencia le llevaron a mitificar e idealizar los años de la guerra, quién sabe. También me contaba cuando en una contraofensiva republicana fue hecho prisionero. Tras unos días reconvertido en soldado rojo, volvió a pasarse a sus filas, una noche calurosa de verano.

Cemento y traviesas metálicas en el nido del Campillo.

Hasta aquí el testimonio de mi abuelo, muy en la línea de la película La Vaquilla. Ahora tengo la ocasión de contrastar esa realidad de primera línea y cercanías, en otro frente, concretamente en el espolón de Vaciamadrid y en el macizo de Piul. La documentación que hemos recabado en el Archivo General Militar de Ávila nos permite adentrarnos en lo que fue la vida cotidiana en el frente del Jarama. Una de las fuentes interesantes nos la brinda el servicio de información franquista. Así pues, contamos con las declaraciones de aquellos que se pasaron de las filas republicanas a las posiciones sublevadas de Coberteras y La Marañosa entre 1937 y 1938. Un goteo constante. Cada ficha recoge el interrogatorio realizado al desertor y contempla varios campos para indagar sobre todos los aspectos posibles referidos a la línea defensiva leal. Por norma general, los que se pasan llevan armamento compuesto por fusil ruso, granadas de mano de Castillo, Hoffmann y piña. Así mismo citan la presencia, siempre, de ametralladoras Maxim en los nidos. Francisco Arco Ramos, de Santa Cruz del Comercio (Granada), evadido el 27 de enero de 1938, describe así las fortificaciones del Macizo de Piul:

Las posiciones ocupadas por su Bon. son de las corrientes estando los nidos de ametralladoras construidos con sacos y traviesas, siendo idéntica la construcción de la segunda y tercera línea, estando construyendo en esta última trabajos de fortificación, con nidos de ametralladoras de cemento.
Detalle de la traviesa derecha. La base de la plataforma es de ladrillo; sobre ella se dispone la placa de cemento.

A lo largo de 1938 se constata un boom constructivo en la defensa republicana. Esta actividad generó una arquitectura como la de El Campillo que estamos excavando, como veremos más adelante en ulteriores posts.

Carla retira una lata encontrada a la derecha de la tronera del nido.

Otro aspecto interesante de este tipo de testimonios es el referido a la alimentación en las trincheras. Los desertores republicanos señalan que tienen una paga diaria, en papel moneda, de 10 pesetas, que reciben casi siempre con retraso. Las tres comidas del día son más que justas. De desayuno, café de malta o una onza y media de chocolate; de comida, arroz o garbanzos y de cena, a las seis de la tarde, latas de carne rusa, un kilo para cada 10-12 hombres. 300 gramos diarios de pan. Algunos días le dan de postre una naranja. Evidentemente tenemos que leer entre líneas (nunca mejor dicho) y con cautela estos testimonios. Hombres que se evaden, que se encuentran bajo sospecha, que intentan agradar y minusvalorar el ejército que acaban de abandonar. Sin embargo, muchos de estos testimonios comparten afirmaciones semejantes. Si vamos a las declaraciones de evadidos a campo republicano, veremos también que las condiciones en el frente sublevado eran duras.

Arriba: escudilla para servir el rancho. Abajo: vaso de cinc, con el asa rota, en el que se servía café.

A la mala alimentación hay que unir las enfermedades y los problemas de la asistencia sanitaria. En estos testimonios se repite siempre que en las filas leales no tienen bolsas de curación individual, escasean los específicos y el material sanitario. En nuestro nido de ametralladora hemos encontrado una pieza poco corriente, un cuentagotas de vidrio, tuneado. Al consultar los partes de operaciones de la 18 División, de febrero a septiembre de 1938, detectamos otro goteo constante de bajas por enfermedad, por sarna, gripe y, sobre todo, paludismo.  En esta guerra tan premoderna y moderna a la vez, un mosquito tenía más poder destructivo que un cañón del 15 y medio. Lejos quedaban los tiempos aúlicos de la Casa de Peña Blanca, aquellos años en los que Felipe II se empeñaba en adecentar e higienizar las riberas del Jarama de la mano de su arquitecto Juan de Herrera. La lengüeta formada por los ríos Jarama y Manzanares era el paraíso de la malaria en los años 30, como si estos soldados estuviesen combatiendo en la frontera entre Etiopía y Sudán. Al fin y al cabo, ésta no dejaba de ser una guerra colonial.

