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sábado, 16 de mayo de 2020

Pipas y Letras

A la derecha, Carballo Calero paseando por Compostela, cuando hacía el servicio militar (1932).

Muchos temporeros gallegos se encontraban en Madrid y aledaños cuando se produce el golpe de Estado. Cuadrillas de segadores se repartían por las poblaciones rurales cercanas, hoy subsumidas en la gran urbe. Canteros cincelaban las fachadas de edificios en construcción, como los de la Ciudad Universitaria. Diputados iban a presentar en las Cortes el estatuto de autonomía, aprobado por la ciudadanía gallega en referéndum el mes anterior. Y licenciados universitarios se presentaban a las oposiciones a cátedras en aquellos aciagos días. Este último fue el caso del filólogo, ensayista y escritor Ricardo Carvalho Calero (1910-1990) a quien se dedica este año el Día das Letras Galegas. Nacido en Ferrol en el seno de una familia de la pequeña burguesía local, fue un líder destacado de la FUE en la universidad compostelana y uno de los miembros más activos del Seminario de Estudos Galegos. Como miembro ya del Partido Galeguista corredactó el anteproyecto del estatuto para Galicia. Hizo toda la guerra en el ejército republicano y pagó caras las consecuencias. Fue condenado a años de prisión y quedó inhabilitado para el ejercicio del magisterio durante décadas. Como tantos docentes, sobrevivió dando clases en centros de enseñanza privados, hasta que fue readmitido en la década de 1960.

Reunión del SEG en Pontevedra (1928). Ricardo es el quinto por la izquierda, en la fila de atrás, entre Vicente Risco y Filgueira Valverde (ambos apoyarían al régimen franquista).

Como tantos compañeros de generación, militantes de izquierdas y/o galleguistas, Ricardo no habló nunca en público de su experiencia traumática de la guerra y la represión, salvo en algún poema suelto:


Non sei
se matei.
Estiven na trincheira.
Non vin
o meu nemigo.
Disparei.
Non sei
se matei.
Fun ferido.
Mais
non
sei
se 
matei.
Toupa cega,
non teño outro ollo
que o ollo
do meu fusil.

En 1987 publica su testamento literario, la novela Scórpio, tres años antes de su muerte. Esta obra es un prodigio técnico, con múltiples voces narrativas. Lo más interesante, para el caso que nos ocupa, es la segunda parte, en donde pone en boca de los personajes su experiencia en las trincheras de Madrid, en la escuela de mando de Paterna (Valencia) y en el frente andaluz. A partir de ella podemos reconstruir su periplo en la guerra civil.


Junto a otros compañeros gallegos, como el también escritor y periodista Raimundo García Domínguez Borobó, muchos de ellos licenciados en Filosofía y Letras, se integró en el conocido como el batallón de los maestros, el Batallón de la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE) formado por afiliados a la UGT. La unidad, integrada en el Quinto Regimiento, se bautizó con el nombre de Félix Bárzana, así llamado en honor de un maestro fallecido en los primeros combates que tuvieron lugar en Somosierra. El batallón se creó en el palacio del Duque de Terranova, en Recoletos, y ahí se convirtieron en soldados catedráticos de universidad e instituto, inspectores de primera enseñanza, profesores, maestros y bedeles. El comisario era un asturiano comunista, César Lombardía, que de estudiante de la Universidad Central pasó a ser director General de Primera Enseñanza. Como no podía ser de otra forma, la instrucción tuvo lugar en los locales del Museo Pedagógico y de la antigua Escuela Superior del Magisterio, en el Paseo de la Castellana, en el edificio que hoy ocupa el Centro Superior de Estudios de la Defensa (CESEDEN).

Miembros del Batallón Félix Bárzana, en Madrid.

Esta unidad de chapones, los más listos de la clase, eran vistos con recelo por los milicianos de primera hora, curtidos en el combate. El capitán era Federico Bonet, catedrático de Ciencias Naturales y director del Instituto Nebrija; de tenientes, entre otros, estaban un maestro pontevedrés, Marcelo Martín, y Manuel Sanchís, éste ayudante de Navarro Tomás en la sección de lingüística del Centro de Estudios Históricos. Los intelectuales de la FETE sirvieron una batería hispano-italiana de apoyo a los brigadistas internacionales, una auténtica torre de Babel gestionada por el políglota Jesús Prados Arrarte, que en 1936 había ganado la cátedra de Economía y Hacienda en la Universidad de Santiago. El general Kléber lo utilizó de traductor y lo adjuntó a su Estado Mayor.


Carballo Calero combatió en la carretera de Andalucía y en la defensa del barrio de Usera. Su descripción en Scórpio es muy útil para conocer el ambiente que se vivía en esta guerra de posiciones [la traducción es nuestra]:

La guerra es nuestro porvenir. Esta otra consigna que se nos dio un día, motivó sarcásticos y sombríos comentarios. Algunos desearían ir a Madrid a ver en el cine las hazañas del guerrillero ruso Chapáiev, que al parecer se movía en la estepa con gran ligereza, mientras nosotros estamos condenados a permanecer casi inmóviles en las trincheras, en las chabolas o en las ruinas, en medio del frío y del barro. Cuando llueve, una infinita tristeza nos invade, excepto a los que están afiliados a partidos políticos avanzado que, inmersos en la esperanza de la victoria y la revolución, no piensan más que en contraataques que no se ordenan nunca. La guerra se mueve en otros frentes. Aquí vigilamos y fortificamos, tostamos en el fuego nuestro pan de munición clavado en el machete y vivimos como ratas, impenetrablemente estoicos, como Rafael o resignadamente fatalistas, como yo.

En Villaverde fueron reforzados por un batallón de jornaleros de Ciudad Real, el Mancha Roja. El ideal revolucionario de obreros, campesinos y estudiantes parecía materializarse en la lucha contra el fascismo, en las batallas por Madrid. En los momentos de descanso en un chalet requisado, Ricardo pasaba horas en la biblioteca, leyendo La Montaña Mágica de Thomas Mann y la edición ilustrada del Afrodite de Pierre Loüys, un clásico de la literatura erótica. Acabó la guerra como teniente en el ejército de Andalucía, en la misma zona del frente en la que combatió mi abuelo Antonio, éste en el franquista Ejército del Sur.

Detalle de posiciones defendidas por el Félix Bárzana en Usera.

