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lunes, 18 de mayo de 2015

La fiesta de los maniquíes


La primavera en Bizkaia viene acompañada de toda una serie de actos conmemorativos que recuerdan lo que aquí pasó en la primavera de 1937. En los últimos años ha tenido lugar un interesante proceso memorialístico incentivado por la sociedad civil y apoyado sin fisuras por el Gobierno vasco y las administraciones locales. Este fin de semana pasado, la localidad de Amorebieta-Etxano recordaba a las víctimas del bombardeo fascista de la localidad. En torno a un roble en la plaza de Zelaieta, este acto cívico contó con la asistencia de unas 150 personas, con la actuación de una coral de gente mayor y otra de gente menuda, con las palabras del veterano historiador local, con una ofrenda floral a todas las víctimas de la guerra civil, con el alcalde homenajeando a los vecinos y vecinas que murieron bajo las bombas, que sufrieron la injusticia y la humillación impuesta por los vencedores. Esto no es una coña. Yo acabo de venir del homenaje a los presos del fuerte de San Cristóbal (monte Ezkaba, Iruña) y ahí no se presenta un político aunque les den una mordida.


Como complemento didáctico de estos actos, en el Centro Cultural anexo la ciudadanía puede ver una exposición de objetos de la guerra civil pertenecientes en su mayoría a la colección particular de Alberto Sampedro. Él mismo actuó de cicerone explicando los pormenores de insignias, armas, vestimentas y municiones. Alberto colabora con instituciones científicas como la Sociedad de Ciencias Aranzadi y acaba de coeditar Diario de un gudari en el frente de Euskadi, de Jaime Urkijo (combatiente del batallón Rosa Luxemburgo). Alberto forma parte de un amplio grupo de gente que se ha bregado en las trincheras de la divulgación y la didáctica de la guerra civil.


Librería-papelería en Gudari Kalea, Amorebieta-Etxano.

A los arqueólogos nos queda aprender de esta gente, pero no sólo eso. También debemos dar a conocer lo que aporta la Arqueología del Conflicto. Las microhistorias que se esconden detrás de esos objetos cuando éstos son recuperados en contextos arqueológicos. Como las granadas polacas de la exposición, que nos dicen muchas cosas si aparecen formando parte del equipo de un combatiente republicano en una trinchera del Ebro (excavaciones arqueológicas en La Fatarella); o el casco Adrian de un maniquí, que nos aporta mucha información en una posición franquista de Guadalajara (excavaciones en Abánades), o la hebilla de un cinturón de infantería, si ésta aparece en una fosa común del cementerio de Castuera y la excavación arqueológica nos demuestra que esos hombres fusilados procedían del campo de concentración cercano, o un mortero Valero cuando éste aparece sobre el suelo de ocupación de un búnker en la línea defensiva del Alto Tajuña...




Incluso los objetos más humildes aportan una gran información. Aficcionados y detectoristas, así como arqueólogos en prospección se han hartado de recoger escudillas en los frentes de batalla. Centros de interpretación y Museos muestran vitrinas llenas de estos objetos vinculados a la cotidiano, a la vida diaria del soldado. Sin embargo, en ocasiones, una escudilla se convierte en un fósil director, en un soporte material que deviene fuente escrita. Aquí tenéis la escudilla graffiteada de un miliciano del batallón de la UGT en el frente de Euskadi, aportada a la exposición por otro aficcionado.


Desde luego, para mí, ésta es la pieza de la exposición, más allá de granadas, fusiles, emblemas y morteros. Los datos que aporta per se son enormes. Pero no puedo dejar de pensar en la información que podría aportar una excavación arqueológica del lugar en donde haya aparecido esta pieza, un objeto que todos podemos disfrutar gracias al buen hacer de un coleccionista que pone a disposición de la sociedad su tiempo, su aficción y su dinero. Queda mucho camino por recorrer en este proceso de patrimonialización de los restos de la guerra civil española. Desde la Academia y la profesión existen opiniones encontradas, como pudimos apreciar en el congreso Gasteiz at war (para eso lo hicimos). Seguro que cada uno de los y las que seguís este blog tenéis la vuestra. 
En esta cadena técnico-operativa de la memoria, los arqueólogos somos un convidado más, unos expertos más en un engranaje que no cuenta con un claro marco legal. En este contexto, no somos los únicos que generamos conocimiento, somos coprotagonistas en la arena de la memoria histórica. En este mundo, los arqueólogos y las arqueólogas podemos aportar nuestro grano de arena en el ámbito de la concienciación patrimonial. Eso, o nos quedaremos tiesos como maniquíes, en una fiesta a la que nadie nos ha invitado. 








domingo, 15 de marzo de 2015

Porque no siempre el correr fue cosa de cobardes

Entrega de premios. Categoría femenina.
 
