lunes, 30 de octubre de 2017

En el valle de las rosas

Hoy he entendido porque esta zona en la que trabajamos se llama Los Rosales. En los cauces de los arroyos, secos durante la mayor parte del año, crecen rosas silvestres. Estamos en otoño, así que no se ven flores, pero sí  escaramujos -el fruto del rosal- que son de color rojo intenso.

En enero de 1939 no debía quedar un solo arbusto en los cauces, machacados por la artillería franquista y pisados por las botas de miles de soldados republicanos. Los arroyos se utilizaron a modo de trincheras de circulación para llegar al frente -al matadero más bien. Y de hecho, parece que su cauce está modificado para facilitar el movimiento de tropas. Por estos ríos-trinchera bajaron como un aluvión los heridos desangrándose, los soldados desmoralizados, los muertos arrastrados por sus camaradas.


En los cauces encontramos cartuchos perdidos y balas pero sobre todo metralla, proyectiles de artillería y granadas de mortero: las que hostigaron a los republicanos en retirada y se cobraron más víctimas entre los ya vencidos. Un proyectil de Schneider de 77 mm sale prácticamente entero. La metralla de 75 mm es ubicua, como los trozos de Valero de 81 y 50 mm.  



En los escenarios de la Primera Guerra Mundial se dio un fenómeno curioso. Después de los combates, el paisaje lunar se cubría de amapolas. El campo de batalla removido una y mil veces por las explosiones se convirtió en un terreno ideal para las flores. De hecho, algunos botánicos hablan de "flora obsidional" para referirse a la vegetación que surge en los paisajes de guerra industrial (de obsidio/obsidionis en latín: "cerco", "asedio"). El poema In Flanders fields de John McCrae (1915) consagró a las amapolas como metáfora de la sangre vertida en las trincheras: 
"En los campos de Flandes vibran las amapolas
entre las cruces, hilera tras hilera,
que marcan nuestro lugar, y en el cielo
la alondra aun canta y valiente vuela
apenas audible bajo los cañones.

Somos los muertos. Hace pocos días
vivíamos, sentíamos el alba y el ocaso,
amábamos, nos amaban y ahora yacemos
en los campos de Flandes".
Los británicos recuerdan a sus caídos en la Primera Guerra Mundial con la amapola. Es su símbolo de la memoria. Para el poeta de origen judío Paul Celan la amapola representa más bien la posibilidad de  la vida tras el trauma de la violencia -su familia fue exterminada por los nazis. "Es hora de que la piedra se apreste a florecer" escribe en su poemario Amapola y Memoria (1952). Es hora de que se abracen la vida y la memoria.

La rosa silvestre es nuestra amapola. No es una flor fácil. Uno se enreda en los rosales cuando trata de moverse por el cauce, los aguijones se agarran a la ropa como colmillos y cuesta librarse de ellos. Por eso se le llama rosa canina, por sus espinas como dientes. Al intentar separarlas, se clavan en los dedos. Y duele.

domingo, 29 de octubre de 2017

Los tanques malditos


Proyectil de 37 mm. En este proyecto desaconsejamos vivamente el uso de proyectiles antitanque como adornos navideños.

El primer día de excavación en Brunete se acercó al fortín un vecino de la urbanización de Los Rosales. Nos trae algo que ha encontrado en el campo. El no lo sabe, pero es un proyectil de 37 mm. Sin detonar y con su carga explosiva. Lo disparaba el antitanque alemán Pak 36, utilizado por el ejército franquista.

Ni el vecino de Brunete ni nosotros eramos conscientes en ese momento, pero lo que teníamos en las manos era la huella material de una historia que acabó con una condecoración y muchos muertos.

El día 13 de enero de 1939 la ofensiva republicana comienza con un nutrido apoyo de carros de combate. Sabemos por una orden emitida dos días antes que el cuerpo de ejército de maniobra disponía de 10 T-26 y otros tantos autos blindados. Ocho de los tanques atacan las posiciones 18, 19 y 19bis que forman parte del centro de resistencia II, que se encuentra en el Olivar de Veliso, es decir la zona en la que estamos excavando en este momento. El primer problema es que se escoran demasiado hacia la izquierda, probablemente por la espesa niebla que cubre el campo de batalla, y dejan totalmente desprotegida a la infantería que los acompaña.

