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sábado, 1 de mayo de 2021

La estructura nº 1

Fotointerpretación del poblado central (según Luis A. Ruiz).

Mediante la utilización de las herramientas propias de la teledetección, la arqueología está descubriendo poblados y recintos monumentales bajo el manto impenetrable de las frondosas selvas de Centroamérica. Lo mismo ocurre con el Valle de los Caídos. A través de la investigación archivística y de la fotointerpretación, nuestro compañero Luis Antonio ha ido identificando las diferentes estructuras que conforman la primera zona de trabajo de nuestro proyecto: el campamento de la empresa Román, en donde hoy en día se dispone el poblado de los trabajadores de Patrimonio Nacional. Con esta información previa llegamos al Valle. El primer día llevamos a cabo una prospección extensiva de toda la zona para identificar en campo chabolas, basureros y áreas de actividad. Esta inspección visual nos permitió seleccionar una serie de estructuras de carácter habitacional, presumiblemente ocupadas en su día por los obreros y presos y sus familiares. Al mismo tiempo, peinamos con el detector de metales todo el entorno. Comenzaba nuestro viaje en el tiempo, una exploración que nos metía de lleno en la década de 1940.

La estructura 1 antes de su excavación. Vista hacia el N.

Parte del equipo arqueológico llegamos directamente de Galicia, en donde estuvimos excavando una casa campesina ocupada por la guerrilla antifranquista entre 1947 y 1949. Nuestra compañera Cristina está estudiando esta arquitectura doméstica rural y los cambios que conllevó la llegada de la Modernidad. Lo que nos muestra la arqueología es que este proceso no es lineal, sino que presenta rupturas y continuidades. En 1939 España había retrocedido décadas, si tenemos en cuenta los indicadores de desarrollo económico. En la inmediata posguerra, la construcción del Valle o de los primeros embalses se hicieron con técnicas premodernas, ante la escasez de materia prima, de bienes de equipo, de gasolina y de suministros. Pero se hicieron -con un gran coste humano. 

Proceso de excavación de la estructura 1. (Foto de Álvaro Minguito).

Por eso nos impresionan las estructuras rupestres del Valle, como la estructura nº 1 que hemos excavado esta semana. Es una construcción rectangular asentada directamente en el sustrato granítico y que aprovecha el roquedo como pared natural para protegerse del viento gélido del norte. Desde un punto de vista formal nos recuerda a una cabaña de la Edad del Hierro o a un eremitorio altomedieval. Pero no, estamos hablando de los años 40. En realidad, es muy parecida a otras construcciones que hemos exhumado en otros contextos similares, como en el destacamento penal de Bustarviejo en la sierra norte de Madrid. Allí también los familiares construyeron chabolas para estar cerca de sus seres queridos.

Dispersión de materiales en la cota superior del depósito.

De la estructura 1 se conserva apenas una hilada del paramento, levantado con grandes bloques de granito local. El interior estaba cubierto de maleza y de raíces secas. Una vez retirada la capa vegetal documentamos un gran depósito de tierra negra, de naturaleza muy orgánica y con evidentes restos de combustión. Esta gran mancha ocupa la mitad meridional de la estancia y continúa siguiendo la línea de la pendiente.

Depósito UE1001 definido en planta. Vista hacia el S.

Se dispone en algunas zonas directamente sobre la roca y en otras sobre un pavimento de saprolita, es decir, granito meteorizado empleado para elaborar un pavimento. Este tipo de suelos tienen una larga tradición. Los encontramos en yacimientos prehistóricos pero también en contextos rurales de la primera mitad del siglo XX.

Selección de materiales del depósito UE1001.

Este depósito (UE1001) contenía cientos de objetos de la inmediata posguerra. Creemos que esta estructura fue reutilizada como basurero por la familia que habitaba una cabaña ubicada al lado. Este totum revolutum nos recuerda a aquellos sobres-sorpresa que comprábamos de niños a comienzos de los años 80. A pesar de la variedad de objetos y fragmentos, podemos rastrear la presencia de un hombre adulto, que podría ser vigilante del campo: recogimos un cristal de gafas de sol, hebillas de uniforme, un botón con el águila franquista, una funda de puñal, una bala de Mauser y un casquillo no percutido con la pólvora dentro. Esta munición se corresponde con los fusiles rusos Mosin-Nagant capturados al Ejército Popular y que fueron transferidos a la Guardia Civil en la posguerra. La disciplina militar conllevaba prácticas de higiene y de cuidado de la indumentaria, como demuestra la aparición de un frasco de Búfalo empleado para dar lustre a las botas. Asimismo, las labores burocráticas propias del personal del campo se reflejan en la documentación de lápices, portaminas y tinteros.

Botón de uniforme militar y casquillo de Mosin Nagant. (Foto de Álvaro Minguito).

Este señor era el padre de, al menos, una niña. Hemos recuperado una suela de zapato, elaborada en un taller riojano, de la marca Zarina. Desde luego, esta familia compartía la dureza de las condiciones de vida en el Valle, pero tenía acceso a buenos suministros. Nos aparecen restos de medicamentos y evidencias de prácticas de consumo en donde no faltan las gaseosas, las bebidas alcohólicas y las paellas, de las que quedaron cientos de chirlas esparcidas por el depósito. Entre los materiales metálicos cabe destacar la presencia de clavos, vientos y objetos vinculados con la actividad del hogar, todos ellos realizados por procedimientos de herrería tradicional, posiblemente en una forja que existía en el Valle.

