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miércoles, 7 de septiembre de 2016

Materialidades Represivas 003: Celda





Presentamos la tercera entrega de la serie Materialidades Represivas, y la última dedicada a la cárcel política de hombres de Libertad (Establecimiento Militar de Reclusión Nº 1). 
Recientemente se acaba de estrenar en Uruguay la producción hispano-uruguaya "Migas de pan", protagonizada por Cecilia Roth y Justina Bustos, e inspirada en hechos reales. En este largometraje se puede apreciar cómo fue la vida de las presas políticas uruguayas en el penal de Punta Rieles (Establecimiento Militar de Reclusión Nº 2), durante la última dictadura cívico-militar (1973-1985).
A partir de las diferentes entrevistas que hemos realizado tanto a ex presos como ex presas políticas, podría asegurarse que la experiencia de la cárcel política en Uruguay fue bien diferente en función del género. Y en esto tuvo bastante que ver la arquitectura represiva utilizada en cada caso. En el de las mujeres se reutilizó un antiguo seminario de la compañía de Jesús, lo que obligó a reconvertir los cuartos colectivos de los seminaristas en celdas, que por el tamaño tuvieron que ser colectivas, de hasta 12 presas. Esta convivencia permitió establecer fuertes lazos de solidaridad entre estos grupos de mujeres, tupamaras y comunistas, principalmente. Y también les permitió desarrollar, a pesar de las tremendas carestías que soportaban, todo tipo de trabajos manuales y actividades lúdicas (obras de teatro, canciones, lecturas compartidas, etc.). Toda una serie de dispositivos de resistencia ante las penalidades sufridas y la dureza del encierro y las vejaciones.
Sin embargo el caso de los hombres fue bien diferente. El penal de Libertad fue diseñado como tal, con celdas pensadas para dos reclusos. Tras 37 años en obras, y fue apresuradamente terminado en 1972. Una materialidad de la dictadura que se adelantó a la misma dictadura. Rápidamente se quedó pequeño, pero la dictadura no respondió con hacinamiento, sino que según fue creciendo el número de reclusos se le fueron añadiendo pabellones con habitaciones colectivas, donde se dieron formas de organización entre los reclusos similares a las de las mujeres de Punta Rieles.
Pero la mayor parte de la población presa se repartía entre los cinco pisos del edificio principal. La mayoría de las celdas eran para dos reclusos, algunas en los pisos 4 y 5 eran para cuatro (en el espacio resultante de unir dos celdas), pero las de la mitad del piso 2 tenían un régimen especial. Allí los presos políticos estaban aislados. Este sector estaba destinado a aquellos considerados cabecillas de las organizaciones guerrilleras o políticas enemigas de la dictadura. Tupamaros y comunistas, principalmente. Estos presos "peligrosos" tuvieron que enfrentarse, además, a la soledad de la celda. Los mandos militares consideraron necesario, a finales de la dictadura, que los reclusos conocieran las características de la cárcel, circulando un texto, como si la mera descripción burocratizada de la arquitectura tuviera la fuerza para reforzarla en sus funciones represivas:   

"Ubicación:
El Establecimiento se encuentra a 53 kilómetros de Montevideo, ocupando una superficie de 120 has.- Dentro de esa área se destaca una "zona de seguridad" donde se encuentra alojada la población reclusa, con capacidad para albergar a aproximadamente 1335 individuos.-"
"Alojamiento:
En un edificio central con capacidad para alojar 935 reclusos en celdas para 2 personas con un buen sistema de iluminación y ventilación.-
En barracas se pueden alojar 400 reclusos (80 en cada una, en 2 sectores independientes de 40 reclusos cada uno).
En barracas tienen un sistema de vida mas en "comunidad" ya que conforman un grupo de 40 hombres sin compartimentación entre ellos .-
Los reclusos de mayor peligrosidad (asesinos - ideólogos - dirigentes a nivel de ejecutivo central - jefes de columna - reclusos fuertemente concientizados hacia la violencia) son alojados en el piso 2 del Celdario."

Algunos, como Jorge Tiscornia, sufrieron esa soledad de los de "mayor peligrosidad", durante 13 años de encierro. 23 horas dentro de la celda, que en muchos casos se convertía en el día completo, ya que cualquier cosa podía constituir una falta y perder el derecho a la hora de patio. Las faltas graves se solventaban en la Isla, el sector de celdas de castigo, de tamaño muy reducido, sin luz natural, y en el que se estaba por unidades de tiempo medidas en quincenas. Gracias a Jorge Tiscornia se dispone, además, de las únicas fotografías de las celdas en uso durante la dictadura, o, al menos, de las únicas conocidas. En concreto de algunas del quinto piso, realizadas con bastante riesgo las últimas semanas de estancia en el penal, cuando dispuso de un mínimo de libertad de movimientos: 








Al salir de la cárcel pudo sintetizar todos sus recuerdos en el libro Vivir en Libertad (2003, Ediciones de la Banda Oriental), donde su sensibilidad arquitectónica le permitió plasmar hasta el más mínimo detalle arquitectónico. Detalles, cuya leve manipulación podría llegar a ser el acto más grande rebeldía, sustentando la capacidad de resistencia del preso:
   
                                                               "Las celdas.

Las celdas tenían dos metros de ancho, tres con sesenta de largo y dos metros ochenta de alto. Tenían una ventana y una puerta en los extremos del eje mayor. Las paredes tenían estucado hasta el metro ochenta y por encima de este revoque grueso hasta el techo. Este estucado, en momentos de humedad y temperatura altas, hacía que la humedad se condensara y chorreara por las paredes. Los pisos eran de baldosa monolítica de veinte centímetros de lado. Del mismo tamaño era también la ventanilla que tenía cada una de las puertas. Abisagradas en la parte inferior, estas ventanillas abrían hacia afuera y se cerraban con un pestillo de bronce.
Durante un tiempo los presos fueron sustituyendo los pestillos que se "perdían" por unos cueritos que se adosaban a un costado de la ventanilla, que permitían abrirla desde adentro con un golpe. Era, de algún modo, una forma de pasar el comando de la ventanilla hacia adentro, pudiendo trancarla y abrirla a voluntad. Este sistema duró hasta mayo de 1982, cuando repusieron todos los pestillos, pero es un ejemplo claro del eterno "tira y afloje" de la cárcel: los presos tratando siempre de fisurar el sistema de control aunque fuera en detalles muy pequeños, los carceleros tratando de suturarlo.
Al abrirse la ventanilla se transformaba en una suerte de mesita extendida hacia afuera. Era, básicamente, el canal de contacto del preso con lo que sucedía en las planchadas.
Por ella recibía los alimentos y las cartas, las herramientas permitidas, los cubiertos y, por supuesto, las sanciones. Por ella sacaba las manualidades y los residuos, por ella entraba o sacaba baldes con agua, libros, medicamentos.
Cuando alguien abría la ventanilla desde afuera, lo primero que se veía desde adentro era un abdomen, que podía ser, básicamente, gris o verde. Esta variación de tono ya pautaba las posibilidades de diálogo, el estilo de comunicación posible y hasta el estado de ánimo del preso, su postura emocional y el sistema defensivo que debía, o no, utilizar.
Las ventanas que de las celdas eran diferentes en los distintos pisos. Como dice la circular, eran "un buen sistema de iluminación y ventilación".-
En el 1º y 2º había ventanas de 50 cm x 65cm, de proyección y deslizamiento, con un vidrio fijo de 25 por 50 centímetros en la parte superior. En los pisos de arriba ese vidrio fijo se transforma en otra ventana batiente, que facilitaba dosificar la entrada de aire.
La luz artificial se suministraba, en los pisos 1º y 2º, desde afuera de la celda por medio de un artefacto de aluminio, colocado unos 40 centímetros por encima de la puerta, separado del interior por medio de una reja cuadriculada y unos vidrios en persiana.
En los pisos de arriba la luz se encontraba adentro. Había un portalámparas sobre la puerta, con el interruptor afuera, lejos del alcance de los reclusos.
Los presos de los pisos superiores desarrollaron un sistema sencillo de hilos que permitía aflojar o apretar la bombilla, para poder apagar la luz desde adentro. No era un gran beneficio el que se obtenía en la práctica, pero se inscribía en la misma línea de los "cueritos" de las ventanillas, es decir, importaba más el contenido simbólico de transgredir el orden castrense, aunque fuera en cosas mínimas, que los beneficios reales. Eran, en el fondo, formas sencillas de sentirse vivo, de no doblegarse, de no dejarse abrumar por el sistema carcelario".

