viernes, 23 de diciembre de 2016

Combat Evolved


La guerra moderna no es una fenómeno estático, aunque tendamos a imaginarla como una foto fija. No se lucha igual cuando empieza y cuando acaba. Las formas de combatir, de sobrevivir y de matar evolucionan, especialmente en los conflictos más largos. Un ejemplo dramático es la Primera Guerra Mundial, que comenzó como un guerra de mediados del siglo XIX, con alegres soldados en vistosos uniformes, y acabó como una distopia futurista en mitad del barro, una especie de pesadilla steam-punk en la que se mezclan tanques y caballos, lanzallamas y mazas medievales, gases tóxicos y corazas.

La Guerra Civil Española también fue un conflicto en continua evolución, pese a que a veces los historiadores la presenten de forma apresurada como una antesala de la Segunda Guerra Mundial. La introducción de nuevas armas y nuevas tácticas explica en parte los cambios en el campo de batalla, pero también el aprendizaje por la experiencia. Los combatientes aprenden a sobrevivir y a ser más letales.

Después de unas cuantas campañas arqueológicas en los más diversos escenarios de la guerra, podemos empezar a realizar comparaciones: regionales, cronológicas, por ejército ¿Se lucha igual en Madrid y en León, en la montaña y en el llano, en 1936 y en 1938? La respuesta es generalmente no y resulta ilustrativo comprobar de qué manera varían las formas de hacer la guerra de unos contextos a otros.

En nuestras intervenciones hemos tenido ocasión de excavar una de las primeras trincheras de combate de la guerra y una de las últimas. En el primer caso se trata de una fortificación republicana en la Casa de Campo de Madrid, que estuvo en uso a mediados de noviembre de 1936. Es entonces cuando se estabiliza el frente en el centro tras al fulgurante avance del Ejército de África desde Sevilla. El segundo caso es una trinchera del último cinturón defensivo del Ebro, en La Fatarella, que cayó a mediados de noviembre de 1938, exactamente dos años después de que los republicanos defendieran exitosamente la capital.

Las diferencias son bien llamativas. La trinchera de la Casa de Campo es casi rectilínea, tiene abrigos excavados en el parapeto y numerosos puestos de tirador, que no son más que un pequeño retranqueo en la pared de la zanja. La trinchera de La Fatarella, en cambio, es una zanja de resistencia canónica en zigzag, sin puestos de tirador (los vértices sirven aquí de posiciones de fuego) y sin abrigos visibles (debían encontrarse, en cualquier caso, detrás del cinturón defensivo). La trinchera de La Fatarella es más efectiva militarmente que la de Casa de Campo. Los soldados estaban más protegidos del fuego artillero, de las granadas y de la aviación enemiga.

 Trinchera de Casa de Vacas casi rectilínea (noviembre de 1936).


Uno de los zigzags de la trincehra de la Fatarella (noviembre de 1938). la trinchera está parcialmente destruida por una canalización agrícola.

Las diferencias no se acaban en el aspecto formal. La dispersión de los materiales que recogimos nos indican también que la forma de combatir ha cambiado notablemente. En la trinchera de la Casa de Campo documentamos más de 300 cargadores en un sondeo de 30 metros. 10 guías de peine por metro de zanja. La impresión que uno obtiene de la dispersión de clips, vainas y cartuchos es que los soldados combatían muy apretados, hombro con hombro. La disposición de los puestos de tirador, que están separados por poco más de un metro en ocasiones, ratifica esta idea .

En cambio, en La Fatarella pudimos observar que la densidad de ocupación era muy baja: la distribución de los materiales demuestra que solo había un tirador en cada uno de los vértices, lo que significa que estaban espaciados hasta cinco veces más que en la Casa de Campo.


 Densidad de guías de peine y distribución de casquillos en Casa de Vacas (noviembre de 1936). 
Densidad de munición y distribución de granadas en La Fatarella (noviembre de 1936).


¿Por qué estás diferencias? Existen varias razones: en primer lugar, al comienzo de la guerra se disparaba más generosamente. Bien por miedo e inexperiencia, bien por entusiasmo. Según avanzó el conflicto, los soldados, especialmente los republicanos, fueron aprendiendo a disciplinarse, a mantener la sangre fría y a combatir de forma más efectiva. Para los momentos finales de la Batalla del Ebro había individuos que llevaban meses o años luchando y habían adquirido una enorme experiencia.

En segundo lugar, en noviembre de 1936 los republicanos echaron toda la carne sobre el asador: estaba en juego el futuro de la República. Había que parar a los sublevados a toda costa, que ya se encontraban a las puertas de la capital. Al frente de Madrid fueron a parar los mejores recursos humanos (brigadistas) y materiales (tanques, aviones, armas soviéticas) que se pudieron movilizar en ese momento. 

El 15 de noviembre de 1938 ya estaba todo perdido. Al menos, la Batalla del Ebro lo estaba. No tenía sentido destinar hombres y medios a un sector que estaba a punto de derrumbarse. Lo que hacía falta era utilizar hombres y medios limitados con la máxima efectividad. El resultado fue exitoso. El Ejército Popular pudo evacuar la bolsa del Ebro con rapidez y pocas bajas. Pero de poco le sirvió ya a la maltrecha República.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Una arqueología profunda del siglo XX


Está de moda entre los arqueólogos del mundo contemporánea afirmar que la arqueología del presente tiene que ser una arqueología de la superficie. La profundidad está sobrevalorada, dicen. Es una vieja metáfora de la disciplina que debemos superar. La arqueología también puede y debe analizar lo que está a la vista, sobre el suelo, en las paredes de los edificios. Es muy cierto. Nosotros mismos hemos practicado la arqueología superficial: analizando arquitectura franquista, estudiando impactos de bala en las paredes o registrando graffiti.

También es verdad que no es fácil encontrar estratigrafías profundas del siglo XX. Pero existen. En la Ciudad Universitaria de Madrid tenemos la suerte de contar con sitios con una potencia estratigráfica extraordinaria. En las trincheras que excavamos este verano documentamos más de un metro y medio de sedimentación que fosiliza una historia peculiar: la historia geológica de los últimos 80 años en Madrid. Y más que eso: la historia del Antropoceno, esa era en la que vivimos inmersos y que supone la intrusión decisiva del ser humano por primera vez en la evolución geológica del planeta. Al finalizar los sondeos tomamos una columna de muestras para su análisis micromorfólogico.