El segundo problema es que en la posición 18 se ubica un cañón antitanque particularmente letal. 

Localización de un antitanque (signo en forma de T invertida) en las proximidades de la posición que excavamos, según un plano realizado por el ejército franquista un mes antes de la ofensiva republicana.

Aunque algunos T-26 consiguen aplastar las alambradas que rodean las posiciones sublevadas, el fuego del Pak 36 y las botellas de líquido inflamable acaban con siete de los ocho carros que iniciaron el ataque. El protagonista de la jornada es el cabo artillero Elicio Correa Correa, que recibirá la medalla militar individual por sus acciones durante este día. Según la descripción que recoge el BOE en que se condecora a Correa, el artillero, en ausencia del sargento que debía comandar la pieza,
"logró destruir cinco tanques rojos entre el gran número de los que  empleaba el enemigo, gracias a su rápido y certero fuego, contribuyendo de esta manera a evitar la ocupación de la posición número 18 y a la desmoralización del enemigo por tan gran desastre. La pieza que disparaba estaba localizada por los carros rojos, como lo demuestra el número de disparos que cayeron alrededor de la misma".
En el resto de las posiciones franquistas (20 a 22bis) el avance republicano, en este caso sin apoyo de tanques, lo frenan en seco las ametralladoras, que causan un gran número de bajas.


Elicio Correa Correa falleció en Santa Úrsula, Santa Cruz de Tenerife, el 20 de septiembre de 2001 a los 88 años de edad. Dejó mujer y siete hijos.

190 soldados republicanos no tuvieron tanta suerte. Perdieron la vida, la guerra y la batalla de la memoria. 190 muertos anónimos se quedaron en la tierra encharcada de Brunete el día 13 de enero de 1939.
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Muchas Gracias a Luis Antonio Ruiz Casero y Julián Dueñas por la información de archivo que ha permitido redactar la entrada y a Xurxo Ayán por el plano de la 20 División.

sábado, 28 de octubre de 2017

Los últimos tiros de la Guerra Civil

Munición localizada frente al fortín de Brunete: 1-3. Casquillos de Mosin; 4. Bala de 9 mm; 5. Bala de 7,92 mm; 6. Bala de 8 mm Lebel; 7-8. Balas de 7 mm españolas.

La Guerra Civil no acabó con una gran ofensiva ni una batalla épica. Los últimos meses de la guerra fueron más que nada un anticlímax de ejércitos republicanos en desbandada, traiciones, luchas internas y ataques sin ímpetu. El último gran enfrentamiento bélico del conflicto fue la Batalla de Valsequillo o Peñarroya, una ofensiva republicana que se desarrolló en la provincia de Córdoba y Badajoz entre el 5 de enero y el 4 de febrero de 1939. Los republicanos sufrieron unas 12.000 bajas totales y no lograron su objetivo: frenar o retrasar el avance franquista sobre Cataluña, que cayó seis días después del final del ataque.

Valsequillo, sin embargo, no fue la única maniobra ofensiva del Ejército Popular en aquellos momentos. Otra la protagonizó el Ejército del Centro en el sector de Brunete. Bajo las órdenes del Coronel Segismundo Casado, el día 13 de enero de 1939 comienza el asalto contra la 20 División franquista de un cuerpo de ejército de maniobra, creado expresamente para la ocasión. La ofensiva se inaugura a las 7:30 de la mañana con un intenso bombardeo de las posiciones enemigas. A continuación, los soldados republicanos salen de sus trincheras y avanzan hacia el enemigo con el apoyo de tanques.

De estos combates tenemos abundantes huellas arqueológicas en el fortín que estamos excavando y su entorno, en el Olivar de Veliso. El búnker en sí debió de ser construido después de la ofensiva, quizá como respuesta a ella. Pero la posición existía previamente y fue testigo de los combates. Dan fe de ello las docenas de casquillos y cartuchos que nos hemos encontrado hasta la fecha, fundamentalmente de 7 mm español y 7,92 mm alemán y checo, también algún Lebel. La munición más empleada es la alemana, que es la que aparece con más frecuencia percutida. También hay restos de proyectiles de artillería, mortero y proyectiles antiaéreos y antitanque. No se escatimó en recursos.