lunes, 11 de abril de 2016

Materialidades Represivas 002: Panóptico





Seguimos en el penal de Miguelete (Montevideo), cuya arquitectura represiva sirve para que Jorge Tiscornia nos cuente cómo funciona la vigilancia en las cárceles modernas y para intentar trasladarnos a la vida en la cárcel política de Libertad. Algunos teóricos sobre la arquitectura penitenciaria dicen que el panóptico benthamiano no existe, que es casi imposible desarrollarlo a nivel arquitectónico, y que lo que existe es un afán de panoptismo, de controlar visualmente el máximo posible desde un único lugar. Jorge corrobora este punto, ya que finalmente para saber lo que ocurre dentro de cada celda los guardianes tenían que ir puerta por puerta abriendo cada mirilla. Hoy los sistemas de videovigilancia llevan el panoptismo a su máxima expresión, sin necesidad de modificaciones arquitectónicas. Pensemos en campos de concentración actuales como Guantánamo. Pero volviendo a los momentos represivos previos al desarrollo de la videovigilancia, el afán de panoptismo es lo que llevó a desarrollar las cárceles radiales desde el s. XIX, como esta de Miguelete. En España las conocemos bien. Es el caso de la desaparecida cárcel modelo de Moncloa, o de la también recientemente desaparecida cárcel de Carabanchel.
Como decíamos pasear por la cárcel decimonónica de Miguelete nos sirve para imaginarnos la vida de los presos políticos de la última dictadura en Uruguay en la cárcel de Libertad, la principal cárcel política para hombres, que en la jerga militar era denominada Establecimiento Militar de Reclusión nº 1. Jorge sabe de lo que habla cuando compara arquitectónicamente Miguelete con Libertad, ya que pasó 13 años en esta última, en el temido segundo piso al que iban a parar los dirigentes de las organizaciones perseguidas, como la guerrilla del MLN-Tupamaros. Todos los presos políticos de Libertad, como las mujeres que estuvieron en el Establecimiento Militar de Reclusión nº 2, o cárcel política de mujeres de Punta Rieles, fueron juzgados por la justicia militar, en su condición de enemigos de la patria. 

Cárcel de Libertad en la actualidad. Obsérvese el cuerpo central desde donde se distribuye el acceso a las dos alas y desde donde se vigilaba todo el celdario (panopticon)  

El presidio de Libertad tiene este curioso y contradictorio nombre debido a que está situado cerca de la Ruta 1, en las proximidades de la ciudad homónima, en el Departamento de San José, a 53 km de Montevideo. "Estar en Libertad" durante la última dictadura cívico militar en Uruguay significaba, paradójicamente, ser un preso político. Libertad se construyó sobre la base de una cárcel de alta seguridad inconclusa, que había comenzado a edificarse en la década de 1930, durante otra dictadura, la de Gabriel Terra, causante de que muchos uruguayos de izquierda fueran a luchar contra Franco a España. Fue inaugurada poco antes del comienzo de la última dictadura cívico-militar, el 1 de octubre de 1972. En esta fecha recibió a los primeros presos trasladados de la cárcel de Punta Carretas, todos del MLN-Tupamaros. Metidos a patadas y culatazos en medio de la noche según iban bajando de los camiones militares, pudieron leer la frase "Aquí se viene a cumplir", escrita en una de sus paredes. Se estima que hasta el 9 de marzo de 1985 pasaron por el lugar 2.873 detenidos, de muy diferentes organizaciones políticas, llegando a convivir en simultáneo 1.400 reclusos. 9 dirigentes tupamaros fueron secuestrados en 1973 cuando estaban cumpliendo condena en esta cárcel y la dictadura los mantuvo como "rehenes" en cuarteles militares hasta 1985, con tratos extremadamente vejatorios y violentos. El ex-presidente Pepe Mujica o el actual ministro de Defensa son algunos de estos secuestrados en la propia cárcel.  
Gracias a Jorge Tiscornia y a sus investigaciones y novelas (Vivir en Libertad, Nunca en domingo) sobre la cárcel en la que pasó en condiciones extremas tantos años, conocemos hoy sus principales características arquitectónicas y materiales, antes de las reformas acometidas en los últimos años. Además Jorge llevó de forma clandestina un almanaque que escondió en los zueco de madera que él mismo construyó, en donde tenemos registrados los hechos ocurridos en la cárcel política los 4.646 días en los que estuvo allí. Asimismo también se jugó el pellejo cuando al final de su condena pudo subir al piso quinto, y pedir prestada una cámara de fotos a un compañero del taller de fotografía y obtener así las únicas imágenes del interior de la cárcel con la que contamos hoy en día, sacando los negativos en un doble fondo el día de su liberación. 
El conjunto de edificaciones de Libertad se encuentra en el centro de un predio de unas 120 hectáreas. En un espacio mucho menor existía un doble cerco de alambradas, separadas entre sí por una distancia de unos 2 metros, bordeadas por un camino y coronadas por trece torretas. Había otras dos torretas con ametralladoras controlando cada lateral del edificio. 

Fotografía clandestina tomada por Jorge Tiscornia  en 1985 desde el quinto piso: torreta con ametralladora y alambrada.

El perímetro de la cerca contiene el celdario, las cinco barracas anexas también destinadas al "alojamiento", una barraca comedor y una séptima en la que estaban los talleres de herrería y carpintería. Al sur del celdario está la temida Sala de Disciplina (la "Isla" para los presos, de dimensiones muy reducidas) y, en el otro extremo, a la entrada del penal, el Locutorio, donde se realizaban las visitas y funcionaban las oficinas de las autoridades.
El edificio principal o caldario es en sí muy similar al de la cárcel de Miguelete, solo que en lugar de tener cuatro radios tiene sólo dos, enfrentados, y también organizados a partir de un patio central o panóptico, en este caso cubierto por una claraboya. 

Fotografía clandestina tomada por Jorge Tiscornia en 1985. Claraboya que cubría el techo de las dos alas principales.
Fotografía clandestina tomada por Jorge Tiscornia en 1985. Imagen general del celdario desde la planchada del primer piso.

Es en ese eje o espacio central controlador en donde se ubicaba "la jaula", el espacio organizador del acceso, con las escaleras y ascensores. Todo el conjunto del celdario tiene aproximadamente 130 metros de largo por unos 14 de ancho. Cuenta con cinco pisos de alto, con 100 celdas por piso, y está apoyado en 96 columnas, como un enorme "ciempiés", para evitar las fugas mediante túneles, que puede entenderse como un avance arquitectónico en clave represiva, después de sonadas fugas como la de los anarquistas en los años 30 de la cárcel de Punta Carretas, o la de más de 100 tupamaros a comienzo de los 70 de ese mismo lugar. Tan abultada fue esta fuga con túneles que ya en la época se la denominó "El Abuso".

Hoy en día Libertad, la principal cárcel política para hombres de la dictadura, sigue estando en uso.     

lunes, 14 de marzo de 2016

Materialidades Represivas 001: Leyenda



La cárcel de Miguelete se encuentra en la C/ Miguelete 1825. Inaugurada en 1888 fue una de las principales prisiones de Montevideo, situada en la Ciudad Nueva, la ampliación republicana de la ciudad colonial o Ciudad Vieja. Al comienzo fue una cárcel mixta, pero con una clara discriminación de género en clave arquitectónica, ya que a las mujeres se les reservaba "el gallinero", las zonas más bajas y por lo tanto más sucias. Posteriormente sólo fue para hombres y en la fase final se mantuvo un pabellón para adolescentes.