Cuentagotas recogido sobre la plataforma de cemento del nido.


Fuentes documentales.
Archivo General Militar de Ávila. C. 1173, 5, 9. Declaraciones de evadidos.
Archivo General Militar de Ávila. C. 1086, 12. Partes de operaciones de la 18ª División. Febrero a septiembre de 1938.

domingo, 7 de enero de 2018

Ecos de Gernika





Excavación del fortín de Orduña (monte San Pedro, mayo de 2017)

Si bien la Arqueología es reconocida por su atención a las fuentes materiales como eje de construcción del conocimiento histórico, en esta disciplina también recurrimos a las fuentes escritas. El trabajo en archivos es una parte esencial de toda labor de investigación. Hemos recorrido los archivos militares de Madrid, Guadalajara, Ávila, Ferrol… Y todavía queda muchísimo por descubrir.
Hay ocasiones en las que las fuentes escritas forman parte del propio registro arqueológico. En este blog hemos hablado a menudo de los grafitis encontrados en diferentes estructuras de la Guerra Civil. En nuestro trabajo en el País Vasco, el caso que mejor hemos estudiado es el de los grabados republicanos de Ketura (Zigoitia, Araba/Álava). Nos enfundamos nuestros trajes de epigrafistas y nos empleamos a fondo en el estudio de los grafitis utilizando metodologías punteras: fotogrametría digital en 3D, uso combinado de iluminación artificial, etc. Aunque hay veces en las que el yacimiento arqueológico nos sorprende con otro tipo de fuentes escritas.



Mogote de papel impreso hallado en el monte San Pedro.

Uno de los hallazgos más sorprendentes en el monte San Pedro en la campaña de este año 2017 ha sido un conjunto de trozos de papel impreso, descubierto al pie del último escalón de entrada a un fortín republicano situado en el término municipal de Orduña (Bizkaia). El registro arqueológico exhumado sobre el suelo de esta estructura evidencia claros signos de combate: decenas de casquillos, muchos proyectiles enteros, junto a fragmentos de madera procedentes de una caja destrozada… Encima del derrumbe encontramos lo que parecía ser el “arma del delito”: la cola de una granada de mortero Valero de 81mm. Este contexto de explosiones y destrucción parece remitirnos a la ofensiva franquista sobre San Pedro, el 26 de mayo de 1937. La “Batalla de San Pedro”

 

 Fragmentos de papel separados e individualizados en el laboratorio de restauración 
de FRÁXIL (Santiago de Compostela) (Fot. de Yolanda Porto).

Como decimos, al pie del escalón de entrada aparecieron varios fragmentos de papel. ¡Después de 80 años, a 700 metros de altitud y en el País Vasco! Todo un milagro en términos de conservación.
La restauradora Yolanda Porto ha hecho una gran labor con este “tesoro” tan frágil. Además de limpiar los trozos de papel, separarlos e intentar poner un poco de orden, ha conseguido identificar algunas palabras y una minúscula parte que ha sido crucial en la identificación del escrito. Y es que, detrás de una “K”, ha podido leer “TA”, con la conocida como “tipografía vasca”, de tal forma que nos remite al lema “Jaungoikua ta Lagi-Zarra” (“Dios y Fueros”) de la cabecera del diario Euzkadi, publicado entre 1913 y 1937.



Identificación de la cabecera del diario Euzkadi.


Cabecera del diario Euzkadi.