Ricardo Carballo Calero siempre estuvo en donde él consideró que debía estar, manteniendo una coherencia ideológica envidiable toda su vida. En 1980 Álvaro Cunqueiro fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Santiago de Compostela. Una fotografía resume el acto y el devenir de aquellos jóvenes poetas galleguistas de preguerra: Ricardo acompaña a su amigo Álvaro y responde a su discurso en calidad de catedrático de la casa. Álvaro Cunqueiro vistió camisa azul y vivió de la prensa falangista en Ortigueira y San Sebastián, hasta caer en desgracia a mediados de los años 40, cuando se recluyó en su villa natal de Mondoñedo. El miedo es libre. La trayectoria de Carballo Calero, fiel siempre a sus principios, fue impecable desde un punto de vista ético. Sufrió el castigo de los vencedores y después el oficialismo del sistema cultural gallego heredero de la Transición. Su nacionalismo, su republicanismo y su apoyo a las tesis reintegracionistas (acercar de nuevo el idioma gallego a la lusofonía) explican el olvido al que fue sometido durante la década de 1980. Él, que dotó de herramientas básicas a nuestra lengua, como son su monumental Historia de la literatura gallega contemporánea o su utilísima Gramática del gallego común.

Cunqueiro (izq.) y Carballo (dcha.) en la Universidad compostelana (1980).

Aquel miliciano del Félix Bárzana, después oficial del Ejército Popular, volvió a Madrid en 1972, a opositar, de nuevo, esta vez en el CSIC, para ganar la cátedra de Lengua y Literatura Gallega. El poeta Dámaso Alonso debía presidir el tribunal. Finalmente lo hizo Filgueira Valverde (quien no era profesor universitario), antiguo galleguista, compañero de Ricardo en el Seminario de Estudios Galegos y que, tras apoyar la Cruzada, llegó a ser alcalde franquista de Pontevedra; ya en democracia fue conselleiro de Fraga y presidente del Consello da Cultura Galega. En 2015 se le dedicó el Día das Letras Galegas. El camaleón cambia de colores según la ocasión.
Como decía Rosendo, maneras de vivir.









sábado, 9 de mayo de 2020

La queimada nació en una trinchera (I)

Carlos Alonso del Real y Ramos (1914-1993).

El camisa vieja Carlos Alonso del Real fue uno de esos intelectuales que lo dio todo en la Falange durante la guerra y la inmediata postguerra. Compuso algunas de las canciones e himnos fascistas más conocidos, fue formador en la escuela de mandos José Antonio del Escorial y formó parte de la División Azul. A la vuelta de Rusia se convirtió en un fiel servidor de Martínez-Santaolalla, el falangista que controlaba el entramado institucional arqueológico de la Nueva España. Carlos Alonso ocupó diversos cargos administrativos a la sombra del Comisario General hasta que los tentáculos de los tecnócratas del Opus Dei llegaron también al ámbito de las Humanidades. Martínez-Santaolalla, como tantos otros azules, fue defenestrado y nuestro personaje acabó alejado de Madrid, ganando la cátedra de Prehistoria en una universidad periférica, de provincias, como era Santiago de Compostela en 1955. Como otros intelectuales falangistas acabó por apoyar la resistencia estudiantil convirtiéndose en un auténtico disidente, respetado por el alumnado que acudía a sus aulas. Colaboró con el galleguismo cultural y político en el tardofranquismo, de ahí que publicase en revistas y medios afines, como la revista Grial. Aquí publicó en 1972 un artículo en gallego titulado: As orixes da queimada. Capítulo programático dun libro en preparación. El volumen al que se refiere no llegó a publicarse nunca, si bien por azares del destino, hemos encontrado la versión manuscrita de ese libro. Estamos preparando una edición crítica del mismo y es por ello que hemos indagado en la figura de Carlos Alonso, un tipo inteligente que supo modelar una determinada imagen de sí mismo. Por lo que estamos viendo, era un fabulador y, sobre todo, un cínico. De quemar libros de Gordon Childe en Madrid en 1939 pasó a ser su máximo admirador décadas después. Su recuerdo en Compostela no tiene nada que ver con la memoria que se guarda de él en Madrid, por ejemplo. Ciertamente, nunca renegó del fascismo, y aún en los años 70 reconocía por escrito la genialidad de Mussolini, por ejemplo. Su programa de investigación se centró en parte en el análisis de los orígenes de cuestiones muy queridas para esa ideología como la guerra, el deporte o el mando. En esta línea cabe encuadrar este curioso artículo sobre el origen de la queimada en el que nos habla de sustratos e influencias culturales. Resumiendo mucho la queimada sería un melting pot, un crisol en el que, igual que se mezclan café y cáscaras de naranja, se vislumbran influencias célticas, germánicas y musulmanas. Su origen sería medieval, ya que el alambique se introduce en Galicia hacia el siglo XII, según él. Esta investigación sobre la queimada respondía a su interés por la brujería como fenómeno histórico, en la línea de Julio Caro Baroja.


En todas las viviendas campesinas gallegas con familiares en la emigración, se colgaban en las paredes del comedor (utilizado solo el día del banquete de la fiesta parroquial) souvenirs folclóricos de todo pelaje, procedentes de las grandes ciudades españolas, europeas y americanas. En el comedor de la casa de mi abuelo en A Ponte (Cereixa, A Pobra do Brollón, Lugo) recuerdo siempre dos elementos bastante más autóctonos, y eso que teníamos gente viviendo en Caracas y Barcelona: una gaita y el conjuro de la queimada. Este último tenía forma de pergamino y un cierto marchamo heráldico, que poco tenía que ver con ese mundo imaginario medieval del que hablaba Carlos Alonso del Real. Estoy hablando de inicios/mediados de la década de 1980. Se lo había regalado mi padre Julio a mi tío Suso.

El conjuro de la casa de A Ponte (Foto Suso 40).

La política turística promocionada por Manuel Fraga Iribarne en la década de 1960 consolidó una imagen folklorizante de Galicia que legitimó toda una serie de prácticas performativas como las ferias del vino, las Reales Órdenes de la Alquitara y el Albariño, acuñó eslóganes que son historias de éxito (Y para comer Lugo) e incluso propició la invención de paisajes a través de la caza deportiva como la Serra dos Ancares.  Esta estrategia se extendió a la emigración gallega y contribuyó a desactivar políticamente los Centros Gallegos que, sobre todo en América, mantenían encendida la llama del exilio republicano. El desarrollismo acabó con todo eso. Los gallegos de fuera y de dentro nutrieron todo este entramado arquetípico, promocionado por el NO-DO y el Ministerio de Información y Turismo. Los gobiernos democráticos autonómicos de Albor y Fraga en los 1980 y 1990 bebieron directamente de ese modelo. Y como siempre, hubo intelectuales de nivel que sirvieron entusiásticamente a la causa (Cunqueiro, Castroviejo), pero también hubo gente avispada, buscavidas que aportaron su granito de arena a todo el proceso. En este contexto surge la figura titánica, fulcral, de Mariano Marcos de Abalo. Os aconsejo leer la entrevista que le hizo la periodista Sandra Penelas en 2007 para el periódico El Faro de Vigo. Una joya. El titular es el siguiente: El Conxuro nació en los guateques de los sesenta.