El edificio se desarrolla sobre un predio de planta pentagonal ya que sigue el modelo decimonónico de cárcel radial. Cuenta con una nave principal de entrada, de fachada neoclásica con frontón y cuatro columnas, enmarcada por otras dos naves gemelas dispuestas en paralelo. Desde este cuerpo de entrada se accede al gran eje distribuidor y organizador del espacio, cubierto por una semicúpula. De ahí parten los cuatro brazos que componían el celdario, con 3 plantas y 84 celdas cada uno. Entre los brazos del celdario se encuentran tres patios de forma romboidal. Dos de estos patios fueron modifificados en los años 30 con la construcción de talleres para los presos. Todo ello está enmarcado por un muro perimetral de gran altura.

En estos muros de los patios se realizaban los fusilamientos de los presos condenados a muerte, bajo la frase de Platón: "El más desgraciado entre todos los hombres es el que no sabe sobrellevar las desgracias". Estos fusilamientos eran públicos y tenían gran demanda de visitantes. Actualmente son visibles en el muro los impactos de bala, así como los restos de las letras en mayúscula que formaban aquel cartel. Jorge Tiscornia, el preso político que más tiempo pasó en una cárcel uruguaya comenzó a rastrear a partir de una fotografía la posible ubicación de esa leyenda que enmarcaba el ajusticiamiento público de los reos. Tapado por los muros de uno de esos talleres construidos en los años 30 aparecieron los negativos de las letras. En una primera fase se ha demolido la pared trasera de uno de esos talleres para hacer visibles los restos de la leyenda en el muro perimetral de la cárcel. Existe un proyecto de investigación para recuperar la frase y documentar arqueológicamente el lugar.   

En la década de 1960 fue lugar de reclusión de militantes políticos, como por ejemplo del MLN-Tupamaros que, en su mayoría, fueron trasladados en 1969 por motivos de seguridad al Penal de Punta Carretas. En 1970 todavía había nueve presos políticos procesados por “delitos leves”. Mantuvo sus función como cárcel para presos "comunes" hasta 1990.


Actualmente, el brazo que parte de la C/ Arenal Grande ha sido reutilizado y reformado como Espacio de Arte Contemporáneo (EAC).

"Materialidades Represivas" Centros Clandestinos de Detención y Cárceles Políticas en Montevideo (Uruguay)

Materialidades Represivas es una serie de piezas de vídeo de corta duración realizadas por Ángel Galán y Carlos Marín durante los años 2014 y 2015 para dar a conocer una muestra significativa de los predios y edificios montevideanos en donde tuvieron lugar los principales actos de represión durante la última dictadura cívico-militar del Uruguay (1973-1985). Ésta se caracterizó por el secuestro generalizado de los integrantes del movimiento obrero y estudiantil, de los militantes políticos, más allá de la represión contra la principal guerrilla del país -el  Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros (MLN-T)- que, de hecho, ya estaba prácticamente desintegrada cuando comenzó la dictadura. Aquellos militantes universitarios, sindicalistas y políticos que en su mayoría llevaron adelante formas de lucha pacíficas para cambiar un país sumido en la desigualdad y la injusticia y que, sin embargo, para los militares y políticos que conformaron el ilegítimo gobierno de la dictadura, representaban la amenaza del virus marxista que iba a acabar con el occidental y capitalista modo de vida uruguayo.

Como decimos, y en claro contraste con las dictaduras hermanas del Plan Cóndor de Argentina y Chile, el caso uruguayo no se caracterizó por la desaparición de personas. En Uruguay no hay más de 192 detenidos desaparecidos según la última actualización (2015) del informe encargado por la Presidencia del Gobierno al equipo de historiadores coordinado por Álvaro Rico. De los cuales han sido recuperados los restos de 4 en los 10 años que lleva trabajando el Grupo de Investigación en Antropología Forense (GIAF), también creado por mandato presidencial. Sin embargo en lo que destacó Uruguay fue en la ratio de personas obligadas a exiliarse (unas 300.000, es decir, el 20% de la población activa) y de personas detenidas (unas 60.000), de una población total de menos de tres millones. Así, entre 1973 y 1977, los años duros de la represión, más de una de cada 30 personas adultas fue detenida, interrogada y encarcelada. Uruguay llegó a tener la ratio de preso políticos más alta del mundo, con un total de unas 6.000 personas según las últimas investigaciones.

La mayor parte de estas miles de víctimas directas de la dictadura fueron secuestrados, antes que detenidos, por fuerzas policiales y militares, y fueron a dar a un amplio y variado abanico de espacios represivos. En las primeras fases de los "itinerarios del horror", que se corresponde grosso modo con los centros clandestinos de detención (CCD), se usaron de forma indiscriminada las torturas y las violaciones, siguiendo patrones compartidos con Brasil, Argentina y Chile, y entrenados previamente en la guerra de Argelia por el ejército francés: picana eléctrica, ahogamientos secos y en agua, colgamientos, obligación a permanecer de pie hasta que el cuerpo no aguante -plantones-, violaciones a mujeres y hombres, etc. Esta primera etapa represiva en estos particulares campos de concentración sudamericanos, mantenidos en secreto por el Estado, también se caracterizó por la deshumanización de los secuestrados, impidiendo la comunicación ente ellos, clasificándolos con números y colores, y, sobre todo, manteniendo sus cabezas continuamente encapuchadas. En una segunda fase los secuestrados pasaban a los centros de detención (CD), en donde las condiciones en muchos casos eran similares.

Estos CD ya habían sido usados masivamente por el gobierno desde 1968, en los años previos a la dictadura, pero en los que debido a la implantación de las "medidas prontas de seguridad" los cuarteles militares y otros edificios reutilizados para tal fin se llenaron de estudiantes y trabajadores. También en esos momentos de represión generalizada pre-dictadura las cárceles comunes se llenaron de presos políticos. Este "mayo del 68", como el de México, es mucho menos conocido que el francés, pero también mucho más salvaje. A los trabajadores que hacían huelga se les aplicaba la justicia militar, y así faltar al trabajo era prácticamente entendido como traición a la patria. En la calle la policía mataba a tiros a los estudiantes que se manifestaban por, por ejemplo, pedir la bajada del precio del boleto del autobús. Es difícil diferenciar cuando termina la democracia y empieza la dictadura.

Restos del Cilindro Municipal, estadio usado como centro de detención masiva desde 1968. Fue derribado en el año 2015 por problemas estructurales tras un incendio. Fotografía Fuyumi Labra, de la exposición  "Memorias fracturadas. Cartografía visual de la represión y la memoria en Montevideo". 

Volviendo de nuevo a la dictadura. En estos tiempos ser trasladado de un CCD a un CD suponía el tránsito hacia el "blanqueamiento" de los secuestrados, que así pasaban a la condición de detenidos, dando a conocer su ubicación a las familias. A veces los CCD y los CD eran galpones distintos de un mismo acuartelamiento. Pasar al CD suponía, en muchos casos, no ser torturado todos los días, poder hablar con los compañeros e, incluso, quitarse la capucha. Estos "enemigos internos" de la patria serían posteriormente juzgados por la justicia militar. A la espera de los juicios pasaron a las cárceles políticas, que en la jerga militar fueron denominadas Establecimientos Militares de Reclusión (EMR). Hubo tres de estos en el país, con una de mujeres y otras de hombres en Montevideo. Como en una especie de macabro juego de la oca siempre era posible ir hacia atrás en las etapas represivas, es decir, volver a las torturas. Es el caso de la cúpula del MLN-T, secuestrados cuando ya estaban cumpliendo condena en la cárcel política. Algunos de aquellos jóvenes militantes nos cuentan como en el CD al que fueron trasladados había un teléfono. Todos lo temían. Una llamada podía indicar que alguno de los secuestrados debía volver al CCD a nuevas sesiones de tortura. 