Este periódico era un órgano de prensa oficial del Partido Nacionalista Vasco. Cuando las tropas de Franco entraron en Bilbao, en junio de 1937, clausuraron la edición y aprovecharon la imprenta para la publicación Hierro, órgano de comunicación del Movimiento Nacional en Bizkaia durante décadas.
Por otra parte, nuestra restauradora ha conseguido identificar algunas palabras sueltas: “Gobierno”, “decreto”, “ETXEGARAI”, “acción de gracias”, “catástrofe”, “villa de Gernika”… Estas últimas son un inconfundible eco del bombardeo de Gernika, uno de los hechos más trágicos y universalmente conocidos de la historia reciente vasca. El bombardeo tuvo lugar el 26 de abril de 1937 y la pérdida republicana del monte San Pedro, como ya hemos dicho, el 26 de mayo de 1937. Por lo tanto, de cara a identificar el ejemplar exacto hallado en el fortín, hemos tenido que buscar día a día en las hemerotecas, dentro de ese mes.

 Gernika, tras ser bombardeada el 26 de abril de 1937.

Algunos nombres propios, escasamente legibles en los trozos de papel, “Legarreta” e “Ibarra”, han sido claves en la investigación. Y finalmente, tras buscar en los fondos de hemeroteca, los nombres concuerdan, así como el resto de palabras rescatadas. El ejemplar que encontramos en el monte San Pedro se corresponde con el diario Euzkadi del 5 de mayo de 1937. Uno de los últimos días en los que estuvo el batallón nacionalista Araba destacado en San Pedro. Poco después, el 11 de mayo, este contingente, junto a sus dos compañeros de la V Brigada del Ejército Vasco, los batallones Leandro Carro y Bakunin, fue enviado al frente de Mungia, en las inmediaciones del Cinturón de Hierro de Bilbao.

 Batallón Araba, en el monte San Pedro, entre enero y mayo de 1937.

El ejemplar del 5 de mayo de 1937 abre su edición con encendidos discursos de protesta sobre el bombardeo de Gernika. Bonifacio Etxegarai, miembro de Eusko Ikaskuntza (Sociedad de Estudios Vascos), reclama al mundo una reacción enérgica frente a la destrucción de la población civil y de su patrimonio histórico. También interviene José de Labauria, alcalde de Gernika, quien menciona la terrible realidad de las familias refugiadas. Estas intervenciones y unas cuantas más, no sólo se publican en el diario, sino que se lanzan también a través de las ondas de Radio Bilbao. El PNV clama por Gernika como el repositorio histórico de “la democracia más antigua de Europa”, por las “libertades vascas” y por la “piedad cristiana” de la audiencia internacional. Sin embargo, como sabemos, no hubo reacción alguna por parte de la comunidad internacional y la “No Intervención” siguió su curso.
En este ejemplar se habla también de las labores de evacuación de niñas y niños en el puerto de Bilbao. Todos los estibadores sindicados en la UGT y en el nacionalista STV (Solidaridad de Trabajadores Vascos) son llamados a colaborar en la labor de carga de buques para su salida hacia Inglaterra, Francia y Bélgica. En otro artículo de este día se habla también del fascismo español y de su intolerancia hacia la lengua y la cultura “vascas y catalanas”.
El drama humanitario de las personas refugiadas por la guerra y la intolerancia fascista hacia la pluralidad cultural de España son temas que parecen no haber caducado hoy, 80 años después.

Portada y contraportada del diario Euzkadi del 5 de mayo de 1937 
(en amarillo: palabras sueltas identificadas en la restauración).

Este hallazgo arqueológico nos acerca a la realidad de las trincheras del monte San Pedro con un altísimo grado de definición y cercanía. Casi podemos ponernos en la piel de los combatientes del Ejército Vasco en esta posición, informándose acerca de los horrores del bombardeo más tristemente célebre de nuestra historia. El horror de una ofensiva, la encabezada por Mola, que asolaba Bizkaia, pueblo a pueblo. Mientras tanto, para las fuerzas destacadas en San Pedro a primeros de mayo de 1937, todavía reinaba la calma

 Listado de niños y niñas heridos (Euzkadi, 5 de mayo de 1937).

Para acabar, hay que decir que los nombres propios de “Legarreta” e “Ibarra” que nos han ayudado a identificar el día exacto de publicación de este ejemplar hallado en San Pedro, se corresponden con una lista de niñas y niños heridos en un bombardeo en el barrio vizcaíno de Larrauri. En pocos días, el batallón Araba conocerá esa realidad de destrucción con sus propios ojos, precisamente cerca de ese barrio, en el frente de Mungia. Todo ello, en vísperas de la ofensiva franquista sobre San Pedro, cuya ruina conocemos ahora, arqueológicamente, 80 años después.