La prospección que realizamos delante del fortín, buscando las posiciones republicanas, ha sido particularmente fructífera. Dimos con lo que podría ser el punto de partida del ataque en este sector, según parecen revelar numerosos casquillos y cartuchos de Mosin y casquillos de Lebel y pistola. También encontramos balas entrantes de Máuser alemán y de Lebel disparadas desde la posición que excavamos. Estas últimas revelan la captura de material republicano por los franquistas, cosa habitual a estas alturas de guerra.

También han aparecido varias granadas. Pertenecen sobre todo al modelo Ferrobellum, una granada ofensiva de fragmentación que tenía un mango para arrojarla más lejos. 


La ofensiva duró dos días. El día 16 de enero Casado comunica su finalización. La infantería republicana ha realizado dos intentos fallidos de avance y no ha conseguido ocupar ni un palmo de terreno. Tampoco ha logrado atraer un número significativo de tropas enemigas. 

Ha sido un nuevo fracaso sangriento: los partes de los defensores consignan 600 bajas republicanas frente a 18 propias. Unos números tan exagerados por ambos lados que el propio Martínez Bande aconseja "poner en cuarentena". Aún así, es evidente que los caídos fueron numerosos en los dos bandos.

La razón del fracaso no se debe seguramente solo a la baja moral republicana, al mal planeamiento y a la dificultad de tomar unas posiciones inexpugnables. El Ejército de Franco está perfectamente al día de los planes de sus enemigos, seguramente porque se había filtrado información (quizá el propio Casado, que acabaría dando el golpe definitivo a la República). De ahí que la 20 División se viera reforzada con tres batallones de la División 14, un batallón de ametralladoras y dos secciones de morteros.
¿Lo sabían esos soldados republicanos que abandonaron sus granadas frente al Olivar de Veliso? ¿Sabían que la suerte de la República estaba decidida? ¿Que no había ninguna guerra que ganar y si muchas posibilidades de perder la vida?

Los días de la ofensiva la niebla cubrió los campos de Brunete. El día 13 de enero, frente al Olivar de Veliso una compañía de soldados del Ejército Popular espera en la noche helada la orden de ataque. Cuando llega, se ponen en marcha y avanzan, sin pensar en nada. Dejan detrás un cuchara doblada, las latas de un rancho frío, munición y granadas que pesan demasiado y que no creen que vayan a usar. Quizá porque no piensan avanzar mucho.

Así acabó una guerra que empezó con banderas, sonrisas y proclamas. Y con el firme convencimiento de que los problemas solo se pueden solucionar por la fuerza. 

Así empiezan todas las guerras. 
 
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Sobre la ofensiva: J.M. Martínez Bande, 1985. El Final de la Guerra Civil. Editorial San Martín, Madrid, pp. 81-84.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Un fortín tardío

La semana pasada comenzamos a excavar un fortín al norte de Brunete por encargo de la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid y en colaboración con el Ayuntamiento de Brunete. El sitio se encuentra en el Olivar del Veliso, al noreste de la ciudad. Forma parte de un conjunto de estructuras de hormigón construidas hacia el final de la guerra por el ejército franquista para proteger el sector de una posible ofensiva republicana desde Villanueva de la Cañada. Los otros fortines del término municipal se encuentran a lo largo de la M-600, la carretera que une Brunete y Villanueva. El del Olivar del Veliso es el más apartado pero no estaba solo. Al otro lado del camino de tierra existía otro que fue destruido hace unos años por una urbanización.


El fortín es una estructura en forma de T formada por tres nidos de ametralladora construidos en hormigón ciclópeo. Es el único de este estilo en el municipio. Los que más se le parecen, al norte de Brunete en la M-600, tienen forma cruciforme, resultado de unir cuatro nidos. El fortín del Olivar es el único que todavía conserva el enmascaramiento original de arena. Decidimos retirar solo una parte para que se pueda observar la estructura de cemento y al mismo tiempo el camuflaje. La excavación del entorno de la estructura con una pala excavadora sacó a la luz una amplia superficie de cemento. 

