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sábado, 16 de mayo de 2020

Pipas y Letras

A la derecha, Carballo Calero paseando por Compostela, cuando hacía el servicio militar (1932).

Muchos temporeros gallegos se encontraban en Madrid y aledaños cuando se produce el golpe de Estado. Cuadrillas de segadores se repartían por las poblaciones rurales cercanas, hoy subsumidas en la gran urbe. Canteros cincelaban las fachadas de edificios en construcción, como los de la Ciudad Universitaria. Diputados iban a presentar en las Cortes el estatuto de autonomía, aprobado por la ciudadanía gallega en referéndum el mes anterior. Y licenciados universitarios se presentaban a las oposiciones a cátedras en aquellos aciagos días. Este último fue el caso del filólogo, ensayista y escritor Ricardo Carvalho Calero (1910-1990) a quien se dedica este año el Día das Letras Galegas. Nacido en Ferrol en el seno de una familia de la pequeña burguesía local, fue un líder destacado de la FUE en la universidad compostelana y uno de los miembros más activos del Seminario de Estudos Galegos. Como miembro ya del Partido Galeguista corredactó el anteproyecto del estatuto para Galicia. Hizo toda la guerra en el ejército republicano y pagó caras las consecuencias. Fue condenado a años de prisión y quedó inhabilitado para el ejercicio del magisterio durante décadas. Como tantos docentes, sobrevivió dando clases en centros de enseñanza privados, hasta que fue readmitido en la década de 1960.

Reunión del SEG en Pontevedra (1928). Ricardo es el quinto por la izquierda, en la fila de atrás, entre Vicente Risco y Filgueira Valverde (ambos apoyarían al régimen franquista).

Como tantos compañeros de generación, militantes de izquierdas y/o galleguistas, Ricardo no habló nunca en público de su experiencia traumática de la guerra y la represión, salvo en algún poema suelto:


Non sei
se matei.
Estiven na trincheira.
Non vin
o meu nemigo.
Disparei.
Non sei
se matei.
Fun ferido.
Mais
non
sei
se 
matei.
Toupa cega,
non teño outro ollo
que o ollo
do meu fusil.

En 1987 publica su testamento literario, la novela Scórpio, tres años antes de su muerte. Esta obra es un prodigio técnico, con múltiples voces narrativas. Lo más interesante, para el caso que nos ocupa, es la segunda parte, en donde pone en boca de los personajes su experiencia en las trincheras de Madrid, en la escuela de mando de Paterna (Valencia) y en el frente andaluz. A partir de ella podemos reconstruir su periplo en la guerra civil.


Junto a otros compañeros gallegos, como el también escritor y periodista Raimundo García Domínguez Borobó, muchos de ellos licenciados en Filosofía y Letras, se integró en el conocido como el batallón de los maestros, el Batallón de la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE) formado por afiliados a la UGT. La unidad, integrada en el Quinto Regimiento, se bautizó con el nombre de Félix Bárzana, así llamado en honor de un maestro fallecido en los primeros combates que tuvieron lugar en Somosierra. El batallón se creó en el palacio del Duque de Terranova, en Recoletos, y ahí se convirtieron en soldados catedráticos de universidad e instituto, inspectores de primera enseñanza, profesores, maestros y bedeles. El comisario era un asturiano comunista, César Lombardía, que de estudiante de la Universidad Central pasó a ser director General de Primera Enseñanza. Como no podía ser de otra forma, la instrucción tuvo lugar en los locales del Museo Pedagógico y de la antigua Escuela Superior del Magisterio, en el Paseo de la Castellana, en el edificio que hoy ocupa el Centro Superior de Estudios de la Defensa (CESEDEN).

Miembros del Batallón Félix Bárzana, en Madrid.

Esta unidad de chapones, los más listos de la clase, eran vistos con recelo por los milicianos de primera hora, curtidos en el combate. El capitán era Federico Bonet, catedrático de Ciencias Naturales y director del Instituto Nebrija; de tenientes, entre otros, estaban un maestro pontevedrés, Marcelo Martín, y Manuel Sanchís, éste ayudante de Navarro Tomás en la sección de lingüística del Centro de Estudios Históricos. Los intelectuales de la FETE sirvieron una batería hispano-italiana de apoyo a los brigadistas internacionales, una auténtica torre de Babel gestionada por el políglota Jesús Prados Arrarte, que en 1936 había ganado la cátedra de Economía y Hacienda en la Universidad de Santiago. El general Kléber lo utilizó de traductor y lo adjuntó a su Estado Mayor.


Carballo Calero combatió en la carretera de Andalucía y en la defensa del barrio de Usera. Su descripción en Scórpio es muy útil para conocer el ambiente que se vivía en esta guerra de posiciones [la traducción es nuestra]:

La guerra es nuestro porvenir. Esta otra consigna que se nos dio un día, motivó sarcásticos y sombríos comentarios. Algunos desearían ir a Madrid a ver en el cine las hazañas del guerrillero ruso Chapáiev, que al parecer se movía en la estepa con gran ligereza, mientras nosotros estamos condenados a permanecer casi inmóviles en las trincheras, en las chabolas o en las ruinas, en medio del frío y del barro. Cuando llueve, una infinita tristeza nos invade, excepto a los que están afiliados a partidos políticos avanzado que, inmersos en la esperanza de la victoria y la revolución, no piensan más que en contraataques que no se ordenan nunca. La guerra se mueve en otros frentes. Aquí vigilamos y fortificamos, tostamos en el fuego nuestro pan de munición clavado en el machete y vivimos como ratas, impenetrablemente estoicos, como Rafael o resignadamente fatalistas, como yo.

En Villaverde fueron reforzados por un batallón de jornaleros de Ciudad Real, el Mancha Roja. El ideal revolucionario de obreros, campesinos y estudiantes parecía materializarse en la lucha contra el fascismo, en las batallas por Madrid. En los momentos de descanso en un chalet requisado, Ricardo pasaba horas en la biblioteca, leyendo La Montaña Mágica de Thomas Mann y la edición ilustrada del Afrodite de Pierre Loüys, un clásico de la literatura erótica. Acabó la guerra como teniente en el ejército de Andalucía, en la misma zona del frente en la que combatió mi abuelo Antonio, éste en el franquista Ejército del Sur.

Detalle de posiciones defendidas por el Félix Bárzana en Usera.

Ricardo Carballo Calero siempre estuvo en donde él consideró que debía estar, manteniendo una coherencia ideológica envidiable toda su vida. En 1980 Álvaro Cunqueiro fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Santiago de Compostela. Una fotografía resume el acto y el devenir de aquellos jóvenes poetas galleguistas de preguerra: Ricardo acompaña a su amigo Álvaro y responde a su discurso en calidad de catedrático de la casa. Álvaro Cunqueiro vistió camisa azul y vivió de la prensa falangista en Ortigueira y San Sebastián, hasta caer en desgracia a mediados de los años 40, cuando se recluyó en su villa natal de Mondoñedo. El miedo es libre. La trayectoria de Carballo Calero, fiel siempre a sus principios, fue impecable desde un punto de vista ético. Sufrió el castigo de los vencedores y después el oficialismo del sistema cultural gallego heredero de la Transición. Su nacionalismo, su republicanismo y su apoyo a las tesis reintegracionistas (acercar de nuevo el idioma gallego a la lusofonía) explican el olvido al que fue sometido durante la década de 1980. Él, que dotó de herramientas básicas a nuestra lengua, como son su monumental Historia de la literatura gallega contemporánea o su utilísima Gramática del gallego común.