Toma de muestras geológicas en uno de los sondeos de la trinchera de comunicación.


Junto a las trincheras, el refugio de tropa que también excavamos también reveló una gran potencia estratigráfica. Pero aquí no es la historia del Antropoceno lo que podemos recuperar, sino la historia humana de la capital. Hay veces que coincide la potencia estratigráfica y el olvido. La tierra cubre la memoria. Y este es un buen ejemplo de ello. Porque en el abrigo de la Ciudad Universitaria se esconden, en sus cerca de dos metros de estratos arqueológicos y seis niveles de uso, la historia marginada del siglo XX.

Estratigrafía del abrigo


Los dos primeros niveles son de la Guerra Civil y nos cuentan la vida de los vencidos en la guerra. Unos vencidos que fueron, además, castigados, humillados y finalmente olvidados. Poco es lo que nos queda de ellos: una caja de munición reventada, cartuchos oxidados, algunas latas. La imagen de un ejército derrotado.

Los siguientes niveles son los de la vida en la posguerra: gente sin hogar ocupó el refugio y en él pasó frío y hambre nada más acabar la guerra. Las huellas que dejaron son los restos de una hoguera y unas pocas latas y botellas de vidrio rotas. Entre ellas, una de agua mineral Insalus, de Tolosa (País Vasco). Su presencia no indica que los indigentes bebieran agua mineral, sino más bien que reutilizaban cuanto podían. Los sin techo vivieron en el abrigo en los años 40. 

Suelo de ocupación del final de la guerra e inmediata posguerra


La ocupación continuaría en los años 50, después de una breve interrupción marcada por aluviones. Sobre ellos aparece un nuevo nivel de suelo, otra hoguera y más basura. A este período corresponde una botella de Crush, un ancestro de la Fanta que se fabricó en España desde 1929. El diseño art nouveau del vidrio, en este caso, permite datar el contenedor antes de 1955. También a esta fase corresponde una botella de Ferroquina, un vino de origen italiano con hierro añadido, y una moneda de Franco datada en 1947. Los años 40 y 50 fueron testigos de la llegada a Madrid de una gran cantidad de gente que emigraba de los pueblos, huyendo de la miseria o la persecución política. Se asentaron en los márgenes de la capital, donde malvivían en chabolas, cuevas y ruinas.


Moneda del Caudillo de España por la Gracia de Dios datada en 1947


Los años 60 suponen un cambio en el registro arqueológico. Para este período ya no tenemos un nivel residencial propiamente dicho, es decir, con suelos, hogueras y materiales de vida cotidiana. Los años 60 son una fase de desarrollo económico, retroceso del chabolismo y comienzo de actividades propias de la sociedad del bienestar, como las comidas campestres y los guateques de fin de semana. Es posible que a este tipo de prácticas haya que atribuir una diversidad de botellas de alcohol (anís La Castellana, jerez Bobadilla, cerveza Mahou), que no aparecen asociadas a otros elementos, excepto una lata de mejillones.
  
¿Restos de un guateque campestre de los 60?


Basurero de los años 60 con lata de mejillones en primer plano.

Una nueva capa de arena arrastrada por la lluvia sella esta fase hasta que a finales de los 80 se produce una nueva ocupación, nuevamente por indigentes. O más bien indigente. Porque los restos que nos encontramos parece que se pueden asociar a una mujer sin hogar que vivió en el refugio hasta mediados de los años 90. Ahora vuelven a aparecer restos de vida cotidiana (medicinas, objetos de higiene, alimentos, un colchón, pilas). 

Objetos asociados a la ocupación de una mujer sin hogar a principios de los 90

No sabemos qué pasó con esta mujer (y creemos que era una mujer porque apareció esmalte de uñas rosa). Pero hace unos 20 años dejó su hogar improvisado. Desde entonces, el sitio ya solo es visitado esporádicamente por hombres que practican actividades sexuales. 

Manuel de Landa propone en su visión no lineal de los últimos mil años una descripción geológica de la historia. El proceso de emergencia de las ciudades es para el filósofo equivalente al de lavas y magmas. No es una metáfora, advierte: realmente se trata de los mismos procesos físicos. La lava se solidifica de la misma manera en que las ciudades se van convirtiendo en entes más pesados y rígidos, con sus murallas, casas y monumentos.

En la Ciudad Universitaria nos encontramos un proceso geológico distinto: el aluvión. Los refugios y las trincheras de la Guerra Civil se convirtieron desde abril de 1939 en una trampa sedimentaria, es decir, una barrera contra la que se remansa la materia que fluye arrastrada por los elementos. En los refugios y las trincheras se han sedimentado capas de aluvión geológico, formado por las arenas arrastradas por la lluvia. Pero también hay capas de aluvión humano. Por algo se habla de "gente de aluvión": personas desplazadas no por fenómenos geológicos, sino políticos y económicos. La gente de aluvión la forma el desecho social: los soldados vencidos en un frente secundario, los que lo han perdido todo, los emigrantes, los indigentes, los homosexuales.

En la Ciudad Universitaria rescatamos un proceso geológico-social olvidado, en el que se mezcla la gente, la basura y la arena. Es una historia que tiene poco de épica. Una historia de los perdedores de la historia.

martes, 13 de diciembre de 2016

El Txoko Belga

Placa en el cementerio belga de Gambela (Etiopía occidental).

"B.C.S.
À la mémoire des 
142 gradés et soldats
215 porteurs militaires
des troupes coloniales belges
Campagne d'Abyssinie 1941"

En nuestras investigaciones sobre la ocupación fascista italiana en la frontera entre Etiopía y Sudán del Sur nos dimos de bruces con los restos de la primera victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Belgas y británicos (mejor dicho, porteadores y tropa negra con blancos al mando) lograron avanzar sobre la Abisinia mussoliniana, que acabó claudicando. Uno de los escenarios bélicos de esta campaña fue la ciudad de Gambela. Allí, casi por casualidad, pudimos documentar en 2010 un cementerio de guerra bajo sedimentos de basura, entre las cabañas de un barrio del extrarradio de la ciudad. Héroes flamencos y valones emergían del detritus del olvido. Mientras Bélgica estaba ocupada por la Alemania nazi, la resistencia se llevaba a cabo también en tierras africanas. Bajo tierra (y basura) etíope quedó, por ejemplo, el sargento Lambrecht.



