lunes, 3 de septiembre de 2018

Construir un paisaje en guerra


  
Comienza la excavación en las trincheras del Campillo.

Como es natural, asociamos la guerra con la destrucción, especialmente la guerra moderna, donde los medios desplegados para devastar son tan abundantes y tan efectivos. Las guerras destruyen el mundo, sin duda. Pero también lo construyen, a gran escala y profundamente. Las contiendas del siglo XX y XXI, como parte que son del Antropoceno, tienen una dimensión geológica.

El paisaje del Campillo, en Rivas Vaciamadrid, donde estamos ahora prospectando y excavando, es un espacio transformado a conciencia durante los dos años en que la Guerra Civil se instaló en estos parajes. Se trata de un sector que no vio combates de relevancia desde el final de la Batalla del Jarama, en febrero de 1937, y donde las líneas de ambos bandos no estaban muy cerca unas de otras, en comparación con otros frentes. Y sin embargo el esfuerzo de construcción es apabullante. Sin fijarse, puede pasar despercibido, porque la lógica con que se concebían las obras, además de la defensa y la protección, era la invisibilidad.

La estructura principal es una trinchera de tres kilómetros que se extiende de forma ininterrumpida a lo largo del farallón rocoso que flanquea la Laguna del Campillo (que no existía en la época: es un resultado de la extracción de áridos en los años 60). 

Hemos seleccionado una parte de la trinchera especialmente interesante para hacerla visitable al público. Es interesante porque en ella se concentran la trinchera de resistencia, un ramal de evacuación, un abrigo y un observatorio. Las excavaciones en el abrigo, que está tallado en el sustrato de yeso, ya nos están dando sorpresas: resulta que tiene un par de estructuras en ladrillo que parecen aspilleras. 

Posibles aspilleras de ladrillo.

Sobre una de las aspilleras aparecieron varias guías de peine de Mosin Nagant y de Máuser mexicano.

Restos de guías de peine de Mosin que aparecieron sobre los ladrillos.

Seguimos el farallón rocoso en dirección oeste para reconocer la trinchera. En un determinado momento la trinchera, que discurre a cierta altura al pie del cortado, baja al llano y desaparece. En las fotos aéreas de 1946 se puede ver que aquí había una construcción, de la que no quedaba nada ya una década después. Todo indica que el lugar fue utilizado durante la guerra por las tropas republicanas. La trinchera sube por la trasera de la casa hacia el cortado y se bifurca. Uno de los ramales vuelve hacia el este muy pegada al farallón. Aquí observamos una grieta larga y profunda. 

Cuando nos acercamos a verla de cerca nos dimos cuenta de que en la base se ancheaba y se convertía en la entrada de un abrigo, parcialmente cerrada con un muro de bloques de yeso. 

 Refugio de tropa excavado en el farallón de yeso.

Los soldados habían ampliado la grieta natural picando las paredes de la cavidad natural y habían creado un refugio de unos diez metros cuadrados con dos niveles. El nivel más alto y más profundo está separado por un murete de piedra. En una de las paredes descubrimos una lata de conservas incrustada en cemento que se debió de utilizar seguramente como lámpara improvisada. 

Lata-lámpara.

Sobre el suelo se ven algunos ladrillos de la época. El sitio promete. Es posible que tras la guerra lo ocupara gente sin hogar, como sabemos que pasó aquí y en otras zonas de Madrid y de España.

No está mal para el primer día de trabajo.

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