miércoles, 5 de septiembre de 2018

Buscábamos reyes y encontramos campesinos


Con la arqueología sucede que en un solo lugar uno puede encontrar (casi) toda la historia de un país, como si la tierra se hubiera encargado de comprimir siglos y siglos de vidas, hechos y dramas. 

Y eso es lo que nos pasa en la Casa de la Peña Blanca.  El edificio se encuentra en el solar de la antigua Casa Real de Vaciamadrid, un palacete de verano de Felipe II donde el monarca acudía a cazar en verano. Pensamos en un principio que algunas de las paredes de Peña Blanca, con su característico aparejo toledano, podrían ser restos de la mansión real. 

Sin embargo, al poco de comenzar a excavar dimos con un muro sellado por las ruinas visibles en superficie. El muro resultó ser de una casa de piedra cogida con mortero de cal y suelo de tierra pisada. Sobre el suelo aparecieron pocos restos: alguna cerámica de cocina, pequeños trozos de cerámica vidriada, loza blanca y azul... Todo apunta a una cronología del siglo XVIII. La actual Casa de la Peña Blanca, por lo tanto, tuvo que construirse más tarde, quizá a principios del siglo XIX. Por los mapas de 1910 sabemos que la estructura estaba ya entonces en ruinas (aunque tuvo una segunda vida a mediados del siglo XX). 


Junto a la casa del siglo XVIII encontramos otra, de similares características. Los muros son algo más anchos y tienen un enlucido de cal al interior, pero se trata, sin duda, de otra vivienda humilde. Un documento de 1629 dice que junto al palacete real había "algunos mesones que allí se han hecho para las pasajeros y algunas casillas de hombres pobres y menesterosos" (1). Lo que hemos encontrado encaja bien con esta descripción. 

En el patio de la Casa de la Peña Blanca estamos haciendo varios sondeos con pala excavadora. Nuevamente, no hemos dado con el palacio de Felipe II. Pero hemos encontrado más restos de "hombres pobres y menesterosos". Mujeres y hombres humildes de tiempos más lejanos: tenemos varias fosas de época romana y un gran basurero medieval en el que aparecen muchos restos de cerámica (a torno y vidriada) y gran cantidad de fauna, sobre todo huesos de bóvidos. Los materiales apuntan hacia el siglo XIII. 


 Las vegas del Jarama y el Manzanares son testigos de una historia inmóvil, como diría el gran medievalista Le Roy Ladurie (2). Las historias de los campesinos romanos del siglo IV no debieron de ser muy distintas a las de los campesinos del siglo XIII o del XVIII. Tampoco de las que nos cuenta Faustino, un antiguo jornalero de más de 90 años que vivió en Vaciamadrid y cultivó en los latifundios del Manzanares para los señores de Madrid.



En un famoso poema, Bertold Brecht, se pregunta:

En los libros aparecen los nombres de los reyes
 ¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió siempre a construir? 

¿En qué casas de la dorada Lima vivían los constructores?

Para Brecht son preguntas retóricas. Para los arqueólogos son preguntas a las que aspiramos a dar respuesta.
 
En la Casa de la Peña Blanca, buscábamos reyes y encontramos campesinos. 

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(1) Pérez Preciado, J.J. 1998. "Noticias en torno a la Casa Real de Vaciamadrid." Madrid: Revista de Arte, Geografía e Historia 1: 487-508.
(2) Ladurie, E. L. R. 1974. L'histoire immobile. Annales. Histoire, Sciences Sociales 29(3): 673-692.

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