Ayer tuvo lugar una nueva edición de la carrera popular Cinturón de Hierro, con salida y llegada en la población vizcaína de Larrabetzu. Como si se tratase de una prueba más del afamado programa de EITB El Conquistador del Fin del Mundo, los y las participantes tuvieron que hacer frente a la lluvia, intensa, al riesgo de hipotermia, a las caídas en el barro... La organización del evento diseñó un recorrido espectacular con un objetivo claro: la socialización del patrimonio de la guerra civil en una zona emblemática en la historia del conflicto en Bizkaia.
 
Tic, tac, tic, tac.
 
Esta carrera con tintes épicos contaba con un primer hito: la subida a Gaztelumendi. Allí les esperaba un gudari en uno de los pocos nidos de ametralladoras que se ha mantenido intacto hasta hoy. Los tiros resonaban en todo el valle de Larrabetzu. Precisamente en este sitio, el Ejército franquista abría una brecha definitiva el 12 de junio de 1937 en el Cinturón de Hierro de Bilbao.
 
Gudari vaciando cargadores en la subida a Gaztelumendi.
 
Los sublevados fueron con todo. Enfrente, batallones vascos, asturianos y gallegos, nacionalistas, anarquistas, socialistas... sin aviación, con apenas apoyo artillero, fueron masacrados. En las cercanías de Larrabetzu todavía se encuentra el pinar conocido como el pinar de los asturianos, en donde fueron enterrados milicianos de aquella tierra que vinieron a morir aquí en defensa de la República. Esta solidaridad interregional en el Frente Norte se ha trasladado al presente. Recientemente en Asturias se han recuperado fosas de gudaris vascos. La sinaléctica de una de ellas fue remozada por fascistas que pintaron esvásticas nada más inaugurarse. Desde Larrabetzu acudieron jóvenes a Asturias para reponer el monumento.
 
Gudaris, corredores y monumento franquista e Gaztelumendi.
 
Tras superar las ráfagas de ametralladora, los corredores y las corredoras coronaban Gaztelumendi, en donde eran recibidos por otros gudaris: ¡Corred, corred que vienen los nacionales! Aquí se erige el monumento fascista en honor a quienes rompieron el Cinturón de Hierro. Es un hito que ofende y ya véis el impacto que han dejado los intentos de dinamitarlo desde la base. El texto original apenas se lee ya. Los tiempos han cambiado. Iniciativas como esta carrera popular suponen un intento claro de resignificar los restos de la construcción de la memoria llevada a cabo por los vencedores, de reconvertirlos en recursos patrimoniales que acerquen a la sociedad y a las nuevas generaciones lo que aquí ocurrió en la época de nuestros abuelos. Un pasado que sigue marcando el presente, y de qué manera.
 
Placa original del monumento franquista.
 


La colaboración de recreadores de distintas asociaciones, vinculados a ese ejército-fantasma denominado Frentes de Euskadi, fue fundamental para dotar al recorrido de recursos escénicos increíbles, como el paso obligado de los corredores y las corredoras por una impresionate galería con combatientes atentos en sus puestos de tirador. La carrera contaba con otro hito importante en la lucha por Bizkaia: la subida al monte Bizkargi, en donde cada año se lleva a cabo un homenaje en recuerdo de los combatientes leales, homenaje que en alguna ocasión ha sido prohibido incluso por la Audiencia Nacional, ante la supuesta equiparación de los etarras del presente con los gudaris del 37.
 
 

Combatientes de Burdin Hesia Ugao recibiendo a los corredores.
 