Suela de zapato infantil.

Los arqueólogos y las arqueólogas soñamos con la basura, somos así. Un vertedero es un contexto fantástico para nuestra investigación. Muros georreferencia con la estación total la ubicación de cada objeto para elaborar planos de dispersión. Candela, ya en laboratorio, sistematiza y cataloga cada uno de los restos. Cada cosa tiene una historia detrás. La tierra también: por eso recogimos muestras de carbón para llevar a cabo estudios antracológicos, así como muestras edafológicas para análisis geoquímicos.

Georreferenciación de piezas. (Foto de Álvaro Minguito).

La arqueología de campo es un proceso de construcción del conocimiento en el que cada día nos obliga a plantear nuevas hipótesis, a desechar unas y plantear otras. Creíamos estar delante de una chabola y nos encontramos finalmente ante un basurero vinculado al día a día de un vigilante del campo y de su familia. De ahí la importancia de una documentación rigurosa, completa y objetiva. Nuestro trabajo consiste en documentar estos vestigios materiales tal y como los encontramos, para recuperar la huella de todos y todas los que vivieron en el Valle de los Caídos, una huella que en muchos casos no se conserva ni en la memoria oral ni en la documentación existente.

Manilla para dar cuerda a un reloj. Seguimos viajando en el tiempo (Foto de Álvaro Minguito).






 




jueves, 19 de septiembre de 2019

La Hojarasca

Base partisana en los montes de Krakar, aprovechando la espesura del bosque y los afloramientos rocosos.


De pronto como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos: rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita muerte.

Gabriel García Márquez: La Hojarasca (1955).

Voluntad de resistir. Ahí está el origen de muchas de las materialidades que conforman los paisajes  bélicos que estamos estudiando desde la Arqueología del Conflicto en los últimos años. La cueva en la que se escondió el guerrillero Gorete en las estribaciones de los Picos de Europa. Las chabolas republicanas construidas precipitadamente en vaguadas de la Alcarria, habilitadas como hospitales de campaña. Los hospitales en el interior de cuevas en el contexto de la batalla del Ebro. Los chozos de la Cidade da Selva en la zona de Pena Trevinca (Ourense). La cueva etíope de Zeret en donde ancianos, mujeres y niños fueron masacrados con gas mostaza por los fascistas italianos. Alfredo González-Ruibal ha remarcado un aspecto crucial de la guerra civil española. Mientras la tecnología militar de vanguardia se ponía a prueba en los frentes de España, el conflicto suponía en muchos casos la vuelta al pasado. Chabolas que parecen cabañas de la Edad del Hierro. Soldados heridos que son atendidos en cuevas paleolíticas como si fuesen especímenes tipo Homo Antecessor.

En el callejero de Dreznica todavía se conserva el nombre de Dreznica de los Partisanos.

La resistencia partisana en Dreznica contra los ocupantes italianos y alemanes es el paradigma de la lucha de guerrillas. Esta zona de Croacia, habitada por serbios, es conocida por su riqueza forestal. Los aserraderos en la época de preguerra conocieron un incipiente movimiento sindicalista en defensa de los intereses de los trabajadores. Aquí ellos y ellas tienen, desde siempre, madera de héroes y de heroínas. Tras la rendición del ejército regular yugoslavo en 1941, muchos hombres regresaron a casa, sí, pero armados. Durante tres años trágicos se enfrentaron a cuatro ejércitos: los fascistas croatas (ustasha), los monárquicos serbios (chetniks), los italianos y los alemanes. Voluntad de resistir. Las masacres se sucedieron entre la población campesina que apoyó masivamente la causa partisana. Hasta 1991 el topónimo oficial del pueblo fue precisamente ese: Dreznica de los partisanos. Y lo siguen defendiendo con orgullo.

También hacemos excavaciones en los monumentos. En este, situado cerca de Ogulin, se conmemora un enfrentamiento con fuerzas chetniks. Hemos recuperado en el entorno los fragmentos del texto de la primera placa de mármol que se colocó en el lugar hace décadas.

Una de las cosas que estamos haciendo en nuestro proyecto es registrar los monumentos erigidos durante el régimen comunista en conmemoración de los hechos bélicos protagonizados por los partisanos. En los textos conservados en las placas se pasa del genérico terror fascista a indicar en ocasiones el enemigo allí batido: chetniks, ustashas, italianos o alemanes. Proliferan sobre todo en carreteras principales, lugares propicios para emboscadas y golpes de mano. Lógicamente, la guerrilla evita siempre la lucha en campo abierto. Su gran aliado: el bosque. La Arqueología del Paisaje nos permite reconstruir la genealogía de los espacios liberados. En un primer momento, la resistencia se organizó en los pequeños pueblos rurales. Desde el inicio de la insurrección, los encargados de echar a andar todo el entramado partisano fueron veteranos de la guerra de España, pertenecientes en su día a las Brigadas Internacionales (de esto hablaremos en posts venideros). El primer hospital se habilitó en la casa de un notario en la aldea de Sekulic. Duró poco. Los ustasha enviaron una expedición de castigo y liquidaron a 28 civiles, hombres, mujeres y ancianos. Los heridos fueron asesinados y solo unos pocos pudieron escapar a una cueva cercana.

