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miércoles, 4 de julio de 2018

CSI Repil (VIII): La huida


 
 
Archivo municipal de Galdakao (Archivo de la Diputación Foral de Bizkaia).
Durante las labores de vaciado documental que estamos haciendo en el marco del proyecto dirigido por nuestro compañero Xabier Herrero, sobre los refugios antiaéreos del Gran Bilbao, nos encontramos con un interesante documento de 1939 referido a la corporación municipal franquista de Galdakao. Ante la solicitud cursada por el alcalde a las autoridades militares, para que los concejales fuesen armados con pistola, la empresa Unceta y compañía, rauda y veloz, envió al ayuntamiento publicidad sobre su producto estrella: la pistola ASTRA con sus variantes (pistola carabina y demás). Estas pistolas del 9 largo (de esta marca y otras) son una suerte de fósil director arqueológico tanto de la guerrilla antifranquista como de la Guardia Civil encargada de acabar con ella. En la publicidad del modelo 400, cal. 9 mm largo, todavía se hacía referencia a su uso reglamentario por el ejército, carabineros y escolta presidencial, cuando ya Franco había acabado con los carabineros y con la República.


 
Los guerrilleros del noroeste ibérico, a la altura de 1949, iban mal armados. Contaban con pistolas, mosquetones y naranjeros (subfusiles republicanos de la guerra  del calibre 9 mm largo) procedentes o bien de su etapa en el Ejército republicano del norte, o bien de requisas a somatenes y falangistas o bien de combates con la Guardia Civil. La Benemérita adoptó la pistola semiautomática Star Modelo 1922 calibre 9 mm largo (fabricada por la casa Bonifacio Echeverría) como arma reglamentaria del cuerpo en 1922. En 1943 las unidades que luchaban contra la guerrilla comenzaron a usar una variante con un dispositivo moderador de fuego en ráfaga (modelo AD). A su vez, los guardias empleaban como arma reglamentaria el mosquetón Máuser español, modelo 1916, del calibre 7 x 57 mm o el Máuser 98 Mod. Coruña 1943 en calibre 7,92 x 57 mm.

Casquillos y proyectil de pistola del 9 largo vinculados a la huida de Segura.
 
Conociendo este contexto armamentístico, si encontramos en campo, en un escenario de combate de los años 40, casquillos percutidos del 9 largo, lo más seguro es que seamos incapaces de dilucidar quién disparó, si guerrilleros o guardias civiles. En Repil hemos localizado vainas percutidas de ese calibre. Lo que podrían ser hallazgos aislados, comienzan a tener sentido si abordamos un estudio integral de la escena del crimen que combine fuentes orales, documentales y arqueológicas. Así pues, no solo podemos intentar reconstruir el asedio a la vivienda de los Amaro, sino también detectar indicios de la huida de un guerrillero que logró escapar, eso sí, herido: Fermín Lada Segura.

Fermín Lada Segura, fotografía de la derecha.
 
Ante el fuego enemigo que acabó con la vida de sus tres compañeros en la Porta da Horta, Fermín reculó, entró precipitadamente en la cocina y dedicó unas últimas palabras a la señora Teresa, instándola a que cuando entrasen los guardias ellas jurase y perjurase que los había acogido obligada. Acto seguido salió por la puerta principal disparando frenéticamente su naranjero y se dirigió hacia la casa vecina. Como ya comentamos con anterioridad, la Guardia Civil tenía establecidas dos líneas de defensa, una más atrasada en el muro de cierre de la casa da Adela y otra en un muro de separación de fincas entre ésta y la casa de los Amaro. Los sitiadores habían ocupado con morteros el pequeño otero en donde se ubican unas canteras, el punto más alto desde el que batir la casa de los guerrilleros. Fermín se encontró con una lluvia de balas procedente del punto exacto en donde encontramos, gracias al gradiómetro, una reseñable concentración de casquillos de pistola, (prácticamente calcinados por el último incendio de octubre de 2017.) Un guardia civil vació un cargador completo, al menos. Uno de estos disparos impactó en la mandíbula del guerrillero, hiriéndolo de gravedad. Cerca de este punto,  Fermín  decidió desviarse e intentar alcanzar el camino hacia Cereixa, en dirección Norte. Es allí precisamente en donde encontramos un proyectil entero de pistola y otro casquillo. Fermín corrió ensangrentado unos 3 km hasta llegar a Cereixa, en donde fue acogido en la casa rectoral por el cura párroco don Plácido.

Distribución de los materiales bélicos registrados.
 
Los marcajes que hemos podido identificar en los casquillos de pistola del 9 largo y en la guía de peine de Mauser no dejan lugar a dudas: coetáneos y coherentes con la cronología de los hechos, ya que fueron fabricados en la Pirotécnica de Sevilla en 1944 y 1948.

Marcaje de uno de los casquillos: Pirotécnica de Sevilla, año 1948.
 
A pesar de la repoblación forestal, de los incendios, de la erosión provocada por las lluvias torrenciales, de las obras en las cunetas de la carretera, de la apertura de pistas y de la reocupación de la casa en las décadas de 1940 y 1950 hemos podido acceder a la materialidad de los combates del 20 de abril de 1949. Este modesto y humilde ejemplo de Repil muestra la potencialidad de la arqueología del pasado contemporáneo como herramienta útil para ilustrar y comprender mejor episodios dramáticos de nuestra historia reciente.

Resultados del gradiómetro en la zona de huida de Segura. El círculo verde señala la zona de contaminación metálica, en la que se localizó el primero de los casquillos.


