Santuario del Santo Cristo de Limpias (Cantabria).
El 26 de agosto de 1937 entran en Santander los soldados de la División Littorio y de la IV Brigada de Navarra. El 17 de septiembre se ocupa finalmente la totalidad del territorio cántabro. La provincia que fue leal a la República va a servir de escenario de la reclusión y represión de miles de prisioneros republicanos. El castigo es ejemplar. Hay que limpiar España de traidores. Ha vuelto España. El Gobierno de Burgos reacciona rápido y se esfuerza en la reeducación del puerto de Castilla. El mismo día de la toma de Santander nacen las Organizaciones Juveniles (precedente del Frente de Juventudes). Su primera sede fueron las Escuelas de Numancia para ocupar después el que había sido Ateneo Popular en la capital cántabra. Todo un símbolo de los nuevos tiempos. No por casualidad, Santander fue elegida para la instalación del campamento nacional Francisco Franco, que se montó a todo trapo en Cóbreces, en plena guerra. En él participaron jóvenes cántabros, muchos de los cuales pasarían a engrosar las filas del ejército nacional. Porque la guerra de liberación continuaba.
Tienda oficial de souvenirs del santuario de Limpias.
Abril de 1938. La Alcarria se tiñe de sangre. Una ofensiva republicana rompe el frente en la zona de Abánades. En el paraje de la Enebrá-Socarrá los muertos se cuentan por cientos. Los cuerpos de soldados nacionales quedan abandonados y son enterrados a posteriori en el interior de una paridera. En 2012 nuestro equipo de trabajo procedió a la exhumación de estos restos. En el cráter producido por un impacto de artillería documentamos los restos óseos de al menos dos individuos (la mayoría sin conexión anatómica), así como objetos relacionados con el uniforme, el equipamiento militar y la munición que pudieran portar estos individuos. También aparecieron varios fragmentos de metralla y algunos restos de latas de conserva.
Vista cenital compuesta con fotogrametría de la zona del cráter de la paridera de Enebrá Socarrá.
Despojos humanos que nos muestran la brutalidad de la guerra. Jóvenes convertidos en carne de cañón al servicio de aquéllos que en la retaguardia predicaban la necesaria limpieza de España. Uno de estos dos jóvenes portaba una medalla del Santo Cristo de Limpias. Una advocación de carácter local ceñida al Este de Cantabria.
Vista en detalle de la medalla religiosa documentada en el cráter de la bomba.
La medalla tras su limpieza en laboratorio, por la restauradora Yolanda Porto.
Según parece, en este santuario comenzaron a producirse curaciones y fenómenos extraños en la década de 1910. Los ojos del Cristo mostraban expresivas emociones e incluso seguían con detenimiento los detalles de la misa. A comienzos de los años 20, la localidad cántabra de Limpias se consolidó como lugar de peregrinación e hito en el pionero turismo religioso. No sabemos si el chico que murió destrozado en la Enebrá era de Limpias o de la comarca; si en una visita había comprado la medalla en la tienda de souvenirs que todavía se conserva; si se la regaló su madre como amuleto al estilo del Detente bala que empleaban los carlistas. En la pared del templo, como en muchas de las iglesias cántabras hoy en día, lucen todavía los nombres y apellidos de los muertos por Dios y por España. ¿Será uno de ellos el chico que encontró la muerte en una paridera humilde y anónima de la Alcarria?
Placa en memoria de los caídos oriundos de Limpias.
En el Desfile de la Victoria en Madrid, al término de la guerra, los tercios de Requetés desfilaron ante el Caudillo con los grandes crucifijos que esgrimían en combate. En concreto, el Tercio de Montejurra desfiló con el Cristo de Limpias, pues el comandante del tercio era un comandante santanderino tradicionalista.
Paradójicamente la guerra civil supuso el principio del declive del santuario de Limpias. La supuesta quema y robo de la documentación que se guardaba en el templo no facilitó su reconocimiento y potenciación por la jerarquía eclesiástica que, de manera entusiasta, apoyó sin ambajes la Santa Cruzada.
Candela Martínez, Andrea Alonso y Xurxo Ayán.