Ruinas del hospital partisano en la aldea de Sekulic, quemado por los ustasha. Así permanece desde entonces.

En esta primera etapa de la resistencia los partisanos contaron con una base en los montes de Krakar. Podemos definirla como una etapa paleolítica. Los afloramientos rocosos típicos de este paisaje kárstico, las dolinas, sirvieron de abrigo natural para los combatientes. La masa boscosa, las cuevas y la piedra maciza eran un buen contrapeso para los ataques de la artillería italiana en esa época. En 1942 se organizó el hospital nº 7 en los montes Javornica en los alrededores de Dreznica, constantemente hostigado por el enemigo. La zona central del sitio fue monumentalizada a comienzos de la década de 1960 a iniciativa, en gran parte, de enfermeras y comisarias políticas que trabajaron allí veinte años antes.

El conjunto monumental que conmemora el hospital nº 7 es obra de Zdenko Kolazio y fue inaugurado en 1981. Cada uno de estos hitos de cemento marca un área de actividad del antiguo campamento. En la imagen, el puesto de ambulancia.

Uno de nuestros objetivos es llevar a cabo una prospección intensiva de este paraje de Gorski Kotar que nos permita ir más allá de las fuentes escritas y reconstruir arqueológicamente todo el sistema defensivo y asistencial partisano. Para ello contamos con la colaboración de la comunidad local. Dragan, joven cazador, se ofreció a llevarnos a una cueva oculta que se utilizó para evacuar a los enfermos durante los episodios de mayor peligro. Como decía el poeta del Caurel Uxío Novoneyra, aquí se siente lo poco que es un hombre. Llueve en el bosque. Nubes de mosquitos al acecho. Arces y abetos monumentales, raíces que descansan como dinosaurios fosilizados. Objetos de higiene y bolsas de comida desparramadas aquí y allá nos remiten al paso reciente de refugiados, de camino hacia el norte. La hojarasca nos recuerda aquella novela menor de Gabriel García Márquez, pero en la que aparece ya reflejado el realismo mágico de Macondo. Dragan avanza decidido sorteando el lapiaz y las dolinas que se suceden en bucle. Llegamos a la entrada, idéntica a la de la cueva de Altamira, por poner un ejemplo, pero sin puerta. Entonces experimentamos aquello que se cuenta del descubrimiento de la tumba de Tutankhamon, cuando Carnarvon le pregunta a Carter: ¿qué ves?, y éste le contesta Cosas maravillosas.

¿Qué ves?... Cosas maravillosas. (Foto de Sanja Horvatincic).

Volvemos al día siguiente pertrechados cual espeleólogos domingueros. Conseguimos bajar al interior. Todavía se conservan los pilotes de madera y las vigas que servían para habilitar plataformas horizontales (probablemente a dos alturas) en donde descansaban los heridos. Esta cueva se ubica  a poca distancia, en línea recta (pero con una gran pendiente) del lugar en donde se emplazaba la botica y la cabaña en donde se atendía a los enfermos de tifus. Podemos imaginarnos las condiciones que tuvieron que soportar los heridos, tanto durante la evacuación como durante su estancia en la cueva.

Acceso a la cueva. Vista desde el interior. (Fotografía de Carlos Otero).

El papel de las mujeres partisanas fue crucial en estas labores de mantenimiento. Muchas de ellas hacían kilómetros y kilómetros con cántaros de agua en la cabeza para hacerla llegar al hospital. Hay que tener en cuenta que el tifus era la enfermedad más temida, debida a la ausencia de agua potable. A su vez, el papel de las enfermeras fue heroico, coordinadas por el famoso médico judío Otto Kraus. Sobrevivir en el hospital nº 7 dependía de la solidaridad, la camaradería, pero también de la cultura material, como veremos a continuación. Entre las dolinas, los arces y la hojarasca, bajo tierra, se forjó la resistencia. Aquí, en el bosque, nació un país nuevo... que ya no existe. El viento de la Historia se llevó (¿para siempre?) sus hojas caducas.
Interior de la cueva. Vista parcial. (Foto de Carlos Otero).









miércoles, 19 de septiembre de 2018

Educación y Descanso

Posición de El Campillo. La estructura cuadrada de la izquierda era estancia de descanso de la tropa.

En los años finales del franquismo, mi abuelo materno, tamborilero, formó parte de un grupo folklórico llamado Os Agarimos. El cuarteto se integraba dentro del marco de las actividades que el Hogar de Educación y Descanso organizaba en el barrio ferroviario de la estación de Monforte de Lemos. El régimen franquista puso a andar el Nuevo Estado inspirándose claramente en las instituciones fascistas italianas. Mussolini había creado algo parecido (Opera Nazionale Dopolavoro) para monitorizar y dirigir el tiempo de ocio de las clases populares, para domesticar a las masas obreras y convencerlas de la necesidad de tener hombres sanos, productivos, deportistas y soldados. Ellos eran la base del Imperio. Mi abuelo, que era un cachondo, siempre decía: Educación, poca, y descanso... ninguno. Eso de por el Imperio hacia Dios no iba con él. Era bajito y casi libra de la guerra, pero subieron unos centímetros la medida de corte, y lo movilizaron. Combatió en el frente del Segre. No soportaba ni a fascistas ni a carlistas. Al escarabajo rojo que fastidiaba las cosechas de patata le llamó siempre requeté. Mi abuelo era un campesino, artesano polifacético, que solo salió de su parroquia para ir a la guerra. Después, algún viaje a ver a la hija a Lugo, Barcelona, Pontevedra. Siempre le quedó la espina de ir a actuar a Caracas, en donde vivía la hija mayor.