 

miércoles, 20 de junio de 2018

CSI Repil (IV)


A mediados de los años 80, en las vacaciones de verano en Cereixa, mi colega galaicovenezolano y yo iniciábamos las tardes siempre de la misma manera: viendo un nuevo capítulo del Equipo A. Lo hacíamos en una casa del barrio de A Ponte, una vivienda que jugó un papel importante en toda esta historia de maquis y guardias civiles. Pero de eso me enteré muchos años más tarde. Los miembros del Equipo A habían sido acusados de un delito que no cometieron, y actuaban como buenos justicieros por los Estados Unidos adelante. Igual que ellos, los miembros de la IIª Agrupación abatidos en Repil, fueron acusados de un delito que no cometieron (defender un gobierno legítimo). Igual que ellos, su vida es de película. Centrémonos en Evaristo González Roces, el John Hannibal Smith de nuestro destacamento guerrillero. Sin duda, Evaristo era el rey de la baraja de este póker de ases. Nacido en la aldea berciana de Dragonte, este comunista se echó al monte porque sabía que los falangistas lo iban a pasear. Poco tiempo después, pactó su entrega, se afilió a Falange, fue enviado al frente y se pasó a las filas republicanas. Hecho prisionero en Gijón, fue condenado a muerte. Entre los delitos cometidos, haber liderado a un grupo de marxistas que impidieron la celebración de una romería el 16 de junio de 1936 y haber participado junto a los mineros en el asalto al cuartel de la Guardia Civil de Ponferrada.

Celebración de 1 de mayo de 1936 en Ponferrada.
Al final le fue conmutada la pena a 30 años y enviado a la cárcel de León, de donde se fugó el 29 de septiembre de 1942. Supongo que ese día se le escaparía eso de Me encanta que los planes salgan bien. Hasta aquí la cara amable de la biografía de Evaristo, todo un héroe popular. Pero a diferencia de los del Equipo A televisivo, que nunca mataban a nadie, nuestro huido, como tantos otros, no solo entró en una escalada de violencia por supervivencia, por estar en guerra, sino que también se cobró su venganza. El 21 de octubre de 1945 volvió a su pueblo natal y se tomó la revancha, liquidando al cura párroco, Rocesvinto Ruiz, quien había declarado en su contra en el consejo de guerra que lo mandó a la cárcel. Como un celta de la Edad del Hierro o un anasazi del Medio Oeste, se apropió de la memoria de su enemigo y desde entonces fue conocido como Roces.

Evaristo González Roces.
Podemos continuar con Guillermo Morán, un minero asturiano que con su hermano Mario combatió en el batallón Sangre de Octubre. Tras la ejecución de su padre al finalizar la guerra, los Moranes bajaron a su pueblo, y asesinaron al juez municipal de Ribera de Arriba. En enero de 1940 cruzó con otra veintena de huidos a Portugal, pero ante la imposibilidad de embarcar, tuvo que volverse. En 1942 fue uno de los cofundadores de la Federación de Guerrillas León-Galicia. Mientras su hermano Mario, socialista, abandonó la lucha armada, él encabezó la línea rupturista que llevó a la creación del Ejército Guerrillero de Galicia bajo el control del PCE.


Otro miembro destacado de nuestro particular Equipo A es Julián Acebo Alberca O Guardiña, un santanderino que trabajaba de jornalero en O Barco de Valdeorras. Luchó con el ejército republicano en el Frente Norte hasta que fue hecho prisionero, siendo condenado a veinte años de prisión. Acabó en el campo de redención de penas de Casaio, como esclavo al servicio de la industria de guerra nazi. Julián se fugó de esta mina de wólfram y se unió a la guerrilla antifranquista, que tenía su gran campamento allí cerca, en la Cidade da Selva, en donde nuestro compañero Carlos Tejerizo llevará a cabo excavaciones en el próximo mes de julio.

Estos tres hombres responden a un mismo perfil de combatiente antifranquista. Hombres duros, de pueblo, proletarios, mineros, con una concienciación política que se retrotrae al menos a la revolución de 1934. Huidos que se convierten en soldados republicanos, adquieren formación militar y política hasta la caída del Frente Norte en octubre de 1937. Estos tigres del Norte van a ser, y así lo reconocen los propios guerrilleros gallegos, quienes organicen las primeras estructuras guerrilleras en el noroeste. Desde entonces serán partidarios de la línea dura. De hecho, siguieron combatiendo cuando ya todo estaba perdido. A diferencia de otros, ellos tenían clara su naturaleza partisana y se identificaban con los guerrilleros comunistas que en aquel entonces combatían en Grecia, por ejemplo.
Una serie de circunstancias hizo que el escenario final de esta película fuese Repil. Estos hombres, como los reyes magos, vinieron de Oriente, y en ello tuvo mucho que ver el tren.



lunes, 6 de marzo de 2017

La sombra de la guerra es alargada (1)

El antiguo cementerio de Santa Isabel (1808-1973), 
ceñido por el  barrio franquista de Zaramaga (1957).

En este invierno que está a punto de terminar hemos culminado la trilogía de cursos culturales iniciada por nuestro equipo de trabajo en 2015. Tras Arqueología de la guerra civil española (2015) y Arqueología del franquismo (2016), abordamos en 2017 De la aldea de Gasteiz a Smart City: historias arqueológicas de nuestra ciudad. En toda esta trayectoria nos hemos dado de bruces con un escenario que comenzamos a conocer bien: el cementerio gasteiztarra de Santa Isabel.

Concierto y recital de poemas en el cementerio (Fuente: Agencia EFE).