La sombra de los belgas es alargada, y nos sigue persiguiendo en nuestro periplos arqueológicos, al estilo de Tintín en el Congo. Ahora, en Euskadi, se nos vuelven a aparecer. Como ya sabéis los que nos seguís, llevamos tres años siguiendo las huellas arqueológicas de las Brigadas Internacionales con excavaciones en Belchite o Casa de Campo. Pero también hubo otros voluntarios extranjeros, quizás menos conocidos en el conjunto del Estado. Estamos hablando de aquéllos y aquéllas que intentaron contener el avance de las tropas de Mola hacia Irún. Allí aparecen ya unos y unas cuantas belgas, organizados en la Milice Socialiste Belge. Más tarde, en Elgeta, en donde se le pararon los pies a Camilo Alonso Vega dos veces, también tuvieron un notable protagonismo, manejando ametralladoras. De hecho, una posición en el sistema defensivo republicano todavía se conoce como La Belga. Y como no podía ser de otra manera, ahora, en el monte de San Pedro, nos volvemos a encontrar con los belgas, por partida doble.

Voluntarios belgas en la defensa de San Marcial, Irún [Fuente: S.B.H.A.C]

El protagonista de esta historia es el belga Juul Christiaens, jefe del Grupo Edgar André, formado por belgas, suizos y alemanes y que combatió en la batalla de Irún. Tras su actuación en Gipuzkoa pasó a comandar el batallón nº 3 de la UGT del Ejército de Euzkadi y participó en la conquista de San Pedro-Txibiarte-Sobrehayas. De hecho, según el miliciano Eduardo Uribe, fue el primero en llegar a la cumbre del Txibiarte. En nuestras excavaciones en el sector 01 del monte de San Pedro pudimos recoger un par de testimonios que nos muestran la impronta que este hombre dejó en la comarca. Uno de nuestro informantes recordaba a Juul Chistiaens en el caserío de su abuela en Lezama, comiendo, como si de un ogro se tratase, un plato repleto de huevos fritos. Juul Chistiaens fue después jefe del batallón nº 10 de la UGT, un batallón de reserva. Tras la caída del frente Norte pasó a la principal zona republicana integrándose en la estructura de las BBII y llegando a ofrecer sus servicios, muy al final de la guerra, al ejecutivo vasco afincado en Barcelona.
En el imaginario colectivo se modeló el estereotipo de estos otros chicarrones del Norte (ya fuesen pilotos alemanes abatidos o voluntarios extranjeros europeos al servicio de la República).

Recordando a los belgas de Orduña en la charla en Delika.

Esta misma imagen es compartida por el recuerdo colectivo de otros belgas que aparecieron por aquí al poco tiempo. Nos referimos a los belgas de un barco que atracó en Bilbao. Estos marinos fueron alojados en Orduña, en donde ayudaban a la gente en sus labores domésticas e incluso se distinguieron apagando el fuego que se declaró en la villa por aquel entonces. En nuestra charla en Delika pudimos escuchar de viva voz el testimonio de un vecino que se acordaba perfectamente de ellos: llegaron con su uniforme de marino. Eran unos tipos imponentes; se tiraban de cabeza al agua en las simas. Ayudaban en lo que podían; en nuestra casa se les reclamaba siempre para cortar leña.

En las visitas guiadas por el monte de San Pedro siempre utilizamos el símil de las trincheras en Flandes en la Iª Guerra Mundial, pero nunca nos imaginamos que esta conexión belga haya marcado tanto este paisaje bélico y de postguerra.



Referencias.

Egiguren, J. 2011. Prisioneros en el campo de concentración de Orduña (1937-1939). Ttartalo.

Uribe Gallejones, E. 2007. Un miliciano de la UGT. Memorias. Bilbao: Ediciones Beta/Sancho de Beurko.

Vargas Alonso, F. M. 2007. Voluntarios internacionales y asesores extranjeros en Euzkadi (1936-1937). Historia Contemporánea, 34: 323-59.


domingo, 4 de diciembre de 2016

Acacias 36

Vallado de las estructuras arqueológicas en la cima de San Pedro, 
medida protectora (de ruinas y ganados) ejecutada por el ayuntamiento de Amurrio.

El proyecto arqueológico del monte de San Pedro no se puede entender sin las comunidades locales. Esta gente es la dueña de los terrenos, es la depositaria de la memoria bélica del lugar, y son la mejor garantía para que estas ruinas se protejan y se promocionen. Por supuesto, para llegar a este punto del proyecto hubo que negociar, porque la Arqueología del Conflicto también sirve para dirimir conflictos.
Un primer conflicto viene dado por el uso actual del paisaje. Las prácticas ganaderas materializadas en los ricos pastos de la zona, están reñidas con el peligro potencial que supone para el ganado la presencia de agujeros como nidos de ametralladora o tramos de trinchera abiertos. La Junta Administrativa de Lezama mostró interés por el proyecto desde su inicio, pero impuso legítimamente condiciones lógicas: vallado estable en el sector de intervención y garantía de mantenimiento de las estructuras exhumadas. Todo este proceso de negociación entre técnicos ayuntamiento de Amurrio y Junta vecinal es un regalo para todo joven arqueólogo que se adentre en la gestión integral del patrimonio: reuniones con los junteros, recogida de firmas a pie de caserío, la pervivencia de la tradición oral... 

Tramo de trinchera protegido. Aquí estaban los gudaris del Araba. 
Al fondo el Txibiarte y Sobre Hayas, defendidos por el batallón anarquista Bakunin.

El otro día nos acercamos de nuevo al monte para comprobar materialmente los acuerdos: un vallado de postes de madera de acacia con su alambre de espino (ha vuelto, como en 1937) protege el espacio que será intervenido en mayo del año que viene. Antes de este proyecto, los ganaderos solían colmatar y rellenar los tramos de trinchera. Con nuestro proyecto, esa práctica se ha detenido. Todos hemos colaborado en el proceso de valoración patrimonial de estas ruinas. Además, a raíz de nuestros trabajos, este área será protegida por la administración de patrimonio del Gobierno vasco, ya que desde ahora posee la categoría de área arqueológica.

Conferencia interactiva en el local social de Arrastariakoak.