En el pueblo de Larrabetzu se conserva muy viva la memoria de aquellos gudaris y milicianos. En el batzoki podemos ver una foto histórica de veteranos vascos de batallones de distintas ideologías. Ya apenas quedan supervivientes que den testimonio de lo que ocurrió. Como decíamos, esta carrera popular contribuye a socializar los restos y las memorias de la guerra civil. Poteando por el pueblo se recogen microhistorias de lo más variopinto, que se entremezclan en un ambiente festivo. El caserío fortificado cercano, el emigrante extremeño que lleva cincuenta años viviendo aquí y no ha perdido el acento y relata con gracia sus tres años y medio de mili en la Legión. O el artista que hizo el camino de Santiago al revés, de Compostela a Irún en un burro. El verdadero Rápido de Irún. O el chaval que tiene la finca plagada de bombas de aviación.
 
 
 
 
O el estudiante de Políticas que se ha vestido de anarquista para la ocasión, y le ha entrado el gusanillo de la guerra civil y ya no puede parar. O una de las ganadoras de la carrera popular, historiadora que va a llevar a cabo una investigación sobre la guerra civil en Larrabetzu. O la mascota de la prueba, un tipo muy profesional que lo dio todo, de noche y de día. O los cámaras de la ETB enviados al frente de guerra, grabando en Gasteluzmendi en un quad como si estuviesen en Iraq. Esta prueba deportiva es una auténtica feria humana de emociones y experiencias. Seis horas después siguen llegando competidores, héroes y heroínas que son jaleados en la calles por txiquiteros que alzan su copa, por gudaris y milicianos que disparan al aire con respeto.
Hay otras maneras de hacer las cosas. Quizás. Yo lo único que puedo decir como corresponsal de guerra es que esta opción clara por la participación popular es una herramienta muy útil para poner en valor un patrimonio oculto, y aporta un plus a las necesarias y encomiables sinalécticas, catalogaciones y rutas de senderismo. Creo que era Mark Twain quien dijo aquello de Le llaman pasado cuando ya no duele. Aquí el pasado es presente, y ésta es una manera de naturalizar y normalizar la relación de la sociedad vasca con un pasado-presente traumático. Y funciona, por lo que parece. Aunque ya se sabe que en los pueblos, los de fuera, damos tabaco.
 
P.S. Gracias por la hospitalidad a todos los y las que han organizado esta carrera popular.
 
 
 

 
 

 


miércoles, 4 de marzo de 2015

Bochorno en Osorno


En la palentina Tierra de Campos una población sigue manteniendo su estratégica ubicación como cruce de caminos. Osorno la Mayor jugó su papel en la guerra civil española, como pudimos apreciar a la hora de leer órdenes cursadas por el general Kindelán a los aviadores franquistas, fascistas italianos y de la Legión Cóndor. Desde Osorno se transmitían estas órdenes a los aviadores que participaron en la campaña de Santander en agosto de 1937.
En las proximidades de la iglesia del pueblo, unos modernos contenedores de basura destacan como bastiones de Modernidad, como metáforas tecnocráticas del desarrollo rural y los fondos europeos. El Progreso ha llegado para el reciclaje de la mierda, pero no para el de la memoria. En ese mismo espacio público nos encontramos con un jardín perfectamente acondicionado y que denota un cuidado mantenimiento por parte del ayuntamiento.


En el centro de este parque público se erige, con orgullo, un monumento a los Caídos por Diós (sic) y por España. La cruz de Borgoña del tradicionalismo carlista y el yugo y las flechas de Falange ciñen como guardianes de piedra el monolito en el que se ha esculpido el lema de Honor y Gloria, al viejo estilo de los legionarios romanos. Muy fascista todo. Esto escribía José Ibarrola en el ABC de Sevilla del 27 de diciembre de 1936: 
La guerra actual, Dios Santo, qué distinta [de la carlista de 1833]: no tiene ya casi nada de guerra civil [...] No es lucha de españoles contra españoles, son los combatientes los que quieren una España cristiana, con gloria y honor, y los parricidas españoles, malvados que España a Rusia regalaron [...] Es guerra de reconquista de independencia.
Esto se escribía mientras los alemanes e italianos campaban a sus anchas en Vitoria, Burgos, en León, Salamanca, Osorno...