El ayuntamiento de la capital vasca ha diseñado rutas turísticas en las que se intenta vender esa imagen de Green Capital cargada de historia, de urbe abierta al mundo. Las temáticas son infinitas, desde el Sacamantecas decimonónico, pasando por los amoríos de la Marquesa de Montehermoso o los fantasmas del casco viejo. Eso sí, de la historia reciente de la ciudad, ni pío. La guerra civil y la represión franquista no tienen cabida en esta oferta. La reciente polémica sobre el cambio del callejero franquista o la ausencia de ningún tipo de acto conmemorativo de la guerra civil en su 80 aniversario son síntomas claros de una determinada voluntad política que sacraliza el olvido, por mucho que gobierne en minoría el PNV. Dentro de esta tónica general, hay gente que dedica notables esfuerzos a vaciar incluso de contenido espacios traumáticos como el cementerio de Santa Isabel. El camposanto se ha convertido en una postal turística gracias al gafapastismo tecnocrático. Entre mausoleos de los mayores esclavistas-negreros de la España del XIX, se organizan unas veladas literarias, proyectando haces de luces multicolor sobre los paramentos de los monumentos funerarios de la infamia, y aquí no pasa nada. Por si no fuera poco, se integra el cementerio en la ruta diseñada para mostrar al visitante los escenarios en que tiene lugar la trama del bestseller El Silencio de la Ciudad Blanca, de la buena escritora vitoriana Eva García Sáinz de Urturi.

Visita guiada del ayuntamiento por los panteones ilustres (Fuente: El Correo)

Todo esto está muy bien, pero quizá al alumnado vitoriano y al habitante gasteiztarra le vendría bien que alguien les explicase las lecciones de la historia local, lo que está bien y lo que está mal, lo que supone el uso de la violencia para dirimir conflictos. Para ello, el cementerio de Santa Isabel es una auténtica joya. La propia planta del camposanto ha fosilizado la génesis y evolución de un espacio cultual, desde que en 1795 se enterraron allí los primeros restos de soldados, cerca de una capilla ubicada en el extrarradio de la ciudad medieval. Todos los conflictos armados quedaron allí fosilizados: la Guerra de la Independencia, las guerras carlistas, la guerra Cuba, la guerra de Marruecos y, por supuesto, la guerra civil española. 

Planta del cementerio: evolución urbanística (por Marta Extramiana).

La prospección arqueológica intensiva que hemos realizado (en plena ciclogénesis explosiva) y la colaboración con el alumnado del curso nos permite mostrar en toda su crudeza la bestialidad de una guerra en la que soldados casi anónimos fueron auténtica carne de cañón en batallas de desgaste, planteadas por genios militares como Franco, al que sus soldados le importaban un pimiento. Nos encontramos ante todo un palimpsesto en el que podemos mostrar la evolución de la guerra, batalla a batalla, y lo que supuso para hidalgos vitorianos tradicionalistas, para soldados de leva, para jóvenes falangistas y requetés, a menudo entusiastas del golpe de Estado, como así lo explica la memoria construida por sus familiares mediante epitafios, placas y dedicatorias.
Sobre estos cadáveres (y otros de los que hablaremos más adelante) asentaron sus nalgas mórbidas los militares traidores durante cuarenta años.

Unos muertos muy vivos: al día siguiente del 
pase a la final de Copa del Alavés, en pleno temporal.


lunes, 19 de septiembre de 2016

Saturraran: la cárcel de la infamia

 Garazi Lizaso defendiendo su TFM sobre la cárcel de mujeres de Saturraran, 
hoy en la UPV/EHU.

En la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea el mes de septiembre es nuestra época de vendimia particular, al menos en el ámbito de la Arqueología del Pasado Contemporáneo. Alumnos y alumnas presentan sus trabajos finales del Máster en Rehabilitación, Restauración y Gestión Integral del Patrimonio Construido. Hoy Garazi Lizaso Manterola ha defendido con éxito su TFM titulado: Birrindutakoa berpizten. Ahaztutako arkitekturak eta emakumeak: Saturrarango emakumezkoen espetxearen adibidea. Un magnífico estudio desde una perspectiva de género en el que analiza un edificio de Saturraran (Mutriku, Gipuzkoa) destruido en 1987 y que tiene una larga historia de usos de lo más variopinto. Empezó siendo un complejo hotelero vinculado a los baños de mar. Después se convirtió en residencia de veraneo de los seminaristas de Vitoria-Gasteiz. Cuando estalló la guerra ésta sorprendió a unos cuantos aprendices de curas. Fue el Padre Barandiaran quien, antes justo de marchar al exilio, medió con el Gobierno Vasco para evacuar a zona franquista a aquellos seminaristas alaveses que así lo quisieron. Gudaris del EAJ/PNV utilizaron el edificio como cuartel en agosto-septiembre de 1936 hasta que cayó en manos de los franquistas tras la conquista de Donosti.

 El antiguo complejo hotelero, después penitenciario. 
Destruido para construir un parking anejo a la playa.

La represión desatada por los golpistas halló en Saturraran uno de sus espacios emblemáticos. El antiguo complejo hotelero fue reconvertido en cárcel de mujeres, en uso entre 1938 y 1944. Las memorias de las supervivientes no dejan lugar a dudas sobre la brutalidad de un sistema de redención infame. Basta con leer el testimonio de Josefa García (maestra gallega republicana de Tomiño, a quien enviaron a prisión tras liquidar a su marido) para conocer de primera mano abusos sexualres y cómo la marea anegaba las celdas con las presas dentro. La investigadora y periodista María González Gorosarri, autora del libro No lloréis, lo que tenéis que hacer es no olvidarnos, calcula que cada una disponía de unos 45 cm de suelo para domir, y lo hacían sobre jergones de hoja de maíz amontonados. En 1944, ante el temor de que la victoria aliada pusiese fin a la dictadura fascista en España, el régimen decidió echar el cierre al penal y los edificios fueron devueltos a la Iglesia.