Restos metálicos de posibles somieres en la estancia de descanso.

Como mi abuelo, miles de campesinos españoles, la mayoría analfabetos, los menos con las primeras letras, conocieron mundo en la guerra. Los que sobrevivieron pudieron reengancharse al Ejército, o reorientar el rumbo de sus vidas en las ciudades que conocieron. Yo he entrevistado a muchos de estos campesinos veteranos de guerra y todos renunciaron a otra vida, porque tenían que volver, a cuidar de la casa, de los padres viejos y enfermos, porque los hermanos habían emigrado y quedaban ellos como cabos da casa. Pienso en estos campesinos cuando leo la documentación del frente en Rivas-Vaciamadrid. Los desertores del Batallón Gallego, ubicado en el Espolón, cuentan sus vidas a los servicios de información republicanos; todos son campesinos, herreros, canteros... muchos de ellos de zonas montañosas de Ourense. A su vez, los desertores republicanos que se pasan al lado franquista también son labriegos de la Meseta Sur, de Levante, de Andalucía.

Detalle del suelo de ocupación, con un frasco de laxante y una caja de munición soviética.

Estos hombres de  la España rural, tradicional, entran de lleno en la guerra industrial. Reciben instrucción, incluso algunos aprenden a leer, manejan tecnología y armamento de última generación. En una posición de segunda línea, en un frente estabilizado como el del subsector del Piul, la documentación militar de la 18 División republicana refiere al detalle todas las actividades de formación e instrucción que formaban parte de un día marcado por paqueos aislados, algún duelo de artillería y poco más. A lo largo de 1938 nos encontramos actividades como:

Instrucción teórica sobre el tema "Maneras de orientarse y lanzamiento de granadas de mano".
Instrucción de escuadra y pelotón en orden abierto. Despliegues, avances y repliegues.
Práctica de Topografía.
Modo de hacer fuego para que este sea eficaz.
Instrucciones sobre balística.
Cómo se efectúa el asalto a una trinchera y cómo se organiza.
Cómo se pasa una barrera de artillería.


Restos de una máscara anti-gas en uno de los nuevos refugios que estamos excavando.

Incluso se organizaban marchas de 30 minutos con la máscara anti-gas puesta. Me puedo imaginar a uno de estos campesinos procedentes de zonas en las que el Carnaval rural era importante, con la careta puesta, como un peliqueiro de Laza. Poco o nada se ha estudiado sobre esta experiencia compartida, esta hibridación que se dio en la guerra entre cultura popular campesina y tecnología bélica.
Por supuesto, en los documentos aparecen más de actividades que iremos desgranando. Para nosotros es muy importante que los soldados del campamento que estamos excavando no se tomasen muy en serio aquello de Limpieza de campamento. Otra de las actividades, quizás la más necesaria, es la de descanso. En la posición del Campillo hemos excavado otra estancia, conectada con el nido de ametralladora que ya conocéis. Tenemos que imaginar a esos soldados-trogloditas, mal alimentados, comidos de la sarna y los piojos, intentando dormir en humildes camastros, tras un nuevo día de tensión, ejercicio físico e instrucción. O escribiendo una breve carta a sus seres queridos, o redactando borradores de informes diarios para los mandos. En este mundo subterráneo de yeso y margas, parafraseando a mi abuelo, Educación, alguna, y descanso, poco. El historiador Lourenzo Fernández Prieto definió a los campesinos gallegos como Labregos con ciencia. Muchos de ellos volvieron de la guerra con un bagaje que les acompañaría toda la vida.

Vista panorámica de los dos refugios que estamos excavando ahora, en el vallejo.

Referencia documental.

Archivo General Militar de Ávila, C. 1086, Cap. 12. Partes de operaciones de la 18 División, febrero a septiembre de 1938.


  


martes, 18 de septiembre de 2018

Debajo del olivo que el sol calienta


La semana pasada recibimos en la excavación la cariñosa visita de los miembros de la asociación Jarama 80. Nos regalaron un pin con su logo, unas hojas de olivo, un emblema que luce orgulloso en su gorra Javier Marquerie, mientras prospecta el entorno de El Campillo. Los olivares del valle del Jarama fueron los grandes aliados de la defensa republicana en los momentos cruciales de la batalla. Impedían la visibilidad de unas tropas franquistas que buscaban su ventaja en campo abierto. Los brigadistas se encaramaban a los árboles y acribillaban por la espalda a los infantes desorientados. Martínez Bande cita testimonios de protagonistas en los que se señala el papel jugado por los olivos (paradójicamente, símbolo de la paz) en las jornadas del 18 y 19 de febrero. Caballero, un capellán legionario, escribió: 

Cuando íbamos ya de noche a ocupar los puestos avanzados, entre los olivos, se pierde el rumbo y tenemos que esperar. Estuvimos a punto de caer en manos de los rojos. No había distinción alguna entre los olivos, sino los fogonazos de los tiros, y los cadáveres que yacían al paso. Muchos ingleses, franceses y de otras nacionalidades, de las  Brigadas Internacionales, que empiezan a actuar de firme. Tienen un material estupendo.