Esta Arqueología en comunidad en la que creemos se basa en la mediación, la colaboración y el compromiso. Así pues, la Junta de Aloria incidió en la necesidad de dar a conocer a vecinos y vecinas la historia que estábamos desenterrando. Y en eso estamos. El sábado 26 de noviembre, día gélido por estos lares, impartimos una conferencia en la sede de la asociación Arrastariakoak en Delika. En esta charla recabamos muchísima información de la población local. Un erudito local, hijo y sobrino de combatientes, al paso de las fotografías que iba pasando Josu Santamarina, iba cantando los nombres y apellidos de miembros del batallón Araba del PNV o de significados requetés de la zona. Aunque recordar duele, todo el mundo esta empeñado en preservar y transmitir la memoria de los hechos acaecidos en el siempre vigilante monte de San Pedro.

Nuestros particulares combates por la Historia: Josu Santamarina blandiendo la bayoneta checa 
legada por un tío abuelo suyo, combatiente del batallón del PNV  Avellaneda.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Cumbres borrascosas: la trinchera de Aloria

Ubicación de los sectores de excavación en el monte de San Pedro.

El monte de San Pedro ha vivido distintos procesos desde finales de mayo de 1937. Durante el franquismo, los garantes de la memoria requeté hincaron en su cumbre una cruz, todavía presente. La estela conmemorativa que la acompañaba fue retirada, ya en democracia (no destruida, como veremos en un ulterior post). En la memoria oral queda la imagen de una suerte de romería que allí se hacía, en la que siempre aparecía un significado carlista montado sobre su caballo blanco. Este icono hípico se relaciona con muchas historias vinculadas a la guerra civil y la represión en distintos puntos del Estado. Desde la cumbre discurre un tramo de trinchera que desciende suavemente hacia la caída en dirección a la población de Aloria. De hecho, estos terrenos pertenecen a su Junta administrativa. Aquí decidimos abrir nuestro sector 2 de excavación. Las vistas de Urduña y de la Sierra Salvada son espectaculares.

Fotogrametría digital del sector 02.

Si tenemos en cuenta la orientación de los pozos de tirador, cabría pensar que nos encontramos antes las primeras fortificaciones levantadas por los requetés antes de la toma del monte por el Ejército de Euzkadi, hace ahora ochenta años. A este respecto, la Arqueología puede arrojar luces sobre ocupaciones y reocupaciones de este paisaje bélico. De hecho, toda la cultura material exhumada se corresponde con munición empleada por los combatientes republicanos. Desde la conquista franquista del monte el 26-27 de mayo de 1937 se sucedieron contraofensivas y golpes de mano, microeventos que pudieron quedar aquí fosilizados. Una cosa son los objetos y otras las estructuras. Este tramo de trinchera refleja muy bien las condiciones de vida de los soldados republicanos, tal como las reflejaba en su crónica la reportera Cecilia G. de Guilarte. Ante el acoso de la humedad y el lodo, los que allí vivían habilitaron auténticos pozos elevados para guarecerse de las inclemencias del tiempo. Algunos ladrillos viejos nos muestran los intentos de arquitecturización, de chabolización de las trincheras.

Distribución espacial de los objetos exhumados en el sector 02.

Este tramo de trinchera tuvo varias vidas. Empezó siendo una posición requeté y observatorio de primera línea entre agosto y diciembre de 1936. En estos primeros combates jugó un papel primordial un requeté de Aloria que había luchado en la guerra de Marruecos y, por lo tanto, tenía experiencia bélica: Uzquiano, apodado El Rubio de Aloria. Él fue el artífice de la defensa numantina de esta posición a comienzos de diciembre de 1936 durante la ofensiva republicana de San Andrés (batalla de Villarreal). Este hombre conocía al dedillo el monte de San Pedro y ello sirvió para ralentizar el avance del Ejéricto de Euzkadi.


Tras la conquista republicana, este tramo de trinchera pasó a ser, probablemente, zona de descanso republicana (y observatorio de las posiciones franquistas sobre Sierra Salvada) entre diciembre de 1936 y mayo de 1937. La primera línea se encontraba en la otra caída de la cumbre, fortificada con tres nidos de ametralladora de hormigón que todavía se conservan, muy similares al excavado por nosotros en el sector 01. Durante el ataque final franquista, este sector 02 de nuestra excavación fue un último reducto defensivo antes del repliegue republicano. Los materiales que estamos tratando en laboratorio tienen la clave para alcanzar una imagen más nítida de toda esta historia.

viernes, 25 de noviembre de 2016

(Re)dibujando líneas "en el" campo

Posiciones en el paisaje fortificado de San Pedro – Txibiarte.
Cuando se habla de que la investigación sobre la Guerra Civil y el Franquismo sólo sirve para abrir viejas heridas, o cuando se menosprecia el trabajo arqueológico en este campo por su “inutilidad”, se omite una cuestión muy sencilla: nada sabrá aquél que no pregunte. Y eso es algo que nos gusta hacer: preguntar. De hecho, es la base de todo ejercicio científico: establecer hipótesis para que éstas sean contrastadas de una forma empírica y argumentada.
Una campaña arqueológica es un “acto performativo”: toda una serie de agentes, recursos y factores se ponen en juego. Trabajamos con fuentes materiales (y documentales y orales) con el objeto de generar conocimiento histórico pero, además, trabajamos con “patrimonio” (un conjunto de elementos simbólicos, materiales y paisajísticos que forman parte de la vida cotidiana de quienes lo habitan). Por esa razón, las excavaciones que llevamos a cabo entre octubre y noviembre estuvieron abiertas a todo el mundo: decenas de personas pudieron acercarse y contarnos qué percepción tenían del monte San Pedro. Gracias a la visibilización que supone una excavación comprometida con la socialización del conocimiento, parece que hemos puesto un granito de arena en la tarea de encender la mecha de la memoria. Hemos animado a la ciudadanía a que desempolve sus desvanes de recuerdos, anécdotas y sucesos. Y eso es lo que ha pasado con mucha gente. 

 Visita durante las excavaciones (fuente: Ayunt. de Amurrio).