Reciente Acto Homenaje de la Juventud Patriota de Madrid 

A diferencia de otras localidades españolas, en las que los nombres de los caídos se grabaron directamente en las paredes de los templos parroquiales aquí en Osorno se plasmaron en un monumento propio, eso sí, cerca de esa iglesia que legitimó la Santa Cruzada.


Desde las elecciones municipales democráticas de 1979 han pasado 36 años, los mismos que duró la dictadura franquista. Y ahí sigue en Osorno este monolito, dominando el espacio público, recordando a todo aquel que se acerque que José Antonio Primo de Rivera es un vecino más, que hay verdaderos y falsos españoles. En esta Tierra de Campos, castigada por la represión en la retaguardia, el trauma no acabó sólo ahí. La colonización agraria del franquismo y el fracasado proyecto "modernizador" de la dictadura igual nos ayudan a comprender la nomenclatura de calles como ésta de la foto con que cerramos este viaje al pasado, perdón, al presente.




martes, 21 de octubre de 2014

Yo, Claudio

Bodega donde cavó su tumba el miliciano Claudio Macías (fot: I de la Mata).
Hace años, en un congreso europeo, escuché a un arqueólogo islandés hablar de la Arqueología de la Soledad. Este investigador se dedicaba a excavar cabañas en sitios recónditos de su isla, habitados temporalmente a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX por hombres (nunca por mujeres) convertidos en colonos. Individuos aislados, sin nadie presente en cientos de kilómetros a la redonda. Me recordaban estos colonos escandinavos a los pastores vascos de Wyoming, que pasaban temporadas enteras solos, con sus caravanas, únicamente acompañados del ganado que guardaban.

Esta Arqueología de la Soledad tiene un potencial enorme para analizar casos de supervivencia en contextos bélicos y represivos. Todos conocemos aquellos casos de soldados japoneses que jamás se rindieron, perdidos en la jungla de una isla del Pacífico, sin enterarse durante décadas de la derrota del Imperio del Sol Naciente. En España la represión franquista creó un nuevo tipo de individuo que luchaba por su supervivencia: el topo. El recientemente fallecido periodista de guerra Manu Legineche, maestro de maestros, investigó el fenómeno en la década de 1970 y publicó un libro junto con Jesús Torbado, titulado Los topos (1977) en el que recogía 24 entrevistas a republicanos emparedados, sepultados, ocultos... También en El Río del Olvido, Julio Llamazares relata la conversación con un señor que estuvo oculto como una rata debido a la denuncia de un vecino. La humedad que sufrieron sus huesos en su cautiverio se cebaba entonces con su salud. En los mismos parajes que Llamazares recuerda en Luna de lobos tuvimos ocasión de conocer las cuevas-refugio empleadas por el guerrillero Gorete. Años viviendo solo en las estribaciones de los Picos de Europa.

La brutal represión desatada en la retaguardia de la España Nacional desde el minuto uno fue motivo suficiente para que personas con o sin pasado político optaran por el ocultamiento. El fenómeno está bien estudiado en el NW peninsular. Tras la caída del Frente Norte las órdenes son claras: los republicanos derrotados deben acabar en los campos de concentración, y aquellos que intenten escapar deben ser eliminados. Así lo demuestra, por ejemplo, la solicitud en junio de 1937 del comandante de las fuerzas franquistas en el sector de Ourense, en la que demandaba el regreso de 180 guardias civiles del frente de Madrid para eliminar a los grupos de fuxidos: …Asignados a esa zona a varios núcleos con mando único dedicado a un exterminio, empezando por cortar complicidades (en los) pueblos (cit. en Heine 1982: 22-3). Tropas franquistas dedicadas a un exterminio. Sí. Eso es lo que dice. Y lo aplicaron a rajatabla. Milicianos combatientes de Asturias que intentaron volver a sus pueblos o huir a Portugal fueron exterminados sin contemplación (O Acevo), denunciados por vecinos, juzgados y fusilados.

Voluntarios de la ARMH exhumando los restos de Claudio Macías (fot: I. de la Mata).