Estamos cercados por las Brigadas Internacionales, en proporción aplastante y con el mayor derroche de armas automáticas modernísimas, que manejan como locos, haciendo caer como copos las hojas del olivar. 


Los encinares jugarán el mismo papel en la batalla de Brunete. Árboles más mortíferos que un T-26. En breve, nuestro compañero Luis Antonio Ruiz Casero publicará un libro delicioso, centrado en reconstruir los combates en el palacio de Ibarra durante la batalla de Guadalajara. Nuestro colega se pone en la piel de los soldados y esboza un ensayo claro de lo que la arqueología postprocesual británica denominó Arqueología de la Percepción. Las páginas en las que nos habla de las oscilaciones en la moral de los defensores del palacio son fantásticas. La percepción y los sentidos son un campo de estudio que empieza a atraer la atención de los investigadores en arqueología del conflicto (Saunders y Cornish 2017). Participando de este enfoque, el autor describe las sensaciones y el estado de psicosis colectiva de los militares italianos en el encinar de Ibarra, sin buena visibilidad, cercados por el enemigo. Acostumbrados a la guerra celere y a la lucha en campo abierto, el ejército de Mussolini encuentra aquí su tumba. Esta misma psicosis se dio en el territorio ocupado por los italianos en Abisinia, un impero africano que se reducía, en realidad, a ciudades fortificadas, en medio de un territorio hostil (González Ruibal et al. 2010). La experiencia de los olivares del Jarama o de los encinares de Ibarra se repetiría poco después, en la campaña de Bizkaia, cuando los italianos volvieron a luchar entre masas forestales, en este caso, pinares extensos en la montaña vasca. El olor a resina de pino, las astillas voladoras que herían de gravedad a los soldados y la lucha en los bosques son una referencia constante en las memorias de los combatientes de ambos ejércitos en la primavera de 1937 en Bizkaia.

Batallón Celta, del Ejército de Euzkadi, en un pinar de Larrabetzu, Bizkaia, mayo de 1937.

Luis Antonio defiende (y aquí acaba el spoiler) la idea de que Ibarra, el high-water-mark del avance italiano en la batalla de Guadalajara, se convierte en el punto de inflexión de la ofensiva y el inicio de la derrota fascista ese 14 de marzo de 1937, debido, en gran medida, a ese pánico en el bosque. Se esboza así una línea de trabajo que está por abrir en la historiografía de la guerra civil: escribir una historia del miedo.
Los mandos franquistas señalaron el valor y la resistencia a ultranza de los brigadistas que contuvieron el ataque en el Jarama. Sus tumbas, sembradas entre los olivares, son la prueba de que ellos no tuvieron miedo a la hora de plantar cara al fascismo.


Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.

Entre los muchos cargos que desempeñó el fascista Dionisio Martín estaba el de Jefe del Sindicato Nacional del Olivo. Algo de interés debía tener en ello, como propietario agrario, latifundista con olivares en Jaén. La Victoria había acabado con las veleidades de los sin tierra, los jornaleros explotados que soñaron con otro futuro a través de las colectivizaciones y la revolución social. En la transición, este señor no quería enterarse de los nuevos tiempos. En 1981 el diario El País se hacía eco de los conflictos laborales con los trabajadores de su latifundio andaluz, la finca Torrubia (11 jornaleros heridos durante un enfrentamiento con la Guardia Civil, 13 de noviembre de 1981).

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma:¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.


domingo, 29 de julio de 2018

El cementerio viejo

Entrada tapiada al cementerio viejo de Saa. Gran parte de su interior está ocupada por un vertedero.
El secretario del ayuntamiento de A Pobra do Brollón, Rafa Castillo (sempiterna bufanda republicana al cuello) organiza una reunión informativa en el local social de la parroquia de Saa, dos días antes de empezar los trabajos. La ARMH se ha hecho cargo de todos los trámites burocráticos, que no son pocos: permisos de Sanidad, de Patrimonio y del Obispado de Lugo. En la conversación aparece un lugar inédito, no contemplado en los informes previos: o cemiterio vello. O'Xaqueto nos sirve de guía y nos acerca al antiguo camposanto. Él no recuerda haber visto enterrar a nadie allí, siendo niño. 

A la derecha, marcado con un punto rojo, el cementerio viejo de Saa.
El sitio es impresionante. Alguien ha pintado una cruz blanca en un árbol, recordando el carácter sagrado del recinto. El espacio, delimitado por un muro de mampostería de esquisto, está ocupado por un vertedero ilegal. Somieres, potas, colchones, zapatos y escombro colmatan el interior, sobre todo la parte más cercana al camino, desde la que se bascula basura con facilidad. Los que braman por el pueblo, diciendo que los arqueólogos no dejamos a los muertos descansar en paz, son los mismos que llenan de mierda el cementerio en donde reposan sus antepasados.