Objetos traídos por visitantes a las excavaciones.
Una de esas personas es Jose Mari Sagarduy, entre otras muchas cosas, un aficionado al montañismo de 83 años. Junto a su familia, acudió a una de las barferencias que ofrecimos durante la excavación y vio que había un dato importante que faltaba en nuestras explicaciones. Aunque hablábamos de San Pedro – Txibiarte como de un sistema fortificado casi unitario, esto no era más que nuestra suposición en base a algunos documentos y a nuestra labor de registro topográfico. Jose Mari venció su modestia (y un desnivel de varios metros de altura) y subió a charlar con nosotros al monte San Pedro. Es entonces cuando nos habló de su suegro, Jesús Gancedo, una persona bien conocida en Amurrio, sobre todo gracias a su hermano, quien tenía una empresa artesanal de instrumentos de música.
Círculo Artesano, 1927 (fuente: Amurrio Club).
Jesús Gancedo, a quien vemos en esta fotografía de 1927 como jugador del “Círculo Artesano” (antecedente histórico del actual equipo de fútbol de Amurrio), fue el diseñador del sistema fortificado republicano de San Pedro – Txibiarte, así como de otras muchas posiciones militares de la zona. Tal y como nos cuenta Jose Mari, este ingeniero agrónomo, que llegó a ser capitán en el Ejército de Euzkadi, fue el encargado de fortificar con “especial ahínco” el sector de Orduña-Amurrio. La razón: en el invierno de 1936-1937, el Gobierno Vasco creyó que el Frente Norte sería roto por esta zona, siendo la cabecera del río Nervión el acceso más directo a Bilbao, el corazón de la resistencia vasca republicana. Por eso, Gancedo diseñó varias líneas de defensa a lo largo de la comarca de Aiaraldea, algunas de ellas bien exploradas por la Legión Cóndor en sus vuelos de reconocimiento.

Fotografía aérea de la Legión Cóndor en el “sector Orduña-Amurrio-Murguía”, 1937 
(fuente: Archivo Militar General de Ávila)].
Finalmente, el 31 de marzo de 1937 comenzó la gran ofensiva franquista sobre Bizkaia, pero la ruptura del frente no tuvo lugar aquí, sino en otro sector alavés, el de Urbina-Legutio (con la ayuda, como sabemos, de la Legión Cóndor. El monte San Pedro tuvo que esperar hasta finales de mayo para sufrir los verdaderos rigores de la guerra moderna. En ese momento, Euzkadi ya estaba prácticamente perdida: pronto se rompería el Cinturón de Hierro y Bilbao caería en manos de Franco. Al parecer, el sistema defensivo diseñado por Jesús Gancedo no fue realmente un gran obstáculo para el gran empuje rebelde. Tras la rendición de Santoña, Gancedo conocería años de cárcel y silencio. Años en los que su únicas hazañas reconocidas públicamente serían, como mucho, las relacionadas con la épica futbolística. Sobre su otra labor, nada se podía decir… hasta que, con la “excusa” de una excavación arqueológica y gracias a Jose Mari Sagarduy, disponemos de un punto de partida.
Una línea de investigación para (re)dibujar unas líneas en el campo.

Post by Josu Santamarina Otaola (proyecto monte San Pedro 1936-1937).  


Josu Santamarina Otaola

miércoles, 23 de noviembre de 2016

San Pedro: una excursión al pasado

Conjunto de estructuras identificado en la avanzadilla de San Pedro.

En el ámbito académico, sobre todo en el marco de la Historia Contemporánea, detectamos continuamente un cierto desdén hacia la Arqueología, concebida como unadisciplina que no aporta nada al conocimiento de lo que pasó en la guerra civil española. Se nos ha dicho que realmente hacemos periodismo, no ciencia. Hace poco, en público, nuestro proyecto arqueológico del monte de San Pedro fue calificado como una excursión, una excursión en la que no merece la pena invertir ni un solo euro. Aquellos y aquellas que defienden estas posturas se olvidan de un pequeño detalle, pequeño pero importante: además de arqueólogos, también somos historiadores. Y somos de esos historiadores que sí respetan e intentan maximizar todas las fuentes disponibles: orales, arqueológicas y documentales.
Nosotros creemos en la Historia pero también en la memoria. El monte de San Pedro no es nuestro yacimiento, nuestro documento, sino que es Patrimonio público, por ello nuestras excavaciones están abiertas a todos, no sólo por ética profesional, sino porque se convierte en una buena ocasión para aprender de vecinos y aficcionados, En sucesivos posts iremos mostrando todas esas microhistorias que hemos ido recabando de las personas que nos visitaron durante las dos semanas que duró la intervención. Gracias a ellos y ellas sabemos incluso quién diseñó esta línea fortificada que estamos excavando. Estas cosas no ocurren cuando excavamos un castro o un dolmen, claro. Gracias a la tradición oral nos aproximamos a la verdad... cuando no existen documentos.

Modelo fotogramétrico del sector 1 de la excavación.

Esta Arqueología en Comunidad en la que creemos contribuye modestamente a visibilizar una historia enterrada, a socializar un patrimonio oculto, a recuperar las cicatrices de la memoria que marcan el paisaje del monte de San Pedro. Ya solo por eso creemos que es pertinente llevar a cabo proyectos como éste. Las juntas administrativas de Aloria y Lezama (propietarias de los terrenos), el ayuntamiento de Amurrio quieren hacer algo con estos restos de la guerra civil, porque no se les pasa por la cabeza destruirlos o silenciarlos. Por otro lado, este tipo de iniciativas generan conocimiento sobre el pasado, sobre todo cuando no se sabe tanto sobre lo que ocurrió en estos parajes. La Arqueología del pasado contemporáneo, con sus herramientas metodológicas, ayuda también a desmitificar relatos sobre la guerra civil y contribuye a criticar abusos en los usos de la historia por vencedores y vencidos. Pero hay más.

Dispersión de materiales en el sector 1 (Avanzadilla).

El monte de San Pedro también se ha convertido en un campo de experimentación de metodologías y sistemas de registro especialmente adaptados a contextos arqueológicos de la guerra civil española. Por otro lado, es escenario para prácticas de campo de alumnado universitario  que se está formando en Arqueología del Conflicto. Que en la laboratorios de la Universidad Complutense y de la Universidad del País Vasco haya alumnos y alumnas trabajando hoy con objetos arqueológicos de la guerra civil ha pillado con el paso cambiado a más de un académico y académica que pensaban que esto era una moda... una moda que lleva ochenta años.

Plano de densidades en el sector 1 (Avanzadilla).