Este panorama lo conocía muy bien Claudio Macías, miliciano que ya había estado en la cárcel tras laa revolución de 1934. Tras la caída de Asturias (octubre de 1937) volvió a Villalibre de la Jurisdicción y se ocultó en un arcón de la bodega de su casa. Un día llegaron los falangistas y al no encontrarlo se llevaron a su hermano de 16 años, a quien ejecutaron al instante, como represalia. Su madre fue rapada y humillada. Enfermo de neumonía, con 31 años, Claudio cavó su propia tumba en la bodega y allí quiso quedarse para no perjudicar más a su familia. Su hermana lo enterró en la tumba que se había construido. Estos días la ARMH ha procedido a la exhumación de esta víctima del franquismo. Según informa El Diario de León, el arqueólogo forense de la ARMH, René Pacheco, director de la intervención, reveló un detalle estremecedor: Él mismo se excavó el agujero para meterse dentro. Las marcas del pico que usó están en la pared.

Estamos acostumbrados a las excavaciones en área, a las fosas comunes, a las comunidades de muertos, a los crímenes a escala industrial. Pero este caso de Claudio Macías nos estremece mucho más, nos recuerda a esa pesadilla tan recurrida del cine negro: una persona es enterrada viva y mientras muere poco a poco se deja las uñas y los dedos arañando la tapa del ataúd que sella su destino. Este ejemplo de Arqueología de la Soledad es quizás la más tétrica y efectiva metáfora de lo que significó la dictadura franquista para muchos de nuestros conciudadanos, convertidos en alimañas al margen de la sociedad.

miércoles, 8 de octubre de 2014

La última lección del maestro


Muchos de los y las que rondamos los cuarenta años de edad no hemos recibido información sobre la guerra civil española en nuestra formación escolar, y cuando ha sido así, la visión ofrecida dejaba mucho que desear. El alumnado aragonés tenía como visita obligada el Belchite viejo, en el que se ofrecía un discurso franquista que hacía hincapié en la destrucción causada por las hordas marxistas. En mi colegio pontevedrés el viaje de estudios de 8º de EGB a Madrid incluía la visita al Valle de Los Caídos. Todo esto en plena democracia (década de 1980). En el mejor de los casos, los libros de texto recogían el enfoque clásico de la guerra civil como una locura colectiva, una lucha de hermanos contra hermanos.

Afortunadamente las cosas están cambiando. Hoy hemos recibido la visita de chicos y chicas de 2º de la ESO del colegio Santa Cruz de la ciudad de Guadalajara. Para nuestra sorpresa, el alumnado que nos ayudó a excavar en Los Castillejos de Abánades mostraba tener un conocimiento previo de lo que fue el conflicto. Al preguntar a los chavales qué sabían de la guerra civil uno de ellos ofreció una frase lapidaria: La guerra fue la lucha de Franco contra el pueblo. Toda una joya retórica que hará las delicias de aquellos que pensáis que los que escribimos en este blog somos partidistas, subjetivistas y maniqueos. Otro alumno, con más ganas de remover, comentaba a los colegas que Franco era un pringao comparado con Hitler, que se había cepillado a veinte millones de personas (sic).

Creemos firmemente en la necesidad de una didáctica de la guerra civil española, sobre todo en estos tiempos revisionistas. Contamos para ello con la fenomenal experiencia del grupo DIDPATRI de la Universitat de Barcelona, un equipo puntero que lleva años intentando superar la falta de información y las visiones trasnochadas que hemos sufrido las generaciones precedentes. En esta línea, nuestras excavaciones siempre están abiertas al público y al alumnado de las zonas en las que trabajamos. El conocimiento que generamos contribuye humildemente a que los chavales conozcan los paisajes de su entorno y a que se eduquen en una cultura para la paz.


