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miércoles, 2 de octubre de 2019

La gente del bosque


Hace un frío que pela. Entramos en la casa de la familia Radulovic, en la aldea de Tomicic. Calor de hogar. Esta pareja de jubilados vive sola todo el año. Una hija emigró a Estados Unidos y la otra a Alemania. El petrucio, Mihajlo Radulovic, está entusiasmado con la idea de que yo venga de España. No pasarán. Estamos en su casa porque el historiador, Milan, y la antropóloga, Ivona, quieren hacerles una entrevista. Pero antes, hay que mojar la palabra. Sobre la mesa, rakija y otros licores caseros, torreznos, embutidos, quesos. La hospitalidad de esta gente es proverbial. Aunque yo no sé hablar nada de croata, echamos mano de un lenguaje internacional: el fútbol. Las raíces serbias de esta familia se hacen notar: aquí son del Estrella Roja de toda la vida. Tras los prolegómenos, Mihajlo, como aviso previo a la entrevista, declara: Yo soy marxista. Y a partir de ahí la crónica del horror. Su madre fue asesinada por los fascistas, junto con dos de sus hijas, una de ellas un bebé de dos días. Esta es la historia de cada familia de aquí. Septuagenarios y septuagenarias nacieron en la primera mitad de los años 40 en el bosque. Son hijos e hijas del bosque. De un  bosque impenetrable, lleno de agujeros kársticos, de pendientes imposibles, de afloramientos rocosos. Un bosque protector, invisible a la aviación enemiga, imposible para la artillería italiana dispuesta en acorazados en el mar Adriático.

Ubicación del primer campamento partisano en los montes de Krakar. De izquierda a derecha: Xurxo, Carlos, Sanja y Nedeljko. (Fotografía de Matja Kralj).

Esta es también la historia de nuestro guía por las montañas de Krakar, el bueno de Nedeljko Maravic. Él nació en el bosque. Su relación cromosómica con el mundo vegetal le llevó a estudiar ingeniería forestal en Zagreb. De hecho fue el máximo responsable del distrito, hasta que en 1991 fue relevado injustamente de su puesto. Era serbio... en el nuevo estado croata independiente. En los inicios de la última guerra, tuvo que pasar por un control de carretera. Allí estaban apostados paramilitares croatas. Según nos cuenta, le amenazaron con una típica frase balcánica: te mataremos a ti, serás pasto de los zorros, y nos los comeremos. Nedeljko nos guía con pericia por los vericuetos del monte, un laberinto de pistas de tierra maltratadas por las cadenas de los tractores y camiones de la madera. Nos lleva al que se considera el primer campamento base partisano en la zona, habilitado en otoño de 1941. En esta fase paleolítica de la guerrilla, se habilitó un refugio en un monumental abrigo rocoso. Nedeljko va recogiendo flores y hojas, recita sus nombres en latín y nos ofrece una lección magistral sobre propiedades curativas y alucinógenas. Los servicios sanitarios partisanos echaban mano del saber local ante la falta de suministros, como así aparece reflejado en las crónicas de la época. El bosque protege, cura, calma, adormece, hace soñar.

Carlos tomando las coordenadas de la nueva cueva.

En el interior de la cueva.

Tras este viaje maravilloso por el bosque animado, Nedeljko nos lleva a su casa en la aldea de Krakar en donde nos aguarda una sorpresa. La antigua casa familiar estaba apoyada directamente en la pared rocosa. La parte trasera conectaba directamente con una cueva empleada por los partisanos, probablemente como almacén de municiones, suministros y alimentos. La entrada en pendiente a la cueva está llena de escombros y materiales etnográficos, probablemente de la segunda mitad del siglo XX cuando se empleó como basurero doméstico. Sin embargo, al fondo, parece conservarse el nivel de ocupación original. Allí documentamos algunas piezas de uniforme del Ejército italiano.


Arriba: objetos en el suelo de la cueva. Abajo: los mismos objetos en laboratorio (Fotos de Carlos Otero)

Nedeljko nos ofrece un tentempié, con salchichas y vino de casa. Él fue refugiado en su día y, ahora, su pueblo se encuentra en la ruta de paso de los refugiados que vienen de Próximo Oriente. La nueva gente del bosque, que deja sus propias huellas, que maneja su propia estrategia de ocultación. Los invisibles de Europa. De todo ello hablaremos mañana.

Proyecto Heritage from below. Traces and memories. Dreznica 1941-1945.







martes, 2 de octubre de 2018

Hallazgo del aire

La primera edición se publicó en 1935.

Antonio Machado y Gerardo Diego, poetas brillantes de la Generación del 98, caminaron por senderos opuestos en la guerra civil española. El primero, concretamente, por una carretera nevada, batida por el fuego fascista, camino del exilio, de la muerte. El segundo deambuló por la vía segura de los vencedores. Entre su producción de aquellos años destaca su Soneto a José Antonio y su Elegía heroica del Alcázar. Por supuesto, en nuestra época en B.U.P. no se incluía nada de esto en los manuales de historia de la literatura española. En 1942 Gerardo Diego publicó otro poema en esta línea, esta vez dedicado al as de la aviación franquista, el falangista Joaquín García Morato. Aquí van un par de estrofas de este Hallazgo del aire:

Qué curvas, laberintos,
coordenadas, alardes,
rúbricas, arabescos
mágicos del combate.
Entre el cielo y la tierra,
el fuego inventa el aire.
¡Victoria! Ocho, diez, veinte,
treinta llamas fatales,
se derrumban estruendo
de tinieblas nictálopes.
Huyen las alas torpes.
Las felices, audaces.
tejen coronas, signos,
sublimes espirales,
se pierden en los senos,
ya evidentes, del aire.