Cunqueiro (izq.) y Carballo (dcha.) en la Universidad compostelana (1980).

Aquel miliciano del Félix Bárzana, después oficial del Ejército Popular, volvió a Madrid en 1972, a opositar, de nuevo, esta vez en el CSIC, para ganar la cátedra de Lengua y Literatura Gallega. El poeta Dámaso Alonso debía presidir el tribunal. Finalmente lo hizo Filgueira Valverde (quien no era profesor universitario), antiguo galleguista, compañero de Ricardo en el Seminario de Estudios Galegos y que, tras apoyar la Cruzada, llegó a ser alcalde franquista de Pontevedra; ya en democracia fue conselleiro de Fraga y presidente del Consello da Cultura Galega. En 2015 se le dedicó el Día das Letras Galegas. El camaleón cambia de colores según la ocasión.
Como decía Rosendo, maneras de vivir.









martes, 12 de mayo de 2020

La queimada nació en una trinchera (y II)

Refugio en el asilo de Santa Cristina en la Ciudad Universitaria de Madrid. Campaña de 2017 (Foto Minguito).

En los últimos 150 años, el orujo fue en la Galicia interior la principal medicina y la herramienta higiénica más eficaz. Formaba parte de la parva, del desayuno previo a las labores del campo. Las cuadrillas de nuestros abuelos se llevaban a la siega a Castilla litros de este combustible casero: Cando van, van como rosas/cando vén, vén coma negros, cantaba Rosalía de Castro. En las zonas vinícolas, sobre todo aquellas en las que no predominaba la calidad, se producía mucho aguardiente, llegando a ser el producto principal. Eso pasaba, por ejemplo, en la zona miñota de la actual Ribeira Sacra, en esta terra de Lemos. Un ejemplo maravilloso es Bodegas Moure, en A Cova, que en los años 50 y siguientes se centró en esta actividad para pasarse después al mencía y al godello. Cómo olvidar esas pinturas murales en la bodega, de tema clásico, con un centauro tocando la gaita gallega... Incluso existía una profesión ambulante, el alambiqueiro, que iba por las aldeas y hacía aguardiente en las casas. Una profesión de riesgo. Los calores trajeron hijos y el fuego a veces generó incendios catastróficos. Hoy en día, cuentan que alambiques de estraperlo de Portugal hacen su función en las aldeas gallegas, de casa en casa, pasándose por el forro la normativa de la Xunta, pero eso son solo rumores.

Campaña antialcohólica del Ejército Popular.

En 1963 alcohol adulterado, sobre todo augardente y licor café, causó la muerte de 51 personas y dejó ciegas a otras 9. Se conoció como el Caso del Metílico y tuvo un gran impacto en la vecina zona vinatera de O Ribeiro en Ourense. Durante años el mal nombre acompañó a los licores de esta comarca. Este garrafonazo se explica en parte por la gran demanda de licores y aguardientes que existía en esa época y que obedecía a pautas culturales y hábitos de consumo consolidados que se extendían también entre los emigrantes retornados. Historiadores como Xavier Castro han estudiado este fenómeno con detalle. De hecho, todo apunta a que la queimada como objeto cultural surge en esta década, generando toda la escenografía ad hoc, incluido el canónico juego cerámico de pota, cucharón y pocillos. Hoy en día, es uno de los productos más vendidos por la empresa Sargadelos, que se harta de enviar pedidos a... Japón. La sombra de Mariano Marcos de Abalo es alargada. Ya Álvaro Cunqueiro comentó en su día que este invento de la queimada tenía que ser posterior a la guerra civil. Hacer aguardiente llevaba su tiempo y su dinero, como para andar quemándolo por ahí.

Moral anarquista.

Benigno (pronúnciese Binino) había fallecido dos años antes. Aquella casa d'O Izquierdo de la aldea de Cimadevila, en Cereixa (A Pobra do Brollón, Lugo), se quedó huérfana y deshabitada desde entonces. La vivienda, en el mundo rural, es todo un repositorio de la memoria, una máquina perfecta de generar identidad. Dos años después estábamos allí su nieto, Xoel y yo, arqueólogo. Y bajamos a la bodega. Allí permanecía, a oscuras, la cubeta en la que reposaba parte del legado del abuelo, el último aguardiente que hizo en vida. Recordamos las historias de Benigno, la represión en Vilachá, la masacre de Badajoz, la lucha invernal por la ciudad de Teruel, la vida comunitaria de la parroquia. Todo un mundo ido, reflejado en el cobre ahumado del viejo alambique. Al patrón le gustaba que el vino rascase un poco y a veces le añadía un refuerzo de orujo que, desde luego, no dejaba indiferente a nadie. Benigno fue uno de esos gallegos llamados a quintas y que nutrieron el frente de guerra de orujo casero. Como mi abuelo paterno, Antonio, cabo del ejército del Sur. A la vuelta de cada permiso, todos los compañeros de armas eran amigos suyos. Hasta los republicanos preguntaban voz en grito desde el otro lado: ¿Ha vuelto el gallego? Mi yayo era el puto amo en los intercambios nocturnos. También mi abuelo materno, Jesús, sabía que tenía un as en la manga. Medio desertor y herido en un pie, se ganó el aprecio de una monja cuidadora en el hospital militar de Zaragoza, a cambio de su debido suministro de agua bendita.

Benigno y Ramona en la Casa d'O Izquierdo. Años 90 (Foto Xoel).

Me agotan los debates acerca de la fiabilidad sobre las fuentes orales por parte de arqueólogos e historiadores. O las desprecian directamente o solo atienden a ellas cuando corroboran sus hipótesis. No hay nada más aburrido y predecible que escuchar a un tipo de éstos diciéndote a quien tienes que creer. Yo solo sé que una noche fría de diciembre, en la cocina de la casa do Izquierdo, Benigno, socialista de toda vida, nos contó su paso por la batalla de Teruel en el ejército franquista, y lloraba como un niño. Hay que ser muy ben actor para sollozar y mentir al mismo tiempo, y no era el caso. Él fue camillero en aquella carnicería y allí estuvo en la defensa y en la reconquista de la ciudad aragonesa, con otros vecinos aguardentóforos como él. Y fue entonces cuando nos contó que al borde de la congelación solían quemar el aguardiente de casa, mezclándolo con cosas que compraban a los moros. Esa es la razón por la que nunca le gustó esta moda de la queimada en las fiestas, porque le traía de nuevo el traumático recuerdo de la guerra. Esto nos lo contó en el año 1997.

Puesto de moro vendiendo vinos, aguardiente y tabaco. Frente de Aragón, sector Teruel, 14 de febrero de 1938 (Digital Hispánica, BNE).