 
Para reeducar a las rojas y que fuesen dignas de la Nueva España, el régimen nacional-católico contó con personajes siniestros como la directora del centro, la monja Sor María Aránzazu Vélez de Mendizábal, apodada La Pantera Blanca por las reclusas. La Virgen de la Merced era la patrona del patronato de Redención de Penas. Si los mercedarios en el siglo XVI se dedicaban a rescatar a cristianos viejos de las garras moriscas, las mercedarias franquistas se dedicaban ahora a domesticar republicanas. 4000 mujeres pasaron por la cárcel de Saturraran entre 1938 y 1944. Entre sus muros fallecieron 116 mujeres y 56 niños y niñas, tanto por los malos tratos inflingidos como por inanición, tifus, tuberculosis y otras enfermedades.
Nada de esos aparece en las páginas de la revista Redención, en donde la Prisión Central de Saturrarán es un ejemplo de la caridad cristiana y la generosidad de Francisco Franco. 

Guardias, monjas-guardianas y cura celebrando misa junto al Pabellón Celular 
o celdas de castigo de la Prisión Central de Mujeres de Saturraran.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

As pedras de San Lourenzo

O Burato dos Mouros en el castro de San Lourenzo.

Este verano nuestro equipo de trabajo ha intervenido en dos áreas arqueológicas del paisaje cultural de la parroquia gallega de Cereixa (A Pobra do Brollón, Lugo): una casa campesina empleada como base por la guerrilla antifranquista entre 1947 y 1949 y un castro minero romano de época altoimperial conocido como el castro de San Lourenzo.
Este último yacimiento arqueológico de hace dos mil años está conectado también con la guerra civil y la represión. En el primer foso oriental del castro se encuentra el mítico Burato dos Mouros, una antigua galería minera de hierro, hoy en día colmatada. A Cereixa llegó escapado un maestro republicano extremeño, don Esteban, que fue acogido en una casa del barrio de Nogueiras. Por las noches, un vecino alto, llamado Gumersindo, cargaba a hombros con don Esteban para cruzar el río Saa. En momentos de máximo peligro, el maestro se guarecía en el Burato dos Mouros.

Casquillo percutido de pistola del 9 largo, 
localizado en la excavación de la casa de Repil (fotograma de Soledad Felloza).

A finales de los años 40, las contrapartidas organizadas por la Guardia Civil para combatir a la guerrilla hacían prácticas de tiro en ese mismo foso, construido en su día por ingenieros militares romanos. En esos mismos días de 1948 y 1949, los hombres de la IIª Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia se refugiaban en la casa de los Amaro, en Repil.
Estas distintas capas de la memoria que se entrecruzan en el paisaje de Cereixa son las protagonistas del cortometraje documental que acabamos de presentar ayer en la red: As pedras de San Lourenzo. Dirigido por Manuel Gago con fotografía y sonido de Soledad Felloza.

El guerrillero superviviente de la batalla de Repil, Fermín Segura (Xabi Herrero, de Lubakikoak
en su huida hacia Cereixa. Al fondo, el castro de San Lourenzo (fot. de Rui Gomes).



lunes, 4 de julio de 2016

La "batalla" de Repil


Ubicación de Repil en el ayuntamiento de Monforte de Lemos (Lugo).
 
Al amanecer del 20 de abril de 1949 efectivos de la Guardia Civil procedentes de Ponferrada y de Monforte de Lemos, con más de una docena de oficiales acompañados del correspondiente número de subalternos, rodearon las dos casas de Repil y O Pericallo e incluso movilizaron morteros emplazados en vagones sobre la vía del tren. En la vecina casa de O Pericallo se encontraban Rocesvinto, su novia María Luisa Centeno y los dueños de la vivienda, dos hermanos, enlaces de la guerrilla (Ramón y María López Casanova), mientras que en la casa de Repil (casa do Facha) se hallaban reunidos Guillermo Morán, O Porreto, O Guardiña, Saúl y Segura. La estrategia de la Guardia Civil consistió en atacar primero la vivienda en que se hallaba Rocesvinto para obligar a los compañeros de la otra casa a acudir en su ayuda. Al iniciarse el tiroteo y la quema de la casa (se emplearon morteros, gasolina y bombas de mano), éstos intentaron cruzar la carretera para parapetarse y atacar a los guardias por la retaguardia. Sin embargo, un nido de fusiles ametralladores apostados en una finca plantada de centeno los estaban esperando; únicamente se salvaron Saúl y Fermín Segura, éste último con la mandíbula destrozada por un disparo.

Placa en homenaje a los guerrilleros abatidos en Repil. 
Cementerio de Monforte de Lemos (2006).

Por su parte, Rocesvinto, tras haber sido atacada la vivienda con lanzagranadas que causaron la muerte de los hermanos Casanova, intentó una salida desesperada hiriendo a su novia que había sido apresada por la Guardia Civil. Finalmente se suicidó en un maizal cercano. El combate duró dos horas y media, y en él participaron 150 guardias civiles de los que resultaron heridos seis que fueron evacuados a Monforte de Lemos. La batalla de Repil fue recogida en la prensa oficial, en los medios de la resistencia, así como en las posteriores memorias publicadas de guerrilleros y guardias civiles, lo que explica su carácter de hito en la historia de la guerrilla antifranquista en Galicia. Por otro lado, dio lugar al desmantelamiento casi definitivo de la resistencia en esta zona del SE de Lugo, con una amplia secuela de represalias y detenciones.

Fotografía aérea de las ruinas de la Casa do Facha o de Amaro.


Por todo ello, el combate de Repil ejemplifica perfectamente la última fase de la guerrilla, caracterizada por los siguientes procesos: 
  • Paulatina penetración de los servicios de información de las fuerzas represivas en la extensa red de enlaces y simpatizantes de los guerrilleros. Esta circunstancia incrementó el número de delaciones incluso en aquellas zonas que como Chavaga y parroquias limítrofes contaban con apoyo popular.
  •  La insuficiencia de la ayuda externa, y la inferioridad en armas y munición obligó a cometer con excesiva frecuencia golpes económicos que provocaban hastío en la población y corroboraban la propaganda oficial que los veía como atracadores.
  •  La acción de las contrapartidas y las brigadillas desprestigiaban a la guerrilla e incrementaban el peligro de infiltrados al servicio de la Guardia Civil, como el comandante Félix que acabó con lo que quedaba de la IIª Agrupación en Remesar (Bóveda) el 22 de junio de 1949 y desencadenó una redada masiva que acabó con la red de enlaces en el triángulo Bóveda, Pobra de Brollón-Monforte.