A través de las entrevistas, de la cultura material y del trabajo en archivos (Militar de Ávila, de Madrid, etc...) estamos contribuyendo a generar un relato fundamentado que sirve para dotar de sentido e interpretar este paisaje. Una narrativa que contribuya a la creación y consolidación de un recurso visitable, de un espacio abierto a la ciudadanía que fomente el espíritu crítico y el interés por un pasado traumático que está ahí fuera.
Por todos estos motivos estamos, y seguiremos estando, en las trincheras de la guerra civil en Euskadi. Porque somos arqueólogos e historiadores de una Universidad pública integrada en su entorno social. Aunque algunos y algunas nos vean como los niños alborotadores que se sientan al final del autobús en la excursión de fin curso, mientras el vehículo de la Historia es conducido con mano firme por un científico de verdad.
El señor conductor no adelanta, no adelanta...

lunes, 14 de noviembre de 2016

Clasificando balas

Mapeado provisional del sistema defensivo 
del monte de San Pedro.

La llamada Arqueología espacial funcionalista de los años 70 planteaba tres tipos de aproximaciones para estudiar un territorio/espacio/paisaje: macro, semimicro y micro. Eso es lo que estamos haciendo en nuestro proyecto del monte de San Pedro. Para abordar este escenario bélico en su conjunto estamos procesando toda la información georreferenciada en campo para definir las líneas de trinchera, la ubicación de los nidos y refugios, los impactos de artillería y de bombas de aviación, etc... A medida que vayamos avanzando os iremos dando a conocer estos planos actualizados y novedosos que sintetizan las cicatrices de la guerra en este paisaje.
A escala semimicro, hemos abordado la excavación en área de dos sectores de excavación correspondientes con dos estructuras concretas: un nido de ametralladora con trinchera asociada y otra trinchera cerca de la cumbre.

Trabajos de limpieza y clasificación en el laboratorio de la UPV/EHU.

A nivel micro nos estamos centrando en los casi mil materiales arqueológicos exhumados en las trincheras del monte de San Pedro. Hoy hemos comenzado los trabajos de inventario, limpieza y clasificación de todos estos objetos. Siguiendo con nuestra particular cadena de valor, estos materiales ya fueron vistos y manipulados por los visitantes al yacimiento y al stand de la Semana de la Ciencia en Vitoria-Gasteiz. La gente valora el contacto físico con el pasado, y ése es uno de los valores fundamentales de la Arqueología de Campo. En estas actividades de divulgación hacíamos hincapié en la idea de la Arqueología como una disciplina que utiliza semejantes metodologías para elaborar clasificaciones tipológicas de artefactos, ya sean útiles líticos, proyectiles de la guerra civil o armas de la Edad del Hierro.

Materiales procedentes de la excavación arqueológica del nido de ametralladora, 
expuestos en campo para las visitas.

Y en eso estamos, clasificando, entre otras cosas, balas. Mientras limpiamos marcajes de casquillos y demás, no podemos dejar de olvidar esa evocadora semblanza de nuestra admirada periodista Cecilia G. de Guilarte. Tras su visita a las posiciones del monte de San Pedro en febrero de 1937 dejó escrito lo siguiente (en Lezamiz y Urrutia 2015: 180):

El fuego se intensifica. Nuestros morteros disparan ininterrumpidamente y las balas de fusil silban sobre nuestras cabezas como cohetes en día de fiesta mayor.
Son duros, al parecer, y tardan en cansarse. Pasan las balas en abundancia abrumadora. Detrás de los parapetos se siente una confianza extraordinaria. Yo, a falta de otra cosa que hacer, me he dedicado a clasificar las balas. Podéis pensar que esto es absurdo, pero realmente vuestra opinión no me interesa a este respecto.
Hay balas que pasan como un alarido furioso y penetran en el oído hiriendo violentamente los tímpanos. Otras pasan solemnes, como abriéndose paso en el aire. Suenan haciendo pausas breves como los toreros que saludan a la presidencia después de cada "gracia". Estas son de "requeté". Hay también unas terceras que cruzan el aire atropellándose unas a otras, hasta cinco. Éstas me atrevería a afirmar que son de los críos de catorce años con que el enemigo nutre sus filas a falta de otra cosa. Se entusiasman con los "juguetes" y van los cargadores que es un gusto.

Colección de proyectiles y balas en el bar Otxandiano, 
en el Anglo de Vitoria-Gasteiz (excelente pincho de morcilla, por cierto).

Esta reflexión de Cecilia es de rabiosa actualidad. Muchos colegas prehistoriadores y arqueólogos piensan que esto que hacemos es absurdo. Incluso hace poco nos han dicho que lo que hacemos nosotros no es ciencia, sino periodismo. Realmente su opinión no nos interesa en absoluto. Por otro lado, Cecilia da en el clavo: ¿es posible rastrear la identidad y conducta ideológica de un combatiente a través se los vestigios materiales que deja en el campo de batalla? ¿Es esto posible en una guerra moderna con armamento estandarizado producido a escala industrial y global? En las excavaciones del monte San Pedro solamente el dos por ciento de las balas y casquillos documentados es de fabricación española...

Referencia:

Julen lezamiz y Ana Urrutia. 2015. Escritos de Cecilia G. de Guilarte. Segunda República y Guerra Civil.  Uno editorial.



sábado, 12 de noviembre de 2016

La memoria histórica de las empresas

Preparando la colección otoño-invierno de 1942

Con frecuencia se acusa en España a quienes insisten en revisar críticamente el pasado de ser revanchistas, de agitar fantasmas y de crear conflictos donde no los hay. La denominada "memoria histórica" parece ser una cosa de rojos furibundos y resentidos. Porque la gente de bien deja el pasado en su sitio y se apresura a construir el futuro. Desde este punto de vista, mantenido entre otros (pero no solo) por amplios sectores del PP, pasado y futuro son incompatibles. O se elige uno, o se elige otro. 

En realidad, es una falsa dicotomía, porque ningún partido político en España ha renunciado a enseñar historia en los colegios, financiar museos (aunque paupérrimamente) y patrocinar exposiciones históricas. Nadie piensa que estudiar historia en el bachillerato sea incompatible con construir el futuro del país. Cuando los conservadores hablan de pasar página se refieren a pasar las páginas feas y quedarnos con las bonitas. Que entendemos por "bonito", por cierto, es bastante subjetivo como queda de manifiesto cada 12 de octubre. 