Cárcel de Libertad, estrenada prácticamente como cárcel política para hombres. Hoy sigue funcionando como cárcel.       
Mientras que el EMR 1, o cárcel política de hombres, fue instalado en una prisión recién construida en los años previos a la dictadura (cárcel de Libertad), con el EMR 2, o cárcel política de mujeres, ya observamos la reutilización de edificios, pues fue instalada en un antiguo seminario de jesuitas en el barrio de Punta Rieles. Tanto la localidad de Libertad como Punta Rieles se encuentran en las afueras de Montevideo, alejados de la ciudad. Las cárceles comunes, en las que también hubo presos políticos en los años oscuros previos a la dictadura, siguieron en uso tras el golpe de Estado. Algunas de estas cárceles habían sido construidas a finales del s. XIX y comienzos del XX, con algún ejemplo de planta radial (cárcel de Miguelete), y, en todo caso, con el afán de panoptismo típico de este tipo de construcciones, sean con planta en radios o en galerías en línea. Estas cárceles comunes, al contrario que las cárceles políticas alejadas de la ciudad, y que los CCD mantenidos en secreto, estuvieron dispuestas en el centro de la ciudad, y sirvieron como lugar aleccionador, al que se podía ir a pasear una mañana de domingo para ver como fusilaban a un reo en el patio. Eran momentos en los que el Estado no se avergonzaba de la forma en la que asesinaba a sus ciudadanos. Sin embargo los militares de la dictadura siguen negando a día de hoy que haya desaparecidos en Uruguay. Quizás alguna muerte por algún exceso puntual en algún "interrogatorio". 

Excavaciones arqueológicas del GIAF en el cuartel militar Servicio de Material y Armamento. Al fondo se observa el galpón que fue usado como el centro clandestino de detención conocido como "300 Carlos" o "Infierno Grande". Fotografía de Carlos Marín.   
  
La lógica de la reutilización que vimos con la cárcel política de mujeres es la característica entre los CCD y los CD. Por desgracia para los presos que lo siguen padeciendo esta lógica de la reutilización también la han heredado de la dictadura los gobiernos de la democracia. Especialmente los del Frente Amplio. Otra característica de los CCD y CD es su ubicuidad. No hay prácticamente un barrio que no cuente con un emplazamiento represivo. Sólo en Montevideo y alrededores encontramos varias decenas de lugares que se corresponden con estas categorías, muchos de ellos en el interior de cuarteles militares. En los grandes predios militares de la capital aparece esta diversidad funcional, con algunos galpones usados como CCD y otros como CD, como ya comentábamos más arriba. En algunos de estos predios, como el Batallón de Infantería nº 13 o el nº 14, además, se ha documentado arqueológicamente la presencia de cementerios clandestinos.  

Pero no sólo se usaron los acuartelamientos para instalar los CCD y CD, sino que toda una nómina de edificios que bien pertenecían al Estado (espacios para la compra-venta de ganado o estadios, por ejemplo) o bien fueron robados a la guerrilla del MLN-T, también fueron sede de tan ominosos crímenes. A día de hoy la lista de CCD, por ejemplo, aún no está cerrada, y seguramente vayan apareciendo nuevas sedes según avancen las investigaciones y las denuncias de las víctimas. Sin duda por duración y número de secuetsrados que pasaron por allí habría que destacar los CCD "300 Carlos" o "Infierno Grande" y la "Base Roberto", destinados fundamentalmente a la desarticulación del Partido Comunista del Uruguay.

Mapa con la distribución de los espacios represivos en Montevideo y sus alrededores, clasificados por tipologías. Se añaden también las marcas de memoria de la ciudad. Mapa realizado por Nicolás Gazzán y Carlos Marín, de la exposición  "Memorias fracturadas. Cartografía visual de la represión y la memoria en Montevideo" 

Nuestra intención con estas piezas de vídeo es hacer asequible una muestra representativa de toda esta vasta materialidad represiva de la dictadura uruguaya, inaccesible para la mayor parte de la sociedad. Como decíamos más arriba las investigaciones oficiales que desde que subió al gobierno la coalición de centro-izquierda Frente Amplio en el año 2005 se llevan a cabo por mandato presidencial sólo abarcan la cuestión del paradero e identificación de los detenidos desaparecidos. El resto de crímenes de lesa humanidad quedan fuera del cometido de los equipos de arqueólogos e historiadores, perdiéndose de este modo una oportunidad única para la documentación de unos lugares y unos edificios que, entre otras razones, tienen una clara condición de prueba judicial de aquellos crímenes. Sin descartar, por supuesto, el potencial de estos lugares para volver atar los lazos sociales que la dictadura cortó. 

O dicho de otro modo, reconvertirlos, mediante un trabajo colectivo entre víctimas, familiares, vecinos e investigadores, en lugares de memoria y en lugares de historia. Cuando el GIAF ha intervenido arqueológicamente en estos lugares (por ejemplo el gran predio formado por el Batallón de Infantería nº 13 - Servicio de Material y Armamento, en donde hubo varios CD y el CCD conocido como "300 Carlos" o "Infierno Grande"; o el caso de La Tablada Nacional, edificio que desde el s. XIX albergaba el lugar de compraventa de ganado y que se reutilizó para instalar el CCD conocido como "Base Roberto") lo ha hecho exclusivamente buscando restos de detenidos desaparecidos. En el Batallón 13 la vida normal del cuartel continúa, con soldados novatos vestidos de camuflaje haciendo cuerpo a tierra y practicando en el campo de tiro, o haciendo estatuillas de Artigas con aleaciones metálicas baratas, tipo trofeo de fútbol-sala, en el galpón que durante la dictadura fue uno de los campos de concentración más terribles. Sólo se excluye de la vida normal del cuartel la zona cautelada por el juez para que los arqueólogos desarrollen sus excavaciones, siempre bajo la atenta mirada de los militares, que les graban en vídeo continuamente.

El caso de La Tablada Nacional es similar. Este mercado de ganado tras ser usado como CCD en la dictadura en la democracia pasó a convertirse en reformatorio de menores y posteriormente en cárcel. Como si las tecnologías represivas del campo de concetración hubieran quedado rebotando en las paredes durante los años noventa y los dosmiles fueron frecuentes los motines por los tratos vejatorios, las condiciones infrahumanas y las torturas. El GIAF sólo pudo excavar en los alrededores por estar en uso el edificio, hasta que entre los años 2013 y 2015, aprovechando que este Monumento Nacional estaba en obras para su enésima reconversión en reformatorio de menores de alta seguridad, se pudo intervenir en su interior, y así poder descartar que pudiera haber enterramientos clandestinos en sus sótanos, todos cegados con escombros durante los años 80. 

Fachada principal de La Tablada Nacional, monumento histórico nacional que fue usado en la dictadura como el centro clandestino de detención "Base Roberto". Fotografía Fuyumi Labra. 
  
Por otro lado muchos de estos lugares tras la dictadura han continuado en la órbita militar, por lo que el acceso a los mismos es muy limitado, o bien han sido reconvertidos, como venimos denunciando, en espacios penitenciarios tanto para menores como para adultos, pese a que son edificios que no fueron construidos con ese fin. Aparte de La Tablada Nacional es significativo el caso de la prisión política de mujeres de Punta Rieles, pues fue el único caso en donde hubo una movilización masiva y continuada en el tiempo, tanto de las ex-presas como de vecinos del barrio, para que el Estado cediera el antiguo seminario de jesuitas y poder convertirlo en un lugar de memoria y de formación barrial. Tras las negativas del presidente Pepe Mujica ni siquiera para recibir al colectivo de ex-presas, pese a que algunas de sus portavoces habían compartido militancia guerrillera con el presidente, éste decidió reconvertir la antigua cárcel política nuevamente en cárcel en el año 2011.