Durante la IIª República se desarrolló notablemente la educación pública como una herramienta útil en el camino de la modernización y democratización del país. Un buen ejemplo del fenómeno es La lengua de las mariposas, el hermoso relato de Manuel Rivas que fue llevado al cine por José Luis Cuerda. El maestro hacía visitas de campo con el alumnado para conocer la naturaleza y la historia de la comarca de turno. En Galicia y el Bierzo conocemos casos de maestros que llegaron a llevar a cabo catálogos y excavaciones arqueológicas en yacimientos con alumnos de Primaria y de Bachillerato en la década de 1930. La derecha reaccionaria y la Iglesia española nunca vieron con buenos ojos esta política educativa, laica y abierta a las innovaciones pedagógicas que se estaban desarrollando en Europa. Así fue que al llegar el golpe de Estado uno de los gremios más castigados, con asesinatos y depuraciones, fue el de los profesionales del Magisterio. Aquí está claro quienes eran los buenos y quienes eran los malos, y contamos con tesis doctorales que aportan datos al respecto para el conjunto de diferentes zonas del Estado español. Una de los más famosos dibujos de Castelao, el líder de Partido Galeguista republicano, es aquel que muestra a dos niños campesinos mirando fijamente el cadáver de su maestro, paseado por los fascistas: La última lección del maestro, reza el pie de dibujo que eligió Castelao.


Nosotros no creemos en las trincheras que se abren cada día, ya sean reales o virtuales. Las trincheras de verdad, las de la guerra, son espacios traumáticos que nos aportan información (los objetos, los cadáveres está ahí, pese a quien le pese). Excavar una trinchera es revivir una microhistoria que nos pertenece a todos. Desde la Arqueología pretendemos elaborar un relato comprometido que sólo obedece a dos principios éticos claros: la honestidad intelectual y la reivindicación constante de los derechos humanos. En esta trinchera nos encontraréis, abiertos al debate público y la controversia, como no podía ser de otra manera.

sábado, 4 de octubre de 2014

Connecting People

La paridera de la Enebrá, escenario de la Batalla Olvidada.

Hoy hemos vuelto a la Enebrá, un espacio vinculado directamente a los combates de la Batalla Olvidada. Los fieles seguidores de este blog seguro que os acordáis de la paridera en la que soldados franquistas fueron masacrados en el inicio de la ofensiva republicana. Esta mañana hemos llevado a cabo una prospección extensiva de los alrededores de este sitio acompañados de aficcionados y detectoristas vinculados muchos de ellos a la asociación Frente de Madrid. Es de sobra conocida la tensa relación entre los detectores de metales y los arqueólogos. Las prácticas futivas en yacimientos arqueológicos (a menudo reflejadas en los medios de comunicación) se vinculan directamente con un uso ilícito de estas herramientas. De ahí la prevención de muchos colegas de la profesión ante aquellos aficcionados al mundo de la guerra civil española. En todo caso, el vacío legal existente hace que las materialidades del conflicto no gocen de una consideración patrimonial. Por lo tanto, de entrada, nadie está cometiendo ningún delito. Ante esta cuestión, nuestro equipo de trabajo cree firmemente en una Arqueología Pública que dé cabida a todos los agentes implicados en el proceso de patrimonialización de la guerra civil española. Conocernos ayudará a superar prejuicios y suspicacias; compartir experiencias puede contribuir a una concienciación patrimonial; trabajar juntos nos permite aprender, a todos. Contamos con buenos precedentes, como el proyecto de prospección en los frentes de Bizkaia en el que participan detectoristas y arqueólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, bajo los auspicios del Gobierno vasco.

Detectoristas y arqueólogos en la Enebrá.

Nuestro objetivo hoy fue georreferenciar con GPS los puntos señalados por los colegas detectoristas con vistas a elaborar un plano de detalle de los combates en el entorno de la paridera. Hemos registrado desde los contornos de los cráteres producidos por impactos de artillería, hasta los numerosos restos de metralla esparcidos por toda la zona.
Recogida y georreferenciación del material documentado con detector de metales.

El terreno aparece plagado de impactos de bombas de aviación, morteros y granadas de artillería. Los cartuchos, casquillos percutidos y proyectiles nos indican bien a las claras las armas con que contaban los soldados republicanos. Hemos documentado casquillos de Lebel (WESTERN 1918), Mosin-Nagant e incluso munición mejicana. Excedentes de otras guerras que llegaron al territorio leal gracias a la ayuda soviética.
Conjunto de casquillos de Lebel.

Regulador de tiempos de un metrallero.

Bala deformada de procedencia mejicana.