Hasta aquí la historia de la batalla de Repil, un hecho recuperado por la historiografía y por la prensa en época reciente en el marco del boom de estudios sobre la guerra civil y la posguerra en Galicia. Al margen de este discurso político e historiográfico, la batalla de Repil sigue siendo un hecho grabado a fuego en la memoria colectiva, en el recuerdo de la comunidad local. Únicamente ese recuerdo testimonia la existencia de una lucha contra el franquismo en esta zona rural de Galicia, de una resistencia que es tangible, comprobable materialmente.

Estado de las ruinas en 2007. Por esta puerta escapó el guerrillero Fermín Lada Segura.

Los vencedores se encargaron de construir un paisaje presente, durante la lucha y a posteriori, en el que los cadáveres de los vencidos no tenían ni derecho a descansar dentro de las tapias del cementerio. Es nuestra intención recuperar mediante la arqueología ese paisaje ausente de la guerrilla, acercarnos a la materialidad de un proceso traumático que se manifiesta en objetos, espacios y arquitecturas que, como Repil, no son meras ruinas arqueológicas, sino lugares de memoria.

domingo, 3 de julio de 2016

Registro de la propiedad

Elaboración de planimetría de detalle.

En esta primera fase de trabajos arqueológicos en la casa de Repil nos hemos marcado un Rajoy, esto es, un registro exhaustivo de la propiedad en ruinas de la familia Amaro. El objetivo primordial de esta primera campaña es alcanzar una diagnosis del estado de conservación de unos restos arquitectónicos en fase de desaparación por diferentes procesos postdeposicionales y erosivos. En este sentido, hemos abordado el registro sistemático del edificio, llevando a cabo un levantamiento topográfico completo, paso previo a la elaboración de un modelo 3D.


Vaciado documental en archivos familiares y de instituciones. 
Abajo: permiso de Obras Públicas en la IIª República para la construcción de la casa.

La casa no solo es interesante por haber sido el escenario de un evento bélico sino también por ser un ejemplo fosilizado de arquitectura vernácula. Gracias a la documentación aportada por Antonio Díaz Amaro (descendiente de la familia) podemos conocer de primera mano las vicisitudes de la vivienda desde su construcción en 1934 hasta el reparto de la herencia en 1964, momento en el que sus últimos habitantes emprenden el camino de la emigración a Estados Unidos. El cruce de la información histórica, arqueológica y de la memoria oral nos permite convertir Repil en nuestro particular Montaillou, ya que posee un potencial enorme para abordar la microhistoria del campesinado gallego en tres décadas (1934-1964) tomando como ejemplo la familia Amaro.

Extracción, registro y georreferenciación de muestra de adobe.

Desde el punto de vista de la Arqueología de la Arquitectura la vivienda es un libro abierto que nos habla de la introducción de nuevas técnicas constructivas en la década de 1950, cuando la familia vuelve de la cárcel y lejos de dejarse llevar por el trauma, decide rehabitar su lugar en el mundo. Para el registro de estas actividades constructivas contamos con la ayuda de Javier Iñáñez del Grupo de Investigación en Patrimonio Construido (UPV/EHU), experto en Arqueometría y tecnología cerámica, quien ha extraído muestras de diferentes materiales constructivos (adobes, ladrillos, plaquetas hidráulicas, etc...).

Registro con tablet del nivel de ocupación en una habitación de los años 50.

Repil nos ha servido para contrastar nuevas metodologías de registro que estamos generalizando en el proyecto de Casa de Campo y Ciudad Universitaria. Manoel Antonio Franco ha diseñado una aplicación de registro en tiempo real para tablets especialmente adaptado a contextos arqueológicos de la guerra civil y la postguerra.


lunes, 25 de abril de 2016

Memoria y espacio público (I): el pozo de los Poza


Algunos de los que editamos este blog hemos vivido gran parte de la infancia y de la adolescencia en la ciudad gallega de Pontevedra a lo largo de la década de 1980 y primera mitad de los 90. Por aquel entonces, lo que hoy llamamos memoria era reivindicado sobre todo por el nacionalismo gallego que conmemoraba el Día da Galiza mártir cada verano, recordando el asesinato de Alexandre Bóveda, uno de los líderes (católico para más INRI) del Partido Galeguista eliminado por los golpistas. Y poco más. El recuerdo vívido de la represión se mantenía en tertulias, en librerías, en conversaciones furtivas. Todo el mundo sabía lo que había pasado. El médico Lis Quibén, asesino en serie, dirigió la temida Guardia Cívica, artífice de atrocidades de todo pelaje. Pasada la postguerra, quien había hecho el trabajo sucio para aquellos que no se manchaban de sangre pero medraban dentro del Régimen, fue marginado socialmente en la ciudad. Se le recuerda siempre a Lis Quibén solo en una cafetería pontevedresa. La gente huía de él como de la peste. Toda esta historia oral quedaba camuflada bajo el paisaje presente del franquismo que formaba parte de nuestra cotidianidad. En el trayecto entre casa de mis padres y la Biblioteca Pública yo me daba de bruces con la Cruz de los Caídos en la Alameda, con la plazoleta de la División Azul y con viejos inmuebles en los que todavía se conservaba, pintado en rojo, el indicador: Refugio para ataques aéreos. El espacio público fue ocupado por los vencedores de la contienda, quienes se empeñaron en eliminar la cultura liberal, republicana y galleguista de Pontevedra. En unos casos se invisibilizó y en otros se canibalizó, como hizo el director del Museo de Pontevedra, el preboste franquista Filgueira Valverde, con la memoria del líder galleguista Castelao, fallecido en 1950 en el exilio en Argentina.
La memoria siempre vuelve. Como el Guadiana o el cementerio aquel de Poltergeist, los fantasmas del pasado, en ocasiones, emergen de la tierra. La Arqueología es la herramienta perfecta para visibilizar aquello que se quiso ocultar en su día. Y Pontevedra no iba a ser menos.