García Morato se formó como piloto en la guerra de Marruecos y su figura se relaciona con el mismo nacimiento de la aviación militar española. Para conocer ese mundo siempre aconsejamos la lectura de las memorias del vitoriano Ignacio Hidalgo de Cisneros, Cambio de rumbo. En este libro se describe el ambiente en el que se movían estos pilotos, latin lovers reclamados por aristócratas y toreros para sus fiestas privadas en cortijos andaluces. Siempre coronados por una aureola de valentía y heroísmo. Hidalgo de Cisneros sería en la guerra jefe de la aviación republicana y acabó como militante comunista lanzando arengas desde los estudios de la Radio Pirenaica en Bucarest. García Morato, en cambio, se hizo falangista y acróbata aéreo. Durante una exhibición en Inglaterra se entera del golpe de estado, enseguida se pone a las órdenes de los sublevados y se convierte, como le gusta decir a los historiadores militares, en el as de la aviación franquista. Eso sí, tras bombardear Antequera y localidades del frente en Andalucía.


Parafraseando a Gerardo Diego, en nuestras excavaciones en el Campillo no hemos hecho hallazgos de cosas procedentes del aire. Así y todo, toda esta arquitectura defensiva, de segunda línea, está condicionada por la amenaza que suponía la aviación enemiga (observatorio, refugios excavados en el vallejo). La batalla del Jarama comenzó con una clara superioridad aérea de la aviación leal, que contaba con aparatos soviéticos de mejores prestaciones y que constituían una pesadilla para los bombarderos Ju-52. Y aquí, en la batalla del Jarama, es donde se gesta el mito de García Morato. El 18 de febrero, ante las grandes bajas sufridas, los italianos se niegan a escoltar un grupo de bombardeo franquista que, sin embargo, se interna en las líneas republicanas. La patrulla de Morato (tres cazas) sí lo hace y se enfrenta a 30 aviones enemigos. Cunde el ejemplo y los italianos se unen. Por este hecho se le concede la Cruz Laureada de San Fernando. Según algunos historiadores, este golpe de moral supuso el inicio del control del aire por los sublevados.

Reposición por orden judicial de la calle García Morato en Alacant, tras denuncia del Partido Popular.

García Morato y su Fiat C.R.32 acabaron la guerra con 40 aviones derribados (comprobados) y 12 probables. Nunca le tocaron el Chirri. Cuando estaba grabando una película con motivo del Desfile de la Vitoria, en abril de 1939, se estrelló contra el suelo. En concreto, estaba simulando un duelo aéreo con un Rata rojo. Piruetas del destino. La capilla ardiente se instaló en el bajo del Círculo de Bellas Artes. Acrobacias de la cruzada: un cazador aéreo considerado como un artista. Por aquel entonces también la Legión Cóndor había tomado posesión de la Residencia de Estudiantes. Los poetas y las poetisas (Concha Espina, por ejemplo) salieron en tromba a homenajear con la pluma al héroe falangista. Y así sigue siendo considerado hoy. Según el Ministerio de Defensa hizo una carrera desbordante de cazador excepcional y es un héroe indiscutible. En abril de 2017 la entonces ministra de Defensa visitó la tumba del piloto en Málaga, invitada por la Hermandad de la Misericordia. La ministra también era una experta en piruetas y acrobacias para recordar como se merece a los vencedores. Para eso está la Semana Santa, para mezclar churras con merinas, cabras de la Legión y demás. Un instituto madrileño de educación secundaria lleva su nombre (por su faceta de artista, suponemos) y en Alacant, por orden judicial, ha sido repuesta la placa con la que da nombre a una calle. El gobierno municipal la había sustituido por otra con el nombre de un chaval asesinado (de un ladrillazo en la cabeza) por un fascista en la transición. En el Museo del Aire, en Cuatro Vientos, se puede ver el monumento fascista que recuerda al camarada Morato.

En 1950 Franco le concedió póstumamente el título nobiliario de Conde del Jarama.

Monumento fascista en homenaje al piloto, antes de su retirada al Museo del Aire.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Escuchar la guerra en portuñol


El peligroso comando de portugueses que, según la inteligencia franquista, 
estarían preparando atentados contra Salazar y Franco en 1937.

La dimensión sonora de una guerra es de las primeras en desaparecer, una vez terminado el conflicto. Se apagan los fusiles y se deja de escuchar el silbido de las balas cortando el aire, los gritos de los oficiales y el gemido final del herido. Para los que no la vivieron, la guerra civil española será siempre muda por más que se cuente, se recree o se simule. Nuestros ojos y nuestras manos no se olvidan tan fácilmente de los combates. La ruinas del conflicto son perennes, y también lo son los restos de metralla, lo casquillos y los pedazos de personas. Es por eso que esas dimensiones sensoriales –la visión y el tacto- son centrales en el trabajo de los arqueólogos.

Los arqueólogos que se dedican al estudio de los paisajes sonoros del pasado intentan, por un lado, analizar cómo el sonido se produce y se  transmite en determinados espacios y, por otro lado,  deducir cómo serían esos sonidos en el pasado en idénticas circunstancias. A veces buscan reconstituir la producción de esos sonidos con medios que no han cambiado mucho a través del tiempo. Para quien tenga curiosidad en saber cómo sonaba un fusil Mosin, puede hacerse con uno de los que todavía circulan por ahí y pegar unos tiros. Nadie tiene dudas de que sonará de manera semejante a los de la década de 1930.

La reconstrucción de un paisaje sonoro antiguo va mucho más allá de la curiosidad por sus sonidos. Para muchos investigadores, la dimensión sonora es esencial para entender un determinado contexto histórico o, por lo menos, para tener una noción de sus muchos tonos cenicientos. El historiador Mark M. Smith partió de ese presupuesto en la escritura de Listening to Nineteenth-Century America. Para él, lo que se escuchaba y cómo se escuchaba definía las vivencias del mundo rural sureño y de las ciudades industriales del Norte en las vísperas de la guerra civil americana (1861-1865). No se trataba sólo de escuchar el ruido de las fábricas o los cantos de los esclavos en las plantaciones de algodón; acostumbrarse a esos sonidos era parte de la integración sensorial en un orden social distinto.

La mayor parte de la información rescatada por Smith se encuentra escrita. Irónicamente es a través de los ojos y de las manos –manoseando y leyendo papeles guardados en archivos- cómo podemos intentar reconstruir un poco de la sonoridad de la guerra. Esos objetos eran producidos y circulaban en trincheras y otros espacios bélicos, pero raramente se conservan debajo de la tierra después de terminada la guerra. Gracias a los archivos y a los libros, nuestro equipo va encontrando detalles de cómo sonaba la guerra.