Pedro García Trapiello es un escritor cazurro (palabra polisémica) con columna de opinión (Cornada de Lobo) en el Diario de León. El 2 de marzo de 2020 publicó una historia curiosa bajo el título de Cazurro queimón (advierto que el final es deleznable). La escuchó de boca de su padre. Teruel, 18 de febrero de 1938, víspera de ofensiva. Veinte grados bajo cero. Una compañía franquista formada por leoneses, asturianos y gallegos espera por el asaltaparapetos, esto es, su botella de brandy o sucedáneo para enardecer los ánimos y ahuyentar el miedo a morir. La importancia de este combustible en el frente era tal, que en el lado franquista se organizaron cuestaciones populares como El Día del Licor del Soldado o Tabaco del Herido. El 27 de enero de 1938, por ejemplo, se llevó a cabo una en el Teatro Liceo de Salamanca: Las botellas y cajas que se adquieran serán entregadas en el frente de Teruel por los organizadores del Acto.


Pero los licores no llegaron a la compañía de soldados leoneses, gallegos y bercianos. Despesperado, el cabo furriel decide echar mano del alcohol del hospital de campaña. Para hacerlo bebible lo queman y aderezan con azúcar a dolor, restos de mondas y granos de café. 

Como diría Manquiña en Airbag, el concepto es el concepto, y éste surgió en la guerra civil.

El falangista Carlos Alonso del Real solo tenía razón en una cosa en su interpretación sobre el origen de la queimada. Efectivamente se dio gracias a una mezcla, que él conocía muy bien, de elementos célticos (del noroeste de la Península Ibérica), germánicos (Legión Cóndor) y musulmanes (las tropas coloniales).

P.S. Como mis abuelos, tengo la fiel costumbre de llevar a los frentes que excavamos un surtido amplio de caña blanca, aguardiente de hierbas y licor café, de Trasmonte y A Ponte. Nada de orujo cantinero. Como decían los abuelos: É da casa, neno, non che fai dano.


Referencia.
María Luz de Prado Herrera (2012). La contribución popular a la financiación de la guerra civil: Salamanca, 1936-1939. Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca.






miércoles, 3 de octubre de 2018

800 balas

Casquillos del campo de tiro de El Campillo (Fot. de J. Marquerie).
 
Montañas de basura. Agujeros de kilómetros cuadrados para la extracción de áridos. Un campo de tiro. En El Campillo lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. El estruendo cadencioso procedente de la fábrica anexa, con cierto aire sonoro a La Guerra de los Mundos, da paso a fiestas de cumpleaños infantiles en el pinar. Los niños, carne de piñata, aparecen de vez en cuando con una bala en las manos, con un casquillo de Cetme. Para los padres, que no han hecho la mili, todo el monte es orégano. Al menos en las trincheras los infantes están controlados. Este paraje se integra en un parque natural en el que hay una laguna artificial, una megafinca privada, una vía de ferrocarril y una fábrica enorme de piezas metálicas. Podríamos definir El Campillo echando mano de conceptos como el de no-lugar, pero quizás la clave esté en su naturaleza brutalista. Brutal fue la batalla del Jarama y todo lo que vino después.
 
 
Este paisaje brutalista es codiciado desde hace tiempo como decorado para películas, spots publicitarios, series de televisión e influencers varios. Ahí tenemos a David Bisbal y el vídeoclip de su tema Duele demasiado (el título no se refiere a su propia música).  Estos parajes quedan estupendos para recrear el paisaje bélico de Siria, por ejemplo, o para un sketch de José Mota para Nochevieja. La crueldad no tiene límites. Muy manido también es usar la vía del ferrocarril para ambientar situaciones de zozobra. Durante nuestra excavación, un amplio equipo de televisión estuvo dos días allí grabando el intento de suicidio de un protagonista de la serie Cuéntame. Los cantiles, los cortados del macizo del Piul llaman también a jóvenes emprendedores. Como las chicas de una tienda de zapatos de moda, que pasaron una tarde tirando fotografías con una modelo para el book del negocio. En la última visita guiada ya, directamente, nuestras excavaciones se convirtieron en platós de grabación.
 
 
Este proceso de apropiación audiovisual de El Campillo es un paso más en la despolitización y deshistorización del paisaje bélico de la batalla del Jarama. Como diría Pierre Bourdieu, prevalece hoy en día la amnesia de la génesis. Por eso tiene valor el proyecto patrocinado por el ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, aunque sea solo para volver a historiar este espacio y recuperar su sentido de lugar. En todo caso, también nos parece interesante rastrear arqueológicamente este proceso de conversión de El Campillo en un recurso icónico para la ficción. Y aquí es donde necesitamos de vuestra ayuda. En la prospección hemos encontrado material de fogueo empleado en producciones cinematográficas. Según nos cuentan desde el ayuntamiento, se grabaron algunos cortos hace décadas, pero nadie acierta a localizar el título de las obras ni la fecha de grabación.
 
 
Tal como están las cosas en nuestro país, es más factible que aquí triunfe un centro de interpretación del spaguetti western, antes que un aula didáctica sobre la batalla del Jarama, con su espacio musealizado y todo. El Campillo podría ser, o ya lo es, el Texas Hollywood de 800 balas, la película (año 2002)  de Álex de la Iglesia ambientada en los shows para turistas en los poblados del Oeste de Tabernas, Almería. Algo parecido ocurre con otros escenarios de la guerra civil española, como el Belchite Viejo, en donde se han grabado desde pelis porno a anuncios de videojuegos de guerra, de la mano de Arnold Schwarzenegger.
 
 

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Educación y Descanso

Posición de El Campillo. La estructura cuadrada de la izquierda era estancia de descanso de la tropa.

En los años finales del franquismo, mi abuelo materno, tamborilero, formó parte de un grupo folklórico llamado Os Agarimos. El cuarteto se integraba dentro del marco de las actividades que el Hogar de Educación y Descanso organizaba en el barrio ferroviario de la estación de Monforte de Lemos. El régimen franquista puso a andar el Nuevo Estado inspirándose claramente en las instituciones fascistas italianas. Mussolini había creado algo parecido (Opera Nazionale Dopolavoro) para monitorizar y dirigir el tiempo de ocio de las clases populares, para domesticar a las masas obreras y convencerlas de la necesidad de tener hombres sanos, productivos, deportistas y soldados. Ellos eran la base del Imperio. Mi abuelo, que era un cachondo, siempre decía: Educación, poca, y descanso... ninguno. Eso de por el Imperio hacia Dios no iba con él. Era bajito y casi libra de la guerra, pero subieron unos centímetros la medida de corte, y lo movilizaron. Combatió en el frente del Segre. No soportaba ni a fascistas ni a carlistas. Al escarabajo rojo que fastidiaba las cosechas de patata le llamó siempre requeté. Mi abuelo era un campesino, artesano polifacético, que solo salió de su parroquia para ir a la guerra. Después, algún viaje a ver a la hija a Lugo, Barcelona, Pontevedra. Siempre le quedó la espina de ir a actuar a Caracas, en donde vivía la hija mayor.

Restos metálicos de posibles somieres en la estancia de descanso.

Como mi abuelo, miles de campesinos españoles, la mayoría analfabetos, los menos con las primeras letras, conocieron mundo en la guerra. Los que sobrevivieron pudieron reengancharse al Ejército, o reorientar el rumbo de sus vidas en las ciudades que conocieron. Yo he entrevistado a muchos de estos campesinos veteranos de guerra y todos renunciaron a otra vida, porque tenían que volver, a cuidar de la casa, de los padres viejos y enfermos, porque los hermanos habían emigrado y quedaban ellos como cabos da casa. Pienso en estos campesinos cuando leo la documentación del frente en Rivas-Vaciamadrid. Los desertores del Batallón Gallego, ubicado en el Espolón, cuentan sus vidas a los servicios de información republicanos; todos son campesinos, herreros, canteros... muchos de ellos de zonas montañosas de Ourense. A su vez, los desertores republicanos que se pasan al lado franquista también son labriegos de la Meseta Sur, de Levante, de Andalucía.