Sonia lleva a cabo todo un trabajo de fotointerpretación, recopilando las imágenes de que disponemos desde el primer vuelo americano de 1945 hasta hoy. Los nichos verticales fechados más antiguos del atrio de la iglesia de Saa son, precisamente, de ese mismo año de 1945. En aquel entonces, el cementerio viejo se conservaba intacto, como se puede apreciar en las fotografías. La cuestión clave era saber si pudo haber acogido enterramientos de represaliados en el verano de 1936. Gracias a Alejandro, nuestro historiador, contamos con toda la documentación del paripé judicial llevado a cabo por los sublevados. Tenemos los datos referidos al levantamiento del cadáver, a la autopsia y a su lugar de enterramiento.

Isabel, nieta de O Inverno, nos acompañó durante toda la jornada.
El 6 de agosto de 1936, el secretario del juzgado de A Pobra do Brollón escribe esto al juez de Quiroga:

Tengo el sentimiento de participar a VD que en el camino vecinal que vía de la carretera que conduce de esta villa a Incio con dirección al pueblo de Pouza (sic) de la Parroquia de Saá, términos de la misma apareció el cadáver del vecino de Eirejalba, Jesús Casas (a) Inverno, muerto a consecuencia de disparos de arma de fuego y que según referencias fue detenido por unos falangistas esta mañana en el barrio de Cobadelas de tal parroquia de Saá, habiendo ordenado este Juzgado el levantamiento del cadáver y un traslado al Cementerio de dicha parroquia, esperando que esa superioridad ordene lo que sea conducente.

Nuria, Márcia y Candela documentan el enterramiento.

Por lo tanto, se reconoce oficialmente que los autores del asesinato son fascistas de Falange. La autopsia, a su vez, es reveladora: la muerte fue instantánea y ocasionada por hemorragia torácica como consecuencia de disparo de arma de fuego. Además se reconocen lesiones provocadas por maltrato, y roce contra el suelo del cuerpo del difunto. La diligencia posterior establece el lugar de enterramiento:

Acto continuo y en el Cementerio de la parroquia de Saá se dio sepultura al cadáver autopsiado en una fosa abierta en el mismo pegada a la pared del lado Sur y a seis metros de distancia de la del lado Oeste. Doy fé.

Estas referencias tan exactas no suelen fallar, y son algo así como la clave para encontrar el tesoro que utilizamos los arqueólogos en estos casos. Sin embargo, como en el caso de Castroncelos, aquí todo es más complejo. ¿Qué cementerio  es el citado en el texto? ¿El cementerio viejo o el atrio de la iglesia parroquial? Desde luego las medidas, tan exactas, se adaptan mejor a la forma rectangular del  camposanto antiguo. Por el contrario, el atrio de la iglesia se dispone en forma circular, sobre un pequeño espolón rocoso. Hemos movilizado a todo nuestro equipo y trabajamos contrarreloj. El dinero disponible es el que es y nuestra obligación es sondear las tres posibles ubicaciones del cadáver de O' Inverno.

Aitor, enviado por el Concello de A Pobra do Brollón, desbroza con eficacia el interior del cementerio. No podemos olvidar que estamos en un área arqueológica y esta investigación no solo nos retrotrae a 1936 sino que puede también desvelar historias pasadas más lejanas. Al calcular el punto exacto, siguiendo las indicaciones del documento anterior, nos llama la atención el hecho de que se ubica al pie de una gran piedra, la única que se ve en superficie en todo el cementerio. Comenzamos a excavar y documentamos un paramento murario realmente monumental correspondiente a una estructura precedente, quizás una capilla o iglesia anterior. En el espacio entre este muro y el perimetral del cementerio, en ese pasillo, es en donde deberíamos localizar una fosa. Comienzan a aparecer huesos que, según nuestros compañeros de la ARMH, Marco y Nuria, parecen corresponderse con varios individuos diferentes, incluidos niños. Tras la retirada de este nivel, pudimos definir en planta el corte de una fosa simple en la que se disponía el esqueleto de un individuo. Isabel, la nieta de O'Inverno, presencia los trabajos, con una mezcla de esperanza y escepticismo. Al menos tenemos algo, antes no teníamos nada.

Al día siguiente contamos con la arqueóloga brasileña Marcia Hattori (INCIPIT, CSIC) y con la antropóloga forense Candela Martínez Barrio, que actualmente trabaja también en Brasil. El trabajo conjunto de diferentes especialistas permite descartar que estemos delante de O'Inverno. La tipología de la fosa, la presencia de un gran canto de cuarcita a modo de orejeta a la altura de la cabeza, la disposición de los brazos en cruz, la aparición de clavos antiguos de herrero tradicional y la presencia de pequeñas losas con orificios nos remite a los enterramientos medievales que conocemos para esta zona. Además, las ausencias también nos aportan datos. No hay un solo botón o elemento metálico, que siempre aparecen en fosas de represaliados. La estratigrafía no deja lugar a dudas, sobre esta tumba simple antigua se siguió enterrando en época posterior, de ahí el batiburrillo de huesos dispuestos por encima. Por otro lado, la bioturbación provocada por las raíces de los robles también ha modificado la disposición original de los restos.

Candela y Marcia realizan el inventario de restos óseos e identifican el número mínimo de individuos localizados en el sondeo practicado en el cementerio viejo de Saa.