También hemos recuperado objetos y parte del equipamiento que acompañaba a los soldados: suelas de zapato, un reloj e incluso una insignia del cuerpo de ingenieros. La asociación de objetos nos permitirá documentar lugares de enterramiento de combatientes que lucharon en esta batalla.

Insignia del cuerpo de ingenieros.

Las relaciones de pareja siempre son complicadas, pero lo que las hace posible es la necesaria comprensión mutua. Los arqueólogos hemos aprendido mucho del saber atesorado por los detectoristas, sobre todo su conocimiento detallado de tipologías de armas y munición. Por su parte, nosotros hemos intentado inculcar la importancia de los contextos arqueológicos. Todos hemos puesto nuestro granito de arena. Es un primer paso.

martes, 24 de junio de 2014

Estépar en la Memoria




El Monte de Estépar, ubicado a 21 km al oeste de la capital burgalesa, es uno de los parajes de la provincia de Burgos donde mayores atrocidades y crímenes perpetraron aquellos que apoyaron al llamado bando nacional, tras el fallido golpe de estado del 17 de julio de 1936 contra el gobierno legítimo de la II República. Desde finales del mes de julio hasta mediados de octubre, aquí se cometieron numerosísimas ejecuciones extrajudiciales. De hecho, se estima en no menos de 300 las personas que fueron asesinadas y clandestinamente enterradas en las fosas comunes preparadas a tal efecto. Todo lo cual le convierte al Monte de Estépar en el principal lugar de exterminio de la provincia de Burgos durante los años que duró la Guerra Civil, aun cuando esta formase parte, en su práctica totalidad, de la retaguardia franquista. De acuerdo con la documentación histórica, se sabe que todas estas víctimas eran civiles, en muchos casos, miembros de partidos políticos y organizaciones sindicales afines a la coalición de izquierdas del Frente Popular, y en otros tantos, sencillamente obreros, jornaleros, funcionarios, maestros, comerciantes y demás trabajadores que, de una u otra forma, habían simpatizado con la República. Todos ellos tenían también en común que habían sido detenidos ilegalmente durante los primeros días de la contienda y encarcelados en la Prisión Central de Burgos. De hecho, fueron 'sacados' de este presidio bajo el falso pretexto de ser puestos en libertad para ser entregados a piquetes de falangistas y requetés, quienes, junto a guardia civiles, les trasladarían hasta el Monte de Estépar, donde finalmente serían impunemente asesinados y arrojados a las fosas comunes. Por testimonios orales también se tiene constancia de que hubo 'paseados' de localidades próximas que igualmente fueron asesinados en este paraje. Unas y otras desapariciones resultaron ser los métodos represivos más brutales, sistemáticos y extendidos en aquel 'verano caliente' del 36.  La prueba de ello es que, lejos de tener escasa incidencia como cabría pensar de una provincia donde apenas hubo resistencia y quedó inmediatamente bajo el control de los golpistas –con la excepción de la zona más septentrional–, provocaron, sin embargo, un gran número de víctimas mortales entre aquellos burgaleses que fueron tachados denigratoriamente de 'rojos'. El resultado de todo ello es que las fosas comunes se extienden por toda la geografía burgalesa, siendo el Monte de Estépar el lugar más tétrico en este sentido por el gran número de víctimas que allí fueron sepultadas, a pesar de que no se sepa con exactitud ni el número preciso e identidad de todas ellas, como tampoco la localización exacta de las fosas que deben existir.
La Coordinadora por la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos quiere, en atención a las demandas de los familiares de las víctimas que yacen en las fosas comunes ubicadas en el paraje del Monte de Estépar dentro del Término Municipal de Estépar en la provincia de Burgos, acometer la excavación de las mismas, para así poder cerrar las heridas que todavía hoy permanecen abiertas en muchos descendientes y, al mismo tiempo, devolver la dignidad a quienes fueron impunemente asesinados y su memoria silenciada. No en vano, son muchos los afectados que se han dirigido a este colectivo planteando interrogantes sobre el momento de excavación de estas fosas, unos por sospecha directa de contener los restos de sus allegados, otros precisamente por ignorar si éstos acabaron allí. Se hace preciso, por tanto, sellar este conflicto con la apertura, exhumación, estudio y entrega de los restos a las familias para que éstas puedan darles una sepultura digna. De