  [Fuente: Diario de Pontevedra]

Hace un par de semanas, todos los medios de comunicación de la ciudad se hacían eco de un curioso hallazgo. En una excavación urbana para instalar conducciones de agua, los obreros se dieron de bruces con un misterioso túnel subterráneo que cruzaba la calle Andrés Muruais de lado a lado. Esta galería fue mandada construir en su día por el médico republicano,  masón y librepensador Celestino Poza Cobas (1868-1954) para conectar su vivienda con su sanatorio, uno de los más avanzados de Galicia por aquel entonces. Héroe de la guerra de Filipinas, fundó el Centro Republicano de Pontevedra y se adhirió al radicalsocialismo. En febrero de 1936 salió elegido diputado por Pontevedra (Unión Republicana). Con el golpe de Estado su sanatorio fue saqueado. Los falangistas se hicieron con los equipos de radiología y al no saber usarlos dejaron que se perdiesen en un almacén. Se le incautaron todos los bienes y a él se le envió al campo de concentración de la isla de San Simón. en donde compartió prisión con su hijo Luis. Se dejó crecer la barba, jurando que no se la cortaría hasta ganar la guerra... Falleció en 1954 con una barba tan larga como la de Valle-Inclán.

Celestino Poza Cobas (1868-1954)

Su hijo Luis era un joven culto (aficcionado a la Arqueología y la Etnografía) que colaboraba con el Seminario de Estudos Galegos, como así consta en documentación que se guarda en el Museo de Pontevedra y que hemos podido consultar. Afiliado al Partido Galeguista desde 1935 fue el secretario particular de Alexandre Bóveda. Tras el control de la ciudad por los golpistas, Luis es detenido y sometido a consejo de guerra. Es ejecutado el 12 de noviembre de 1936 con otros nueve republicanos de la ciudad. Estos fusilamientos encajan con la estrategia represiva seguida por los golpistas en las ciudades de retaguardia, instigada por el criminal Mola. Fue todo un aviso a navegantes, ya que se liquidaba a maestros, médicos, libreros, impresores de todas las ideologías y clase social. Aquel día cayeron con él los médicos Amancio Caamaño y Telmo Bernárdez, los maestros Paulo Novás, Germán Adrio y Benigno Rey, el abogado José Adrio, el periodista Víctor Casas, el capitán Juan Rico y el librero Ramiro Paz.


El túnel de los Poza sirvió de refugio para rojos que huían de la represión en los años de la guerra y la inmediata postguerra. La noticia de su redescubrimiento nos dejó un dato importante. La primera vez que se exhumó fue, según un empleado municipal bien informado, a comienzos de los 80, pero se decidió tapar de nuevo y no darlo a conocer. Como en el caso de las exhumaciones de fosas, el golpe de estado de 1981, el miedo escénico y el pacto de silencio y olvido explican en parte esta segunda muerte del túnel que sirvió de refugio a demócratas republicanos. Por aquel entonces no existía una voluntad política para llevar a cabo políticas públicas de memoria. 
 
Inauguración del monumento del 12 de noviembre en Pontevedra  (2014).

En 1999 accedió a la alcadía de Pontevedra el médico nacionalista Miguel Anxo Fernández Lores quien en las elecciones municipales una y otra vez saca los colores al PP en la ciudad natal del presidente Rajoy. Las sucesivas corporaciones que ha dirigido han hecho hincapié en la dignificación del recuerdo de ese pasado republicano de la ciudad pontevedresa: estatuas en plazas, nombres de calles, placas conmemorativas, eliminación del callejero franquista e inauguración de monumentos. En 2014 el ayuntamiento inauguró un monumento a los ajusticiados en la saca del 12 noviembre de 1936; éste es el nombre de una de las nuevas avenidas de Pontevedra.


En el monolito del monumento se recogen los nombres de los ajusticiados por defender un gobierno legal. Entre ellos Ramiro Paz Carbajal (1861-1936), dueño de la imprenta La Libertad, de donde salía publicado el semanario socialista La Hora. Los sublevados no sabían que los Libros arden mal (sensu Manuel Rivas). Las hogueras de obras judeomasónicas y el saqueo de sanatorios, centros de investigación e imprentas (la de Ánxel Casal, alcalde de Compostela, también asesinado) fue un arma de destrucción masiva en manos de unos fascistas que detestaban todo aquello que oliese a librepensamiento, educación o progreso. Ochenta años después, la librería Paz sigue abierta en Pontevedra, especializada en cómic, literatura gallega y fantástica. Todo un monumento a la memoria colectiva.