En un post anterior escribimos cómo el habla del portuñol ayudó a definir la comunidad de exiliados portugueses en Madrid al inicio de la guerra. El portuñol era una mezcla de protugués y castellano, fruto de la rápida integración de los portugueses en la vida urbana.
Pero esa flexibilidad lingüística debió corresponderse con una cierta ambivalencia social, y fue el acicate de muchas sospechas. En una guerra civil, el ser extranjero no te define necesariamente como enemigo, saber escuchar es un talento vital. Pero eso, evidentemente, llevó a un gran nivel de desconfianza y paranoia tanto entre civiles como entre militares.

Por la novela memorialística de Álvaro Cunhal A Casa de Eulália, que retrata la vida de un grupo de comunistas portugueses en Madrid antes de la llegada de las Brigadas Internacionales, sabemos que los portugueses podían ser confundidos con fascistas italianos. O podían ser tomados simplemente por espías, como un pobre chico que estuvo a punto de ser fusilado en Somosierra. Las desconfianzas eran parecidas a las que se encontraban en el bando franquista. Alfredo Contreiras, el realizador que marchó al frente en noviembre de 1936 para tomar imágenes para su película A Caminho de Madrid, escapó por poco de la muerte. Estaba encerrado en un armario para cambiar el filme de la cámara y fue sorprendido por un grupo de soldados marroquíes que lo tomaron por espía leal.

Estas sospechas sobre los portugueses estaban lejos de ser circunstanciales. A principios de 1938, por ejemplo, los servicios de información militar franquista pidieron a la policía de Vigo una lista con todo los portugyeses residentes en aquella ciudad. Entre ellos se encontraban dos sindicalistas (AGMAV, C. 1970, Cp. 18). En el verano anterior, poco después de la caída de Bilbao, se evadieron dos prisioneros de guerra hacia el lado republicano. Eran dos anarquistas miñotos que habían conseguido escapar durante la noche y pudieron así transmitir informaciones sobre las líneas enemigas (AGMAV, C. 1084, Cp. 10).

El caso más significativo fue el de la sospecha sobre un comando de portugueses que se pasaron a las líneas de retaguardia del frente Norte en el verano de 1937. Eran cuatro individuos con preparación militar que supuestamente estarían preparando atentados contra Franco y Salazar. El jefe de la 1ª Brigada de Navarra recibió órdenes para “que con la necesaria discreción ordene se indague en todas las Unidades de su mando dependientes de 1ª ó 2ª Línea quienes son los individuos de acento portugués.” (AGMAV, C. 1356, Cp. 22).


No sabemos lo que ocurrió con los hombres del supuesto comando, si es que tal organización existió alguna vez. En todo caso, la materialdiad de estos papeles nos abre una ventana para la ambivalencia sonora de la guerra y de sus riesgos. Hablar una cosa parecida, pero que no lo era; ser uno de los nuestros pero no serlo exactamente: las ambiguidades de la voz podrían costarte la vida.

Post by Rui Gomes.

lunes, 11 de julio de 2016

Mete-me "miedo", este silêncio

Álvaro Cunhal detenido poco después de su regreso a Portugal.

Julio de 1936. En Madrid el aire se corta a cuchillo.
En la novela A Casa de Eulália, António es un mecánico que se va a dormir la víspera del asalto al Cuartel de la Montaña; comparte lecho con su compañero Manuel, en una casa habitada por comunistas madrileños. Aquella noche, a Antonio le llamó mucho la atención el extraño silencio imperante. António y Manuel reproducen algunos algunos de los tipos de portugueses que vivían inmigrados o exiliados en Madrid por aquel entonces. Por la mañana en la que el pueblo de la ciudad decidió asaltar el cuartel en donde los golpistas se habían sublevado, Manuel y António se despertaron con el ruido de las primeras bombas. A partir de esas horas, la capital española se convirtió en un campo de batalla y ellos, en combatientes.

Noviembre de 1936, Alfredo Contreiras a toda velocidad. Esperaba filmar la caída de la ciudad, pero sus intenciones se frustraron. Su documental ha sido remontado más de una vez, y tuvo varios títulos. Aquí se puede encontrar una versión corta del mismo.

Había portugueses engrosando las filas de ambos bandos, en el cerco de Madrid. Gente como António y Manuel habían estado en las calles, entre los asaltantes a Carabanchel y los que habían excavado las primeras trincheras de Somosierra, al norte de la ciudad. Eran casi todos comunistas o viejos republicanos que habían sido forzados a huir de una de las más duras fases de la represión en Portugal. Muchos de ellos estaban envueltos en la coordinación de un frente de resistencia que reuniese varios sectores de la oposición a Salazar. El golpe de Julio de 1936 les destrozó los planes.
Álvaro Cunhal, antiguo secretario-general del Partido Comunista, publicó A Casa de Eulália con pseudónimo en los anos 90. Para el historiador José Pacheco Pereira, su libro es un relato ficcional de su experiencia madrileña durante la Guerra Civil, donde vivió conflictos entre gente unida por su lucha contra el fascismo, si bien apostando por medios diferentes para alcanzar tal objetivo. aunque de maneras diferentes. La novela muestra un paisaje sonoro marcado por un dinámico portuñol, toda una metáfora de la rapidez de asimilación de los exiliados en las milicias y el ejército republicano. Los Gonçalves se convertían en González, los Domingos pasaron a Domínguez y los Gomes a Gómez. Pero eso el portuñol era también el espejo de las ambigüedades personales y de la multiplicidad de motivaciones que llevaron a esos portugueses a Madrid.

Legionario vestido con un jersey donde se lee “Portugal”. 
No consta que hubiese partido de fútbol ese día.