Edificio principal del seminario de jesuitas de Punta Rieles, usado durante la dictadura como cárcel política de mujeres. Actualmente sigue siendo una cárcel. Fotografía Fuyumi Labra, de la exposición  "Memorias fracturadas. Cartografía visual de la represión y la memoria en Montevideo"

Otros CCD desaparecieron para construir viviendas, mientras que otros son a día de hoy casas privadas, pese a que la propiedad proceda de un robo de los militares. Respecto a las cárceles comunes, que también fueron cárceles políticas, la de Miguelete se mantiene por haberse utilizado uno de sus radios como Espacio de Arte Contemporáneo, mientras que la de Punta Carretas, famosa por las fugas de anarquistas en los años 30 y de tupamaros en los 70, fue destruido en su mayor parte y convertido en un gran centro comercial, lo que en palabras de Hugo Achugar ha significado un lugar de eliminación de la violencia política y su sustitución por la ordenada y legitimada violencia del mercado. 


Fachada principal de la antigua cárcel de Punta Carretas, de lo poco que se conservó tras su demolición y re conversión en centro comercial. Fotografía de Fuyumi Labra. 

Vemos, por lo tanto, que por un motivo u otro las materialidades represivas uruguayas son en su mayor parte inaccesibles o han sido destruidas. Además, que salvo contados casos -cárcel política de Punta Rieles- no ha habido reclamos de la sociedad uruguaya para la recuperación de estos edificios y su reconversión en lugares de memoria. Contrastan significativamente las prácticas y los reclamos de la sociedad civil organizada uruguaya, centrados en la búsqueda y localización de los detenidos desaparecidos, con los de Argentina y Chile, donde, aparte de la búsqueda e identificación de los restos de los detenidos desparecidos existe una amplia red de lugares de memoria en edificios represivos recuperados por los movimientos sociales. Gracias a estos reclamos y luchas que se originaron en tiempos de las dictaduras vemos también en estos otros ejemplos sudamericanos una legislación en materia de políticas de reparación, y en concreto sobre memoria histórica, que en el caso uruguayo es inexistente.

Vista aérea de la antigua cárcel de Miguelete. Actualmente se ha utilizado uno de sus cuatro celdarios para instalar el Espacio de Arte Contemporáneo. 


Si como dice el historiador José Rilla las huellas materiales de la dictadura en Uruguay se caracterizan por el borramiento, la sustitución o el olvido, Materialidades Represivas  pretende acercar mediante imágenes y sonidos unos espacios y unos muros en donde se origina y queda depositado, queramos o no, el pensamiento colectivo de la vida social que allí tuvo lugar, para que aquel pueda seguir teniendo todo su potencial en el presente y para ofrecer los mimbres con los que construir contramemorias. Con este fin se ha seleccionado la cárcel política de hombres (EMR 1) de Libertad, cuya vida cotidiana será rastreada gracias al ex-tupamaro Jorge Tiscornia, el preso político que más tiempo permaneció allí encerrado. Debido a que la cárcel de Libertad sigue estando en uso rastrearemos la vida en aquella mediante la cárcel de Miguelete, espacio que es en sí mismo objeto de investigación del propio Tiscornia, como veremos en el primero de los vídeos. Respecto a los CCD hemos escogido la "Base Roberto" (La Tablada Nacional), aprovechando los trabajos arqueológicos que tuvimos oportunidad de llevar a cabo durante el año 2015 con el GIAF. Aquí contaremos con los testimonios de dos de los secuestrados que pasaron por estas instalaciones, los comunistas Pedro Giudicce y Antonia Yáñez, que nos explicaran la "vida cotidiana" en un campo de concentración y los cambios que sufrió su tecnología represiva a lo largo de la dictadura. Terminaremos con un vídeo sobre el GIAF, en el que sus integrantes nos acercan a la forma en la que este grupo de investigación investiga el paradero de los restos de los detenidos desaparecidos de la dictadura.   

Carlos Marín y Ángel Galán                 

martes, 25 de noviembre de 2014

Pulso contra el olvido. Grupo de Investigación en Antropología Forense (GIAF), Uruguay (vídeo)

Os presentamos este vídeo (para verlo pincha este enlace) en el que se muestra cómo es un día de trabajo de este grupo de investigación de la Universidad de la República (Uruguay) y de la particular forma de arqueología que desarrolla, buscando desde el año 2005 los cuerpos de los detenidos desaparecidos de la última dictadura uruguaya. Este vídeo parte y ha sido posible gracias a la desinteresada labor de Ángel Galán, un documentalista malagueño bregado en multitud de proyectos vinculados con los derechos humanos, la memoria y las luchas políticas de los subalternos. Podéis ver parte de su obra en retales.net. Podríamos destacar los 6 años que estuvo en el área de comunicación de las Abejas de Acteal, organización pacifista, indígena y campesina del estado mexicano de Chiapas, cuya comunidad sufrió en 1997 la Masacre de Acteal a manos de fuerzas paramilitares del gobierno mexicano. Ha participado también en el proyecto Across The Sea donde trabajó como responsable del área de vídeo en la zona del estrecho de Gibraltar. Se trata de un proyecto multimedia que recoge las experiencias y las historias de vida de diferentes personas que migran a través del mar Mediterráneo. Ahora mismo está finalizando un documental sobre el genocidio armenio. En breve podréis ver otros minidocumentales en los que estamos trabajando, centrados en la materialidad de diferentes espacios represivos de la dictadura uruguaya: centros clandestinos de detención y cárceles políticas. Desde aquí de nuevo mi agradecimiento a Ángel Galán por su disposición, compromiso y capacidad de trabajo.


Para entender el trabajo del GIAF habría que hacer una breve mención al ambiente político y social en el que se gestó. En Uruguay hubo dos comisiones de la verdad, impulsadas desde la Cámara de Representantes tras la llegada de la democracia en 1985: una encaminada a esclarecer la muerte de dos parlamentarios durante la dictadura, y otra denominada Comisión Investigadora sobre Situación de Personas Desaparecidas y Hechos que la motivaron. Sin embargo no están a la altura de la CONADEP argentina ni de la Comisión de Reconciliación de Chile, ya que sólo trabajaron en el ámbito parlamentario, sin apoyo del ejecutivo, contaron exclusivamente con testimonios voluntarios, no publicaron los resultados, no tuvieron conclusiones definitivas y dejaron fuera las torturas y violaciones de los campos de concentración o la prisión política. Como consecuencia de los pactos del Club Naval de 1984, de finales de la dictadura y en donde se diseñó cómo sería la democracia uruguaya, se aprobó en 1986 la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, por la cual, y pese a que la mayoría del pueblo uruguayo estaba a favor de que se juzgara a los militares, se impidió la exigencia de cualquier responsabilidad penal a estos.