Detalle del suelo de ocupación, con un frasco de laxante y una caja de munición soviética.

Estos hombres de  la España rural, tradicional, entran de lleno en la guerra industrial. Reciben instrucción, incluso algunos aprenden a leer, manejan tecnología y armamento de última generación. En una posición de segunda línea, en un frente estabilizado como el del subsector del Piul, la documentación militar de la 18 División republicana refiere al detalle todas las actividades de formación e instrucción que formaban parte de un día marcado por paqueos aislados, algún duelo de artillería y poco más. A lo largo de 1938 nos encontramos actividades como:

Instrucción teórica sobre el tema "Maneras de orientarse y lanzamiento de granadas de mano".
Instrucción de escuadra y pelotón en orden abierto. Despliegues, avances y repliegues.
Práctica de Topografía.
Modo de hacer fuego para que este sea eficaz.
Instrucciones sobre balística.
Cómo se efectúa el asalto a una trinchera y cómo se organiza.
Cómo se pasa una barrera de artillería.


Restos de una máscara anti-gas en uno de los nuevos refugios que estamos excavando.

Incluso se organizaban marchas de 30 minutos con la máscara anti-gas puesta. Me puedo imaginar a uno de estos campesinos procedentes de zonas en las que el Carnaval rural era importante, con la careta puesta, como un peliqueiro de Laza. Poco o nada se ha estudiado sobre esta experiencia compartida, esta hibridación que se dio en la guerra entre cultura popular campesina y tecnología bélica.
Por supuesto, en los documentos aparecen más de actividades que iremos desgranando. Para nosotros es muy importante que los soldados del campamento que estamos excavando no se tomasen muy en serio aquello de Limpieza de campamento. Otra de las actividades, quizás la más necesaria, es la de descanso. En la posición del Campillo hemos excavado otra estancia, conectada con el nido de ametralladora que ya conocéis. Tenemos que imaginar a esos soldados-trogloditas, mal alimentados, comidos de la sarna y los piojos, intentando dormir en humildes camastros, tras un nuevo día de tensión, ejercicio físico e instrucción. O escribiendo una breve carta a sus seres queridos, o redactando borradores de informes diarios para los mandos. En este mundo subterráneo de yeso y margas, parafraseando a mi abuelo, Educación, alguna, y descanso, poco. El historiador Lourenzo Fernández Prieto definió a los campesinos gallegos como Labregos con ciencia. Muchos de ellos volvieron de la guerra con un bagaje que les acompañaría toda la vida.

Vista panorámica de los dos refugios que estamos excavando ahora, en el vallejo.

Referencia documental.

Archivo General Militar de Ávila, C. 1086, Cap. 12. Partes de operaciones de la 18 División, febrero a septiembre de 1938.


  


jueves, 13 de septiembre de 2018

El espolón de Vaciamadrid


Visita guiada a la casa de Peña Blanca. Al fondo, el macizo de Coberteras.

En la visita guiada del sábado subimos a una de las torres que coronan las esquinas del actual edificio en ruinas de la Casa de Peña Blanca. Desde ahí el visitante se hace una idea clara del paisaje, con el antiguo pueblo de Vaciamadrid en la llanada, al pie del Soto de las Juntas. Uno de los vanos de la torre enmarca plenamente el macizo rocoso del Vértice Coberteras, un hito dentro de lo que en la documentación militar se conoció durante la guerra como el Espolón de Vaciamadrid. A día de hoy, parte de ese espacio está en manos privadas y otra es propiedad del Ejército, que realiza maniobras allí. Es una pena no poder llevar a cabo trabajo de campo en una de las zona 0 de los inicios de la batalla del Jarama. El gran objetivo franquista era cruzar el Jarama y cortar la carretera de Valencia. Dominar el espolón de Vaciamadrid suponía alcanzar una posición ofensiva desde la que se podía hostigar con todo tipo de armamento un vial crucial para los suministros a la capital.
Envalentonados por la reciente toma de Málaga, las tropas de élite del ejército sublevado, plenas de moral, ven aquí la posibilidad de cerrar el cerco sobre Madrid y acabar rápidamente con la guerra. Sin embargo, las cosas iban a complicarse desde el inicio. La ofensiva tuvo que retrasarse por las pésimas condiciones climáticas. Además de perder el factor sorpresa, la lluvia y el barro entorpecerían sobremanera el avance. La I Brigada del coronel Rada fue la encargada de avanzar para conquistar el objetivo. Eran tropas de choque, bregadas y experimentadas, los aguerridos moros, entre otros. El día 7, tras una intensa preparación artillera, inician su avance, enfrentándose a la XIX Brigada republicana. Bajo una lluvia torrencial, al día siguiente conquistan el vértice, sufriendo un brutal contraataque republicano el día 9.
Plano con los movimientos de los dos ejércitos en los primeros días de la batalla (en Martínez Bande 1968).

El Capitán Jefe accidental del segundo tabor de regulares de Melilla, describió pormenorizadamente el avance a pecho descubierto, entre el lodo, bajo el fuego de las armas autómaticas (AGMAV, C. 1904, 3). En su avance, los regulares se encuentran con el campamento que  [los republicanos] dejaron abandonado, lonas individuales, bastante armamento, y municiones que quedó por el suelo ante la imposibilidad de poder recogerlo por no poder distraer fuerzas del Tabor, ya que cada individuo llevaba su fusil, 200 cartuchos, dos bombas de mano, rancho en frío, careta anti-gas, etc., y además tener que recoger los heridos que tuvimos, además de la lluvia y viento frío y de esta manera mojándose el personal y empapándose la ropa. Al fin y al cabo, un avance de infantería no deja de ser una prospección arqueológica de un terreno ignoto, controlado por el enemigo.
Para aquellos que pretenden desideologizar el conflicto, las fuentes no dejan lugar a dudas sobre el compromiso con la Cruzada de los mandos de estas tropas de élite, que compiten entre ellas por adquirir capital simbólico en la lucha contra los rojos. Citando de nuevo al capitán anterior:
Visto el desarrollo de la operación y siendo felicitado el Tabor lo traslade con orgullo y satisfacción de ver que el 2º Tabor ha sido el primero que ha dominado á tiro de fusil la carretera de Valencia siendo un gran honor para el mismo ya que también tuvo el laurel de ser los primeros que dominamos la carretera general de La Coruña, en Las Rozas, pero esta fue dominada por nuestra presencia. “TODO POR LA PATRIA”. “VIVA ESPAÑA”.
El Espolón de las Coberteras a 10 de Febrero 1937.
Artillería franquista batiendo posiciones republicanas al pie de los cantiles del Piul (en García Ramírez 2007).