El deseo de leer una y otra vez las páginas feas de la historia, en cualquier caso, parece ser una obsesión exclusiva de la izquierda radical. El caso de Alemania nos debería hacer ver que esto no es así. También el de Canadá y Australia, cuyos gobiernos han pedido perdón a las comunidades indígenas por las tropelías cometidas en el siglo XIX e inicios del XX. O el Vaticano, cuando se disculpó por el juicio a Galileo.

Pero que la memoria histórica no es -no debería ser- cosa de rojos, lo pone de manifiesto el ejemplo reciente de C&A, la compañía de ropa, sobre el que informa el semanario The Economist.

C&A es una empresa textil holandesa con 175 años de existencia. La familia propietaria decidió voluntariamente examinar su historia más oscura. Para ello, contrataron a un historiador, Mark Spoerer, y le dieron acceso sin restricciones a sus archivos. Lo que Spoerer encontró no fue nada bonito: C&A se benefició activamente del nazismo, se apropió de empresas judías gracias a la "arianización", usó mano de obra esclava y numerosas mujeres y niños murieron de malnutrición mientras trabajaban para la compañía. Es más, C&A aprovechó del trabajo forzado de los judíos del gueto de Lodz, en Polonia, donde murieron casi 200.000 durante la Segunda Guerra Mundial, la práctica totalidad de la comunidad. 

Es posible que se trate de un lavado de imagen de la marca, pero en cualquier caso no deja de ser un acto loable; muchas otras empresas, como Lufthansa, se han negado a una autocrítica semejante. Brenninkmeijer, el portavoz de C&A afirma que comprender el pasado puede ser liberador: ayuda a comprender quién eres y a analizar los problemas éticos del presente con perspectiva. Por ejemplo, la situación del trabajo infantil en Bangladesh, donde se produce actualmente el 30% de la ropa de C&A. "Si Brenninkmeijer tiene razón, escribe el articulista de The Economist, en vez de preocuparse por los esqueletos en el armario, una compañía que afronta el ayer como es debido debería aprender a cómo comportarse mejor hoy". Lo mismo se puede decir de un Estado, un partido político, un colectivo o una sociedad. Sean sus víctimas rojas, azules o amarillas.

martes, 8 de noviembre de 2016

Refor: el retorno


Este domingo pasado fue un gran día para el proyecto del monte San Pedro. Como colofón contamos con miembros del batallón anarquista Bakunin que hicieron las delicias de los visitantes de la Semana de la Ciencia en el Museo BIBAT de Vitoria-Gasteiz. Los recreadores de la asociación Lubakiokak aportaron información de primera mano sobre la vida cotidiana en las trincheras. En el Bakunin combatieron numerosos anarquistas gallegos. El amigo Satxa Balchada, de Marín (Pontevedra), se puso en la piel de uno de estos paisanos, tanto en el BIBAT como en la película Baile en el Sindicato, dirigida por Fran Longoria.

Vista del antiguo reformatorio de Amurrio, construido en estilo neovasco (Fot. de Richie Zárate).

La oficialidad del Bakunin posando en las escaleras del reformatorio 
(Fot. FAL, tomada del blog El Gaje del Oficio).

Por la tarde, como traca final del proyecto, ocupamos el antiguo reformatorio de Amurrio, el mismo en el que el batallón Bakunin tenía su cuartel mientras ocupaba las posiciones de Txibiarte y San Pedro. Numerosos vecinos y vecinas de Amurrio se acercaron al REFOR para conocer de primera mano las andanzas y desventuras de estos milicianos, que durmieron, soñaron e hicieron de las suyas entre estas paredes del viejo reformatorio.

Aforo lleno en el salón de actos del REFOR (Fot. de Richie Zárate).

Josu Santamarina abordó una síntesis de resultados de la excavación que llevamos a cabo estas dos últimas semanas y Satxa Balchada impartió una magistral conferencia sobre el Batallón Bakunin desde su creación hasta su rendición en Santoña en el verano de 1937.

Satxa Balchada en acción en la Semana de la Ciencia, 
como miliciano del Bakunin, con otros miembros de Lubakiokak.

Tras la toma franquista de la localidad, las nuevas autoridades hicieron hincapié en los desmanes cometidos por las hordas marxistas. Parece ser que algunos del Bakunin quemaron libros, se cebaron con imágenes religiosas y boicotearon la misa algún domingo que otro. Los católicos gudaris del batallón Araba se las vieron con ellos en más de una ocasión, pistola en mano. Pero también es cierto que los anarquistas organizaron actividades culturales (de esto hablaremos en posteriores posts) y que el comandante Olmos cerró a cal y canto la iglesia del refor para preservar el templo.

Conferencia de Satxa Balchada sobre el batallón Bakunin en el Refor.

Cuando las autoridades franquistas montan el campo de concentración de Orduña se llegan a plantear la conversión del reformatorio en campo para rojos menores de edad. Según los informes oficiales, las hordas rojas habían dejado en tal mal estado el centro que no valía para montar en él... un campo de concentración para niños.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Batallones en el monte de San Pedro: el Leandro Carro

Miembros del Leandro Carro en Lekamaña (Fuente: Flicker. Los lugares de la memoria).

Metalúrgico, criado en Vizcaya, militante socialista, preso, luchador, exiliado, presidente del Sindicato Metalúrgico de Vizcaya, uno de los fundadores del Partido Comunista de España, diputado por Vizcaya en las elecciones del Frente Popular, una guerra, guerrillero “sin guerra”, otro exilio…, efectivamente, nuestro personaje es Leandro Carro Hernáez, sin embargo, no nos vamos a interesar por él sino por el batallón que llevó su nombre.
El batallón Leandro Carro, nombre que hace una clara alusión al personaje, perteneció a la disciplina del Partido Comunista y estaba adscrito a las milicias de éste. En el Ejército de Euzkadi al batallón se le asignó el número veintinueve.
Al contrario que el batallón Araba, ya tratado en otro post, poco sabemos sobre la formación del Leandro Carro. Según Mateo Balbuena Iglesias, teniente del batallón Leandro Carro y posiblemente el único superviviente de éste, nos cuenta lo siguiente: 