Sin embargo esta ley vigente, en su artículo 4, obliga al ejecutivo a investigar el paradero de menores y adultos desaparecidos durante la dictadura. Este artículo, invocado reiteradamente desde entonces, se hizo efectivo en el año 2005, al comienzo del mandato del presidente frenteamplista Tabaré Vázquez, con el encargo a la Universidad de la República de que se constituyera un equipo de investigación arqueológica, que se denominó Grupo de Investigación en Arqueología Forense (GIAF), y que poco después vio reforzadas sus investigaciones con otro equipo de investigación histórica sensu stricto. En los primeros años de vida del GIAF tuvo mucha importancia la tutela y aporte que realizó el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). El trabajo del GIAF ha sido prácticamente ininterrumpido desde entonces, con numerosas intervenciones arqueológicas sobre todo en predios militares que fueron utilizados tanto como centros de detención como centros clandestinos de detención, aunque entre los objetivos de su trabajo no está la reconstrucción espacial de los mismos sino la búsqueda de los cuerpos de los detenidos-desaparecidos. Los técnicos del GIAF trabajan como peritos dentro de causas judiciales, de las que no se puede hacer publicidad hasta que no se levanta el secreto por parte de los jueces. Las atribuciones del GIAF son variadas: investigación preliminar, búsqueda y contrastación de fuentes, peritajes forenses y excavación arqueológica. Estas últimas son las que aparecen reflejadas en el vídeo, con la fachada del Batallón 13, en donde se sigue trabajando en la actualidad,  y con las intervenciones en el interior del centro clandestino de detención de La Tablada Nacional. Desde hace unos años el trabajo de este equipo, así como el de historiadores y archivólogos, está coordinado y encargado por la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente, que depende de la Presidencia del Gobierno. 

martes, 8 de julio de 2014

Tercera campaña de excavación en el centro clandestino de detención La Tablada / Base Roberto

Acabamos de terminar la primera parte de la intervención arqueológica que hemos diseñado desde el GIAF para el centro clandestino de detención (CCD) La Tablada / Base Roberto. Los almanaques y periódicos que se encuentran en las diversas estancias de este edificio indican claramente que su último uso, como cárcel, fue en octubre del 2012. Ahora mismo están comenzando las obras que lo va a convertir de nuevo en un centro represivo, en este caso del Instituto del Niño y del Adolescente del Uruguay (INAU): un centro de alta seguridad para menores. Precisamente estas reinterpretaciones del edificio en clave represiva durante la democracia suponen los principales inconvenientes a la hora de poder interpretar la espacialidad, morfología y uso del edificio en 1977, cuando se instaló allí el CCD mencionado.

El edifico que observamos actualmente es obra de los arquitectos Eugenio P. Baroffio y Buenaventura Addiego, quienes en 1925 recibieron del estado la orden de reformar y ampliar el edificio previo, que data de 1868. De aquel se conserva la torre y fachada central. Siguiendo un estilo encuadrable en el eclecticismo historicista, de clara influencia neoclásica, se añadieron alas laterales a esta torre central de dos pisos así como todo un nuevo sector hacia el norte.

Fachada principal del edificio en donde se aprecia la diferencia entre el cuerpo original (1868), asociado a la fachada principal, y la ampliación de 1925. 

Todas estas ampliaciones guardan una clara simetría y se desarrollan sobre un eje principal sur-norte. En la planta baja del edificio original pasaron a albergarse las oficinas bancarias y de telégrafos. Las alas laterales fueron dotadas de galerías porticadas, y se destinaron a salón restaurante y cocinas -la occidental- y administración -la oriental-. Siguiendo el eje principal del edificio, llegamos a la gran sala de transacciones, epicentro del negocio ganadero, rodeada de pequeños despachos que fueron ocupados por los consignatarios, aquellos representantes de los ganaderos del interior que intentaban sacar el mejor precio de la venta del ganado ante los representantes de los frigoríficos, un trust en manos estadounidenses. El final de esta gran sala se corresponde con la fachada trasera del edificio, la septentrional, que nuevamente fue cerrada mediante una galería porticada. El piso superior era propiamente el hotel de La Tablada, en donde se alojaban los ganaderos y hacendados que se desplazaban desde el interior del país hasta Montevideo. Fuera del edificio, más allá de la valla que delimita el jardín que rodea el edificio, existe un gran conjunto de estructuras que tiene que ver directamente con el ganado: corrales, básculas, bañeras, etc. Todo este conjunto estuvo en uso hasta los años 50, cuando quedó abandonado.

Planta de la Tablada Nacional tras la remodelación de Baroffio y Addiego.

En plena dictadura, entre los años 1977 y 1983, se instaló el mencionado centro clandestino de detención, tal y como explicamos en otra entrada. Seguramente el hecho de que se encuentre en las afueras de Montevideo, pero en una zona escasamente poblada, que incluso hoy presenta grandes vacíos constructivos, y la versatilidad del edificio, cuya disposición arquitectónica fue fácilmente traducible en términos represivos, estuvieron detrás de la elección del lugar como CCD.

De este modo la parte principal del edificio fue reinterpretada como lugar de descanso y vida cotidiana de los militares, mientras que la parte trasera -la gran sala de transacciones y los escritorios de los consignatarios- fueron propiamente dicho el campo de concentración. En un primer momento los secuestrados permanecieron sentados en sillas, con las manos atadas y las capuchas puestas, en la sala de transacciones, dejando pasillos para la guardia, y los hombres separados de las mujeres. Por la noche las sillas plegables se recogían y cada uno dormía en ese mismo lugar tirado sobre el piso. Las salas laterales se destinaron para la recuperación de los torturados. Más adelante cambió el uso del espacio concentracionario, y los secuestrados pasaron a ocupar exclusivamente los escritorios de los consignatarios, perimetrales a la gran sala central. El piso superior tuvo un uso mixto, ya que funcionó tanto como salas de tortura especializadas como lugar de descanso para los militares de menor rango. También había oficinas donde, por ejemplo, los torturados eran obligados a firmar sus declaraciones. La mitad septentrional del edificio, o parte trasera, es la destinada a fines concentracionarios, mientras que la mitad meridional, la de la fachada principal, en donde están los principales salones, fue de uso exclusivamente militar. De hecho los secuestrados eran ingresados por la galería porticada trasera, en donde se les hacía un reconocimiento médico, y se les asignaba un número y un código de colores. Así la planta baja quedaba dividida claramente en dos sectores, funcionalmente bien delimitados.

Según podemos inferir de la evolución arquitectónica del edificio, así como de los testimonios de los informantes, en ese momento de uso como CCD la estructura del edificio prácticamente era la misma que cuando fue Tablada Nacional. Es decir, los militares, y en concreto el Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA) que operaba en la Base Roberto, reutilizaron el edificio sin apenas modificaciones. Es más, fue decorado con cuadros y muebles que habían sido robados de las casas de los secuestrados. Algunos de los detenidos recuerdan cierto aire señorial del edificio, como por ejemplo cortinones de terciopelo, que sin duda provenían del antiguo centro administrativo y hotel vinculado al negocio del ganado.

En 1985, con la vuelta de la democracia, fue traspasado del Ministerio de Defensa al de Transportes y Obras Públicas, quien comenzó a realizar unas obras de adaptación para convertirlo en un reformatorio para menores. En el año 1986 fue declarado Monumento Histórico Nacional. Esta declaración se hizo sobre la finca del padrón que ocupa la Tablada Nacional, pero no fue redactado ningún expediente de declaración, ni se realizó estudio histórico o planimétrico alguno. Fue inaugurado como reformatorio en 1988 y estuvo en uso durante los años 90. En torno al año 2002 se convirtió en cárcel. Duró hasta el año 2012, como indicábamos más arriba.

Todo apunta a que es durante fines de los años 80 y comienzos de los 90 con las remodelaciones para hacer el centro de menores, como durante todos los 90 cuando fue convertido en cárcel, cuando se hicieron las remodelaciones arquitectónicas más notables. A los grandes salones de la planta baja se les añadieron entrepisos de hormigón armado, destinados a las visitas de los familiares. Para ello se añadieron muros y escaleras de subida en el lugar donde originalmente estaban las rejas que marcaban la entrada a los dos grandes salones simétricos, que eran idénticas a las que aún se conservan en el pasillo central de acceso. La gran altura de estos salones queda así interrumpida en la mitad septentrional de los mismos por nuevos módulos de hormigón sustentados en pilares. Las cocinas también fueron radicalmente modificadas, cambiando por completo su distribución interna. El paso a la sala de transacciones también fue modificado, colocando una puerta en lugar de una reja corredera "como de cine" que cerraba un vano mayor, y que algunos de los presos políticos que pasaron por aquí recuerdan bien. Los escritorios de los consignatarios fueron convertido en celdas, cambiadas sus puertas y ventanas, y añadiendo nuevos vanos para la ventilación y el alumbrado. La galería posterior del edificio fue clausurada y sustituida por ventanas con barrotes. Las escaleras simétricas de mármol que conectan con el piso superior, aquellas que los presos políticos prácticamente ni pisaban cuando era llevados por los militares hacia la tortura, terminaban en una gran distribuidor que marcaba el paso hacia las habitaciones de hotel de las alas este y oeste. Ese distribuidor fue segmentado en nuevas habitaciones y las habitaciones del hotel convertidas también en celdas. 