Desde entonces, el Espolón de Vaciamadrid quedó en manos franquistas. Recuperarlo fue una obsesión del gobierno republicano hasta el final de la guerra. Desde aquí se ametrallaba la carretera de Valencia y la artillería bombardeaba las posiciones republicanas, entre ellas las de los Cantiles del Piul.
En el contraataque del día 9 una granada rompedora de la artillería republicana cayó sobre una chabola, causando notables bajas, entre muertos y heridos. Entre éstos últimos estaba un capitán, que animó y sostuvo a la tropa, a unos soldados que con elevado espíritu victorearon a España y al Generalísimo. El comportamiento de este capitán quedó así reflejado por el jefe de agrupación de artillería de la Iª Brigada (AGMAV, C. 1904, 13):
A Vd de parte el Comandante que suscribe de que los informes recibidos tanto de los heridos como de los ilesos al explotar una granada enemiga en La Marañosa sobre la actuación del Capitán Don Juan Pedro Cortés Mateo que mandaba la 7ª Batería del 3º Ligero son tales que demuestran en el citado Capitán tan grande espíritu militar y tal amor a España que me honro en ponerlo en el superior conocimiento de V para lo que estime oportuno. Al Jefe que suscribe le dijo el Capitán Cortés momento después de serle amputada la pierna que era un día feliz para él por haber dado una pierna por España y solo sentía haber dado tan poco. Pinto 10 de febrero de 1937. El Comandante. Manuel Camba. Rubricado.
Navalcarnero 11 de febrero 1937.
El Comandante Jefe de la Agrupación.
La ofensiva franquista empezaba con buen pie, mientras los republicanos se iban por piernas cuesta abajo. Aquí acabó la guerra para el capitán Cortés. No sabemos (por ahora) qué fue de él. Pero sin duda, se convirtió en un laureado Mutilado de Guerra, a lo Millán Astray. El Régimen quizás le puso una gasolinera, un estanco o lo enchufó de vedel en un ministerio o un colegio. Si tuvo familia, sus vástagos tendrían acceso a becas, a colegios mayores de militares, su mujer podría comparar en economatos y, en caso de enviudar, recibir una paga así como los honores de haber sido la esposa de un héroe de guerra. Todo a cambio de dar una pierna por España. Por el contrario, los mutilados del otro lado (brigadistas y españoles), y sus familias, no tuvieron nada de eso durante cuarenta años. Sí. En esta guerra hubo vencedores y vencidos. En sitios como el Espolón de Vaciamadrid se enfrentaban también modelos opuestos de sociedad, diferentes visiones políticas e ideológicas del mundo. Lamentablemente, la España del capitán Cortés sigue presente, gangrenando nuestra sociedad, mientras se amputan libertades y derechos.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Microhistoria a cuentagotas

 
Líneas de trincheras del macizo de Piul en la actualidad (por Pedro Rodríguez).

Mi abuelo paterno combatió en el franquista Ejército de Sur, en el frente de Córdoba, y no le fue mal. Acabó la guerra como cabo. Procedía de una humilde familia campesina gallega. Eran nueve hermanos, muchas bocas que alimentar. En los veranos se integraba en las cuadrillas de paisanos que se iban a la siega a pueblos de Castilla y de Madrid. En el verano del 36 lo metieron en un vagón de tren y lo enviaron al frente, como ganado. Él me contaba que nunca había estado, hasta entonces, mejor que en la guerra. Vestía un uniforme, tenía buenas botas y se hartaba de comer carne de la Argentina. Probablemente las penurias de su infancia y adolescencia le llevaron a mitificar e idealizar los años de la guerra, quién sabe. También me contaba cuando en una contraofensiva republicana fue hecho prisionero. Tras unos días reconvertido en soldado rojo, volvió a pasarse a sus filas, una noche calurosa de verano.

Cemento y traviesas metálicas en el nido del Campillo.

Hasta aquí el testimonio de mi abuelo, muy en la línea de la película La Vaquilla. Ahora tengo la ocasión de contrastar esa realidad de primera línea y cercanías, en otro frente, concretamente en el espolón de Vaciamadrid y en el macizo de Piul. La documentación que hemos recabado en el Archivo General Militar de Ávila nos permite adentrarnos en lo que fue la vida cotidiana en el frente del Jarama. Una de las fuentes interesantes nos la brinda el servicio de información franquista. Así pues, contamos con las declaraciones de aquellos que se pasaron de las filas republicanas a las posiciones sublevadas de Coberteras y La Marañosa entre 1937 y 1938. Un goteo constante. Cada ficha recoge el interrogatorio realizado al desertor y contempla varios campos para indagar sobre todos los aspectos posibles referidos a la línea defensiva leal. Por norma general, los que se pasan llevan armamento compuesto por fusil ruso, granadas de mano de Castillo, Hoffmann y piña. Así mismo citan la presencia, siempre, de ametralladoras Maxim en los nidos. Francisco Arco Ramos, de Santa Cruz del Comercio (Granada), evadido el 27 de enero de 1938, describe así las fortificaciones del Macizo de Piul:

Las posiciones ocupadas por su Bon. son de las corrientes estando los nidos de ametralladoras construidos con sacos y traviesas, siendo idéntica la construcción de la segunda y tercera línea, estando construyendo en esta última trabajos de fortificación, con nidos de ametralladoras de cemento.
Detalle de la traviesa derecha. La base de la plataforma es de ladrillo; sobre ella se dispone la placa de cemento.

A lo largo de 1938 se constata un boom constructivo en la defensa republicana. Esta actividad generó una arquitectura como la de El Campillo que estamos excavando, como veremos más adelante en ulteriores posts.

Carla retira una lata encontrada a la derecha de la tronera del nido.

Otro aspecto interesante de este tipo de testimonios es el referido a la alimentación en las trincheras. Los desertores republicanos señalan que tienen una paga diaria, en papel moneda, de 10 pesetas, que reciben casi siempre con retraso. Las tres comidas del día son más que justas. De desayuno, café de malta o una onza y media de chocolate; de comida, arroz o garbanzos y de cena, a las seis de la tarde, latas de carne rusa, un kilo para cada 10-12 hombres. 300 gramos diarios de pan. Algunos días le dan de postre una naranja. Evidentemente tenemos que leer entre líneas (nunca mejor dicho) y con cautela estos testimonios. Hombres que se evaden, que se encuentran bajo sospecha, que intentan agradar y minusvalorar el ejército que acaban de abandonar. Sin embargo, muchos de estos testimonios comparten afirmaciones semejantes. Si vamos a las declaraciones de evadidos a campo republicano, veremos también que las condiciones en el frente sublevado eran duras.

Arriba: escudilla para servir el rancho. Abajo: vaso de cinc, con el asa rota, en el que se servía café.

A la mala alimentación hay que unir las enfermedades y los problemas de la asistencia sanitaria. En estos testimonios se repite siempre que en las filas leales no tienen bolsas de curación individual, escasean los específicos y el material sanitario. En nuestro nido de ametralladora hemos encontrado una pieza poco corriente, un cuentagotas de vidrio, tuneado. Al consultar los partes de operaciones de la 18 División, de febrero a septiembre de 1938, detectamos otro goteo constante de bajas por enfermedad, por sarna, gripe y, sobre todo, paludismo.  En esta guerra tan premoderna y moderna a la vez, un mosquito tenía más poder destructivo que un cañón del 15 y medio. Lejos quedaban los tiempos aúlicos de la Casa de Peña Blanca, aquellos años en los que Felipe II se empeñaba en adecentar e higienizar las riberas del Jarama de la mano de su arquitecto Juan de Herrera. La lengüeta formada por los ríos Jarama y Manzanares era el paraíso de la malaria en los años 30, como si estos soldados estuviesen combatiendo en la frontera entre Etiopía y Sudán. Al fin y al cabo, ésta no dejaba de ser una guerra colonial.