La casa de Eulália, en donde estaban los compañeros António y Manuel, estaba muy cerca del Cuartel de la Montaña, y ahí acudieron los personajes en la mañana del asalto. Ahí supieron de los primeros combates en Casa de Campo, al otro lado del río Manzanares, a donde llegó otro tipo de portugueses en ese mismo verano de 1936.
Leopoldo Nunes, periodista de O Século, acompañó a las columnas franquistas que subían desde el sur a la par de la frontera portuguesa. En las calles de Toledo recién-conquistado, los soldados gritaban “Madrid! Madrid!”; como si las artimañas bíblicas surtiesen efecto en una guerra moderna y, de repente, los gritos pudiesen hacer añicos las murallas. Nunes nos cuenta que regresó a Lisboa con el “Madrid! Madrid!” en la cabeza. Seguramente lo hicieron famoso los militares portugueses que seguían en las filas de Franco. Esos hombres, apodados “Viriatos”, fueron técnicamente voluntarios integrados en el ejército franquista. Eran individuos muy motivados ideológicamente y firmes promotores del apoyo militar y económico de Salazar a Franco. El rastro que dejaron aparece en el documental A Caminho de Madrid, de Alfredo Contreiras. En Noviembre de 1936, Contreiras partió a toda velocidad hacía Madrid en un Renault con el objetivo de registrar la caída de la capital, que se pensaba inminente. Durante su viaje filmó al Cerro de los Ángeles, donde pendía una bandera de los voluntarios portugueses, los enfrentamientos en la Casa de Campo y el bombardeo del edificio Telefónica por parte de la artillería del capitán Botelho Moniz.

Bombardeo de Madrid.

Los portugueses continuaron en España los combates que se vivieron en la primera fase de la dictadura, ahora materializados en uno de los más brutales conflictos internacionales del siglo. La Ciudad Universitaria y la Casa de Campo, en donde excavamos este mes, han sido dos de los primeros escenarios de esa guerra civil portuguesa.
Así como a António en A Casa de Eulália, el silencio que sigue pesando sobre ese conflicto en la memoria colectiva portuguesa, también me mete miedo.

Bombardeo de Madrid.


Referencias:

Nunes, Leopoldo 1937
Madrid Trágica. Dos Primeiros Tiros à Derrocada Final. Lisboa.

Pena Rodríguez, Alberto 1997
Las Imágenes Olvidadas de la Guerra de España. El Cine Portugués y la Propaganda Franquista (1936-1939). Historia y Comunicación Social 2: 51-77.

Pereira, José Pacheco 1999
Álvaro Cunhal: Uma Biografia Política. Lisboa, Temas & Debates.

Tiago, Miguel 1997

A Casa de Eulália. Lisboa, Avante!.


Post by Rui Gomes

jueves, 26 de mayo de 2016

El Governator de Belchite

Mundo perro, película porno grabada en Belchite Viejo.

Belchite supera cualquier tipo de acercamiento postmoderno, surrealista o crítico. Belchite es inclasificable. ¿Un no lugar? ¿un espacio performativo? ambos conceptos obsoletos han sido superados de nuevo por una realidad que siempre supera a la ficción. A día de hoy si algo es el Belchite viejo (del Belchite Nuevo ya han hablado recientemente nuestros compañeros del GAS), es un escenario universal. From local to global. Desde Belchite para el mundo. Ya lo fue durante la guerra civil española. Un enorme decorado para la propaganda de guerra republicana tras la conquista en septiembre de 1937, como así lo demuestran los reportajes fotográficos de Agustí Centelles. Las ruinas del Seminario Menor aparecen ya por aquel entonces como el mejor decorado para ambientar la gesta de los vencedores. Aquel escenario que recordaba al Pueblo Español de Barcelona, fue visitado por personajes extranjeros, como un misterioso príncipe centroeuropeo retratado por Centelles en el pueblo de Codo y del que escuchamos hablar por primera vez gracias a Ricard Martínez, colaborador de nuestro proyecto belchitano.
A su vez, Franco convirtió Belchite en un parque temático de la Victoria, en un teatro al aire libre en donde se conmemoraba una y otra vez la Cruzada. En las ruinas de la iglesia del Seminario Menor vemos graffitis de los años 60, de españolitos de a pie que comenzaban a hacer turismo dentro de su propio país. Por aquel entonces se editaban postales turísticas de los pueblos de España, en muchas de las cuales el mayor reclamo era el Monumento o la Cruz a los Caídos. La llegada de la democracia supuso, paradójicamente, la consolidación del Belchite Viejo como recurso visitable. No como espacio para la reflexión crítica, para la concienciación contra los peligros del totalitarismo, no. Como ruinas que todo escolar de Aragón debía de visitar. En mi colegio de Pontevedra, en los 80, la excursión anual a Madrid de los de 8ª de EGB hacía parada obligatoria en el Valle de los Caídos. Esta era la cultura democrática en la que nos educaron a los que ya bordeamos los cuarenta años de edad. A la pervivencia de relatos y performances fascistoides y a esta narcotización del pasado belchitano, hubo que sumarle su conversión definitiva en decorado.


Si en 1937 vino un príncipe, en 1987 llegó un barón, el de Munchausen, de la mano del ex Monty Python, Terry Gilliam. Para filmar esta película se construyó toda una arquitectura efímera dentro del pueblo. Del mismo modo que no hay ningún tipo de control arqueológico hoy en día, tampoco íbamos a esperar que se hiciese nada en 1987. Cuando la magia del cine desapareció de allí, permanecieron durante un tiempo las ruinas del atrezzo. Un fotógrafo, Francesc Torres, retrató aquellas dobles ruinas (La visita de Munchausen). Sus fotografías se llegaron a exponer en ARCO2010. El autor quiso mostrar la debilidad de la memoria colectiva y la banalización de los vestigios del recuerdo, de la memoria material:

Estas imágenes muestran lo que vi. El pueblo parecía un cadáver maquillado y vestido de payaso [...] La guerra como simulacro, la historia como chiste. Memoria, sacrificio y sufrimiento profanados por inanes bufonadas sobre tumbas sin nombre.



 Fotografía de Francesc Torres. Atrezzo abandonado de la película 
Las aventuras del Barón Munchausen en Belchite viejo.

Casi 30 años después de Munchausen llega otro personaje con acento centroeuropeo, esta vez desde Hollywood, ni más ni menos que Arnold Schwarzenegger. Conan el Bárbaro regresa a esa España árida en la que se dio a conocer en su día. El bueno de Terminator llegó con su séquito para grabar un anuncio promocional de un videojuego. El excelentísimo ayuntamiento de Belchite ha firmado incluso una cláusula de confidencialidad con la estrella de cine. El alcalde tiene que estar encantado con la visita, al fin y al cabo, debe tener sana envidia del Governator, mitad Gobernador, mitad Terminator. Arnold, calzando sus pantalones de militar, accedió a fotografiarse con el equipo de fútbol local, al completo.

