martes, 11 de septiembre de 2018

La casa de Benjamín



Nos dicen a los arqueólogos contemporáneos con mucha frecuencia que abrimos heridas, que rompemos España, que removemos los traumas del pasado... Da igual lo que excavemos y al bando al que pertenezcan los restos. Parece que excavar la historia reciente no es bueno. Es algo peligroso. 

Ojalá quienes opinan eso vinieran al campo a vernos a excavar. Para que vieran con qué mimo, con qué cuidado y con qué pasión recuperamos los fragmentos del pasado (de todos los pasados) y los sacamos de nuevo a la luz. No para enfrentar a nadie, sino para recordar. Recordar, claro, a veces es incómodo, pero así es la Historia. La Historia es lo que duele, que decía Fredric Jameson.

Hoy nos visitó en la excavación de la Casa de la Peña Blanca Benjamín Pampliega. Benjamín fue de los últimos vecinos en habitar Vaciamadrid, o más bien sus ruinas. Cuando el Servicio Nacional de Regiones Devastadas inauguró el actual Rivas Vaciamadrid, su familia se mudó a una de las casas nuevas. Benjamín y los suyos habían vivido entre los edificios arruinados por la guerra desde el año 1944. Su infancia la pasó jugando entre los bosques y las huertas del Soto de las Juntas. Y encontraba monedas de cobre en los campos arados -como las que ahora recogemos nosotros en nuestras prospecciones.

La de Benjamín era una familia extensa: la formaban sus padres, su abuela, ocho hermanos y dos primos, hijos de una tía que había quedado viuda. Trece personas bajo el mismo techo. Un techo que tuvieron que construir ellos mismos cuando llegaron a Vaciamadrid. El pueblo había quedado arrasado por los combates y pocos edificios se mantenían más o menos en pie. El que mejor se conservaba era el antiguo ayuntamiento, con gruesos muros y dos plantas, pero sin tejado tras los bombardeos.

Oír a Benjamín es como leer a Delibes. Habla un castellano maravilloso, con palabras que muchos ya no conocen. "Encendíamos los fogones con tarugos de taray que recogíamos en el soto", me dice. 

En la carcasa del ayuntamiento vivían sin luz, ni calefacción ni agua corriente. No en la Prehistoria, sino hace sesenta años. Pero su testimonio podría ilustrar la excavación de los restos medievales que también encontramos en la Peña Blanca. Benjamín trabajó en los campos de labor de la zona, como tantos vecinos de Vaciamadrid - el campo de Madrid desde época musulmana, la huerta de la ciudad. No hay asomo de amargura por esa niñez y esa juventud duras, por esa vida entre los escombros. 

Le pregunto si le parece bien que excavemos la casa de su infancia y me dice que le encanta. Y oír eso es mejor que encontrar un tesoro.

Después de la conversación me acerco al sondeo que practicamos en el ayuntamiento. Él recordaba que en la pared de la fachada había una cenefa muy bonita de baldosas. Al llegar al solar me fijo en el suelo y ahí esta, entre las tejas rotas, el mortero y los ladrillos: un azulejo decorado con una greca. La casa de Benjamín.

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