Cuentagotas recogido sobre la plataforma de cemento del nido.


Fuentes documentales.
Archivo General Militar de Ávila. C. 1173, 5, 9. Declaraciones de evadidos.
Archivo General Militar de Ávila. C. 1086, 12. Partes de operaciones de la 18ª División. Febrero a septiembre de 1938.

martes, 11 de septiembre de 2018

El olor de la derrota

Anuncio de Gal en la estación de metro de Chamberí.
Los años 20 supusieron una auténtica revolución en el ámbito del diseño. Cartelistas, dibujantes y artistas prestaron sus servicios a casas comerciales que se abrían al mundo del márketing y la publicidad. En la incipiente sociedad de consumo, un perfume o un agua mineral debían entrar por los ojos, no solo por la nariz o la boca. Botellas y frascos fueron un campo de experimentación, desde al art noveau a las vanguardias. La instauración de la IIª República abrió el camino a la liberación de la mujer e intentó aminorar el peso de la moral católica en la vida cotidiana. Las casas de perfumes jugaban entonces la baza de la sensualidad, de la atracción, de lo prohibido. En el Madrid de preguerra una de las firmas más importantes del sector era la Compañía Perfumería Gal, cuya fábrica en estilo neomudéjar se emplazaba junto a la plaza de Moncloa, en el Paseo de San Bernardino. Todavía se conserva un anuncio en azulejo en la estación de Chamberí. Sus productos estrella eran la vaselina y el mítico jabón Heno de Pravia. En los años 30, actrices de éxito como María Guerrero y Margarita Xirgu prestaron su voz en la radio para la promoción de Gal. Al estallar la guerra, en el verano de 1936 la fábrica es colectivizada. Sus trabajadoras corrieron a alistarse para acudir al frente. Como podemos leer en Agente Provocador, la revista Crónica se hizo eco de este hecho:
Obreras de la Casa Gal, de la fábrica de pañuelos y de otros sitios, han acudido en tropel a alistarse en el Batallón que lleva el nombre de Lina Odena, en memoria de aquella que en un frente de Andalucía supo derramar generosamente su sangre joven y ofrendar su vida en defensa del ideal.
Lina Odena era una militante comunista a la que sorprendió el golpe de Estado durante un congreso provincial en Almería. El 14 de septiembre se dio de bruces con una partida de falangistas y se suicidió de un disparo en la sien. La unidad de combate de las milicianas perfumistas no tuvo mucho recorrido. Sobre estos batallones femeninos y su coqueteo con el frente se decía en Mundo Gráfico, el 29 de julio de 1936:
Quieren luchar, quieren ir a la Sierra. Pero sin olvidarse por ello de llevar la boca pintada a lo Joan Crawford y de mirarse a hurtadillas algún rizo rebelde en el espejo que llevan en el bolsillo izquierdo del mono, sobre el corazón.
Otra gran compañía de la competencia, en aquellos años prebélicos, era la casa Parera, de Badalona. Su fundador, Joan Parera i Casanovas en la década de 1910, manejaba el discurso paternalista de la patronal catalanista católica. Cada año, por la fiesta de Santa Isabel, regalaba a cada una de sus trabajadoras un estuche personal de cosméticos variados. Can Parera alcanzó una notable proyección internacional. En mayo de 1933 el dueño invitó a las participantes del certamen de belleza Miss Europa que se iba a celebrar en Madrid. En el top de sus producciones se contaba por entonces con Cocaína en Flor (es en serio), para mujeres, perfume misterioso cuyo nombre responde a efectos desconocidos, y con un clásico para hombre-macho ibérico, Varón Dandy, perfume que por razones psicológicas atrae poderosamente a la mujer. Como hacía la competencia, Parera fichó a artistas de la época. En 1933 y 1935 sonaban dos tangos, recitados por Carmelita Aubert, en los que se cantaban las excelencias del superperfume seductor Cocaína en Flor:
Un perfume que persiste/un aroma que no cansa/una sensación que no se olvida/Superperfume Cocaína en flor.
Las necesidades da guerra llevaron a la Generalitat de Catalunya a reconvertir parte del tejido industrial. De diseñar y producir pintalabios y perfumes se pasó a fabricar en cadena granadas de mano y proyectiles. Toda una metáfora de lo que supuso el conflicto bélico.
En varias ocasiones nos encontramos en nuestras excavaciones de la guerra civil con frascos de perfume. Esta vez, el contexto es realmente sorprendente. En el nido de ametralladora del Campillo, excavado en la roca, documentamos un hogar, con salida de humos incluida. Sobre el piso de ladrillo quedó fosilizado un evento, la última comida que hicieron los soldados de la posición antes de la derrota. Unos ladrillos dispuestos de forma vertical flanqueaban una lata que en su día contuvo carne. Entre la ceniza recogemos pequeños clavos de la madera empleada en la combustión, y huesecillos de animal, restos óseos de un humilde guiso. Este verdadero bodegón bélico se completa con dos frascos de vidrio, emplazados in situ, que todavía mantienen su tapón de corcho, impregnados de un líquido que se asemeja al vino tinto. Uno es un tintero y el otro un frasco de perfume. Este último todavía conserva la pegatina promocional de la casa Parera y el sello fiscal de 15 céntimos.
Un comentarista anónimo de nuestro blog nos echaba en cara que somos muy dados a la imaginación, que lo que tenemos que aportar es información. Desconoce este amable lector que la imaginación es la herramienta historiográfica más poderosa. Nos gusta imaginar cómo y por qué llegó este frasco de colonia al frente. ¿Sería el regalo de una amante, esposa, novia? ¿Lo trajo un combatiente procedente de Levante en los primeros compases de la batalla del Jamara? Sí, la imaginación genera relatos sugerentes sobre el pasado. Parafraseando aquella película El perfume: historia de un asesino, basada en la famosa novela de Patrick Süskind, podemos escribir El perfume: historia de un soldado. Lo pudimos comprobar en la visita guiada del sábado a El Campillo, con los niños y niñas probando su olfato para la investigación. Poder acceder a los olores de la guerra. Las trincheras no olían a perfume, sino a mierda, sudor, polvo y barro. Aquí se constata una vez más la ruptura que supuso el conflicto. El hombre ideal (de una sociedad en paz) que cantaba Carmelita en 1933 en una cuña publicitaria de radio de Varón Dandy, estaba en las antípodas del hombre ideal, del hombre-guerrero que debía combatir en las trincheras.
Con la Victoria, Parera y el franquismo hicieron buenas migas y consagraron la imagen del hombre impuesta por el nuevo régimen, un hombre que no tenía ya que seducir, sino imponerse, por la violencia sin hacía falta. Una colonia para los vencedores. En cambio, el olor de la derrota quedó fosilizado en el fondo de las trincheras republicanas. Hasta hoy.
 

domingo, 9 de septiembre de 2018

La caza

Stand improvisado con los materiales arqueológicos de El Campillo. Visita guiada de ayer.