  Arnold con toda la peña en Belchite.

Las ruinas de la guerra civil (no sólo las trincheras) están abocadas a esto, a convertirse en escenarios de juegos de airsoft, de paintball, o en lugares promocionales de videojuegos. Ese es su papel hoy en día. Como me reconocía un historiador vasco, en Euskadi algunas intervenciones arqueológicas en las trincheras se plantean con el único objetivo de habilitar un escenario guapo para las recreaciones históricas en las fiestas y homenajes de turno. Eso en el mejor de los casos, porque a nivel educativo, el desconocimiento de este pasado traumático es total.
¿Esta guerra de qué siglo es? Así se despidió una alumna de 13 años tras visitar nuestro stand de Cultura Científica y Guerra Civil en Vitoria-Gasteiz en noviembre pasado. Un mero Daño Colateral del modelo Depredador de la gestión de la memoria en el Reino de España.

P.S. Al menos nos queda el consuelo de ver el sueño cumplido de Flo: Arnold hablando en baturro en Aragón.

martes, 3 de mayo de 2016

Memoria y espacio público (II): la carpa vasca


Plaza de la Memoria en el centro de Vitoria-Gasteiz. 

En una anterior entrada de este blog analizamos el proceso de recuperación de la memoria de la guerra civil en la ciudad de Pontevedra. El recuerdo de los vencidos se ha apropiado del espacio público porque ha habido voluntad política para ello. El túnel subterráneo, invisibilizado, oculto, de los Roza bajo la calle Muruais es toda una metáfora material de los sumideros del franquismo, del espacio reservado para aquellos y aquellas que perdieron la guerra. Pasar de ser una rata de alcantarilla y convertirse ahora en ciudadanos homenajeados produce urticaria en algunos sectores de la sociedad española.
Tras la eclosión de la memoria histórica en la década de 2000, el panorama en el Estado varía en función de quien gobierne. Las políticas públicas de memoria son políticas, como el propio nombre indica. En el Reino de España, Euskadi se encuentra a la vanguardia de las políticas memorialísticas, quizás porque la violencia y el terror han perdurado hasta hace nada. Lidiar con este pasado recentísimo es toda una necesidad, en esta época de guerra de relatos y narrativas. Francisco Etxeberria reclamaba en el congreso Gasteiz at War la necesidad de que instituciones que ya existían en la IIª República y el franquismo se impliquen en la búsqueda de los desaparecidos y en la reparación a las víctimas. Dicho y hecho. El gobierno de Euskadi (heredero del Gobierno de Euzkadi de 1936-1937) ha creado el Instituto Gogora para intentar colmar el deseo de justicia, verdad y reparación. El propia Francisco Etxeberria ha depositado oficialmente en Gogora todo el material documental recopilado en los últimos quince años por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, para que sea de consulta pública para todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que quieran conocer la verdad, el destino de sus seres queridos.

Inauguración de la Plaza de la Memoria en Vitoria-Gasteiz. Políticos seguidos de cámaras de televisión visionan un testimonio de una víctima de ETA.

El Instituto Gogora ha promovido una iniciativa interesante como es la de la Plaza de la Memoria. Una escenografía memorialística que busca ocupar el espacio público de las ciudades y villas vascas durante unos días con el objetivo de que la ciudadanía contribuya a generar conocimiento sobre el pasado traumático de este país. Mientras en otros sitios se sigue hablando de la represión franquista en familia, o en televisiones privadas, sin ninguna consideración oficial, en Euskadi se ha desatado un maratón memorialístico con sus grandezas y sus miserias. No todo vale. 


Hace un par de semanas se presentaba en Vitoria-Gasteiz un excelente libro: Álava una provincia en pie de guerra. Voluntariado y movilización durante la Guerra Civil del historiador Germán Ruiz Llano. En la presentación, el autor recordó una tertulia radiofónica a raíz de una reciente marcha feminista en la que miembros de una asociación hablaban del exterminio franquista en Euskadi (entonces lo de Badajoz o Huelva se antoja un genocidio) y de las mujeres asesinadas por el fascismo. El problema es cuando se manipula la información y se obvian pequeños detalles como que la mayoría de las mujeres asesinadas en Álava lo fueron a manos de milicianos y no de requetés o de regulares. Este es un ejemplo de los peligrosos procesos de canibalización de la memoria. Por eso hace bien el Gobierno vasco intentando atender a todas las víctimas (del franquismo, de los revolucionarios, del ETA, del GAL, del batallón vasco-español, de los abusos policiales...), pero partiendo de investigaciones rigurosas.

Repositorio virtual de la memoria de las víctimas.

La Plaza de la Memoria, como escenografía arquitectónica, sacraliza la memoria colectiva. Está concebida con un cierto aire futurista (quizás porque está pensada más para mirar al futuro), con un mobiliario minimalista, con pantallas estilo Orwell. Lo importante son los discursos, los relatos, aquello que está en el aire, sin un soporte material strictu sensu.


 Hologramas, interfaces, interacción persona-pasado-memoria. La memoria al alcance del usuario.

Para recoger esta memoria volátil se incorpora un espacio privado, un fotomatón de la memoria en el que el ciudadano o ciudadana puede dejar su testimonio, contribuyendo así al repositorio virtual de la memoria de un país. Este confesionario es un reflejo material de la sacralización de la memoria en nuestros días, de la polémica tensión que se vive entre la Historia y la Arqueología profesionales, académicas, y la construcción de la memoria por parte de sectores de la sociedad civil. Memoria e Historia a veces entran en conflicto, como así se refleja en los mensajes que los visitantes dejan escritos tras su visita a la Carpa de la Memoria.
Con motivo del recuerdo a las víctimas del 3 de Marzo, la plataforma que vela por la memoria de aquellos hechos organizó una vista guiada por el barrio de Zaramaga. Mientras estábamos reunidos en el local de la asociación se acercó a echar un ojo un vecino. Observó rápidamente los paneles y objetos allí expuestos. El encargado de la visita le instó a que se uniese a nosotros y participase en la actividad; él se limitó a decir No quiero recordar y se marchó apresuradamente, tal como había entrado.