Mientras excavamos, nuestras colaboradoras Olga Novo y Noelia Besteiro, entrevistan en su casa a O' Cachete (gracias a su hija, Rosa), nonagenario. Su testimonio es preciso y precioso. Al preguntarle por el cementerio viejo, afirmó que ya no estaba en uso en los años 30; en aquella época se usaba como pasto y encerradero para las ovejas.
Tras esta segunda intentona, fallida, nos quedaba un último cartucho: el atrio de la iglesia parroquial de Saa.



miércoles, 4 de julio de 2018

CSI Repil (VIII): La huida


 
 
Archivo municipal de Galdakao (Archivo de la Diputación Foral de Bizkaia).
Durante las labores de vaciado documental que estamos haciendo en el marco del proyecto dirigido por nuestro compañero Xabier Herrero, sobre los refugios antiaéreos del Gran Bilbao, nos encontramos con un interesante documento de 1939 referido a la corporación municipal franquista de Galdakao. Ante la solicitud cursada por el alcalde a las autoridades militares, para que los concejales fuesen armados con pistola, la empresa Unceta y compañía, rauda y veloz, envió al ayuntamiento publicidad sobre su producto estrella: la pistola ASTRA con sus variantes (pistola carabina y demás). Estas pistolas del 9 largo (de esta marca y otras) son una suerte de fósil director arqueológico tanto de la guerrilla antifranquista como de la Guardia Civil encargada de acabar con ella. En la publicidad del modelo 400, cal. 9 mm largo, todavía se hacía referencia a su uso reglamentario por el ejército, carabineros y escolta presidencial, cuando ya Franco había acabado con los carabineros y con la República.


 
Los guerrilleros del noroeste ibérico, a la altura de 1949, iban mal armados. Contaban con pistolas, mosquetones y naranjeros (subfusiles republicanos de la guerra  del calibre 9 mm largo) procedentes o bien de su etapa en el Ejército republicano del norte, o bien de requisas a somatenes y falangistas o bien de combates con la Guardia Civil. La Benemérita adoptó la pistola semiautomática Star Modelo 1922 calibre 9 mm largo (fabricada por la casa Bonifacio Echeverría) como arma reglamentaria del cuerpo en 1922. En 1943 las unidades que luchaban contra la guerrilla comenzaron a usar una variante con un dispositivo moderador de fuego en ráfaga (modelo AD). A su vez, los guardias empleaban como arma reglamentaria el mosquetón Máuser español, modelo 1916, del calibre 7 x 57 mm o el Máuser 98 Mod. Coruña 1943 en calibre 7,92 x 57 mm.

Casquillos y proyectil de pistola del 9 largo vinculados a la huida de Segura.
 
Conociendo este contexto armamentístico, si encontramos en campo, en un escenario de combate de los años 40, casquillos percutidos del 9 largo, lo más seguro es que seamos incapaces de dilucidar quién disparó, si guerrilleros o guardias civiles. En Repil hemos localizado vainas percutidas de ese calibre. Lo que podrían ser hallazgos aislados, comienzan a tener sentido si abordamos un estudio integral de la escena del crimen que combine fuentes orales, documentales y arqueológicas. Así pues, no solo podemos intentar reconstruir el asedio a la vivienda de los Amaro, sino también detectar indicios de la huida de un guerrillero que logró escapar, eso sí, herido: Fermín Lada Segura.

Fermín Lada Segura, fotografía de la derecha.
 
Ante el fuego enemigo que acabó con la vida de sus tres compañeros en la Porta da Horta, Fermín reculó, entró precipitadamente en la cocina y dedicó unas últimas palabras a la señora Teresa, instándola a que cuando entrasen los guardias ellas jurase y perjurase que los había acogido obligada. Acto seguido salió por la puerta principal disparando frenéticamente su naranjero y se dirigió hacia la casa vecina. Como ya comentamos con anterioridad, la Guardia Civil tenía establecidas dos líneas de defensa, una más atrasada en el muro de cierre de la casa da Adela y otra en un muro de separación de fincas entre ésta y la casa de los Amaro. Los sitiadores habían ocupado con morteros el pequeño otero en donde se ubican unas canteras, el punto más alto desde el que batir la casa de los guerrilleros. Fermín se encontró con una lluvia de balas procedente del punto exacto en donde encontramos, gracias al gradiómetro, una reseñable concentración de casquillos de pistola, (prácticamente calcinados por el último incendio de octubre de 2017.) Un guardia civil vació un cargador completo, al menos. Uno de estos disparos impactó en la mandíbula del guerrillero, hiriéndolo de gravedad. Cerca de este punto,  Fermín  decidió desviarse e intentar alcanzar el camino hacia Cereixa, en dirección Norte. Es allí precisamente en donde encontramos un proyectil entero de pistola y otro casquillo. Fermín corrió ensangrentado unos 3 km hasta llegar a Cereixa, en donde fue acogido en la casa rectoral por el cura párroco don Plácido.

Distribución de los materiales bélicos registrados.
 
Los marcajes que hemos podido identificar en los casquillos de pistola del 9 largo y en la guía de peine de Mauser no dejan lugar a dudas: coetáneos y coherentes con la cronología de los hechos, ya que fueron fabricados en la Pirotécnica de Sevilla en 1944 y 1948.

Marcaje de uno de los casquillos: Pirotécnica de Sevilla, año 1948.
 
A pesar de la repoblación forestal, de los incendios, de la erosión provocada por las lluvias torrenciales, de las obras en las cunetas de la carretera, de la apertura de pistas y de la reocupación de la casa en las décadas de 1940 y 1950 hemos podido acceder a la materialidad de los combates del 20 de abril de 1949. Este modesto y humilde ejemplo de Repil muestra la potencialidad de la arqueología del pasado contemporáneo como herramienta útil para ilustrar y comprender mejor episodios dramáticos de nuestra historia reciente.