La pareja de jóvenes guardias civiles, tras una breve inspección visual de las trincheras de El Campillo, se acerca a nosotros y nos solicita el permiso oficial de la intervención. Al dárselo, el cabo exclama, un tanto contrariado: ¡ay va, cuatro páginas! Parece que se acumula el trabajo. Serán cosas del síndrome postvacacional. Llevamos cinco días imaginándonos la vida cotidiana de los soldados que aquí estuvieron en la guerra civil, hemos recogido munición diversa, pero estos dos agentes de la Benemérita son los primeros hombres de carne y hueso que vemos armados por estos parajes. Evidentemente no han sido los únicos en las últimas décadas. La visita guiada de ayer fue una buena ocasión también para poner orden en el registro arqueológico documentado. En esta actividad de socialización enseñamos, pero también aprendemos, claro. Entre los asistentes, un amante de la caza nos señala un detalle interesante. Entre la munición moderna que adscribimos al campo de tiro, este hombre nos indica que los casquillos finos de mediano tamaño son, sin duda, una evidencia material de la actividad de cazadores furtivos. A ellos se unen los restos de cartuchos para escopeta de postas de la casa ORBEA. Fauna humana y salvaje hay bastante por aquí. A cada poco, en la excavación, vemos correr a conejos azorados por la presencia de topos humanos, esto es, arqueólogos.
 
Cartel promocional de La caza (1966).
 
La caza es una película estrenada en 1966 y que logró el Oso de Plata en el Festival de Berlín ese mismo año. Dirigida por Carlos Saura y producida por Elías Querejeta, fue grabada en parajes parecidos a estos de Rivas, solo que ubicados en Seseña y Aranjuez. El film recrea una jornada de caza en la que participan tres amigos, ex combatientes de la guerra civil que lucharon juntos en ese mismo espacio treinta años antes. Es curioso cómo gran parte de los escenarios de batallas emblemáticas como Brunete o Jarama se encuentran todavía hoy en propiedades de latifundistas que prohiben el acceso a las parcelas, muchas de ellas convertidas en cotos de caza. Los protagonistas de la peli se entregan a la caza de los conejos. Jaulas y madrigueras son un símbolo de la asfixia de la postguerra. El mundo subterráneo de las trincheras se asemeja a las madrigueras. Los arqueólogos también tenemos las nuestras.
 
Nuestra compañera Carlota excava una madriguera arqueológica (horno con chimenea excavado en la roca).
 
Algunos lances son una crítica despiadada al silencio decretado por la dictadura en torno a los vencidos en la guerra. En una escena, uno de los amigos desvela un secreto a otro. Lo introduce en una pequeña gruta (como las que podemos ver hoy en día en estos cantiles del Campillo) y le enseña el cadáver insepulto de un soldado de la guerra civil. ¿Por qué no lo entierras como Dios manda? clama el colega. Cincuenta años después el gobierno de este país sigue pasando de los despojos humanos en trincheras y cunetas. Entre los viejos olivos del valle del Jarama descansan en fosas anónimas los brigadistas internacionales que aquí cayeron.
 
Fotograma de La Caza: esqueleto de soldado de la guerra civil en una gruta.
 
La jornada de caza acaba de manera dramática. Los tres amigos se acaban matando a tiros. Uno de ellos ya lo había vaticinado en un diálogo estremecedor al comienzo de la película: La mejor caza es la caza del hombre.
Lo que parecía un refugio en la posición republicana del Campillo se está descubriendo como algo más monumental. Nos encontramos ante un auténtico nido de ametralladora. En el hormigón de la plataforma elevada se conservan las improntas para calzar las ruedas de, probablemente, una Maxim.
 
Los podomorfos de ametralladora, en el momento de su descubrimiento.
 
Los dos agujeros recuerdan sobremanera a un tipo de grabados rupestres prehistóricos, denominados podomorfos, porque tienen forma de pie humano. En Galicia, investigaciones recientes datan estos motivos en la Edad del Hierro y los vinculan a rituales célticos de soberanía por parte de las élites locales. Estos podomorfos suelen grabarse en hitos rocosos del paisaje, con una amplia visibilidad sobre el entorno. Si obviamos el pinar y la fábrica actuales, en 1937 el servidor de ametralladora republicano tenía una espléndida vista de gran parte del escenario de la batalla: el valle del Jarama se encontraba a sus pies. Aquellos reyezuelos célticos, como los jefes tribales africanos o los reyes taumaturgos medievales (tan bien estudiados por Marc Bloch en Francia) eran quienes de garantizar la supervivencia de la comunidad, la fertilidad de los campos y la riqueza de sus reinos, a través de su presencia, de sus sentidos. En gran medida, el que maneja una ametralladora en un conflicto contemporáneo, desde una posición privilegiada como esta, actúa de manera parecida. Es dueño del destino de esos hombres, que como conejos, avanzan en campo abierto, a menudo entre fuego cruzado. En su mano está la vida y la muerte. No suele haber piedad con estos hombres-máquina cuando son apresados. Responsables de auténticas carnicerías, son ejecutados en el acto.
 
Proceso de excavación: la plataforma elevada definida en planta. Todavía queda 1 m hasta el suelo.
 
Contamos con abundante documentación referida a soldados de los dos ejércitos que se pasan al otro lado en el sector vinculado al espolón de Vaciamadrid y en Coberteras. Las declaraciones tomadas a estos tránsfugas son muy interesantes para conocer (con las debidas cautelas) la realidad que se vivía en las trincheras. Traemos aquí el caso de un joven de Portugalete (Bizkaia), de 19 años de edad, llamado Santiago Revuelta. Cenetista, se alista en la 9ª Bandera del Tercio para intentar librarse de la represión. El 8 de marzo de 1938, a las 21:30 se pasa a las filas republicanas. El agente de Información que lo entrevista recoge las vicisitudes de su huida, en el apartado FORMA DE LA EVASIÓN:

Poniéndose de acuerdo con otro compañero para pasarse a nuestras filas fueron descubiertos, siendo muerto uno de ellos y subiendo el alférez a la chabola donde se encontraba el declarante. Fue sacado en camisa, diciéndole que fuese a hablar con su compañero que estaba atado en la alambrada, siendo agredido con tres bombas "Laffite" y ráfagas de ametralladora, consiguiendo a pesar de estar herido llegar a nuestras líneas, encontrándose hospitalizado.

Detrás de los casquillos, los restos de granadas de mano o de mortero, se encuentra siempre la caza del hombre. Y esto no se cuenta en paneles a pie de fortín, centros de interpretación, maquetas ni unidades didácticas. Se prefiere el eufemismo de guerra entre hermanos. Hermanos que mataban a otros como conejos.
 
Fotograma de La caza.

Fuente documental: Archivo General Militar de Ávila. II Cuerpo Ejército. 18.ª División. Estado Mayor. Legajo 1086. Carpeta 3.


jueves, 1 de marzo de 2018

Fe de erratas: la verdadera historia del cartógrafo del monte San Pedro




Rectificando datos con la familia Sagarduy-Gancedo.