 

En estos tiempos de sobreactuación y primacía de lo políticamente correcto, la eclosión de la memoria lleva  a la arena pública debates de lo más variopinto: hay gente a la que no le llega lo que se hace por lo que la reparación total es imposible (una vecina de Vitoria-Gasteiz se quejaba de que la placa en homenaje a su ser querido se puso en la acera y es pisada por los viandantes, por ejemplo), hay gente que piensa que todo esto (incluida la Arqueología de la guerra civil) trivializa el sufrimiento ligado a un pasado traumático, hay gente que mercantiliza todo este proceso, hay gente que quiere dejar todo esto en manos de los científicos, hay gente también que no quiere recordar, por ideología política, por trauma, por necesidad de seguir adelante... Lo importante es que estos debates se dan en el espacio de la polis, en lugares públicos en donde se piensa y se hace política. La Arqueología del Pasado Contemporáneo puede ser una herramienta útil que aporte rigor y conocimiento para construir políticas públicas de memoria. ¿O no?

No es el confesionario de Gran Hermano.






viernes, 1 de abril de 2016

Historia de una estela alemana o la Guerra Relámpago nació en Urbina (I)

Estela funeraria de la Legión Cóndor en Urbina, Araba.

En 2016 celebramos el 80 aniversario del comienzo de la Guerra Civil. Se trató de un conflicto que, como sabemos bien, tuvo un impacto internacional indiscutible, por mucho que el Comité de No Intervención intentase “contener” el conflicto. Hoy en día, en esta Europa premiada con el Nobel de la Paz, parece que seguimos con esa mentalidad del “cordón sanitario” que trata de aislar el conflicto de Oriente Medio. Pero hechos como los recientes atentados en Bruselas nos recuerdan que en un mundo globalizado y complejo como el nuestro, los problemas no se pueden acumular bajo la alfombra. Las vallas no nos servirán hoy, de la misma forma que no sirvieron para nada en el caótico contexto pre-1939. De Argèles-sur-Mer a Lesbos. 80 años, miles de refugiados, cero lecciones aprendidas.

Detalle del campo epigráfico de la estela funeraria.


Esa dimensión internacional de los conflictos modernos es algo especialmente aprehensible a través de la Arqueología. En las posiciones italianas de Etiopía (González Ruibal et al. 2010), en el desierto de Atacama (Prieto y Ayán 2014) o en los frentes de la Guerra Civil en España, encontramos una materialidad que nos habla de intercambios internacionales, flujos comerciales complejos y conexiones de gran escala. En la estepa belchitana, por ejemplo, conviven municiones de origen checo, alemán, ruso y catalán. Y es que, la Arqueología del Pasado Contemporáneo nos enfrenta a la materialidad que nos rodea y hace que la veamos de una forma “nueva”, o al menos “renovada”, poniendo el foco sobre las relaciones espacio/tiempo/materia. 
Y así es como, en una aldea del norte de Araba/Álava, en Urbina, encontramos un gran ejemplo de esta materialidad “internacional” que nos habla muy bien de un pasado complejo e interconectado. Estamos hablando de una estela funeraria que conmemora la muerte de tres artilleros alemanes de la Legión Cóndor. Se trata de un bloque cuadrado de 1x09 m, con una inscripción con caligrafía gótica un poco deteriorada que reza:
“(--)eie(--) kampf um ein(--)
Emil Creutz
28.6.1914 ZU HÜFFLER-PFA
+ 4.4.1937 IM LAZ. VITORIA
Johann Fischer
4.11.1914 ZU HANDZELL-OBB
+ 20.4.1937 IM LAZ. VITORIA
Karl Rettenmaier
5.7.1910 ZU HÜTTLINGEN
[+] 2.4.1937 IM LAZ. VITO[RIA]”

Se sitúa en la entrada norte del pueblo, en la vieja carretera que unía las principales capitales vascas: Bilbao, Durango, San Sebastián, Bergara, Vitoria, etc. En medio de una encrucijada. Y es éste carácter de cruce de vías el que precisamente explica la microhistoria de este misterioso vestigio arqueológico.

Localización geográfica de la estela de Urbina.

Una investigación muy de “andar por casa” ha sido suficiente para poner el foco sobre un elemento (¿patrimonial?) que puede suscitar un interesante debate. Pero, ante todo, ¿por qué está esa estela ahí? ¿Quiénes son los alemanes mencionados? ¿Cuál es el trasfondo de todo esto?

Fotografía aérea de 1946 con la localización de la estela.


Post by Josu Santamarina Otaola 
(Alumno del Máster en Gestión del Paisaje: Patrimonio, Territorio y Ciudad, EHU-UPV).






jueves, 21 de enero de 2016

Arqueología del Franquismo en Vitoria-Gasteiz

Una vecina gasteiztarra cabreada por la retirada de simbología franquista.

La semana pasada hemos dado inicio al Curso Cultural de Arqueología del Franquismo en el centro cívico Aldabe, organizado por el ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. Las 50 personas inscritas dan buena cuenta del éxito de este tipo de iniciativas. En las dos primeras clases hemos intentado mostrar la materialidad generada por la estrategia de construcción de la memoria llevada a cabo por el franquismo. Una estrategia que ha tenido mucho que ver en la conformación de lo que se ha dado en llamar franquismo sociológico, un fenómeno vigente en nuestra sociedad si vemos el revuelo que ha causado la retirada de símbolos franquistas. Una vecina de Vitoria-Gasteiz envió estas Navidades una carta al director del Diario de Noticias de Álava en la que resume perfectamente todo el elenco de mitemas de la ultraderecha: Franco murió en la cama, nos legó la democracia, la retirada de símbolos no es una demanda de la sociedad, la guerra fue una locura entre hermanos en la que no hubo vencedores ni vencidos, porque todos perdieron.

Norte: órgano editorial de la Falange en Vitoria (en Marín et al. 2015).