Resultados del gradiómetro en la zona de huida de Segura. El círculo verde señala la zona de contaminación metálica, en la que se localizó el primero de los casquillos.


 

sábado, 19 de mayo de 2018

CSI Repil (II)

Maximino Amaro y Teresa López, los fundadores de la casa de Repil.

En esta zona de la Galicia rural los castros sigue siendo hitos en el paisaje. El castro de Chavaga aparece citado ya como límite entre condados en época sueva. La gente vivía y sigue viviendo, en el Alto. Fue más fácil cruzar el Atlántico y afincarse a miles de kilómetros de distancia, que bajar medio kilómetro a asentarse en el llano. Hombres de estas parroquias fueron reclutados para hacer con sus manos la mayor obra de ingeniería del momento: el canal de Panamá. Esta fue la punta de lanza para probar suerte después en los Estados Unidos y Cuba. Las viejas viviendas abandonadas en Chavaga y parroquias limítrofes lucen todavía en los dinteles de las portadas placas oxidadas de casas de seguros de Santiago de Cuba y de La Habana. En sus paredes se desconcha la decoración esgrafiada, hecha a imitación de modelos urbanos de allá.

Levantamiento topográfico del despoblado de Repil.

 
Una de estas familias que abandonaron el Alto para hacer las Américas fueron los Amaro. Antonio Díaz Amaro todavía conserva el viejo libro de familia editado bajo el reinado de Alfonso XIII con la autorización del Ministerio de Gracia y Justicia. Tras la portada violácea cruzada por un manchón a modo de meandro de la memoria, se recoge con exactitud burocrática el devenir de una serie de individuos trasatlánticos. El 21 de mayo de 1919 se casaban en la iglesia de Chavaga Maximino Amaro (1897-1937) y María Teresa López Ayán (1897-1962). Un año después nacía en la Central de Socorro de Matanzas (Cuba) su primer hijo, de nombre Alfredo. En 1922, en Cárdenas (Cuba), veía la luz Inés. En 1924 en La Habana, nacía el tercer vástago, Álvaro. A su vez, Ofelia venía al Nuevo Mundo en 1926, en El Vedado, La Habana. Libertad nacería en 1927, de vuelta ya a Chavaga. El último hijo, el pequeño Julio, se murió con sólo dos años de edad (1930-1932).

El vuelo americano de 1956 da una buena idea de cómo era este espacio en 1949.


En los años de la IIª República, la familia Amaro López decidió dar un paso más ambicioso que el de cruzar el océano atlántico: bajar al llano. La dinastía Julio-Claudia, los flavios... se empeñaron por vía civil y criminal en que los galaicos abandonasen los castros en época altoimperial. No valió de nada. En Chavaga hubo que esperar 2000 años. Los Amaro, como otros emigrantes retornados, habían visto mundo y sabían que el Progreso, con mayúsculas, estaba en la carretera y en la vía del tren. En el paraje deshabitado de Repil había un paso a nivel y la parada del coche de línea. La gente de A Pobra do Brollón, cuando volvía de la feria o de las fiestas de Monforte, organizaba improvisadas foliadas aquí. Repil era una zona fronteriza con unos lindes no muy claros en aquel entonces. Maximino Amaro tuvo que solicitar permiso en 1934 a Obras Públicas para levantar su casa, ya que el solar elegido podía verse afectado por la servidumbre impuesta por la carretera de tercer orden de Puebla de Brollón a Orense. La nueva casa se emplazaba a la altura del kilómetro 1, hectómetro 7.

Repil antes del incendio de 2017, cubierto de vegetación.


En esa época, el solar se hallaba dentro del término municipal de A Pobra do Brollón. Será este ayuntamiento el que le conceda permiso para construir una casa, el 8 de septiembre de 1934, con la condición de que la fachada de la obra fuese paralela al eje de la carretera y distase por lo menos quince metros y cincuenta centímetros. La licencia de obra se aprueba el 12 de diciembre de 1935.
Mojón megalítico en el extremo de la huerta de los Amaro:
límite entre Monforte de Lemos y A Pobra do Brollón.
 
Esta vivienda, como era tradicional entonces, se construyó a partir de la red de colaboración familiar e intervecinal, materializada en el sistema solidario de axudas e contraaxudas. De acuerdo con esta costumbre, la familia contaba con el auxilio de amigos, vecinos y parientes para la construcción de la casa. Carros tirados por vacas y bueyes contribuían a carretar la piedra, en este caso procedente de la propia sierra adyacente. Repil se ubica al pie de una dorsal antigua, un complejo geológico del período Ordovícico que separaba dos grandes lagunas hace mucho tiempo. Este macizo de esquisto cuarcítico contrasta con la naturaleza sedimentaria de los valles adyacentes (Lemos y Somoza). En prospección, y gracias a la deforestación posterior al incendio de octubre del año pasado, hemos podido localizar las pequeñas canteras de donde se extrajo la piedra para la construcción de la nueva casa de los Amaro y de la vecina casa da Adela. Repil, como lugar habitado, nació poquito antes de que se desatase la guerra civil española.