P.S. El año pasado la Real Academia Galega honraba al alcalde franquista de Pontevedra Filgueira Valverde al dedicarle el Día das Letras Galegas.


viernes, 19 de febrero de 2016

La ciudad donde pasó algo: Arqueología del 3 de marzo (I)


Cuenta Carlos Carnicero en su libro sobre los hechos del 3 de marzo que al ser informado de lo que estaba pasando, el enviado del Gobierno dijo que era imposible que aquello que le contaban estuviera teniendo lugar en una ciudad “donde nunca pasa nada”. Por desgracia, algo pasó en Vitoria ese 3 de marzo y en este 40 aniversario de aquellos hechos es más que necesario revivirlos y analizarlos, como pudimos hacer colectivamente en el cierre del curso de Arqueología del Franquismo coordinado por Sonia García y Xurxo Ayán.
El franquismo no murió con Franco. Es un grave error creer que un régimen totalitario como el que se instauró en 1939 y que como tal régimen perduró cerca de cuatro décadas pueda desaparecer instantáneamente en una cama del Hospital de la Paz. Esa trampa fue utilizada hábilmente durante finales de los años 70 y los años 80 para hacer creer que el franquismo sin Franco era realmente una democracia. Sin embargo, ante esta visión oficial y oficialista, una arqueología de hechos como el 3 de marzo, un análisis de la materialidad asociada al conflicto, nos recuerda que el franquismo perduró y perdura más allá de la muerte del personaje que le dio nombre. El 3 de marzo de 1976, la ejecución de Puig Antich en 1974 o los asesinatos de los abogados de Atocha en 1977 fueron parte de la violencia de un régimen acorralado, como un lobo amenazado que ataca irreflexivamente. Una arqueología del 3 de marzo nos ayuda a entender esas profundas raíces violentas que forjaron no solo el franquismo, sino también los primeros años de una larga transición de la cual vivimos todavía sus coletazos.

Iglesia de San Francisco de Asís y monumento al 3 de marzo.

Más aún, las políticas de memoria del 3 de marzo, más cercanas temporal y anímicamente, son un interesante elemento en los que se cruzan muchos procesos de nuestra historia contemporánea. Permite resaltar el tremendo valor y esfuerzo de los familiares de las víctimas en su petición de memoria, verdad y justicia. Pero también permite visibilizar los procesos de creación de la identidad vasca de las últimas décadas, reelaborando una memoria en función de los acontecimientos políticos de la actualidad, que resignifican y revalorizan espacios, edificios y monumentos. También, una arqueología del 3 de marzo nos ayuda a comprender cómo nos construimos como sociedad en el presente. En este primer relato, se hará un repaso por los principales paisajes del conflicto, dejando para un segundo las políticas de memoria y su repercusión en la actualidad.
El empuje del desarrollismo franquista en Vitoria-Gasteiz durante las décadas de los 60 y 70 produjo una entrada masiva de población en la capital vasca. Miles de personas llegadas tanto del campo alavés como de muchas otras provincias y regiones fueron el germen de los primeros barrios obreros como Errekaleor, Coronación, El Pilar o Zaramaga, escenario este último de los hechos del 3 de marzo. La ciudad sufrió una transformación completa: donde antes solo había huertas y campo se convirtió en un típico paisaje industrial del norte peninsular donde Forjas Alavesas, Mevosa o Michelin absorbieron el excedente de mano de obra procedente del campo. En muy pocos años, Vitoria-Gasteiz se convirtió en una olla a presión en la que las luchas obreras, la represión del tardofranquismo y la violencia sistémica eran un vapor a punto de hacerla estallar.

Iglesia de Santa María de los Ángeles.

La explosión llegaría el 3 de marzo de 1976. A inicios de ese año se inició una lucha obrera en Forjas Alavesas en la que los obreros pedían mejoras salariales básicas, derechos de reunión o media hora para disfrutar de el bocata. La organización de estas luchas se desarrolló fundamentalmente en las iglesias de los distintos barrios, dado que el franquismo prohibía expresamente las reuniones políticas y gracias al Concilio Vaticano II se podían utilizar estos espacios como lugares asamblearios. Hay que recordar que estas iglesias fueron construidas en su mayoría en los años 50 y 60, precisamente en este momento de creación masiva de nuevos barrios como un intento del sistema de normalizar los conflictos sociales, así como de la Iglesia Católica para imponer una ideología nacionalcatólica adepta al régimen a poblaciones recién llegadas a la ciudad. Por ejemplo, la Iglesia de Santa María de los Ángeles, construida entre 1958 y 1960 por Javier Carvajal (arquitecto fundamental del tardofranquismo) y José María García de Paredes fue uno de estos espacios donde los huelguistas se reunieron durante las luchas de 1975-1976. Como forma de resistencia, los trabajadores y trabajadoras se reapropiaron simbólicamente de las iglesias de sus barrios, uno de los emblemas de la represión ideológica franquista.
La iglesia de San Francisco de Asís fue uno de los espacios centrales en los acontecimientos que se narran, dado que el comité de coordinación de la huelga se reunía allí. Es interesante que utilizaran precisamente este espacio como lugar central de reivindicación y de lucha, dado que es una de las pocas iglesias construidas por un arquitecto anti-franquista, el oñatiarra Luis Peña Gantxegi, colaborador de Chillida en la construcción del peine del viento y detenido en varias ocasiones por pertenencia a la Asociación Socialista Universitaria. El propio espacio de San Francisco evoca una especie de ágora asamblearia que fue aprovechada por los obreros reunidos en una asamblea general el día 3 de marzo, cuando se convocó una de las tres huelgas generales de aquella lucha.


Sería en esta iglesia donde se escenificaron los terribles sucesos del 3 de marzo que acabó con la vida de 5 personas. De aquel día quedan algunos posibles impactos de bala en la propia iglesia así como impactantes imágenes de los cerca de 2000 tiros que se cuenta que dispararon las fuerzas de seguridad. Impactos e imágenes que vendrían a contradecir una versión de los hechos, que asegura que la policía se vio obligada a defenderse de una masa violenta de huelguistas que quería acabar con su vida. Como se puede oír en las grabaciones de la policía, en verdad se contribuyó “a la paliza más grande de la historia. ­Aquí ha habido una masacre”.
El horror y la violencia de aquel día se extendieron por toda Vitoria-Gasteiz, alcanzando espacios tan alejados geográfica y simbólicamente de la violencia como un hospital, en este caso el hospital de Santiago, un edificio construido a inicios del siglo XIX utilizado como cuartel de tropas durante la Guerra de la Independencia. De cuartel de tropas a zona de prácticas de tiro donde la policía disparó contra los que allí se refugiaban, según varios testimonios de la época. Por desgracia, este tipo de materialidades del horror, que nos ponen en contacto directo con la violencia del sistema, son borradas rápidamente por ese mismo sistema y ya no quedan huellas materiales. La calle es mía que diría Manuel Fraga ante estos hechos y parodiando toda una forma de ver el mundo desde los ojos del sistema.