Se equivoca nuestra vecina Mercedes Fernández Alonso. Sí hubo vencedores y vencidos y los primeros se encargaron de recordárselo a los segundos durante cuarenta años. El patrimonio es el resultado siempre de una estrategia política de construcción (o destrucción) de la memoria colectiva. Nuestro trabajo consiste en abordar este proceso en la larga duración desde 1939 hasta hoy en un contexto especial como es el vasco, en donde la violencia política y el terror han campado a sus anchas entre 1936 y 2011.
El pacto por la desmemoria y el olvido sellado por la élite política española en la denominada Transición Democrática ha generado una cierta narcotización del pasado traumático de la guerra civil española. Todavía hoy en el Senado y el Parlamento de España se minusvalora la recuperación de la memoria histórica y se defiende la manida idea de la innecesaria reapertura de heridas, recordando una guerra entre hermanos en la cual los dos bandos cometieron atrocidades. Este es el discurso que el visitante puede oír de boca de la guía oficial de las ruinas del Belchite viejo, sin ir más lejos. También es ésta la razón que lleva a exponer en la misma sala la bandera de la República española y la de la Alemania nazi, en el aula didáctica ubicada en Corbera d’Ebre (Tarragona). Equiparar a los golpistas con los defensores de un régimen democrático ha sido una argucia retórica para hacer tabula rasa de la guerra civil y para despolitizar un conflicto en el que se enfrentaron dos ideologías que defendían modelos de sociedad diametralmente opuestos. Porque en esta guerra hubo, lógicamente, vencedores y vencidos, y ambos comenzaron a construir narrativas para fijar su memoria al día siguiente de acabar la lucha armada. 
Aunque a primera vista parezca que el proceso de musealización de la memoria y patrimonialización de la cultura material de la guerra civil española son un proceso reciente, ello no es cierto. Ya el mismo régimen franquista empleó la materialidad generada durante el conflicto (lo que hoy podríamos considerar patrimonio mueble e inmueble), para crear un discurso histórico concreto de la guerra.

Homenaje a la Italia fascista y la Alemania nazi en el Hotel-Frontón vitoriano (en Marín et al. 2015).

Así lo demuestran las primeras musealizaciones realizadas sobre el Cinturón de Hierro de Bilbao o la exposición de material de guerra capturado a los rojos en el Gran Kursaal. Durante la guerra civil se formó una Junta de Patronato, con motivo de los acuerdos de la Diputación Provincial de Vizcaya alcanzados desde 1937 a 1938, encargada de la conservación de un tramo del Cinturón Defensivo de Bilbao, convertido por la propaganda fascista en El Cinturón de Hierro. A esta primera patrimonialización habría que añadir la publicación de guías turísticas que invitaban a visitar diferentes paisajes y escenarios en donde discurrieron las gestas bélicas del ejército franquista, los pequeños anuncios en publicaciones periódicas con visitas guiadas por los restos del Cinturón de Hierro o la divulgación de series fotográficas vinculadas a éstos.

Propuesta fallida de Museo de la Guerra en Bilbao 
(Museo del Cinturón de Hierro de Berango).

También el País Vasco acogió en 1938 la Exposición del Material de Guerra Cogido al Enemigo, promovida por el Servicio de Recuperación de Material de Guerra, en el Gran Kursaal de San Sebastián. Esta exposición funcionó hasta mayo de 1939 tras sufrir numerosas modificaciones y ampliaciones, debido al recuperado uso hostelero del edificio y a la reorganización del Ejército de la Victoria. Estas fueron las causas de la dispersión de los fondos expositivos por otras localidades españolas. El trasfondo ideológico de esta exhibición es muy claro: el ejército franquista se decide a mostrar el botín capturado a los vencidos y demostrar materialmente el derroche económico de la República y la intervención de las potencias marxistas en la guerra. Una exposición de este estilo, aunque más modesta, se organizó también en el Hotel Frontón en la capital alavesa, mostrando a la ciudadanía el material capturado al enemigo tras la fallida ofensiva del Gobierno de Euzkadi en Villarreal de Álava.

Exposición en el Hotel-Frontón vitoriano de material de guerra 
incautado a los rojos (en Aguirregabiria 2015: 190).

Como ya escribió en este blog nuestro compañero Carlos Marín, para el caso de la Ciudad Universitaria, este fenómeno no se dio sólo en Euskadi tras el triunfo franquista. Hasta que la Ciudad Universitaria fue reinaugurada en 1943 hubo visitas guiadas por este espacio de ambigua memoria para el bando ganador. Se instaló una cartelería, un discurso museográfico diríamos hoy, en las propias trincheras. Estos carteles elocuentemente rezaban: Ellos y Nosotros.
Por lo tanto, la Nueva España se sirvió de los restos para explicar la guerra civil como una Cruzada de los buenos (vencedores) contra los malos españoles (vencidos), ya durante la propia guerra. Así mismo, procedió a la construcción de nuevas materialidades, como son los monumentos conmemorativos levantados por todo Euskadi con un doble objetivo: apoyar la construcción del discurso histórico/ideológico arriba señalado, y servir de recursos nemotécnicos para recordar a los rojo-separatistas que fueron derrotados. 
Aunque el retorno de la democracia en 1978 tendría que haber supuesto el fin de este discurso histórico maniqueo de la guerra civil en Euskadi, los herederos directos de los vencedores aún poseen espacios museísticos en los que ha quedado fosilizada esta perspectiva. Este es el caso de la base militar de Araca en Vitoria-Gasteiz. En junio de 2015, por imperativo del Gobierno de Madrid, los responsables del centro organizaron a regañadientes una Jornada de Puertas Abiertas para celebrar el Día de las Fuerzas Armadas. 
Jornada de Puertas Abiertas 2015 en la base militar de Araca. Soldados españoles 
de origen sudamericano te enseñan a manejar un mortero, por ejemplo.