Mariano en el Museo Liste en 2018 (Atlántico Diario).

Mariano es poeta, dibujante, coleccionista de pipas y esquelas con mote, trabaja el marfil y le llueven las ofertas para dar pregones por las fiestas de Galicia, que no son pocas. Ideó el conjuro en 1967 en una pensión al lado del puerto de Vigo y en el año 1974, cuando ya actuaba en la discoteca Fausto, añadió las dos últimas estrofas, en las que se apela al recuerdo de los emigrantes que están fuera. Después, durante nueve años, hizo queimadas en el  barco nocturno de la Ría, sobre todo para japoneses. Se convirtió en un clásico de la Fiesta del Turista y del Parador de Baiona, en donde su número era la gran atracción de la noche. Por supuesto, en 1988 le nombraron caballero de la Orden Serenísima de la Alquitara de Portomarín y fue al programa Luar de la TVG, el decano de los programas de entretenimiento de toda Europa, pero allí, según él, las queimadas no las disfrutas igual porque no ves a la gente y Gayoso [el presentador] me trató con un poco de desprecio. Solo quiere destacar él.

El queimador Mariano en 2016 (Foto de Xoán C. Gil, La Voz de Galicia)

Su éxito setentero llevó a una imprenta viguesa a editar el conjuro. Un acuerdo entre autor y empresa  le permitió cobrar 1 peseta por conjuro vendido. Sin embargo, la demanda era tal que fue imposible controlar las copias, los sucedáneos y las versiones. Una de las más famosas, impresa en una tela marrón era la que colgaba de la pared del comedor de casa de mi abuelo. Tan típica como las figuritas de meigas que se venden en el monte de Santa Trega o los collares de conchas de La Lanzada y La Toja. Finalmente en 2001, Mariano registró el conjuro en la SGAE. Este artista siempre anda con un maletín preparado por si le llaman. Durante años ha perfeccionado su puesta en escena:

Me pongo un hábito negro, colgantes y un gorro de punta y sobre la mesa coloco una calavera, que me regaló en 1956 un amigo que estudiaba Medicina en Santiago, y un cuerno de cabra, ambos con velas encima. Primero cuento la historia de la queimada, o mellor remedio para producir felicidade, las diferentes acepciones de la palabra carallo y varios chistes. Enciendo el aguardiente sobre una concha de vieira y después el del pote. A continuación echo el azúcar mientras remuevo la mezcla y pronuncio el conjuro. Cuando el color de la llama es medio azulado lo apago con un paño que tiene un anxo de vento dibujado.

Mariano ha creado escuela. Existe todo un mercado veraniego en el que fulanos disfrazados de brujos o de Juego de Tronos, no se sabe muy bien, meten unas clavadas enormes por recitar el conjuro y perpetrar una queimada en aniversarios, banquetes, bodas y reencuentros estivales con emigrantes. Yo soy uno de ellos. Como veterano de campos de trabajo arqueológicos internacionales me he comido unas cuantas. Gusta mucho (sobre todo los asiáticos y los de Europa del Este) la parte esa de los pedos de los infernales culos y poner voz chunga al recitar. También vendo vino y camisetas para financiar el proyecto de turno. Como decía Lisa Simpson, todo científico que se precie tiene que tener alma de feriante, sobre todo en Galicia.


Referencias
Alonso del Real, C. 1972. "As orixes da queimada. Capítulo programático dun libro en preparación". Grial. Revista Galega de Cultura, 35: 74-82. 

lunes, 21 de octubre de 2019

Los invisibles


Totum revolutum: latas de la 2ª Guerra Mundial, ladrillos del campamento partisano, latas de cazadores de los años 1980 y latas consumidas por refugiados en 2019.

Desde la Arqueología comienzan a surgir iniciativas para afrontar las tragedias humanitarias desencadenadas por los procesos migratorios. En el congreso de la asociación europea de arqueólogos, celebrado en Maastricht (Holanda) en 2017, Yannis Hamilakis, uno de los arqueólogos mundiales de referencia, impartió una conferencia titulada Una arqueología afectiva de las fronteras, en la que dio buena cuenta del proyecto que lleva a cabo en las costas griegas con sus estudiantes de la Universidad de Brown. La ponencia generó una ardiente polémica entre los congresistas; mientras unos aplaudían la implicación de la arqueología en esta crisis humanitaria, otros se preguntaban qué sentido tenía sacar fotos a los salvavidas y lanchas abandonados. ¿No sería mejor y más útil que los recursos de la Universidad de Brown se invirtiesen en una ayuda real a los refugiados? ¿No es éste un ejemplo de vacua moda arqueológica que obedece a una necesidad académica de ir à la page? Como podemos apreciar, estas cuestiones tienen que ver con la ética. 

Entorno del hospital partisano. Zona de descanso de refugiados, con abundante material en superficie.

El recrudecimiento de las políticas antiinmigración en Estados Unidos también ha movilizado a arqueólogos como Jason de León o Randall McGuire. Este último, uno de los máximos representantes de la arqueología marxista en aquel país, lleva años trabajando en tareas humanitarias con la organización No Más Muertes en Nogales, Sonora, dedicada a ayudar a personas deportadas. El contacto diario con el muro fronterizo y su impacto sobre las poblaciones locales le llevaron a desarrollar una arqueología de la frontera con sus alumnos de la Universidad de Binghamton. En España se comienza a prestar atención desde una perspectiva arqueológica a fenómenos como la tragedia que se vive día a día en el estrecho de Gibraltar, donde han muerto miles de migrantes en las últimas dos décadas, o la creación por el Estado de los denominados centros de internamiento de extranjeros (CIES).


En el mismo espacio recogemos una pieza de una máscara antigás italiana, amortizada por los partisanos, y restos de comida de los refugiados de 2019, incluida una lata de conserva gallega. Globalizaciones de ayer y de hoy.

Nuestros proyectos de lo que podemos denominar Arqueología de la Hospitalidad han abordado la temática de los refugiados en el pasado. En los bosques del entorno de Dreznica, buscando los rastros de los partisanos de los años 40 nos encontramos con los nuevos invisibles del presente. refugiados del Próximo Oriente que intentan llegar a Austria y Alemania, después de recorrer cientos, miles de kilómetros. Tenemos la suerte de contar en nuestro equipo con el realizador croata Matija Kralj, quien conoce bien esta realidad, tras haber estado en Lesbos, Ceuta, Turquía, y reconoce perfectamente los efectos de la propaganda oficial en las comunidades rurales de Croacia.