Sólo hay una cosa peor que equivocarse: no admitirlo y no tratar de enmendar el error. Así que hoy toca publicar un texto en clave de fe de erratas.
El 25 de noviembre de 2016, en este blog, se publicó una entrada titulada “(Re)dibujando líneas ‘en el’ campo”. En aquel texto se recogían algunos datos biográficos sobre el teniente cartógrafo Jesús Gancedo, uno de los responsables del diseño y la ejecución del sistema defensivo del monte San Pedro (Amurrio, Araba), así como de otras posiciones en el frente occidental vasco. Conocimos la historia de este hombre gracias a su yerno, Jesús María Sagarduy, montañero aficionado y atento visitante a nuestras actividades arqueológicas en la zona. Algunos de los datos que aportó Sagarduy no se reflejaron bien en aquel artículo, así que, un tiempo más tarde, este vecino nos señaló amablemente las deficiencias de nuestro trabajo. De esta forma, se inició un pequeño proceso de revisión de la información y ahora ya podemos dibujar mejor la historia de Gancedo, el teniente de la V Brigada del Ejército Vasco que dibujó las defensas republicanas del monte San Pedro.
A continuación, re-relatamos una parte de su historia.


Vista aérea de las posiciones de guerra en el entorno del monte San Pedro.




Jesús Gancedo Huidobro era delineante. Su principal arma era la pantómetra. Un compás con el que calcular la proporcionalidad entre segmentos y así poder tomar mediciones precisas en superficies topográficas. En Amurrio se decía que Gancedo era una buena persona, alguien en quien confiar. Su trabajo exigía esa autoridad moral: a menudo era el encargado de medir terrenos y localizar mojones, ocasionalmente en lugares que eran objeto de largos litigios entre vecinos. Ya sabemos que en el ámbito rural, la parcelación y los conflictos de propiedad son asuntos de enorme importancia. La supervivencia real de muchas personas puede depender de ello. En ese sentido, Gancedo era un medidor, pero también un mediador que salomónicamente intentaba evitar que se produjesen juicios innecesarios y que los conflictos se enquistasen en el tiempo.
Jesús Gancedo era conocido en Amurrio por otra habilidad en la que destacaba: miembro del Círculo Artesano (antecedente del equipo de fútbol actual), hay fotos en bares del pueblo que atestiguan su carrera deportiva. Su hermano, Inocencio, incluso llegó a ser jugador del Jerez. El hermanastro de Jesús, Pepe, era igualmente conocido en la zona por su labor fabricando txistus.


Círculo Artesano de Amurrio en 1927 (fuente: Amurrio Club).


Al estallar la guerra, Jesús Gancedo ejerció como teniente cartógrafo en la V Brigada: la fuerza compuesta por los batallones Bakunin (CNT), Leandro Carro (PCE) y Araba (PNV) que defendió los montes San Pedro y Txibiarte entre 1936 y 1937. Gracias a su yerno, Jesús Mari, sabemos que este teniente diseñó sistemas defensivos realmente complejos en esta zona del frente occidental vasco, ante el temor de que la ofensiva franquista sobre Bilbao se desatase por aquí. Al fin y al cabo, era la vía más corta y rápida para una operación relámpago.
Sin embargo, como sabemos, el ataque dirigido por Mola se desarrolló por otro lado, al este, en la zona de Villarreal (hoy Legutio), alargando así el conflicto y el sufrimiento de miles de civiles y combatientes. Los técnicos alemanes a menudo criticaban la lentitud con la que Mola avanzaba por Bizkaia aquella primavera de 1937. Sólo la voluntad psicópata de purga y destrucción podía explicar el lento avance de unas fuerzas inmensamente superiores a las del Ejército Vasco. Tanto se alargaron las operaciones que el propio Mola no pudo tomar Bilbao. Como es sabido, murió en un accidente aéreo dos semanas antes de la conquista de la villa vizcaína, cuando sobrevolaba Alcocero, Burgos (todavía hoy, Alcocero de Mola)



Fotografía aérea de la Legión Cóndor en el “Sector Orduña-Amurrio-Murguía”, 1937
 (fuente: Archivo Militar General de Ávila).


Ya casi al final de la guerra en el frente vasco, ante la inminente rendición de Santoña, Gancedo fue nombrado capitán del Ejército de Euzkadi. Por supuesto, cuando fue apresado por las fuerzas sublevadas omitió cualquier referencia a este ascenso para así tener más posibilidades de sobrevivir. Una vez hecho preso, coincidió en el Penal de El Dueso con el célebre socialista Ramón Rubial, con quien mantuvo una relación amistosa durante años. De hecho, durante el periodo de la Transición, Gancedo charlaba con Rubial, quien era muy duro con el camino que estaba tomando el PSOE bajo las órdenes de Felipe González.
En Santoña, Gancedo fue condenado a doce años de cárcel por “auxilio a la rebelión”, pero finalmente cumplió sólo tres. Una vez en libertad estaba obligado a ir a firmar al cuartel de la Guardia Civil una vez al mes. Esta rutina mensual marcó la vida de Gancedo hasta bien entrada la década de 1950. Un día, uno de los agentes pensó que ya no era posible que este hombre tuviese que seguir yendo cada mes a firmar. Buscando en los archivos encontró la documentación que acreditaba el fin de la pena, ¡cuando Gancedo llevaba nueve años yendo de más!
Posteriormente, la Administración pública volvería a hacerle la puñeta a Gancedo. En 1984 entró en vigor la Ley 37/1984 de reconocimiento de derechos y servicios prestados a quienes durante la guerra civil formaron parte de las Fuerzas Armadas, Fuerzas de Orden Público y Cuerpo de Carabineros de la República. Esta ley reconocía a quienes habían combatido con la República en tanto que excombatientes, con sus pensiones correspondientes, en igualdad de condiciones con quienes disfrutaron de ese estatus durante la Dictadura, es decir, los vencedores. Según nos cuenta la propia hija de Gancedo, éste tuvo algunos problemas para que se reconociese su situación, en la medida en que el Gobierno de González alegaba que le faltaban dos meses de pena (cuando, como hemos visto, estuvo décadas bajo en régimen de privación de libertad). Imaginamos que las críticas que vertía su amigo Rubial sobre Felipe González resonarían de forma contundente en la cabeza de Gancedo en aquel momento.

 Carnet de excombatiente de Jesús Gancedo (gentileza de la familia Gancedo).



Finalmente, tras un largo proceso burocrático, Jesús Gancedo, quien dibujó las defensas republicanas de San Pedro frente a la sublevación, consiguió ser considerado un excombatiente de pleno derecho. Este reconocimiento llegó tras varios años de cárcel, silencio, convivencia con sus captores y trajín de documentos traspapelados que marcaron su vida. No es más que otra historia de la guerra. Sin embargo, es buen ejemplo de un devenir vital marcado por el maniqueo discurso de vencedores y vencidos, represión oficial por parte del Estado y falta de libertades en la larga duración. Que este artículo, a modo de fe de erratas, sirva como muestra de visibilización de las injusticias. Mientras tanto, seguiremos excavando en las trincheras de la historia y de la memoria. 

Agradecimientos
Agradezco a la familia Sagarduy-Gancedo la atención con que señalaron los errores del primer artículo y el tiempo y esfuerzo que emplearon en reconstruir materialmente –con fotografías, documentos y otros objetos– la historia de Jesús Gancedo. Eskerrik asko. 

Post by Josu Santamarina Otaola (GPAC, UV/EHU).