El cemento cubría la galería de entrada al fortín, que hacía las veces de refugio antibombardeo. Se intuye su recorrido por el hundimiento del cemento y por un depósito de basuras que colmató un hueco en la cubierta. En breve lo excavaremos para intentar adentrarnos en las entrañas del búnker.

La parte menos grata es la limpieza del interior del fortín, que está llena de basura. En la imagen se puede ver el acceso subterráneo a la estructura. Al limpiar las aspilleras, sin embargo, nos llevamos una sorpresa.

Una inscripción con el nombre de la unidad que construyó la obra: "Viva la 21 Compañía". Debajo lo que parece la fecha, muy borrada: 1939. La 21 y 22 compañías de zapadores fueron adscritas a la 20 División que protegía el sector de Brunete el 7 de octubre de 1938. De ese mes son los cruciformes de la M-600. Si la fecha es la que parece leerse en la inscripción, este se construyó más tarde, quizá al mismo tiempo que los pequeños fortines ovoides que protegían el acceso sur a Brunete. Hay una razón para levantar búnkeres en una fecha tan tardía. Pero eso os lo contamos en la siguiente entrada.

lunes, 23 de octubre de 2017

Horizonte Ryalcao

  
Dos joyas del diseño contemporáneo.

La semana pasada comenzamos a excavar un fortín del ejército franquista situado al noreste del término municipal de Brunete (Madrid). Los comienzos de la arqueología de la Guerra Civil son siempre duros. La última ocupación de los yacimientos suele estar compuesta por densas acumulaciones de materiales detríticos actuales en posición secundaria -o sea, mierda. 

Pero como arqueólogos contemporáneos que somos, nunca podemos dejar de realizar algún comentario sobre la extraordinaria riqueza material que nos encontramos. En este caso la riqueza es realmente extraordinaria, porque el fortín en cuestión fue usado como vertedero ilegal durante años. Los materiales que documentamos e pueden repartir en cuatro apartados: lúdico-festivo, doméstico, automoción y mundo ñapas. 

Al mundo ñapas pertenecen latas de pintura, rodillos y restos constructivos (cemento, contrachapado, cubiertas de fibra). Al apartado de automoción una significativa variedad de objetos que incluyen latas de aceite y baterías. Los vestigios domésticos están bien representados por alguna maceta, latas de aceite familiares y bastante vajilla, por lo general de una estética pavorosa. Finalmente, el apartado lúdico es quizá el mejor representado. Se trata de docenas de botellas, algunas de ellas depositadas dentro de bolsas de plástico, que en su momento contuvieron vino, cerveza y champán. 

Bolsa de plástico llena de botellas de vidrio

También aparecen botellas de refresco de dos litros. Las de champán son particularmente abundantes y nos llevan directamente al período navideño. Nos podréis decir que esto es sobreinterpretar, pero otros datos corroboran la hipótesis: se trata de envoltorios de turrón, que aparecen cerca de las botellas. Otros elementos lúdico-festivos son varios sobres de snacks. 

Los depósitos documentados hasta la fecha fueron realizados claramente en distintos momentos, pero aparentemente no muy alejados en el tiempo, dada la homogeneidad de materiales. La datación viene dada por dos artefactos con evidencia epigráfica: un tetrabrik de 20 cl de una bebida de cacao y un bote de ketchup. 

El primero es de un producto conocido como Ryalcao, totalmente exótico para un servidor pero por lo visto muy popular en el Madrid de los años 80. Lo producía una fábrica madrileña, de hecho, pero la empresa era colombiana. Cerró en 1995 y en ello tuvieron mucho que ver los aranceles impuestos por la Unión Europea. No nos hace falta el dato, en cualquier caso, porque la fecha de caducidad de nuestro Ryalcao es 1993. 

Por lo que se refiere al ketchup, se trata de la marca Uncle Williams que reproduce en sus contenedores la forma de un barril. Es lo que se llama un diseño de mierda y no lo decimos nosotros. La marca pertenece a la estadounidense Heinz, fundada en 1869. No sabemos cuál ha sido la fortuna del barrilete ni tampoco importa, porque también este contenedor tiene fecha de caducidad: 1991. Dado que normalmente las cosas se consumen antes de que caduquen, podemos datar los depósitos detríticos que estamos excavando con bastante probabilidad entre 1990 y 1992.