Matija Kralj, registrando los paisajes de la resistencia, para el documental sobre nuestro proyecto.

Nosotros mismos hemos escuchado de boca de nuestros colaboradores locales cosas como: estos son soldados, muyahidines, estamos viviendo una invasión silenciosa. Incluso en la localidad de Krakar nos enseñaron una casa abandonada (que perteneció a un partisano conocido en la región), la cual, según ellos, fue quemada por refugiados recientemente, porque vieron allí una cruz. Estos relatos socavan la ética solidaria heredada de la lucha partisana. Si bien la gente más mayor reconoce la necesidad moral de ayudar a estos refugiados del presente, también nos encontramos con miembros de la generación nacida en el bosque muy críticos con esta realidad. Los más jóvenes incluso se organizan, en algunos casos, para autogestionar el asunto. Este miedo al Otro se manifiesta en los cercados, las rejas metálicas cerrando puertas y ventanas de segundas residencias y casas rurales vacías. Y se refleja en toda su crudeza en la acción de comandos enviados directamente desde Zagreb para la caza del hombre. Esta policía incrementa el PIB local con sus pernoctas, vicios y hobbies.

Vivienda supuestamente incendiada por los refugiados (estaba asegurada).

Los mismos bosques que acogieron a los partisanos son los únicos amigos de los refugiados sirios, afganos, kurdos, muchos de ellos desertores del ejército de turno. En los bordes de las dolinas documentamos esta realidad perenne. Una pieza de una máscara antigás italiana comparte espacio con latas de atún Calvo, en un espacio habilitado como campamento de una noche. Se puede llevar a cabo toda una etnoarqueología binfordiana de estos nómadas, perseguidos, del siglo XXI. Se esconden. Evitan ser vistos. Caminan de noche. Partisanos de hoy que subsisten como pueden, una vez más, en el bosque. Perseguidos por la policía del limes europeo, encargada de que la barbarie no acceda al Imperio. ¿Quienes son los bárbaros?





miércoles, 2 de octubre de 2019

La gente del bosque


Hace un frío que pela. Entramos en la casa de la familia Radulovic, en la aldea de Tomicic. Calor de hogar. Esta pareja de jubilados vive sola todo el año. Una hija emigró a Estados Unidos y la otra a Alemania. El petrucio, Mihajlo Radulovic, está entusiasmado con la idea de que yo venga de España. No pasarán. Estamos en su casa porque el historiador, Milan, y la antropóloga, Ivona, quieren hacerles una entrevista. Pero antes, hay que mojar la palabra. Sobre la mesa, rakija y otros licores caseros, torreznos, embutidos, quesos. La hospitalidad de esta gente es proverbial. Aunque yo no sé hablar nada de croata, echamos mano de un lenguaje internacional: el fútbol. Las raíces serbias de esta familia se hacen notar: aquí son del Estrella Roja de toda la vida. Tras los prolegómenos, Mihajlo, como aviso previo a la entrevista, declara: Yo soy marxista. Y a partir de ahí la crónica del horror. Su madre fue asesinada por los fascistas, junto con dos de sus hijas, una de ellas un bebé de dos días. Esta es la historia de cada familia de aquí. Septuagenarios y septuagenarias nacieron en la primera mitad de los años 40 en el bosque. Son hijos e hijas del bosque. De un  bosque impenetrable, lleno de agujeros kársticos, de pendientes imposibles, de afloramientos rocosos. Un bosque protector, invisible a la aviación enemiga, imposible para la artillería italiana dispuesta en acorazados en el mar Adriático.

Ubicación del primer campamento partisano en los montes de Krakar. De izquierda a derecha: Xurxo, Carlos, Sanja y Nedeljko. (Fotografía de Matja Kralj).

Esta es también la historia de nuestro guía por las montañas de Krakar, el bueno de Nedeljko Maravic. Él nació en el bosque. Su relación cromosómica con el mundo vegetal le llevó a estudiar ingeniería forestal en Zagreb. De hecho fue el máximo responsable del distrito, hasta que en 1991 fue relevado injustamente de su puesto. Era serbio... en el nuevo estado croata independiente. En los inicios de la última guerra, tuvo que pasar por un control de carretera. Allí estaban apostados paramilitares croatas. Según nos cuenta, le amenazaron con una típica frase balcánica: te mataremos a ti, serás pasto de los zorros, y nos los comeremos. Nedeljko nos guía con pericia por los vericuetos del monte, un laberinto de pistas de tierra maltratadas por las cadenas de los tractores y camiones de la madera. Nos lleva al que se considera el primer campamento base partisano en la zona, habilitado en otoño de 1941. En esta fase paleolítica de la guerrilla, se habilitó un refugio en un monumental abrigo rocoso. Nedeljko va recogiendo flores y hojas, recita sus nombres en latín y nos ofrece una lección magistral sobre propiedades curativas y alucinógenas. Los servicios sanitarios partisanos echaban mano del saber local ante la falta de suministros, como así aparece reflejado en las crónicas de la época. El bosque protege, cura, calma, adormece, hace soñar.

Carlos tomando las coordenadas de la nueva cueva.

En el interior de la cueva.

Tras este viaje maravilloso por el bosque animado, Nedeljko nos lleva a su casa en la aldea de Krakar en donde nos aguarda una sorpresa. La antigua casa familiar estaba apoyada directamente en la pared rocosa. La parte trasera conectaba directamente con una cueva empleada por los partisanos, probablemente como almacén de municiones, suministros y alimentos. La entrada en pendiente a la cueva está llena de escombros y materiales etnográficos, probablemente de la segunda mitad del siglo XX cuando se empleó como basurero doméstico. Sin embargo, al fondo, parece conservarse el nivel de ocupación original. Allí documentamos algunas piezas de uniforme del Ejército italiano.


Arriba: objetos en el suelo de la cueva. Abajo: los mismos objetos en laboratorio (Fotos de Carlos Otero)

Nedeljko nos ofrece un tentempié, con salchichas y vino de casa. Él fue refugiado en su día y, ahora, su pueblo se encuentra en la ruta de paso de los refugiados que vienen de Próximo Oriente. La nueva gente del bosque, que deja sus propias huellas, que maneja su propia estrategia de ocultación. Los invisibles de Europa. De todo ello hablaremos mañana.

Proyecto Heritage from below. Traces and memories. Dreznica 1941-1945.







jueves, 19 de septiembre de 2019

La Hojarasca

Base partisana en los montes de Krakar, aprovechando la espesura del bosque y los afloramientos rocosos.


De pronto como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos: rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita muerte.

Gabriel García Márquez: La Hojarasca (1955).