Posibles impactos de bala en la iglesia de San Francisco de Asís.

El funeral de los obreros asesinados se celebró en la catedral de María Inmaculada (llamada la catedral nueva) el 5 de marzo. Junto al funeral celebrado en enero de 1977 por los abogados de Atocha, este evento demostró a un franquismo sin Franco que la sociedad estaba más que madura para afrontar el fin de un sistema represivo sin utilizar sus medios violentos. En una catedral cuya primera piedra fue puesta por Alfonso XIII y la reina madre María Cristina e inaugurada por el propio Francisco Franco en 1969 junto a su Gobierno casi al pleno, la sociedad civil logró reapropiarse simbólica y trágicamente de los espacios de la represión. La voz de los familiares de las víctimas resonó en las altas paredes de la iglesia, como un grito de resistencia ante la violencia y la represión. El sistema escucharía, pero solo a medias. Esa voz y ese grito seguirían resonando los años venideros en un intento de reclamar una necesaria memoria que no abre heridas, sino que las cerrará definitivamente.

Post by Carlos Tejerizo García.

domingo, 24 de enero de 2016

Curso IKEA para arquitectos franquistas


El curso de Arqueología del Franquismo tiene como objetivo primordial hacer ver a la ciudadanía las trazas materiales de la dictadura que todavía persisten en el espacio público, en el entorno vivido por cada uno de nosotros. Pero no solo eso. En el ámbito de las mentalidades se mantienen prejuicios, tópicos y presupuestos ideológicos que se adecúan a lo que se dio en llamar el franquismo sociológico. Las tres vertientes (materialidad, ingeniería social e ideología) confluyen en el ordenamiento urbanístico de ciudades que, como Vitoria-Gasteiz, vivieron el desarrollismo desde fines de la década de 1950. Para hacernos ver esta realidad, Nahia Khiari (UPV/EHU) organizó en la cocina del centro cívico Aldabe un taller de lo más interesante. A cada uno de los cinco grupos de asistentes les pasó un plano de ubicación de un solar en el que había que construir un conjunto de viviendas sociales. Cada grupo de trabajo tenía sus propios condicionantes: constructora nueva en la ciudad o con pedigrí, constructora con contactos o sin contactos en la Administración, mucho presupuesto o poco presupuesto, existencia o no de áreas de protección medioambiental o arqueológica... Esta experiencia didáctica convirtió a los asistentes al curso en improvisados arquitectos que vertían en sus planos (consciente o inconscientemente) su moral, su ideología y su visión de la sociedad en la que viven.


Este taller de urbanismo nos ayudó a comprender cómo todo régimen echa mano de la arquitectura para materializar un determinado modelo social. Nahia completó su clase empleando como caso de estudio el barrio de Errekaleor, un guetto en el extrarradio de Vitoria-Gasteiz, levantado en el solar que Nahia pasó al alumnado en el ejercicio práctico citado. El despegue industrial de la ciudad de Vitoria-Gasteiz a fines de la década de 1950 atrajo a una gran cantidad de obreros inmigrantes procedentes de otras zonas del Estado. Este proceso conllevó la aparición de nuevos barrios que modificaron el planteamiento urbanístico que hasta ese momento había regido la ciudad.


Nahia ha llevado a cabo el estudio arqueológico de una de estas nuevas entidades, el poblado de Errekaleor, promovido por la Cooperativa Alavesa de Viviendas de Renta limitada Mundo Mejor, tras la cual se encontraba parte de la oligarquía tradicionalista católica de Vitoria. A diferencia de otros barrios, Errekaleor se diseñó al margen totalmente de la ciudad, siendo concebido como un auténtico guetto para albergar a aquellas familias inmigrantes de baja extracción social, mientras no encontrasen otro alejamiento más cercano y digno en el propio tejido urbano. En Errekaleor se materializó, por un lado, todo el paternalismo católico del régimen franquista hacia la clase obrera, y por otro lado, el modelo de poblado de colonización que se había puesto en práctica en las zonas de las que procedían los inmigrantes (sobre todo Extremadura y Andalucía).

La cruz de la antigua iglesia franquista, reutilizada como 
espantapájaros en la huerta autogestionada por los okupas.

Tras la dictadura, Errekaleor fue uno de los barrios-suburbios más marginales de la ciudad, entrando en un lento proceso de decadencia y abandono que llega hasta hoy. En los últimos años se ha dado un nuevo proceso de patrimonialización del barrio por parte de jóvenes okupas nucleados en torno a la plataforma Errekaleor Bizirk  que se ha enfrentado a los planes de derribo y remodelación del barrio por parte del ayuntamiento vitoriano. Esta reokupación ha generado una nueva materialidad con la que se pretende construir de nuevo un mundo mejor, pero ahora en clave abertzale, autogestionada, ecologista, feminista y crítica. Este proceso lleva parejo procesos de iconoclastia: la cruz de la iglesia franquista reutilizada de espantapájaros, el templo convertido en gaztetxe... A su vez, se construye una nueva memoria, como es el caso de la señalización de la casa natal de Romualdo Barroso, uno de los asesinados en Vitoria-Gasteiz el 3 de marzo de 1976 por el aparato represivo franquista.

Casa natal del obrero Romualdo Barroso, asesinado con 19 años 
el 3 de marzo de 1976.