En la parta superior una imagen tomada del periódico El País (1988) a propósito de la inauguración del centro para menores. Se aprecia la fachada trasera con la galería porticada y los arcos que comunican dicha galería con la sala de transacciones. Abajo el estado actual de la fachada trasera con la galería clausurada y sustituida por ventanas con barrotes. 

La primera campaña de excavación fue realizada en zonas exteriores al edificio, durante el año 2007, cuando todavía estaba en uso como cárcel. Se valoraron los testimonios tanto directos como indirectos, se realizó un estudio de la evolución del paisaje mediante el análisis y comparación de fotografías aéreas de los años 70 y 80, y se decidió intervenir en diferentes zonas: pozos, aljibes, bosquecillos de pinos, balanza de ganado y bañeras de ganado. No se pudieron documentar restos humanos en ninguno de los sectores intervenidos.

Sectores intervenidos arqueológicamente en la campaña de 2007.

La segunda campaña fue en el año 2013, ya con el edificio abandonado. Esta vez se decidió intervenir en el centro de la gran sala de transacciones, levantando un gran parcheado de cemento con la "forma del mapa de Uruguay", que tampoco dio ningún resultado en cuanto a restos humanos, pero sí en cuanto a la cimentación y obra del edificio de 1925, así como a la cimentación de la sala de transacciones previa, la de fines del s. XIX. Hoy sabemos que seguíamos una pista falsa y que ese parcheado fue realizado tras un motín en la cárcel en el que se quemaron muebles y las baldosas originales estallaron. En esta última campaña de excavación que está ahora mismo en proceso también estamos sondeando en la sala de transacciones, valorando el potencial de dos tapaderas que había en el suelo hasta los años 80 y que en los 90 fueron selladas. Asimismo queremos localizar las bodegas subterráneas que estaban instaladas bajo la cocina, y que también fueron colmatadas y selladas durante los años 80. Las importantes remodelaciones de este último sector están dificultando esta tarea. En breve esperamos poder contaros los resultados.

A la izquierda sala de transacciones en 1925 y a la derecha en la actualidad, con los dos sondeos practicados.





lunes, 23 de junio de 2014

¿Cómo se musealiza una fosa?

La semana pasada asistimos a una reunión en el ayuntamiento de Toledo (departamento de Canelones, Uruguay). El objeto de la misma era comenzar a armar un proyecto para musealizar unas fosas que excavó el Grupo de Investigación en Antropología Forense (GIAF) hace unos años. Se trata de un par de fosas individuales localizadas en el Batallón de Infantería Paracaidistas Nº 14, un predio militar de enormes dimensiones muy cercano a Montevideo. Este acuartelamiento, junto al Batallón 13, es uno de los espacios más repetidos como posible lugar de fosas clandestinas por los distintos tipos de fuentes. Sin embargo la información del Informe para la Paz del año 2003, que es lo más parecido a una comisión de la verdad que ha conocido Uruguay, apunta a que los cuerpos allí enterrados fueron desenterrados, cremados y arrojadas las cenizas al Río de la Plata. En similares términos se refiere el informe de las Fuerzas Armadas al Presidente de la República en 2005, aunque contradiciendo en varios puntos al Informe para la Paz.

El GIAF ha excavado allí durante bastante tiempo, en los años 2005 y 2006, y luego se retomaron las excavaciones en 2009 y 2011. Fue un trabajo arduo en donde se tuvo que lidiar con un medio boscoso, con mucha información falsa y con un área de trabajo enorme. Finalmente el 21 de octubre de 2011 se encontraron los restos de Julio Castro, y el 15 de marzo de 2012 los de Ricardo Blanco, demostrando no sólo estos crímenes de lesa humanidad, sino también la falsedad de los testimonios de los militares.

Intervenciones arqueológicas en el Batallón 14

Área donde se han documentado enterramientos.

Como decíamos al principio, de la Asociación Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos ha surgido la idea de musealizar el lugar y generar un espacio de memoria, en donde se dé cuenta no sólo de los hallazgos, sino también de todo el proceso arqueológico que ha llevado a ellos. En esa reunión participaron representantes de dicha asociación, del GIAF, el alcalde de Toledo, representantes de la Dirección de Derechos Humanos de la Intendencia de Canelones y arquitectos del Instituto de Diseño de la Facultad de Arquitectura de la Udelar, ya entrenados en el diseño de otros espacios de memoria como son las Marcas de la Resistencia. Una de las primeras medidas que se tomó es pedir que ese área fuera entregada del ejército a la Intendencia de Canelones. Una vez conseguido este cambio de titularidad ahora el reto es diseñar un proyecto de musealización de dos fosas que se encuentran en muy mal estado. La de Ricardo Blanco, a una cota superior, fue excavada en el sustrato rocoso, lo que ha supuesto que esté mejor conservada. Aún son visibles hoy día los restos de cal que cubrían el cuerpo.

 Fosa donde fue encontrado Ricardo Blanco, en primer término, y al fondo los restos de cal.

Sin embargo la de Julio Castro se encuentra en un lugar inundable, y actualmente está llena de agua y de vegetación que ha vuelto a crecer.

Fosa de Julio Castro, en primer término.

Sin duda se trata de un reto museográfico, especialmente para los arquitectos encargados del diseño de este lugar de memoria, que es también un lugar de Historia. Como decíamos no se pretende colocar un monolito o placa, sino mantener las fosas en sí, las huellas en la tierra de aquellos crímenes, y de resaltar las particularidades represivas locales dentro del Plan Cóndor. Se trata de una empresa compleja, porque implica hacer un paso para cruzar la vía del tren, contener las aguas del arroyo cercano, consolidar las paredes de las fosas y presentar un trabajo arqueológico de años en un sólo instante.
Como nos decía el alcalde, durante todos los años en los que no se podía contar lo que allí se sospechaba que pasaba, en el pueblo las narraciones tomaron la forma del mito, incluso entre los propios militares. Una mujer de blanco que salía de ese bosque por las noches, unos soldados que no querían hacer guardia junto al aljibe porque de allí salían voces... Hoy en día ya se puede hablar, y es nuestra obligación explicar los hechos que allí ocurrieron, pero a veces es difícil ponerle palabras al horror. Podemos hacer nuestras las palabras de Alejandro Haber y proponer que investigar en Arqueología es seguir las huellas, es seguir el negativo de las huellas que persisten aún no estando, es escuchar lo no dicho de las palabras.



jueves, 22 de mayo de 2014

Marcas de la resistencia, politizando el espacio urbano

Henry Lefebvre nos enseñó que el espacio, y en concreto el espacio urbano, no es una realidad objetiva y mensurable, sino que el espacio y las acciones sociales que en él se desarrollan están unidas. Es por tanto un campo de luchas políticas. Entre el capitalismo ("espacio concebido") que intenta que la ciudad sea un lienzo en blanco sobre el que especular, con sus mecanismos devastadores, como la gentrificación de los cascos históricos, o más sutiles, como la creación de "espacios públicos cívicos", con toda su batería de normas y prohibiciones, y los diferentes grupos y actores sociales ("espacio percibido" y "espacio vivido"), con sus vivencias, movimientos diarios, con sus desarrollos de la acción y la pasión. 