Voluntad de resistir. Ahí está el origen de muchas de las materialidades que conforman los paisajes  bélicos que estamos estudiando desde la Arqueología del Conflicto en los últimos años. La cueva en la que se escondió el guerrillero Gorete en las estribaciones de los Picos de Europa. Las chabolas republicanas construidas precipitadamente en vaguadas de la Alcarria, habilitadas como hospitales de campaña. Los hospitales en el interior de cuevas en el contexto de la batalla del Ebro. Los chozos de la Cidade da Selva en la zona de Pena Trevinca (Ourense). La cueva etíope de Zeret en donde ancianos, mujeres y niños fueron masacrados con gas mostaza por los fascistas italianos. Alfredo González-Ruibal ha remarcado un aspecto crucial de la guerra civil española. Mientras la tecnología militar de vanguardia se ponía a prueba en los frentes de España, el conflicto suponía en muchos casos la vuelta al pasado. Chabolas que parecen cabañas de la Edad del Hierro. Soldados heridos que son atendidos en cuevas paleolíticas como si fuesen especímenes tipo Homo Antecessor.

En el callejero de Dreznica todavía se conserva el nombre de Dreznica de los Partisanos.

La resistencia partisana en Dreznica contra los ocupantes italianos y alemanes es el paradigma de la lucha de guerrillas. Esta zona de Croacia, habitada por serbios, es conocida por su riqueza forestal. Los aserraderos en la época de preguerra conocieron un incipiente movimiento sindicalista en defensa de los intereses de los trabajadores. Aquí ellos y ellas tienen, desde siempre, madera de héroes y de heroínas. Tras la rendición del ejército regular yugoslavo en 1941, muchos hombres regresaron a casa, sí, pero armados. Durante tres años trágicos se enfrentaron a cuatro ejércitos: los fascistas croatas (ustasha), los monárquicos serbios (chetniks), los italianos y los alemanes. Voluntad de resistir. Las masacres se sucedieron entre la población campesina que apoyó masivamente la causa partisana. Hasta 1991 el topónimo oficial del pueblo fue precisamente ese: Dreznica de los partisanos. Y lo siguen defendiendo con orgullo.

También hacemos excavaciones en los monumentos. En este, situado cerca de Ogulin, se conmemora un enfrentamiento con fuerzas chetniks. Hemos recuperado en el entorno los fragmentos del texto de la primera placa de mármol que se colocó en el lugar hace décadas.

Una de las cosas que estamos haciendo en nuestro proyecto es registrar los monumentos erigidos durante el régimen comunista en conmemoración de los hechos bélicos protagonizados por los partisanos. En los textos conservados en las placas se pasa del genérico terror fascista a indicar en ocasiones el enemigo allí batido: chetniks, ustashas, italianos o alemanes. Proliferan sobre todo en carreteras principales, lugares propicios para emboscadas y golpes de mano. Lógicamente, la guerrilla evita siempre la lucha en campo abierto. Su gran aliado: el bosque. La Arqueología del Paisaje nos permite reconstruir la genealogía de los espacios liberados. En un primer momento, la resistencia se organizó en los pequeños pueblos rurales. Desde el inicio de la insurrección, los encargados de echar a andar todo el entramado partisano fueron veteranos de la guerra de España, pertenecientes en su día a las Brigadas Internacionales (de esto hablaremos en posts venideros). El primer hospital se habilitó en la casa de un notario en la aldea de Sekulic. Duró poco. Los ustasha enviaron una expedición de castigo y liquidaron a 28 civiles, hombres, mujeres y ancianos. Los heridos fueron asesinados y solo unos pocos pudieron escapar a una cueva cercana.

Ruinas del hospital partisano en la aldea de Sekulic, quemado por los ustasha. Así permanece desde entonces.

En esta primera etapa de la resistencia los partisanos contaron con una base en los montes de Krakar. Podemos definirla como una etapa paleolítica. Los afloramientos rocosos típicos de este paisaje kárstico, las dolinas, sirvieron de abrigo natural para los combatientes. La masa boscosa, las cuevas y la piedra maciza eran un buen contrapeso para los ataques de la artillería italiana en esa época. En 1942 se organizó el hospital nº 7 en los montes Javornica en los alrededores de Dreznica, constantemente hostigado por el enemigo. La zona central del sitio fue monumentalizada a comienzos de la década de 1960 a iniciativa, en gran parte, de enfermeras y comisarias políticas que trabajaron allí veinte años antes.

El conjunto monumental que conmemora el hospital nº 7 es obra de Zdenko Kolazio y fue inaugurado en 1981. Cada uno de estos hitos de cemento marca un área de actividad del antiguo campamento. En la imagen, el puesto de ambulancia.

Uno de nuestros objetivos es llevar a cabo una prospección intensiva de este paraje de Gorski Kotar que nos permita ir más allá de las fuentes escritas y reconstruir arqueológicamente todo el sistema defensivo y asistencial partisano. Para ello contamos con la colaboración de la comunidad local. Dragan, joven cazador, se ofreció a llevarnos a una cueva oculta que se utilizó para evacuar a los enfermos durante los episodios de mayor peligro. Como decía el poeta del Caurel Uxío Novoneyra, aquí se siente lo poco que es un hombre. Llueve en el bosque. Nubes de mosquitos al acecho. Arces y abetos monumentales, raíces que descansan como dinosaurios fosilizados. Objetos de higiene y bolsas de comida desparramadas aquí y allá nos remiten al paso reciente de refugiados, de camino hacia el norte. La hojarasca nos recuerda aquella novela menor de Gabriel García Márquez, pero en la que aparece ya reflejado el realismo mágico de Macondo. Dragan avanza decidido sorteando el lapiaz y las dolinas que se suceden en bucle. Llegamos a la entrada, idéntica a la de la cueva de Altamira, por poner un ejemplo, pero sin puerta. Entonces experimentamos aquello que se cuenta del descubrimiento de la tumba de Tutankhamon, cuando Carnarvon le pregunta a Carter: ¿qué ves?, y éste le contesta Cosas maravillosas.

¿Qué ves?... Cosas maravillosas. (Foto de Sanja Horvatincic).

Volvemos al día siguiente pertrechados cual espeleólogos domingueros. Conseguimos bajar al interior. Todavía se conservan los pilotes de madera y las vigas que servían para habilitar plataformas horizontales (probablemente a dos alturas) en donde descansaban los heridos. Esta cueva se ubica  a poca distancia, en línea recta (pero con una gran pendiente) del lugar en donde se emplazaba la botica y la cabaña en donde se atendía a los enfermos de tifus. Podemos imaginarnos las condiciones que tuvieron que soportar los heridos, tanto durante la evacuación como durante su estancia en la cueva.

Acceso a la cueva. Vista desde el interior. (Fotografía de Carlos Otero).