Además de la exposición de material bélico y de la divulgación del trabajo hecho por los soldados en misiones en el extranjero, el visitante podía acceder a una Sala Histórica en la que se preserva parte de la memoria material del Regimiento Flandes, unidad militar acuartelada en Vitoria-Gasteiz y que con Camilo Alonso Vega al frente se hizo con el control de la ciudad el 19 de julio de 1936. Entre el material expuesto se pueden observar los banderines de las diferentes compañías que destacaron en la guerra civil, una orla con los héroes de guerra, un retrato dedicado a sus soldados por Alonso Vega, firmado en el frente del Ebro y otros vestigios como la estela de un soldado nacional caído por Dios y por España en la batalla de Villarreal. Nos encontramos realmente ante un espacio privado, una sala bajo llave, que condensa la memoria heroica de una unidad militar. Este vínculo es tan estrecho que toda esta documentación y estos restos viajarán con el Flandes a su nuevo destino en Zaragoza, tras 116 años en la capital vitoriana. Se trata de un pequeño museo militar desconocido por investigadores civiles y la sociedad en general y al que se ha podido acceder por una imposición política (celebrar el Día de las Fuerzas Armadas en Euskadi) vinculada también a la necesidad de transmitir a la sociedad una imagen más moderna y cercana del Ejército. Lo que es más destacable es el continuismo en los relatos memorialísticos que maneja esta unidad militar. Así pues, durante la jornada de puertas abiertas se podía ver un enorme pendón en el que se recogían las hazañas bélicas del Flandes: entre los hitos grabados nos encontramos nombres como Villarreal de Álava o Sierra de Pándols (batalla del Ebro), batallas libradas contra españoles, al lado de las misiones en Bosnia o Afganistán. Obviamente algo así es impensable en una jornada de puertas abiertas celebrada por el ejército alemán o italiano en nuestros días.

Lápida encontrada el 10/08/04 por mandos del BICC FLANDES IV/45 
cuando realizaban ejercicios de educación física 
en las inmediaciones de Arnagiz y Mendiguren.

Referencia

Guillermo Marín, Virginia López de Maturana, Xabier Sagasta, 2015. "Vanguardias Peligrosas. La Alemania nazi y la Italia fascista en Vitoria (1936-1939)", exposición organizada por la Fundación Sancho el Sabio en la Sala Araba de Vitoria-Gasteiz (18-XI-2015 a 9-XII-2015).

Post by Xabier Herrero Acosta, Sonia García Rodríguez y Xurxo M. Ayán Vila.


jueves, 17 de septiembre de 2015

El Gigante descalzo


Recientemente la ARMH exhumó los restos del guerrillero gallego Perfecto de Dios, abatido cuando intentaba huir a Francia. En el acto de homenaje que se le brindó en su aldea natal (Sandiás, Ourense), sus familiares tuvieron a bien colocar al lado del féretro las botas que llevaba en el momento de su muerte. Pocas imágenes hay más evocadores de la arqueología de la guerra civil que el calzado que portaban esas personas a las que seguimos el rastro en nuestras excavaciones. En la exhumación en el cementerio de Castuera (Badajoz) en 2102 pudimos reconocer a militares republicanos por los restos de su indumentaria, como las suelas claveteadas características que llevaban los soldados. En nuestras prospecciones en Mediana, en la excavación de las letrinas o en los aledaños del Seminario Menor nos volvemos a encontrar con los cueros de la tragedia.


Nuestra compañera Sonia García Rodríguez lleva tiempo estudiando arqueológicamente las antiguas curtidurías del entorno de Santiago de Compostela. Era este uno de los pocos negocios industriales de la ciudad del Apóstol y atrajo la atención de inversores foráneos, sobre todo familias del valle de Cameros (La Rioja) y del País Vasco francés. La exportación a América en un primer momento y la atención al mercado interior hicieron de esta actividad un negocio pujante en la comarca compostelana. Sin embargo, la posterior competencia catalana y la falta de modernización hicieron que el sector entrase en declive en el primer tercio del siglo XX.
Sin embargo, y contra todo pronóstico, este tradicional tejido industrial en torno al cuero de la Galicia occidental jugaría un papel primordial en la guerra civil española. Al quedar el Levante en manos republicanas, la intendencia del Ejército sublevado no tenía acceso a esa pujante industria del calzado, por lo que hubo que buscar alternativas en la retaguardia franquista.


En un excelente trabajo sobre el negocio de la guerra civil en Galicia, Margarita Vilar y Elvira Lindoso dan a conocer el traumático proceso de militarización de las fábricas de calzado coruñesas, regentadas por empresarios de ideología republicana. Este fue el caso de la tenería eumesa La América que había sido fundada por los indianos Tenreiro en 1864. Sus descendientes fueron represaliados por los sublevados (pérdida de trabajo y exilio). En el caso de la tenería La Magadalena, de la familia Etcheverría, acabaría siendo campo de concentración. El caso más espectacular fue el de fábrica de zapatos de Ángel Senra en A Coruña, que ya había suministrado botas militares al Ejército francés en la 1ª Guerra mundial. De origen humilde, este zapatero de Noia acabó siendo el primer alcalde republicano de la ciudad en 1931. En 1936 los sublevados militarizan la fábrica y la convierten en una de las principales proveedoras de botas para el Ejército franquista.


Los Barbis que construyeron el fortín de la Dehesa de la Villa en el invierno o primavera de 1937 no lo debieron de pasar muy bien en los trabajos de campo. El frío y el cierzo eran todo un reto para la intendencia militar. En todo caso, estos zapadores, si atendemos a las fotografías de época, iban bien vestidos y protegían sus pies con borceguíes fabricados en la retaguardia, quizás procedente de las fábricas coruñesas, ya que el resto del Norte (en donde también existía esa industria tradicional y había ganadería) se hallaba aún en manos republicanas. Nos podemos imaginar a los Barbis dentro del fortín en construcción. Un trajín de zapadores ultimando la obra. En el cemento fresco, como si de un Olduvai belchitano se tratase, quedaron grabadas las huellas de estos hombres. Seguir el rastro de estas personas es el objetivo de la Arqueología que practicamos. Sin embargo, estos zapadores raramente morirían en el frente. Ellos diseñaban los contenedores que ocuparían otros, marcándoles el camino hacia la muerte, en muchos casos. No nos quedan las huellas de aquellos requetés que, al pie del cañón, regaron con su sangre el ladrillo y el hormigón. Combatientes de un ejército (el franquista) que Gabriel Cardona definió en un soberbio ensayo como El gigante descalzo.



P.S. En el Seminario Menor se enfrentaron en 1937 las botas gallegas contra las alpargatas levantinas. Y ya se sabe que en verano... siempre ganan éstas últimas.