Las plazas españolas, con el 15M, han sido un claro ejemplo de lo que decimos. Pero no hay que perder de vista la perspectiva histórica. La Puerta del Sol, por ejemplo, ha sido un espacio de luchas y de representación simbólica de las mismas al menos desde el s. XVIII, con el mentidero de Madrid en las gradas del convento de San Felipe el Real, canalizando a las masas contra la realeza en el motín de Esquilache de 1766, con las barricadas en el levantamiento popular contra los invasores franceses el 2 de mayo de 1808, siendo escenario del asesinato del presidente Canalejas en 1912 por parte del anarquista Pardiñas, proclamando la II República en 1931, o con las torturas sistemáticas ocurridas en los bajos de la Dirección General de Seguridad durante todo el franquismo, en el mismo edificio desde donde hoy los antidisturbios vigilan las asambleas y las manifestaciones. Las luchas sociales están ancladas a lugares y edificios. Los vemos estos días en Oviedo-Uviéu en la defensa del C.S.O.A. La Madreña. Por lo tanto espacio construido y diacronía conforman dos ejes que permiten también un acercamiento analítico desde la Arqueología, que sin duda es deudora en este ámbito de la Sociología, la Antropología y el Urbanismo.

Y eso es precisamente lo que estamos llevando a cabo en diferentes escenarios sudamericanos. Por ejemplo mediante el análisis del paisaje urbano y como en él se han desarrollado los recorridos de las marchas del 24 de marzo en la ciudad de Rosario (Argentina), en las que se condena el golpe de estado de 1976 y se pide Verdad, Memoria y Justicia. Ciertos hitos arquitectónicos han hecho que se modifiquen los recorridos, como cuando hace unos años se aprovechaba para escrachear la antigua sede del Comando del II Cuerpo del Ejército, centro organizador de la represión en la provincia de Santa Fe, convertida en el bar Rock&Feller y hoy, gracias a esa presión social, Museo de la Memoria. O en la última, en donde se pasó por delante de los tribunales para mostrar el apoyo en los juicios contra los genocidas. 

Escrache en el edificio del II Cuerpo del Ejército (Rosario, Argentina) para denunciar su conversión en un bar.

Marcha contra la dictadura y por la profundización de la democracia del 23 de marzo de 2014, a su paso por los tribunales de justicia  de Rosario (Argentina) en donde se está juzgando a los genocidas.  

También es interesante investigar por qué dentro de estos recorridos se excluyen ciertos lugares que a priori podrían ser los más significativos, caso del centro clandestino de detención y tortura de El Pozo, situado justo al otro lado del edificio en donde comienza la marcha.

Marcas oficiales y no oficiales en la puerta principal del CCD El Pozo (Rosario, Argentina). 

Salida de la marcha contra la dictadura del 24 de marzo de 2014 (Rosario, Argentina). Obsérvese a la derecha el edificio oficial en cuyos bajos, por la calle de atrás, está el CCD El Pozo.

En el caso de Uruguay, y en concreto de Montevideo, resulta llamativo el contraste con Argentina y Chile. Para comenzar la marcha del 20 de mayo, equivalente a la del 24 marzo en Argentina, se realiza en silencio y sin banderas partidistas. Una inmensa concentración humana en silencio, recorriendo la ciudad de noche, puede ser mucho más potente y efectista que los tambores y los gritos del caso argentino. El silencio sólo se rompe cuando desde los altavoces se van leyendo los nombres de todos los desaparecidos, a los que la multitud responde con un "presente", pero dicho en voz baja, como cuando se está en misa.

Otro contraste entre Montevideo y las principales ciudades argentinas es que los lugares represivos están sin marcar en la mayoría de los casos, o al menos no desde un proyecto amplio y sistemático. Por ejemplo de los 8 centros clandestinos de detención, tortura y asesinato que hasta el momento se han podido identificar en Montevideo no hay ninguno que esté marcado como tal. Y de los centros de detención, mucho más numerosos, podemos decir lo mismo. En parte, uno de los problemas es que muchos de estos lugares se encuentran, aún hoy día, dentro de cuarteles militares en uso. Sin embargo sí que se están instalando marcas no en lugares represivos sino en lugares de resistencia, dentro del proyecto "Marcas de la memoria. Memoria de la resistencia", que se puede consultar en su web. Se trata de una marcación colectiva de 26 lugares destacados en la lucha contra la dictadura, de los cuales tan sólo uno fue centro represivo (CCD Casa de Punta Gorda). Por el contrario, el paisaje urbano que se está destacando y actualizando es el de la lucha política, enlazando las luchas del pasado con las del presente: las avenidas de las manifestaciones estudiantiles, el de la resistencia de los actores de teatro, el de la sede de los medios de comunicación antidictatoriales, el de las fábricas ocupadas, los árboles donde de forma clandestina se quedaba para realizar acciones subversivas, las sedes de los sindicatos que más duramente fueron reprimidos, la plaza de Libertad en donde las madres de los desaparecidos se reunían para luchar por sus hijos...  

Detalle del tríptico informativo de las Marcas de la Resistencia de Montevideo, formadas por una placa en el suelo y tres bancos subesféricos que invitan a la reflexión.

Inauguración de la Marca de la Memoria en la puerta del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Afines (SUNCA), el 20 de mayo de 2014: este local de los obreros de la construcción fue allanado por las Fuerzas Armadas y utilizado por la Policía durante la dictadura instaurada en 1973 como comisaría y cárcel.

Por lo tanto, y de nuevo en contraste con Argentina y Chile, los arqueólogos e historiadores dedicados al pasado contemporáneo trabajan y discuten en un plano distinto al de los familiares de desaparecidos y ex-detenidos. Si bien en los países vecinos ha habido diferentes equipos interdisciplinares que han trabajado codo con codo con familiares y supervivientes de los campos de concentración para reconstruir la historia de estos lugares y convertirlos en lugares de memoria, en Uruguay no encontramos este proceso. Las marcas de resistencia que se están instalando estos días parten de un proceso completamente autónomo por parte de familiares y ex-detenidos, organizados en la asociación Memoria de la Resistencia, aprobado por unanimidad en la Intendencia de Montevideo, y diseñadas por el Instituto de Diseño de la Facultad de Arquitectura. En palabras de Antonia Yañez, gallega llegada de joven a este país, dirigente comunista, y que sufrió un duro itinerario represivo en los últimos años de la dictadura:   

Interpelamos a la sociedad por la presencia consecuente de los familiares de desaparecidos pero también al incorporar el valor del papel jugado por el pueblo en la resistencia a la dictadura. Este ejercicio de análisis realizado por la Asociación Memoria de la Resistencia sumado a su persistencia, permitió ratificar una consideración inicial: la dictadura cívico-militar que padeció el país afectó a todos los uruguayos. En consecuencia, multiplicidad de actores participaron en la resistencia a la dictadura, interviniendo en diversos planos de la sociedad y en distintas formas, fragmentarias, individuales u organizadas. Poner de relieve esta participación, no como mero discurso sino como señas de identidad permitirá apreciar el hilo conductor que existe, por ejemplo, entre la movilización popular del 9 de julio de 1973 en la plaza del Entrevero, durante la Huelga General y el multitudinario acto del 27 de noviembre de 1983 en el Obelisco.

De todo esto tiene que dar cuenta la ciudad. La memoria requiere de un lugar desde donde acontecer y desde donde reconstruir. Para hacerlo en estos años, debimos recrear infinitos gestos, miradas y sucesos –muchas veces encontrados en su valoración- pero siempre en el entendido de que la vida de cada uno de nosotros está afectado por una serie de “marcas-lugares-símbolos”. Ellos conforman nuestra memoria, marcan y nos marcan, entrelazando los planos de lo público y lo privado, lo individual y lo colectivo, el pasado y el presente.

Apelamos a una memoria colectiva que se despliega en un marco social y que es capaz de recordar en tanto se resistía en ese marco. Todo esto, creemos, permitió el enriquecimiento político del proyecto y el apoyo unánime del gobierno departamental.

Y si nombrar el pasado es darle una interpretación, hemos librado una batalla por la memoria. Lo hemos hecho en el espacio público de la ciudad, aquello que nos fue prohibido por formar parte de nuestro acervo cultural y político.