El papel de las mujeres partisanas fue crucial en estas labores de mantenimiento. Muchas de ellas hacían kilómetros y kilómetros con cántaros de agua en la cabeza para hacerla llegar al hospital. Hay que tener en cuenta que el tifus era la enfermedad más temida, debida a la ausencia de agua potable. A su vez, el papel de las enfermeras fue heroico, coordinadas por el famoso médico judío Otto Kraus. Sobrevivir en el hospital nº 7 dependía de la solidaridad, la camaradería, pero también de la cultura material, como veremos a continuación. Entre las dolinas, los arces y la hojarasca, bajo tierra, se forjó la resistencia. Aquí, en el bosque, nació un país nuevo... que ya no existe. El viento de la Historia se llevó (¿para siempre?) sus hojas caducas.
Interior de la cueva. Vista parcial. (Foto de Carlos Otero).









martes, 26 de junio de 2018

CSI Repil (VI)




Plano de la casa de Repil. Excavaciones de abril de 2018.
En los años 40 el señor Estévez era chófer del coche de línea de la empresa Caurel, con sede en Quiroga. En aquella época encabezaba en su autobús expediciones de mozos ilusionados que acudían al famoso baile de Ríos, en Chavaga. Según cuenta la tradición oral, y esto (paradójicamente) es textual, en esta parroquia las mujeres se daban muy bien. Mi bisabuela y mi abuela eran de allí. Los mozos de Chavaga debían estar bastante encabronados con este rapto de las sabinas a la gallega, y ya antes de la guerra eran conocidas sus habilidades para impedir el acceso a competidores foráneos en la fiesta de Pascua. Para evitar la llegada de los enemigos, los chavagueses diseñaron una triple línea de defensa; la primera se ubicaba en Repil espacio liminal por excelencia; la segunda entre la casa del peón caminero (ya desaparecida) y el molino y la última en el puente de la vía del tren. Las cosas se dirimían por aquel entonces a pedrada limpia. En aquella época, Repil tenía dos caras. Cuando la gente de Cereixa volvía de la feria o de las fiestas de Monforte, se apeaban aquí e improvisaban foliadas. Teresa y Adela, las dos vecinas de Repil dejaban a los fiesteros beber de sus pozos y hacer fiesta en los aledaños de sus casas. Sin embargo, por la noche, la cosa cambiaba. Eran los tiempos del estraperlo y del contrabando. Los campesinos de la zona se arriesgaban con sus bicis tuneadas, cargados de patatas y legumbres. Según me contaba mi abuelo, cuando los maquis ya estaban allí, se veían luces destelleantes. En todo momento estaban controlados por aquellos que denunciaban en sus órganos murales el hambre, el caciquismo y los abusos al campesinado por parte del franco-falangismo.
 

Plano de la casa de Repil. Excavaciones de abril de 2018. Distribución de materiales arqueológicos.
En ese tiempo de miseria, pero también de fiesta, anterior al nuevo ciclo migratorio masivo de mediados de 1950, había mucha gente. Todo el monte estaba cultivado y las familias enviaban a la chavalada con el ganado a los prados. Por eso la tarde del 20 de abril de 1949 había mucha gente en el monte, gente que oyó, sintió y vio.
Poco a poco vamos conociendo las condiciones de vida de nuestros guerrilleros en la casa de Repil. Tenemos que recordar una cosa. Estos hombres llevaban huidos años, en un movimiento constante, malviviendo en la mayor parte de los casos, en permanente tensión, al acecho. Esta experiencia muda incluso los sentidos de las personas. Por otro lado, la familia que los acogía era una familia numerosa que vivía en una casa muy humilde. En las excavaciones de este año hemos podido registrar las ampliaciones de la casa, posteriores a 1949. En la vivienda original convivían unas diez personas, entre maquis y familiares. Las cuadras ocupaban mayor espacio que la cocina y el salón-habitación. Nos podemos imaginar perfectamente a Segura y Guillermo Morán, escribiendo bajo la luz del candil las hojas de su periódico Progreso, mientras la señora Teresa les servía un caldo caliente al pie de la lareira. Una lareira construida con los materiales de la fábrica del fascista Pedro Barrié de la Maza. Mientras ellos sostenían la lucha en el monte, sus correligionarios, prisioneros de guerra republicanos, eran utilizados como mano de obra esclava por este señor, a escasos kilómetros, en la construcción de los embalses de Santo Estevo y de Os Peares. Barrié de la Maza, amigo de la infancia de Franco, recibió a cambio de su apoyo económico a la Cruzada, el monopolio hidroeléctrico de los ríos Sil y Miño y el título de Conde de FENOSA.
 

 Excavación de la cocina de la casa de Repil. Nivel de derrumbe que sella el suelo de ocupación.
Piso de la cocina y materiales in situ. La lareira, todavía sin excavar, se ubica a la izquierda del jalón.
Como han señalado Paula Godinho y Rui Gomes para la lucha guerrillera en la raia seca, en Tras-os-Montes, en gran medida el apoyo campesino a la guerrilla no venía dado solo por la ideología, sino por la puesta en práctica de la solidaridad parental. Sabemos que los guerrilleros pagaban por su estancia, conocemos incluso los santos y seña, los códigos de confianza (mostrar una moneda republicana , por ejemplo). En el caso de la familia de Repil no sabemos qué variable pudo incidir más, incluida la coerción, por supuesto. Un mal gesto de uno de los guerrilleros hacia la señora Teresa llevó a Roces a encerrar a un compañero en un piso en Monforte y a cortarle el pelo al cero, según nos cuentan testigos oculares. Por aquel entonces, eran pocos ya los apoyos ante el terror instaurado por las fuerzas represivas, y había que mimarlos.
 

Vista de detalle de la lareira, con los ladrillos rubefactados, producidos en la fábrica O Castelo, de Barrié de la Maza.
En las fiestas de Pascua, la víspera del combate, los guerrilleros estaban en el campo de la fiesta de Chavaga. Dentro de unos días, de hecho, entrevistaremos a una señora nonagenaria que estuvo bailando con uno de ellos. Lo que no sabían era que la suerte estaba echada. Un hijo de Teresa que estaba haciendo el servicio militar había llegado de permiso y se enfrentó a los nuevos inquilinos de la casa. A ello hubo que unir la traición de un yerno, que fue con el recado al cerebro de la lucha contra el maquis en el noroeste. Camilo Alonso Vega, director de la Guardia Civil, envió a las zonas más conflictivas a personajes de confianza: Pizarro en el Maestrazgo y Arricivita en el Bierzo y Galicia. Este último, con sede en Ponferrada, cumplió su cometido y aún hoy posee el título de hijo predilecto de Ponferrada.
 