manera que, por un lado, los restos mortales puedan ser acogidos, visitados y honrados en un cementerio siguiendo los rituales fúnebres que establece nuestra identidad cultural; y por otro, los descendientes puedan poner fin a un duelo postergado cerca de 80 años. Conviene subrayar que las expectativas de poder encontrar los restos de todas las víctimas son más bien escasas, dado que el paraje del Monte de Estépar ha sufrido a lo largo de las últimas décadas reiteradas agresiones como consecuencia, primero, de su utilización como cantera para extraer grava destinada a la construcción de la Autovía A-62 (Burgos-Valladolid) y, posteriormente, como vertedero ilegal de basuras y escombros, además de residuos orgánicos. Todo lo cual no ha hecho sino ocasionar continuas remociones del terreno, modificando así gran parte de la topografía original del monte, y con ello, alterando notablemente el paisaje y la percepción del mismo como Lugar de Memoria. Esta lamentable situación ha indignado profundamente a los familiares y afectados de la represión franquista que tienen a sus deudos en las fosas de este paraje. Una desazón que no hace sino sumarse al dolor por tener todavía, casi 80 años después, a sus familiares “tirados en el monte como si fueran alimañas”.De manera que resulta muy difícil, si no imposible, cifrar el número de restos que han sido arrasados y destruidos; o lo que es lo mismo, no sabemos cuántos se han podido salvar y, por tanto, cuántos se preservan aún en el subsuelo del Monte de Estépar. Cierto es, en todo caso, que los trabajos previos que hemos realizado en años anteriores, consistentes en una prospección geofísica con georadar y unos sondeos arqueológicos, nos han permitido verificar la existencia de varias fosas a la luz de los restos óseos humanos encontrados en ellas.
Ante la reiterada dejadez o, cuando no, oposición mostrada por las Administraciones Públicas, ya sea la del Gobierno del Estado como la Junta de Castilla y León, para hacerse cargo de las exhumaciones e identificación de los restos humanos que contienen las fosas comunes de la Guerra Civil o, cuando menos, para sufragar los costes de las mismas, el colectivo Espacio Tangente, junto con la Coordinadora por la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos, han puesto en marcha una campaña de mecenazgo (crowdfunding) para poder cubrir los gastos de la excavación de las fosas comunes del Monte de Estépar. De manera que, a partir de la aportación de pequeñas ayudas económicas, se pueda alcanzar una cantidad mínima (14.000 €), para poder desarrollar dicha actuación. Esta cantidad cubre los gastos derivados de la estancia y manutención del Equipo Científico, así como la logística necesaria para realizar este tipo de intervención con las mayores garantías posibles. En ningún caso los especialistas y miembros del Equipo recibirán retribución alguna, al considerarse su trabajo como una colaboración voluntaria completamente desinteresada.Dicha intervención se iniciará el día 21 de julio de 2014 y la llevará a cabo un Equipo científico interdisciplinar formado por arqueólogos, antropólogos forenses, antropólogos sociales, historiadores, etc., bajo la dirección del arqueólogo Dr. Juan Montero Gutiérrez de la Coordinadora por la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos, el antropólogo forense Dr. Francisco Etxeberría Gabilondo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y el antropólogo social Dr. Ignacio Fernández de Mata de la Universidad de Burgos. Todos ellos cuentan con una dilatada experiencia en la excavación de fosas comunes de la Guerra Civil y la identificación de restos humanos, así como en el estudio de las experiencias traumáticas que sufrieron tanto las víctimas de este conflicto como sus familiares a lo largo de la dictadura franquista.
En definitiva, a la vista de todo lo señalado, es nuestro deseo solicitar la inestimable colaboración de la ciudadanía como también de entidades públicas y privadas, para poder acometer este proyecto encaminado, no lo olvidemos, a la restitución de la verdad, la justicia y la reparación que son los tres derechos básicos que asisten a toda víctima.

Toda la información del proyecto se puede consultar en la siguiente dirección de internet: www.montedeestepar.org 

Mientras que los detalles para contribuir a la campaña de captación de fondos para realizar la exhumación se pueden ver en la siguiente dirección de internet: http://goteo.org/project/monte-de-estepar

Post by Juan Montero.