A primeros de agosto una llamada urgente por la radio a los que habíamos formado la columna de San Sebastián para acudir a Orduña, porque los fachis (sic) habían intentado bajar de la Peña. Esta Columna venía al mando de un Capitán de Asalto Noguerol y vinimos a Orduña a reforzar a un grupo de guardias de Asalto que se habían hecho fuertes. Hicimos una reunión entre las fuerzas antifascistas que estábamos en Amurrio. (….) Recuerdo que era ya al oscurecer, al salir la gente precipitadamente del Ayuntamiento, me pongo en contacto con los camaradas que había allí, un tal Burzaco y otro más. Les digo que a ver qué les parece si reúno a todo el mundo y les propongo que se forme el ejército. Me dicen que sí, me subo a un banco y empecé a gritar, llamando la atención a la gente. Les digo que había que formar un ejército, porque nos teníamos que enfrentar a una guerra. Se muestran deacuerdo y de éste núcleo inicial surgen después el Bakunin, el Araba y el Leandro Carro (…) Nos reunimos al día siguiente en un chalet que había a la salida de Amurrio a la izquierda, con la intención de formar cuadros de mando. El Partido nos mandó gente del cuartel que t en los Capuchinos de Basurto. Teníamos el cuartel del Carro en la Aduana de Orduña y las cocinas en la iglesia.” (Azkue, 2006: 146).

Elegidos los mandos, aunque fuera solo por su apariencia física, y formado el núcleo del futuro batallón Leandro Carro, quedaba la instrucción castrense entre jóvenes de 16 a 20 años que decidieron combatir a los rebeldes. Según el testimonio de Mateo Balbuena se desarrolló de la siguiente manera: “Al día siguiente nos reunimos en un prado, a las afueras. Y claro, al que había sido nombrado capitán, un tal Buzarco… Yo creo que le eligieron por su estatura: era alto, fuerte, ¡dominaba a todos! Enfrente teníamos un montículo. Estábamos formados en columna de a tres; yo iba en la escuadra del centro. “Bueno, ¡al ataque! ¡Venga!”, grita Buzarco. Y todos allí en tropel. Cuando veo esto, me salgo, empiezo a gritar, que dicen que para eso tengo una voz…: “!Alto! Hombre no”. Recuerdo así esto: “Una ametralladora allí, nos barre a todos en un santiamén”. Me dirijo a ellos: “A ver, tres que hayan servido en el Ejército.” Y salen tres. “Vosotros cabos. Todos los demás, cinco aquí, cinco aquí y cinco aquí: un pelotón”” (Azurki, 2011: 101)

Mateo Balbuena, a la izquierda ,en el frente (Fuente AZTARNA).

Sí tenemos claro que la 1ª compañía del batallón se formó en octubre de 1936 con los jóvenes milicianos destinados en el frente de Orduña desde el inicio de la guerra, integrados en la columna Amurrio-Orduña y mandados por Bueno. Por tanto, gentes de Amurrio como el abuelo materno del lehendakari Ibarretxe, el amurriano y ferroviario Joaquín Markuartu, cuya casa se ve desde nuestras excavaciones, fue uno de los muchos alaveses (Larrinbe, Saratxo, Lekamaña…) que integraron el batallón junto a otros voluntarios procedentes de Dos Caminos y la Zona Minera de Bizkaia (Gallarta, Ortuella…), componentes de la columna citada, que se acercaron desde el 18 de julio hasta Orduña para combatir a los rebeldes. La 2ª compañía estuvo integrada principalmente por socialistas mientras que la 4ª lo fue en base a gente nacionalista de la costa de Bizkaia, sobretodo de Bermeo, que formaban parte de un batallón que no llegó a completarse: Gernikako Arbola. El batallón fue completándose con los reemplazos, muchos de ellos originarios de la Cuadrilla de Aiara. Para principios de diciembre nuestro batallón ya estaba completo con cuatro compañías de infantería y una de ametralladoras/morteros.
El primer comandante del batallón fue Daniel Osma, después sustituido por Gregorio Calabozo, éste último dirigente decidió quitarse la vida en Santander antes de caer en manos enemigas. El 26 de abril los batallones vascos pasaban a estructurase en brigadas y divisiones, es entonces cuando se creó la 5ª brigada, conformada por el batallón Araba junto al Bakunin y el Leandro Carro. La brigada estaba a las órdenes de José Paneda Santaflorentina y quedó encuadrada en la IV División del Comandante Irezábal con su puesto de mando en Laudio.
Respecto a las operaciones militares del batallón, fue durante el mes de diciembre cuando éste actuó en los frentes de Araba, concretamente en la posición de San Pedro. El día 5 de diciembre el batallón tomó parte en la conquista de este monte, siendo relevado después por el batallón nacionalista Amayur. Ya en enero de 1937, alternándose junto al batallón Araba, se encargó de custodiar las posiciones de San Pedro y “Las Minas” hasta mayo de ese mismo año. El teniente Balbuena así lo atestigua: “Estábamos en los montes Txibiarte y San Pedro, ¡y ellos estaban enfrente!. Los días transcurrían así: ocho días en las trincheras; luego nos relevábamos…” (Azurki, 2011: 102). Las bajas que éste podría tener correspondieron a los duelos de artillería que ambos bandos mantenían en la zona. Con el inicio de la ofensiva franquista sobre Bizkaia la brigada es trasladada a ésta, donde tenían lugar los combates los combates más virulentos: “La 5ª brigada entera, Araba, Bakunin y Leandro Carro, es trasladada para cubrir el frente desde el mar hasta la parte de Mungia. Después nos fuimos retirando por Las Arenas, Bilbao….” (Azkue, 2006: 282).


BIBILIOGRAFÍA
AZURKI, A. (2011): Maizales bajo la lluvia. Testimonios de los últimos gudaris y milicianos de la Guerra Civil en Euskadi. Irún: Alberdania.
AZKUE, K. (2004): Araba, oi Araba!. La lucha en Araba por la libertad de Euskal Herria. s.l.: s.e.
TALÓN, V. (1988): Memoria de la guerra de Euzkadi. Barcelona: Plaza Janés.
URGOITIA, J.A. (ed.) (2001): Crónica de la Guerra Civil, de 1936-1937, en la Euzkadi peninsular. Ohiartzun: Sendoa.

ARCHIVOS Y HEMEROTECAS
Archivo Histórico de Euskadi

Hemeroteca Diputación de Bizkaia

Post by Xabier Herrero Acosta (Proyecto monte de San Pedro 1936-1937).