Horno de pan de la casa de Repil. Año 2007.
El señor Estévez, al mediodía del 20 de abril de 1949 ya no llevaba mozos con ganas de juerga en su coche de línea. Requisado por la Guardia Civil, el autobús conducía a Chavaga docenas de hombres armados preparados para el combate. En el horno de la casa de Repil todavía se conservaba el aroma del roscón de Pascua. El traidor sabía que estarían allí todos reunidos, celebrando la fiesta parroquial. En otra casa vecina de Cereixa, O'Piloto, el que sería el último guerrillero abatido en España (1965) se encontraba de invitado en la celebración de un bautismo. Él, desconfiado, era de la opinión de que la casa de Repil estaba quemada. No acudió a la cita.Y sobrevivió.
 

José Castro Veiga, O'Piloto, el último gerrillero abatido en España, en Belesar, en 1965.

miércoles, 23 de mayo de 2018

CSI Repil (III)


El crack de 1929 barrió los sueños de muchos de estos emigrantes afincados en Cuba y Estados Unidos. La quiebra de los bancos en donde guardaban celosamente sus ahorros hizo que familias enteras se viesen obligadas a retornar a su tierra. La crisis y el paro masivo marcaron los años de la IIª República en el valle de Lemos. Monforte era la segunda ciudad de la provincia de Lugo, el enclave ferroviario más importante de Galicia. El ayuntamiento intentó superar el monocultivo del tren, e incentivó la industria. En 1935 accedió a que se crease al pie del yacimiento romano de O Castelo Pequeno una fábrica de teja y cerámica. Esta factoría fue promovida por el empresario y banquero coruñés Pedro Barrié de la Maza, presidente del Consejo de Administración de todo un holding de la época: Industrias Gallegas S.A. De aquí salió gran parte del material constructivo con el que se hizo y rehízo la casa de Repil.

Una muestra de los materiales de construcción fabricados en
O Castelo y recuperados en la casa de Repil.

La República intentó aplicar como pudo su programa de reformas sociales en el rural. Las escuelas de las parroquias de la zona notaron los nuevos tiempos. Durante décadas, durante el franquismo, la placa con el escudo republicano se conservó milagrosamente en la pared de la escuela de Chavaga, aquella en la que estudiaron los niños y niñas de la familia Amaro. A diferencia de otras comarcas, aquí los indianos no habían invertido en infraestructuras docentes. El Estado tampoco. Basta con leer el Viaje a las escuelas de Galicia del periodista Luis Bello, vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y que visitó Chavaga y Reigada en los años 20.

Manifestación del 1 de mayo de 1936 en Monforte de Lemos.

El tren inoculó en los enclaves ferroviarios del valle del Sil las ideas de progreso y las ansias por construir un mundo nuevo. El caciquismo comenzó a resquebrajarse. El sindicato UGT y el PSOE tenían mucho peso en la zona. La revolución de 1934 se hizo sentir con fuerza. En el campanario de Ribasaltas se llegó a colocar la bandera soviética. Los jóvenes de la parroquia de Cereixa se envalentonaron e intentaron dinamitar el puente del ferrocarril. La operación fue un fiasco y muchos de ellos tomaron por vez primera una decisión: echarse al monte, refugiarse en la Serra de Lamas, en Santa Bárbara, en A Costa, en las inmediaciones de Repil. La represión acabó con el alcalde socialista de Monforte, Juan Tizón Herreros, en la cárcel. La victoria del Frente Popular en febrero del 36 hizo temer lo peor a la derecha tradicionalista, a los sindicatos agrarios católicos, a la patronal y los caciques rurales. La manifestación del 1 de mayo en la capital lemava fue multitudinaria. Esa histórica fotografía fue de gran utilidad para los matones falangistas en el verano de 1936.

Juan Tizón Herreros en su época de alcalde de Monforte de Lemos.

Las fuerzas golpistas sabían que había que hacerse con Monforte lo antes posible. Se aprovecharon de que los civiles más combativos se habían desplazado a Lugo para intentar frenar el golpe en la capital. Con la Guardia Civil dueña de las calles, dio comienzo una represión feroz, la caza del hombre. Juan Tizón, alcalde de Monforte, se ocultó en la parroquia de Torbeo, en donde nació uno de los guerrilleros muertos en Repil, O'Porreto. El alcalde consiguió huir y afincarse en Oporto, en donde fue acogido por Mario Soares. Allí se convirtió en agente de los servicios secretos británicos, falleciendo en 1945. El alcalde de A Pobra do Brollón, Antonio Reboiro, republicano, masón, miembro de un partido agrarista, fue fusilado en 1939, acusado de auxilio a la rebelión. Como los Amaro, había regresado de América con ideas nuevas, tan locas como la de montar una biblioteca.

El alcalde de A Pobra do Brollón, Antonio Reboiro, fusilado en 1938.

Escuadras negras sembraron el terror. Hombres convertidos en topos, eran denunciados, torturados y vilmente asesinados, como el concejal socialista de Monforte, Ramón Somoza, exhumado por la ARMH en 2016 en la vecina parroquia de Castroncelos. Este contexto ayuda a explicar por qué se echaron al monte unos huidos que acabarían convertidos en guerrilleros.

Exhumación en junio de 2016 en el atrio de la iglesia de Castroncelos (ARMH).

Mientras todo esto pasaba, la familia Amaro veía como su casa recién estrenada se encontraba en el epicentro de un territorio militarizado, con guardias custodiando la vía del tren, la carretera y el paso a nivel. Con la guerra llegó otra desgracia: en 1937 fallecía el cabo da casa, Maximino. Su viuda, Teresa, quedaba a cargo de una familia extensa en la época más mísera y miserable que se recuerda.


jueves, 1 de marzo de 2018

Fe de erratas: la verdadera historia del cartógrafo del monte San Pedro




Rectificando datos con la familia Sagarduy-Gancedo.


Sólo hay una cosa peor que equivocarse: no admitirlo y no tratar de enmendar el error. Así que hoy toca publicar un texto en clave de fe de erratas.
El 25 de noviembre de 2016, en este blog, se publicó una entrada titulada “(Re)dibujando líneas ‘en el’ campo”. En aquel texto se recogían algunos datos biográficos sobre el teniente cartógrafo Jesús Gancedo, uno de los responsables del diseño y la ejecución del sistema defensivo del monte San Pedro (Amurrio, Araba), así como de otras posiciones en el frente occidental vasco. Conocimos la historia de este hombre gracias a su yerno, Jesús María Sagarduy, montañero aficionado y atento visitante a nuestras actividades arqueológicas en la zona. Algunos de los datos que aportó Sagarduy no se reflejaron bien en aquel artículo, así que, un tiempo más tarde, este vecino nos señaló amablemente las deficiencias de nuestro trabajo. De esta forma, se inició un pequeño proceso de revisión de la información y ahora ya podemos dibujar mejor la historia de Gancedo, el teniente de la V Brigada del Ejército Vasco que dibujó las defensas republicanas del monte San Pedro.
A continuación, re-relatamos una parte de su historia.