Esta fecha no carece de sentido. La producción de basura en España prácticamente se duplicó en década y media a partir de 1990: creció un 96% entre ese año y 2007. El crecimiento se atribuye al aumento de la población, el poder adquisitivo y el turismo. Pero vertederos ilegales como el que estamos excavando apuntan a otra posibilidad. 

Quizá el incremento exponencial se debe a que a partir de 1990 crece el control sobre la gestión de los residuos y por lo tanto resulta más fácil cuantificar la basura que se está produciendo realmente. En nuestra experiencia como arqueólogos, de hecho, podemos decir que la mayor parte de la basura reciente de los yacimientos se puede datar entre los años 70 e inicios de los 90. 

El estudio de los vertederos ilegales, aunque no parezca muy apasionante (y la verdad es que es bastante asqueroso), en realidad podría servir para comprender mejor la evolución del consumo y la producción de residuos en España antes de los años 90. En Estados Unidos ya se ha hecho.

En todo caso, dado que nuestro interés por este tipo de depósitos tiene su límite, en breve traeremos la retroexcavadora para agilizar el trabajo y acercarnos más rápido a la Guerra Civil. Pero si durante el trabajo aparece algún tesoro más, no os preocupéis que os lo haremos saber.

domingo, 22 de octubre de 2017

¿Cómo comienza una guerra?


Con mucha frecuencia la gente nos pregunta, o más bien se pregunta retóricamente ¿cómo pudo empezar la Guerra Civil? ¿Qué llevó a los españoles a matarse en masa? La respuesta más fácil y una de las más populares es que fue una locura colectiva. Pero desgraciadamente no es verdad. Aquí siempre hemos insistido en que las ciencias sociales tienen como objetivo explicar (o ayudar a comprender) los fenómenos sociales, por eso son ciencias. De ahí que la imagen de la locura transitoria no nos parece que ayude a clarificar mucho el pasado. Y tampoco el presente.

Es díficil explicar cómo empiezan las guerras. Cada guerra es única, porque en ella se conjugan factores históricos peculiares. Por eso, también, es difícil predecir cuándo va a comenzar un enfrentamiento bélico. Como sucede con los economistas, los que estudiamos la historia somos bastante buenos explicando lo que ya ha pasado, pero muy malos adivinando el futuro.

Por desgracia, la crisis por la que pasa España en este momento nos ayuda un poco a entender cómo empiezan los conflictos armados. También a entender cómo no empiezan, porque en España no va a haber una guerra, eso está claro. Nos encontramos en un ambiente muy tenso, donde cualquier juicio u opinión desencadena una inusitada violencia verbal por un lado o por otro. Enseguida queda uno encasillado en un bando. Por eso aquí evitaré emitir ningún juicio sobre la razón de ninguna de las partes implicadas, sobre las bondades de la unidad de España o de la Cataluña independiente. Creo que ambas posturas pueden ser defendidas legítimamenete y de forma argumentada, pero no es mi tarea como investigador del pasado -y menos aún como arqueólogo- el opinar sobre la forma en que debe organizarse nuestro país.

Pero sí creo que, como científico social, puedo reflexionar sobre cuestiones más generales. Que es de lo que se trata en esta entrada ¿Qué favorece que se desencadene la violencia colectiva?

Habría que comenzar diciendo que el ambiente tenso al que me acabo de referir es, en sí mismo, característico de situaciones prebélicas. Lo que no quiere decir que lleve a la guerra. Existen ocasiones donde la situación ha sido extremadamente tensa y los discursos muy agresivos sin que se haya producido una guerra (pensemos en el caso de la crisis de los misiles en Cuba, en 1962). Pero desde luego ayuda: la Radio Mil Colinas, que se dedicó a inflamar los ánimos de los hutus antes del genocidio, tuvo un papel clave en la masacre de Ruanda en 1994.


Es característico de situaciones prebélicas también que se extienda la idea de que la palabra ya no sirve. Que se ha acabado el momento del diálogo y que hay que pasar a la acción. Lo que no quiere decir que la ruptura del debate político lleve necesariamente a la guerra. Pero nuevamente, ayuda mucho. Recordemos la Guerra de Irak y el deseo del gobierno de Bush por acabar con las negociaciones, contra el juicio de la ONU y sus expertos.