Post by Josu Santamarina Otaola, Yolanda Porto Tenreiro y Xurxo M. Ayán Vila.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Más allá del fortín

Fotografía aérea de finales de la guerra en la que se aprecian las distintas estructuras que componían la posición franquista del Olivar de Veliso en Brunete.

En su estado actual, muchos de los búnkeres de la Guerra Civil parecen atalayas solitarias. Pero esta es una imagen engañosa. La mayor parte de ellos formaban parte de complejos sistemas que incluían además de los propios fortines, una variedad de espacios logísticos, de comunicación y de vida (almacenes, cocinas, abrigos de tropa, polvorines, viviendas catenarias, refugios antibombardeo, caminos cubiertos, centros de transmisiones, etc.). 

Así sucede también con los fortines que estudiamos en Brunete. En el caso de la estructura del Olivar de Veliso se han conservado toda una serie de elementos en los alrededores de los nidos de ametralladora gracias a que el terreno no se ha cultivado ni construido. Durante los últimos días hemos realizado sondeos en algunos de estos elementos para tratar de comprender mejor el complejo militar del que formaba parte el fortín.

Los resultados han sido muy interesantes. Aunque en superficie no se ve mucho actualmente, durante la Guerra Civil el terreno situado al sur del fortín se encontraba lleno de estructuras negativas (es decir, excavadas en la tierra), que se comunicaban con los búnkeres mediante una trinchera. Lo sabemos porque en las fotografías aéreas tomadas hacia el final del conflicto se aprecian la zanja de comunicación y las remociones de tierra que parecen refugios. El motivo para la elección del lugar es evidente: se trata de una hondonada ubicada a espaldas de los fortines, junto al cauce de un arroyo estacional, y por lo tanto un espacio bien protegido naturalmente.

Nuestros sondeos han puesto al descubierto dos estructuras.

La primera de ellas es un refugio de tropa que excavamos en su totalidad. Se trata de una típica estructura rectangular excavada en el sustrato con unas escaleras de acceso talladas también en el estrato natural.Pero en realidad no es una estructura tan típica. Da la impresión de que en un momento dado el refugio cambio de uso. Para su nueva función excavaron parcialmente una de las paredes con el objetivo de crear una especie de repisa. Sobre esta repisa encontramos una mancha de quemado y muchos clavos. 

La posible cocina. 


Nuestra hipótesis es que el espacio se transformó en cocina y la zona quemada era el hogar sobre el que se preparaba el rancho. Desgraciadamente la estructura estaba muy limpia y prácticamente no aparecieron restos de la guerra. Pero la interpretación como cocina es más que probable. De hecho, por la documentación sabemos que había una en el Olivar de Veliso, en cuyo entorno estuvo ubicado, además, el centro de mando de la posición antes de que se trasladara a la zona fortificada del alto.

En nuestro segundo sondeo dimos con una bifurcación de trincheras. Se trata seguramente de dos zanjas de circulación que permitían evacuar las posiciones (o acceder a ellas) por la zona del arroyo. En este caso sí dimos con bastante material: un zapato, una placa de cinturón militar, varios botones y munición de Máuser, que confirman la idea de que nos encontramos en la zona de vida de esta posición. Sin embargo, casi nada apareció sobre el propio suelo de la trinchera. La mayor parte de los objetos nos los encontramos en el potente relleno que colmataba las zanjas.


Bifurcación de trincheras.

Colmatación natural de la trinchera. 

Las trincheras y abrigos del Olivar de Veliso nos recuerdan el ingente esfuerzo constructivo y logístico que implicaba la línea de frente durante la Guerra Civil. Lo que hoy es un paraje más o menos rural o suburbano, hace ochenta años era un paisaje totalmente militarizado en el que pululaban hombres, máquinas y armas. En conclusión, los fortines son interesantes, pero lo son mucho más cuando ampliamos el zoom y entendemos el contexto del que forman parte.