Vista aérea de las posiciones de guerra en el entorno del monte San Pedro.




Jesús Gancedo Huidobro era delineante. Su principal arma era la pantómetra. Un compás con el que calcular la proporcionalidad entre segmentos y así poder tomar mediciones precisas en superficies topográficas. En Amurrio se decía que Gancedo era una buena persona, alguien en quien confiar. Su trabajo exigía esa autoridad moral: a menudo era el encargado de medir terrenos y localizar mojones, ocasionalmente en lugares que eran objeto de largos litigios entre vecinos. Ya sabemos que en el ámbito rural, la parcelación y los conflictos de propiedad son asuntos de enorme importancia. La supervivencia real de muchas personas puede depender de ello. En ese sentido, Gancedo era un medidor, pero también un mediador que salomónicamente intentaba evitar que se produjesen juicios innecesarios y que los conflictos se enquistasen en el tiempo.
Jesús Gancedo era conocido en Amurrio por otra habilidad en la que destacaba: miembro del Círculo Artesano (antecedente del equipo de fútbol actual), hay fotos en bares del pueblo que atestiguan su carrera deportiva. Su hermano, Inocencio, incluso llegó a ser jugador del Jerez. El hermanastro de Jesús, Pepe, era igualmente conocido en la zona por su labor fabricando txistus.


Círculo Artesano de Amurrio en 1927 (fuente: Amurrio Club).


Al estallar la guerra, Jesús Gancedo ejerció como teniente cartógrafo en la V Brigada: la fuerza compuesta por los batallones Bakunin (CNT), Leandro Carro (PCE) y Araba (PNV) que defendió los montes San Pedro y Txibiarte entre 1936 y 1937. Gracias a su yerno, Jesús Mari, sabemos que este teniente diseñó sistemas defensivos realmente complejos en esta zona del frente occidental vasco, ante el temor de que la ofensiva franquista sobre Bilbao se desatase por aquí. Al fin y al cabo, era la vía más corta y rápida para una operación relámpago.
Sin embargo, como sabemos, el ataque dirigido por Mola se desarrolló por otro lado, al este, en la zona de Villarreal (hoy Legutio), alargando así el conflicto y el sufrimiento de miles de civiles y combatientes. Los técnicos alemanes a menudo criticaban la lentitud con la que Mola avanzaba por Bizkaia aquella primavera de 1937. Sólo la voluntad psicópata de purga y destrucción podía explicar el lento avance de unas fuerzas inmensamente superiores a las del Ejército Vasco. Tanto se alargaron las operaciones que el propio Mola no pudo tomar Bilbao. Como es sabido, murió en un accidente aéreo dos semanas antes de la conquista de la villa vizcaína, cuando sobrevolaba Alcocero, Burgos (todavía hoy, Alcocero de Mola)



Fotografía aérea de la Legión Cóndor en el “Sector Orduña-Amurrio-Murguía”, 1937
 (fuente: Archivo Militar General de Ávila).


Ya casi al final de la guerra en el frente vasco, ante la inminente rendición de Santoña, Gancedo fue nombrado capitán del Ejército de Euzkadi. Por supuesto, cuando fue apresado por las fuerzas sublevadas omitió cualquier referencia a este ascenso para así tener más posibilidades de sobrevivir. Una vez hecho preso, coincidió en el Penal de El Dueso con el célebre socialista Ramón Rubial, con quien mantuvo una relación amistosa durante años. De hecho, durante el periodo de la Transición, Gancedo charlaba con Rubial, quien era muy duro con el camino que estaba tomando el PSOE bajo las órdenes de Felipe González.
En Santoña, Gancedo fue condenado a doce años de cárcel por “auxilio a la rebelión”, pero finalmente cumplió sólo tres. Una vez en libertad estaba obligado a ir a firmar al cuartel de la Guardia Civil una vez al mes. Esta rutina mensual marcó la vida de Gancedo hasta bien entrada la década de 1950. Un día, uno de los agentes pensó que ya no era posible que este hombre tuviese que seguir yendo cada mes a firmar. Buscando en los archivos encontró la documentación que acreditaba el fin de la pena, ¡cuando Gancedo llevaba nueve años yendo de más!
Posteriormente, la Administración pública volvería a hacerle la puñeta a Gancedo. En 1984 entró en vigor la Ley 37/1984 de reconocimiento de derechos y servicios prestados a quienes durante la guerra civil formaron parte de las Fuerzas Armadas, Fuerzas de Orden Público y Cuerpo de Carabineros de la República. Esta ley reconocía a quienes habían combatido con la República en tanto que excombatientes, con sus pensiones correspondientes, en igualdad de condiciones con quienes disfrutaron de ese estatus durante la Dictadura, es decir, los vencedores. Según nos cuenta la propia hija de Gancedo, éste tuvo algunos problemas para que se reconociese su situación, en la medida en que el Gobierno de González alegaba que le faltaban dos meses de pena (cuando, como hemos visto, estuvo décadas bajo en régimen de privación de libertad). Imaginamos que las críticas que vertía su amigo Rubial sobre Felipe González resonarían de forma contundente en la cabeza de Gancedo en aquel momento.

 Carnet de excombatiente de Jesús Gancedo (gentileza de la familia Gancedo).



Finalmente, tras un largo proceso burocrático, Jesús Gancedo, quien dibujó las defensas republicanas de San Pedro frente a la sublevación, consiguió ser considerado un excombatiente de pleno derecho. Este reconocimiento llegó tras varios años de cárcel, silencio, convivencia con sus captores y trajín de documentos traspapelados que marcaron su vida. No es más que otra historia de la guerra. Sin embargo, es buen ejemplo de un devenir vital marcado por el maniqueo discurso de vencedores y vencidos, represión oficial por parte del Estado y falta de libertades en la larga duración. Que este artículo, a modo de fe de erratas, sirva como muestra de visibilización de las injusticias. Mientras tanto, seguiremos excavando en las trincheras de la historia y de la memoria. 

Agradecimientos
Agradezco a la familia Sagarduy-Gancedo la atención con que señalaron los errores del primer artículo y el tiempo y esfuerzo que emplearon en reconstruir materialmente –con fotografías, documentos y otros objetos– la historia de Jesús Gancedo. Eskerrik asko. 

Post by Josu Santamarina Otaola (GPAC, UV/EHU).