Es típico también de ambientes previos a un conflicto armado que la gente enarbole banderas, cante himnos, repita eslóganes, demonice al contrario, lo perciba como un enemigo al que hay que vencer y no convencer. Lo que no significa que este ambiente más propio de un estadio de fútbol que de una democracia conduzca a un enfrentamiento armado. Porque aquí no va a haber un enfrentamiento armado. 

En España no va a haber una guerra. Pero no porque no exista el ánimo en muchos de someter al contrario o imponer su verdad por la fuerza, sino porque las guerras requieren de la conjunción de más factores que el voluntarismo de los patriotas, por muchos que sean estos. Elementos fundamentales, por ejemplo, en el caso de los conflictos civiles, son la división de las fuerzas armadas, la quiebra institucional y el colapso del Estado, como ha recordado hace poco el historiador Julián Casanova. Cosa que no se da en nuestro país.

Pero cuando veo tanta gente agitando banderas tan alegremente, no puedo dejar de recordar el ambiente de fiesta del comienzo de la Primera Guerra Mundial, especialmente en Inglaterra. Masas de ciudadanos salieron a las calles en pleno fervor patriótico para celebrar que su país había decidido sustituir la negociación por la imposición de la fuerza. Estaba clarísimo entonces para una mayoría que la única posibilidad para mantener el orden en Europa era por la fuerza de las armas, aunque ello implicara la guerra generalizada.


Británicos saludan la declaración de la guerra el 4 de agosto de 1914 en Londres. Más de ochocientos mil ciudadanos del Reino Unido perderían la vida durante el conflicto.
 
En ambientes prebélicos a los que primero se señala es a quienes abogan por la paz. Se convierten en enemigos peores que el enemigo -traidores, cobardes, derrotistas. En ambientes prebélicos los "hombres buenos", como describe el historiador Ruiz Manjón a los que optaron por el diálogo y la comprensión del otro y evitaron las soflamas incendiarias antes y durante la Guerra Civil, son, desgraciadamente, una minoría. Por eso, también, comienzan las guerras.

Conviene aquí recordar unas palabras escritas por un testigo de los dos conflictos mundiales: 
"Cuantos más brutales los medios, más resentidos estarán los enemigos, con lo que endurecerán la resistencia que se trata de vencer... cuanto más se trata de imponer una paz totalmente propia... mayores son los obstáculos que surgirán en el camino... la fuerza es un círculo vicioso -o mejor, una espiral- salvo que su aplicación esté controlada por el cálculo más razonado".
Estas palabras no son de ningún hippy. Las escribió el capitán Sir Basil Henry Liddell Hart, soldado y teórico militar. Fue uno de los principales adalides de la guerra mecanizada, también de la reconstrucción del ejército de Alemania Occidental en los años 50. Liddell Hart no era un pacifista y su postura es ante todo práctica. Imponer a toda costa la postura de uno, por mucha razón que se tenga, solo empeora los conflictos, cuando no los provoca. El militar británico lo sabía bien, porque la Paz de Versalles, que obligó a Alemania a una rendición incondicional y humillante después de la Primera Guerra Mundial, solo sirvió para allanar el camino a la siguiente. 

Se ha convertido en un lugar común decir que es necesario preservar el patrimonio de la Guerra Civil, o de cualquier guerra moderna, para aprender de nuestros errores. Estamos de acuerdo. Pero estudiar y musealizar trincheras y fortines sirve de poco si no entendemos qué condiciones se dieron en la sociedad para que comenzara la violencia.


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El texto de Liddell Hart está citado en la obra de F. Aznar Fernández-Montesinos, Entender la Guerra en el Siglo XXI. Ministerio de Defensa / Universidad Complutense, 2010.

Grabado a fuego


El domingo por la noche nuestro equipo llegó a Brunete para iniciar una nueva campaña arqueológica, esta vez centrada en la excavación de fortines franquistas construidos en 1938. Nada más llegar, las noticias que venían de Galicia eran desoladoras. A las doce de la noche, Aitor, brigadista y colaborador de nuestro proyecto, nos enviaba un mensaje señalando que comenzaba a arder Repil.


