viernes, 27 de julio de 2018

La casa en llamas


(c) Javier Marquerie.

Hoy nos ha visitado Concepción. Tiene 88 años y una memoria privilegiada. Nos dice que ha seguido con mucho interés nuestras excavaciones, porque le apasiona todo lo que tiene que ver con la guerra. Cuando se enteró por la prensa de que íbamos a tapar el yacimiento, le pidió a su hijo que la trajera para verlo. Y aquí se presentaron hoy. Observa la trinchera y se compadece de los soldados. Qué frío tuvieron que pasar, dice. Está emocionada con nuestro trabajo. Y nosotros con ella, con su entusiasmo y con lo que nos cuenta.

En 1936 vivía en la calle Martín de los Heros 21, en Argüelles. Fue uno de los barrios más castigados por los bombardeos sublevados. Su casa fue destruida por las bombas. Se acuerda de verla en llamas, de cómo la evacuaron unos milicianos, de su padre intentando entrar en el edificio ardiendo, y ella, sus hermanos y su madre observando la escena aterrorizados. Lo perdieron todo. Los llevaron a un hospital en la Plaza de España y después los evacuaron a Valencia. Su padre era un funcionario en el Ministerio de Agricultura. Al acabar la guerra lo depuraron. En la guerra se quedó sin casa, en la posguerra sin trabajo. 

Por la tarde fui a Martín de los Heros 21. Y ahí estaba. El espectro del bombardeo. Entre edificios de finales del XIX una construcción horrorosa de los años 60. Un hueco en la memoria de Argüelles. El negativo de un edificio en llamas.  



Concepción habla con una fuerza increíble. Cuando nos cuenta el bombardeo está allí otra vez, en 1936, y nos arrastra con ella al pasado. Es maravilloso verla indignada. Blanca, una de las estudiantes que excava con nosotros, llora. 

Esta mañana me reenviaron un comentario negativo que alguien escribió sobre nuestro proyecto. Uno de tantos, tampoco es que importe mucho. Acababa diciendo "A la arqueología se viene llorado de casa". Es una versión de una famosa frase de Esperanza Aguirre. Toda una visión del mundo: llorar es malo. Es de niñas o de maricas. De cobardes, de débiles o de perdedores.

En nuestro proyecto se llora en el campo. Se llora con la gente, con quienes nos visitan, con los que nos cuentan historias, con los que se entusiasman y con los que se indignan. Lloramos porque llorar es bueno y no nos da vergüenza hacerlo. Porque nos emocionamos. Porque precisamente eso es la arqueología del pasado contemporáneo. 

Y si no, estaríamos excavando Atapuerca.

5 comentarios:

Concha Alarcón dijo...

Gracias por llorar con los recuerdos amargos de nuestra historia, un abrazo a todos los arqueólogos que han trabajado en esa trinchera y en ese proyecto!

Garrot dijo...

Suscribo el comentario de Concha. Gracias compañeros por seguir luchando para que todos podamos recuperar la memoria que nos quisieron arrebatar.

Unknown dijo...

Con el olvido, una forma de ignorancia, nunca sabremos ni lo que hemos sido ni lo que hemos perdido. Hay que intentar llegar al fondo, abajo, abajo, ....

Amaya dijo...

Desde batallonrosaluxemburgo.wordpress.com os queremos felicitar por acercar la arqueología a la gente, transmitiendo vuestro entusiasmo, vuestra implicación en todo el inmenso trabajo que conlleva; agradeceros vuestro interés por hacernos sentir cerca de vuestro trabajo, como si estuviéramos allí, haciéndonos llegar vuestra emoción en cada hallazgo y con ello trasladarnos a aquella época, por transmitirnos que detrás de un hallazgo arqueológico siempre hay una historia, personas, gente que vivió rodeada de esos objetos, utilizándolos, siendo parte de su vida cotidiana, objetos que forman parte de un contexto histórico.

En resumen, gracias por contagiarnos de vuestra pasión por la Arqueología y la Historia.

AFRealEstate dijo...

Gracias!!