Los que seguís nuestro blog sabéis que Repil es un sitio abandonado en el que fue exterminada la IIª Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia el 20 de abril de 1949. En el último medio siglo, Repil siempre ha sufrido incendios, uno por década, casi. En nuestras excavaciones de junio de 2016 registramos niveles de ceniza correspondientes a esta actividad pirómana. De hecho, el colapso definitivo de la casa (abandonada en 1964) tuvo lugar tras uno de estos pavorosos incendios.


Como decimos, en Repil, en la madrugada del pasado domingo, surgieron las llamas que casi se llevan por delante las parroquias limítrofes. Los vientos del huracán Ofelia, unidos a la maldad del terrorista pirómano de turno, casi provocan una tragedia. Las aldeas de Ríos y de Alto (Chavaga) tuvieron que ser evacuadas, mientras que en Cereixa la situación se hizo insostenible en los alrededores de Cima de Vila. La autogestión vecinal y la ayuda de jóvenes procedentes de otras zonas del ayuntamiento fueron fundamentales para controlar la situación.


En Repil empieza y termina esta historia que os queremos contar. La casa de Repil no se salvó por un milagro. Permanece gracias a las labores de desbroce que periódicamente lleva a cabo Antonio Díaz Amaro, quien emplea su tiempo y su dinero para conservar y proteger estas ruinas. Permanece gracias a brigadistas que, como Aitor, pusieron su empeño en preservar estas piedras. Es emocionante ver cómo se luchó contra las llamas, en primera línea, definiendo un anillo de protección de la casa. Es alucinante comprobar cómo los brigadistas trataron esta casa en ruinas como si fuese una casa habitada. Estos chavales, auténticos héroes, se negaban a perder Repil, quizás no por lo que era, sino por lo que significaba.


Aún, a día de hoy, hay gente que valora el éxito de una excavación arqueológica en contextos contemporáneos por la cantidad y calidad de piezas halladas. Evidentemente eso no es así. En el caso de Repil, el éxito vino dado al exponer públicamente un paisaje, hasta ese momento, ausente. Gracias a la Arqueología, en los dos últimos años, Repil se ha recuperado como lugar de memoria. Quizás sin esta Arqueología previa, no se hubiera prestado atención a este foco de fuego y se hubieran centrado los esfuerzos en otros parajes igualmente amenazados.

La memoria de lo que ocurrió en Repil es una memoria grabada a fuego. Como la bandera republicana que, en lo alto de un roble, sobrevivió a los pirómanos que se están cargando el Reino de España.


martes, 17 de octubre de 2017

A las puertas de la cámara del tesoro

Cosas maravillosas. (c) Álvaro Minguito.

"Todo arqueólogo", escribe Laurent Olivier, "ha soñado algún día con tocar el pasado de cerca, de encontrar ese lugar donde la cámara del pasado ha permanecido intacta, tal y como era en el momento preciso en que el tiempo se ha cerrado sobre ella".

El pasado mes de julio descubrimos esa cámara del pasado en que el tiempo se ha detenido. Y no hemos podido excavarla. No nos ha pasado más que una vez antes: el darnos de bruces con un hallazgo espectacular a uno o dos días del cierre de la excavación. Pero este año ha vuelto a suceder. Entre las ruinas del asilo de Santa Cristina se escondía un tesoro de la Guerra Civil: un basurero al que fueron a parar los restos que dejó tras de sí la guerra en este sector de la Ciudad Universitaria de Madrid.

Nos topamos con cientos de cartuchos sin usar, huesos de fauna, madera, botellas enteras, restos de uniforme, un par de granadas de mortero... En un estupendo estado de conservación y todo en menos de un metro cuadrado -una pequeña porción de la extensión real del depósito, que puede esconder cosas increíbles. Aparentemente, tras la rendición de Madrid, los militares utilizaron un refugio de tropa semisubterráneo construido entre los edificios del asilo para deshacerse de gran cantidad de material, mucho de él en buen estado.

Como no nos daba tiempo a excavarlo en condiciones decidimos taparlo cuidadosamente y dejarlo para la próxima campaña. Bajo dos metros de tierra, escombro y tela geotextil, el tesoro y sus secretos tendrán que aguardar unos meses más a que los revelemos.